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DOMINGO, 5 DE AGOSTO DE 2012 ●
Diario de Cádiz
Cultura y Ocio MÚSICA Concierto en el Baluarte de la Candelaria
Chambao encontró al duende del Sur “Los días se me pasan volando... ¡y más cuando estoy en Cai”, expresó la artista malagueña Lamari, durante su actuación el viernes en la fortificación gaditana Adrián Morillo / CÁDIZ
Hacía cinco años que Chambao no grababa nuevas canciones, desde el exitoso Con Otros Aires. No es de extrañar por tanto que anoche se agotaran las entradas para el concierto que ofreció en el Baluarte de la Candelaria por un público deseoso de conocer como sonaban en directo. Había ganas, muchas, de ver como presentaban su nuevo disco, Chambao, título de clara referencia a lo que supone este nuevo trabajo: canciones que siguen la estela de los trabajos anteriores y que hacen de broche a diez años de carrera. El laúd eléctrico que han incorporado para sus nuevos temas abrió el concierto a las 22:40 horas, caldeando al ya de por sí animado público, que se entregó al concierto desde el momento en que María del Mar Rodríguez, Lamari, pisó el escenario con La verdad mentira. “¡Esa Mari guapa ahí!”, gritaron un grupo de chicas jóvenes con la llegada de la miembro más popular del grupo, seguida en todo momento por las miradas del respetable. “Los días me pasan volando, los días me pasan volando... ¡Y más
LOURDES DE VICENTE
Maria del Mar Rodriguez, ‘Lamari’, en un momento del concierto.
cuando estoy en Cai!”, canta sonriente Lamari mientras interpretan el tema Uleré. “Me alegra mucho veros las caritas a todos y gracias, muchísimas gracias por haberos acercado a estar con nosotros esta noche”, a lo que le siguió un gran aplauso del público. La malagueña, consciente de la popularidad que le profesa su público, no duda en alejarse durante muchas canciones del centro
del escenario para ceder protagonismo a los músicos de la banda. Y no es para menos. Aunque el Baluarte de la Candelaria no sea un espacio que destaque por su buena acústica, y que en este concierto empobreció la actuación de la banda, anoche se pudo confirmar el excelente estado que mantienen los músicos. Bien engrasados y coordinados, ofrecieron un sonido compacto y limpio, fruto de
una afinidad musical y personal visible en sus miradas cómplices durante todo el recital. Fueron sobre todo las melodías árabes del laúd eléctrico, encargado de abrir casi la totalidad de temas procedentes del nuevo disco, y los solos de flauta que realizó Roberto Cantero, los que cosecharon las mayores ovaciones. Si Chambao tenía ganado al público desde el primer tema, a mi-
Un elefante bailando sobre una pelota de ping-pong CRÍTICA CINE PROMETHEUS
★★★★★ Ciencia ficción / Terror, EE UU, 2012, 123 min. Dirección: Ridley Scott. Guión: Jon Spaihts, Damon Lindelof. Intérpretes: Michael Fassbender, Noomi Rapace , Charlize Theron, Guy Pearce, Idris Elba. Música: Marc Streitenfeld. Fotografía: Dariusz Wolski. Montaje: Pietro Scalia. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar, Ábaco San Fernando, Las Salinas, Victoria, Al Andalus, Yelmo, Ábaco, Multicines Jerez, Cinesa Los Barrios.
Carlos Colón
En 1979 Ridley Scott cambió la historia del cine de terror, en mayor medida que el de ciencia ficción, con Alien: el octavo pasajero, fundando –a partir de desarrollos de los seres informes de Lovecraft o de la amenaza de Planeta prohibido (1956)– el terror biológico (el monstruo como metáfora del pánico mayor de la era pos atómica: las enfermedades degenerativas) que tres años más tarde Carpenter desarrolló en La cosa, adaptación del
clásico de Hawks y Niby El enigma de otro mundo (1951). Terminaba una década gloriosa de refundación del cine narrativo americano –con la revisión de todos los géneros clásicos a cargo de los Bogdanovich, Ross, Coppola, Allen, Scorsese, Spielberg o Lucas– en la que Hollywood daba varias obras maestras al año. Recuérdese que Alien compartió cartelera en el 79 con El cazador, Apocalypse Now, Manhattan o All That Jazz. Pero después vinieron los terribles 80 y todas las promesas de los 70 se fueron quedando incumplidas. Tras ellos, el desierto creativo del que aún no ha salido el cine comercial americano. La carrera de Ridley Scott guarda un curioso paralelo con la de este renacimiento y declive del cine americano. El aclamado director de Alien (1979) y Blade Runner (1982) dio su primer traspiés justo en mitad de la década horrible –Legend (1985)– y nunca volvió a recuperar el equilibrio. Lo poco que de interesante hizo (Thelma y Louise, 1991) ha envejecido mal y lo malo
no ha sido redimido por el paso del tiempo. La conquista del paraíso (1992, mamotreto hortera-histórico que apunta a lo que hará su posterior gloria comercial) o La teniente O’Neil (1997) figuran entre lo peor de su obra de los 90. Inició el nuevo siglo con el éxito de Gladiator (2000) –tan hábil como vulgar y cursi– a la que siguieron las pifias de Black Hawk derribado, Hannibal (2001), El reino de los cielos (2005), American Gangster (2007) o Robin Hood (2010). Muchos nos preguntábamos quién habría dirigido en realidad Alien. Porque parecía imposible que se tratara del mismo realizador. Su regreso al universo Alien con Prometheus no hace sino aún más impenetrable este enigma. Porque esta secuela en forma de precuela parece dirigida por un realizador de segunda fila que quisiera explotar el éxito y el prestigio de Alien con mucho menos talento del que mostraron Cameron, Fincher y hasta Jeunet en las secuelas de 1986, 1992 y 1997. Lo tremendo es que se trata del creador de la pri-
mera Alien. El guión de Prometheus es de risa. El origen de la vida en la Tierra podría estar en un lejano planeta. Un arrugado multimillonario costea una expedición con el fin de que allí el heterogéneo grupo de siempre –científicos y mercenarios– encuentre la fuente de la inmortalidad. Lo que se encontrarán son las ruinas de una civilización entre las que aguardan los simpáticos bichitos de todos conocidos. Los errores de guión son clamorosos. El tema del androide con crisis de una identidad que busca en películas –¡pobre Lawrence de Arabia!- es una buena idea desperdiciada. Los mercenarios no se ganan el sueldo protegiendo a los expedicionarios. Y éstos caen en las trampas más tontas: perdidos en las cuevas del poco acogedor planeta dos de ellos ven como de un líquido asqueroso nace una ondulante y amenazadora criatura que parece una mezcla entre un tallo de habichuela creciendo a cámara rápida y una cobra, lo que no impide que se acer-
tad del concierto, tras tocar el single más popular de su nuevo álbum, Lo mejor para ti, los espectadores terminaron por encenderse cantando el estribillo del tema, en el que Lamari dejaba de cantar para escuchar sonriente al público: “Que me duele verte así, ya no sé ni como ayudarte, que quiero lo mejor pa ti, y quisiera poder abrazarte”. Risas, abrazos, algún que otro morreo entre enamorados alrededor del escenario. En la segunda parte del concierto se sucedieron temas ya clásicos de la banda como Duende del sur, Pokito a poko o Ahí estás tú, canciones que comenzaron a ser seguidas por muchos mediante movimientos de brazos y cintura correspondientes a la danza del vientre y otros bailes árabes. No danzaron solamente los jóvenes. El público que se congregó anoche aunaba gaditanos de todas las edades, destacando la presencia de muchos veteranos y veteranas, que no dudaron un momento en unirse al baile. Cerca del final del concierto, con los imprescindibles bises, se unió a Chambao un invitado de su tierra, Ismael Tamayo, cantante flamenco malagueño. Con su pelo afro de reminiscencias ochenteras y con una voz de gran garra, cantó a dúo con Lamari el tema Madre Tierra, una de las mejores interpretaciones de la noche. A las 12:40 terminaban dos horas de concierto de flamenco chill que dejó muy buen sabor de boca entre los asistentes. Parece por lo tanto que el viernes se les apareció el duende del Sur. No era difícil donde tocaron.
quen y la acaricien como si fuera un gatito... llevándose lo suyo, claro. Soluciones ridículas, cabos sueltos, asombrosa ausencia de ideas y de trama. Todo agravado por unos diálogos que se balancean entre lo grandilocuente y lo ridículo, traspasados por las grandes preguntas achicadas a los modestos límites de la filosofía de auto ayuda y la religiosidad new age. Este débil, casi inexistente, andamiaje narrativo soporta una pesada y cara estructura de efectos especiales que nacen y mueren como fuegos artificiales que deslumbran (no todos) y ensordecen (eso sí lo hacen todos) un instante para diluirse sin aportar nada. Sólo se roza el terror orgánico de Alien en la escena de la autocesárea. Lo mismo sucede con algunas soluciones visuales que no carecen de fuerza, como la cabeza colosal (tampoco tan original, por otra parte), pero se quedan en aislados hallazgos de diseño. Sólo Michael Fassbender –muy deudor en su caracterización del Jude Law de Inteligencia artificial, del Rutger Hauer de Blade Runner y hasta del ordenador HAL 9000 de 2001: una odisea del espacio– aporta algo de interés a este elefante de gigantesco presupuesto que hace equilibrios sobre la minúscula pelotita de ping pong de un guión tonto y una realización rutinaria.