QUERIDO AMIGO: Vaya por delante que comienzo y me arranco a redactar la presente con gran dolor y pesar ante lo que considero no una simple falta de respeto o acto impresentable como tú calificas al Juez Penalva (con quien no me une ni la décima parte de amistad, aprecio y admiración que me unía a tí), sino el mayor acto de deshonor, inmoralidad y traición hacia los principios que guiaron nuestro proceder durante los maravillosos años que tuve el honor de compartir junto a tí y otra serie de personas excepcionales esa lucha que protagonizamos contra la gran lacra social que es la corrupción. De ahí, el dolor, la tremenda decepción al observar como el gran impulsor, el adalid de aquella lucha se coloca ahora frente a los que fueron sus subordinados, sus compañeros, en definitiva, contra todos aquellos con los que en decenas de veces, cerca de la centana, compartió emociones, hallazgos importantes, interrogatorios, etc, etc. Aquellos que lo veían como un hombre intachable, un verdadero faro, un pilar inamovible que sostenía y sostendría en tiempos futuros la lucha contra la corrupción. Si bien esta carta es personal, el sentir de la misma me lo han hecho llegar y es compartido por todos aquellos que formamos ese maravillo equipo, Jueces, Fiscales, Policías, Agencia Tributaria, e incluso ciudadanos de a pie, funcionarios y miembros de diferentes Instituciones y Organismos que en su día admiraron nuestro trabajo.