Corre, Conejo 125

Page 1

treinta y quince y diario de reflexión, zacatecas, zacatecas, méxico, julio–agosto de 2023 número 125

corre,conejo

«l a e ilógica, analógica b e l l e z a s e r á y siempre y toda, siempre c o n v u l s i v a o n o s e r á»...

El año nuevo de 1974: André Breton (II)

y

ejemplar gratuito prohibida su venta
3
4
( sigue en las páginas
A ndré Breton, Autorretrato La escritura automática (fotomontaje, incluida allí la famosa actriz Phyllis Haver), 1 938

notas de–notas

Don’t Look Up

En astronomía una clásica «viuda negra» consta de un púlsar y de una estrella, binaria relación donde el primero se alimenta de la segunda. Un sistema así, pero que involucra luego otra estrella, deviene entonces toda una rareza, más todavía si la órbita de aquellos es de sólo sesenta y dos minutos.

Un reciente estudio a cargo del Instituto Tecnológico de Massachusetts informa del hallazgo de un sistema como este último, el ZTF J1406+1222, situado a tres mil años luz de la Tierra, y proclive justo a transformarse en viuda negra.

El aludido sistema tiene el periodo orbital más breve identificado hasta ahora, puesto que el púlsar y la complementaria estrella giran entre sí cada sesenta y dos minutos, y parece albergar a una tercera estrella lejana que orbita alrededor de ambos cada diez mil años.

Ello irremediablemente suscita renovadas preguntas acerca de su probable génesis y los astrónomos creen que quizá surgió de una misteriosa y densa constelación de antiguas estrellas conocida como «cúmulo globular», misma que paulatinamente habría derivado hasta establecerse en el centro de la Vía Láctea

«Es el escenario de un muy complejo origen» y procede incluso la hipótesis que tal sistema posea «una antigüedad mayor que la antigüedad del Sol», explicó uno de los astrónomos, Kevin Burdge.

Lo anterior introdujo un nuevo método de detección del fenómeno, ya que si el común de las binarias viudas negras se detecta a través de la radiación de rayos gamma y de X emitida por el correspondiente púlsar, aquí se utilizó la visible luz de la estrella complementaria.

«En síntesis, lo único que de seguro hoy sabemos es que se trata de una estrella que manifiesta un lado diurno más caliente que el nocturno, orbitando alrededor de algo cada sesenta y dos minutos», aseveró Burdge y, «en conjunto, parece indicar que se trata de una binaria viuda negra en potencia, aunque no olvidando ciertas situaciones raras en ella, de manera que puede tratarse también de algo completamente desconocido, hecho que de momento limita nuestro plan a continuar observándola y a continuar observando el sistema», finalizó diciendo. (EFEsam)

corre, canijo periquetes

* bajo el balcón

* san ignacio de yolanda

* navegan conbanderadeprovincias

* marco antónimo y cleopátrico

* yo no fui, fue mi circunstancia (ortega y teté)

* amadís de gula

* dada no significa dada

*eldespertadoramericanoes su gallo

* computadora patito monterroso

* sofisma álvarez, helenismo rojo, platonismo roto

Callejón del Santero 109

Teléfono: (01 492) 92 422 92

Zacatecas, Zacatecas libreria_andre_a@yahoo.com.mx

2 c o r r e, c o n e j o 1 2 5
andré·a libros & discos arte & videos & café
a r d u r o s u a v e s

Plenariamente

Sin ningún tipo de duda, y como ya se dijo, hay un surrealismo sin época, la mayoría de cuyas fórmulas claves expresó, con un siglo y medio de anticipación, el romanticismo alemán. «El oficio de escritor es una actividad secundaria»—«La poesía es lo real absoluto» «El mundo se hará sueño, el sueño se hará mundo»—«Los cuentos y los poemas alcanzarán rango de historia universal»—«La muerte es sólo una revelación suprema de la vida». «No somos nada más que una semilla, que se ha tornado visible, del amor entre la naturaleza y el espíritu», lo aseveró bien Novalis. «La poesía se volverá universal y progresiva» es de Schlegel antes de haber sido de Leautréamont. Pero André Breton llevó de un extremo al otro el surrealismo «situado y fechado», no únicamente porque desde el principio hasta el fin fue su fuente de energía, sino porque además lo llevó con la soltura perfecta de un traje cortado para él, a la medida, y se asombraba e impacientaba, y a veces encolerizaba porque al resto parecía apretarle, y tarde o temprano hacía crujir las costuras. ¿Para qué censurar la violencia de los continuos desgarramientos (tan naturales, tan inevitables) que delimitan la historia del movimiento? «Yo siento así, soy así; vosotros, que os habéis llamado un día de los míos, ¿cómo podéis de pronto ser otros?»: es la queja instintiva, no formalizada, perfectamente sincera, que a menudo se adivina detrás de todos los considerandos de las disputas del grupo; queja de pronto exasperada porque el sistema de ideas se adhiere aquí óptima, íntima, a la singularidad ejemplar de un hombre que siente las menores divergencias como agresiones contra su integridad personal. El surrealismo, que siempre quiso ser obra y pasión, sobre todo colectiva, nunca fue (y ésa es su fuerza) un sistema de pensamiento que se somete a deliberación en los coloquios o en las «décadas»: desde el comienzo estuvo ampliamente encarnado, afirmado, en un hombre «de cólera y de sangre», una personalidad de aristas cortantes y duraderas, de una seguridad inquebrantable en su propia afirmación. Nació de Breton, evolucionó, maduró —y, sin embargo, nunca escapó a su control, ni cortó del todo el cordón umbilical. Es difícil adivinar qué será de él mañana. Pero hasta 1966, casi medio siglo después de su nacimiento, el surrealismo conservaba la extraña particularidad de ser a la vez un «movimiento» de difusión hace tiempo mundial y un tejido sensible, siempre irrigado, siempre inervado, imposible de tocar sin alcanzar aalguien en sus obras vivas, sin sentir al mismo tiempo el calor de un contacto personalizado. Porque desde el principio fue máspredicadoque expuesto (el término, tomado del vocabulario religioso, no le habría gustado a Breton, pero no encuentro otro más expresivo), hay un tono fundamental del surrealismo que en modo alguno es aislable. Una personalidad excepcional, violenta, abrupta, magníficamente avasalladora, fue la única adecuada para asegurar esa simbiosis sorprendente, continua, entre un movimiento colectivo de gran expansión y larga duración y una vida particular, vivida, no obstante, en la plenitud del ejercicio de todas las libertades, incluso de la libertad baudelairiana de contradecirse. Breton no se dedicó, como se ha aseverado tantas veces, a la defensa y a la ilustración del surrealismo, sino que lo vivió como se respira, animado y expresado cada año como una floración natural. Aun cuando acá y allá, en sus escritos, fuera doctrinario y didáctico, jamás daba la impresión, penosa, como lo hacen con harta frecuencia los fundadores de las sectas, de estar repitiendo, con algún esfuerzo, la doctrina.

No simplifiquemos más de lo justo esa vida tan libremente, tan plenamente y, sin trabas, desenvuelta ensusentido (en verdad «aquella forma impresa que se despliega viviendo», según la bella fórmula de Goethe y, sin embargo, de un cabo a otro, tan imantada a extremo por algunas grandes ideas–fuerza) para reducirla toda a lo que constituyó su leyenda, y que era, en efecto, en primer término, su fidelidad inconmovible a algunas de las grandes causas abrazadas en la juventud y defendidas sin rodeos. Sería disminuir demasiado a Breton limitarlo luego a los entusiasmos sin transiciones de una adolescencia milagrosamente prolongada. Por haberlo conocido en la segunda parte de su vida, por haber preferido a menudo verlo a solas (lo cual no era tan frecuente), muchas veces tuve la sensación de que había en él, sin contradicción ninguna, al lado de ese fuego impaciente e imperioso que lo habitó siempre, una suma de experiencias muy madura y muy sagaz, sin medida alguna muy rica. Pensemos que esta vida regular y hasta, si se quiere, perfectamente ordenada, soportó, como pocas lo hubieran hecho, el peso continuo de tantos seres; pensemos que no es posible que cientos de vidas se rocen con la de uno a lo largo de una larga o breve existencia, con todos los matices que van de la adoración al odio, sin que se obtenga de ello un conocimiento humano casi nada común. Breton se dejaba engañar apenas por aquello que durante el transcurso de una vida puede engañar —tenía una gran carga de experiencia, en ocasiones amarga. Terriblemente equilibrado, evitaba lo malsano de una manera instintiva. De una salud magnífica. Vivió lo suficiente como para pasar, más de una vez, del clima de Rimbaud al clima de

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 3

Baudelaire, haciendo también de cuando en cuando, sin demorarse, las cuentas de una vida llena de una tristeza madura y altiva en la cual se introducía el tono de Lesfleursdumal. No fue un abanderado: no habría podido serlo («demasiado norte en mí para que sea quizá el hombre de la adhesión plena»). Una vida, en cambio, si bien inflexiblemente dirigida, movida asimismo de un lado a otro como una vela, dispuesta como ninguna a captar los grandes vientos. Una vida muy plena, decantada por un siglo cruel del candor primaveral, del optimismo a extremo vulnerable de los románticos alemanes, a plenitud consciente, en el momento mismo en el que se negaba a aceptarla, de la debilidad que significa ser hombre, y con todo siempre iluminada de nuevo por ciertas esperanzas supremas.

Aun desde la perspectiva de aquellos para quienes el surrealismo ha dejado de tener sentido —si nuestra época es, como todo lo hace siniestramente pensar, la del hombredelasmultitudes presentido por Poe, y aun la del hombreradarque define Riesman, del hombre de las multitudes devorado hasta la angustia por la necesidad de llegar a serlo más, de entregarse con deleite a esa presión colectiva que además trata de anticipar con todas sus facultades de discernimiento, la figura de Breton merece seguir siendo ejemplar. Sigue siendo la de un hombre íntegro (raramente solitario en este medio del siglo), alérgico a todas las tentativas de restricción, a todas las tentativas de renuncia. Con aristas duras, con asperezas imposibles de limar. Entregado en caso de necesidad a la intolerancia como un principio de higiene, cuando su integridad personal está en juego; sabe de nacimiento que la verdadera afirmación (la que enriquece al resto) sólo es la afirmación de sí mismo. No cede terreno jamás, rechazando la presión de los otros en lugar de ser rechazado por ella. Le preocupa menos la agilidad dialéctica, vana perfección de la época, que la novedad inagotable, innata, del ángulo de ataque, único que en definitiva renueva el mundo. Ocupa soberanamente, con la fuerza de la expansión y la potencia carburante del oxígeno liberado, todo el espacio medido desde el principio. La época quizá haya sonreído ante la manera en la cual, durante toda su vida, Breton ejerció la libertad como una magistratura: con esto no ha hecho más que demostrar lastimosamente dónde estaba, la necesidad que tenía de un llamado al orden. Es oportuno, es saludable incluso hoy observar una vez más con André Breton (y a lo mejor sea una de las últimas) al hombre en la plenitud del ejercicio intransigente de sus prerrogativas: entresacando, como si el mundo fuera nuevo, lo que le viene bien de lo que no le es consubstancial, y enseñando así a los otros a hacerlo de la única manera que conviene hacerlo: ejemplarmente. Sabiendo que toda reivindicación eficaz de la libertad empieza por el ejercicio integral de la propia. Plenamente convencido, también, y probándolo, y no sintiendo necesidad alguna de excusarse de que, al menos dentro de la historia de la sensibilidad, el mundo pertenezca por legítimo derecho a losviolentos

De LarevoluciónsurrealistaatravésdeAndréBreton, Monte Ávila, Caracas, Venezuela, 1970 (traducción:María Raquel Bengolea)

César Moro

Como un piano de cola

A André Breton

Como un piano de cola de caballo de cauda de estrellas

Sobre el firmamento lúgubre

Pesado de sangre coagulada

Arremolinando nubes arco–iris falanges de planetas y miradas de aves

El fuego indeleble avanza

Los cipreses arden los tigres las panteras y los animales nobles se tornan incandescentes

El cuidado del alba ha sido abandonado

Y la noche se cierne sobre la tierra desvastada

La comarca de tesoros guarda para siempre tu nombre

4 c o r r e, c o n e j o 1 2 5

Caído

I

La sustancial intensidad de Magloire Saint–Aude (1/2)

GUSTAVO DE L A ROSA M URUATO

Por mis lámparas difuntas...// Buen viaje, peregrino.

II

En las proezas del poeta exhausto,/ mi vitral desmembrado/ en los rieles de la melodía // Para mi hermosa niña naufragada/ como la armónica del matón // Hacia la araña agrietada/ de las estrofas cosechadas // Sobre el ciego papel secante/ de mis talentos extintos.

III

Angélica y dientes helados la Milady/ My lady amiga mía.. // ¿Qué sedimento de náuseas,/ fuera del tintero coronado,/ la Tanagra baila/ en el jirón de las medianoches inclinadas?

IV

Dolores a mis pestañas inquietas,/ la conmoción, el agua del poema.// Declamaciones y dulces como Elza.// El diálogo 41/ más indolente que Elisa Breton.// Altas mayúsculas encaramadas/ en los postes de mis lámparas // Viudo, y con una preocupación vana/ en el halo de mi lamento.

V Poema del prisionero/ con el tañido de difuntos de los soles recordados // Matracas sepultadas/ en el corazón del peregrino.

VI

Aquí está mi mortaja descoronada,/ la jactancia del baile/ al galope de Antinéa/ enguantada con mi Ideal // La estrella del mendigo/ escucha el aliento de mi Muerte.

VII Último lied,/ pálidos amores solemnes...// Últimos incendios.// Últimos juegos.// Para mi guiñol/ a mi deceso esparrancado/ en los muelles del silencio.

(De Déchu, Caído)

Silencio

El sarro en los dientes con posibilidades de choques castaños/ en nueve ciudades // Magdalenas en encajes de gualda// Nulo el poeta, lento doliente/ para morir en Guadalajara.

Fases

Siete veces mi cuello,/ diecisiete veces el collar.// El viento jorobado de la hiel.// Sin forma, frío,/ los ojos sin agua, como la fatalidad.

Paz

No más voces, no más dedos/ al alegato en el gong de los cordones // Casto en el flanco de mis sudores latentes // En mi tiza sin sustancia sin pasta/ el Chino teje mi muerte // Por fin duerme mi chatarra/ quién me habría amado,/ a las salidas, en las ciudades de mi imagen.

(«Silencio», «Fases» y «Paz», de Dialoguedemeslampes, Diálogodemislámparas)

De Stefan Baciu, Antologíadelapoesíasurrealistalatinoamericana, Joaquín Mortiz, México, 1974 (nota: en la Antologíatipografiaron «Phrases» por «Fases»); traducción:Gustavo de la Rosa Muruato

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 5
Sin aliento

El tiempo en un «Mundo salvaje»

Cuando soñamos que soñamos/ está próximo el despertar. Novalis

Continúo experimentando la tonalidad de las madrugadas como un lastre. He llegado incluso a pensar —al contrario de lo que tantas personas piensan— que es precisamente a esa hora cuando los días terminan. Uno duerme, en ocasiones sueña, sí. Lo curioso es que hace ya bastante que sueño y que no recuerdo qué es lo que sueño. Lo he escrito antes: a medida que el tiempo transcurre no tenemos necesidad de dormir mucho, poco es suficiente. Me toca ahora mi turno y siento que llega la vigilia cargando gravosos miedos. Me toca administrar ahora el tiempo, una durísima tarea que desdeñamos quizá en este «Mundo salvaje» donde, lo dice Cat Stevens, «no se puede subsistir con una sonrisa». Entonces reflexiono, abro un diálogo conmigo mismo. Me ausculto, me muevo paulatinamente de un lado al otro: «Hoy no tengo migraña y veo sin ‹lucecitas›»/ «¡Vaya, tengo un mínimo de vértigo!»/ «Dios, cómo pude olvidarme de las grageas».

Aquí no comienza mi día, no: aquí termina.

Mi día comienza cuando logro conciliar el sueño, y tiene una corta vida. Más exacto: le he dado una corta vida.

Hay infinidad de cosas que valoramos en la medida en que los años y los días nos han rebasado. Debe ser parte de la condición humana, no me lo explico de otra manera. El tango miente porque veinte años son largos veinte años. Yo no deseo regresar sobre mis pasos, para qué. Lo andado —pese a todo— andado está. ¿De qué me arrepiento? Probablemente de desperdiciar ciertas oportunidades inconfesables de las que hoy podría estar arrepentido, lo digo consciente de la consigna de Bernard Shaw. Ustedes, lectores míos, imaginen lo que gusten.

El punto es que los ciclos son como la serpiente que se muerde la cola. Yo percibo que las madrugadas, la terminación de mis días, duran lo que dura un parpadeo y los comienzos de mis días también: veinticuatro horas gracias a Copérnico y a los gregorianos. La eternidad sólo existe en el teorema de Gödel, en los grabados de Escher y en las partituras de Bach, según Douglas Richard Hofstadter.

La única posibilidad de medir mi tiempo radica justo en el diálogo que sostengo conmigo mismo, interiormente. No me libro. La terminación de mis días dura lo que dura una jaculatoria y también el comienzo de mis días.

No hay remedio, retomo entonces la obligada cotidianidad: escucho los noticieros, escribo lo que puedo, paseo en las tardes si no llueve, a veces dibujo, leo. De repente comparto un café con alguien o llamo a quien hace de sus horas lo que yo hago. Igual hablo de proyectos, de los que me sean permitidos: trabajo en una velada autobiografía y estructuro la psicología de misteriosos personajes. La pericia en el manejo del tiempo es vital porque éste no se detiene en un «Mundo salvaje», no, nunca se detiene.

[obituario]

Alain Touraine (1925–2023); Rafael Guillén (1933–2023); Cormac McCarthy (1933–2023); Hugo Blanco (1934–2023); Antón Arrufat (1935–2023);

Glenda Jackson (1936–2023); Phillipe Sollers (1936–2023); Gordon Lightfoot (1938–2023);

Tina Turner (1939–2023); Astrud Gilberto (1940–2023); Cynthia Weil (1940–2023);

Helmut Berger (1944–2023); Antonio Deltoro (1947–2023)...

6 c o r r e, c o n e j o 1 2 5
j u a n g e r a r d o s a m p e d r o L a Me m o r i a d e l o s Dí a s XHZTS–FM 91.5 XHGAP–FM grupo PLATA excelencia en radio

Visiones oníricas de la ciudad de la cantera

Reunión con el maestro

La plazuela anónima donde Hugo me retrató se encuentra entre callejas que suben desde el corazón de la ciudad, venas que desembocan en la decimonónica Alameda. Para llegar a ella se sube desde el Callejón del Capulín, se alcanzan las escaleras que conducen a la Escuela Normal, pero no se sube a éstas. En cambio, se gira hacia la derecha, se pasa al lado de una casa de un solo piso con un agave en su entrada, se continúa por el mismo camino dejando atrás hogares típicamente zacatecanos, con cornisas de cantera y barandales de metal ennegrecido y, en un cierto punto, se observa, mirando hacia la derecha, una ruda pared de roca creada desde el origen de la Tierra, de un color café grisáceo, que baja verticalmente, perpendicular a las elegantes formas de la ya mencionada Alameda. En ese punto hay un ligero desplazamiento hacia la izquierda (hacia la derecha, si uno está ya en aquel lugar y baja hacia el centro de la ciudad) y se localiza allí la plazuela. No se trata de una plazuela grande, pues medirá unos tres o cuatro metros por lado. Representa una intersección dentro de las accidentadas líneas de la ciudad de la cantera. Consiste de meros escalones constituidos de tal manera para que el bardo los describa en su obra como una plazuela. Es decir: dada su dimensión, se le puede considerar una plazuela, puesto que interrumpe la fatigosa continuidad de las venas de la ciudad. No es sólo una escalinata, sino algo más. Carece de bancas y está iluminada por un farol amarillento. Se puede descansar allí, subiendo hacia la casa desde las antiguas boticas de la Alameda con las bolsas de compras en las manos. Se puede comer allí un hot–dog, con salsa ketchup, mostaza y mayonesa dentro del envase de cartón del Vikingo, e incluso se puede simplemente detener uno allí a fumar un cigarrillo o a besar a su pareja.

En un sueño, me hallé en aquel recinto con el maestro Bernardo Araujo. Al comentarle que buscaba yo presentar a un editor el proyecto de un libro de textos que hablaban de la ciudad de la cantera, él me dijo:

—Cuando uno va con un editor requiere de tener la obra prácticamente de memoria desde un par de semanas antes, don Javier...

—Si no es que desde un mes —agregué.

En ese momento había en la plazuela una banca metálica pintada de negro. La Alameda se veía detrás de las casas, en medio de un gran hueco que revelaba la vegetación del jardín, y al fondo sonaba «A Felicidade», de Antonio Carlos Jobim.

Zacatecas 2 0

Siempre ha generado inquietud en mí el pensar si algún resquicio de la ciudad de la cantera está replicado a la exactitud en otra urbe del mundo o hasta del universo; que alguna sociedad, fuera terrestre o no, quisiera, pudiera o se viera obligada, por alguna razón, consciente o inconsciente, a replicar como un fractal alguna sección, o incluso la totalidad de la arquitectura de la antes sugerida población minera fundada en 1546; si es que hay en algún lugar de éste o de otros planos existenciales réplicas de la Calle Primero de Mayo, el mirador de la escuela primaria, el jardín de la Escuela Normal, el edificio Kristal, la plazuela del Moral, la plazuela anónima, las incontables callejas... En mi sueño semejante idea tomó lugar por medio de una réplica exacta de la ciudad de la cantera más al norte, en el desierto del municipio de Mazapil;

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 7 aum suplemento DE UNA CIUDAD, DE UNA NOVELA: DE ABIFURCADASMÁRGENES DE LA VIDA OTRAÉSTA

en aquel lugar se replicó aun la irregularidad del terreno y permanentemente era de noche. Me pregunto si en alguna ida a Europa se me revelarían las mismas plazuelas y los mismos zacatecanos recintos en cualquier pueblo desconocido, al vagar, errante, por él.

La tabaquería de la Calle Primero de Mayo y la influencia franco–japonesa en la Muy Noble y Leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas

En 2007, mi amiga Ximena vivía en una casa (enclavada en el barrio del Tanquecito) que tenía un reducido patio al que daba su cuarto. En aquel patio crecía un árbol que me recordaba a un sakura, con hermosas hojas color rosa claro. De igual manera, a Ximena le encantaban las películas de Studio Ghibli.

,

Yo en aquella época consumía literatura francesa, asistía a algunos eventos relacionados con la astronomía a la Alliance Francaise local donde probaba quesos de los que mi precoz paladar entonces no gustaba mucho, e incluso en una ocasión mi mamá compró pastelillos franceses (mismos que ansío volver a encontrar, aunque fuera en un viaje a Francia), y guardo como uno de los mejores recuerdos de mi vida el comer uno de ellos mientras veía la ciudad de madrugada desde la ventana. Por aquella época también la película Ratatouille (que revelaba los luminosos colores de la capital francesa y, de una forma muy divertida y dramática a la vez mostraba un alentador mensaje, similar al del gran Freddie Mercury en la lírica de «Innuendo»: «You can be anything you want to be») fue estrenada y, bajo este ambiente, un día se presentó una obra teatral en la vieja cafebrería de la avenida González Ortega (la cual ya no existe), donde Ximena actuó. A lo que voy es que hacia aquella época esta ciudad de la cantera, que ahora veo puramente zacatecana, amarillenta por los faroles, anaranjada por la tierra desértica y pajiza por el color del mezcal, me revelaba su apariencia más «afrancesada».

Posteriormente, con el consumo de cigarrillos y de puros, de cuando en cuando soñé con una tabaquería que se encontraba en la Calle Primero de Mayo. Se trataba de un changarro de unos dos o tres metros por lado cuyas paredes se hallaban tapizadas de cajas y cajas de habanos que ningún negocio local podía conseguir. Entre aquellos tabacos destacaban los Te–Amo, de etiqueta morada. Seguramente poseía también paquetes de tabaco para hookah, para masticar, y de pipa, tales como el Latakia y el Perique.

Un día dejé de soñar con la tabaquería. En cambio, llegué a vislumbrar las zonas circundantes al famoso barrio del Tanquecito de noche, y donde aparecían plazuelas que en realidad no existen, iluminadas por luces como el rojo y el azul, que recordaban la apariencia de París en Ratatouille, y donde incluso la voz de Camille cantando «Le Festin» podría aparecer sonando al doblar alguna de aquellas esquinas saliendo de la radio de uno de los anónimos habitantes de esos hogares ficticios que son recuerdo de tiempos mejores.

El Templo de Fátima y la mujer más hermosa que ha cruzado las callejas de la urbe de cantera

«El Templo de Nuestra Señora de Fátima es una iglesia de culto católico, construida bajo el estilo neogótico con la piedra representativa de la región, la cantera, en la colonia Sierra de Álica, de la ya mencionada capital del estado; la piedra que levanta al Templo es, sin embargo, de un tono anaranjado, incluso llegando al rojizo, el cual discrepa del color que posee la local cantera rosada que compone, junto con el adobe, las casas más antiguas de la ciudad. El Templo de Nuestra Señora de Fátima presenta en su arquitectura un par de discrepancias mayores en relación con el estilo gótico europeo original, tales como la existencia de un domo y la ausencia del nivel de la galería. Sus vitrales poseen vivos colores y su acústica y pacífico ambiente aseguran la existencia del cielo y recuerdan la reverberación usada para la guitarra ambiental; unos metros arriba del Templo, en la Avenida Miguel Alemán, se halla la cafetería Sucré, recinto con una vista pintoresca de la ciudad y del Cerro de la Bufa».

La visión onírica del Templo consiste en divisarlo desde un terreno adyacente al mismo, el cual era una franja de tierra con una inclinación considerable, y donde había escaleras eléctricas (¿«A Stairway To Heaven»?) acompañado yo de la mujer más hermosa que ha recorrido las callejas de la ciudad de la cantera, cuyo nombre clave es Marie Roget; aquella vista nos revelaba la magnificencia del Templo, que parecía haber sido construido en el Medievo y que se componía de una piedra gris (tal vez blancuzca), la abundante vegetación tropical del terreno, las nubes chill y el aroma a petricor y a Versace Pour Homme.

8 c o r r e, c o n e j o 1 2 5 aum
suplemento

Amor y beisbol

Buscando una novela sobre el beisbol descubrí una joya repleta de literatura y de sabiduría vital. La anécdota de ForLoveOfTheGame, de Michael Shaara, es muy simple: se reduce a un momento heroico dentro del deporte, protagonizado por un atleta que, con treinta y siete años, se encuentra al final de una carrera brillante; está a punto de retirarse y, también, de aceptar que «necesita» a una mujer en su vida.

El momento heroico consiste en lograr que, durante un partido, el equipo contrario no anote ni un hitni una carrera. En los casi ciento cincuenta años que tiene de existir el beisbol, en los torneos regulares de las ligas mayores, en los que por cierto todo se cuenta de manera obsesiva para generar tabuladores estadísticos, esa proeza se ha conseguido quizá una docena de veces. Y la han conseguido beisbolistas que se encuentran en el apogeo, no veteranos, ya que implica un esfuerzo físico notable. Además Billy Chapel (personaje de ficción no inspirado en ningún pelotero de la vida real) ha sido fiel a su club durante toda su carrera, y hoy su equipo se quiere deshacer de él; lo venderán, y él ni siquiera tiene un agente que lo represente. Este hecho brinda al lector una primera clave de la complejidad del personaje dentro de un argumento en apariencia tan simple. El beisbol ha evolucionado; pasó ya la época en que se permanecía en un equipo toda la vida, como se expresa en el título, «por amor al juego»: ahora se trata de un negocio en el que los jugadores se intercambian dependiendo de las ganancias monetarias que generan. Billy Chapel, en este caso, es una carta gastada que hoy vale todavía algo, y por eso es justo el momento de venderlo. El beisbol cambió, pero él no, y está a punto de quedarse sin nada porque el futuro lo alcanzó desprevenido.

De manera paralela, la novela aborda el conflicto sentimental de un hombre que ha dedicado toda su vida al beisbol y que nunca se ha permitido profundizar en una relación sentimental; siempre puso al beisbol por delante. A pesar de que realmente disfrutaba de la compañía de Carol, una chica que ha permanecido a su lado por más de cuatro años, le decía cosas como ésta: «En general los hombres y las mujeres nos necesitamos por algunas semanas. A eso llamamos amor. Luego vienen los niños. Y ellos nos necesitan, por eso nos establecemos y formamos familias». «¿Y tú me necesitas, Billy?», le pregunta varias veces Carol, pero él no responde. «Tú amas el beisbol —insiste Carol—, y ¿a mí? ¿Me amas a mí?»

«¿Nunca te casaste?» —le dice Carol—. «Debes ser muy suertudo o muy sabio». «Ninguna de las dos» —responde Billy Chapel, y con ello hace explícito el tema central de la novela—. «Soy un niño. Un beisbolista. Creceré uno de estos días. Pero todavía no... no por ahora».

Estas expresiones melodramáticas profundizan aún más la complejidad emocional del protagonista, ya que Carol le acaba de decir que lo abandona, que se casará con otro hombre y que se irá a vivir lejos. Así que Billy Chapel se encuentra realmente solo en el momento de entrar a afrontar el que ha decidido será su último partido.

La acción de la novela transcurre en un día, en el del «juego perfecto», como se le conoce a la proeza de no permitir ni hitni carrera del equipo contrario. Billy Chapel en ningún momento se propone hacer tal cosa. Entra al partido con dos ideas en la cabeza: perdí al beisbol y perdí a Carol. Decide entonces que éste será el último partido de su vida, ya que no permitirá que lo transfieran a otro equipo; se retirará.

La estructura de la novela toda intercala flashbacks de momentos importantes en la vida del personaje, que van de la infancia de Chapel a su relación con Carol, en medio de la descripción puntual de las jugadas que se están llevando a cabo en este partido determinante.

Pero no sólo la estructura y la circunstancia emocional exacerbada jalan las cuerdas que tensan la prosa de Michael Shaara en esta novela; son los distintos guiños literarios los que en verdad la enriquecen mientras las abundantes referencias a canciones folk y a shows de televisión van tejiendo el retrato emocional de un momento de los Estados Unidos en torno

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 9 aum suplemento

de los años ochenta. A lo largo de la trama escuchamos a Neil Diamond, Bobby Bare y al trío de Peter, Paul & Mary, además de un cassettede Brahms que siempre trae consigo Billy Chapel. En tanto en la televisión pasan programas como LosángelesdeCharlie y repeticiones de viejos clásicos de la comedia americana como Arsenic & OldLace con Cary Grant.

Billy Chapel se encuentra en la loma del pitcher enfrentando a los bateadores; su concentración es absoluta. «Cuando comienzas a escuchar a la multitud» —le dice a un colega—, «es tiempo de renunciar. Siempre lo sabes. Mientras te puedas escuchar a ti mismo, y la multitud no se interponga, tú estarás bien». Pero durante los descansos entre entradas sus evocaciones son ricas literaria o emocionalmente. En una conversación con Carol sale a relucir, por ejemplo, una idea de la Críticadelarazónpura, de Kant, que ella reconoce: «Cuando la gente ve lo mismo» —le explica a Carol—, «cada quien lo ve con distintos ojos, y recuerda diferentes cosas a pesar de que todos vieron lo mismo».

Hacia el final del juego, cuando estamos llegando a la antepenúltima entrada y su brazo le comienza a doler, Billy Chapel recuerda un soneto de Shakespeare: «Has hecho tu tarea terrenal/ El hogar se ha extinguido y no tiene ya nada para ti (...) sino polvo». Un poco más cerca del final, cuando ya el dolor de su brazo es insoportable, evoca el momento en el que el viejo pescador cubano de la breve novela genial de Ernest Hemingway se mira las manos y piensa que ya las ha usado demasiado, pero que ahora, al final, cuando se encuentra luchando contra el gran pez espada que ha pescado, no le pueden fallar.

El borrador inédito de ForLoveOfThe Game fue encontrado en el cajón del escritor norteamericano de ascendencia italiana Michael Shaara (1928–1988). La novela fue publicada en 1991 y de inmediato se convirtió en un éxito de ventas; en 1999 se estrenó una versión cinematográfica protagonizada por Kevin Costner. Michael Shaara obtuvo el premio Pulitzer en 1975 por su novela histórica TheKillerAngels, basada en la cruenta batalla final de la guerra de Secesión, que se llevó a cabo en el enclave de Gettysburg, del estado de Pensilvania, y en la que murieron cincuenta mil estadounidenses.

Trece típicos hitsde(snifffffff)1955

«Cherry Pink And Apple Blossom White»: Dámaso Pérez Prado; «Rock Around The Clock»: Bill Haley & His Comets; «The Yellow Rose Of Texas»: Mitch Miller; «Autumn Leaves»: Roger Williams; «Unchained Melody»: Les Baxter; «The Ballad Of Davy Crockett»: Bill Hayes; «Love Is a Many–Splendored Thing»: The Four Aces; «Sincerely»: The McGuire Sisters; «Sixteen Tons»: Tennessee Ernie Ford; «Learnin’ The Blues»: Frank Sinatra; «Tweedlee Dee»: Georgia Gibbs; «Mr. Sandman»: The Chordettes; «Unchained Melody»: Les Baxter; «Only You (And You Alone)»: The Platters...

Recibimos: Abel García Guízar, Memorial de Aridonía, Universidad Autónoma de Zacatecas-IZC-SPAUAZ, México, 2022, 418 pp.

Recibimos: Juan Gerardo Sampedro, Vuelen, conejos, Benemérita Universidad

Autónoma de Puebla, Dirección General de Publicaciones, México, 2022, 240 pp.

10 c o r r e, c o n e j o 1 2 5 aum
suplemento

Jesús de León

Cómo tomar en serio el relajo

En México tenemos un término que refleja muy bien ese estado de burla popular y catártica que utilizamos ante la abrumadora solemnidad del poder: elrelajo

Me sorprende entonces no sólo la escasez del humor en la literatura mexicana, sino que, incluso entre los humoristas profesionales, no se haya dado una reflexión profunda, exhaustiva, acerca de la necesidad del ser humano de burlarse de sí mismo y de los demás.

¿En qué consisten los mecanismos psicológicos o sociológicos que nos llevan a reírnos de algún suceso o de alguna persona?

Resulta por demás extraño que el único libro que habla con cierto rigor en cuanto al tema lo haya escrito un filósofo existencialista mexicano llamado Jorge Portilla (1919

1963), quien es el autor de esa raraavis de la especulación filosófica: Fenomenologíadelrelajo (1966).

Y no me resultaría tampoco extraño que alguien creyera que yo inventé el título del libro y hasta el nombre del autor para jugarle una broma. ¿Cómo que Fenomenologíadelrelajo? ¿Cómo que en México hubo filósofos existencialistas?

Durante la vida intelectual de mediados del siglo XX en nuestro país surgió un grupo de jóvenes filósofos influidos por el existencialismo de Sartre y luego por autores como Kant, Husserl y Heidegger. Esa época también fue la del auge de la fenomenología, es decir, de la descripción precisa y rigurosa de un determinado fenómeno, un conjunto de hechos en los que interviene el ser humano, y cuya completa descripción debía anteceder al análisis y a la discusión (o reflexión) de la propuesta a tratar.

Ustedes me dirán: ¿acaso la filosofía no debe ocuparse sólo de temas trascendentes, tales como Dios, la Eternidad, el Infinito, o esa perdurable expectación por averiguar si fue primero el huevo o la gallina?

¿Quién rayos va a considerar el relajo como un tema trascendente, digno de reflexión? Pues a mí me dirán lo que quieran. Por más que lo pienso: ¿y por qué no?

Después de leer el libro de Portilla (por supuesto que ese autor existió, lo que sucede es que también se

murió) descubrí que no únicamente es posible, sino que lo intentó y le salió un ensayo que no me hizo reír, pero sí que me ayudó a tomar el asunto en serio.

El relajo no es cosa de risa, cuidado. No lo es como materia de la filosofía. Portilla aborda el tema con rigor y con algo que encuentro cada vez menos en la literatura reciente: orden de pensamiento y claridad de exposición. Y así Portilla ayuda al lector a pensar con claridad. Hace lo que a mi juicio deben de hacer los filósofos: dejar encarrilado a su interlocutor para que continúe pensando por cuenta propia.

Agradezco a Portilla entonces el que me haya sacado de un atolladero en el que estuve metido por un buen rato. Si a nuestra literatura le hace falta la risa, si está ayuna de antisolemnidad, si los humoristas mexicanos se cuentan con los dedos, ¿por qué la mayoría de los escritores (incluso los más imberbes) terminan cayendo en actitudes pedantes y escriben cosas que de tan pretenciosas y tan pomposamente cultas logran provocarme un monstruoso tedio?

Y aún más cuando me entero de lo que dicen sus patéticos protagonistas: «A pesar de que es joven, Fulanita de tal es ya una autora docta, profunda». «Perenganito es un talentoso joven que yergue su firme talento a alturas insospechadas y seductoras». «Cuando conocí a mi amigo Zutanito era un joven que prometía y ahora, treinta años después, se ha mantenido firme en su camino: sigue prometiendo».

¿Y qué me dicen de ese cadillo en la nalga de la existencia al que Portilla define certeramente como «el apretado»? Porque Portilla establece una clasificación de los diferentes tipos de entes insufribles que eventualmente terminan convirtiéndose en víctimas del relajo: el colérico, el patético, el atemperado, el apático, el temperamental...

Y aquí podríamos seguir si sucumbimos a la tentación de prolongar la anterior clasificación, corriendo inclusive el riesgo de establecer una nomenclatura parecida a la del célebre Hermenegildo Torres, fundador del PUP (Partido por la Unificación de los Pendejos).

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 11 DE CARRERA LARGA

¿Por qué los escritores de ahora temen sucumbir al relajo como si se tratara de una vergonzosa enfermedad? ¿Por qué sentimos que es peyorativo el término «relajiento» aplicado a un literato? ¿Acaso los intelectuales de este país están obligados a dormir en un hemiciclo? (Y siendo Benito Juárez, para colmo.) Les advierto que las respuestas a estas preguntas que ofrece el texto de Portilla no son en lo absoluto halagadoras. El relajo no se ejerce impunemente. Más que una actitud es una atmósfera, algo que está latente en el estado de ánimo colectivo y que es fácil de provocar, del mismo modo en que es fácil de provocar una explosión en un cuarto saturado de gas y, como es normal también después de la explosión, viene el recuento de daños, las quejas de los damnificados y el deslinde de responsabilidades.

Cuando preguntamos: «¿Quién es el güey que anduvo armando tanto relajo?», aparece Tin Tan, quien estaba oculto detrás de una cortina; emergen de un piano patas arriba los hermanos Marx; escondidos adentro de un tonel están el Gordo y el Flaco; sacamos como si se tratara de un gato en su escondite a Clavillazo; Alex Lora interpreta un blues: «Yo no sé por qué dicen/ que todo lo que hago/ que todo lo que hago/ está mal»... Por naturaleza, el relajo es un acto subversivo que convierte a quien lo ejerce en un marginado, en un outsider, en una persona poco confiable, ante la cual todos estarán siempre a la expectativa, esperando que, en medio de la más ceremoniosa de las sesiones, del más dramático de los momentos, del más trascendental de los rituales, llegue y se eche un pedo, le agarre una nalga a otro, suelte una carcajada, salga con frases como «híjole, qué mamones», o que comience a caminar parado de manos sobre la mesa del buffet, le levante las faldas a los santos en plena misa de difuntos o le pregunte a bocajarro a la recién casada si no recuerda el nombre del motel donde estuvieron la noche anterior porque resulta que ahí olvidó sus condones sabor frambuesa.

¿Quién puede sobrevivir después de eso? El relajiento, no. Pero, no obstante, reencarna. Es algo así como la uña enterrada de la eternidad.

Portilla nos advierte de la imprudencia de filosofar a propósito de fenómenos que no hayamos experimentado. Lo bueno, y también lo malo, es que tengo tela de donde cortar con respecto de las aludidas clasificaciones del propio de Portilla. Mi familiaridad con el medio literario me ha dado la oportunidad (el suplicio, no crean) de soportar a personas más apretadas que un leotardo de bailarín.

Así que dejémonos de piruetas y caminemos sobre terreno firme.

¿Qué es un «apretado»?

En términos generales, una persona muy celosa de su buen nombre y de su buena imagen que, cuando aparece en público, trata siempre de dar una excelente impresión, lo que se justificaría a plenitud si no fuera por el incómodo detalle de que, al mismo tiempo, intenta utilizar a los demás de pedestal (y hasta de alfombra

roja). Se trata de una persona que, así como cuida escrupulosamente lo que dice y hace, también cuida con minuciosidad lo que dicen y hacen los demás con el fin de convertirlo luego en argumento y utilizarlo, a la primera oportunidad que tenga, para humillar, descalificar y ningunear. Y, como lo descubre Portilla: hay surtido rico.

Veamos el caso de los patéticos. Son personas que navegan con bandera de sensibles, de que traen el sentimiento a flor de piel. Son amables, educados, nunca alzan la voz ni despotrican en contra de alguien. Lloran a la menor oportunidad y, ante lo que dice y hace el resto, se conmueven casi hasta el desmayo. Como es de esperarse, las primeras víctimas en caer en su trampa son las mujeres, sobre todo las muy jóvenes o las que ya navegan en el turbulento mar de la menopausia.

Por lo común un poeta es un patético almibarado, que se vuelve un monstruo de timidez cuando lo invitan a leer y que, cuando acepta, después de muchos ruegos, murmura sus versos con una voz quebrada, los ojos bajos y las cuartillas temblándole en las manos, como si calcara las últimas apariciones públicas de Juan Pablo II

Cuando ya al último se le empieza a medio entender algo, el poeta se interrumpe, se lleva la mano al pecho, adiciona la mueca de que le acaba de dar un infarto o una indigestión y emite un resuello ronco previo a expulsar un par de lágrimas de cocodrilo, que rápidamente se enjuga. Carraspea, se acomoda en el asiento, parpadea como si acabara de despertar y, pasándose nerviosamente la mano por el pelo y por las entrecanas barbas (que quieren parecer las de Santa Claus, pero apenas parecen las de Alejandro Encinas), dirige hacia el público una mirada y una sonrisa de convaleciente, libera una risita y dice: «Habrán de perdonarme, pero es que, cuando leo, me emociono». Ahí es donde todo el segmento femenino del público converge en un conmovido «ahhh, pobrecito», mientras que, como si lo hubieran hundido en una enorme alberca llena de melcocha, el segmento masculino gesticula, se sacude las manos y resopla, incómodo.

Pero el daño está hecho. Las féminas invitarán al patético poeta a impartir cursos, talleres y conferencias, hasta que él se aburra de verles la cara (en los dos sentidos del término) o ellas se aburran de esperar a ver en qué momento les tira un lazo y comprueba que no es lo mismo romper que desarrugar.

Habitualmente no se llega ni a una cosa ni a la otra. Lo que ocurre es que el segmento masculino empieza a intrigar en contra del patético poeta y, después de invitarlo a varias borracheras y de soportarlo en las cantinas de la manera más vil, el patético poeta revela que, debajo de esa ternura de elote recién cortado no hay más que una mazorca pelada y seca, a la que a nadie se le antojaría hincarle el diente, momento en el que los anfitriones deciden devolver a esa sentina de amargura disfrazada de osito al cuchitril chilango de donde se escapó (no estoy hablando del zoológico de Chapultepec, sino de la glorieta de Insurgentes).

12 c o r r e, c o n e j o 1 2 5 Avenida Hidalgo Centro Histórico, Zacatecas Tel: (01.492) 92.21284 Fax: (01.492) 92.40191 ACRÓPOLIS CAFÉ Y NEVERÍA

La Ley Minera: retrovisión y perspectivas (1/3)

A partir de los 1990 el privilegiado tratamiento fiscal a las empresas mineras, la exportación de más del 90% de la riqueza generada por la extracción de los recursos naturales y la descapitalización resultante de ello derivó a un intenso debate en torno de las implicaciones que en el desarrollo de México tiene la explotación de tales recursos, en particular de cara al auge de los grandes consorcios mineros, puesto que nunca antes entre nosotros se ha extraído tanto oro y tanta plata como en las últimas tres décadas. Y México era, además, uno de los contados países que no estipulaba (hasta la correspondiente reforma de 2013) un gravamen sobre las ganancias derivadas de la actividad extractiva sino sólo en función de la superficie y de la antigüedad de la concesión, por lo que la cantidad destinada al erario nacional era ridícula.

Hacemos aquí hincapié en que las modalidades impositivas a la minería constituyen un elemento básico para visualizar el destino de la renta minera, su papel en el desarrollo nacional y regional y, por ende, el papel de los consorcios mineros en su relación con el Estado y con las comunidades donde se ubican; en la medida en que la minería regional representa un sector que no propicia una apreciable cantidad de empleos ni de encadenamientos productivos (menos aún en las zonas mineras), cobra una mayor relevancia entonces la redistribución del recurso derivado del impuesto minero a estados y a municipios.

Al respecto, tanto por su primacía cronológica como por su trascendencia en lo dictado con posterioridad, todo procede de la Constitución de 1917, en especial de los Artículos 27 y 32, que reivindican lo que habían derogado las leyes porfiristas desde 1884; consecuentemente, con el sector minero en manos del capital extranjero (se estima que hacia los 1920 controlaba el 98% de aquel y, todavía hacia 1940, el 95%), la serie de modificaciones en la legislación minera dispuestas por el gobierno nacionalista emanado del

movimiento armado redundarán en una menor afluencia de la inversión.

La nueva política fiscal contrasta también con la porfirista, caracterizada por los bajos impuestos a la minería, ya que desde los 1920 éstos se incrementan para allegarse fondos y ayudar a reconstruir la infraestructura económica; así, en 1925 la minería contribuyó a los ingresos públicos con el 4.2% del total; en 1935, con el 5 4%, y, en 1940, con el 10 1%. En 1951 reportó alrededor de ochocientos millones de pesos, lo que representó el 20% del monto total recaudado, a pesar de que durante ese mismo año el valor de la producción minera representó apenas el 5.8% del valor de la renta nacional.

Con la llegada al gobierno de Lázaro Cárdenas, en 1934, la política minera adoptó una línea nacionalista; reflejo de ello, se enmendó la Ley Minera de 1930 al incorporar recomendaciones diversas contenidas en el Plan Sexenal del PNR de 1933: se volvió al límite de cien hectáreas por concesión, se fijó el 20% de la capacidad productiva de las nuevas plantas de beneficio y de fundiciones a los mineros independientes y se reglamentó un especial trato a las cooperativas en el caso de un registro simultáneo de fundos con empresas privadas. A lo anterior le seguiría la instauración del sistema de reservas con el objeto de favorecer lo mismo a las cooperativas que a los mineros en pequeño, lo que se complementó con la creación de la Comisión de Fomento Minero, cuya función consistiría en otorgar financiamiento y asesoría a empresas mexicanas privadas y a cooperativas. El aludido nacionalismo se manifestó también en la política fiscal aplicada al sector: por un lado, se instituyeron impuestos progresivos a la plata y al cobre de acuerdo con su grado de elaboración, y al plomo y al zinc de acuerdo con el fluctuante precio de Nueva York; por otro lado, se dispuso la exención de impuestos a las cooperativas, particularmente del pago sobre producción y el superficial, y sobre el agua y la

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 13
a r t u r o b u r n e s o r t i z larueda

electricidad, y los impuestos al ingreso y del timbre; sin embargo, la falta de recursos gubernamentales, la salida de capitales extranjeros, no compensada por las inversiones nacionales, aunado esto a la escasez de nuevos trabajos de exploración con métodos modernos, aceleran la tendencia hacia el estancamiento crónico del sector prácticamente hasta los 1980.

Durante el régimen de Manuel Ávila Camacho, en cambio, sobreviene un vuelco de carácter conservador: se desincorporan de las reservas distintos minerales atendiendo tanto a la creciente importancia del capital privado como al usufructo de los precios relativamente altos del mercado estadounidense. Las inversiones, empero, continuaron siendo magras en vistas de reactivar el sector, puesto que al capital privado le interesaba invertir en áreas de mayor rentabilidad.

Los problemas de la minería paulatinamente entonces se agravaban; a ellos intentó responder la ley de mexicanización de 1961. Su propósito radicaba en trasladar el 51% del capital foráneo a la esfera del capital mexicano (privado y estatal), aparte de establecer la prohibición de ceder en lo sucesivo concesiones a extranjeros, medidas ambas orientadas a promover la industrialización y a revertir el estancamiento sufrido por el sector desde los 1950.

La ley del 5 de febrero de 1961, en su artículo 29, estipula que la explotación puede realizarse: a) por el Estado; b) por sociedades de participación estatal, y c) por particulares, ya sean personas físicas o morales. Ello abrió las puertas para que el Estado entrara de lleno en la explotación minera, especificando las instancias respectivas (artículo 49) sobre terrenos libres (artículo 10). El artículo 16 declara que la investigación de los recursos minerales de la nación es de interés público y que el ejecutivo federal llevará a cabo los trabajos, estudios, investigación y exploración necesarios para planear su mejor aprovechamiento. En consonancia con ello, la ley estratificó las respectivas actividades en tres grupos: 1) el que abarcaba la explotación de ciertos minerales estratégicos (como el uranio, que quedó reservado a las empresas de carácter paraestatal); 2) el relacionado con minerales y zonas de reservas consideradas también estratégicas (con respecto de éstas, se acordó que la participación de los accionistas nacionales no sería menor del 66% del total del capital social); 3) el resto de los casos, donde la participación extranjera no superaría el 49% del capital de la empresa. La Nueva Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en materia minera, decretada en diciembre de 1975 y que abrogó la Ley Reglamentaria del 5 de febrero de 1961, dispuso de significativas medidas, verdadero canto de cisne del nacionalismo revolucionario: a) establece la exclusividad del Estado para la exploración, explotación y beneficio de los minerales de fosfatos, azufre y potasio, y consolida su intervención en los de hierro y carbón; b) mejora el régimen de reservas minerales nacionales; c) amplía el sistema de asignaciones en favor de organismos públicos

mineros y empresas de participación estatal mayoritaria; d) cancela el régimen de vigencia indefinida de las concesiones (y, basándose en el mecanismo de renovación de las mismas, busca aumentar la participación del Estado en dicha actividad); e) define con mayor precisión las condiciones a que quedan sujetas las concesiones; y f) incorpora como sujetos de concesión minera a los ejidos y a las comunidades agrarias; en suma, el Estado explicita la urgencia por desarrollar los recursos mineros del país y sienta las bases para involucrarse irreversiblemente en el sector.

En el balance, el proceso de mexicanización de la minería se concentraría en un aspecto: en la extracción de los minerales. La metalurgia y la comercialización permanecerían intocadas. Ello promovió una nueva modalidad de dependencia, manifiesta en la importación de bienes de equipo, materias primas y tecnología; en su aportación al endeudamiento externo y al déficit de la balanza comercial; y en la comercialización de la producción minera (se estima que únicamente el 2% de ésta la efectúan empresarios del país, y, el resto, extranjeros).

A fin de cuentas, tal proceso demostró ser una fórmula para la integración de los grandes consorcios dentro de un modelo que no es exclusivo de México: el capital mundial requiere de esta asociación que le permite mantener el control de la producción con mayor facilidad; así, utiliza los capitales nacionales y se le facilita la explotación de la mano de obra y de los subsidios estatales, a más de optimizar sus relaciones al presentarse como mexicanizado

En parecidas experiencias, gobiernos reformistas como el boliviano de 1952, el de Juan Velasco Alvarado, en Perú, y, sobre todo, el de Salvador Allende, en Chile, se propusieron y llevaron a cabo cambios tendientes a nacionalizar y a industrializar, en mayor o en menor medida, el excedente económico minero–metalúrgico. Importante fue también la asociación entre el capital estatal y el capital internacional en la explotación del recurso de la región, con el consiguiente desplazamiento del pequeño y mediano capital y, eventualmente, de las empresas internacionales nacionalizadas. En diversas ocasiones ese desplazamiento fue parcial y no siempre implicó la desaparición de la empresa nacionalizada (fue el caso de la nacionalización de Marcona, empresa estadounidense que, al controlar en parte la industria peruana del hierro, retuvo un alto control sobre su transporte marítimo y la comercialización de los productos de la empresa estatal encargada de la mina). En México la nueva legislación tampoco trascendió los problemas estructurales, por lo que la minería se mantuvo con un ritmo de crecimiento por debajo del correspondiente a la economía nacional y continuó sujeta a las variaciones del mercado mundial. Las inversiones no llegaron y el sector sufrió una descapitalización, puesto que la amortización y la depreciación superaron la formación bruta de capital, básicamente en los sectores mineros tradicionales.

14 c o r r e, c o n e j o 1 2 5 García de la Cadena 307 inauguraciòn: pròxima
Museo de Andre Breton

Desdede André Breton

Varios autores

Averiguar lo que colectivamente le debemos a André Breton (lo que le deben quizá, sobre todo, quienes, manteniéndose al margen del movimiento, se forjaron ilusiones de encontrarlo por otro camino) sería tarea fácil y casi feliz en el dolor, ya que reconocer lo que fue equivale a prolongar en el presente un pasado que pronto quedará, en la memoria misma, sin recuerdo. Sería también hacer de nuevo posibles los encuentros siempre perturbadores, evocar la correspondencia carente de sombra y volver a conducir a la luz la insignia que las circunstancias, desde 1958, para aludir sólo a la historia contemporánea, transformaron en insignia política, aunque en ningún momento despojándola de su sentido más amplio (debemos recordar aquí, por ejemplo, que la oposición de Breton a De Gaulle, a su régimen, a todo lo que su régimen representaba y a todos aquellos que lo apoyaban, fue inmediata, sin restricciones y sin desfallecimientos —hasta el fin).

Así que, partiendo del punto crucial donde se mantiene inflexiblemente la exigencia de André Breton, todo puede recusarse (toda la literatura, todos los valores, toda la cultura heredada), pero justo en aquel punto todas las imágenes del mundo, salidas de todas las regiones de lo real, de lo posible y de lo imposible, se encuentran en trance de surgimiento, llamadas por el deseo En síntesis, el lugar donde se aloja el pensamiento de André Breton es el lugar donde el Terror que anula y el Asombro que ampara dejan de percibirse contradictoriamente.

André Breton pobló mi universo y, si bien nunca merecí el título de «brújula mental» con el que llegó a calificarme empleando una de esas hipérboles que le eran tan habituales, al menos imantó mi sensibilidad dirigiéndola hacia todas las rarezas profundas y banales, no percibidas antes, que conmueven tanto el corazón como el espíritu, y cuya fascinación, una vez sentida, agrega a la realidad una dimensión de misterio. Si eso es lo característico de la visión surrealista del mundo, no hay duda de que Breton me inoculó el veneno porque no hay un solo libro mío que, en cierta manera, no esté contaminado.

Conocer verdaderamente a André Breton era tan difícil como fácil era acercarse a él. La mayoría de sus amigos, quienes se creían familiarizados con el fondo de su pensamiento, lo experimentaron a sus expensas tarde o temprano. Volvamos entonces al escritor o, más bien, a la obra escrita, puesto que sólo a través de ella llegamos a un conocimiento relativo del hombre y de su espíritu soberbiamente tempestuoso. Por lo logrado de la construcción verbal (por el surgimiento abrupto, por la dilatación de las imágenes, por el brillo del tono, por la potencia del eco) mediremos con suficiente precisión la fuerza de su imaginación y, confeccionando un catálogo de los temas que de manera mejor lo inspiraron, creo que podemos obtener un retrato interior más justo y más agudo de André Breton que si nos apoyáramos únicamente en recuerdos.

De LarevoluciónsurrealistaatravésdeAndréBreton, Monte Ávila, Caracas, Venezuela, 1970 (traducción:María Raquel Bengolea); delaselección:José de Jesús Sampedro

j u l i o – a g o s t o d e 2 0 2 3 15 SINDICATO DEL PERSONAL ACADÉMICO UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE ZACATECAS La rotativa

Los recuerdos del porvenir

2016

Ana Lorena Cortés Hermosillo y José de Jesús Sampedro, de parranda, de fiesta...

memorabilia: metáforas

corre,conejo

Coordinador José de Jesús Sampedro Consejo

Juliette Binoche, 1991; fotografía: Robert Doisneau

Mascotas Corre, Conejo: Luis Fernando

Benjamín Arellano Valdés, José Alberto Barrón Hernández, Arturo Burnes Ortiz, Rogelio Cárdenas Hernández, Ramiro Castañeda García, José Enciso Contreras, Javier Enríquez Félix, Juan Enríquez Félix, Miguel Esparza Flores, Sergio Espinosa Proa, Francisco Flores Sandoval, Heliodoro Flores Zúñiga, Cenobio García Reyes, Carlos Ulises Girón Sifuentes, René Lara Ramos, Luis Medina Lizalde, Eligio Meza Padilla, Carlos Montes de Oca Hernández, Óscar Pérez Veyna, Antonio Ramírez Ramos, Gilberto del Real Ruedas, Juan Manuel Rodríguez Valadez, Víctor Hugo Rodríguez Bécquer, Benjamín Romo Moreno, José Crescenciano Sánchez Pérez, Sóstenes Salvador Segura Dorantes, Juan Francisco Valerio Quintero, Raquel Velasco Macías, Jesús Zúñiga Teniente

Edición Héctor Ávila Ovalle Redacción Georgia Aralú González Pérez Corrección Laura Elena de Jesús Ramírez Ramírez Administración Hermenegildo Pérez Ortiz Distribución Guadalupe Agripina Guerrero Medrano Captura Juan Antonio Rojas García

Corre,Conejo es una publicación bimensual editada por Dosfilos editores, S A. de C V., Callejón del Capulín 202, Centro, Zacatecas, Zacatecas, 98000 Teléfono(yfax)(01 492) 92 282 88 dosfilos@prodigy.net.mx dosfilos2@yahoo.com.mx Editorresponsable José de Jesús Sampedro Martínez Reserva de derechos al uso exclusivo número 04–2015–092512522100–102 ISSN en trámite, otorgados ambos por el Instituto Nacional del Derecho de Autor Licitud de título y de contenido en trámite, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación Impresión Gráfica Premier, S A. de C V., 5 de Febrero 2309, Colonia San Jerónimo Chicahualco, Metepec, Estado de México, 52170 Tiraje 1,000 ejemplares Todos los textos aquí incluidos © y ® por Corre,Conejo

( «la belleza será convulsiva o no será» (andré breton)

16 c o r r e, c o n e j o 1 2 5

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.