Yh o Fat la, a s D dió om s, t ino ú:
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treinta y quince y diario de reflexión, zacatecas, zacatecas, méxico, septiembre–octubre de 2017
número 110
ejemplar gratuito prohibida su venta
Especial
y a c i n c o i n d e l e b l e s f e: e i n m u n e s d é c a d a s d e l a a n t i p s i q u i a t r í a d e l a p s i q u i a t r í a...
Y/o de la memorabilia memoria del Che ( sigue en las páginas 3 y 4
notas de–notas Una muestra del guardarropa de Frida Kahlo estará en Londres El mayor museo de artes decorativas del mundo, el Victoria y Alberto ( V&A), albergará una selecta
s u a v e s
* oliveira lettera 32 * visitando a cioran: historia y miopía * dostoyevski hoy: crimen y vista gorda * (...) que suelen mandar todavía florilegios * gabriel garcía de góngora: cien años de soledades * las sagradas escritoras * los frutos pasionales del joven verde * de cocula es el poema, de tecalitlán la prosa * el catalanismo, fase superior del castellanismo * premio de poesía nacional para la asistencia pública
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colección de atuendos pertenecientes a la pintora mexicana Frida Kahlo (1907–1954), y montará así una de las primordiales exposiciones quizá de todo el heterogéneo calendario cultural que habrá de ofrecerle al público durante el venidero 2018. «Frida Kahlo es una de las creadoras gráficas más icónicas y más prestigiadas de la primera mitad del siglo XX», aseveró al fundamentar el proyecto el director del V&A, Tristram Hunt. Adicionalmente, Frida Kahlo es muy popular también a causa de su característico empleo del atuendo típico mexicano, de sus rebozos, de sus collares, de sus corsets y de su negra cabellera adornada de flores. Será ésta la primera ocasión entonces en que viaje de México al extranjero (de específica manera a Londres, sede del V&A) una muestra del guardarropa de Frida Kahlo, contextualizado acaso gracias a la inclusión de un representativo acervo compuesto de accesorios personales, medicamentos, fotografías, joyas y cartas. Para ejemplificarlo, la aludida exposición (cuyo título habrá de definirse en seguida) le permitirá al detallista público admirar una amplia variedad de atuendos tehuanos, modelos de corsets propios de Frida Kahlo y una pierna prostética que constata su sufrimiento físico como efectos de la polio y de un lamentable accidente vehicular posterior. El conjunto de los anteriores objetos era habitual en la célebre Casa Azul, ubicada en la Ciudad de México, en Coyoacán, misma que compartían ella y Diego Rivera. El museo V&A constituye una atracción cultural de indudable trascendencia e influencia y tiene un promedio de arriba de tres millones de visitantes anuales. En síntesis, la singular atmósfera Frida Kahlo se respirará allí del 16 de junio al 4 de noviembre de 2018. (NotiSamex)
libros & discos arte & videos & café Callejón del Santero 113 Teléfono: ( 01 492 ) 92 422 92 Zacatecas, Zacatecas
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De la memorabilia memoria del Che
Te escribo desde un continente lejano, camarada, para decirte que te envidiamos. Tú nos has confirmado lo que sabíamos sin conocerlo: que la única patria del revolucionario es la revolución; que el amor por la libertad pasa por el odio inmisericorde en contra de todos los que la confunden con su dominio; que el socialismo es la negación del dinero, de las relaciones mercantiles, de la división vertical de las tareas; que el hombre es posible y que él polariza la historia desde el momento en que triunfa, aunque sea por un instante y perdiendo en ello la vida, sobre las fuerzas de lo inhumano que dominan todavía poderosamente al mundo.
—André Gorz
No se le rinde homenaje a seres humanos como el comandante Guevara. Se medita sobre sus vidas y se saca la lección de sus muertes. El combate que libra cada uno en el lugar donde está, con los medios que le son propios, se nutre de una determinación más pura.
—Claude Julien
El comandante Ernesto Guevara no ha muerto, decimos todos. Pero lo terrible es que sí ha muerto. ¡Cuántos quisiéramos saberlo vivo en alguna parte, aguerrido y guerrillero; cuánto en este instante de comités centrales y de partidos comunistas muertos; cuánto quisiéramos que este hombre estuviera vivo! Nuestro llanto y nuestro dolor no lo harán revivir y no es ningún consuelo saber que su muerte lo ha hecho crecer, que ha desparramado, como semillas tiradas a voleo, su nombre y su figura, su pensamiento y su pasión. En vano pensamos qué hacer: sabemos que su muerte no detendrá nada y que, al revés, lo que él quería hacer crecer crecerá más; que los revolucionarios, si en verdad lo son, harán la revolución. Quizá cuando esté hecho todo cuanto Ernesto Guevara quería que se hiciera y quiso hacer tendremos un poco de consuelo, entretanto no.
—Manuel Rojas
En la Argentina, los sectores del nacionalismo derechista lo han visto como un caballero rezagado del siglo XIX. La ancha zona del liberalismo sostiene que era un romántico. Los que practican la filosofía tecnológica lo interpretan como a un empecinado que no supo entender las bondades del desarrollismo. Pero nadie ha dicho o ha podido decir que, desde el asesinato de Rosa Luxemburgo, la izquierda revolucionaria mundial no había perdido, a través de la violencia, a un líder de su envergadura. Podría decirse también que la palabra Che , un vocativo familiar no demasiado prestigioso, hizo una consigna decisiva para América Latina, que con su vida instauró un modelo inédito como conjuro de la miseria y de la humillación, y que de epitafio correspondería dedicarle aquel verso de Quevedo: «El que vivo enseñó,/ difunto mueve».
—David Viñas
Murió cuando era más necesario, más que nunca./ ¿Por qué murió?/ ¿Se sentía enfermo o desolado?/ ¿Acaso se sacrificó?/ Si estaba enfermo ¿por qué no lo ayudamos?/ Parecía un cristo descolgado de la cruz./ Detesto el misticismo de la resurrección./ Lo dejamos solo./ Debió haber tenido toda nuestra ayuda./ La tierra que empapó con su sangre no le pertenece a él./ Sólo la tierra en que usted vive le pertenece a usted./ Ahora hacemos un mártir de él/ para limpiar nuestras conciencias./ ¿O estoy equivocado?/ ¿Nos enseñó con su muerte nuestra cobardía?/ Aprender./ Aprender./ La lucha continúa.
—Peter Weiss
Che Guevara ha hecho lo que cada uno piensa cuando la conciencia rompe la oscuridad de la incertidumbre. Era nuestro hermano callado en un tiempo en el que las palabras cuestan cada vez menos. Su guerra de guerrillas significaba que nunca se termina, que todos tenemos bastante poder en nuestras propias manos a cualquier hora del día o de la noche para realizar milagros en la Tierra. Él los realizó en la Sierra con Fidel Castro y, si hubiera vivido en Bolivia o en las montañas de cualquier país a liberar, habría consagrado a ello el resto de su vida. Pero Guevara no es leyenda. Como el Che Guevara hay otros hombres en Vietnam, en Cuba, en Grecia, en Bolivia y en otros lugares, que están allí porque Guevara tenía fe en que estarían. Este era el verdadero sentido de su ejemplo...
—Cesare Zavattini
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La caída del Che Guevara, más que un triunfo de las fuerzas negras de la opresión, es el triunfo de la unidad latinoamericana. Hombre de sensibilidad humana y de expresión artística, hizo de la guerra un arte del pueblo y lo enmarcó en un sacrificio hermoso. Al darse íntegro a la tarea de soñar y de construir una gran patria de la libertad y del progreso, reunió en sí mismo los ideales comunes a todos los latinoamericanos verdaderos. Y puso, como quería Martí, su vida en garantía. Y, además, a tiempo. (...) Ha llegado la hora en que la América Latina enarbole su bandera de fuego. (...) Su sacrificio llega a donde no llegan las palabras.
—Pedro Mir
(...) La vida del Che ha abierto puertas en nuestras cabezas y en nuestros corazones. Nos hemos despertado. Es el deseo de vivir combatiendo lo que nos reúne. Esta gana de ser revolucionarios es la luz de la historia, y la luz de la historia pasa por la vida del Che. Morir por la verdad. Nuestros enemigos tienen de piedra la calavera, son un cementerio de uniformes y de libreas. La revolución es el deseo ardiente de lo que no existe todavía, es la gana de crear. Ven. Seremos.
—Roberto Matta
En el Che todo era movimiento, explosión de luz y de voluntad ardiente. A nuestras puertas siempre tendremos cada mañana su olor de café fuerte y una gran necesidad del Che siempre nos espera en el arca de la noche. Él será un oriente de sal en las olas del hombre nuevo. Largo es el brazo del Che en nuestro cielo, largo el árbol que lleva sus verdades, largo el silencio donde su voz nos habla del hombre del siglo XXI . Él nos dejó la edad de Vietnam para que la llevemos en la espalda, por las lágrimas y por la sangre que corren, la más alta escala del hombre. Él nos deja un hombre sin paz ni tregua consigo mismo mientras exista en la Tierra un solo hombre humillado. El Che nos deja un Ave María más puro que lo más puro del pozo de nosotros mismos. Él nos deja la muerte que organiza y que cura, y tres letras para navegar en alta mar...
—René Depestre
No porque hayas caído/ tu luz es menos alta./ Un caballo de fuego/ sostiene tu escultura guerrillera/ entre el viento y las nubes de la Sierra./ No por callado eres silencio./ Y no porque te quemen,/ porque te disimulen bajo tierra,/ porque te escondan/ en cementerios, bosques, páramos,/ van a impedir que te encontremos,/ Che comandante,/ amigo./ Con sus dientes de júbilo/ Norteamérica ríe. Mas de pronto/ revuélvese en su lecho/ de dólares. Se le cuaja/ la risa en una máscara,/ y tu gran cuerpo de metal/ sube, se disemina/ en las guerrillas como tábanos,/ y tu ancho nombre herido por soldados/ ilumina la noche americana/ como una estrella súbita, caída/ en medio de una orgía./ Tú lo sabías, Guevara,/ pero no lo dijiste por modestia,/ por no hablar de ti mismo,/ Che comandante,/ amigo./ Estás en todas partes. En el indio/ hecho de sueño y de cobre. Y en el negro/ revuelto en espumosa muchedumbre,/ y en el ser petrolero y salitrero,/ y en el terrible desamparo/ de la banana, y en la gran pampa de las pieles,/ y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,/ tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,/ vivo, como no te querían,/ Che comandante,/ amigo./ Cuba te sabe de memoria. Rostro/ de barbas que clarean. Y marfil/ y aceituna en la piel de santo joven./ Firme la voz que ordena sin mandar,/ que manda compañera, ordena amiga,/ tierna y dura de jefe camarada./ Te vemos cada día ministro,/ cada día soldado, cada día/ gente llana y difícil/ cada día./ Y puro como un niño/ o como un hombre puro,/ Che comandante,/ amigo./ Pasas en tu descolorido, roto, agujereado traje de campaña./ El de la selva, como antes/ fue el de la Sierra. Semidesnudo/ el poderoso pecho de fusil y de palabra,/ de ardiente vendaval y lenta rosa./ No hay descanso./ ¡Salud, Guevara!/ O mejor todavía desde el hondón americano:/ espéranos. Partiremos contigo. Queremos/ morir para vivir como tú has muerto,/ para vivir como tú vives,/ Che comandante,/ amigo.
—Nicolás Guillén De Che comandante. Biografía de Ernesto Che Guevara (textos de Luis Agüero, Antonio Benítez Rojo, Reynaldo González, Alfredo Muñoz–Unsain y Juan Sánchez), Editorial Diógenes, México, 1969 (de la selección: José de Jesús Sampedro)
Nota: el comandante Ernesto Che Guevara murió el 9 de octubre de 1967, en La Higuera (también: Higueras), localidad ubicada en el departamento de Santa Cruz, en Bolivia, a manos del sargento Mario Terán («yo sólo cumplía órdenes superiores», dijo). Cinco décadas después el Che permanece limpio, límpido. E ínclito. (sj)
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Sin aliento El razonador c cree que p es verdadera
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Para Marcelo Sada
( La narración se sustenta en una historia real.) El taconeo era firme; rítmico. El eco de cada paso resonaba por toda la sala de terapia intensiva. Un extravagante silbido propiciaba un inquietante contrapunto. No obstante, la combinación melódica le arrulló en la opacidad de una hora incierta. Casi inmediatamente le invadió un agradable sopor. Adormecido, creyó percibir una silueta blanca acercándose mientras el contrapunto se hacía más intenso. Ya avanzada la mañana, le despertó su propio hedor. Sentía sus manos pegajosas. Un doctor le explicó que esos efectos secundarios, probablemente, desaparecerían en una semana o dos. También le advirtió que en el resultado de los análisis de sangre, previos a la transfusión que necesitaba con urgencia, habían encontrado células sanguíneas (de un intenso color púrpura) que parecían asimilar a las demás. Esa rara afección se conocía con el nombre de «colonización hemática», pero ya era tratable. Le remarcó que, dentro de las circunstancias, tenía la fortuna de que la doctora Shelley (descubridora de esta enfermedad y creadora de una terapia oportuna) llegara ayer de Londres. Requerían de su aprobación, por escrito, para admitirlo en este novísimo procedimiento. El doctor se fue, dejándolo meditativo. Se sentía desganado, sin apetito, con algo de asco. Pensaba en los sucesos que le llevaron al hospital. El asalto había sido muy rápido y violento; pero lo que más deseaba olvidar eran esas manos o esas garras viscosas que lo habían sujetado por el cuello y que lo habían derribado, dejándolo desmayado. La repelente sensación no había desaparecido, tampoco el tufo repugnante que había contaminado su piel. Pasó algunas horas cabeceando. Por la tarde lo visitó su amigo, el profesor Kripke. Acordaron que éste se haría cargo de su curso de Lógica Doxástica en tanto él no saliera del hospital. En algún momento de la madrugada lo espabiló el mismo taconeo perturbador. En la habitación f lotaban matices violáceos que proporcionaban una leve claridad. La doctora caminaba entre las camas, en dirección a la suya. Recargado en el marco de la puerta, un médico, burlón, silbaba la tonada que recién creía reconocer. La polifonía de la noche anterior ahora le parecía de una odiosa incongruencia; sus entrañas se rebelaban y le acometían iracundas náuseas. Sintió crecer una furia instintiva. La mujer llegó a su lado; fosforescía en la penumbra. De repente, desapareció la rabia del momento anterior. Se sintió inerme, sin voluntad. La doctora se inclinó y lo tomó por el brazo; casi con dulzura le preguntó: —¿Y como está hoy nuestro filósofo? Al contacto, de inmediato lo invadió un vértigo creciente, hipnotizador. Escuchaba tambaleantes tonadas que formaban anillos evanescentes; desvencijadas conversaciones, drenadas de todo sentido, iban subiendo de tono en su cerebro. Se sintió ebrio de realidad; entre fiebres, saltaba por vientos inefables y cruzaba aviesos umbrales cósmicos. Desesperado, percibió la eternidad, retorcida, hambrienta, quemante como una canícula de escorpiones enfurecidos. La cegadora luz golpeó su cabeza como una resaca fulminante. Sentía que el incendio de sus globos oculares se extendía hasta su mente. Se escuchó musitando: «La idea pura pende de un hilo punzante». La sala de recuperación era amplia, bien iluminada. Reposó un rato sin que nadie lo molestara. Ya más tranquilo, lentamente se quedó dormido. Sentía que flotaba por encima de las estrellas; en el solipsismo de una alienación atemporal veía con repugnancia el deambular de la raza humana entre los harapos del tiempo. Un viento blanco acarreaba luces testarudas que desgajaban las identidades. Poderosas ondas gravitacionales desgarraban el universo y alimentaban el fuego líquido de numerosos mensajeros frenéticos. Rojas anguilas ondulaban, furtivas, por el océano negro de la irracionalidad. Chillidos desafiantes brotaban de sus hambrientas fauces. Una violenta convulsión congeló el instante mientras un taconeo ensordecedor se fundía con un furioso silbido. Abrió los ojos, horrorizado. Una enfermera, impasible, lo miraba. —Le avisaremos a la doctora Shelley que está usted despierto. Pronto vendrá a evaluarlo. Una cadenciosa reverberación disparó su alerta; con angustia creciente lo inundaron sus espeluznantes visiones. Era inconfundible el taconeo que se escuchaba en el pasillo.
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Carson McCullers (1917–1967) Una frase perduró y perdura en mí luego de releer parte de la obra de Carson McCullers: «Y su corazón oscilaba entre la piedad y el instinto natural que separa a los cuerdos de los locos». De esta manera reflexiona el omnisciente narrador de Reloj sin manecillas (Seix Barral, Barcelona; 2017), una de las más significativas novelas de Carson McCullers, nacida en Columbus, Georgia, y muerta en Nueva York, a los cincuenta años apenas. La frase que he entrecomillado arriba, según yo, encierra un misterio: se encuentran en ella dos conceptos que la ciencia no ha sabido explicar plenamente (por lo menos no hasta ahora) y que involucran quizá la naturaleza intrínseca del hombre: «Cuerdos», «locos». ¿De qué, me pregunto, estamos hechos? ¿O somos sólo lo mismo caminando sobre el peligroso filo de la navaja? Y pienso que sobre esta reflexión han girado y reposado los cuentos y las novelas (y los dispersos poemas) de Carson McCullers: sus obsesiones, sus miedos, sus angustias. Sus prototípicos personajes están seguros de vivir en una sociedad libre de culpas, aunque secretamente también se saben vulnerables. Y entonces el mundo nunca es idéntico al mundo, sobre todo cuando «permanecemos sentados (...) y a cada hora nos acercamos a nuestro último término», como lo expresa el juez que olvidó que los relojes tienen manecillas como el cielo tiene nubes y los campos sembradíos. Polémica e inteligente, sensible, irónica y en lo absoluto ajena a todo aquello que la rodeaba, Carson McCullers fue contemporánea de otras dos imprescindibles narradoras del profundo sur de los Estados Unidos: Harper Lee (Monroeville, Alabama; 1926) y Flannery O’Connor (Savannah, Georgia; 1925). De acuerdo con la referencia de Margaret B. McDowell (en Carson McCullers, un corazón solitario, Fraterna, Argentina; 1985), Oliver Evans vislumbra en su ensayo, «La balada de Carson McCullers», a una escritora «de estados de ánimo luminosos y melancólicos»: de nueva cuenta, insisto, la suma vuelve a la indescifrable esencia del hombre. ¿Esos «estados de ánimo» no perturban a los «cuerdos» y a los «locos»? Aunque su nombre en el registro cívico es Lula Carson Smith, en 1930 adopta en definitiva el de Carson McCullers. Su narrativa es metafísica, alegórica, simbólica y filosófica, a decir de los críticos que la han estudiado. Destaco aquí sus novelas El corazón es un cazador solitario, Reflejos en un ojo dorado, Frankie y la boda, La balada del café triste y el compilatorio libro de relatos ¿Quién ha visto el viento? Carson McCullers es la lucidez vacilante, el péndulo entre los «cuerdos» y los «locos», aquella que presintió que alguien habría de morir inesperadamente.
[ obituario ] Jerry Lewis (1926–2017); Jeanne Moreau (1928–2017); Martin Landau (1928–2017); José Luis Cuevas (1934–2017); Elsa Martinelli (1935–2017); Glen Campbell (1936–2017); George A. Romero (1940–2017); Tobe Hooper (1943–2017); Sam Shepard (1943–2017)...
Recibimos: Varios autores, Romper el silencio, Brigada Cultural, México, 2017, 272 pp.
XHZTS–FM
91.5 grupo
XHGAP–FM
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COMPLEMENTARIAS REFLEXIONES TODAS A PROPÓSITO DE UN AUTOR, DE UNA NOVELA...
Esa mirada de pájaro indefenso Alberto Huerta
El que pierde las palabras tiene los días contados. Gaspar Aguilera Y otra vez contemplamos las estrellas. William Styron Con amor fraterno para la Ñiña Princesa A la memoria de Gustavo Sainz
(todo esto por correspondencia), farmacodependiente, obsesivo, divorciado, padre, abuelo, diagnosticado con Alzheimer: todo lo anterior es este personaje central de la novela Cuaderno alzhéimer, Ediciones B, que salió a la venta esta pasada primavera. Novela del escritor, periodista y docente Juan Gerardo Sampedro. Aparentemente. Reflexión sobre nosotros, los viejos, los ancianos que de pronto comenzamos a olvidar lo inmediato, pero que recordamos el pasado con exactitud, y nuestra relación con el entorno social y familiar. La familia no sabe qué hacer con nosotros. ¿Viviremos recluidos en un asilo? Más o menos de esto trata esta novela... Aparentemente. Porque también trata del oficio del protagonista. Periodista de la nota roja. Que trata los asuntos del periodismo con la verosimilitud de la ficción cuando debería de tratarlos con la veracidad que rige al periodismo. Aparentemente. Pero también habla del amor, sobre todo del amor filial... Aparentemente. Fragmentario es una bitácora donde Alonso Peralta escribe ideas, reflexiones, notas, que comprende de diciembre de 2009 a junio de 2010. Aparentemente... No sólo narra las obsesiones de Alonso Peralta: también cuestiona el entorno donde viven y se desarrollan los personajes... Aparentemente. Y Cuaderno alzhéimer es asimismo una breve bitácora de Nelson, hijo de Alonso y reportero de nota roja. Alonso Peralta odia a los mediocres, a los simuladores, y entabla una lucha diaria contra el insomnio y los pensamientos negativos. Le asusta la ausencia de la justicia en este país. Aparentemente... «Llega el instante en la vida del hombre en el que uno comienza a sentir el terror al silencio, a los espacios abiertos, a las alturas. Y alguna vez habremos de quedarnos solos, inevitable destino». Escribió Alonso Peralta en la bitácora. Aparentemente. Ya para finalizar, Nelson le dice a Alonso: «Yo escribiré la ficción de todo esto y Bruno hará los retratos hablados». Aparentemente... «No hay delirio y en su pensamiento todo es real. Pronto amanecerá y ya no habrá miedo, no más», piensa Nelson... Aparentemente... Cuaderno alzhéimer muestra a un autor en plena madurez, con un discurso coherente, un lenguaje fluido, sencillo y ameno. Aparentemente... Con Cuaderno alzhéimer Juan Gerardo Sampedro les proporciona voz a los miles que la perdieron hundiéndose en el horrible pozo de la nada.
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Alonso Peralta, periodista de policiacas, detective privado, dibujante de retrato hablado
Carretera a Jerez 300, Colonia la Paz, Fresnillo, Zacatecas Teléfonos: (01 493) 87813 20 y 87814 20 concretosrivera@prodigy.net.mx
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La tenue retribución de la memoria Isaac Gasca Mata
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Lo único que realmente poseemos los seres humanos, lo único que no debiera caducar, ni
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acotarse ni mitigarse, es la memoria. La memoria constituye un ejercicio de los actos cotidianos, de las ideas sublimes y de las evocaciones. ¿Pero qué pasa con todos aquellos que por padecer una inexorable enfermedad pierden los valiosos vestigios de su memoria? ¿Qué ocurre con la gente que, sin percatarse del abismo, paulatinamente olvida sus recuerdos? ¿Qué sucede con quienes sus efemérides personales se borran, se pierden, desaparecen como si el mismo tiempo las arrancara de su mente? Esas son las reflexiones que Juan Gerardo Sampedro propone en su novela Cuaderno alzhéimer. Alonso Peralta, el protagonista de esta ficción, es un viejo periodista de nota roja que empieza a sufrir los estragos degenerativos del olvido. Su mente, otrora hábil para describir literariamente los hechos más sanguinarios, ahora es incapaz de recordar lo que hizo el día anterior o el lugar donde vive. Sus constantes desvaríos le ganan la antipatía de su nuera y provocan angustia a su hijo sumiendo al viejo en una atmósfera de incomprensión y de absoluto desamparo. La novela inicia con la visita de Peralta al consultorio del neurólogo y criminalista J. Galindo. En la sala de espera el añoso reportero es asediado por la cara de una mujer llamada Marcia Galván, quien, según él, es una asesina serial que terminó con la vida de (al menos) tres hombres durante la década de los 1970. Uno de los primeros síntomas del síndrome de Alzheimer es la superposición arbitraria de los recuerdos. Por lo tanto, ofuscado por una trasposición de lo real con lo imaginario, Peralta reconoce a Marcia, una peligrosa criminal, e insiste en denunciarla, a pesar de que nadie puede verla, nadie la recuerda ni tiene la certeza de su existencia. La necesidad de resolver el caso se torna impetuosa, a tal grado que durante sus escasos momentos de lucidez Alonso Peralta invierte su ingenio en esclarecer los hechos que ocurrieron cuarenta años atrás. El periodista está convencido de que el doctor J. Galindo es un cómplice de la asesina, pues supone que intervino quirúrgicamente su rostro para cambiarle la identidad y, con ello, otorgarle impunidad. Juan Gerardo Sampedro cautiva a sus lectores con una historia lenta, pausada, nostálgica, en la que los recuerdos difusos se resignan a morir y en su último resplandor develan un oscuro delito que se creía olvidado. Paradójicamente, Cuaderno alzhéimer abre un archivo pendiente del que seguramente disfrutaremos la secuela. En los últimos años la novela de detectives en México ha tenido un impulso auspiciado por nuevas y empoderadas plumas. Las obras de Hilario Peña, Malasuerte en Tijuana (2009), Juan Tres Dieciséis (2014); La pandilla cósmica (2005), de Sergio González Rodríguez; y la edición reciente de México Noir (2016), compilación de cuentos negros a cargo de Iván Farías, son valiosos ejemplos del prestigio de este tipo de textos. La transgresora Pulp Fiction , anglicismo que se refiere a los relatos pletóricos de situaciones de violencia desmedida, lenguaje procaz y crimen, regresó para quedarse debido quizá al alto índice de abusos, injusticia e ilegalidad que impera en nuestro país. Cuaderno alzhéimer coincide con esta línea literaria: en su afán por describir las peripecias de un hombre maduro en el ocaso de sus facultades mentales, desata en los lectores una turbamulta de curiosas obsesiones. Sabemos que un personaje como Marcia Galván es un archivo muerto que vive en la invención del personaje central. Al terminar de leer la novela, el mundo se abre como una bolsa negra para mostrar lo que retiene la débil imaginación de un ex reportero de nota roja diagnosticado con principios de Alzheimer, pero que se resiste, pese a todo, a perderla. © La Jornada Semanal
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Cuando el olvido se trastoca. Fragmentario Ezequiel Carlos Campos
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Comienzo a leer Cuaderno alzhéimer, de Juan Gerardo Sampedro, y me pregunto: ¿qué tan importante es nuestro tiempo como para no querer olvidarlo? Alonso Peralta, detective privado, dibujante del retrato hablado y reportero de la nota roja, es el fantasma que, durante el transcurso de las páginas, el lector va a encontrar. El enfermo es necio y el tiempo le hace olvidar, dice Sampedro: en su otra vida Alonso fue un personaje notable, tanto que durante sus malos momentos de salud sigue y cree que su tiempo es el mismo, que él todavía tiene la agilidad para recrear las ficciones que publica y, más aún, que todavía tiene el don de descubrir ciertos casos. No obstante, cada vez más viejo y enfermo, se enfrentará a sus propios demonios, en la oscuridad y en la lucidez, para intentar superarlos. Varios factores se opondrán así a su nueva vida porque al enfermo hay que cuidarlo, y desde siempre Alonso se cuidó solo. II
que Alonso, es el Virgilio que desea no mostrarle el Infierno a su padre, sólo que no pasar por allí es imposible porque Nelson sabe que de improviso Alonso quedará inmerso en el mundo del olvido. El hijo encontrará la forma de que su padre disfrute sus periodos de lucidez. ¿Qué hacer cuando nuestros padres enferman y es ineludible un tratamiento médico permanente? Sampedro nos da una lección: ¿por qué demonios debemos abandonarlos cuando más nos necesitan? La sociedad, por ejemplo, quiere inclinar a Nelson a internar a su padre en un centro para enfermos porque Alonso, cada vez más delirante, encuentra en sus crisis la oportunidad más adecuada para escaparse de casa y vivir su vida anterior como si nada la hubiera modificado. Alonso se pierde y Nelson, cual perro sabueso, debe dar con el paradero del padre. ¿Qué pasará cuando por fin Alonso logre escapar y nadie pueda localizarlo? Lorena, la ex mujer de Alonso, se olvidó de él por completo: su antigua vida los une sólo por Nelson, resultado de su amor de antaño. A ella no le interesa que Alonso enferme, total, a un enfermo hay que tratarlo y, si es necesario, internarlo en el lugar indicado. Norma, esposa de Nelson, es quien de manera constante incita a éste a internar a su padre. Por el contrario, cuando la enfermedad se apodera de Alonso, no queda más remedio que dejarlo en la casa del hijo. De una o de otra manera, Nelson esgrime esta idea: no puede abandonar a su padre. ¿Qué haría Alonso? ¿Qué ocurrirá cuando Alonso ya no encuentre pie en tierra y tenga que tomar medicamentos sin saber para qué? III
«La nota no se reproduce, se recrea, tonto», dice Alonso. A través del protagonista de su novela, Sampedro también alude a la crisis que tiene el periodismo actual. Alonso siente nostalgia de los años de 1970, donde todo era completamente distinto: emplear la máquina de escribir, llenarse las manos de tinta, etcétera, donde el periodismo era el arte de recrear una historia y no de reproducirla, como él dice. Esto lo vemos en dos generaciones, la de Alonso y la de Nelson. En Cuaderno alzhéimer percibimos la importancia de la nota periodística porque Sampedro transcribe la filosofía de su protagonista (aquí no hablaremos de si también son las ideas de Sampedro), porque en el gran número de páginas donde leemos la escritura de Alonso nos adentramos más en el género y accedemos a tips para aquellos que lo ejercen. Esta escritura nos inmiscuye en el borroso pasado de Alonso y sabemos entonces que lo inmediato está trastocado. En Nelson identificamos al reportero actual, puedo decir: a aquellos que carecen de habilidad para la recreación de la nota, de la falta de sentido en la
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Cuaderno alzhéimer es la viva imagen del amor entre padre e hijo. Nelson, igual reportero
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nota y, lo más importante, de la pasión hacia el arte, y que parecieran sólo trabajadores reprimidos. En el Fragmentario de Alonso leemos: «La crisis económica de este país está obligando a muchos a hacer ficción para obtener unos cuantos pesos». Alonso insinúa que las nuevas generaciones carecen de arte. Cuaderno alzhéimer es así también un manual para los nuevos periodistas. Advierte Peralta: «La ficción de la noticia policiaca es un peligro». En toda la novela él vivirá su ficción a través de su pasado (diremos que el pasado es un tipo de ficción) y, en efecto, ello será lo más peligroso en su vejez porque no es bueno vivir del pasado. El peligro de lo inmediato igualmente es palpable. Alonso olvida, pero no sabe que olvida. Alonso recuerda lo que debe estar olvidado. IV
Peralta cree ver a una antigua asesina serial llamada Marcia Galván al inicio de la novela. Ella escapó de la justicia, o simplemente las autoridades quitaron su caso de la mesa con el correr de los años. Podemos apreciar que se trata de un antiguo trauma de Alonso, pero que su deseo es el mismo: descubrir a Marcia y llevarla a donde debería estar. La gente que lo rodea piensa que eso de atrapar a Marcia no es sino una necedad, y decir que su doctor y amigo, J . Galindo, la ayudó cambiándole el rostro, es para Nelson uno de los síntomas de Alzheimer. ¿Quién es Marcia en verdad? ¿Qué es Marcia en Alonso? ¿Será el deseo de recordar sólo el pasado? ¿En verdad está ella allí? Son cuestiones que el lector de Cuaderno alzhéimer irá no respondiendo, sino llenando aquellos vacíos que Sampedro deja en su novela porque, simulando armar un rompecabezas dentro de la cabeza de Alonso, debe creer o juzgar los hechos. Cada lector es el terapeuta del protagonista. Marcia es el caso más importante en la carrera de Alonso, el resultado de una crisis de ausencia: él, sin su mujer, sin su trabajo, sin una familia unida, sin su memoria, reconstruye lo que ha vivido y empieza la travesía delirante de la enfermedad creyendo que Marcia existe y que él, cual Sherlock Holmes, descubrirá el rastro de la maléfica Marcia, su ficción más viva. Quien abra el libro debe saber que el camino no será del todo agradable.
aum suplemento
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El Fragmentario de Peralta parece ser la voz retomada del Alonso que no conocimos en la novela. En ésta, Peralta va a hacer una denuncia a las autoridades y se pierde. Sabiendo que su padre está en algún lado, Nelson tiene que esperar las horas necesarias para que empiecen su búsqueda y encuentra el Fragmentario. En la novela percibimos también a un Peralta esfumado: al pasar las páginas se vuelve más oscura su vida. Nelson cree conocerlo, pero entiende que no es así, que la vida de un enfermo de Alzheimer se fragmenta. Cuando leemos las notas de Alonso comprendemos cuán importante fue él en su momento, qué tanto amaba su trabajo y lo poco que sabíamos del personaje. Lamentablemente el lector sólo lo conoció en sus momentos de crisis. El Fragmentario es la herencia de un hombre que huele la muerte cada vez más cerca. VI
Hace algunos meses, hablando de cosas como éstas, Sampedro me comentaba que el tema central de la novela surgió de la imagen del abuelo de un compañero, enfermo de Alzheimer. «Que alguien así olvide ponerse los calcetines, o que deje el sombrero en el refrigerador, está cabrón». En efecto, son situaciones que pocos podrían creer. Y es que, más de una vez, también nosotros hemos creído olvidar algo: no nos acordamos de la fecha del nacimiento de nuestros amigos, de la primera vez que vi campeón a mi equipo de futbol o del aniversario de nuestras parejas o, todavía más, de qué cené el día de ayer, de qué me dijo mi madre que le llevara del súper... Entonces no es algo ajeno a lo que Juan Gerardo Sampedro relata: todos somos materia de la memoria, todos somos parte del tiempo, de nuestro pasado. Alonso Peralta siente cerca la muerte porque perder la memoria es casi morir. El Alzheimer es una enfermedad temida porque sin la memoria no somos nadie. Porque si algún día olvido lo inmediato, válgame, estaría cabrón.
Juan Gerardo Sampedro, Cuaderno alzhéimer, Ediciones B, México, 2017, 198 pp.
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DE CARRERA LARGA Jesús de León
El Santo centenario y su legado (y sigue la lucha)
A cien años justo de su nacimiento (1917), pregunto: ¿quién no ha oído hablar del Santo? Todos hemos visto también alguna de sus películas, hasta aquella donde apareció con Mantequilla Nápoles, o aquella otra donde peleó por defender el tesoro de Moctezuma. El Santo fue un viajero en el tiempo. Cómo olvidar su laboratorio (precursor quizá del laboratorio de Batman), cómo olvidar a tanto y tanto rival que enfrentó sobre el ring, a dos caídas de tres, interminables... No. Ni de lejos imaginábamos la repercusión cultural que tendría el Santo. Recuérdense, por ejemplo, las películas Adiós, adiós, ídolo mío y La leyenda de la máscara, de José Buil, o la tira cómica de Jis y Trino, Santos vs. la Tetona Mendoza. Pero ¿cómo fue entonces que el Santo alcanzó esta estatura mítica? Retrocedamos hasta un México que, aunque pretendía ser moderno, todavía tenía mucho de esa «suave Patria» a la que cantara Ramón López Velarde. Éramos todavía muy nacionalistas. Recibíamos tarde lo que nos llegaba del extranjero, y a cuentagotas... Una de las pocas oportunidades de prosperidad y de ascenso social de las clases más humildes, más pobres (efecto de una época con oportunidades de estudio muy limitadas), radicaba en deportes como el box y la lucha libre. Un joven con ilusiones podía meterse al gimnasio y recorrer el mundo derrotando adversarios. Podía optar, incluso, por el anonimato: cambiar los guantes por la máscara y subir a un cuadrilátero, enmascarado. A este rasgo había que agregarle un nombre que, en sentido crítico, resulta bastante raro. Ni el Oso, ni el Espectro, ni el Veneno Negro... ¡Válgame Dios, el Santo! Afortunadamente, no hubo autoridades religiosas que se quejaran del nombre (como ahora se quejan de las bodas gay y de la legalización del aborto).
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Dentro de este contexto, las películas del Santo adaptan y reformulan géneros exitosos: el de terror y el policiaco. Del primero podríamos citar como influencias Frankenstein y El gabinete del doctor Caligari. Del segundo, Santo se apropió de los métodos de investigación, de la tecnología (usaba video–teléfono, aunque todos estábamos seguros de que el inspector estaba del otro lado del vidrio) y tenía algunos colaboradores directos, aunque ninguno permanente: Santo nunca hubiera admitido las payasadas que Batman le aguanta a Robin. Al primer «Santos luchadores, Santo», lo hubiera madreado. Los villanos que enfrentaba el Santo eran extraterrestres, momias, vampiros, a veces delincuentes comunes (mafiosos, falsificadores, etcétera), sin faltar los colegas que optaron por prolongar su rivalidad más allá del ring: entre ellos Blue Demon, «el Demonio Azul», quien incluso viajó con el Santo al mundo de los muertos. Pero incluso el Santo, con todo y lo santo que era, cometió un pecado, ese sí imperdonable: enfrentarse a Capulina. Después de eso la carrera de ambos comenzó a declinar... ¿Quién era realmente el Santo? Durante un largo tiempo ése fue uno de los secretos mejor guardados del mundo del deporte, del espectáculo, hasta que un día, encontrándose en un popular programa de televisión, el Santo decidió dar la cara. Al quitarse la máscara apareció entonces ante las cámaras un señor cuya edad oscilaba entre los cincuenta y cinco y los sesenta años, quien dijo llamarse Rodolfo Guzmán Huerta, y ser originario del estado de Hidalgo. Su rostro no decía nada. Lo único familiar que tenía era aquella mirada afable, que sólo se volvía retadora para el contrincante. Y Rodolfo Guzmán Huerta le entregó allí a su hijo su máscara, como si se tratara de una estafeta: daba comienzo una dinastía. El mito seguiría creciendo.
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Retomando el tema del cine: ¿debido a qué se hacían películas sobre luchadores? Exactamente por la misma razón que se hacían películas sobre exóticas o versiones fílmicas de obras de teatro que habían tenido cierto éxito. En el México que va de los 1940 a los 1970 había una profunda escisión entre lo que era la capital y lo que era la provincia. Las películas protagonizadas por luchadores se proyectaban más en la provincia que en la capital. Si vivías en la capital, y querías ver una pelea de luchadores, bastaba con que acudieras a la Arena Coliseo. Por el contrario, los luchadores sólo muy ocasionalmente peleaban en la provincia y, si lo hacían, lo hacían sólo en unas cuantas ciudades: Guadalajara, Monterrey, Tijuana... Para el resto de los habitantes de la provincia únicamente quedaba el cine. Según algunos críticos, las primeras películas protagonizadas por luchadores parecían películas de ficción divididas por pausas documentales. Los intermedios constaban de peleas que nada o apenas tenían que ver con la historia que se relataba. En sus primeras películas también, el Santo casi no hablaba: es decir, llegaba a la hora de los trancazos y de inmediato casi desaparecía. Con el transcurso del tiempo fue desarrollando ciertas habilidades histriónicas que le permitieron integrarse a aquella ficción, aunque invariablemente le doblara la voz el actor Víctor Alcocer. Y, así como el cine le ha rendido tributo a la lucha libre, convendría quizá saber qué tanto ha incursionado en el tema la literatura. Hay una simpática entrevista de Elena Poniatowska realizada en su casa al Santo... La visita del Santo a la casa de la Poniatowska hubiera pasado sin pena ni gloria si no hubiera sido porque la sirvienta de la casa puso el grito de admiración en el cielo: la noticia de que el Santo andaba por el vecindario corrió como inusual reguero de pólvora. De repente afuera de la casa de la Poniatowska había ya un numeroso público esperando ver a su ídolo: jardineros, choferes, mandaderos... Entre paréntesis: de la lucha libre y, en general de cualquier deporte digno de transmitirse por radio y televisión, no se ha apreciado todavía lo suficiente la labor de sus cronistas. ¿Hubiera tenido el mismo sabor un juego de beisbol sin Pedro el Mago Septién o una función de box sin Jorge Sonny Alarcón? ¿Y qué me dicen de los gritos de Ángel Fernández cuando cantaba los goles en los partidos de futbol? Me sorprende que nadie valore en justicia a estos señores como unos verdaderos maestros en el arte de narrar.
Un tanto inconscientemente yo les rendí homenaje en un cuento: se llama «Ring, ring», y está incluido en el libro Pamela del Río por nosotros mismos o Bajo el rencor (Dosfilos editores, 1988). Desde entonces no me han faltado rivales literarios que planean subirme al ring. Ellos enmascarados y yo exponiendo no sólo la cabellera, sino inclusive el pellejo. Y, la verdad, yo no soy el Santo. Algo en lo que se parecen deportes como la lucha libre y disciplinas como la literatura es en que el mito que el luchador crea en el ring y el escritor con sus obras (y el personaje que éstas figuran de su creador) termina casi desarrollándose por sí mismo, al grado de que amenaza siempre con devorar y destruir a quienes fueron su punto de partida. Una prueba radica en el hecho de que, en sentido estricto, ni el buen luchador ni el escritor se retiran, y lo mejor que les puede ocurrir es morir en la plenitud de su gloria. Hay un documental cuyo tema es la lucha libre y donde se muestran los funerales del Hijo del Perro Aguayo. Un ex luchador, que se gana hoy la vida vendiendo todo tipo de baratijas, fue entrevistado e hizo el siguiente comentario: «¡Qué muerte tan bonita tuvo ese muchacho! Muy bonita, de veras: joven y en la cúspide de la fama». Hizo después una pausa, bajó los ojos, como si meditara, y dijo: «En cambio, míreme a mí, todo viejo y jodido, vendiendo estas pendejadas para no morirme de hambre». (Si buscáramos un equivalente en literatura, hagan de cuenta que el Hijo del Perro Aguayo hubiera sido una especie de Ramón López Velarde del encordado.) ¿Qué le ocurre a un luchador cuando formalmente se retira? Aunque en su momento de gloria haya ganado bastante dinero, es raro aquel que se retira a vivir de sus rentas y que envejece contemplando sus trofeos. Algunos acaban ofreciendo espectáculos raros o anunciando artículos de dudosa utilidad en los canales de venta por televisión. Santo hacía actos de escapismo en un teatro. Después de uno de ellos se sintió mal, llegó al hospital más cercano, y murió. En fin: reafirmo aquí mi admiración por el Santo, el Enmascarado de Plata, cuyo legado, de acuerdo con la actual decadencia que aqueja a los deportes y a la literatura, se vuelve más y más brillante con los años. Consecuentemente ¿por qué no proponer (aunque suene a redundancia) que se canonice al Santo? En estos momentos de crisis necesitamos de un santo patrono... Sí, todos nosotros necesitamos de un mártir para nuestros altares.
Recibimos: Luvina, #87–88, Universidad de Guadalajara, Verano–Otoño de 2017, 392 pp.
ACRÓPOLIS CAFÉ Y NEVERÍA
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Juan Manuel Padilla o la pasión por Zacatecas
Juan Manuel Padilla pertenece a una generación posterior a la mía. Lo conocí precisamente en la antigua Escuela de Economía: él estudiante, yo académico de oficio y economista de profesión. Eran los 1970. En mi archivo personal conservo diversas fotografías de aquellos años álgidos, hedonistas y solidarios, años de fundación, y en alguna que otra, con su gran melena, aparece Juan Manuel: por ejemplo, codo a codo con los entrañables camaradas de las casas del estudiante de la calle Guerrero y de la Lancaster en su lucha en contra del regreso del conservadurismo a la Universidad Autónoma de Zacatecas ( UAZ). Su inquietud intelectual, su capacidad de análisis cualitativo y su manejo de herramientas cuantitativas le permitieron obtener su título de licenciado en Economía por la UAZ, el de maestro en Demografía por el Colegio de México y el de doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Durante casi cuatro décadas fue profesor e investigador en la UAZ, tanto en la Escuela Preparatoria como en la Escuela de Economía. Juan Manuel lleva a Zacatecas y a su Valparaíso en el alma y en el corazón, lo cual refleja un significativo segmento de su obra, misma que no se explica sin el entusiasmo y sin la garra por la región, por su región. Y, con las categorías de la Demografía, la Economía y la Sociología, y la invaluable perspectiva que le proporciona la historia económica, es decir, la perspectiva de los ciclos y de las tendencias de larga duración, ha fundamentado su reflexión en torno de una realidad inmediata: la transformación demográfica de Zacatecas dentro del contexto del desarrollo económico regional. Consecuentemente, dentro del ámbito de las ideas, de las propuestas, ha publicado un importante número de artículos y de ensayos en periódicos y en revistas, así como rigurosos libros: La población de Zacatecas (1998); Los retos demográficos de Zacatecas en el siglo XXI (2000); Cambio
demográfico y desigualdad social en Zacatecas (1970 – 2005), en 2008; y coordinó conjuntamente conmigo Zacatecas hoy. Nueve ensayos sobre economía y sociedad en 2014. Zacatecas, siempre Zacatecas. A lo largo de su producción investigativa, Juan Manuel ha ido desgranando una serie de preguntas pertinentes al tema, y que se han transformado en preguntas pertinentes a la economía y a la sociedad zacatecanas, quizá porque ha llegado a dominar ese raro arte de vincular la producción académica con el público, propiciando que el público tenga un acceso directo a los frutos de la investigación. A tal respecto subrayo el artículo que Juan Manuel invariablemente escribe cada 1 de noviembre, donde (con refinada ironía, pero con metodológica disciplina) entremezcla ese afán lúdico de los mexicanos por conmemorar a sus muertos con las tendencias demográficas correspondientes. Cada año nos envía un guiño travieso recordándonos qué somos, quiénes somos... El análisis de la población y su relación con el desarrollo es pues, sin lugar a dudas, el eje de la reflexión económica de Juan Manuel, solidificado con su interés por la historia y con sus indagaciones acerca de la cuestión agraria en Zacatecas. Un concepto básico de su interpretación lo es así el de desigualdad social, abordado a partir del índice de marginación, y que incluye las variables de educación, vivienda, población rural, mano de obra agropecuaria e ingreso. Resulta de ello que en el contexto económico nacional y en el de la región centro–occidente Zacatecas se caracteriza todavía por su rezago, por tener todavía el producto per capita más bajo de la región. La pobreza está distribuida por todo el estado, particularmente en las zonas sur, noreste y noroeste, y Juan Manuel postula entonces que semejante fenómeno remite a una cuestión estructural, sea cual sea la metodología empleada para su medición y para su análisis. Su libro de más impacto justamente se
Museo de Andre Breton G ar c í a d e l a C ad e n a 3 0 7
inauguraciòn: pròxima s
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titula Cambio demográfico y desigualdad social en Zacatecas (1970 –2005) y reivindica en él esta frase: «Lo humano es el problema esencial». Juan Manuel visualiza también una economía con desequilibrios sectoriales: un sector agropecuario en crisis y a la baja en su aporte al producto estatal, una industria incipiente y fluctuante, y un sector terciario con el mayor nivel de empleo y de peso relativo dentro de la composición del producto. Más aún, confirma que desde 1970 el estado de Zacatecas ha experimentado profundos cambios demográficos: crecimiento urbano, descenso de la fecundidad, intensificación de la emigración hacia los Estados Unidos, etcétera, y que, de ser un estado eminentemente joven, transitó ya hacia el envejecimiento. Con probabilidad éste ha sido el más notable cambio demográfico de las últimas décadas, y no sólo en Zacatecas, sino en México. Las líneas de las últimas investigaciones de Juan Manuel trazan así la radiografía de Zacatecas como región, la dramática situación de la población rural (de los campesinos en lo particular), el carácter estacional de su trabajo y su incapacidad en cuanto a integrar en el precio de su producto el costo de reproducción de su fuerza de trabajo. La pobreza, distintivamente la pobreza extrema, muestran su rostro sobre todo en el ámbito rural y, para Juan Manuel, su estudio es vital dentro de cualquier estrategia de desarrollo que pretenda redimirla. El problema radica en que los actuales índices de pobreza se asemejan a los de hace veinte años, es decir, que la pobreza no cede ante las contemporáneas políticas sociales diseñadas para superarla. Por ende, el empleo no agropecuario se está convirtiendo en la principal fuente de ingreso de los hogares rurales y, ante un mercado laboral regional y local débil y deprimido, los habitantes de las zonas más pobres se ven obligados a emigrar a otras entidades o bien a los Estados Unidos. Se pregunta Juan Manuel: ¿cómo modificar o evitar los cursos indeseables o negativos de las tendencias actuales? El factor clave de una estrategia alternativa, se responde, debe expresarse en una mejor calidad de vida de la población. El crecimiento económico cobra verdadero sentido cuando se traduce en un mayor bienestar social, con énfasis éste en la atención a las necesidades de los jóvenes y de los adolescentes (tanto en el marco urbano como en el marco rural) en materia de salud reproductiva, en su acceso a la información y en la provisión de servicios adecuados a sus demandas. En el terreno de políticas alternativas de combate a la pobreza, Juan Manuel considera estrategias diversas: a) políticas de focalización local–regional–municipal para el desarrollo de zonas rurales de producción de temporal y con comunidades dispersas; b) políticas de acción según género y grupos demográficos vulnerables; c) políticas de acción que complementen el combate a la pobreza urbana. Otro factor clave en relación con el avance y con la integración de las políticas públicas y su efectividad para
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lograr un mayor bienestar social consiste en la elaboración de un diagnóstico combinado entre las localidades involucradas y la administración pública, lo que para Juan Manuel presupone el impulso a la investigación en el área de Población y Desarrollo. De acuerdo: aunque menos que en el pasado, se continúa sufriendo un sensible atraso con respecto del conocimiento de las tendencias y de las manifestaciones territoriales de la distribución espacial de la población y de la migración, de sus determinantes y de las consecuencias en el desarrollo económico y social. Así, es indispensable un estudio más minucioso que permita conocer el tipo y el carácter de las interacciones entre cambio demográfico y desigualdad social. La Unidad Académica de Economía vive hoy un relevante momento al reconocer lo mismo el itinerario docente que la contribución de Juan Manuel al conocimiento de la región. Ciertamente, ha cumplido con creces la divisa de aquella generación a la que perteneció su admirado Daniel Cosío Villegas: «Hacer algo por México». Parafraseando esto, diríamos: «Hacer algo por Zacatecas». Sin embargo, el patrimonio que deja aquí Juan Manuel no se reduce sólo a un plano académico: deseo destacar también un conjunto de valores morales y profesionales que le son propios como la discreción, el respeto y su generosidad y su atención hacia quienes le solicitan una orientación (desde periodistas y analistas hasta alumnos e investigadores). Calidad humana, pasión por el estudio y coraje para pelear en contra de la adversidad (pues nadie tiene la salud comprada) son rasgos que convierten a Juan Manuel en un personaje indiscutible dentro de la historia de la Unidad Académica de Economía. Él ha decidido retirarse ahora: la vida lo empuja a ello, pero de diversas maneras continuará unido a esta Universidad y a esta Unidad Académica donde supo combinar, con sapiencia y equilibrio, la docencia y la investigación, la gestión académica y la producción editorial. En síntesis, el patrimonio que deja aquí Juan Manuel demuestra que el fundamental papel de la universidad pública se basa en la formación integral del individuo, y que en ésta la dimensión intelectual, social, profesional, moral, es imprescindible puesto que una sociedad sin cultura, proyectada sólo al mercado, es una sociedad sin memoria, sin presente y sin perspectiva de futuro. Demógrafo, economista, sociólogo... Todos estos ámbitos han sellado su itinerario, aunque no puedo pensar en Juan Manuel Padilla a lo largo de ese itinerario sino por lo que ha sido siempre como emisor de una triple lección: la lección de la historia, la lección del trabajo y la lección de la amistad. Muchas gracias.
Palabras de Arturo Burnes Ortiz durante la ceremonia de reconocimiento a Juan Manuel Padilla con motivo de su jubilación. Auditorio de la Unidad Académica de Economía, 17 de mayo de 1917.
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La rotativa Párrafos; frases...
Carson McCullers
No sé qué tiene una noche oscura y fría que hace que te sientas muy cerca de alguien con quien duermes. (...) es como si fueran las únicas personas despiertas en toda la ciudad («Sucker»).
Me desazona oír que las personas se gritan, y aquella noche me sentía cansada y nerviosa. Dejé sobre la mesa el libro de Marx que estaba leyendo y me limité a mirar a mi vecino y a imaginarme su vida («El patio de la calle Ochenta, zona oeste»).
La lluvia todavía se deslizaba cristal abajo, plateada, opaca a medias. Se habían encendido las luces del edificio vecino y brillaban suavemente en el atardecer gris («Poldi»).
El cielo ardía, brillante: llamas azul azabache. Asfixiante y asesino para el aire («El aliento del cielo»).
Los recuerdos de infancia son como velas encendidas en una hectárea de oscuridad, e iluminan escenas inmóviles, separándolas de la negrura circundante («El orfanato»).
(...) y el gemido de los muebles y el olor rancio a humo en la oscuridad regresaron del lugar a donde, por un momento, todas las cosas se habían retirado («El instante de la hora siguiente»).
Sé que no hay manera de quedarme en los trece años toda la vida, pero sé que nunca dejaré que nada me cambie en lo absoluto, sea lo que sea («Así»).
De ¿Quién ha visto el viento? Cuentos, Austral–Seix Barral, México, 2016 (de la selección: José de Jesús Sampedro)
Trece típicos hits de (snifffffff) 2010 «Need You Now»: Lady Antebellum; «Hey Soul Sister»: Train; «Teenage Dream»: Katy Perry; «Just The Way You Are»: Bruno Mars; «Breakeven»: The Script; «Just A Dream»: Nelly; «Bulletproof»: La Roux; «Whataya Want From Me»: Adam Lambert; «Live Like We’re Dying»: Kris Allen; «You Belong With Me»: Taylor Swift; «Animal»: Neon Trees; «Misery»: Maroon 5; «Lover, Lover»: Jerrod Niemann...
S INDICATO DEL PERSONAL ACADÉMICO UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE ZACATECAS s
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Los anos maravillosos 1973 Arturo Rivera Trejo y Arturo Burnes Ortiz (derecha); estudiando para los exámenes...
memorabilia: metáforas
Mascotas Corre, C onejo: Luis Fernando
Joan Baez, 1977; fotografía: Norman Seeff
corre, conejo Coordinador José de Jesús Sampedro Consejo
Benjamín Arellano Valdés, José Alberto Barrón Hernández, Arturo Burnes Ortiz, Rogelio Cárdenas Hernández, Ramiro Castañeda García, José Enciso Contreras, Javier Enríquez Félix, Juan Enríquez Félix, Miguel Esparza Flores, Sergio Espinosa Proa, Francisco Flores Sandoval, Heliodoro Flores Zúñiga, Cenobio García Reyes, Carlos Ulises Girón Sifuentes, René Lara Ramos, Luis Medina Lizalde, Gema Alejandrina Mercado Sánchez, Eligio Meza Padilla, Carlos Montes de Oca Hernández, Óscar Pérez Veyna, Antonio Ramírez Ramos, Gilberto del Real Ruedas, Juan Manuel Rodríguez Valadez, Víctor Hugo Rodríguez Bécquer, Benjamín Romo Moreno, Gustavo de la Rosa Muruato, José Crescenciano Sánchez Pérez, Sóstenes Salvador Segura Dorantes, Juan Francisco Valerio Quintero, Jesús Zúñiga Teniente
Edición Héctor Ávila Ovalle Redacción Georgia Aralú González Pérez Corrección Laura Elena de Jesús Ramírez Ramírez Administración Hermenegildo Pérez Ortiz Distribución Guadalupe Agripina Guerrero Medrano Captura Juan Antonio Rojas García Corre, Conejo es una publicación mensual editada por Dosfilos editores, S.A. de C.V., Callejón del Capulín 202, Colonia Centro, Zacatecas, Zacatecas,
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