HERMANOS
En el juicio yo he declarado. Castellanos me dice. Me han citado por esto. Y bueno, me dice, ¿Jura?, me dice. Sí, juro le digo. Juro. Entonces me dice, empecemos, me dice. ¿En qué parte ha estado usted, dice, cuando a usted lo han detenido?, dice. Estuve en mi casa, le digo. Y me sacaron. Me llevaron. Me golpearon ahí en el momento. Y de ahí me llevaron a la parte que le dicen la Chimenea mota. Yo vivía con mi madre, con mi padre vivía. En una casa humilde estábamos. Gente humilde. En Caspinchango. De ahí me sacaron y bue. Me llevaron allá donde le dicen la Chimenea mota en Berdina un poquito pa arriba. Ahí me han comenzao a, digo. Claro, en la noche me sacaron y estaba vendao. Atao de mano y pie. Me sacaron y.
YO VIVÍA CON MI MADRE CON MI PADRE. ERA UNA CASA HUMILDE TODA GENTE HUMILDE. ÉRAMOS ONCE HERMANOS. UNO HA MUERTO CON DIEZ AÑOS Y AL OTRO LO HAN MUERTO ELLOS.
ME HAN TIRADO EN TAPIA PERO BANDEANDO EL CADILLAL PARA ALLÁ AHÍ ME LARGARON COMO A LAS 2 DE LA MAÑANA MÁS O MENOS. ME DICE UN COSO NO TE MUEVAS DE AHÍ QUE TE VAMOS A HACER VOLAR LA CABEZA DE UN TIRO Y YO DIGO AY QUÉ LINDO ¡ES LA LIBERTAD!
ENTRE YUYOS Y AHÍ ME DICEN VOS NO TE DESVENDES HASTA QUE NOSOTROS NO SALGAMOS. Y ME HAN BAJADO Y ME HAN METIDO EN LOS YUYOS ESTABA QUIETITO YO AHÍ HE SENTIDO EL RUIDO DE CUANDO SE HAN IDO.
HE ESTADO UN RATO Y YA ME DESVENDÉ DE AHÍ YA CUANDO SE HAN IDO DIGO ¿QUÉ HAGO AQUÍ? MÁS O MENOS ME DABA UNA IDEA POR DONDE ESTABA DIGO EL CAMIÓN HA VENIDO DE AQUÍ, VOY A VOLVER PARA ATRÁS.
NOS LLEVABAN EN EL CARRO DE ASALTO Y DESPUÉS DE UNA HORA DESDE DONDE HEMOS SALIDO HAN PARADO Y LO HAN SACADO A ESTE QUE ESTABA ENCIMA DE NOSOTROS QUÉ BUENO YA NOS ESTÁN LARGANDO PIENSO YO ¿ADÓNDE SERÁ QUE NOS IRÁN A LARGAR? YO SOLO IBA PENSANDO EN MI MENTE HABLABA SOLO CON LA MENTE. CORRÍA CORRÍA CORRÍA ESE CAMIÓN DIOS MÍO VA Y SE PARAN. Y SE HAN PARADO EN UNA PARTE DESIERTA PARA QUE ME MUERA PRÁCTICAMENTE AHÍ ME PILLAN LAS PATAS Y ME METEN EN UN POCO DE MONTE
¡YA ESTABA EN LIBERTAD! EN SANTA LUCÍA YA ESTABA LA BASE. ERA EL 76. ESTABA YA QUE PELABA AQUÍ Y DE AHÍ ESTUVE ESTUVE ESTUVE AHÍ CUATRO MESES. YO NI IDEA DE QUE HABÍA ESTADO CUATRO MESES. HE SALIDO FLACO BARBUDO Y SUCIO ¡Y ENFERMO!
Y AHÍ HE ESPERADO A QUE AMANEZCA. PENSÉ VOY A ESPERAR QUE AMANEZCA Y AHÍ RECIÉN VOY A SALIR A LA CALLE. ESTABA DESNUDO ASÍ QUE DIGO VOY A SALIR A LA CALLE Y VOY A HACERME EL LOCO. NO TENÍA MÁS QUE HACERME EL LOCO HE SALIDO Y ME HE HECHO EL LOCO.
ESTABA QUERIENDO YA TERMINAR EL INVIERNO. A MÍ ME LLEVARON EL 17 DE AGOSTO. A LAS 12 DE LA NOCHE ME HAN SACADO DE LA CASA. Y AHÍ DIJE NO SÉ, NO SABÍA.
A MI HERMANO LO METIERON EN UN BAÚL EN EL AUTO Y AHÍ NO LO HEMOS VISTO MÁS. A MÍ ME SACARON DE MI CASA ME LLEVARON ME GOLPEARON EN EL MOMENTO
ALLÁ EN CASPINCHANGO DE AHÍ ME SACARON Y ME LLEVARON ALLÁ DONDE LE DICEN CHIMENEA MOTA. ESO QUEDA AHÍ EN BERDINA. AHÍ TARDE A LA NOCHE ME SACARON ESTABA VENDADO ATADO DE MANOS Y PIES.
ME SACARON Y AHÍ NOMÁS ME HAN EMPEZADO A GOLPEAR ME METIERON EN UN TANQUE DE 200 LITROS DE AGUA PIES PARA ARRIBA Y AHÍ ME METÍAN PICANA Y ME DECÍAN QUE HABLE QUE DIGA QUÉ YO ERA Y YO LES DIGO YO SOY GENTE POBRE Y PREGUNTAN ¿CÓMO GENTE POBRE? GENTE POBRE HUMILDE QUE VIVIMOS DEL TRABAJO YA SE LLEVARON A MI HERMANO TODO. A MI HERMANO NO LE SÉ LA VIDA LES DIJE. ME COMENZARON A PREGUNTAR
SI QUE VOS SOS ESTO Y YO DECÍA “YO NO, PERO VOS SOS UN HIJO DE PUTA” AHÍ NOMÁS UNA TROMPADA UN CULATAZO Y META NOMÁS ME HAN TORTURADO HASTA QUE ELLOS SE HAN CANSADO. DESPUÉS AL ÚLTIMO
LE DIGO ¿POR QUÉ ME TIENEN ESCONDIDO? ¿POR QUÉ NO ME MATAN? ¡PÉGUENME UN TIRO Y DÉJENME DE JODER! YA NI SÉ LAS HORAS QUE ME GOLPEABAN Y DE AHÍ YA ME PUSE LOCO YO PEDÍA EL CARRO PARA CARGAR CAÑAS PEDÍA UN MONTÓN DE COSAS HABLABA. HE EMPEZADO A CAMINAR CAMINAR CAMINAR POR LA RUTA PASABA UN AUTO, UNA CAMIONETA YO ME HACÍA EL LOCO ESTABA LLEGANDO AL CADILLAL ESTABA CERCA DE ARSENAL. AHÍ ERA EL CADILLAL DONDE ESTABAN.
CUANDO HE VUELTO A MI CASA YA NO ME HAN MOLESTADO MÁS ME HE EMPEZADO A CURAR. YO NO PODÍA RECONOCER A LOS QUE ME LLEVARON PORQUE TE SACABAN DE LA CASA Y TE ATABAN LOS OJOS. POR AHÍ LOS VEÍA A LOS MILICOS Y SENTÍA COMO UN TEMOR LES TENÍA MIEDO LES TENÍA ALGUNA COSA PENSABA LES VOY A METER A ESTOS HIJOS DE PUTA POR LO QUE ME HAN HECHO SIN HABER HECHO YO NADA. Y YO DIGO QUE CAPAZ YO HE SALIDO PARA CONTAR TODAS LAS COSAS QUE PASABAN. HAY GENTE QUE HAN ESTADO ASÍ PERO QUE NO QUIEREN HABLAR YO NO QUÉ VOY A TENER MIEDO
Cuando mi hermano Ramรณn volviรณ llegรณ todo desarmado. Los pies hecho pelota la cara toda destrozada, el cuerpo quemado, lo quemaban con cigarros. Los brazos morados. Sin ropa desnutrido.
No sé qué buscaban acá era algo que se habían instalado ahí y han empezado a andar casa por casa maltratandola a la gente pegándole llevándolos sin explicación. La verdad es que no había explicación para eso porque la agarraban a la gente la sacaban los cagaban a palos la gente quería saber por qué y no había respuestas ellos te agarraban
te ponían una venda en los ojos te ataban las manos te alzaban a un camión te llevaban y no sabías si ibas a volver o no. Era impresionante primero han empezado creo que en Santa Lucia y después han empezado por la parte donde vivíamos nosotros.
Me acuerdo que pasaban por la calle todos no pasaba uno solo pasaban miles miles de soldados soldados desfilando por la calle soldados encapuchados soldados tapándose toda la cara con ponchos con todo el armamento pasaban para arriba. Yo no sé qué iban a hacer arriba pero iban. ¡Iban para el monte! Iban directamente al monte y de ahí se empezaban a desparramar. Después venían al pueblo a maltratar a toda la gente. Los alzaban en los camiones y los llevaban ¡era un desastre!
Vos veías eso y te agarraba como ataque de pánico tenías miedo estabas imaginándote en una guerra porque no sabías si ibas a sobrevivir o no. Eso era muy difícil te agarraba como pánico.
Nosotros nos escondíamos cuando los veíamos pasar nos metíamos bajo de la cama porque teníamos pánico. Teníamos pánico que vayan a la casa. Fueron tres veces, cuatro veces Las veces que ellos pudieron ir a mi casa a hacer desastre iban y entraban abrían la puerta nos alumbraban con linternas. Mi vieja lo único que hacía lo que atinaba era apoyarnos. Que no nos hagan daño eso es lo que ella peleaba que no nos hagan daño a nosotros. Nos desarmaban el colchón lo sacaban a mi viejo y lo cagaban a palos.
Yo tenía diez once años y eso todavía funcionaba. Me acuerdo cuando iba a hacer las compras con mi viejo eso todavía funcionaba. Después ha venido la época de La Base.
Cuando lo llevaron a mi hermano a RenÊ fue fatal. Él estaba tomando el desayuno en la cocina llegaron de repente le han puesto un chumbo en la cabeza han entrado adentro y han revuelto todo todo.
No sé qué buscaban, nunca han encontrado nada en mi casa. Nunca nunca han explicado nada. Ellos eran dueños y señores de la gente de hacerles lo que ellos querían. Así que bueno lo sacaron a mi hermano y ahí en esos momentos en que lo sacaron nos re cagaron a palos.
A él le pegaron hasta más no poder lo han metido en el auto que yo no sé si ha sido en el auto o en el baúl del auto y mi vieja llorando por atrás del auto que lo dejen por favor que él no iba a hacer nada. Lo único que le decían era “callate porque a vos también te vamos a llevar” a mi papá le han metido un culetazo en la cabeza lo han tirado en el suelo a mi hermano que es sordomudo lo sacaron lo pusieron contra la pared.
Primero lo llevaron a René después volvieron y se lo llevaron a Ramón. Lo sacaron también así como lo sacaron a René.
A mi papá lo sacaron del trabajo lo trajeron a la casa con las manos atrás con los ojos vendados. Llegó a la casa y mi mamá le preguntó qué es lo que pasaba y ya lo han agarrado lo han puesto en el auto y lo han llevado.
Después mi vieja andaba recorriendo las bases buscando a René a mi papá y a mi hermano. Anduvo por Santa Lucía por Acheral por Famaillá hasta la ciudad se vino a ver y nadie tenía noticias nada de nada le cerraban la puerta en la cara la echaban.
La gente tenĂa mucho miedo de hablar y habĂa algunos que eran amigos de esa gente, los vecinos nunca se han defendido unos a los otros, si te llevaron por algo debe ser se decĂa.
Cuando lo llevaron a mi viejo mi mamá lo buscó por todos lados. Por Santa Lucía Acheral Famaillá y un día ella yo creo que fue el dueño de ese almacén grande era el señor Héctor Anan. Mi vieja de tanto estar buscándolo por todas partes a mi papá habla con este hombre y le dice ¿por qué no me das una mano tengo un montón de hijos tengo 11 hijos para darles de comer y estoy sola no sé qué puedo hacer.
Y este hombre la ayudó. él era amigo de un ¿cómo se llama? uno de los capos militares y le habló y le dijo que lo soltaran porque tenía hijos para darle de comer y ahora estaba sola la mujer sin saber qué hacer. Así a los dos o tres días lo han suelto por aquí por Concepción. Lo han largado desnudo sin zapatillas y sin nada lo tiraron vendado atado las manos y una gente se apiadó.
Esto contaba mi viejo que después fue a pedir ayuda a una gente que andaba cortando palos y se lo llevaron a la casa le dieron ropa y le dieron de comer. Como antes había trenes le pagaron el boleto y se vino acá por Santa Lucía. De ahí se fueron caminando por los limones hasta la casa. Nosotros lo recibimos con una alegría impresionante. Él estaba enfermo lo han largado mal hechos pedazos los tobillos quemado lastimado con picana eléctrica.
Ha pasado tiempo hasta que se ha podido recuperar y ha empezado a trabajar de vuelta. Ya habíamos quedado con mi hermano porque nunca más vino él René y bueno hemos quedado así con esa angustia al no saber nada de él. Nunca supimos nada de él, qué le hicieron. Mi mamá fue a buscar ahí y le negaron que estaba ahí. Buscó hasta lo último ella.
Estos relatos fueron extraídos de entrevistas que realizó en el año 2016 Daniela Domínguez, en el marco de su trabajo de tesis “Memorias entre cañaverales(...)” de la Licenciatura en Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Esta primera edición digital, realizada en marzo de 2020, estuvo a cargo de Andrea Fernández, sumando nuevos relatos que surgieron en el verano de 2017 en charlas con los protagonistas/autores, después de acordar hacer esta publicación. Las fotografías son del fotógrafo tucumano Atilio Orellana y registros de Andrea. Estas son las voces de dos hermanos: Ramón y Marta Castellano, y el silencio de un hermano que fue secuestrado, y estuvo por 41 años desaparecido, René. René Armando Castellano fue secuestrado, asesinado, sus restos fueron encontrados en el Pozo de Vargas en San Miguel de Tucumán en 2017, fue enterrado en Acheral el 24 de marzo de 2018, despedido por su familia y compañeres. Este es un homenaje a todas las voces silenciadas y a la Memoria por la Verdad y la Justicia que sobrevive entre cerros, cañaverales, limones y chimeneas en ruinas.
Una historia que cuenta muchas historias Daniela Dominguéz
La historia de la familia Castellano es un poco la historia de los cañaverales y de quienes, con la misma firmeza y vigor que las cañas, procuraron construir una vida digna en el pedemonte tucumano. Antes de mirar detrás de ese aparente muro verde de cañas (uno de los pocos muros que podemos atravesar) para oír esta historia, debemos quizás, detenernos y mirar al horizonte. Seguramente, en él, nos encontraremos con una chimenea. A lo largo de la Ruta 38 que atraviesa la provincia de Tucumán, como su columna vertebral, es posible reconocer diferentes chimeneas de ingenios. Algunas todavía largan humo como en el caso de la del Fronterita, el Ñuñorco o el Marapa, ubicados en las ciudades de Famaillá, Alberdi y Monteros respectivamente. Otras, como en el caso de San Pablo o de Santa Lucía, permanecen en el paisaje tucumano como verdaderas ruinas, que recuerdan su fuerte pasado industrial. Desde los orígenes mismos de esta provincia, el azúcar configuró gran parte de la vida de sus habitantes. Los ingenios azucareros fueron instalándose desde fines del SXIX en diferentes puntos del territorio tucumano. Junto a cada ingenio se crearon pueblos pensados por y para el óptimo funcionamiento de la fábrica. Estos pueblos de ingenio (no pueblos con un ingenio o pueblos cerca de un ingenio) se diseñaron así en función de las necesidades productivas de las distintas fábricas azucareras. Para tener los cañaverales cerca de la fábrica y para tener a los trabajadores disponibles y listos para incorporarse al siempre activo ritmo del azúcar, los diferentes ingenios se construyeron rodeados por las cañas y por las casas que alojaban a sus trabajadores y a sus familias. Los ingenios fueron definiendo las arquitecturas de las casas, el trazado urbano, la organización política y social de cada pueblo y el funcionamiento de las principales instituciones que allí funcionarían. De esta manera, el modelo azucarero fue creando sus propias poblaciones y comunidades que fueron cobrando características e identidades muy especiales que siguen hasta el presente marcando a sus habitantes. Por eso se puede decir que los ingenios fueron mucho más que fuentes laborales y fábricas procesadoras de azúcar: significaron, sobretodo, un modo de vida. Otra de las características que se dieron en torno a este modelo productivo y con particular fuerza en la provincia de Tucumán, fue el surgimiento de una clase trabajadora fuertemente organizada y politizada. La misma fue cobrando fuerza en la primera mitad del siglo XX y era conocida, ya en los ´60s, por las luchas que encarnaba mediante diferentes estrategias como la huelga general, el corte de rutas, la toma de ingenios, etc. La Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar (FOTIA) nucleó a nivel provincial a los diferentes sindicatos de los ingenios articulando las diferentes luchas de los trabajadores del azúcar.
Como muchos historiadores relatan, FOTIA supo ser uno de los gremios más grandes y fuertes del país y tuvo una influencia importantísima en la política provincial debido a la centralidad de la industria que representaba. Pero sobre todo, la FOTIA ganó su fama y poder debido a la fuerza y el valor de sus trabajadores. Llegó incluso a ser el cuarto gremio más grande del país a principios de los ´60 cuando contaba con 52 sindicatos adheridos y casi 40.000 afiliados. La historia de los Castellano es también la historia de un ingenio, el Santa Lucía, fundado en noviembre de 1882. La inauguración de este ingenio significó también el inicio de una comunidad y un estilo de vida formado por y en torno a los ritmos del azúcar. Vivir en torno a un ingenio azucarero supuso para los pobladores de Santa Lucía ciertos ritmos de vida, ciclos laborales, paisajes, sonidos y olores que fueron formando una identidad azucarera muy particular. En 1967 y en el marco de un decreto dictatorial que llevó al cierre de 11 ingenios de la provincia, el ingenio Santa Lucía se ve obligado a cerrar sus puertas definitivamente. Con el último sonar de la sirena de la fábrica, la comunidad fue condenada al desempleo y la miseria. La historia de los Castellano es también la historia de las familias que habitaron las llamadas colonias azucareras en donde se instalaron los trabajadores del surco, como los protagonistas de este libro, quienes se dedicaban principalmente a la tarea de cosechar y empacar las cañas para la molienda y procesamiento del azúcar. Esta era una tarea dura que involucraba a toda la familia y que ocupaba la mayor parte del día. Trabajar en el surco significó, como veremos en las memorias de los Castellano, vivir condiciones habitacionales y laborales sumamente duras y precarias, trabajando durante larguísimas jornadas expuestos a las inclemencias del clima y con salarios excepcionalmente bajos. Los habitantes de las colonias representaron, por todo esto, el escalafón más bajo de la cadena productiva azucarera. La historia de los Castellano es por lo tanto, un poco como la historia de Tucumán, marcada hace más de medio siglo por un largo proceso represivo que fue intercalando gobiernos democráticos con gobiernos dictatoriales pero que apuntó siempre a los trabajadores y a sus maneras y estrategias para organizarse y potenciarse. Uno de los momentos que significaron una verdadera bisagra en la historia provincial y el comienzo de este proceso represivo se dio en el año 1966 con el golpe de Estado comandado por el general Juan Carlos Onganía. Una de las primeras medidas económicas impulsadas por el gobierno dictatorial va a ser la firma de un decreto que lleva a la intervención y cierre de 11 ingenios de la provincia. La política de cierres de ingenios se anuncia en los medios como una medida que buscaba fomentar el progreso y avance de la provincia. Prometía venir acompañado con una oleada de inversiones en nuevas industrias, que absorberían
a los trabajadores que habían quedado desempleados y fomentaría la diversificación de la economía local. Tales inversiones nunca llegaron y lo que se dio, en cambio, fue un crecimiento exponencial de la tasa de pobreza, desnutrición, mortalidad infantil, decrecimiento del nivel y esperanza de vida, así como una migración masiva de los trabajadores hacia diferentes puntos del país. Allí, estas familias obligadas a migrar, pasaron a conformar los cordones de villas miserias de las grandes urbes. El cierre de estos 11 ingenios tucumanos implicó un verdadero cataclismo social y económico en la provincia y la destrucción de la vida como se la había conocido hasta entonces. El fuerte golpe a la economía tucumana no afectó sólo a los trabajadores directamente empleados por los ingenios que cerraron. La crisis se propagó a los pequeños cañeros, peones golondrina, pequeños comerciantes, artesanos, herreros, talabarteros, tenderos, proveedores de máquinas y herramientas para ingenios y cualquier actividad que estuviera asociada con el azúcar. Condenando a la pobreza, el desarraigo y la fragmentación, la dictadura de Onganía procuró disciplinar a la clase trabajadora tucumana tornándola obediente y útil. Cabe destacar que cada uno de los cierres fue acompañado por el envío de grandes contingentes de fuerzas policiales y de gendarmería. En ninguno de los casos se dio de modo pacífico ni sin resistencia de los trabajadores y sus familias. La miseria y el hambre, la desidia y la desesperación a la que condujeron estas medidas políticas y económicas fueron previstas, planificadas y dirigidas al seno mismo del movimiento de trabajadores del azúcar, a su larga tradición combativa y al particular modo de vida que el modelo azucarero había construido desde sus orígenes. Como consecuencia de esto, decenas de pueblos, antaño pujantes y vitales, se convirtieron en poblados fantasmas, abandonados a su suerte. Algunos años después, a principios de los ´70, va a instalarse en los alrededores de Santa Lucía, una de las primeras experiencias de guerrilla rural del país: un foco guerrillero del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) que fue el brazo armado del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) y que llevó el nombre de “Compañía del Monte Ramón Rosa Jiménez” en homenaje a un militante del partido que había sido asesinado en Santa Lucía a principio de los ´70. El PRT venía teniendo, en los últimos años, cierta inserción dentro de FOTIA y especialmente en algunos de los sindicatos como el San José, donde Mario Roberto Santucho se desempeñaba como contador. Comandados por Santucho, instalaron sus campamentos en los “montes” aledaños al pueblo. Adscribían al guevarismo y veían en la lucha armada la única vía para la revolución socialista en ese momento. Fuertemente inspirados por la experiencia cubana en la Sierra Maestra, el ERP intentó reproducir aquella experiencia de guerrilla rural en los “montes” tucumanos. La historia de los Castellano es también la historia de tantas personas que sufrieron en carne propia la larga y temprana experiencia de represión y terrorismo de Estado en nuestra provincia que es tristemente célebre por haber inaugurado la era de los Centros Clandestinos de Detención en nuestro país. La misma comienza con el funcionamiento de la famosa Escuelita de Famaillá durante el Operativo Independencia
en 1975. El Operativo Independencia (OI) fue fundamentalmente una operación militar que comandó a las diferentes fuerzas de seguridad a instancias del decreto 261/75 del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, en la provincia de Tucumán en febrero de 1975. Aunque el operativo proclamaba como objetivo explícito la eliminación de la guerrilla, el foco principal de la represión fueron los habitantes de las ciudades y los poblados de todo el sector sur de la provincia (y no los campamentos de la guerrilla establecidos en el “monte”). El OI implicó la intensificación y radicalización de la represión que buscó producir un disciplinamiento y reordenamiento de la sociedad. Para ello se movilizaron más de 1.500 efectivos de las fuerzas represivas que se organizaron en cuatro fuerzas de tarea del Ejército, una guardia de infantería de la policía federal y dos escuadrones de Gendarmería Nacional. Asimismo, se crea una compleja y amplia red de Centros Clandestinos de Detención, muchos de ellos funcionando en las instalaciones de los ingenios cerrados o aún en funcionamiento, cuyos nodos centrales fueron la “Escuelita de Famaillá”, en la ciudad homónima, y la Jefatura de Policía en la capital tucumana. El aparato represivo se constituyó, así, en una maquinaria represora y desaparecedora que funcionó sistemática y aceitadamente en toda la provincia y en articulación con el resto del país. El Operativo Independencia modificó la metodología y la intensidad de prácticas represivas que ya venían siendo practicadas hace tiempo en la provincia. En este sentido no puede pensarse como el inicio o punto cero de la represión ni como una mera respuesta al accionar de las organizaciones armadas que unos años antes habían empezado a operar en la zona. En Santa Lucía y alrededores, el inicio del OI implicó la instalación de una base militar en el antiguo predio donde había funcionado, pocos años atrás, el ingenio homónimo. Esto implicó la inauguración de un modo de vida atravesado completamente por la vigilancia, la represión y el miedo. Con la instalación de una base militar en el centro del poblado, la vida en Santa Lucía pasó a estar regida por una lógica militar: había toque de queda al oscurecer, se cerraron ciertas calles y otros espacios públicos para conformar la zona militar de acceso exclusivo para el personal militar. Los árboles de la calle principal se talaron para poder vigilar desde el aire los movimientos de los habitantes y evitar que la gente pudiera esconderse allí, etc. A su vez, todas las instancias y espacios de socialización y esparcimiento se prohibieron a partir de ese momento. Otro de los aspectos centrales del control que se ejerció sobre la población, tiene que ver con la vigilancia estricta de la circulación por dentro y hacia afuera del pueblo. Para circular por Santa Lucía, uno debía estar preparado para ser detenido y requisado en cualquier momento y sin ninguna justificación. Para poder salir, uno debía solicitar permisos y justificar las razones del viaje, así como los horarios de regreso. La vida privada y pública pasaron así a ser potestad de la base militar, que visibilizó su presencia mediante constantes actos de violencia e impunidad.
La base militar se desarma y sus miembros se retiran definitivamente en 1982, 7 años después de haberse instalado en Santa Lucía. Antes de irse, los militares se encargaron de sellar la entrada al “sótano”, el lugar que los testimonios de los sobrevivientes señalan como el espacio de detención y de tortura en el pueblo. Esta es además la historia de los que buscaron y esperaron por años a sus familiares arrancados por las fuerzas represivas y que en algunos casos, como en el caso de René Castellano, vuelven cuatro décadas más tarde a sus tierras, a sus casas, a su gente. Hoy en día, la zona de Negro Potrero y Caspinchango, donde nacieron y crecieron los protagonistas de este libro, están casi completamente cultivadas con árboles de limón que crecen encima de las tierras fértiles y húmedas de las antiguas colonias azucareras. Bajo esos suelos se esconden seguramente algunos rastros de la vida de quienes habitaron esas zonas y se vieron obligados a abandonarlas para darle lugar a las empresas que hoy son las dueñas de estas tierras. Gran parte de las poblaciones de la zona sobreviven en base al trabajo precario, tercerizado y estacional de estas fincas limoneras que son famosas en el país por producir gran parte de los limones que se exportan a todo el mundo, y cuyas ganancias no parecen importarse a las manos que hacen el negocio posible. Las familias de esta región siguen luchando cada día por conseguir un ingreso digno para mantenerse y acceder a los servicios y derechos básicos que cualquier persona necesita. Los tiempos han cambiado mucho desde la era del ingenio Santa Lucía pero la lucha, la resistencia y la dignidad siguen guiando día a día a las personas que, como los Castellano, procuran vivir en estas tierras de azúcar y hiel. San Miguel deTucumán, marzo de 2017