Prologo
Cada año, durante el mes de María, veneramos su presencia desde una perspectiva diferente. Durante este Mes de María 2012 queremos detener nuestra mirada en “María como Puerta de la Fe” porque ella encarna la plenitud del cristiano al ser la Servidora, transmisora y educadora de la Palabra de Dios. Queremos que este mes de María sea signo de un espíritu renovado, característico de la audacia, seguimiento y alegría de los Discípulos y misioneros, que manifieste el compromiso eclesial de nuestra comunidad con la Nueva Evangelización para la Transmisión de la Fe cristiana. María es “Puerta de la Fe” para todos los hombres porque por su fe la Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Con esta misma fe: María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza a Dios por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27).
Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4). María encarna las bienaventuranzas y es “bienaventurada porque ha creído” (Lc 1,45)1. Por estos motivos María encarna la plenitud del cristiano al ser la Servidora, Transmisora y Educadora de la Palabra de Dios. El fundamento para la nueva evangelización es sobre todo, la acción de la Santísima Trinidad en la historia. Dios Padre envía a Su Hijo, el cual trae consigo la auténtica Buena Nueva de quién somos en la potencia del Espíritu Santo. La Iglesia participa en este movimiento de Divina Autorrevelación que empieza con la beata Virgen María cuando ésta, por la acción del Espíritu Santo, recibe en su vientre la Palabra de Dios que se encarna en ella para poder así donarse al mundo entero. Es la Palabra encarnada la que ofrece sus palabras de vida eterna a la humanidad. Tras su muerte y Resurrección, Jesús envió a la Iglesia, su Esposa y nuevo Cuerpo, al mundo para que continuara su misión evangelizadora. En este año de la fe, debemos recuperar la dimensión mariana de la Iglesia. María, como imagen de la Iglesia, es el testimonio más puro de fe que nos invita a responder al llamado de Dios del mismo modo. Fue por razón de su fe que la Palabra de Dios entró en nuestro mundo. Imitando a María, por medio de nuestra fe y testimonio en la vida del Espíritu, podemos provocar un cambio en el mundo en que vivimos.
1. Porta Fidei y Notas con Indicaciones para el Año de la Fe, Benedicto XVI y Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Editorial Paulina, Mayo 2012.
Siguiendo este espíritu, queremos invitar a toda nuestra comunidad Duoc UC a descubrir en María la imagen de la Iglesia que reúne en sí y refleja, en cierto modo, todas las principales verdades de la fe. Organización y Secuencia para el Mes: Presentamos a continuación una secuencia que divide el mes en 5 énfasis semanales que buscan enriquecer la oración y reflexión diaria a la luz del Evangelio, de los textos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC). 1. Primera Semana: 8 al 10 de noviembre: Creo- creemos (CIC 26-184). 2. Segunda semana: 12 al 17 de noviembre: Creo en el Padre misericordioso y providente (CIC 198-421). 3. Tercera semana: 19 al 24 de noviembre: Creo en Jesucristo encarnado, muerto y resucitado (CIC 422-682). 4. Cuarta semana: 26 de noviembre al 1 de diciembre: Creo en el Espíritu dador de vida, alma de la Iglesia (CIC 683-975). 5. Quinta semana: 3 al 7 diciembre: La Virgen María, bienaventurada porque creyó y avanzó “en la peregrinación de la fe” (LG 58).
Primera Semana Creo - Creemos (CIC nยบ 26-184)
Día Jueves 8 de noviembre: Renovemos nuestra fe. Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos (Rom 1,18-23): En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles –su poder eterno y su divinidad– se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa, en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles. Palabra de Dios. Reflexión: El ser humano desde que existe se ha planteado la cuestión religiosa, ha vislumbrado que no existe sólo el mundo material y la temporalidad. Ha buscado una causa trascendente más allá de su propia existencia y de la naturaleza. Ha buscado razones últimas y así, en muchos casos, llevados por su propia razón, se ha confundido. El Papa Benedicto dice en su segunda encíclica Spe Salvi que “se veía lo divino de diversas formas en las fuerzas cósmicas, pero no existía Dios al que se pudiera rezar(...)No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre sino un Dios personal quien gobierna las estrellas. (...) y si conocemos a este Dios personal y Dios a nosotros, “entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y sus leyes, ahora somos libres” (SS 5).
Todos los pueblos, hasta los más avanzados han creído en varios dioses. El único que cree en un solo Dios es Israel pero existe una distinción clara al respecto: “no cree por mérito propio sino por el amor de Dios que se les reveló” (Deut 7,7). Nos enseña el Catecismo: “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar” (CIC 27). Nosotros buscamos razones para la esperanza y la alegría; pero el Señor nos busca a nosotros. El tiene la iniciativa. El hombre es capaz de Dios porque Él puso un “código” en la humanidad que se descifra sólo en el Señor. Sólo en Dios podemos entendernos a nosotros mismos y los misterios de nuestra vida: ¿Por qué existo? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Qué hago en este mundo? ¿Existo por casualidad? ¿Por qué el dolor y el sufrimiento? ¿Por qué la muerte? El misterio del hombre se aclara en el Señor. La fe por eso no es oscuridad sino luz que recibimos gratuitamente, que ilumina nuestra razón y perfecciona nuestro entendimiento, nutriendo de sentido aquellas preguntas existenciales que por la sólo razón no logramos responder sin atisbos de duda o incertidumbre. La Virgen creyó que Dios la fecundaría, y se entregó sin resistencias, abandonando su propia voluntad, porque creyó y confió en Dios. Obedeció al Señor y el Verbo se hizo carne en ella. Este Verbo es el mismo Verbo que también quiere encarnarse en nosotros y Él mismo se nos ofrece hoy como Eucaristía. Basta que creamos que Dios puede hacer más de lo que está a nuestro alcance. Si confesamos, ya sea con palabras o en nuestra alma, que esto es muy difícil, Dios no actuará en nosotros porque le cerramos la puerta para que traspase el umbral de nuestra propia existencia. María en cambio fue radical y dijo: “Hágase en mí”: es decir dejó actuar al Señor permitiéndole entrar en su vida; dejó que Dios tomara su vida y existencia y se sirviera de ella para la salvación del mundo siendo ella la “Puerta de Entrada” de nuestro Redentor. Que en este mes de María que iniciamos hoy, renovemos y fortalezcamos nuestro compromiso como comunidad Duoc UC para anunciar, cultivar y testimoniar con más fuerza y energía que Jesucristo está vivo en medio de nosotros.
Día Viernes 9 de noviembre: Creo Señor, pero ayuda a mi poca fe. Lectura del Libro del Génesis (Gen 12,1-9): El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra». Abram partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abram tenía setenta y cinco años. Tomó a su esposa Saray, a su sobrino Lot, con todos los bienes que habían adquirido y todas las personas que habían reunido en Jarán, y se encaminaron hacia la tierra de Canaán. Al llegar a Canaán, Abram recorrió el país hasta el lugar santo de Siquem, hasta la encina de Moré. En ese tiempo, los cananeos ocupaban el país. Entonces el Señor se apareció a Abram y le dijo: «Yo daré esta tierra a tu descendencia». Allí Abram erigió un altar al Señor, que se le había aparecido. Después se trasladó hasta la región montañosa que está al este de Betel, que quedaba al oeste y Hai al este. También allí erigió un altar al Señor e invocó su Nombre. Palabra de Dios. Reflexión: Abraham creyó y se abandonó en el Señor. Creyó algo imposible a sus fuerzas y a sus ideas, a su lógica humana: era viejo y su mujer, además de anciana, era estéril. Pero creyó que Dios puede hacer lo imposible, más allá de las capacidades humanas. No se miró a sí mismo sino que confió en Dios que se lo decía. Él era un hombre religioso, politeísta como todos los de su época. Había pedido a todos los dioses de la tierra y del cielo que
le dieran un hijo y estaba muriendo frustrado, triste, sin sentido. “Abraham creyó contra toda esperanza que sería padre de muchos pueblos, según le había sido prometido. Y no decayó en su fe al ver que su cuerpo estaba sin vigor y que Sara ya no podía concebir. En un pasaje del Evangelio (Mc 9,14-29) aparece la actitud del padre de un niño endemoniado que pide a Jesús que lo sane y el Señor cuestiona su fe: “Si puedes hacer algo, compadécete de nosotros y ayúdanos. Jesús le dijo: ¿Qué es eso de si puedes? Todo es posible para el que tiene fe”. E inmediatamente el padre del niño exclamó: Creo, ayúdame, porque tengo poca fe. La fe es una gracia de Dios, un don o un regalo, que se cultiva por la oración y la cercanía a los sacramentos. Por este motivo quien quiera tener fe debe también pedir este don a Dios como el padre del niño endemoniado: Creo, ayúdame, porque tengo poca fe. La Virgen María, como perfecta discípula, vivió también muchas dificultades en su vida pero se afirmó en el que es Santo, Poderoso y Grande, sabiéndose ella misma una pequeña, una esclava, una humilde. Esto la llevó a estar al pie de la cruz, viviendo el dolor pero no histérica ni desesperada, sino guardando todo en su corazón, orándolo y meditándolo, confiando en que Dios de aquello, aparentemente malo, sacaría algo maravilloso. En este día recemos a María para que interceda ante su Hijo por nosotros, por nuestros seres queridos y por nuestra comunidad Duoc UC para que nos ayude a fortalecer y cultivar nuestra fe y seguir descubriendo nuestra propia vocación como camino perfecto para llegar a Dios.
Día Sábado 10 de noviembre: La Fe sin obras está muerta. Lectura de la carta del Apóstol Santiago: (Stgo. 2, 14-18): ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno tiene la fe y otro, las obras». A ese habría que responderle: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe» Palabra de Dios. Reflexión: San Pablo nos dice que la fe actúa por el amor (Gal 5,6) y el apóstol Santiago nos dice que si la fe no la pongo en práctica, y no me lleva a actuar para amar a los demás, sobre todo a los más pobres y despreciados, esa fe está muerta. No es que sea una fe débil o equivocada, o le falte desarrollarse, sino que no existe. San Pablo dirá también que si no tengo amor no soy nada (1 Cor 13). La fe, el encuentro con el Señor, la oración, la Eucaristía, la confesión, el Mes de María deben transformar nuestro corazón para que actúe en obras concretas de amor, servicio y anuncio del Evangelio. En esto conocerán que somos cristianos: en nuestra capacidad de amar a los demás.
Este Año de la fe, que estamos celebrando como Iglesia, es “una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad (...) Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado (...) Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida” (Benedicto XVI, Porta fidei 14). En este Mes de María, la Virgen nos entrega también su testimonio de fe en acciones concretas como cuando salió apurada a ayudar a su prima Isabel, que siendo muy anciana estaba en su sexto mes de embarazo. O como en las Bodas de Caná, que también aparece ayudando, buscando soluciones a la falta de vino en la fiesta de los jóvenes esposos. La Virgen no critica ni busca culpable sino que busca soluciones; busca servir. En esa búsqueda se entrega; se entrega en persona y entrega su tiempo y talentos para servir a los demás. Recemos juntos para que este testimonio de María nos motive en este mes para fortalecer nuestro encuentro y compromiso con Cristo y disponer así nuestro corazón y voluntad para ir en ayuda y servicio de quienes más nos necesiten.
Segunda Semana
Creo en Dios Padre (CIC 198-421).
Día Lunes 12 de noviembre: Creo en el único Dios. Lectura del Libro del Deuteronomio: (Dt. 6,4-15): Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes. Cuando el Señor, tu Dios te introduzca en la tierra que él te dará, porque así lo juró a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob en ciudades grandes y prósperas que tú no levantaste; en casas colmadas de toda clase de bienes, que tú no acumulaste; en pozos que tú no cavaste; en viñedos y olivares que tú no plantaste y cuando comas hasta saciarte, ten cuidado de no olvidar al Señor que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. Teme al Señor tu Dios, sírvelo y jura por su Nombre. No vayan detrás de otros dioses, de los dioses de los pueblos que están alrededor de ustedes. Porque el Señor, tu Dios, que está en medio de ti, es un Dios celoso, y si su enojo se enciende contra ti, te exterminará de la tierra. Palabra de Dios. Reflexión: El pueblo de Israel estaba tentado permanentemente a desviarse del único Dios verdadero. El Catecismo en el número 143 nos dice: “A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Único. Por los profetas, Dios llama a Israel y a
todas las naciones a volverse a él, el Único: “Volveos a mí y seréis salvados, confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro...ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!” (Is 45,22-24). La pregunta es para nosotros hombres y mujeres del siglo XXI: ¿somos politeístas? ¿Somos supersticiosos? ¿Creemos en el único y verdadero Dios? ¿Hay dioses falsos que nos aprisionan sin darnos cuenta? La verdad es que cuando desaparece el verdadero Dios o se le da poca importancia en la vida diaria aparecen los falsos dioses o ídolos. El corazón de los seres humanos es muy idolátrico, busca seguridad y si no la encuentra en Dios la busca en los ídolos del mundo. ¿Cuáles serían esos ídolos? Los más permanentes pueden ser: Hacer del Dinero un fin y no un medio: Buscando los bienes necesarios para nuestra vida los seres humanos nos enredamos en los bienes que nos puede llevar a depender totalmente de ellos. Vivimos endeudados, pensando en lo que tenemos y en el que no tenemos. Este dios no tiene la capacidad de salvar. Hemos perdido la visión real en la que el dinero es un “medio” para alcanzar un estado de bienestar. Lamentablemente lo hemos transformado en un fin dejando en la oscuridad el fin real y trascendente del hombre que se alcanza solamente en el amor a Dios y al prójimo. El culto exagerado al cuerpo: El Papa Juan Pablo II denunciaba esta idolatría: sólo el cuerpo joven vale, sólo el cuerpo que aparenta juventud tiene éxito. Esta visión limita la perfección humana a un solo aspecto, reduciéndola a aquello que no es lo más importante en la vida. El status: Las personas creen que valen más por lo que tienen, por lo que estudian o por su red de contactos. Nos olvidamos que ante Dios somos
todos iguales y, si alguna preferencia tiene el Señor, es por los pobres y humildes de corazón, los que sufren, los enfermos, desvalidos y marginados. El afecto de los demás:Todos necesitamos amor pero a veces confundimos el amor con el sentimentalismo y somos esclavos del afecto de los demás. No podemos hacer nada o decidir nada con libertad porque siempre estamos pensando en no perder el cariño de tal o cual persona. Jesús nos libera de esta idolatría diciéndonos que quien no lo ama más que a su padre, a su madre, o a sus hijos no puede ser su discípulo. La exacerbación de la autonomía del propio yo: Hago lo que quiero, me mando solo y decido por mi mismo. El orgullo y la soberbia pone al “yo” en el centro de todo. Los demás, si me molestan, me alejo de ellos. Los enfermos y ancianos, que no nos den problemas y ojalá estén lejos de nosotros. El problema es que yo no soy dios y poco a poco me doy cuenta que necesito de otros, que me enfermo y que moriré algún día. No soy dios porque no me hice a mí mismo y además, necesito de los demás. Esa es una realidad que claramente nos demuestra que no somos autónomos. La Virgen María tuvo como Dios al Único que ella reconoce en su cántico como el Santo, el Poderoso. Que ella nos ayude a descubrir los ídolos a los cuales estamos aferrados para renunciar a ellos y seguir al único y verdadero Señor.
Día Martes 13 de noviembre: Creo en el Padre Bueno que hizo todas las cosas y las personas. Lectura del Libro del Génesis (Gen. 1,1-27): Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día. Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día. Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme». Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro». Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día. Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra». Y así sucedió. Dios hizo que dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas.Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día. Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo». Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno.
Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra». Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día. Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie». Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno. Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo».Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Palabra de Dios.
Reflexión: ¿Por qué los seres humanos hemos llegado a ser capaces de tanta maldad: las guerras, el terrorismo, el aborto, la esclavitud, la explotación humana, las injusticias…? ¿Será que el hombre fue creado como un ser malvado, destructor de la naturaleza y de sus semejantes? Lo sorprendente es que en este texto bíblico, Dios aparece como un jardinero que va cultivando con cariño la tierra poniendo en ella todo lo necesario, plantas y animales, para que el ser humano viva y se desarrolle. Dios todo lo crea bueno y al crear al ser humano, lo crea muy bueno. La Virgen María, con su vida, nos muestra como es el ser humano pensado y creado por Dios: puro, santo, libre, humilde, confiado en Dios y que reacciona amando siempre a los demás. Que ella despierte la nostalgia de reconciliación, los deseos de ser buenos, de dejar el pecado y todos los sentimientos y actitudes que nos auto destruyen y enferman y hacen sufrir a los demás. Digámosle con fe y decisión: Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Día Miércoles 14 de noviembre: No se preocupen, mi Padre cuida de todos los hombres Evangelio de nuestro Señor Jesucristo Según San Mateo (Mt 6,25-34): Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?».Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción. Palabra de Dios. Reflexión: Hoy el Evangelio nos da una Buena Noticia: No se preocupen, no se inquieten, están en las manos del Padre bondadoso y providente. El cuida de todos nosotros sus hijos. ¡Qué necesario es este evangelio hoy en que
vivimos nerviosos, intranquilos, inseguros y preocupados! Nos grita: ocúpense pero no se pre-ocupen. Nos enseña el Catecismo: “El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos: “Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza” (Sal. 115, 3); y de Cristo se dice: “si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir” (Ap. 3, 7); “hay muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza” (Pro. 19, 21). Jesús pide un abandono filial (de hijos amados) en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos: “No anden, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber?... Ya sabe vuestro Padre celestial que tienen necesidad de todo eso” (CIC 303-305). La Virgen María vivió en las manos del Padre, abandonada y confiada en el Amor de Dios. No vivió preocupada o intranquila sino esponjada en el Amor de Dios que siempre está y que nunca nos abandona. Dios tuvo la primacía en su vida. Que ella rece por nosotros para que vivamos en las manos del Padre permitiéndole entrar en nuestras vidas. Que creamos lo que dice Jesús: Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré.
Día Jueves 15 de noviembre: Creo en Dios Padre, que nos crea a imagen y semejanza suya. Lectura del Libro del Génesis (Gen. 1,26-27): Entonces dijo Dios: Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, según nuestra semejanza, para que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, las bestias salvajes y los reptiles de la tierra. Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Palabra de Dios. Reflexión: Hoy la Escritura nos da una buena noticia: somos a imagen y semejanza de Dios, única criatura que Dios quiere por sí misma. Somos semejantes a Dios porque podemos entrar en comunicación, en diálogo con Dios. Por la semejanza con Dios, Él mismo ha salido a nuestro encuentro para ser amigo nuestro. Dialoga en el corazón y en la conciencia de cada ser humano. Dios nos ha hecho a su imagen. ¡Qué dignidad tan grande tenemos! Por eso atropellar la vida o la dignidad de un ser humano es destruir la obra de Dios e ir contra Dios. La Virgen María nos muestran siempre la belleza y la inmensa dignidad de cada ser humano. En ella, la raza humana, ha llegado a su máxima expresión. En este día recordemos a todos quienes han sido vulnerados en su dignidad, rezando por ellos y al mismo tiempo, comprometámonos, en obras y palabras, con la defensa y cuidado de la Vida humana.
Día Viernes 16 de noviembre: Vio Dios todo lo creado y era muy bueno. Lectura del Libro del Génesis (Gen 1,27-31). Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra». Y continuó diciendo: «Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde». Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día. Palabra de Dios. Reflexión: ¿Fe y cuidado de la naturaleza? ¿Fe y familia? El texto bíblico que acabamos de meditar subraya la grandeza del ser humano. El hombre, creado a imagen de Dios, es la cumbre de la creación. Dios le entrega todo lo creado, para que lo cuide y lo haga crecer. El Catecismo nos enseña que el hombre puede aprovechar y comer plantas y animales, pero no le está permitido torturarlos, ni explotar la tierra por codicia. Todo esto contradice la dignidad de la Creación. ¿Qué uso hacemos de los bienes creados? Nuestro actuar no puede estar centrado solamente en el hoy. Y sin embargo, toda persona está llamada a cuidar nuestro planeta, asumiendo un compromiso con las futuras gene-
raciones: cuidar la tierra que albergará a nuestros hijos y nuestros nietos. Muchas veces hemos revertido el orden dado por Dios y nos hemos creído dueños de la naturaleza y no simples administradores para el bien de todos. Benedicto XVI así lo manifestó en el 2009 en preparación a la cumbre de las Naciones Unidas por el tema del medio ambiente: “La tierra es un don precioso del Creador, que ha diseñado su orden intrínseco, dándonos así las señales orientadoras a las que debemos atenernos como administradores de su creación”. Juntos con muchos hombres de buena voluntad, debemos trabajar para salvar nuestro planeta, promoviendo acciones concretas a favor de la ecología. Al mismo tiempo, la Escritura destaca el valor de la familia. El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios y el Señor los llama a colaborar en la obra de la creación, a continuarla a través de los hijos. ¡Qué gran desafío nos abre este texto! Va contra la corriente del mundo que nos invita a poner nuestra seguridad en las cosas materiales, en mis posibilidades concretas, limitando el nacimiento de un nuevo hijo, por temor, por un excesivo cuidado de nuestro bienestar o por darles un futuro bien asegurado. Y sin embargo, aunque se cierren nuestros oídos a la voz de Dios, la vida nos está dando una lección. Hoy son muchos los países que sufren el envejecimiento, por la baja tasa de natalidad; algunos como China en estos días, revierten sus políticas públicas, quitando la prohibición de tener más de un hijo. La familia, un don preciado y hoy poco valorado, es bendición de Dios. ¿Qué lugar ocupa mi familia en mi vida diaria? La vida de María es un modelo para la vida de familia. En el Evangelio de Lucas encontramos varias referencias de la niñez de Jesús. “Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia” (Lc. 2,52). Ha sido María, con José, quien lo ha formado en la casa de Nazaret. Durante los 30 años de la vida privada de Jesús,
María estuvo a su lado, y también durante su vida pública, hasta el final, a los pies de la cruz. Pidámosle a ella que nos ayude a crecer como padres y madres responsables de la vida de nuestros hijos, no sólo en la niñez, sino también cuando sean jóvenes y adultos. Que nos interesemos por todos, con amor y respeto a los abuelos, que ninguno se sienta sólo. Recemos hoy especialmente por todos nuestros alumnos, y recordemos de modo especial quienes entre ellos sufren problemas en sus familias. Recordemos también todos los proyectos solidarios que estamos realizando en Duoc UC, a favor de los abuelos, de los niños que sufren, de las personas que viven en situación de calle, para que nuestra presencia con ellos sea fruto del amor, del cuidado de los demás que Dios nos ha pedido.
Día Sábado 17 de noviembre: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Lectura del Libro del Génesis (Gen 3,1-11): La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: « ¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?». La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte». La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal». Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera. Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: « ¿Dónde estás?». «Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí». El replicó: « ¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?». El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él». El Señor Dios dijo a la mujer: « ¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí». Palabra de Dios.
Reflexión: La Fe de la Iglesia nos enseña sobre el primer pecado (original) que repercute existencialmente en todos los hombres: “El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gen 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rom 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad. En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente “divinizado” por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso “ser como Dios” (cf. Gen 3,5), pero “sin Dios, antes que Dios y no según Dios” (S. Máximo Confesor.) La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rom. 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gen 3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gen 3,5). La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gen 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gen 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gen 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gen 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida “a la servidumbre de la corrupción” (Rom. 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gen 2,17), se realizará: el hombre “volverá
al polvo del que fue formado” (Gen 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rom. 5,12) (CIC 397-400). Como se piensa hoy, parece que el pecado no daña ni nos repercute, por eso hay que dejar “libre” a la persona para que haga lo que quiera. Incluso se legitima el pecado, por ejemplo la eutanasia o el aborto. En cambio la palabra de Dios, que nos dice la verdad, nos enseña que el pecado es algo que nos mata por dentro, destruye lo más profundo del ser humano. El pecado personal y social tiene consecuencias grandes en la vida personal, en la familia y en la sociedad. Al mirar nuestro mundo nos damos cuenta de la presencia terrible del pecado: injusticias, violencia terrorista, asesinatos, violencia intrafamiliar, pedofilia, robos, corrupción, explotación, inmoralidad, etc. La Virgen María es la única creatura que fue preservada del pecado original y que no cayó nunca en pecado y por eso nos invita a reconocer humildemente nuestros pecados, a estar atentos para no caer en la tentación y disponibles para crecer en santidad. En el santo Rosario le pedimos 50 veces que ruegue por nosotros que somos pecadores para que nos convirtamos, dejemos el pecado y caminemos en santidad ante Dios y ante los demás.
Día Sábado 17 de noviembre: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Lectura del Libro del Génesis (Gen 3,1-11): La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: « ¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?». La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte». La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal». Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera. Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: « ¿Dónde estás?». «Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí». El replicó: « ¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?». El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él». El Señor Dios dijo a la mujer: « ¿Cómo hiciste semejante cosa?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí». Palabra de Dios.
Reflexión: La Fe de la Iglesia nos enseña sobre el primer pecado (original) que repercute existencialmente en todos los hombres: “El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gen 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rom 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad. En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente “divinizado” por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo quiso “ser como Dios” (cf. Gen 3,5), pero “sin Dios, antes que Dios y no según Dios” (S. Máximo Confesor.) La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rom. 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gen 3,9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gen 3,5). La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gen 3,7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gen 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gen 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gen 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida “a la servidumbre de la corrupción” (Rom. 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gen 2,17), se realizará: el hombre “volverá