Presentación al libro de David Jolly, La Observación: el urbanismo desde el acto de habitar

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p r e s e ntaci รณn de l li bro

La Observaciรณn: El urbanismo desde el acto de habitar David Jolly Monge

centro de estudios avanzados y extensiรณn pucv santiago, jueves 25 de agosto, 2016



DAVID JOLLY MONGE, llegó de Santiago a estudiar Arquitectura en la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso en 1971. Siendo aún estudiante, ingreso a la Ciudad Abierta de Amereida, por aquellos años, la Cooperativa de Servicios Profesionales Amereida. Desde entonces vive ininterrumpidamente en ella, en las arenas, como suele despedirse en sus mensajes. De igual forma se ha dedicado a la docencia en la escuela de arquitectura y diseño, se graduó de doctor en arquitectura, en 2011, en la Universidad Politécnica de Barcelona, con máxima nota. David Jolly, siempre se ha destacado por su entusiasmo, dedicación y alegría por lo que desempeña, así ha transitado por todos los talleres y por todos los cargos, siendo director, decano y capitular de nuestra universidad. Durante todo su desempeño no ha cejado en dibujar, porque como repite en el taller, «el presente también guarda lo extraordinario», este es un libro que en sus palabras, no es un testimonio de su vida privada. «Las observaciones que aquí se presentan son el fruto de un ámbito común, el de la Escuela y el de la Ciudad Abierta de Amereida».



Presentación p. 7 Arturo Chicano Jiménez

Breves notas al contexto de los libros p. 9 Manuel Sanfuentes Vio

El urbanismo desde el acto de habitar p. 11 Fernando Pérez Oyarzun

El libro de David Jolly: una nota a pie de página p. 17 Nota posterior al lanzamiento p. 23 Godofredo Iommi Amunátegui



Presentación Arturo Chicano Jiménez Diseñador PUCV Vicerrector de Desarrollo PUCV

David Jolly, como bien se señala, pertenece a una generación de profesores que asumió en su momento llevar adelante la obra de la Ciudad Abierta, tal vez un fiel representante de un testimonio permanente y sostenido en el tiempo. Quiero primero dar los saludos del rector, Claudio Elórtegui Raffo, quien no pudo estar presente hoy día dado un cambio de agenda, pero me pidió que saludase a David y le agradeciese esta nueva obra que hoy día nos presenta. El rector me pidió también que señalara que efectivamente David, aparte de presentarnos esta obra también ha cumplido labores a nivel institucional y la más alta dirección de la universidad. Procediendo a dar el saludo del rector quisiera que me permitieran un segundo hacer un recuerdo: siendo yo alumno de David Jolly –aun cuando pudieran imaginarse que David Jolly pudo ser alumno mío–, le manifiesto en una corrección: «Profesor, estoy un poco desorientado» y él me dice –«Qué bueno. La orientación nace de una cierta desorientación y por eso observamos también». No olvido esa frase –él seguramente la olvidó, pero yo no la olvido, y han pasado casi treinta años tal vez. Y cada vez que salgo a dibujar recuerdo esa frase, porque de algún modo la observación es la profunda orientación, el profundo testimonio de orientación, es tal vez el acto más bello que se le puede entregar a un joven; salir y recorrer el mundo en propiedad. Creo que David en eso ha sido testimonio, lo decía al comienzo, y creo que sus palabras permanecerán –no solo en mí, en muchas generaciones de jóvenes que han tomado la observación como un modo de entender y un modo para comprender el mundo. Por ello, gracias David, gracias por el libro

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que hoy día nos regalas, y también señalar que el esfuerzo de la universidad, así como de la Escuela de Arquitectura durante muchos años, a través de su Taller de Ediciones Gráficas, nos va permitiendo acrecentar un cúmulo no menor de lo que es la originalidad de esta Escuela, y que esperamos, a través de esta obra y otras por venir, permanezca y se acreciente. Quiero agradecer de nuevo a David, quiero agradecer a la Escuela por el esfuerzo que hace cada vez en cada libro que presenta, y quiero también nuevamente agradecer a ustedes por vuestra presencia. Muchas gracias.

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Breves notas al contexto de los libros Manuel Sanfuentes Vio Diseñador PUCV Director Ediciones e[ad] PUCV

Este libro, particularmente, pertenece a un concurso que hace la universidad todos los años, monografías académicas, para incentivar la publicación de los profesores de la Universidad, y lo hace a través de la Dirección de Bibliotecas, y muchas de las ediciones que se han hecho en la Escuela vienen de esa impronta, una labor bastante importante. Algunas notas que pudieran tratar no necesariamente la materia del libro pero sí el contexto en el que se ubica. La invitación hablaba de la observación como lenguaje, pero me daba la impresión de que en este caso no es propiamente de la arquitectura, si no más bien de todas las artes de la aprensión y de la representación, la toma de la realidad y su presentación: dibujo y escritura como una unidad material donde yace el misterio. El libro siempre carece del tamaño y proporción de lo que en él se presenta o muestra; pienso en el formato original del dibujo, en el alto de un edificio, la distancia en un paisaje, etc. El dibujo también obedece a esa carencia pero podríamos decir que la supera con la palabra, con la notación, para admitir que lo uno a uno no está nunca aquí cuando hablamos de las fuentes que provocan las acciones representadas. Esto no impide trae a presencia, la puesta en página de un libro quiere siempre constituirse como su propio uno a uno, su propio tamaño, y esa proporción la da el blanco en que reposan palabras y dibujos. Ahí está el misterio que las páginas guardan y también lo intraducible del dibujo, por eso su blanco es parte de un mensaje. Todo libro tiene un mensaje, y la suma de ellos, de todos los libros, por ejemplo de esta colección, conforman una teleología porque

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tienen un fin; no como un acabamiento, si no como un horizonte: pasar de la sala al gran aula de la ciudad y del mundo. Los lectores no son testigos directos de los actos, pero estos pueden trascender cuando conservan el misterio del fin, que un lector cualquiera reconoce en el testimonio que se le presenta como verdadero. Legos y no legos cuestión distinta a lo llamado conocimiento, cualquier lector es todos: sabiduría de la ignorancia y la disciplina. El dibujo aquí es aprendible desde fuera y desde dentro, es decir, se puede ver; y dejar ver, hacer ver, es labor editorial. Un libro también es un lenguaje que viene viniendo de sus antecesores, de una tradición de los constructores de cuerpos legibles: Gutenberg, Aldo Manuzio, Francesco Colonna, y así, hasta nosotros: códices americanos, austeros, papelitos encuadernados, sólidos tomos que como un edificio se yerguen desde sus propias fundaciones: la de darse a los demás, la que uno guarda con el celo del misterio para al fin conducirse hacia el desconocido que toda lectura puede abrir. Gracias.

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El urbanismo desde el acto de habitar Fernando Pérez Oyarzun Arquitecto UC Director Programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos PUC

Agradezco a David la invitación a presentar este libro. Ella me ha permitido prolongar y dar continuidad a un interés que viene de mis tiempos de estudiante. He observado con atención, pero también con simpatía y con solidaridad, la trayectoria de la Escuela de Valparaíso. Siempre desde una cierta distancia, pero con un acceso fluido a sus hechos y a sus pasos. Salvando un gran arco de tiempo, esta ocasión me recuerda una del año 1982 con ocasión de los la celebración de los 30 años de la escuela: una mesa redonda en el Museo de Bellas Artes, en Santiago, donde, entre otros, se sentaba Sergio Larraín García Moreno. Si la memoria no me traiciona, comenzaba mi intervención de entonces preguntándome: ¿cómo se juzga algo en su propia ley? La pregunta aún meronda. El texto que David Jolly nos propone toca uno de las zonas neurálgicas de la Escuela. El tópico de la observación estuvo en el corazón de su surgimiento. Evolucionando y compartiendo su importancia con otros aparecidos más tarde, como el del «encargo poético», él ha permanecido en el centro de su pensamiento y su enseñanza. Desde su entronización en Valparaíso a comienzos de los años cincuenta, el método se extendió con variantes a otros dominios universitarios a los que marcó en diversos grados. A tal punto se ha naturalizado este fenómeno, que frecuentemente pasamos por alto el hecho de que, en Chile, fundar el proyecto en observaciones, e iniciarlos con recorridos urbanos es un fenómeno mucho más frecuente que en otraslatitudes. 11


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La observación se ha entendido, en la Escuela de Valparaíso, como el acto de atrapar un fenómeno a través de dibujos y notas que configuran un entrevero indiscernible a fin de atrapar la realidad y, si cabe, proyectarla a partir de lo que ella misma revela a nuevas configuraciones y nuevas formas. Comparte así la observación con la etnografía, esa valoración radical del unicum que nuestra realidad inmediata nos ofrece, como clave de comprensión de nuestro entorno. Tal compartir no debe entenderse en modo alguno como una forma de identidad; su objetivo es diverso. El tema de la observación como modo de indagación y como fundamento del proyecto, comienza a configurarse mientras Alberto Cruz enseñaba en Santiago. El se establece definitivamente en textos fundacionales, como la fundamentación de la Capilla de Pajaritos o la Urbanización de Achupallas. Desde entonces, en una búsqueda de coherencia, que está en la raíz misma de la escuela -enseñar al modo en que se practica- se ha venido cultivando ininterrumpidamente. Ha habido también elaboraciones teóricas sobre el tópico. Por mencionar algunas, los trabajos de Alberto Cruz «Estudio acerca de la Observación en Arquitectura» ( publicada en Cuatro Talleres de América) y también Don Arquitectura que, a su manera es una reflexión sobre laobservación. Este modo de entender la observación entronca, a mi juicio, con algunos otros que atraviesan el ethos cultural del siglo XX: el de la vuelta a las cosas, por ejemplo, que comparten la fenomenología o la pintura concreta y el del aprecio por el fragmento y la consecuente renuncia a entender el mundo a partir de sistemas cerrados y estructurados. Se trata de una sensibilidad que se puede encontrar en Dalibor Veseley, Peter Carl o Mary Ann Steane, quien escribe en este libro. Puede verificarse también en las formas que asume la ultima filosofía de Wittgenstein. En el terreno de la arquitectura, la posibilidad de la observación como fundamento del proyecto se propuso una suerte de refundación del proyecto a partir de una familiaridad con las cosas, por una parte, y desde fuera de ella misma por la otra.


Es por ello que la Capilla de Pajaritos emergía, no tanto de una reflexión sobre otras iglesias, de seguro presentes, pero invisibles, como la porción del iceberg bajo el nivel del agua, sino más bien de la experiencia de unos alimentos dispuestos sobre una mesa blanca, de la luz resultante de entornar los postigos de una habitación o del abandono del cuerpo sobre las arenas del mar. El propio Alberto Cruz se ha encargado de diferenciar la observación de la pura constatación y del enunciado de una opinión o un parecer, para vincularla al descubrimiento de un orden, pensándola como un actocreativo. No creo que se trate de un azar que el texto se presente en una versión bilingüe y que haya sido Mary Ann Steane quien haya traducido pacientemente las «observaciones» escribiendo una introducción que no constituye la pieza menor del libro. Hay en la genética de la escuela un doble movimiento hacia lo local y lo universal. Por una parte, su instalación y su enraizamiento en Valparaíso por la otra su apertura a América y al mundo, expresada en tantas ocasiones como el grupo de la travesía Amereida o en el interés que la escuela ha despertado internacionalmente. En buena parte, el libro de David es un libro sobre Valparaíso que, eventualmente, se abre a la dimensión americana a través de observaciones realizadas en el curso de travesías, pero que, a la vez, se ofrece en esta versión bilingüe a una consideración más general. En su introducción, Steane se empeña por situar el tema de la observación en el contexto de la idea urbana implícita en la Ciudad Abierta, relacionándola también con fenómenos contemporáneos que, a su manera, son tangentes con la sensibilidad de la observación. Así, la experiencia del flâneur descrito por Benjamin o la emergencia de las propuestas situacionistas de los años 50 y 60. Particularmente interesante es su referencia a la noción de fragmento: proceder a través de éste, implicaría una confianza en el modo en que expresa una totalidad de la que es parte. Más que una teoría de la observación, en el sentido tradicional del término, Jolly nos muestra la observación, a través de su ejercicio. La propia gestación del libro, que recoge una larga serie de observaciones semanales, es coherente

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con dicha actitud. Tales observaciones se agrupan en trono a temáticas que les otorgan coherencia, sin que pierdan su autonomía propia. En general, podríamos decir que se trata de observaciones contemplativas, observaciones que no están acuciadas, por ejemplo, por resolver un problema de proyecto. Los dibujos son representativos del largo ejercicio de observación que ha tenido lugar en la escuela. Un modo de marcar, de privilegiar los perfiles, de enmarcar un encuentro que se supone prolongado en una suerte de trama que va más allá de lo dibujado. Una cuidadosa administración de lo que se completa, lo que se insinúa y lo que se ignora, haciendo del blanco parte integrante del croquis. La afirmación de Alberto Cruz, en su prólogo, acerca de cómo las observaciones de Jolly elongan la brevedad que les es propia, nos remite a la estructura de los textos. Con variantes, Jolly incluye al comienzo una sección descriptiva. A ella se agrega una cierta reflexión sobre el motivo dibujado, para concluir con referencias más generales a la arquitectura, a la ciudad o a América. Esta observación elongada, en las palabra de Cruz tiene entonces ese carácter contemplativo reflexivo y en algún sentido pedagógico. La idea de publicar una observación semanal en el sitio de la escuela supone, en algún grado, introducir a otros, muy especialmente a los estudiantes, al mundo de la observación. Las tres primeras secciones a partir de las cuales Jolly ordena sus materiales, cuerpo, interior, espacio público, coinciden con modo en que el arquitecto y teórico holandés van der Laan definía la arquitectura: una relación proporcional entre muro, cuerpo, espacio interior y espacio exterior. La ciudad de la extensión y la extensión misma son declinaciones de la idea de exterior. El curso del libro lleva, por tanto, desde la proximidad del rostro al perfil de la lejanía. La titulación de las secciones es aproximada, no obvia ni estrictamente clasificatoria. Hablar del cuerpo puede así remitir a una ventana de guillotina o a un racimo de uvas, en los que la presencia de éste no es estrictamenteliteral. Las observaciones de Jolly se inscriben en una tradición generada por la escuela. Dicha traición se refiere tanto al modo de dibujar como al de nombrar.


Trabajar dentro de una tradición significa no proceder a partir del invento sino construir y desarrollar a partir de lo heredado. Ello va desde la manera de rayar hasta la de versificar la observación. Seguir así con provecho las observaciones de Jolly supone una cierta familiaridad que remite a un universo de referencias conocidas. Todo ello nos hace ver cuanto inscribirse en una tradición supone también la capacidad de mantenerla viva, oponiéndose con tenacidad al simulacro y a la tentación del manierismo. Toda tradición ha de ser a su modo reinventada. Estas notas a la publicación del libro de Jolly son marginales y que se refieren a asuntos que muchos podrian considerar también marginales, pueto que no están en el centro del acontecer publico. Aún así, cabría preguntarse por la importancia, o tal vez más precisamente, por el sentido, de una práctica como la de la observación, al modo como ha sido cultivada en la Escuela de Valparaíso. Una posible respuesta podría relacionarse con los frutos de la Escuela. Ellos son a su manera, los frutos de la observación. No cabe referirse a dichos frutos aquí y, por lo demás, creo que ésta sería una respuestainsuficiente. Recuerdo haber visto, hace mucho, unos cuadros de Alberto Cruz, tal vez pintados en su juventud que colgaban en la doble hospedería. Se trataba de unas telas en que solo se pintaba el perímetro a través de líneas y circulos de colores. La amplia superficie central quedaba blanca. Representarían ellos una respuesta a mi pregunta ¿Tienen importancia los márgenes? ¿Aquello que se da en los límites, donde algo comienza a ser? El libro de David Jolly está atravesado por el tema de la mirada. Tal vez en dicha preocupación resida una clave importante para entenderlo. Porque, en definitiva la observación no es sino una mirada que ilumina, para devolvernos una visión renovada de la realidad. Hemos naturalizado la mirada al punto de suponerla dada, automática, mecánica. La practica de la obsevación podría verse como un esfuerzo permanente por reconstruir la capacidad iluminadora de la mirada. Aquella que nos permite hacer aparecer nuevo y fresco aquello que delante de nosotros se

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desgastaba. Contribuir al cultivo y al dominio de esa práctica puede constituir uno de los sentidos más profundos de la publicación de este libro que, a su manera, va más allá de los dominios de la escuela. La mirada creativa es central no sólo para la práctica de la arquitectura sino para la posibilidad construir nuestro lugar en el mundo que es lo que hace eso que llamamos cultura. Volviendo al comienzo, un lector inadvertido podria preguntarse cual es la relación entre el urbanismo y la observación que el título propone. La pregunta sería legítima. La respuesta pareciera ser que es preisamente en fenómenos como los capturados por las observaciones que la ciudad, como experiencia, tiene lugar. De ser así, la confianza propuesta por el libro estaría en que es posible hacer el camino de vuelta desde el orden de la observación al orden de la ciudad, que es el que propone el urbanismo. Para inscribir debidamente este libro dentro de esa su propia tradición tal vez podriamos recordar las plabras finales de Alberto Cruz en su texto sobre la observación arquitectónica: Lo que hace posible estos textos y dibujos es treinta años de vida, trabajo y estudio entre poetas, escultores, pintores y arquitectos. Tal intento de ciudad. En ella el cuerpo del arquitecto no es el de un solo hombre. Entonces, la humana alegría de hacer cosas, como ésta: no es la alegría de hacer sólo lo que nos conduce a otros márgenes sino de hacer también aquello que simplemente es: un muro = la arquitectura.

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El libro de David Jolly: una nota a pie de página Godofredo Iommi Amunátegui Poeta Físico PUCV Profesor Instituto de Física PUCV

Una frase de libro realza un distingo entre la importancia y la plenitud de una obra. Sólo la plenitud recoge lo propio de un invento. Aquí, por cierto, no cabe ninguna oposición lógica. Tal distinción apunta, pienso, a un matiz de mayor delicadeza. La importancia implica cierta comparación, alude, por ende, a una medida externa. La plenitud, en tanto, denota una gracia que se despliega a solas desde sí misma. Sin embargo semejante florecimiento alcanza e indica la frontera misma que deslinda su resplandor. En las palabras liminares Alberto Cruz Covarrubias señala: “[…] este cuaderno de observaciones presenta una singularidad: la brevedad se elonga. Como un músculo”. Es posible cambiar de perspectiva. Elongar pone a prueba la fibra. Punto de fuga y punto de ruptura coinciden. El hilo sometido a fuerzas que exceden su resistencia se disgrega y convierte en cabo suelto. Estas páginas conciernen a ese límite. Exponen un contrasentido. Una lectura en sentido contrario. El lenguaje jurídico acoge una expresión pertinente: a contrario sensu. Antes de proseguir conviene disipar un poco la niebla. Esta nota refiere y se refiere a un antiguo vocablo casi caído en desuso: Arte. Considérese un conjunto E1 de palabras, de asertos o figuras del lenguaje:

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Vínculo poesía – arquitectura Origen Fidelidad Ha lugar Música de la matemática Destino Observar Abertura, Lo Abierto América Dar cabida Regalo Construir Santidad de la obra Vida y oficio Hospitalidad Contemplar . . .

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Los puntos suspensivos sugieren que esta secuencia no es exhaustiva. Entre estos elementos existen vínculos que a veces coexisten, diríase, de modo natural. A su través el conjunto se transforma en espacio conceptual. Ahora bien el Arte es el espacio dentro del cual este espacio vive y se sustenta. E1 pertenece al conjunto de los infinitos espacios posibles del Invento. Y el invento inventa su propio origen. Por ello, creo, rastrear la genealogía de sus elementos es vana tarea pues desconoce aquello que le confiere alcance y vigor. En este caso, Grecia, Roma, París, La Selva Negra o el estero de Marga-Marga nada dicen de aquello en virtud de lo cual este espacio es un invento: la combinación inesperada e


irreductible de sus elementos. Inventar es componer. En breve, bordear un abismo: todo puede quedar en nada. E1 es el espacio tácito y transparente de este libro. E1 es un espacio abstracto y las relaciones que entrelazan sus elementos definen una operación. Es dable pensar en la abstracción de una abstracción. La maravillosa preposición del genitivo permite concebir espacios cada vez más abstractos. No obstante, a tal efecto, la operación ha de adquirir una forma, a cada paso, más abstracta. Los elementos A1, A2, A3, …, Aj, … de E1 forman parte de un sistema de relaciones. A modo de juego cabe evaluar el número de combinaciones posibles entre los diversos Aj (j = número finito) y luego, afinando la óptica, determinar aquellas que poseen envergadura arquitectónica. Nótese asimismo que una secuencia de elementos puede generar una relación cíclica del tipo A1→A2→A5→A10→A1. Intentemos concebir mediante un ejemplo el paso desde E1 a un espacio de mayor abstracción E2. Atiéndase a la relación entre Regalo, América, Destino. Y supóngase, de modo arbitrario, que tal relación es la igualdad. Entre estos tres elementos de E1 se instituye una ecuación: Regalo = América = Destino Cada uno de estos términos define un dominio regido por su respectivo sentido. El vocablo Destino, a veces situado junto a “decadencia”, es asaz vago y América, en parte, parece adherirse a condiciones geográficas y tectónicas. La palabra de mayor amplitud, libre de cualquier “aquí y ahora” es Regalo. Entonces en el espacio E2 rige la ecuación: Regalo = x. Diríase que la identidad del término inicial permanece abierta: Regalo = … de suerte que sin tiempo ni lugar el rango de validez de la variable x es infinito. En estricto rigor, todo es regalo. Volvamos al espacio como invento. Pasar de E1 a E2 implica inventar la operación válida en E2. La operación define al espacio. Viene al caso la cautela: operar no es, de suyo ni siempre, definir. Me permito distinguir tres casos:

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coinciden Operar y definir casi coinciden casi no coinciden

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He cargado un poco las tintas al reiterar el adverbio casi para matizar la transición a veces infinitesimal entre la coincidencia y la no-coincidencia. En esta imperceptible variante reside la construcción de un espacio. Una palabra clave del libro es observar. Una mañana de bruma, al dibujar, David Jolly dice: “Comienzo a contar mientras dibujo”. Cada una de estas palabras cierne y concierne a una operación: la define desde dentro. La presencia del número en la mano y en la mirada establece el acto de medir. Un solo gesto congrega tres vertientes, observar, dibujar, contar. Esta operación, a cuyo través se trasluce otro elemento de E1, la música de la matemática, es definitoria y definitiva. Cada vez que el arquitecto observa inventa un vínculo. Sin antes ni después. Hago hincapié en ello pues otros elementos de E1 eluden este aspecto y aluden a operaciones de índole diversa. Una observación delicada en grado sumo del café Vienés de Valparaíso asigna la abertura a la distancia entre el umbral de lo posible y la nostalgia. La operación se encarna en el acto de indicar y lleva consigo una definición ostensiva: “esa es una silla”. Otro elemento de este espacio, ha lugar, señala una mínima diferencia entre dos intimidades –intimidad de la palabra e intimidad próxima– en el acto de construir una alcoba. Ha lugar oscila y vacila entre el matiz operativo y el matiz ostensivo de la definición. He hablado de Arte e Invento. Aquí concebidos al unísono definen un espacio cuya estructura combinatoria admite variaciones. Sin límite. No cabe un sistema conceptual único. Las reglas del juego aparecen en el acto de jugar: la fuerza interna del juego genera la medida en virtud de la cual la propia fuerza adquiere forma. Por ende la forma vive a merced del invento. Ella misma como invento crea el origen de su propio despliegue. Entonces la


tradición alcanza un punto indivisible donde se bifurca. Una vía conduce a la historia, al comentario y, en un caso extremo, al ritual. La otra senda semeja un espejo sin borde que refleja la minucia de su inicio. De súbito la tradición se recoge sobre sí misma pues ha de atravesar el rostro de su propio invento. Un fragmento del texto discurre acerca del lugar llamado plaza y de la fidelidad del sitio a la palabra que lo nombra. Pero es posible cambiar de nombre y de fidelidad. La fidelidad pertenece al espacio del invento. La métrica de E1 comparece en el canto, en la observación y en la contemplación. El riesgo irreductible de este pensamiento florece en tres verbos, cantar, contar, contemplar. El libro de David Jolly, fiel hasta el tuétano a cada elemento de E1, ofrece un cristal a cuyo través se vislumbra otro horizonte: El origen no es el origen

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Nota posterior al lanzamiento

Querido David, Leí tu libro con cuidado atendiendo a los matices que me fue posible discernir. La composición (texto breve/dibujo) favorece sobremanera la lectura. Me parece que tu obra se interna en lo propio de la Arquitectura de «las arenas»(expresión tuya...) y pienso, de la Arquitectura tout court. Esta densidad permite afinar ciertas perspectivas que me permito –desde fuera– anotar y comentar. Por cierto todo lo que voy a decir es sesgado y voy a seguir sólo algunos atajos. La conversación podría ser infinita. (1) El sentido del verbo «observar» se desprende, de manera lúcida, de las páginas 104 y 196: «Los arquitectos al observar miran, registran y miden» «... Nos hace ver su profundidad... trato de registrarla en un intento de hacerla calzar con algún número que nos haga de llave para construirla... Así comienzo a contar mientras dibujo... se comienza a contar cuando se registra, registrar es contar» Me he detenido en estas páginas pues, creo, ciernen y conciernen una «operación« clave. Diría que la presencia del número en la mirada del arquitecto está, en estas líneas, definida desde adentro; esta determinación no sólo indica: despliega el acto de medir. (2) Quisiera rastrear la resonancia de algunas palabras-expresiones conceptos del lenguaje de la teoría que expones: (a) En la p. 108, la «abertura» aparece entre la «nostalgia» y el «umbral de lo posible». Usando un modismo algo escolástico puede señalarse que en

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este caso la «abertura» se indica, se define de modo ostensivo: por así decirlo, se muestra con el índice. (b) En la p. 128, aparece «ha lugar». Simplificando en demasía: el paso de «intimidad próxima» a «palabra próxima» es el lugar del «ha lugar».Todo ello ocurre en una Alcoba «construida...medida».Aquí la definición de «ha lugar» oscila entre lo ostensivo y lo operativo. La finura de tu descripción (en estos casos y a lo largo de todo el libro) no me hace perder de vista esta idea: pienso que una teoría exige definiciones=operaciones arquitectónicas (ver (1)). En tal sentido la palabra «destino» es proclive a la vaguedad: p. 140 «...la forma de su orilla... debe cantar su destino que es el mar». De modo, tal vez más preciso, se emplea «destinación» y, a mayor abundamiento, la frase «Valparaíso trueca posibilidades de ir por presencia tridimensional ante el Pacífico que es su plano horizontal»(p. 168) o bien, en la p. 206: «Lo que tenemos con el mar es una relación... La función del puerto es una relación ...relaciones efímeras en la brevedad del tiempo». La palabra «destino» dice menos, mucho menos, de lo que parece. En la p. 170, la plaza =manzana vacía en medio de la traza de calles de tierra. Sin embargo, hoy, cualquier extensión disponible de dominio público=plaza. Problema: la primera definición posee una dignidad peculiar: la fidelidad. ¿Se trata de una ecuación del tipo fidelidad al nombre=fidelidad a la definición? En este caso, no obstante, la fidelidad no apunta ni apela a la definición. La palabra «plaza» tiene, diríase, un valor en sí. El texto –p. 110– tiene un giro que me parece propicio: «Se puede cambiar de nombre... y se parte con otra fidelidad». Se define un invariante:nombre=fidelidad. Este escorzo generaliza la formulación. La ciudad: «coexistencia de posibles» (p. 136), «...se obtiene un máximo... total de coexistencias»(p. 141), «...le permite a muchos construir su individualidad» (p. 143) parece definida de manera ostensiva pero, creo, subyace un sentido operativo.


(c) La versión al inglés trae consigo una diferencia que suele establecer un punto de vista: vacío del templo=interior of the temple (p. 107), vacío=yawning gap (p. 101), hábil artesano=clever artisan, con maestría=adroitly (p. 90), «dar cabida»=to accomodate (p. 103), omisión en la p. 116 del párrafo «Este interior nos permite ver... el espacio de la claridad». La traducción de Mary Ann Steane abre una senda que le es propia. Lo que no es poco. Querido David, aquí me detengo. Saludo tu obra. Un abrazo apretado,

Godo

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