ÉCFRASIS R E V Z I N E
N.03 / INTIMISTAS/ ENE 2015
La écfrasis supone re-presentar, es decir, volver a presentar un objeto plástico a través de tantas miradas se posen sobre él. Nuestro revzine, como nos gusta sustantivarlo, intenta ser no más que un espacio de reflexión y difusión en cuanto a la fotografía latinoamericana moderna y contemporánea, atendiendo, de esta manera, a una demanda que nos pusimos como normativa: crear diálogos entre palabras e imágenes fotográficas con el fin de concebir nuevas verdades. Somos un equipo constituido por gente muy curiosa, proveniente de distintos campos profesionales ligados a las humanidades y a las ciencias sociales, que desea, necesariamente, gritar los insomnes silencios que invaden sus cuerpos. Creación, edición y concepto Daniela Gómez-Castro Mónica Echegarreta Diseño Gala Garrido Fotógrafos de este número Andrés Paduano Beatriz Bellorin Melissa Cartagena Erick Achang Gala Garrido
Sobre esta edición: N.03 - INTIMISTAS Cuando reflexionamos en torno a la palabra ‘intimidad’, comúnmente pensamos en cuerpos humanos desnudos. Aparecen en nuestras mentes recuerdos, imágenes e ideas que giran en torno al sexo, al deseo oculto, a todo aquello que hacemos en nuestros invernaderos virtuales. Pero la palabra arropa mucho más que eso. La intimidad posee distintos significados, dependiendo de las culturas y las personas. Es la preservación del sujeto y sus actos en cuanto al otro e, igualmente, se refiere a la característica de un lugar que invita a este estado del ser humano. Se trata entonces de la esfera personal de cada cual; es el espacio donde se hallan los tesoros que el silencio resguarda. En La tierra y las ensoñaciones de reposo, Gaston Bachelard apunta que, para lograr un discernimiento del concepto de intimidad, primero debemos determinar topoanalíticamente esos lugares íntimos que albergan símbolos de protección. La vida privada hace alusión a todo aquello que no está al alcance de los demás. Son los aspectos de la vida que se encuentran escondidos y confinados, a veces metafóricamente, detrás de las cortinas y las puertas de los hogares. El arte y la fotografía funcionan como ese sitio; como una suerte de bisagra reveladora en cuanto a la intimidad. Es por ello que en esta tercera edición decidimos arriesgarnos a explorar y desvelar la noción de intimidad como presencia, como espacio de lo privado que se revela a través del arte. Las fotografías y palabras que dialogan en este volumen, revelan pedazos de vida que aquel detrás de la cámara necesita inmortalizar. Se cuelan sus fortunas de intimidad las cuales viven perennemente en el silencio que define a la imagen-foto.
“Como la mayoría de las personas, no tengo pudor al mostrar lo que hago” - Andrés Paduano, fotógrafo venezolano radicado en Madrid. 7 años en Madrid y Rostros: un diálogo entre la intimidad propia y la del otro Daniela Gómez-Castro
En tu serie "7 años en Madrid", observamos que muestras retratos de lo que ha sido tu vida durante ese tiempo. ¿Consideras que expusiste tu intimidad a través de esas fotografías? En cuanto a esas fotos diría que expuse más bien mi cotidianidad, aunque es verdad que la cotidianidad básica puede llegar a ser muy íntima. ¿Podrías decir que a través de tus autorretratos expresas emociones? ¿Son éstos trabajos difíciles de lograr y sobre todo, difíciles de mostrar? Tengo pocos autorretratos lo suficientemente preparados como para decir que expreso alguna emoción específica; por ahora los hago pensando en el contexto en el que estoy. Me parece un estilo sumamente difícil y más en la "era del yo" en la que vivimos, que la
gente se retrata segundo a segundo; al parecer su progreso vital depende de ello. Como la mayoría de las personas, no tengo pudor al mostrar lo que hago. ¿Las personas retratadas en la serie fueron o son allegados a ti? La mayoría son personas que veía por ahí, completamente desconocidos. Pero hay algunas que son grandes amigos y amigas. ¿A quiénes retratas en tu serie "Rostros"? ¿Crees tú que, a través de hacer fotografías de rostros, puedes penetrar en la intimidad de las personas? Retrato principalmente personas con las que coincido en rodajes, es un ámbito que da juego a poder poner en este compromiso de cercanía a la gente. Fuera de este contexto solo puedo hacerlas a personas con las que tenga confianza y en muy pocos casos son completamente desconocidos que me llegaron a transmitir buena energía. Respecto a la intimidad, eso intento. Juego a acercar el objetivo lo más cerca de los ojos que pueda y a entorpecer mi capacidad para que con la espera la mirada se relaje.
Encuentra estos y más trabajos de Andrés en: http://www.andrepaduano.com/
Beatriz Bellorín: un retrato íntimo en latitudes lejanas Daniela Gómez-Castro
Beatriz Bellorín, socióloga y fotógrafa venezolana, nos ofrece un relato sobre su estadía en Londres, mientras cursaba un master en antropología visual. Estar allí la llevó a experimentar con un autorretrato íntimo. Posteriormente, lo relacionó con fotografías de los lugares donde hizo vida durante su estancia en esa ciudad que se le hacía ajena. Londres, comenta, le pareció una ciudad diferente a lo que esperaba; sabía que se trataba de una gran ciudad, mas no contaba con que el sol estuviera tan ausente, a pesar de lo que había escuchado al respecto. Sus emociones en las cuatro paredes de su habitación fueron expresadas a través del lente de su cámara y la ciudad cada vez se le hizo más cercana en la medida en que su dispositivo de registro de imágenes se presentaba delante de ella. De cierta forma, este ejercicio la ayudó a aproximarse, al mismo tiempo que comprender lo que le estaba sucediendo dentro de sí misma. No fue sino hasta un tiempo después que se enfrentó a sus fotografías y logró ensamblar su serie Mis itinerarios: tiempo y distancia. Veía cómo autorretratos y fotos
de ciudad se componían en un discurso contrapuesto; se entendían porque hablaban un mismo idioma. Más que un viaje al extranjero, Beatriz hizo un viaje dentro de ella misma. La noche la acompañó durante mucho tiempo; venció el miedo tanto a lo exterior como a lo interno. Gracias a su cámara logró que la hostilidad del autobús nocturno se le hiciera más llevadera, que la lluvia pasara y los días nublados la arroparan. La soledad, el invierno, las salidas nocturnas, la primavera y, al fin, el invierno; fueron una travesía a través del tiempo y la distancia que la llevaron a exponer su experiencia no solo en un resultado fotográfico sino audiovisual. El viaje de Beatriz es también nuestro. El poder de la imagen se hace visible cuando logra, a través de sus 26 dípticos de emociones íntimas encontradas con el mundo exterior, hacernos sentir parte de su proceso al pasar una a una las páginas de la publicación impresa que hizo de la serie. Beatriz Bellorín, Distance and Time: a Journey of the Self (Caracas: Fondo Editorial La Cucaracha Ilustrada, 2010).
MELISSA CARTAGENA: entre lo otro y lo íntimo Mónica Echegarreta
“I'll be your mirror / Reflect what you are, in case you don't know / I'll be the wind, the rain and the sunset / The light on your door to show that you're home” The Velvet Underground
Hacer un retrato es una forma de permear en la intimidad del otro. Es remover un velo, descubrir. Es advertir con la vista los acentos de la otra persona. Hacer un retrato es crear una duplicidad con el otro que es tanto engaño como verdad. Aquel que retrata es igual de partícipe de la acción y el resultado; cuando alguien nos mira, instantáneamente nos volvemos parte de su conciencia. En esa otredad, ese instante conexo entre retratista y retratado, se forjan analogías entre ambos puntos. Melissa Cartagena hace retratos fotográficos. Más bien, crea tipologías de retratos con los que, las modelos en cuestión, se auto descubren mientras se enfrentan al lente de la cámara. El proyecto de esta fotógrafa colombiana se titula 'Dócil' y está compuesto por
numerosas imágenes en blanco y negro de íntimos cuerpos femeninos. Melissa se piensa a sí misma como un "instrumento, de esos que ven la vida a blanco y negro y al ritmo de una canción de Slowdive." La experiencia que envuelve la creación de estos retratos es, en cierto sentido, dinámica. Algunas de las mujeres son capturadas siendo ellas mismas, desde la timidez o soltura que las define; otras, por el contrario, desvelan sus alter egos, esos otros-yo que también son ellas y que, por alguna razón, ansían manifestarse frente a la cámara. Son los escorzos, las posiciones de las manos, la luz que baña sus labios y pestañas, y los cabellos impregnados de brisa, los que nos anuncian un sinfín de emociones. Melissa juega a ser la aguja que teje las tramas indisolubles donde las miradas quedan apresadas en la línea de los ojos. Ella es un espejo, un canal, una prótesis. El arte y las ficciones nos enseñan que podemos descubrirnos y construir versiones de nosotros mismos a partir del otro. Pensemos en el doble de Narciso o en el escudo de Perseo; inclusive, en los espejos que reflejan a enigmáticos personajes con palabras. Melissa exprime las locuras silenciadas y los reencuentros consigo mismas que estas mujeres experimentan. Sus retratos, en definitiva, muestran aquello que se halla inscrito en sus pieles. Más sobre Melissa en: http://cargocollective.com/MelissaCartagena
Erick Achang: la permanencia de la impermanencia Mónica Echegarreta
Son muchos los teóricos de la imagen que nos hablan de la fotografía como huella, como indicio del pasado en el presente que trasciende al futuro. Uno de ellos, Philippe Dubois, apunta en El acto fotográfico que esas huellas luminosas que llamamos fotografías están, en cierto sentido, intervenidas, filtradas, mediadas por un desajuste, por un encuentro entre la experiencia individual (casi) privada, el cronotopo y la imagen reproducida. Ello también supone una suerte de revelación y captación en cuanto a la esencia de las cosas. Sabemos que las fotografías despojan nuestra realidad concreta; realidad que es impermanente y que está formada de manifestaciones, transformaciones y extinciones. La noción de impermanencia, desde la doctrina filosófica budista (Anicca), se refiere a la fragilidad y fluidez de la materia. Es un concepto que parte de la idea de que la estabilidad es una ilusión y que, más bien, nuestra existencia se encuentra en constante mutabilidad. Somos, en ese orden de ideas, seres cambiantes en un universo cambiante. Con su serie fotográfica Impermanente, Erick Achang (Los Teques-Venezuela) captura paralelismos del estado efímero del ser partiendo de la transitoriedad de la existencia. Su mirada es intimista. De ella emana su menester personal en relación con una producción de presencia y de sus encuadres reverberan tantas emociones que las sentimos en nuestra propia piel. Muestra un laberinto de ideas; fragmentos de experiencias construidas de fusiones entre lo íntimo, lo extraño, lo pasajero y lo estable. Acentúa el color, la textura y el carácter fugaz de ciertos instantes de nuestra cotidianidad que a menudo pasan inadvertidos: gotas de agua que permean la piel; el brillo y la textura de los frutos secos envueltos entre líquenes; un hilo que ha sido amarrado a un dedo y que dejará su rastro; patrones de un río que se funden entre sí hasta perder su individualidad. Éstos son elementos que, para el fotógrafo, bajo una existencia condicionada, están sujetos al
cambio, al ciclo nacimiento-muerte-renacimiento. Así pues, a través de la mirada de este fotógrafo, entendemos la intimidad como aquella capaz de captar la esencia de las cosas, lo cual también supone una evolución en la dialéctica existencial. Las fotografías son permanencias que reflejan impermanencias. Erick, con sus imágenes, se enfrenta al oxímoron que define al acto fotográfico mismo, en cuanto a inmortalizar estáticamente; en cuanto a parar hoy eso que ya fue para que exista mañana; en cuanto a plasmar una repetición mecánica que es imposible de repetir existencialmente.
Los invitamos a conocer mรกs sobre el trabajo fotogrรกfico de Erick Achang en: https://www.flickr.com/photos/erickachang/ @erickachang
"El fetiche de los fotógrafos es la no escapatoria; la cámara siempre termina siendo nuestra propia memoria." Gala Garrido (Caracas-Venezuela) es fotógrafa, comunicadora visual y directora de la Organización Nelson Garrido (ONG). En esta entrevista, nos cuenta sobre algunas nociones intrínsecas a su obra: la intimidad, la cotidianidad y aquello que la misma denomina como anti-autorretrato. Daniela Gómez-Castro Tu trabajo fotográfico ha girado en torno a una tríada de temas: lo cotidiano, el erotismo y la intimidad. A propósito de ese último, ¿qué significa para ti el término “intimidad”? Yo creo que la intimidad es aquello que uno no quiere dejar ver. Cuando algo es íntimo, no lo quieres mostrar porque te duele. La intimidad se trata de los momentos de derrota, de miedo. Siento que el reto con respecto a la intimidad es precisamente mostrar la fragilidad que todos vivimos. La fotografía es una manera de asumirlo. En mi caso, cuando hago autorretratos y fotografío mi intimidad, busco revelar esas cosas que me duelen y que me molestan. Es una especie de catarsis con la cámara. Yo nunca he logrado fotografiar algo alegre. Cuando estoy feliz, no me provoca sacar mi cámara; no me provoca registrar esos instantes. Cuando superamos etapas, el trofeo es justamente esa cicatriz. Para mí se trata de cerrar ciclos. También me pasa con las puestas en escena. Siempre he dicho que mis “Imágenes desechables” son el tras cámara de lo que pasa entre una foto y otra en cuanto a las puestas en escena del trabajo de “Los suicidios incesantes”. Las personas suelen ver estos trabajos muy separados entre sí porque estéticamente son muy distintos, pero en verdad intervienen los mismos temas. Trabajar con intimidad es muy difícil; todos sufrimos, todos estamos despechados, todos nos sentimos solos.
Entonces una se pregunta, “¿por qué hacer algo especial de mi situación si todos pasamos por lo mismo?” Pero se trata precisamente de eso. En la intimidad hay una suerte de función chamánica, de sanación y decidí, por eso, tomármelo más en serio. Con la puesta en escena, está el juego con la máscara; la imagen no está allí para que la gente entienda lo que hay detrás de ella, lo que se esconde. Pero en las “Imágenes desechables” sí soy yo, no hay máscara con la que pueda jugar a ser otra. Cuando mostré ese trabajo por primera vez, me aterré; salí corriendo. Pero luego me di cuenta que no importaba mi historia porque nadie la sabía. E, igualmente, sucedió algo
interesante con lo femenino. Las mujeres conectaban sus propias experiencias de vida con mis fotografías. Los hombres, por el contrario, no soportaban ver las imágenes. Nunca me imaginé que eso sucedería pero son problemas tan cotidianos que todo el mundo se puede identificar. La gente no me ve a mí sino a sí misma. ¿Es difícil para ti volver a esas fotografías en la actualidad, ya después de haber superado la exposición y las experiencias vividas? Hoy en día no tienen el mismo valor que antes. Las fotografías son como unos portales; contienen el pasado, el presente y el futuro. En ellas leemos unas cosas y luego, en el futuro, se van a leer otras. Es como el Tarot o el oráculo. Mi problema, en aquel entonces, era que yo me estaba enfrentando a fotografías que tenía mucho tiempo sin contemplar; y me encontré con mis demonios, con esas cosas que no nos gustan de nosotras mismas. En la actualidad, a propósito de que ya las afronté, no es difícil verlas. ¿Cuándo empezaste a relacionarte con el concepto de intimidad? Desde hace mucho tiempo me ha obsesionado el concepto de intimidad. Y creo que me asusta la vida cotidiana. Es algo de lo que nadie se puede zafar: todos comemos, nos enamoramos, tenemos que limpiar la casa. Es inevitable. Me aterra la repetición; me da hastío. Siento que la memoria es lo más desconfiable que hay en la vida, es muy subjetiva. Vamos modificando nuestras historias y recuerdos según los vayamos entendiendo. Por el contrario, fotografiar lo cotidiano no permite que te engañes. Y creo que eso es lo más valioso de registrar la cotidianidad. El fetiche de los fotógrafos es la no escapatoria; la cámara siempre termina siendo nuestra propia memoria. Funciona para reflexionar, para no autoengañarte y como una forma de ganarle una batalla al tiempo. Y no sólo lo he hecho a través de la fotografía. Cuando era pequeña, tenía un grabador Fisher Price que amaba y con el que grababa todo lo que pasaba en mi casa: sonidos, ruidos, conversaciones. Para mí, en aquel entonces, hacer eso era como un juego. En cuanto a tu investigación, me gustaría que me hablaras de aquellos fotógrafos que trabajan la intimidad y que captaron tu atención.
Cuando tenía trece años, conocí el “Tokyo Hole” de Nobuyoshi Araki y “La balada de la dependencia sexual” de Nan Goldin. Primero conocí a Araki y las imágenes de los burdeles me sedujeron por completo. Enseguida encontré a Nan Goldin y lo que más me impactó de ella fue la fragilidad, su dolor. A nivel erótico y fotográfico, creo que es más fácil entender el imaginario masculino, tal vez porque es socialmente más aceptado. Pareciera que, en el arte, las mujeres bellas desnudas están bien, son admisibles. Por el contrario, una visión femenina y erótica sobre el cuerpo masculino sigue siendo un shock. Casi no hay referencias así hechas por mujeres. Por eso me vinculé tanto con Nan Goldin y después determinó un montón de cosas con respecto a mi imaginario erótico. Me reencontré con Araki gracias a la serie “El viaje sentimental”, que es su primer trabajo y en donde retrata su viaje de bodas. También “Viaje al invierno”, aquella serie en la que captura el proceso de la enfermedad de su esposa: ella muriendo, su intimidad y cotidianeidad como pareja. Cuando hace estas dos series, Araki era otro, era un hombre que amaba profundamente a su mujer. Ése es el Araki que más me hace vibrar por lo frágil que se muestra. No puedes fingir la fragilidad, es imposible. ¿Cómo entiendes el diálogo entre intimidad y arte en nuestra contemporaneidad, a propósito de las redes sociales y los dispositivos multimediales? La mayoría de las fotografías que se publican en las redes sociales carecen de sinceridad y de fragilidad, son pretensiones de felicidad. En la charla que dicté en la Fundación Cisneros, desarrollé un concepto que denomino como anti-autorretrato. Si se supone que los selfies son autorretratos, entonces lo que yo hago es anti-autorretrato, lo que hace Araki podría ser un anti-autorretrato, lo que hace Nan Goldin también. ¿Cuántas personas que se toman selfies se atreven a publicar autorretratos en los que salen tristes o golpeados? Hay una pretensión de verte bella y de mostrar tu intimidad así. Y los autorretratos no son necesariamente bellos. La gente es realmente feliz, con suerte, minutos, horas de sus vidas. Eso de transformar tu vida en un reality show en donde tú eres exitosa, tienes un novio bello, tu casa es bella, tus gatos son bellos y ganas plata, no es sincero. Estás vendiendo el éxito y la felicidad. Es muy irónico, es como una
puesta en escena de lo cotidiano. Siento que esas herramientas se podrían utilizar de maneras increíbles. Yo, por ejemplo, he tenido blogs desde los 15 años. La percepción sobre los blogs, hace 10-13 años atrás, era diferente y de ellos salieron trabajos interesantes, como por ejemplo, el “Diario digital” de Natacha Merritt en el cual mostraba fotos de su vida cotidiana tomadas con una web cam. Quizás esto que sucede en la actualidad era lo que todos soñábamos en aquel momento, pero se transformó en un monstruo que se revirtió.
No hay reflexión de ningún tipo. El momento decisivo de Henri Cartier-Bresson se desfiguró. Siento que estamos muy encima de todo para entenderlo y creo que tiene que pasar un tiempo para que podamos reflexionar con distancia. Tampoco sé cuáles van a ser las consecuencias. La fotografía es como hacer poesía; vas juntando versos y creando metáforas. Esto que está pasando con las redes, vacía por completo el significado de la imagen.
Web: ecfrasis.org / Facebook: Écfrasis / Twitter: @Ecfrasisrevzine/ Instagram: @Ecfrasis