Cola de sirena baja

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COLA DE SIRENA Texto: Alba Barbé i Serra y Sara Carro Ibarra Ilustraciones: Joan Turu

EDICIONS BELLATERRA



Para las nĂłmadas y viajeras. Para aquellas que se alejan de los meridianos y resisten el vaivĂŠn del barco cuando ya no estĂĄ en tierra firme. De quienes hemos aprendido nuevas visiones sobre las fronteras.


Lo que más le gustaba a Roque era mojarse los pies en el mar. Con los ojos cerrados podía escuchar el viento paseándose por las calles del pueblito de pescadores donde habían acampado. Era el primer verano que iba unos días de colonias con su clase. Dormirían en el bosque ¡y en tienda de campaña!

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Esta noche no irían a la playa a mirar las estrellas. Había fiesta de disfraces. En la antigua lonja del puerto habían puesto unas luces de neón y una bola de discoteca que hacía chiribitas. En un rincón de la sala, detrás de unas bambalinas, había un baúl lleno de disfraces. Mientras oscurecía, Roque se había entretenido persiguiendo a los cangrejos del espigón. Ahora tenía solo cinco minutos para preparar su disfraz… ¡La pasarela estaba a punto de empezar! 9


Roque avanzó decidido. Podía andar perfectamente porque la falda que hacía de cola de sirena daba para caminar. Pero él saltaba con los pies juntitos, como se imaginó que hubiera hecho la sirena en la que se había convertido si hubiera estado en medio de aquella sala discotequera. Las carcajadas de los niños y niñas sonaron tan alto que ocultaron el rugido del mar. ¡Roque se ha vestido de sirenita! ¡Parece una chica!

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Sopló el viento y entreabrió la puerta. Sin pensárselo, Roque salió corriendo. Sentía tanto peso en el pecho que quería ir a mirar las estrellas para que le limpiasen por dentro. Era un truquito que había aprendido de su papá. Se fue hasta el final de la playa, donde está lo más oscuro, para que, si venían a buscarlo, no lo encontrasen. Tenía un batiburrillo de emociones. Estaba enfadado, triste y desorientado. Pero, sobre todo, sentía mucha vergüenza. No quería volver a ver a nadie de su clase nunca más. Tenía la sensación de haberse equivocado, aunque no sabía exactamente en qué. Se repetía a sí mismo que ya había aprendido que no se podía disfrazar de sirena delante de nadie. 13


«¿Me lo quito?» se preguntó. «No, todavía no». Era la primera vez que llevaba una falda brillante y una camisita de tirantes de colores. Le colgaban unos flecos que le recordaban a las olas del mar. Había algo de eso que le gustaba mucho. «¿Qué será? ¿Es malo que me guste?» se preguntaba. Vio a lo lejos que alguien bajaba a la playa. ¡Venían a buscarle! Sigilosamente, entró en la cueva que había al final de la playa y se quedó allí escondido. Acurrucado sobre una roca, en posición de sirena, se quedó dormido. 14


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Le despertaron unas gotitas de agua en la cara. Abrió los ojos y se dio cuenta de que a su alrededor, sobre las rocas redondas, también había sirenas descansando. ¡Uao! ¡Nunca antes había visto una sirena! Sentía una mezcla de alegría máxima, nervios y miedo. Las gotitas se las salpicaba una sirena traviesa desde el agua. –¡Venga! ¡Tírate al agua! Roque fue a mover los pies y… ¡sorpresa! ¡Se encontró una cola de sirena! 16


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Prudente, primero metió la punta de la cola en el agua. Y después, ¡plaf!, ¡adentro! Al sumergirse, la sirena le tendió la mano y, a toda velocidad, dieron un paseo por el fondo del mar. ¡La sensación era tan diferente a nadar con pies! ¡Podías ir tan rápido! Sin cansarte apenas y sin salir a respirar. Los colores y las formas se veían tan diferentes dentro del mar… ¡Y los ojos no picaban! ¡Era tan feliz! –Me quiero quedar a vivir un tiempo con vosotras –le dijo Roque a su nueva amiga.

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Al volver a la cueva, las sirenas que estaban encima de las rocas redondas habían desaparecido. No, no. Desaparecido, no. Estaban todas en el agua. –¡Rita! Te estábamos esperando –dijo una de las más ancianas–. Venga, ¡prepárate!, seguimos el viaje. En cuanto se esconda la luna nos vamos al fondo del mar. –Mamás, ¿puede venir Roque con nosotras? ¡Nada muy rápido! Las sirenas se miraron entre ellas… –Mmm… joven, tenemos una norma. Si quieres venir con nosotras, tienes que dejar de ser un humano y ser una sirena para siempre. No es una elección fácil. Tienes tiempo hasta que se esconda la luna para tomar una decisión. 21


Roque salió del agua. Estaba muy confundido. ¿Cómo iba a tomar una decisión tan importante? ¿Qué era lo que quería? Ser una sirena le gustaba mucho. Le encantaba. Los movimientos ondulados, el collar, el tacto suave de la cola y el pelo que se despeinaba en el agua, nadar tan rápido… Pero ser un humano también le gustaba mucho. 22


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De repente, sin que nadie se diese cuenta, muy cerca de Roque se paró un cangrejo. Golpeó con su pinza en la roca, como quien llama a la puerta. Toc, toc, toc. Roque se agachó y se dio cuenta de que el cangrejo le estaba hablando. –Ven aquí, muchacho sirena, ven aquí. ¡Cada luna llena la misma historia! Todas las personas que, como tú, llegan a la cueva tienen que tomar una decisión. Una cosa o la otra. Blanco o negro. Carne o pescado. Chico o chica, humano o sirena… Y cada vez que lo veo puedo ver también el dolor que provoca tener que elegir. ¡Como si solo hubiese dos opciones! ¿No puede ser que una decisión sea también que no quieres tomar una decisión? –Pero… ellas han dicho que debo elegir… –dijo Roque. –No digo que no tengas que elegir, solo que decidir que no quieres elegir es también otra posibilidad. 25


Roque estaba desorientado. No entendía todo lo que decía el cangrejo, pero sí la última frase. Él no quería elegir. Le decían que era un ser humano y que se podía convertir en sirena.

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No entendía por qué era una cosa que se tenía que convertir en otra. Además, ¡para siempre! Él era Roque con una cola de sirena.

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Le sorprendió una gota de agua en la nariz. Unos pocos nubarrones habían escondido la luna. Escuchó que alguien lo llamaba y miró hacia el otro lado de la playa. Anunciaban por el altavoz que la pasarela estaba a punto de comenzar. Cuando Roque se giró, el cangrejo había desaparecido. Las luces de los barcos amarrados iluminaron un rastro de movimientos veloces bajo el mar. «¡A punto de empezar!» Roque se arremangó la falda y salió corriendo para la fiesta con su preciosa cola de sirena.

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Corregido y traducido al castellano por Inés Marcos Lantero © del texto, Alba Barbé i Serra y Sara Carro Ibarra, 2016 © de las ilustraciones, Joan Turu, 2016 © Edicions Bellaterra Navas de Tolosa, 289 bis. 08026 Barcelona www.ed-bellaterra.com

C bdn Esta obra puede ser distribuida, copiada y exhibida por terceros si se muestra en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial y las obras derivadas tienen que estar bajo los mismos términos de licencia que el trabajo original.

ISBN: 978-84-7290-794-2 Depósito Legal: B. 21.015-2016 Impreso por Impuls45 Gràfica. Granollers (Barcelona)




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