Portada COSQUILLAS cast (3G)8
27/4/12
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Cosquillas uillas o de cosq id d a v in ían as la hab s o ip r a m s noche, la La última barriga. la e d jo ela? deba e nríes, abu o s é etapas d u s q a r t n i t s i —¿Po as d s ñas, en l e u q e periencia p x e y e u d m o e n desd o lle ltar un camp ompaña, c y a ede resu je s a u o z p n i d s d o n a e n d r i l s p a ece La sexua as, fuente de a que a v a e n s u e s P s fantasí . E u o . s l a l y d o i r s r v o a e a des des nuestr al. Como idad, sus a nuestro r l r g a a e u p t x n s e i a s s e o ble e su muy vali o saluda iaturas d d r c o s m a l n u a entación ar de l m i b n r a a e c h p z l x i e e c r í dif bre ue c over la li ibuye a q m r t o n r o p c e t o l n a rta hacer torno a l , es impo s n a e t l o i u r d a a n agi persones liar el im p m a y o erp con el cu ad. sexualid ISBN: 978-84-7290-583-2
Edicions Bellaterra
Texto Alba Barbé i Serra Sara Carro Ibarra Ilustraciones Núria Fortuny Herrero
Cosquillas Texto Alba BarbĂŠ i Serra Sara Carro Ibarra Ilustraciones NĂşria Fortuny Herrero
Edicions Bellaterra
El olor a brócoli y a tomates. Tu sabia mano en mi mejilla, los despertares en las almohadas verdes. A mi abuela. A las que me ayudasteis a tejer estrategias en tiempos de la mala educación. A mis Tona’s, con quienes compartimos recetas. A Talia.
Ha llegado la primavera con su brisa cálida. Es jueves, y al salir de la escuela, Ira y Tona han ido al parque. En la arena hay tres niñas jugando a un juego que parece divertido.
—Hola, ¿podemos jugar con vosotras? —No, estamos jugando a un juego muy especial. —Nosotras también queremos jugar. —No, vosotras no podéis, porque sólo pueden jugar las personas que tienen poderes mágicos. Contrariadas, Ira y Tona se esconden en la casita. —Mira, tengo una idea. ¿Traemos arena a la casita y hacemos magia nosotras también? —dice Tona. —¡Ira! —¡Tona! —oyen de pronto. Son las voces de la abuela de Ira y el padre de Tona que las están llamando porque es hora de marcharse.
—¿Falta mucho para llegar a tu casa, abuelita? —¿Ves aquel mural al final de la calle?, cuando lleguemos allí estaremos muy cerca. —Es que estoy muy cansada. Además, las niñas del parque nos han dicho que no podíamos jugar con ellas porque no tenemos poderes mágicos. ¿Hay gente que sabe hacer magia de verdad, abuela? —¡Claro que sí, Ira! ¿Te acuerdas de aquellas personas que acariciando la arena con las manos hacían aparecer castillos, barcos y piratas? ¿Y aquellas chicas que con una especie de varita mágica esparcían colores en esta pared?, mira qué bonita ha quedado —dijo la abuela al pasar por delante del mural—. Hay mucha gente que tiene magia en las manos. ¿A ver las tuyas? Mmm… Corre vamos a casa, ya verás lo que vamos a hacer tú y yo esta tarde.
—¡Qué lío! —A ver, ¿qué hemos puesto hasta ahora? —Harina, harina de garbanzos, yogurt, azúcar, aceite, agua y chocolate. ¡Ya está! —grita Ira, ilusionada. —Mmmm… ¡Pues sí, ya casi está! Todavía falta el ingrediente más importante. Prepara las manos para poner los polvos mágicos que convertirá esta masa en una deliciosa tarta de chocolate. Justo cuando la abuela abre el horno, ¡ding dong!, suena el timbre. Es la madre de Ira, que pasa a recogerla para ir a su casa. —Mamá, mira, hemos hecho un experimento de magia. Ahora no podemos irnos, tenemos que ver si funciona. —Venga, Ira, si quieres mañana vuelvo a recogerte al salir del cole y merendamos aquí —dice la abuela.
—Ira, es hora de acostarse —le dice su madre después de cenar—. Ve a hacer un pipí, lávate los dientes y las manos bien limpias. «Sí, lo tienes claro, las manos no me las pienso lavar, perdería la magia», piensa Ira cuando va al cuarto de baño. Ya en la cama, su madre le da un beso de buenas noches y le deja la luz de la mesilla de noche encendida. Esta noche no habrá cuento porque su madre está muy atareada. Ira, muy agitada por todo lo que ha aprendido durante el día, no puede dormir. Siente la magia en sus manos y empieza a mirarlas con atención volteándolas en el aire y jugando con ellas. Las manos de Ira comienzan a dibujar formas extrañas sobre las sábanas. De pronto aparece una mariposa revoloteando sobre su cama. —¡Voy a atraparla!
Parece que la magia empieza a esparcirse por todos los rincones de la cama y de su cuerpo. Las cosquillas la invaden de la cabeza a los pies. La mariposa se posa sobre la almohada verde. Ya la tiene. Se lanza encima de ella. Revolotea debajo de su barriga y no para de moverse. Juguetona, baja más allá del ombligo, Ira no puede dejar de sentir su aleteo entre las piernas. Coge fuerte la almohada para que no se le escape. —Ahora te haré cosquillas a ti —le dice. Y comienza a balancearse arriba y abajo cada vez más rápido. De pronto, la mariposa estalla en mil pedazos proporcionándole una sensación desconocida que la hace temblar entera. —¡Eso sí que es magia! Ira se levanta para ver todas las mariposas pero ya no están. Han desaparecido. Esta noche Ira tendrá dulces sueños.
—10, 9, 8, 7… 0. ¡Vale! Ira y Tona se han encontrado en el mismo escondite, detrás del cerezo del patio del colegio. —¿Sabes qué, Tona? Ayer hice magia. —¿Ah, sí? ¿Qué hiciste? —Hice una tarta de chocolate con mi abuela y después, cuando estaba en la cama, aún con los dedos llenos de magia, hice aparecer una mariposa que se escondía por todos los rincones de la cama. Hasta que conseguí pillarla. —Quiero verla, ¿la has traído? —Noooo. Se posó en la almohada, y me lancé sobre ella para jugar y empecé a balancearme porque quería hacerle cosquillas yo a ella. ¿Y sabes qué pasó? —¿Qué? —La mariposa empezó a hacerme muchas cosquillas entre las piernas. Y lo más impresionante fue que cuando miré la almohada para verla, había desaparecido. —Eh, ¡yo también he jugado a este juego! A veces me imagino que soy una jineta y me pongo en una esquina de la cama como si fuera mi caballo. ¡¡¡Y me da unas cosquillas!!! Pero no se lo digas a nadie, ¿vale?
De pronto aparece Aleix, un compañero de clase. —¿De qué habláis? —De nada. Es un secreto. Son cosas que no se pueden contar. ¡Cuidado, que nos pillarán! —susurra Tona. —¡Un, dos, tres, Aleix. Un, dos, tres, Tona. Un, dos, tres, Ira! —se oye a lo lejos.
—No abras los ojos todavía. —¡Es que si no los abro me duermo, abuela! —Y ahora… preparada, ¡ya! ¡Mira qué maravilla! —Uauuuu… ¡Se ha vuelto gigante! —Venga, pues, toma un trozo y cuéntame cómo te ha ido en el cole. —Mmmm… ¡Qué rica! —dice Ira, que tiene los dedos llenos de chocolate—. Abuela, a la hora del recreo hemos jugado al escondite, y Tona y yo nos hemos escondido en el mismo lugar. Le he contado una cosa y me ha dicho que mejor que no lo contara a nadie más, y no sé por qué. —¿Y tú quieres contarlo? —Creo que sí, porque fue muy divertido. ¿Te lo puedo contar? —Claro que sí. Ira, un poco nerviosa pero muy contenta de poder compartir aquello con su abuela, le cuenta como las mariposas la habían invadido de cosquillas debajo de la barriga.
—¿Por qué sonríes, abuela? —Porque lo que has descubierto es muy importante. Se dice marturbarse, y significa darse placer a sí misma o a otra persona. Lo podemos experimentar de pequeñas, de jóvenes y de mayores, y es un modo de quererse a una misma. —¿Y por qué Tona dice que no se puede contar a nadie? —Porque no todo el mundo lo ve del mismo modo. Imagínate que durante mucho tiempo nos hubieran enseñado que pasarlo bien haciendo una tarta de chocolate era algo que no se podía hacer. Seguro que muchas personas lo vivirían en secreto o les daría vergüenza hacerla. Otras, como tú, empezarían a hablar de ello, compartirían recetas y aprenderían a vivir con tranquilidad el placer de preparar una tarta. Pero, abuela, ¿qué tienen que ver las cosquillas con una tarta de chocolate? —A ver cómo te lo cuento. Durante mucho tiempo a las mujeres nos han prohibido tocarnos y gozar de nuestro cuerpo. Si lo hacías, tenías que avergonzarte. Aún hay mujeres que lo viven en secreto, pero hay otras que hablan de su placer y viven sus deseos con tranquilidad. —A mí me gusta hablar de eso y hacer magia con las manos. Yo también tengo poderes, ¿verdad, abuela? —Pues claro que sí, Ira. Ya lo has visto. ¡Ding, dong!
TARTA DE CHOCOLATE Receta para realizar en cualquier cocina: En la cocina de una barco pirata, en la cueva de un dragón de siete cabezas, en el fuego de un globo aerostático, en los cráteres de la luna, en la cabaña del bosque… Con la compañía de una persona adulta, las manos limpias y las mangas arremangadas, ya estamos listas para empezar: — — — — — — — —
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Esparcimos uno o dos puñados de imaginación. Precalentamos el horno a 200º. En un bol mezclamos la harina, la harina de garbanzos y la levadura. Añadimos el yogurt de soja batiéndolos para que no queden grumos con la ayuda de una espumadera. Añadimos el azúcar moreno y el aceite de oliva, añadimos el agua. Lo mezclamos bien. Ponemos el cacao en polvo, y lo batimos hasta que nos quede una masa cremosa. Si decidimos añadir frutos secos, este es el momento. En un molde previamente untado con unas gotitas de aceite de oliva y espolvoreado con harina, para que no se enganche, abocamos la mezcla. Tener en cuenta que al cocinarse la masa aumentará el doble de su tamaño, y por tanto, conviene no superar la mitat de molde. Dejemos reposar la masa unos minutos. Bajamos el horno a 180º. Horneamos la masa durante unos 40 minutos. Pasado este tiempo, comprovamos si está hecho, pinchando con un aguja de punto o un palillo. Si sale sucio o humedo, es que aún necesita más cocción. Una vez terminado, lo dejamos enfriar antes de desmontarlo. Lo desmontamos y si deseamos le podemos añadir mermelada, melaza, crema de cacahuete, etc.
¡Está para chuparse los dedos!
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Texto Alba Barbé i Serra Sara Carro Ibarra Ilustraciones Núria Fortuny Herrero