Litho y Los diamantes negros
Luis ALberto tAmAyo
colecciรณn
LITHO Y LOS DIAMANTES NEGROS
LITHO Y LOS DIAMANTES NEGROS © Luis Alberto Tamayo Edición y diseño: equipo Edebé Chile Ilustraciones de Carmen Gloria Quiroz © 2015 by Editorial Don Bosco S. A. Registro de Propiedad Intelectual Nº 260.102 ISBN: 978-956-18-0964-2 Editorial Don Bosco S.A. General Bulnes 35, Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl
Primera edición, febrero 2016 Impreso en Editora e Imprenta Maval SPA. Rivas 530, San Joaquín Santiago de Chile
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LITHO Y LOS DIAMANTES NEGROS
Luis Alberto Tamayo
La tierra era una bola de piedra derretida que se enfrió. Se enfrió en la corteza, pues se dice que en su interior es tan caliente como la superficie del sol. Y la corteza fue quedando llena de toda clase de pedazos de piedra, muchos de ellos terrestres y otros extraterrestres. Y esas piedras un homínido las empezó a labrar. Así se hicieron hachas y flechas. Por el filo del pedernal fue desapareciendo el filo de los colmillos.
Ernesto Cardenal
ÍNDICE 1. Mi nombre es Litho
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2. Mirko & Litho limitada “Prospecciones varias”
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3. Con Florencia buscando meteoritos en Codegua
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4. Litho & Mirko y asociados en prospecciones varias en la quebrada El Bolsón y La Leonera
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5. Un bicho del monte
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6. Segunda prospección de “Mirko & Litho & Florencia Ltda”
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7. Tercera prospección: Don Pedro y las casualidades de la vida
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8. Un gran cráter, un gran robo
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9. Serendipia
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10. Gastrolitos, coprolitos: el mundo está lleno de diamantes negros
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Mi nombre es Litho
O
tra vez explico mi nombre. Me llamo Daniel Alejandro Arias Cancino. Pero me dicen Litho, y se escribe como piedra en griego. Me gusta ser Litho, me gusta coleccionar piedras, saber de piedras, acariciarlas, mirarlas. Mi colección de piedras ya es magnífica. A los seis años tenía una rodocrosita y un lapislázuli. Preciosas piedras. Ahora tengo doce, muy pronto voy a cumplir trece. Eso hoy me significó un gran problema, pensaba que iba a empezar a vivir mis trece años, pero no, se me acaban cuando cumpla trece. Me explico, no es tan fácil. Cuando uno cumple un año quiere decir que ya lo vivió. O sea, estoy terminando de vivir mi año trece y comenzaré a vivir mi año catorce.
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Todo esto me lo explicó mi amigo Mirko que es genial, adorable e insoportable, Mirko es un ser especial, muy especial. Yo tendría, de hecho, una vida más tranquila si no tuviera a mi amigo Mirko, pero a mí no me gusta la tranquilidad, la vida es entretenida si está pasando algo, y si no pasa nada, hay que hacer que pase. Hoy muy temprano recibí una llamada de Mirko anunciando visita en la tarde. Eso quiere decir que estará aquí a las seis en punto. Siempre llega en punto. Si me llamó es porque tiene algo importante que decirme. Algo importante para él, a veces se hace problemas por nada, le da importancia a cosas pequeñas o al revés. Otras veces, todos estamos alarmados, complicados, y él ni se inmuta. Pienso y pienso qué podrá ser tan importante que no me pueda decir por teléfono. Estoy nervioso y cuando me pongo nervioso me pongo a mirar mis piedras. También tengo una cajita vacía. La cajita dice: “Piedra de Manchester”. Allí estará la piedra que Florencia me va a traer. Florencia, la más querida, la más bonita y graciosa… Ella está viviendo en Inglaterra con su mamá que estudia un doctorado. El invierno pasado de acá, no vino.
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Hace un año y medio que no la veo. No quiero hablar con ella por Skype. Solo Mirko lo hace y chatea con ella. Prefiero sus cartas de papel. Ella tiene una letra redondita, perfecta. Y hace dibujitos entre las palabras. Si me habla de su profesora de esgrima, me la dibuja, me dibuja su vestido nuevo, su gato regalón, que es de una vecina, y las nubes de Manchester. Ha pasado mucho tiempo desde que la vi sonreír. Ella me anunció que había recogido una piedra especial para mí. La encontró en una plaza de Manchester y la piedra le habló, le sonrió y le dijo, “Oye, yo soy para Litho”. Entonces en cuanto me anunció su hallazgo preparé esta cajita para recibirla y destacarla. La piedra Manchester no ha llegado, vendrá en un bolsillo de Florencia, con ella. Florencia tiene un sol en su cara, Florencia camina y baila, camina y vuela. Sonríe y aparece el Sol y la Luna llena. Ella es muy importante para mí, demasiado. A ella la encontré gracias a las piedras. O sea, las piedras a mí solo me han dado alegrías. Esto ya lo conté. En resumen, iba por la calle con mi mamá y me encontré con un jardín, era el jardín de Mario Jara, que se convirtió en mi amigo grande. Y él es ahora el amigo que le regalé a mi padre. Mario me regaló una amiga
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especial a mí, su hija Florencia. Yo le regalé un amigo a Florencia: Mirko. Mario me regaló a mí a su madre, la Teruca. Yo le regalé la Teruca de amiga a mi madre, Mirko nos regaló a su padre y a su madre… somos una cadena de pura amistad, gracias a las piedras. Nada malo puede venir de las piedras. El planeta, las estrellas, la Luna: piedras. La caja Manchester está vacía por que la piedra Manchester aún no ha llegado. También estoy nervioso porque ayer perdí una piedra regalona. La saqué de su sitio para mostrársela a mi profesor, el Rafa Ferreira; es una jaspe sardo, es diferente del jaspe rojo. Es rojo también, pero distinto. Es una piedra bella, dura. El jaspe mío tiene vetitas rosadas, grises, es bello, armónico. Tanto que se daba de regalo en la antigua Grecia cuando se pretendía solucionar un conflicto entre dos personas. No creo que el jaspe sea mágico, pero si la persona sabe lo que significa y toca la piedra y la palpa y la admira, sentirá que la otra de verdad quiere reconciliarse con ella, que de verdad quiere que se sigan acompañando, compartiendo la vida. Eso le dije al Rafa cuando me contó que en la antigüedad regalaban lapislázuli contra la tristeza. Yo le conté lo del jaspe sardo y se
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lo llevé. Él lo miró un rato y me dijo que iba a necesitar una para recomponer una amistad un poco dañada. El Rafa se puso triste, serio. Le iba a decir que le regalaba mi piedra, pero no pude, no tengo otra. Tengo jaspe rojo, dos, pero un solo jaspe sardo. Traté de regalársela, busqué bondad en el fondo de mi corazón, pero no pude, mi egoísmo me mata cuando se trata de piedras. Rafa se dio cuenta y me tranquilizó. “Sé dónde comprar uno”, me dijo, “en el pueblito de Los Domínicos hay una tienda que tiene todo tipo de piedras”. Yo sonreí. Conozco esa tienda, allí me compré dos ojos de tigre, una piedra española que es una variedad de calcedonia. El ojo de tigre parece eso, ojo de felino, por eso compré dos. Bueno, la cosa es que no sé en qué momento mi jaspe sardo desapareció de mi bolsillo. Hice lo de siempre que pierdo algo, hago el camino de vuelta completo, fui al colegio caminando y volví a casa mirando el suelo, llegué a casa y revisé el baño donde me duché, me cambié ropa, pensé que podía estar dentro de la lavadora, pero nada. Es como si me hubieran arrancado un dedo de mi mano, un brazo entero, un ojo, una mascada de mi corazón. Sufro, tengo pena. No está en la basura, revisé las dos bolsas. No está en el living,
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en mi dormitorio a veces se me caen cosas de los bolsillos o las guardo en lugares seguros, muy seguros y después se me olvida. Mi jaspe sardo desapareció. Tengo cientos de piedras, pero mi jaspe era especial, lo necesito para recomponer mi amistad con la vida, con la felicidad. Mi jaspe, el sardo, es de cuatro centímetros por tres y por dos, casi cúbico. Le pregunté a don Pepe, el jardinero y él no sabía nada, le mostré un jaspe rojo para que se hiciera una idea de lo que buscaba. Entonces llegó mi mamá y me tocó la cabeza, se dio cuenta de que estaba a punto de llorar. Le conté y le dije, “mi jaspe brasilero, el bonito. Rojo como sangre”. —¿Por dónde piensas tú que lo perdiste? —me dijo. Dudé en responder. —No debe estar muy lejos, recuerdo que lo toqué en mi bolsillo cuando venía en la esquina, no sé después, no sé, quizá se me cayó en la placita, ya he buscado tres veces. —Vamos a hacer magia —dijo mi madre—. Tráeme otra piedra que tú quieras mucho. Me quedé pensando tengo tantas, pero pensé en una parecida al jaspe, pulida, suave, casi del mismo porte: ¡ Mi “dumortierita”, la bella celeste,
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la con degradé de azul, la piedra color cielo con nubes. De Namibia, una piedrita regalona que vino de África. Cuando mi madre dice que va a hacer magia le creo, nunca abusa, pero tiene poderes mágicos, de amor, así dice ella, es solo magia blanca, magia buena. Salimos a la placita. Yo llevaba mi dumortierita encerrada en mi puño y pensaba en mi pobre jaspe sardo perdido. Mi madre se puso seria, miró al cielo, estaba apareciendo la gran roca llena de cráteres, la Luna esa noche sería solo una uñita, un gajito de naranja colgado del cielo. —Toma la piedra que trajiste, acaríciala y dile: “anda, corre a buscar a tu hermana”, tres veces, dile, “anda a buscar a tu hermana”, dile “anda a buscar a tu hermana” y la arrojas a la plaza, yo estaré mirando adónde caiga. Se lo dije tres veces y le di un beso y luego la lancé con mi mano derecha, voló, perforó el aire y cayó lejos, en el pasto, cerca de una manguera verde enrollada. Luego corrí, hacia ella, corrí, mirando al suelo, mirando con los ojos ansiosos. Ahí estaba la loca celeste, brillaba. —¿Dónde está tu hermana —le dije—, el jaspe sardo.
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Entonces lo vi, estaba en medio del rollo de manguera. Emitió destellos de luz, chispazos, rayos, Mi madre sonrió. Es una bruja buena. —Vamos —me dijo—, te hice panqueques para la once. Vi venir a Mirko, estaba entrando al condominio. Eran las seis en punto de la tarde. Mis dos piedritas chocaban en mi mano y hacían música de piedras felices. Una brasileña y otra de Namibia, estaban en la tierra descansando su sueño de millones de años y ahora, luego de un largo viaje, se encontraron en mis manos, son bellas, son bellísimas. La palabra belleza fue inventada para las piedras. Hasta en las tumbas más antiguas han encontrado collares con piedras de colores. Pero no es solo el color, es el peso, la textura, el sonido, la temperatura, las vetas, los brillos, las formas. Mirko me saludó dándome la mano. Él siempre da la mano. Mi mamá le había puesto un lugar en la mesa, pero él dijo que ya había tomado onces, pero de todos modos comió panqueques, aunque prefiere lo salado. Le conté lo de la pérdida de mi jaspe sardo y sobre la brujería de mi madre, él dijo que su padre le había explicado que la magia era cerebral, poder mental. Me dijo que había
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tratado durante semanas de cortarle un collar a su madre usando solo la “telequinesis”, producir movimiento a distancia, pero aunque casi se le fundió el cerebro no logró hacerlo. Le pregunté si el collar de su madre era de perlas naturales y me contestó que le parecía que sí. Entonces le dije que había algunas materias orgánicas que se clasificaban como rocas como el coral, el nácar, el marfil y las perlas cultivadas por ostras y de esas piedras, entre comillas, no tenía ninguna. —Tendríamos que atacar al elefante del zoológico —me dijo—, y de ahí obtendríamos marfil. Caminamos hacia el patio chico, lo miré a la cara y le pregunté directamente. —¿Me traes alguna noticia de Florencia, verdad? —No, no —me dijo—, está bien, hablé ayer con ella, está todo igual. —¿De qué quieres hablar conmigo entonces?, ¿qué es tan importante? —Te quiero plantear un proyecto muy importante, un proyecto que nos hará inscribir nuestros nombres en Wikipedia. —Yaaa… ya, ¿de qué se trata? Me dio lata que no se tratara de Florencia, pero logré disimular mi decepción.
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—He descubierto algo genial. ¿Sabes algo de los diamantes negros? —me dijo. —Sé que son bellos, escasos y caros —le digo— no tengo ninguno, negro ni de ningún color, tengo una esmeralda en bruto, eso —Mirko sonrió y una luz extraña se puso en su rostro. —Tú y yo haremos una sociedad para encontrar diamantes negros en Chile, nunca los han encontrado porque no han sabido buscar, tengo una idea, una intuición y una certeza. —Diamantes negros… Mirko, en Chile no hay diamantes, geológicamente nuestros suelos tienen otra composición, los diamantes con carbono no se dan en Chile, no es posible. —Pero pueden haber, debe haber diamantes negros, estos están formados por un tipo diferente de carbono, son porosos y según han descubierto los científicos provienen del espacio exterior; es decir, ¡son meteoritos! y eso sí que hay en Chile, se han encontrado restos de meteoritos en la Patagonia, en el desierto de Atacama, capaz que haya uno debajo de tu casa o de la mía, pero le hicieron la casa encima y nos jodimos. —¿Meteoritos? —Sí, mira, se han encontrado diamantes negros solo en dos partes del mundo, en Brasil y en la
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República Centroafricana. Esto porque cayeron a la Tierra hace tantos millones de años cuando era un solo continente, Pangea… ¿lo sabías? —Sí, lo del continente único lo sabía. —Bien, entonces cayó una lluvia de meteoritos sobre lo que después fue Brasil, el centro de África y toda el área, probablemente. También por qué no pensar que deben haber caído en Chile. Alguno grande, seguramente hizo un boquerón tremendo y se metió en el corazón de la Tierra y se fundió con el magma. De eso no nos vamos a preocupar. Debe haber sido un espectáculo genial el cielo lleno de fuego, explosiones, temblores, estallidos. —Espeluznante —digo. —Maravilloso —dice Mirko—, lo malo es que no había nadie con un celular para registrarlo. —No creo que hayan caído en Chile —le digo—, quizá nuestra cordillera no existía. —Algo tiene que haber existido. Es probable que hayan caído pequeños meteoritos de diamantes negros en Chile, solo que hay que buscarlos, buscar las hendiduras en la tierra, los cráteres y ya. Seremos famosos: ¡Wikipedia, allá vamos! —dice Mirko. —¿Pero, cómo vamos a saber reconocerlo? —Tengo fotos mira, este es el famoso “Black Orlov” que cuesta más o menos dos millones de
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dólares. Me mostró las imágenes, era en realidad un bello diamante negro. Un viajero del espacio, un trozo de estrella, una salpicadura del estallido de una supernova. —Los diamantes negros cayeron a la Tierra harán entre 2.660 y 3.800 millones de años, antes que todo, antes que los dinosaurios. Este “Black Orlov” está supuestamente maldito, fue robado de un templo hindú y tres de sus propietarios, dos princesas rusas y un joyero de Estados Unidos, se suicidaron. Me quedé pensando, lo que decía Mirko era malditamente coherente. En Chile no había diamantes por la conformación más reciente de los suelos, pero si cayeron del espacio, eso era otra cosa, podría haber en cualquier lugar. Como la mayoría de la Tierra está cubierta de mar, lo más probable es que en el fondo marino haya muchos diamantes negros enterrados. Miré las fotos y decidí formar una sociedad con Mirko para encontrar diamantes negros. De ahora en adelante seríamos litho & mirko asociados,
buscadores de diamantes negros
Fuimos a mi pieza, prendimos el computador y seguimos investigando. Yo le hice cariño a mis cuatro princesas, las bonitas que estaban sobre
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el escritorio: la rodonita de Sudáfrica, el jaspe sardo de Brasil, la dumortierita de Namibia, la rodonita de Sudáfrica, la orblenda de China. La orblenda es preciosa, en una dama de pequitas negras, blanco gris con pecas. Esas cuatro son las bellas de esta semana, las tengo rodeando al jaspe sardo, el perdido, recuperado gracias a la hechicería de mamá. A Mirko antes no le interesaban las piedras, ahora sí. Ahora que éramos socios, debíamos buscar cráteres, hendiduras en la tierra donde hubiera diamantes negros, negrísimos que obtienen su color gracias a las inclusiones de hierro traído de las estrellas. Diamantes misteriosos, sorprendentes y viajeros. Llegó el papá de Mirko a buscarlo, ya eran las nueve de la noche. Así fue como iniciamos la aventura de buscar diamantes negros. Seríamos los primeros en descubrirlos en esta parte del mundo. Ya imaginaba nuestra foto en Wikipedia. Una página con millones de visitas. Toda la gente debiera saber de piedras. Ser expertos en piedra, es saber de nosotros mismos, si al final apenas somos polvo de estrellas.
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Litho, a punto de cumplir trece años, recibe de su amigo Mirko una propuesta que logrará hacerlos aparecer en Wikipedia: juntos formarán una sociedad para encontrar en Chile diamantes negros, piedras que se han hallado en algunos sitios del planeta, carbonos cristalizados que provienen del espacio llegados en meteoritos hace millones de años. Al mismo tiempo, desde el “cielo” llega Florencia, quien vive en Inglaterra y formará parte del proyecto. La hermandad de las piedras, la búsqueda de los opuestos, el significado de la palabra serendipia y huesos que son polvo de estrellas: las piedras tienen miles de años y misterios a cuestas, solo hay que saber mirar lo que no se ve a simple vista. Como señala Luis Alberto Tamayo, esta aventura, continuación de la saga de Litho trata acerca del descubrimiento de la amistad, del país y del valor de construir proyectos propios en un mundo en el que no todo está hecho sino que, al contrario, se encuentra lleno de desafíos.