UN SECRETO EN EL AGUA

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colecciรณn

tricahue verde

c e r e s t o n U a g l u e a n e

Mariela landa

Ilustraciones de Alex Pelayo



ecreto en el agua s n U



colecciรณn

tricahue verde

o en el a t e r c e s gua n U Mariela Landa

Ilustraciones de Alex Pelayo


Un secreto en el agua Mariela Landa

Edición y diseño: equipo Edebé Chile Ilustraciones: Alex Pelayo © Mariela Landa © 2016 by Editorial Don Bosco S.A.

Registro de Propiedad Intelectual Nº 238.416 I.S.B.N.: 978-956-18-0982-6

Editorial Don Bosco S.A. General Bulnes 35, Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl

Primera edición, febrero de 2016

Impreso en Chile Editora e Imprenta Maval SPA. Rivas 530, San Joaquín, Santiago

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.


Índice

1. Un lugar escondido............................................................... 9 2. ¿Quién eres tú?.................................................................... 13 3. Los borondongos................................................................. 21 4. Alboroto en la Dirección..................................................... 27 5. Un inspector muy raro........................................................ 31 6. ¡Conque así fue!................................................................... 41 7. El tío cuentero..................................................................... 45 8. La lluvia y el difunto........................................................... 51 9. El llanto de las lechuzas....................................................... 57 10. Un fantasma en el cañaveral.............................................. 67 11. Un canto misterioso............................................................ 77 12. Caminando en la neblina.................................................. 83 13. Un hormiguero.................................................................. 91 14. Un extraño en la arboleda.................................................. 95 15. Un gran descubrimiento................................................... 101 16. La gran decepción............................................................. 107 17. El combate de las fieras..................................................... 115 18. La magia de ser amigos..................................................... 121



Para Ada López, güije. Y Aramís, ojo de agua.



1 Un lugar escondido

P

rimera vez que seguía ese camino. Estaba resbaloso pero Adamelia sabía bien cómo afirmar los pies y balancearse. Bajaba despacito, midiendo cada paso, los ojos fijos en el terreno pendiente y lleno de piedras. Si no andaba con mucho cuidado podía tropezar en cualquier momento y llegar abajo en un dos por tres. Se acordó de la vez que iba bajando al valle por un caminito de cabras. Había llovido y el suelo era puro barro. De pronto se le resbaló un pie, fue rodando hasta un yerbazal y salió hecha una lástima, embarrada y llena de arañazos por todas partes. Pero ya de eso hacía como un año; había cumplido los diez, y en lo de subir y bajar pendientes se las sabía todas. Sus delgadas piernas eran más firmes, más seguras. Si tenía que saltar, caía donde había que caer. 9


Sin embargo, esta vez Adamelia no iba a un simple valle, ni por un camino cualquiera. Iba, nada menos, por la cañada que llevaba al Ojo de Agua, un lugar adonde nadie se atrevía a ir. Se decían cosas, todo el mundo le tenía miedo. Pero eso sí, todo el mundo coincidía en lo mismo: era lindísimo. “¿Así que peligroso, y misterioso, y además lindo?”, se decía la niña… Tenía que ir a verlo. Claro que sí. El camino era cada vez más umbrío, más silencioso. En ese silencio sus pisadas y su respiración le parecían estruendosas. Si se detenía un momento y prestaba atención, escuchaba también otros sonidos, por aquí y por allá, como de roces y susurros. Ya tenía un poco de miedo. Pero no se iba a echar atrás, por supuesto, y siguió bajando muy despacio. Después de un recodo el declive se fue haciendo cada vez más suave y le fue más fácil avanzar, aunque ya la cañada era casi un túnel, más y más estrecho, más oscuro, más húmedo. Llegó a otro recodo. Y a la vuelta, se detuvo de pronto, sorprendida. La cañada se abría en un espacio con el suelo cubierto de grandes piedras lisas y casi negras que conducían, escalonadas, hacia el agua. 10


Se paró sobre una de las piedras y miró alrededor, boquiabierta... Frente a ella se alzaba un enorme farellón que allá en lo alto se curvaba, formando casi un techo, como una caverna que no se llegara a cerrar. Unos pocos rayos de sol atravesaban la sombra fresca y húmeda. Y al pie del farellón, el agua, de un azul tan profundo como no lo había visto nunca antes… Estaba, al fin, en el Ojo de Agua. Solo se escuchaba el rumor lejano de los pájaros y el viento, allá arriba, entre los árboles del campo. Más abajo, un zumbido incesante de avispas. Y frente a ella, el goteo delicado del imponente farellón sobre el agua. Bajó unos escalones, se sentó en una de las piedras del borde y empezó a quitarse los zapatos. ¿Qué peligro podía haber allí? Había oído decir que el manantial estaba debajo del farellón, en una caverna oscurísima que llegaba quién sabe hasta dónde, y que sumergirse y entrar en ella era arriesgarse a no poder salir nunca más. Pero a quién se le ocurre, claro que no iba a meterse ahí, ni siquiera pensaba sumergirse. Solo iba a refrescarse los pies.

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2 ¿Quién eres tú?

S

entada en la piedra, Adamelia chapoteaba con los pies en el agua. Tiraba guijarritos, miraba a las avispas que revolaban destellando a los reflejos del sol… Sí señor, miedo de qué, un lugar tan lindo, tan tranquilo… La gente, por miedosa, se lo perdía. En eso estaba, cuando le pareció que el agua se movía frente a ella. Un burbujeo. Se inclinó para ver... y de súbito, algo le agarró un pie y, de un tirón, la hundió completamente en el agua. Pataleó y braceó, aterrada. Pero, lo que haya sido, la soltó enseguida, y la niña salió a la superficie, llegó a la orilla y trepó desesperadamente; agarró sus zapatos y voló por las piedras, chorreando, con el corazón desbocado. Subió unos cuantos escalones, y se agachó para ponerse a toda prisa los zapatos. 13


Entonces oyó una aguda risita. Se quedó helada, inmóvil, con el lazo de uno de los zapatos a medio hacer. Por unos segundos, solo movió los ojos, mirando a todas partes. Pero no vio a nadie. Se levantó, despacio, el agua se veía quieta, tan quieta y tan azul como a su llegada. No, allí no había nadie. La risita sonó otra vez, ahora tras ella. Sintió que se le erizaban todos los pelos y lentamente se volvió. Sí, había alguien allí. Alguien, o algo. Estaba un poco más arriba, sobre una de las piedras. Era chiquito, de piel muy negra y brillante. En vez de pelo tenía una abundante madeja de hierba verde. No se movía, como para que ella lo viera bien. Y ella lo vio bien. A pesar del susto se quedó allí, mirándolo, fascinada. Tenía labios muy gruesos, nariz chata y ojos saltones. Un poquito panzón además, con el ombligo prominente como un botón. Y las piernas arqueadas, y entre los dedos de los pies una membrana, como la de los patos. Llevaba una especie de faldita de hojas. De pronto, el duende, o diablo, o lo que fuese, se echó a reír a carcajadas, dejando ver dos filas de dientecitos muy blancos. Adamelia lo miraba atónita, muda. 14



—¿Te gustó el chapuzón? —le preguntó el personajillo, todavía riéndose, con voz aguda y áspera. Y comenzó a saltar de un pie al otro sobre la piedra. —¿Quién eres tú? —contestó ella al fin. —No-no-no —dijo él—, yo pregunté primero. ¿Te gustó el chapuzón? —¡Pues, no! ¡No me hizo la más mínima gracia! —de pronto no tenía miedo sino rabia. —Mira eso, yo pensé que te iba a encantar... ¡A quién se le ocurre, con este calor, venir hasta aquí solo para re-fres-car-se-los-pie-ce-si-tos! Sonó tan burlón que Adamelia se enrabió más. —¿Y a ti qué te importa? Además, yo sí iba a tirarme al agua, pero… ¡Pero, no así! —¿No así? ¿Y entonces, cómo? El duende sonreía de oreja a oreja. Ella ya estaba roja y echaba humo. —¡Asunto mío! —bramó—. ¿Quién eres tú para agarrarme un pie y tirarme al agua? ¡¿Eh?! —¿Que quién soy yo? —preguntó él, de repente muy serio y con voz oscura. Adamelia volvió a sentir miedo. —Bueno… Si se puede saber… Es lo que te había preguntado, ¿quién eres tú? —Humm… ¿Quién seré yo? —murmuró el duende, pensativo. Y al instante, comenzó a saltar ágilmente de una piedra a otra. 16


—¡Adivina, adivina, carita de pera china! — decía, una y otra vez, de nuevo riéndose, sin dejar de saltar. Era tan ágil que Adamelia no lograba seguirlo con la vista. Hasta que, de pronto, se detuvo en una piedra frente a la niña, mirándola con sus ojos saltones. —¿Quién seré yo? —repitió. —Eres... ¡Eres un bicho bien feo! —le soltó ella. —¿Sí? Pero me puedo convertir en un bicho bien lindo —dijo el duende. Y apretó con fuerza los ojos. En un segundo, desapareció. Adamelia miró a todas partes, debía haber saltado otra vez. Pero no lo vio en ninguna piedra. Lo que vio apenas, frente a ella, suspendido en el aire y zumbando, era un fantástico zunzún1. Solo así, detenido un instante, se podía ver un picaflor tan increíblemente pequeño. Pero no duró nada, cruzó como una flecha el espacio hacia lo alto del farellón, y en esa altura se quedó, subía, bajaba, estaba allí, de pronto allá, un destello minúsculo, azul y verde, por encima de las avispas doradas. Adamelia miraba y miraba arriba, sin verlo. Y de súbito, lo tuvo de nuevo frente a ella, casi 1. Zunzún: pajarito cubano parecido al picaflor, pero más pequeño.

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junto a su rostro, batiendo las alas a una velocidad imposible. —¿Qué me dices ahora? ¿Lindo o feo? —le oyó decir. —Bueno… Lindo y feo. ¿En qué más te puedes convertir? —Ya lo irás viendo, no seas tan curiosa. El pajarito apretó los ojos, y allí estaba de nuevo el duende negro y brillante. —Está bien, pero, duende, zunzún y todo lo que quieras, ¿no me vas a decir quién eres? —insistió ella. —Piensa un poco. Yo vivo aquí, en el Ojo de Agua, desde hace muchos, muchos años. Me encanta el agua. Y como ves, aparezco y desaparezco, hago bromas… y la gente me tiene miedo. ¿No adivinas? Adamelia recordó algunas cosas que decían en su casa sobre un diablito negro y burlón, y que más valía no encontrarse con él. Entonces, casi sin voz, con los ojos muy abiertos, dijo: —¿Un güije? ¿Tú eres un güije? —¡Claro, niña! Yo soy el güije2 Baudilioniro Eleuterio de la Caridad y las Mercedes de Charco Azul. Pero puedes decirme Güiji. No lo podía creer. ¡Un güije! 2. Güije: personaje de la mitología cubana, de origen africano.

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—La gente habla mucho de ti; dicen que eres muy malo. —¡Miedosos que son! ¡Y mentirosos! ¿A quién le he hecho daño yo? —No sé. Pero todo lo haces a escondidas, casi nadie te ha podido ver. ¿Por qué yo sí? —Porque me caíste bien. Viniste hasta aquí sola, no te pusiste a chillar cuando te asusté, no me tiraste piedras… Ahora bien: no puedes decirle a nadie, ¡pero a nadie!, que me has visto. ¿Me oyes? Si lo dices, tú tampoco volverás a verme. —Pero, ¿por qué? —Porque no. Cosas mías. —Está bien. Ahora, dime algo... Tú pareces un niño, pero si llevas tantos años aquí… —Sí, soy niño y viejo. —¿Pero, cómo es eso? El güije resopló de impaciencia. —¿Cómo es eso? ¡Pues, siendo! Soy viejo porque sé mucho, y niño porque me gusta jugar. ¡No preguntes más! Adamelia quedó pensativa. El güije, de nuevo, se puso a saltar de un pie al otro sobre la piedra. Pero ella no podía aguantarse, quería saber muchas cosas. —Bueno, Güiji, ahora explícame… 19


—¡Explícame, explícame, explícame! —chilló el güije, y una vez más empezó a saltar de piedra en piedra como un grillo loco. Y así, saltando sin cesar y repitiendo ¡explícame, explícame, explícame!, llegó hasta la orilla del agua y tras un último salto desapareció bajo la superficie quieta y azul. Adamelia lo siguió con la vista. Y se fijó, muda de asombro, en que ni siquiera se formaron anillos en el agua. Como si nada se hubiera hundido en ella.

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tricahue verde

Entre 10 y 12 años

Adamelia ha llegado a un lugar donde nadie va. Un lugar lindo pero peligroso, dicen todos. Se sienta junto a un pequeño lago azul y chapotea en el agua con los pies. De repente, algo la agarra con fuerza y la sumerge. La niña sale al fin, trata de huir despavorida, pero escucha una risita que la paraliza. Está a punto de descubrir el secreto que vive en el agua. Un secreto en el agua es una novela dirigida a los niños, a quienes cautivará por su alocada fantasía, situaciones divertidas y por la recuperación de personajes tradicionales del imaginario americano. Mariela Landa. (Camagüey, Cuba). Desde 1999 reside en Chile. Escritora, bibliotecaria, Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas. Fue asesora nacional de Educación Artística del Ministerio de Educación de Cuba y trabajó en la elaboración de programas de Educación Artística para la Enseñanza General, como parte del Plan de Perfeccionamiento del Sistema de Enseñanza del país, así como en la preparación de libros manuales destinados a los profesores, para los cuales escribió textos literarios. Ha publicado poemas y cuentos para niños y en 1994 ganó, en Cuba, el Premio de Poesía para Niños “José Jacinto Milanés”, por su libro Luna de Ópalo.


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