colección tricahue rojo
serie viajes por chile
las raíce a e j a Vi al infinito s y Maga Villalón
Ilustraciones de Sol Díaz
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Viaje a las raíces y al infinito Maga Villalón
Edición y diseño: equipo Edebé Chile Ilustraciones: Sol Díaz © Maga Villalón © 2015 by Editorial Don Bosco S.A. Registro de Propiedad Intelectual Nº 259.896 I.S.B.N.: 978-956-18-0962-8
Editorial Don Bosco S.A. General Bulnes 35, Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl Primera edición, noviembre de 2015
Impreso en Chile Gràfhika Impresores Santo Domingo 1862, Santiago de Chile
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colección
tricahue rojo
a l s a r aíces e j a i V l infini to ya Maga Villalón
Ilustraciones de Sol Díaz
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se año la primavera se había anticipado en llegar al valle, los ciruelos y duraznos estaban florecidos, atrás habían quedado los días grises y fríos. Los cerros aledaños al pueblo reverdecieron y el cielo se pobló de volantines de colores que encumbraban los niños a las orillas del río. En los potreros, otros niños jugaban a la pelota y los pájaros anidaban en las ramas semidesnudas de los árboles. Recuerdo ese año como si fuera hoy… … fue en septiembre de 1930, cómo no lo voy a recordar, si fue la época más importante de mi vida auque yo era re chico. Si de no ser por lo que le fue a pasar a mi taita, yo nunca habría recorrido tantas partes bonitas con mi grupo folclórico, ni los habría tenido a ustedes, ni me habría casa’o con la chinita más linda del valle. Paso entonces a contarles, de cómo fue que me hice un huaso bien re encachado pa’ bailar la cueca. Vivía yo por ese entonces, en esta misma casa con mi taita y con mi mama, —que Dios los tenga en su Santo Reino—. También vivía con nosotros mi 5
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abuelo Aparicio, mi hermano Lucho que es el mayor, le seguía mi hermana María, después venía la Rosa y al final yo, el concho de los viejos. Yo era un cabro re pinganilla, me gustaba correr por los cerros detrás de las cabras, perseguir lagartijas y andar a caballo. Con mi hermano Lucho íbamos al río a sacar camarones y en el verano nos bañábamos en las pozas y nos tirábamos piqueros desde el puente colgante. Lo pasábamos requete bien los dos. Juan vivía feliz encaramado entre los cerros, buscando nidos de pájaros y de culebras y descubriendo antiguos petroglifos en las quebradas, que daban cuenta de la vida en esos cerros en tiempos pasados. Aquella tarde estaba con unos amigos encumbrando volantines, cuando el eco de la montaña le trajo repetidas veces la voz de su madre que lo llamaba. —¡¡¡Juanito Jesús!!! ¡¡¡ Juanito Jesús!!!... ¡¡¡Juanito Jesús!!! Cuando oí el llamado de mi mamita, bajé del cerro corriendo como alma que lleva el diablo, ni supe del volantín, porque cuando mi mamacita me decía Juanito Jesús, era porque algo estaba pasando. Podía ser algo bueno o algo malo, pero si ella me llamaba por mis dos nombres era porque “algo” estaba pasando. 7
Llegué a la casa y me encontré con la mala noticia. Mi taitita se había caído del caballo y lo habían tenido que venir a dejar, porque se había quebrado un pie. Hacía unas días atrás que mi viejo había subido pa’l monte con unos baquianos; llevaban a lomo de mula unos fardos de pasto que les habían encargado. Venía entonces, ya de vuelta del cerro mi taita, cuando de pronto y quizás por qué extraña razón, a él fue el único al que se le espantó el caballo. Y eso que era mansito el Negro, pero por estas tierras pasan esas cosas que nadie se explica. Así no más fue que este diablo se encabritó y mi viejo terminó rodando por la vera del camino y se quebró una pata. En cuanto llegaron con mi viejo, mi mamita mandó a buscar a un “compositor de huesos” que le arregló el pie, se lo entablilló y le dijo que tenía que estar con la pierna en reposo por un mes pa’ que le soldara bien. Eso fue lo que me contó mi mamita cuando llegué a la casa. —Juanito Jesús, tenís que aprender a bailar cueca sí o sí. Tu hermano te va a enseñar todos los días, mira que ya falta poco pa’l dieciocho y tenemos presentación en las fondas de Chillepín. 8
Mala suerte la mía, ya se acercaban las fiestas patrias y pa’ colmo de males mi taita era el huaso que bailaba la cueca mejor que nadie, él era muy conocí’o en todos los alrededores. Él bailaba la cueca montado en el Negro, juntos recorrían los rodeos y las trillas pa’ los campos bailando en la medialunas. Él y su caballo eran muy nombra’os y sacaban muchos aplausos adonde fueran. También mi taita era conocido por su cueca con el lazo, lo usaba a modo de pañuelo cuando bailaba solo, y si invitaba a alguna señorita a bailar con él un pie de cueca, terminaban zapateando juntos dentro del lazo. La gente quedaba con la boca abierta al ver bailar a un huaso tan re habiloso y lo invitaban a distintos partes a presentar esos números. Lo otro re encacha’o era ver cuando mi taita bailaba con mi amita, lo hacían tan bien, que los dejaban solos en la pista. La gracia de ella era que podía bailar con un vaso de chicha sobre su cabeza, sin derramar ni una sola gota, mientras mi taita la cortejaba con el pañuelo. Era un huaso muy ladino mi viejo, pero hasta ahí no más le llegó el día en que se cayó del caballo… …Y a mí también. El conjunto folclórico Tiqui tiqui ti, estaba formado por toda la familia, menos yo. Mis viejos eran 9
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los bailarines principales, mi mamá tocaba el arpa y la guitarra; la María y la Rosa cantaban y tocaban todos los instrumentos. Mi hermano Lucho tocaba tan re bien que parecía que hacía hablar la guitarra. El Raúl Robles y la Auristela, mis primos lejanos por parte de madre, también eran del grupo. Él era cantor y tocaba cualquier instrumento que le pusieran por delante y ella tocaba la vihuela y cantaba como los ángeles. Tengo que decir eso sí, que la Auristela siempre fue muy re bonita. Cada vez que la veía llegar a mi casa pa’ los ensayos, yo me ponía colora’o. Ahora viejo, tengo que confesar que esa era la verdadera razón por la que no me gustaba participar en el grupo. Estaba enamorado de ella. Todos habían tratado de enseñarme a bailar, pero yo siempre buscaba pretextos, primero decía que era muy chico, después que me dolía la guata, o que justo me había dado fiebre y las veces que no se me ocurría que inventar, me ponía tieso como palo y bailaba mal a propósito. Entonces mi mamita decía que yo había salido sin ni una gracia, y así pasaba otro año más sin aprender a bailar, ni a cantar, ni a nada. Tanto era lo que todos querían que yo aprendiera a bailar o tocar un instrumento, que a mi abuelo se 11
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le había ocurri’o que pa’ la noche de San Juan me pusieran debajo de la higuera con una guitarra y así iba a aprender solito. Decían que uno podía tener el don que quisiera, porque la higuera florecía en la víspera de San Juan justito a las doce de la noche, pero duraba muy poco, solo pa’ que el valiente que se había atrevido a estar ahí, tomara una sola flor y se la prendiera en el pecho. A mí me daba tanto miedo, porque había escuchado por ahí, que era el mismísimo diablo el que a uno le enseñaba. Menos mal que mi amita siempre se opuso, o no sé que habría pasado. El cuento es que todos en mi casa eran tan re’ habilosos pa’ la música que yo siempre tuve la duda de sí ellos habían hecho la prueba bajo la higuera. Cuando le preguntaba a mi taita o a mis hermanos, me decían que habían aprendido “de oído”. Bueno, decían también que las personas que habían aprendido a cantar o tocar un instrumento bajo la higuera en la Noche de San Juan, nunca podían revelar que así había sido. Debían llevarse el secreto a la tumba, porque o sí no, se les acababa el don. Bueno, es que por estos lugares quizás porqué extraña razón, suceden estas cosas. Como les estaba contando no había caso que yo aprendiera porque era muy re vergonzoso, pero lo 13
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que sí a mi me gustaba, era ir a las presentaciones del grupo Tiqui tiqui ti en las ramadas. Pa’ toas las fiestas yo ayudaba en lo que se podía, acarreando los instrumentos, llevando los trajes o cualquier encargo que hubiera que hacer. Yo era un niño bueno pa’ los mandao’s. Y lo más importante pa’ mí en ese entonces, era que a la hora de la actuación del conjunto yo me había reserva’o una silla en primera fila. De allí podía ver todo el espectáculo, tarareaba las canciones muy bajito y de pasá miraba a la Auristela que tenía mucha gracia pa’ bailar. Juan se queda en silencio, vuela junto a un par de volantines que se encumbran sobre el cerro Mallacún y luego se quedan inmóviles, prendidos del infinito. La quietud de la tarde es interrumpida por el llamado del hombre y el tañer de sus manos. —Vieja, trae unos vasos de mote con huesillo pa’ mí y pa’ los niños, hay que refrescarse el güergüero. —’Ta rico, fresquito pa’ la calor. Juan disfruta tanto del mote con huesillos como del relato de su vida, es como si poniendo las palabras en su boca estas volaran a los patios de la infancia y cobraran vida nuevamente… 15
Las fondas de Chillepín eran la mejores de todo el valle porque allí se festejaba durante una semana corrí’a. Partíamos con el Rodeo Oficial que duraba tres días. Venían huasos de toas partes a competir, con sus mejores aperos, güenos caballos, animales de primera y hartas ganas de pasarlo bien. —¡Ah, toro feo! ¡Ah, toro feo! —¡Ah, diablo feo! ¡Ah, diablo feo! —¡Juera, juera, juera buey! —¡Juera, juera, juera buey! Juan se levanta de la banca de madera gritando y gesticulando, como si estuviese corriendo las vacas en la medialuna. Luego se lleva ambas manos a la boca, a modo de bocina de altoparlante y anuncia con voz potente las colleras de huasos que participarán en esa corrida. —¡Al agüeite Villalón y Villalón! —¡Se preparan Merino y Rondanelli! —A la puerta Codoceo y Suárez! —¡Corren Jorquera y Torreblanca! Juan de Jesús Jorquera anuncia como locutor de un rodeo a las parejas de huasos y el orden en que corre16
rán. Recuerda los apellidos de conocidos y amigos y también rememora los tiempos en que su padre hacía collera con su tío Lucho Torreblanca. —¡Cuatro puntos güenos! —¡Salud! —exclama, empinando el vaso de mote con huesillo. Repentinamente sus ojos claros se iluminan y entona una cueca que se le había extraviado en el recuerdo y la acompaña con el tañido sus dedos frágiles sobre la vieja mesa de madera. Échame un novillo por la medialuna. Junto a la bandera le hago la atajá. Y si se me arranca la yegua Fortuna mejor que la atajo con la Colorá…
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tricahue rojo
serie viajes por chile
Entre 8 y 10 años
Foto: Príamo Becerra
Juan Jesús cuenta la historia de sus comienzos en el conjunto folclórico Tiqui tiqui ti: los esfuerzos que debió hacer para convertirse en un reconocido bailarín de cueca y el comienzo de un amor que durará toda una vida. A través de este relato nos vamos adentrando en los usos y costumbres del Valle Central de Chile. autora: Maga Villalón, diseñadora de la Universidad de Chile en varias editoriales y agencias publicitarias. Es asimismo escritora de Literatura Infantil y Juvenil, habiendo publicado textos en diferentes editoriales. Alguno de sus títulos son: El nacimiento de las Tribrujas (Zig Zag), Viento Sur (Catalonia), El rumbo de las mareas (SM). Edebé, Editorial Don Bosco, incorpora a su catálogo en la Serie Viajes cuatro títulos de su autoría: Viaje a la tierra más misteriosa de toda la Tierra; Viaje a las raíces y al infinito; Viaje al lugar más cerca del Sol y Viaje a la tierra de los cuatro lugares. ilustradora: sol díaz, diseñadora gráfica de la Universidad de Chile. Considerada por sus pares como una de las humoristas gráficas más destacadas de su generación. Para Edebé ha ilustrado Gigante, de Graciela Bialet, además de varios volúmenes de textos escolares de Religión y Cultura Religiosa y Orientación.