De la mano de Margarita

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DE LA MANO DE MARGARITA GLORIA ALEGRÍA RAMÍREZ



de la mano de margarita


De la mano de Margarita © Gloria Alegría Ramírez

Edición y diseño: equipo Edebé Chile Ilustración de portada: Tomás Infante

© 2016 by Editorial Don Bosco S. A. General Bulnes 35 Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl

Registro de Propiedad Intelectual Nº 260.093 ISBN: 978-956-18-0966-6

Primera edición, febrero de 2016 Impreso en Editora e Imprenta Maval SPA. Rivas 530, San Joaquín Santiago de Chile

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del editor.


Gloria AlegrĂ­a RamĂ­rez

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Índice

La llegada La niña se queda Mi nombre es Margarita Los vestidos Otro día Palabras preferidas Papá vino hoy Elizabeth Mila Marianela Seis dedos y pestañas tiesas Tío Fabián Camino al hospital Los ojos del Murillo Negrobueno Pan con mantequilla y mermelada La señora Soffi El árbol Afuera en el pasillo Angelina Un trozo de chocolate Mañana me llevan a pabellón Se llevaron a Elizabeth Una luz blanca A veces es mejor… El tiempo está muy raro

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Poco importa la lluvia ¿Quieres un turrón? Fidelicia Margarita está linda la mar Es algo muy raro Orejas peludas La lady se va de paseo La niña Radioterapia Corazón Vayan tranquilos Velas para la Virgen Sala nueva Casi feliz Chasquilla tiesa Dos globos godos y rosados Domínguez Una sorpresa Tiempo de colegio Ponerse de pie no es fácil A veces, el ángel del la guarda... Maritere Alguien junto a mi cama Una caja de ajedrez Una visita importante Fiestas patrias A casa La despedida

124 128 131 134 138 146 150 154 158 165 170 174 179 183 186 190 194 198 202 206 216 221 224 228 232 238 243 250


La llegada La vereda parece más dura, más enemiga, más severa, más extensa. La niña es un bulto en sus brazos, largo, delgadísimo. Aun así la niña le pesa, su cuerpo también se ha ido fragilizando con el tiempo, las noches en vela, la impotencia, no saber cómo ayudarla, qué más hacer. Las piernas de la niña le golpean los muslos al ritmo de sus pasos, los zapatos azotan sus rodillas. “Falta poco”, le dice cuando la niña pregunta. “Ya. Ya vamos a llegar”. Mamá siempre toma su cartera, se la cuelga al hombro y después me alza en brazos. Siempre es así cuando vamos al hospital. Me sostengo de ella, de su cuello, de sus hombros. Mis piernas cuelgan lacias como las de mi muñeca de trapo. Escucho la respiración cansada de mamá y sus tacos golpeando la vereda. Sus pasos retumban en mis sienes, entonces cierro los ojos y apoyo la cabeza en su hombro. Ella me dice “…ya, ya, ya pronto vamos a llegar”. El paradero está cerca y sé que después, en el bus, nos podremos sentar si encontramos un puesto desocupado o alguien amable que nos dé el asiento. Entonces vamos a poder mirar por la ventanilla, contar los perros o los quioscos de los diarios. A mamá le gusta jugar a esas cosas para 7


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que el camino se nos haga más corto. A veces jugamos a las adivinanzas o a los trabalenguas y yo casi siempre gano. El pasillo del hospital es angosto, interminable, las paredes blancas resaltan los rostros enfermos, el dolor, la espera de los que la miran indolentes pasar con su hija colgando de ella. La mujer está cansada, se le nota en los ojos hundidos, las ojeras, la forma cómo intenta mantener el bolso que una y otra vez resbala de su brazo. La niña se aferra a ella, se abraza a su cuello mientras deja caer la cabeza en uno de sus hombros. El pelo negro hasta la cintura, suelto, la niña larga y flaca respira como si no lo hiciera, sólo la madre lo sabe porque siente sus costillas abrirse y cerrarse y cómo late su corazón.  Mamá no sabe que sé cuando está triste. Lo sé porque cuando está feliz canta. Y hace mucho que no canta. Además sé que no le gusta venir al hospital. A ella le gustan las plazas, caminar por la playa, respirar sol, dice. “Si fuera por mí, no la llevaría al hospital”, le decía el otro día a tía Fidelicia. “Tienes que confiar en los médicos”, le respondió ella. “En los hospitales están los mejores”. “Sí, pero en la posta de un hospital se murió Fabián”, le dijo mamá y tía Fidelicia no le contestó nada.  ¿Cuántas horas han pasado y no las llaman? La enfermera se asoma hacia la sala de espera. Ella se pone alerta, todos se alertan, la mujer pronuncia un nombre, pero no es el suyo y deben seguir ahí, sentadas en las 8


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bancas de madera, impacientes, cansadas, aburridas. Para colmo olvidó los libros que pensaba llevar para acortar la espera. Se quedaron inútiles sobre la mesa del comedor. Menos mal que la niña insistió en traer su rompecabezas. Lo arma y desarma y lo guarda en la caja no sabe cuántas veces desde que llegaron a las ocho de la mañana. Van a ser las doce, según el reloj de pared que parece mirarlas y burlarse de ellas. Sus minuteros caminan como viejo cansado. Se ha hecho tarde, la sala casi se ha vaciado de pacientes. “¿Falta mucho?”, pregunta la niña. Ella le dice que no, que ahora va a salir la enfermera, las va a llamar y la va a ver el doctor. Su niña se tiende en una de las bancas, pone la cabeza sobre su falda y se queda allí tan quieta, tan callada; ella extraña tanto sus correteos, sus risas, su inquietud por saber y hacer todas las cosas. Claro que ella también está agradecida porque por lo menos en todas esas horas no se ha quejado de dolor.  Mamá dice que ahora sí van a decir qué me pasa, que debemos tener paciencia y esperar. Pero no quiero seguir esperando, quiero ir a mi casa, tenderme en la cama, que mamá se quede conmigo, ponga su mano en mi frente, me cante despacito y me prepare un agua de hierbas. No quiero estar más aquí esperando a que me llamen para que un doctor me examine. No me gusta, me aburre, me da pena también porque hay muchos niños enfermos que lloran y se quejan.

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En esta novela conocemos de primera mano y desde dos perspectivas complementarias, la de la hija y la de su madre trabajadora, la difícil realidad de la hospitalización infantil prolongada. Es una mirada humana y esperanzada, de la que no están ausentes el dolor y el amor como emociones fundamentales que mueven a todos los personajes. Esta historia se desarrolla en el Santiago de los años 60 y nos muestra un país que ya no existe. GLORIA ALEGRÍA de profesión fonoaudióloga, es una escritora que ha recibido varios premios en concursos literarios y que posee una vasta obra. Dentro de esta producción editorial Edebé Chile ha publicado, entre otros, Mundo de cartón, Réquiem para una primavera, El espantapájaros con corazón, El pañuelo blanco, El plato fanfarrón, El niño que le pedía dinero a la Luna, El viejo rescatador de árboles y El hombre que vendía tiempo. Esta nueva novela, De la mano de Margarita viene a enriquecer nuestro catálogo con una obra que interesará a lectores de todas las edades.


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