Ada es una niña rodeada de muchas cosas. Dentro de este exceso, Ada, en realidad no disfruta nada, porque el tener cosas también depende del ejercicio de desprendimiento de otras. Solo cuando me desprendo de algo puedo valorar lo que realmente tengo y, finalmente, necesito o me hace feliz. El desorden de Ada, no es un castigo en sí mismo, es una liberación a su creatividad, es la libertad de hacer cosas que antes no hacía por encontrarse atrapada entre tantas cosas.
El rol de su padre, entonces, no es punitivo, sino liberador. Un acto de desprendimiento que permite mirarnos a nosotros mismos, crecer y llegar a conocernos, porque las cosas que tenemos no nos definen como personas. Somos lo que hacemos para ser felices y disfrutar de las cosas que realmente nos llenan como personas es parte del acto liberador que también, implica dejar partir.