EL BRUJO

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Jorge García Fuentealba

Gráfico Publicitario se ha dedicado principalmente a la ilustración

E

l brujo transcurre en el siglo XVII, cuando un sacerdote

artística. Su versatilidad le ha llevado a explorar con técnicas

misionero queda atrapado por las criaturas míticas de la isla

tradicionales para derivar finalmente a la creación en soporte

de Chiloé. Escapar le costará una alianza con el personaje más

digital. Ha realizado ilustraciones para editoriales y agencias

traicionero del bosque.

nacionales y extranjeras, considerando juegos de rol, revistas, desarrollo de personajes y fondos para videojuegos, así como libros de estudio del currículum escolar. Para Edebé Chile ha ilustrado los dos tomos de la saga épica “Más allá de la Urgulia”, de Jorge García Fuentealba, además de

El brujo

Jorge García Fuentealba nos adentra, a través de la narración en versos alejandrinos, en una atmósfera donde conviven y luchan entidades y creencias ancestrales que expresan la mezcla y

Jorge García Fuentealba nació en Santiago en 1981. Desde muy niño ha vivido largos periodos en Chiloé, donde completó los estudios básicos

el brujo

Carlos Palma Cruchaga nació en Santiago en 1979. Diseñador

Jorge García Fuentealba

y medios. Estudió Derecho en la Universidad Austral de Chile, Valdivia, actualmente estudia Lenguas Orientales. Edebé Chile ha publicado su cuento “La última carta de Punta Blanca” —en Viento fresco. Antología de cuentos juveniles II— y la

transformación que produce en América el choque de culturas.

saga de fantasía épica “Más allá de la Urgulia”, compuesta por los

títulos como Cuentos inquietantes, La hora extraña, Fantasmas de

títulos El rescate del Castillo Blanco y El peligro de las islas.

mediodía y El jardín encantado, entre otros.

Ilustraciones de Carlos Palma Cruchaga


El brujo Jorge García Fuentealba

Obra ganadora Beca de Creación Fondo Nacional del Libro y la Lectura, 2018

Edición y diseño: equipo Edebé Chile Ilustraciones: Carlos Palma Cruchaga

© Jorge García Fuentealba © 2019 Editorial Don Bosco S. A.

Registro de Propiedad Intelectual Nº 288.977 ISBN: 978-956-18-1154-6

Editorial Don Bosco S.A. General Bulnes 35, Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl

Primera edición, agosto 2019

Impreso en Graficandes Santo Domingo 4593 Santiago de Chile

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.


El brujo Jorge GarcĂ­a Fuentealba

Ilustraciones de Carlos Palma Cruchaga


La noche ya era vieja, perdido me encontré

Sin luna, en la neblina, no podría volver Oí pies arrastrados, gruñidos de animal Corrí con esperanzas al bosque más allá.

Di siete pasos torpes hacia unos matorrales Pero la fiera coja me había dado alcance. Saltó sobre mi espalda, caí violentamente Tragué un poco de hierba. ¿Así sabrá la [ muerte? Mis párpados cerrados, inerte me quedé En paz me encontraba y a Dios me [ encomendé. Mas no sentí el apremio de colmillos o garras En cambio oí una voz, al parecer humana. “Saludos, forastero”, me dijo en castellano, “He venido a salvarte. No quiero hacerte [ daño”. Me volví lentamente, y encontré a un animal. Hocico y cuatro patas, con rasgos de chacal.

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Y distinguí en sus ojos profundos y amarillos Copiosa inteligencia e indicios de cinismo. Lo vi hacer una mueca o quizá una sonrisa Que, aunque de aspecto amable, me causó mala espina. “Yo sé muy bien quién eres, pues soy siervo de Dios. Un brujo, así te llaman”, osé decirle yo. “Conozco tu ralea, y me he informado bien: Los alumnos del diablo dan fama a Chiloé”. Me reveló su risa, un cavernoso viento Que injurió mis oídos y hasta mis pensamientos. Se levantó en dos patas, y ya no era una bestia Pero tampoco un hombre, una profana mezcla. Entonces él me dijo: “es verdad que soy brujo Mas ni sirvo al tal diablo ni menos soy su alumno. Viendo que te seguían, decidí intervenir Muchos entran al bosque, pocos logran salir”. “En la tarde te vieron rondando estos dominios, Un cura jovencito, apenas más que un niño. Serías tú la cena, el postre y mucho más. Se mezcla aquí el ingenio con la brutalidad. 5


Y no es por buena suerte que aún estés ileso Si no te han atacado es porque estoy yo en medio. Mas si mi compañía es causa de molestias Restauraré en el acto tu privacidad previa”. Después de decir esto, el brujo se alejó. Su cojera era grave, pero él era veloz. Parpadeé dos veces y él ya había partido. El viento fue su nave; la noche, su vestido. Al verme sin el brujo, descubrí la verdad No me encontraba solo, sino con miles más. La luna reflejaba una multitud de ojos Enormes y brillantes que en mí estaban absortos. Los vapores rizados brotando de las zarzas Eran ávido aliento de bocas inhumanas. Y aquel rumor que oía, aquel goteo vago Sugería un concierto de hocicos salivando. Busqué el rastro del brujo con desesperación Su alianza ahora ansiaba, su oscura protección. Le dije: “¡Espera, espera! Que voy detrás de ti”. El Mal tal vez él fuera. Yo quería vivir.

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Su casa era una cueva tallada entre las rocas

Con raíces por muebles y musgos por alfombras. Colgaban de los muros hatos de oscuras hierbas Insectos disecados y extrañas herramientas. Vi calderos bullendo con espesas sustancias Y la momia de un tiuque que, creí, me observaba. Y aunque todo a mis ojos era hosco y retorcido Supe que aquella cueva era mi único asilo. El brujo inauguró sus actos de anfitrión Cambiando a nueva forma, humano pareció. Vestía ahora ropas de piel indefinida Aunque en sus ojos juntos la fiera persistía. Me dijo: “No es misterio, cogido estás aquí Pero hasta el cautiverio a veces es feliz. Si aceptas ayudarme, a casa volverás Te llevarás tu vida, quizá otra cosa más”.

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Planeé rehusarme exhibiendo elegancia Con citas del Buen Libro, y alguna frase sabia. Pero antes de que yo pudiera abrir la boca, El brujo invocó fuegos y encendió las antorchas. La cueva iluminada reveló su conjuro Mil veces la misma hembra esculpida en los muros. La encontré un adefesio, agente de aversión Y supe, apenas verla, objeto de su amor. “La dama dibujada en los bajorrelieves Es la terrible Fiura, a quien tu vida debes No te pido que incurras en una apostasía: Tan solo que me ayudes a que ella sea mía”. Hablaba suavemente, con estudiada pausa Pero en todos sus gestos velaba una amenaza. Sus propias cortesías resultaban violentas Como si hasta en su paz gobernara su guerra. Y como yo esperaba escapar de ahí entero Elegí mis palabras con especial esmero. Le dije: “Seré inútil para ti en este caso De damas nada sé, mis votos me hacen casto”.

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Él dijo: “Es buena cosa que vistas la sotana Tu educación preciso, tus hermosas palabras. Pues el hombre cristiano, adversario brutal Domina la violencia y el verbo por igual”. Con permiso del brujo miré por una grieta El alba despuntaba en el bosque allá afuera Vi legiones de monstruos escapando del sol El color de la noche era su religión. Volví al brujo y le dije: “Si al bosque ayer entré Fue porque pretendía multiplicar la fe. Y si mis versos logran entregarte al amor Admitirás a Cristo como a tu salvador”. Un viento escandaloso penetró en la caverna Se abrazó a las antorchas y promovió tinieblas. Temblaron las paredes y abrieron oquedades Salamandras y arañas corrieron a ocultarse. De pronto vi que el brujo cojeaba hacia mí Sonriendo en dos hileras de aguzado marfil. Pronto sentí sus garras aferrando mis manos Antes de arrepentirme, cerrado estaba el trato.

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III

En una galería profunda de la cueva,

Dormí esa fría noche y renové mis fuerzas Era un ala sinuosa tallada por el brujo Un lecho, paja y mantas, contaba entre sus lujos. Aislado de sonidos y en densa oscuridad Permanecí durmiendo más de lo natural. Salí del lecho a tientas aún medio dormido Y procedí a cubrirme con mis nuevos vestidos. Pues durante la víspera el brujo me obsequió Una capa de coipo de tosca confección. Su provecho era doble pues además de abrigo Me ofrecía un aspecto similar al nativo. Salí y recorrí a ciegas los negros corredores Y en ellos fui ganando rasguños y chichones. Me encontré un pedernal de forma extravagante Y a fuerza de chispazos fue que pude orientarme.

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“Buenos días, muchacho”, empezó mi anfitrión, Al verme que llegaba por fin al gran salón. Me esperaba sentado ante un bloque de piedra No había ahí comida, sino un par de botellas. “Ya veo, tienes hambre”, dijo sagaz el brujo. “Primero beberemos; después, el desayuno”. Y sin darme un momento de oponer objeción Me puso ante los ojos un blanco botellón. Mi sed y mi apetito, dos días postergados, Hicieron que apurara todo el caldo de un trago. Y después de bebido alcancé a descubrir Que no era aquello leche, sino agua de cahuín. Y el brujo se reía mientras yo daba arcadas Como ágil cantinero, otra tanda escanciaba. Y cuando abrí la boca dispuesto a declinar En ávido silencio bebí tres veces más. Previendo una caída, me senté ante la mesa Antes de relajarme, volví a estar en alerta. Desde un punto lejano, aunque de forma clara Oí un gran alboroto de fieras trastornadas.

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“¡Ah, sí, sí!”, sonrió el brujo. “Son ellos, es verdad: Hambrientos de la noche que cazan sin cesar. Pero, ¿y por qué esa cara? ¿Por qué esa turbación? Mientras seas mi siervo seré tu protector”. Tomé aliento y le dije: “ya no medito en mí”. Sino en otros cristianos que vinieron aquí. No finjas que este tema es nuevo a tus oídos Pues muchos misioneros por aquí se han perdido”. “Entre ellos un anciano, que se llamaba Jaime, Que fue más que un mentor, incluso más que un padre. Él me dio nueva vida, un honor renovado, Cuando perdí mi herencia, causa del mayorazgo. Ya anciano y moribundo, queriendo hablar de Dios, Se internó en estos bosques, y nunca más volvió. No es mi plan rescatarlo, pues, lo adivino, ha muerto, Pero deseo honrarlo, reproducir su ejemplo”. Sus ojos amarillos simularon piedad, Esto me quedó claro, incluso en mi ebriedad. “Ay, mi noble muchacho. Me crees insensible. Te demostraré ahora que en mí el amor existe”.

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Un concilio de bestias a gritos discutía

La sombra de cien coigües les ocultaba el día. Su corte era la cima del plácido Hueihuén Una aldea huilliche se extendía a sus pies. A ellos rengueó el brujo, y yo también rengueaba Pues me había trepado en sus amplias espaldas. Se había convertido en un ogro encorvado Su joroba peluda, mi otero y mi resguardo. La lengua de los seres mi oído no entendió Puesto que el Siglo de Oro español me parió. Pero supe que al brujo preguntaban por mí Y que él les respondía: “Pues, ya me lo comí”. Y mientras se sentaba en un solio de piedra Me asomé por sus pelos para espiar la asamblea. De ahí vi fealdades, insultos a los ojos Pero también bellezas que retaron mis votos.

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Vi una distribución de distintos portentos La lealtad del mar, el comando del viento. Vi fuerzas evidentes, también fuerzas sutiles Y la magia del brujo era la más temible. Ignoraban la muerte o así lo pretendían La mortandad huilliche les provocaba risa. Su placer era fácil, escasa su memoria Por igual despreciaban las ciencias y la historia. Eran la aristocracia de lo antinatural Cabecillas del monstruo, azotes del mortal. Más nítidos que dioses, más libres que demonios Chiloé padecía la sombra de sus tronos. Busqué entre los presentes a las que fueran hembras Descubrí entonces a una flotando en una alberca. Sus bellos, blancos miembros tallados por las olas… Mas no era ella mi presa, la llamaban Pincoya. Fue entonces que la infamia me azotó de una vez La efigie de la cueva en carne presencié. Su fealdad externa me impresionó algo menos Que sus aromas turbios, sus modales obscenos.

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Pues tal era la Fiura, compendio de vileza Su desnudez dañosa enredada en las hierbas. Junto a ella un ser enano, aunque de tórax ancho Vestido en quilineja, se hacía llamar Trauco. Y al hablar propusieron, o así les entendí Bajar hasta la aldea y a todos seducir. Porque aunque eran pareja, carecían de celos Un día de abstinencia era su único miedo. El brujo se alzó entonces con estudiada gracia Pidiendo a sus colegas le dieran la palabra. Y si bien simulaba hablar con entereza, Sentí que tiritaba desde pies a cabeza. Pero antes que él pudiera presentar su moción Aquel llamado Trauco le remedó la voz. El brujo quedó mudo, y supe a ciencia cierta: La Fiura le dio cuernos; el Trauco, la cojera. No había entonces magia que dome al sentimiento Ni atajos que acercaran al corazón adverso. Ponderando estas cosas, me incliné suavemente Y le susurré al brujo: “Ya he visto suficiente”.

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Apenas estuvimos de regreso en la cueva

El brujo ofreció pruebas de magia verdadera. Invocó así unos vientos, sirvientes invisibles Que nos trajeron murtas y setas comestibles. Salté sobre la cena, voraz como un incendio, Y comí hasta que mi hambre volvió a estar en [ silencio. Mas cuando el brujo quiso servirme un poco más Supe que pretendía el diálogo ahogar. “Pues, sí; lo has descubierto”, confesó con [ soltura: “Prefiero no escuchar tus juicios de la Fiura. Sus peores defectos son para mí valor. No busques entenderlo, no hay ciencia en este [ amor”. Le respondí amigable, mas con sinceridad Que yo con esa musa no podría crear. Que además de su aspecto y de su fetidez, Violaba en cada gesto las leyes de Moisés.

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Lo invité a distinguir adentro de sí mismo La pasión verdadera del porfiado capricho. Quizá ahora buscaba en aquel adefesio Más que el amor perdido, resarcirse el despecho. Él masculló irritado: “Me diste tu palabra: Tus artes abrirían en su alma mi embajada. Encuéntrale, poeta, un rastro de virtud Si no, para mañana, la cena serás tú”. Debiendo transigir ante estos argumentos Le propuse un paseo de reconocimiento. Quizá la Fiura fuera inspiración nocturna: Vejada por el sol, vengada por la luna. Recorrimos el bosque sin muchas esperanzas Él convertido en perro y yo sobre su espalda. ¿Qué aspecto ofrecería esta rara pareja? Quizá más que una dupla, una misma quimera. Las tribus de la noche pasaban sin mirarnos Pues temían al brujo y su superior rango. Vi danzando espantajos entre la oscuridad Tan numerosos como la prole de Abraham.

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Jorge García Fuentealba

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l brujo transcurre en el siglo XVII, cuando un sacerdote

artística. Su versatilidad le ha llevado a explorar con técnicas

misionero queda atrapado por las criaturas míticas de la isla

tradicionales para derivar finalmente a la creación en soporte

de Chiloé. Escapar le costará una alianza con el personaje más

digital. Ha realizado ilustraciones para editoriales y agencias

traicionero del bosque.

nacionales y extranjeras, considerando juegos de rol, revistas, desarrollo de personajes y fondos para videojuegos, así como libros de estudio del currículum escolar. Para Edebé Chile ha ilustrado los dos tomos de la saga épica “Más allá de la Urgulia”, de Jorge García Fuentealba, además de

El brujo

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Jorge García Fuentealba nació en Santiago en 1981. Desde muy niño ha vivido largos periodos en Chiloé, donde completó los estudios básicos

el brujo

Carlos Palma Cruchaga nació en Santiago en 1979. Diseñador

Jorge García Fuentealba

y medios. Estudió Derecho en la Universidad Austral de Chile, Valdivia, actualmente estudia Lenguas Orientales. Edebé Chile ha publicado su cuento “La última carta de Punta Blanca” —en Viento fresco. Antología de cuentos juveniles II— y la

transformación que produce en América el choque de culturas.

saga de fantasía épica “Más allá de la Urgulia”, compuesta por los

títulos como Cuentos inquietantes, La hora extraña, Fantasmas de

títulos El rescate del Castillo Blanco y El peligro de las islas.

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