En cuanto a su producción dirigida al público infantil, Edebé ha publicado Un gran gato (2013), premio Altazor de Literatura Infantil y Juvenil del año 2014; Simón ya no quiere ser emperador (2015); La historia infinita del gusanito Carpocapsa (2015) y El niño del bidón amarillo (2016), todos ilustrados por Carmen Gloria Quiroz. Su más reciente publicación de este tipo es La araña Miró (2019), ilustrado por Alejandra Basaure.
Un auto sin luces corriendo de madrugada por Gran Avenida, una abuela llorando al borde de una piscina, un misterioso vestido rojo en una fiesta de la Luna llena, una niña borrada con una goma y una foto olvidada de un gato son parte de estos diez relatos.
A propósito de sus cuentos, la crítica ha escrito:
En Nos cuesta la vida hay triunfos y empates, un lado visible (la historia oficial) y un reverso esquivo donde cada personaje teje un destino inesperado: la felicidad se suspende hasta nuevo aviso.
“La narrativa de Tamayo forma parte de esa tradición que señalaron Manuel Rojas y Nicomedes Guzmán, y que sigue siendo letra viva hoy […] una literatura que se hace desde la plena consciencia de que no se ha perdido el interés por lo más básico, narrativa que no se deslumbra por las posibilidades múltiples e inagotables de la forma, se trata finalmente de nada más que eso: de contar historias”. Rodrigo Hidalgo “Reitero, Luis Alberto Tamayo es un grande de la literatura chilena y, en especial del género cuento”. Rolando Rojo Redolés
Luis Alberto Tamayo, su autor, despliega su talento de experimentado contador de cuentos. En ellos, los habitantes de Santiago (o de una aldea que puede ser cualquiera) buscan como pueden un lugar propio: una parcela en las afueras, una franjita de tierra al lado de un puente, una pieza larga y angosta como vagón de ferrocarril, un patio para bailar, una cancha de fútbol o un país arrebatado a la fuerza. Sin embargo, los deseos subterráneos afloran cuando menos se espera, las cartas llegan a destinatarios equivocados, la genética hace trampas y, a veces, los personajes se extravían, se desesperan o se vuelven invisibles, con la fragilidad de un vidrio.
Luis Alberto Tamayo, nació en San Fernando (1960). Profesor de Educación Básica, escritor y cuentacuentos ha publicado más de quince títulos, entre novelas, recopilaciones de relatos y libros ilustrados infantiles, comenzando sus más de treinta años de trayectoria como autor con Ya es hora (1986) hasta llegar a Nos cuesta la vida (2019). Sus narraciones han sido reconocidas en numerosos certámenes literarios por jurados tan diversos como José Donoso, Luis Sepúlveda, Pía Barros, Alejandro Zambra y Alejandra Costamagna. Seleccionado en antologías del género, tanto en Chile como en el extranjero, entre ellas cabe mencionar Andar con cuentos: nueva narrativa chilena (1992), de Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic; Tapices literarios (Nueva York, 1997); De Moctezuma a los Andes (México, 2012) y Viento fresco (2013). A su primera novela Caballo loco, campeón del mundo. La historia del caballo Huaso (1997), premiada y con más de 10.000 títulos vendidos a la fecha, le han seguido La goleta Virginia (1998), la serie de aventuras de Litho compuesta por los volúmenes Litho, descubridor de piedras (2014) y Litho y los diamantes negros (2016) y la novela fantástica El extraño caso Jack Hooligans (2016).
Nos cuesta la vida Luis Alberto Tamayo
Edición y diseño: equipo Edebé Chile © Luis Alberto Tamayo © 2019 Editorial Don Bosco S.A.
Registro de Propiedad Intelectual: A-304588 I.S.B.N.: 978-956-18-1153-9
Editorial Don Bosco S.A. General Bulnes 35, Santiago de Chile www.edebe.cl docentes@edebe.cl
Primera edición, agosto 2019
Impreso en Salesianos Impresores S.A. General Gana 1486 Santiago de Chile
Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.
Luis Alberto Tamayo
lo mĂĄs terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. Silvio RodrĂguez
CanciĂłn del elegido
Conocer una vida no es bastante ni conocer todas las vidas es necesario. Pablo Neruda Oda al hombre sencillo
Índice Atardecer en sepia con piscina y álamos
9
El Rucio y el río
21
El día que vuelva Mariela
33
Soldado de terracota
49
Un vidrio quebrado
51
La Pichosa
57
Mi hermano cruza la plaza
69
Los Sáez
77
Un vestido rojo
87
Te vinimos a ver, Macaco
103
Atardecer en sepia con piscina y álamos
I
M
i abuela llora abrazada a nosotras sentada al borde de la piscina. Abre sus brazos como alas y nos acurruca. Hace rato que no dice nada. Con su mano se tira agua a la cara para borrar sus lágrimas. Camila apenas toca el agua con sus pies regordetes. La abuela llora porque mis papás se separaron definitivamente. Eso le contó al tío Julio que fuma pipa; le dijo también que ella tendría que hacerse cargo de nosotras porque por arriba de mi abuelo podría pasar un tren y él no se daría por aludido. Antes de antes vivíamos en una casa grande con parrón, pero no era nuestra. Después nos fuimos a un departamento. Me daba mucho miedo porque era en un décimo piso. Ahí nació Camila. 9
Mi papá quería que hubiera nacido hombre, pero nació mujer como yo. Después nos vinimos a vivir a la parcela de la abuela Sole y el tata Rubén. Ellos viven en la casa verde de adelante. La nuestra es la de madera de más atrás. Mi mamá la inventó y el tío Julio la dibujó y la hicieron igual al dibujo. Hace dos semanas que no voy al colegio, la tía del furgón me toca la bocina y la abuela le hace señas desde la ventana de que no voy a ir. II Atardecer en mi casa de campo. Construimos esta casa para ser felices. Sabíamos que la felicidad está fuera de la ciudad. Todo aquí. Los cerros y el más bello atardecer. Lloro abrazando a mis nietas. Me prometí no llorar, pero no pude cumplirlo. Y la única pregunta válida zumbando dentro de mi cabeza. ¿Qué hice mal? ¿Qué hicimos mal Rubén y yo para que nos ocurra esto? Ahora que empezaba la vida. El descanso, vivir sin apuro. Nada. Aún queda un poco de sol. Me pongo de pie y me lanzo otra vez a la piscina. La última por hoy. Camila ríe. Andrea se abriga con la toalla y mira hacia el camino. Tiene fija la mirada en un punto lejano, espera que aparezca el Nissan de papá o el Wolkswagen de mamá. Yo sé que no vendrán. Magdalena tiene su celular apagado. Andrea sabe que estoy llorando, jamás he podido engañarla. Se parece mucho a mí en lo físico, pero por dentro 10
es como su abuelo, siempre sabe todo lo que pasa, pero no lo da a entender, oculta información, siempre. No sé si Pablo vendrá esta noche. Seguramente me llamará más tarde para decirme que tiene trabajo atrasado, que lo más importante en este momento es salvar el frente económico. Quizá tenga razón. Ojalá viniera Magdalena, pero es difícil. En vez de suegra quise ser su madre, pero todo salió mal. Con esto se me van a venir los años encima. La tristeza avejenta, eso lo sé bien. La rabia cansa. Tejer con tanto cuidado el futuro para esto. Será otra noche más de dormir con mis dos nietas, con los temblores y gritos de Andrea y las patadas de Camila. Rubén me mira desde su estudio. Lo veo como un cuadro enorme de pie tras el ventanal. Ha vuelto a echar whisky a su vaso y ahora le pone hielo. Apenas llega Vivaldi a mis oídos. Oscurece. Son casi las ocho. Hace mucho calor. Nuestro caballo relincha. Es la hora en que lo ensillábamos y cabalgábamos por turno. III Veo luces en el camino, parece que es papá. Otra vez nos quedaremos a dormir en casa de la abuela. Camila se está quedando dormida y me cuesta sacarle el traje de baño. Las luces se detienen frente a la casa del tío Julio. El tío prende las luces altas y luego las bajas. Es nuestro saludo secreto. Mañana 11
seguro tampoco iremos a clases, entonces podremos ir a su taller para no estorbar a la abuela mientras hace aseo. El tío Julio es pintor y está haciendo un cuadro grande en que Camila y yo aparecemos en un rincón bajo un aromo. Luces otra vez y parece que es el auto de mamá, pero se detiene lejos y las luces se apagan. Ayer pasó lo mismo, parece que es mamá que viene pero no se atreve a entrar porque peleó con la abuela. IV Las niñas duermen. Rubén sigue en su guarida de pie como una estatua. Se debe haber fumado media cajetilla. Él está menos dotado que yo para el fracaso. El descanso se aplaza, todo se retarda. Pensamos tener años dorados y han comenzado mal. Pablo no reacciona, anda por la vida como sin ver. No ve a sus hijas, no ve nada. El caballo relincha, es la hora de la familia feliz, pero nada, la felicidad se suspende hasta nuevo aviso. Lo de ellos venía mal hace tiempo, partió mal. Oscurece, atardecer perfecto. No sé si se habrán secado los piyamas de las niñas. Seguramente Andreíta ya resolvió el problema. Mi pequeña mujercita, a sus siete años parece que tuviera doce. Trata de no hacer problema y consolarme. 12
Veo venir un auto y creo que es Magdalena, pero no, son luces muy potentes, debe ser Julio nuestro vecino. Andreíta cierra las cortinas del dormitorio y me indica con gestos que Camila ya se durmió. Yo sigo al borde de la piscina pasando revista a mi vida. Siento un poco de hambre. No hay nada para preparar rápido. Más vale una pastilla y dormir. Rubén tampoco ha comido nada. Rubén está agobiado, como siempre no ve hacia adelante. Tratará hasta el infinito de ver en qué punto fallaron los demás, determinar exactamente el punto del error y del vacío. Toda una vida de corrector de pruebas, buscando y reparando los errores de otros. Cada domingo se sienta lápiz en mano a corregir El Mercurio . Una vergüenza dice. Seguramente me dirá que debimos haber intervenido antes del nacimiento de las niñas, o al menos antes del nacimiento de Camila, pero ya no. No hay nada que hacer o al menos nada que quisiéramos hacer, nada que tengamos fuerzas de intentar. Rubén habló con Pablo ayer, pero terminaron gritándose. Son dos estilos opuestos de encarar la vida. Rubén no pone una palabra en un crucigrama si no está seguro de que está correcta, no corre riesgos, lo controla todo. Pablo es solo intuición: arremete y con su entusiasmo contagia, modifica la realidad de su entorno. La voluntad le brota, sabe siempre qué hay que hacer, sin meditar, sin titubeos. Así era, ahora no lo sé. Veo a Rubén difuso tras el vidrio, inmóvil. Suena 13
el teléfono. Debe ser Pablo anunciando que llegará tarde. No pregunta por las niñas, es como si quisiera borrarlas, no nombrarlas para que no existan. Y sé que las ama, o las amaba en paquete completo, él quería una familia y la tuvo y fue ejemplar. Ahora que la familia se rompió espera que cada ser estalle en el aire y se esfume. El teléfono suena y no tengo fuerza para caminar seis metros hasta la cocina. Que conteste Rubén, que se involucre. Quizá Magdalena hable con él y dirá lo de siempre, nada. Ella es bonita, bien intencionada, solo eso. Y la belleza es un agravante en épocas de crisis. Rubén habla por teléfono mirando hacia la piscina. V Atardecer en sepia. Sole sentada al borde de la piscina. Tomé el teléfono y al momento de levantar el auricular corté la comunicación. No quiero hablar con nadie, pero simulo que lo hago. Todo se complica, no hay salida. Las niñas no me vinieron a dar el beso de las buenas noches. Ellas deben tener la certeza de que el abuelo es una convención, una ilusión óptica. Se me va a acabar el whisky. Un fierro se está cruzando entre sien y sien. Me queda solo un Migranol. Afuera hay destellos azules que bajan del cielo. Tuvimos solo dos hijos para poder darles la mejor educación. Patricio es ingeniero en Codelco y Pablo 14
se tituló de contador con distinción máxima. Nuestros hijos son, o eran, nuestro orgullo. Hicimos las cosas bien, no nos cambiamos a las AFP como hizo todo el mundo, jubilamos por la caja, decentemente. Después de treinta años de trabajo nos fuimos con dignidad a la calle, a la vida, a Río, a Bahía, a Buenos Aires y la parcela. La parcela y nuestro caballo con montura mexicana. Relincha porque es la hora del paseo. Nadie lo ha cepillado en una semana. Esa es la historia oficial, la pregonable y publicable. Pablo se esfumó, hizo lo que sintió que debería hacer. Pedirle que actúe sensatamente en un momento como este es un descriterio. Fui violento con él, no me di cuenta. En cierto modo lo admiro. Admiro su despampanante irresponsabilidad. Él busca una solución a su juego, pero arruina el mío. Hijo: si llamas otra vez te pediré que me disculpes. No sé qué solución tendrá todo esto. Solo sé que no podremos contar con los padres de Magda. Tu madre y yo vamos solos en esta carrera. Hijo, lo echaste todo a perder. Y no estás aquí para decírtelo a la cara. VI Sé que Rubén no se merece esto. Él quería tranquilidad, la tarea estaba terminada. Durante este tiempo no ha hecho otra cosa que embellecer la 15
casa, la vida, preocuparse de mí. Me enseñó a manejar, prácticamente me ha obligado a retomar mis amistades de antes, el taichí también se lo debo a su insistencia. A veces me da miedo, es como si presintiera que se va a morir y me preparara para su ausencia. Mirando mi vida en el fondo de la piscina siento que nuestro matrimonio ha sido bastante mejor que otros. Rubén es el que marca la diferencia. Me casé con un buen hombre, paciente y comprensivo. Los defectos pasan al baúl de los perdones. Pero algo no debe haber andado tan bien porque ahora viene la vida y nos endosa este fracaso. Pablo y Magdalena separados es una mancha en la hoja de servicio. No vi venir la debacle hasta que estaba encima. Me pareció bien cuando Pablo llegó a casa con Magda. Pablo nunca fue como Patricio. Pablo siempre ha sido más tímido, menos vistoso. Entonces verlo llegar con ella fue algo bueno. Ella era bonita, brillaba, sonreía y llenaba la habitación de magia. Era como el recreo perpetuo para el Pablo sesudo y detallista. Ella tenía algo entre los ojos. Tarde me di cuenta de que la gente que brilla tanto es porque necesita ayuda, necesita afecto. Se apegó a nosotros. Y alegró la vida de todos. Rubén y yo añorábamos una hija y ella estuvo aquí dispuesta. Me hubiera gustado que Pablo encontrara una novia en la universidad como su hermano, pero él la encontró en el grupo juvenil de la parroquia. 16
Con Rubén acordamos en que no íbamos a ser suegros complicados como lo fueron nuestros padres. El matrimonio se dio porque era la estación que venía. Y luego Andrea y ahora Camila. Se casaron y yo di la tarea por concluida. Después empezaron los problemas económicos, Magda quería estudiar y era justo, entonces decidimos hacerles la casa a la medida y que dejaran de tirar dinero en arriendos y Magda fue a la universidad de chalas y bluyines y de pelo suelto como una chica más que al volver era dueña de casa. Se aplazó un poco el tiempo del descanso activo, la estación final. Vivir a toda vela nuestros últimos veinte años. Eso es lo que ha pasado. Debemos volver a ser padres otra vez, hasta que Pablo y Magda despierten del hechizo y sepan que aquí está la vida. Quiero ir a refugiarme en Rubén, tengo frío. Son las dos de la mañana y no puedo pegar los ojos. El teléfono suena. Las luces de un auto merodean la casa. Es Rubén que vuelve, seguramente salió cuando me quedé dormida. No aguantó el hambre, lo conozco. VII Lo malo de vivir en las afueras es que no hay donde comprar una botella decente de whisky. Volví con las manos vacías. Menos mal que Julio estaba despierto en su taller. Me pasó media botella sin preguntar nada. Un buen amigo. 17
En cuanto a su producción dirigida al público infantil, Edebé ha publicado Un gran gato (2013), premio Altazor de Literatura Infantil y Juvenil del año 2014; Simón ya no quiere ser emperador (2015); La historia infinita del gusanito Carpocapsa (2015) y El niño del bidón amarillo (2016), todos ilustrados por Carmen Gloria Quiroz. Su más reciente publicación de este tipo es La araña Miró (2019), ilustrado por Alejandra Basaure.
Un auto sin luces corriendo de madrugada por Gran Avenida, una abuela llorando al borde de una piscina, un misterioso vestido rojo en una fiesta de la Luna llena, una niña borrada con una goma y una foto olvidada de un gato son parte de estos diez relatos.
A propósito de sus cuentos, la crítica ha escrito:
En Nos cuesta la vida hay triunfos y empates, un lado visible (la historia oficial) y un reverso esquivo donde cada personaje teje un destino inesperado: la felicidad se suspende hasta nuevo aviso.
“La narrativa de Tamayo forma parte de esa tradición que señalaron Manuel Rojas y Nicomedes Guzmán, y que sigue siendo letra viva hoy […] una literatura que se hace desde la plena consciencia de que no se ha perdido el interés por lo más básico, narrativa que no se deslumbra por las posibilidades múltiples e inagotables de la forma, se trata finalmente de nada más que eso: de contar historias”. Rodrigo Hidalgo “Reitero, Luis Alberto Tamayo es un grande de la literatura chilena y, en especial del género cuento”. Rolando Rojo Redolés
Luis Alberto Tamayo, su autor, despliega su talento de experimentado contador de cuentos. En ellos, los habitantes de Santiago (o de una aldea que puede ser cualquiera) buscan como pueden un lugar propio: una parcela en las afueras, una franjita de tierra al lado de un puente, una pieza larga y angosta como vagón de ferrocarril, un patio para bailar, una cancha de fútbol o un país arrebatado a la fuerza. Sin embargo, los deseos subterráneos afloran cuando menos se espera, las cartas llegan a destinatarios equivocados, la genética hace trampas y, a veces, los personajes se extravían, se desesperan o se vuelven invisibles, con la fragilidad de un vidrio.
Luis Alberto Tamayo, nació en San Fernando (1960). Profesor de Educación Básica, escritor y cuentacuentos ha publicado más de quince títulos, entre novelas, recopilaciones de relatos y libros ilustrados infantiles, comenzando sus más de treinta años de trayectoria como autor con Ya es hora (1986) hasta llegar a Nos cuesta la vida (2019). Sus narraciones han sido reconocidas en numerosos certámenes literarios por jurados tan diversos como José Donoso, Luis Sepúlveda, Pía Barros, Alejandro Zambra y Alejandra Costamagna. Seleccionado en antologías del género, tanto en Chile como en el extranjero, entre ellas cabe mencionar Andar con cuentos: nueva narrativa chilena (1992), de Diego Muñoz Valenzuela y Ramón Díaz Eterovic; Tapices literarios (Nueva York, 1997); De Moctezuma a los Andes (México, 2012) y Viento fresco (2013). A su primera novela Caballo loco, campeón del mundo. La historia del caballo Huaso (1997), premiada y con más de 10.000 títulos vendidos a la fecha, le han seguido La goleta Virginia (1998), la serie de aventuras de Litho compuesta por los volúmenes Litho, descubridor de piedras (2014) y Litho y los diamantes negros (2016) y la novela fantástica El extraño caso Jack Hooligans (2016).