Transparente Desaparición Edgardo Ovando © 2008 Este libro electrónico está disponible sólo para su disfrute personal. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin permiso por escrito del autor. La única excepción es por un revisor, que puede citar breves extractos en una revisión. Gracias por comprar su propia copia. Gracias por respetar el trabajo de este autor.
Esta novela es una obra de ficción. Cualquier referencia a acontecimientos históricos a: personas reales, vivas o muertas, o a locaciones reales están destinados sólo a dar a la ficción un sentido de realidad y autenticidad. Los nombres, los personajes, los lugares y los incidentes son productos de la imaginación del autor o se utilizan de manera ficticia y su semejanza, si la hay, con sus homólogos de la vida real, es una coincidencia. Además contiene escenas sexualmente explícitas y lenguaje para adultos que puede ser considerado ofensivos para algunos lectores. Por favor, guarde sus archivos con sabiduría, donde no puedan ser accedidos por los lectores menores de edad.
"Antes de la iluminación, corta leña y lleva el agua. Después de la iluminación, corta leña y lleva agua”. - Wu Li
Prólogo Para quienes desean/deseamos una necesario, positivo, despertar de conciencia en los seres humanos y generar así, un cambio de verdad en nuestra sociedad, encontramos que, desgraciadamente, los poderes del sistema socio político imperante y la racionalidad tecnocrática, entre otras cosas, ha venido frenando la conexión con nosotros mismos y con el Todo. Por lo tanto, desde mi punto de vista, nos enfrentamos a una gran tarea, la cual es: Re descubrir el conocimiento ancestral de los pueblos originarios que, irremediablemente, redundará en el despertar de la conciencia. Necesitamos volver a descubrir las culturas conectadas con la vida y las energías universales. Balancearlas nuevamente. Para así comenzar a comprender, a través de la experiencia misma, la riqueza infinita que se encuentra en aquella sabiduría ancestral. Para alcanzar ese cambio, necesitamos ser personas con un fuerte pensamiento positivo. Ese es el camino más simple y a la vez, el más complicado. Necesitamos perdonar y perdonarnos a nosotros mismos. No requerimos detallados conocimientos de física cuántica ni de biología. Ni ser eruditos en determinados temas. Tampoco ser como los famosos seres espirituales que huyeron del mundanal ruido para encontrarse consigo mismos y con Dios. Sólo nos basta ser positivos,
tolerantes, empáticos, amplios de mente y amorosos unos con otros. Bajo esos, eclécticos, términos, abriremos nuestros corazones endurecidos a un mundo mágico que, si bien no es visible ni audible: Existe. Y es el mundo de las energías que se conecta con las riquezas infinitas e intangibles de nuestro Chile ancestral. Balanceando los chacras de la tierra, cruzaremos, a través de nuestras barricadas de piedras y cercados muros de ignorancia. No es necesario perder las uñas sangrando las piedras para escapar, sólo basta esforzarse por ser una, genuina y buena persona. El corazón hablará por nosotros y pondrá palabras en nuestra boca. De tal manera, entonces, desde nuestro despertar hasta al fin de nuestros días, al momento de dejar este mundo, tendremos la certeza que mediante nuestras positivas vibraciones y acciones en el día a día, entregamos, a las siguientes generaciones un planeta un poco mejor de cómo lo encontramos. Ése es el gran objetivo y el desafío. Ser sinceros en nuestros sentimientos, es uno de los caminos que nos permitirá, donde antes hubo mentiras, encontrar las verdades y, el valor intrínseco de, cada uno, de los seres humanos. Sin duda que será hermoso este camino, iremos descubriendo, poco a poco, la auténtica riqueza las personas que nos rodean. Nos veremos en el otro. Pues, en algún punto de nuestra existencia, todos los seres humanos convergemos en la misma imperiosa necesidad: Experimentar las energías del amor verdadero. ¿Pero cómo lo logramos, cómo lo alcanzamos? La respuesta es bastante simple y es por lo señalado anteriormente: En primer lugar, es necesario entender que cada uno de nuestros pensamientos afectan a otros, así como, los pensamientos de otros, también, si es que estamos en vibrando en un bajo nivel, nos afectarían directamente. Una manera gráfica de representar esta situación: Es vernos como si fuéramos una sola unidad de luz, pero divididos en, unitarias, hebras luminosas o energéticas. Finalmente, todos somos Uno. Y, a la vez, Somos uno con el Todo y con todos los demás. Por ejemplo: El pueblo mapuche cree en un ser supremo que es Ngvnechen, el cual es dueño de los hombres y de la tierra. Es el Todo. Además, claro está, de las divinidades, que son los grandes ancestros que gobiernan las fuerzas de la naturaleza, y el alma eterna. Dicho lo anterior, pareciera que desde esa perspectiva todo sería maravilloso y podremos hacer realidad la utopía de ser un ínfimo y humilde punto de conciencia en conexión con el universo, y, a la vez, ser la conciencia misma del Todo. Lamentablemente, nada podría ser más incorrecto. Porque dentro de este, aparente, escenario ideal, las dudas que surgen y es natural que así lo hagan, se producen frente a: La violencia, la injusticia, la explotación, la rabia, la descalificación y falta de tolerancia reinante a nuestro alrededor. Nos preguntamos: ¿Realmente somos todos lo mismo? ¿Somos todos Uno? Más aún ¿Podremos ser capaces de crear un espacio, respetuoso, justo, donde vivamos en paz y en amor? Por lo mismo ¿Será cierto que todo el mundo tiene un alma evolucionada o existen seres humanos que no han accedido al amor, la empatía y la compasión? La respuesta, esta última pregunta es, dramáticamente, sí. La oscuridad sí está presente. Somos seres humanos y como tales no existe la perfección. Depende de cada uno cómo decide actuar. Y eso se debe a que no existe el reconocimiento y respeto a la espiritualidad y la cultura, hacia los pueblos originarios, los cuales son los puntos de partida para un diálogo y si no hay diálogo, no existe el reencuentro ni será posible la integración de nuestro mestizaje. Por lo mismo, está en cada uno y cada una la capacidad de establecer puentes y discernir la luz de la obscuridad. Darnos cuenta que hemos sido parte de una lucha que ha durado más de 500 años y aún no logramos rescatar nuestro lado vencido, a nuestro indígena.
El camino que nos resta por avanzar, aparentemente, es aún más arduo, pero no menos interesante y maravilloso. Debemos comprender que sólo cuando encontremos nuestro ser mestizo, seremos chilenos integrados y completos desde la raíz de nuestro origen mapuche. Sólo hay que desandar el camino, en pro de mejorar nuestro planeta, confiando en nuestros corazones llenos de genuino amor verdadero. Por lo tanto: Debemos mantenernos actuando, aún con más fuerza, desde el amor, tomando, cada vez, mayores riegos, pero también, las necesarias, precauciones, frente a aquellos que no han evolucionado positivamente, en su vibración. Necesitamos, con mayor fuerza, seguir siendo consecuentes con nuestros sentimientos. Sin miedo. Creciendo en compasión y tolerancia. Respetando la identidad e inmensa sabiduría de los pueblos originarios. Abriendo nuestras alas para dejar la carcasa de la piel de la oruga. Sintiendo y actuando, de la mejor manera posible, para mejorar, el estado de vida de los otros, al mismo tiempo que, con esas acciones, mejoramos el devenir de las nuestras. Así de simple. Esa, la forma de llegar a, realmente, ser un alma libre y un ser evolucionado espiritualmente: Vivir una vida “normal ", inclusivo con los demás, en un mundo " normal " y ser, de todo corazón, una buena persona, amable, que comparta amor, tolerancia, bellos sentimientos, respeto por la naturaleza y desarrollo de los recursos de la madre tierra de un modo sustentablemente; eso es irradiar la luz de nuestras almas con todos quienes nos rodean.
Primera Parte Capítulo Uno (La Perdida Piel de la Serpiente) Afortunadamente, era el amanecer, del último día de Septiembre y digo afortunadamente, porque la verdad no me sentiría preparado para ascender la montaña en un día de lluvia. Laura, por el contrario adoraba, sobre todo, los tormentosos días de lluvias, más aún si éstas eran torrenciales. Le daba lo mismo embarrar sus zapatillas o que las ruedas de su bicicleta quedaran atrapadas en el fango. Puedo, con un cien por ciento de seguridad, afirmar que, en esos días, todo era más hermoso y más brillante para ella. Su alma, naturalmente, se elevaba a niveles inconmensurables fusionándose con el universo; al tiempo que, en su cuerpo, todos sus centros de energía se balanceaban, cada vez más, finamente, en armonía. Se sentía una mujer poderosa al estar consciente de su divinidad y se sentía digna de ofrecer sus frutos al universo, para el disfrute de quienes lo desearan. Podía auto reconocerse en ese clima borrascoso, agradeciendo desde su alma los mensajes que el universo deseaba entregarle. . Ascendía, casi como si fuera un juego. La montaña, era su fin, y al mismo tiempo, cada vez que alcanzaba la cumbre, aumentaba el grado de su propia seguridad. Reverdecía su amor propio, amigándose, en este caso, consigo misma y con la femenina energía de la madre tierra. Nada ni nadie, se interpondría para lograr su meta. Todo estaba perfectamente ordenado e integrado. En ningún momento cejaría en su objetivo. Era constante hasta el final. Sabía tenía la situación dominada en su vida. Sólo sería cuestión de tiempo. Debía continuar
Una vez que llegaba a su cabaña, observaba, extasiada, el mundo desde la cima, por largos momentos. Se sentía, inmensamente, feliz. Tal cual como si fuera la única mujer en su especie que había logrado vencer, el paradigma machista de la fuerza. Confirmaba, según ella que la mujer no era para nada el sexo débil, sino todo lo contrario. Eso implicaba que, seguiría adelante, tal cual como lo había hecho hasta ese momento, con su manera de ver y vivir la vida. No daría su brazo a torcer y menos se daría por vencida, frente a los obstáculos que buscaban minimizarla y victimizarla en la sociedad patriarcal. Eso era un error y ella se encargaría de demostrar que tenía razón. Amaba, de sobremanera, los truenos y, disfrutaba, viendo a las gaviotas, por momentos, ausentarse, raudas, del mar para cobijarse, temporalmente, en las rocas de los acantilados. Desesperadas, huían de la tempestad, pero al mismo tiempo sabían por instinto que la naturaleza puede, en algunos momentos, acariciar delicadamente y en otros gritar fuera de sí. Amaba profundamente la naturaleza porque es parte de todos y todos nosotros somos parte del planeta Por lo mismo, cada paso que daba era, inmensamente, valorado. Cada vez que regresaba a su cabaña, construida, prácticamente, con sus propias manos, era ver el resultado de su esfuerzo, alegrías y sufrimientos que radicaban, básicamente, en negarse a ser una esclava del sistema (tuviera éste el apellido que tuviera). Allí, era libre al encontrarse con la naturaleza, con la simpleza, con el silencio y la conversación abierta consigo misma. Se amaba a sí misma y se sentía merecedora de lo mejor que la vida pudiera entregarle. Por esa razón, los temporales, se los planteaba como las indómitas fuerzas de la naturaleza que deben ser visualizadas como debe ser: Con respeto. Laura, de este modo, liberaba, sin remordimientos de ningún tipo, su natural sensualidad. Al final del día, terminaba amándose a sí misma cada vez un poco más que el día anterior. Ella, nunca lo disimuló y mucho menos negó la belleza y el amor por sí misma. Su fascinación por el placer que le entregaba, satisfacer todas la gama de sus sentidos era ilimitado y el regocijo, inequívoco que le causaba auto experimentar con los límites en su cuerpo, era la comprobación necesaria, de los diferentes estadios de las, placenteras, investigaciones de sus emociones. I Lleu Lleu
Poco antes de la madrugada arribó, silenciosamente, el típico bote pesquero de la zona que me llevaría a través del Lago LLeu Lleu. El lugareño, un silencioso mapuche, no se mostraba muy animado de realizar el viaje. Se notaba con sueño y algo desganado. Inseguro. Su plus era que conocía, bastante bien, cada centímetro de lago y también, conocía a Laura, pues la trasladó, por esa ruta, la cual es mucho más larga, en más de alguna oportunidad. Esto ocurría luego que temporales similares a los vividos con anterioridad cortaban la ruta tradicional por la costa de Tirúa. Con fuerzas tiró la piola y el motor bencinero fuera de borda, rompió el silencio sepulcral de las primeras horas del nuevo día. Iniciamos nuestro viaje, pero llegado un momento, ante mi desagradable, sorpresa apagó el motor, y siguió con los remos. A ese paso, vamos a llegar el día del níspero, pensé. Efectivamente, después de más de una hora, de no ser por algo de sueño, el viaje, estaba resultando, absolutamente, rutinario. Extremadamente tedioso, pero peor era mascar lauchas. Me
alegraba regresar, aunque, en este caso, por otra ruta, insufriblemente, lenta por causa de los temporales. Era, extremadamente, más larga eso sí. Me alentaba pensar que, al menos por mi parte, aún conservaba el poderoso lazo de unión con Laura. Podría estar pasándome rollos quizás, pero me sentía cargado con la energía que mutuamente, nos habíamos entregado a lo largo de nuestras vidas. Sobre todo, la última noche que nos vimos, antes que perdiéramos el contacto por dos largos años. Estaba preparado para todo porque: claro, en este tipo de viaje, siempre hay sorpresas que descubrir. Van surgiendo nuevos episodios al enfrentar la naturaleza. Sobre todo, en dirección a los ventosos acantilados de Lebu. Era en ese lugar donde, yo suponía debía encontrarse, por alguna razón, oculta, pues un par de veces, pasé temporadas de verano, en su solitaria cabaña donde: Reparación y pintaba tablas de Surf. Era el sitio ideal para pasar inadvertido. El mapuche pescador y capitán del sencillo bote, al timón de su embarcación, no estaba a gusto. Por más que me hiciera el simpático. No hablaba. Me observaba en silencio, como tratando de descifrarme: Lo más probable es que deseara entender ¿qué cresta hacía ahí, en medio de la nada? Introducía, por momentos, sus ya enguantadas frías manos, en su chaqueta, comprada seguramente, en la ropa usada, luego las sacaba para seguir remando. El frío era inclemente. Con la seguridad de arriesgarse por, un poco de dinero, navegando en esas condiciones, bajó la cabeza, en señal de resignación frente a la densa y fría niebla y continuó esperando que algo, lo que fuera, lo sacara de su modorra. Parecía esperaba lo peor. Navegar a esas horas con la niebla matinal, del lago, cubriéndonos por completo, tenía una doble función en nuestro traslado. Si es el que el pescador no me lo hubiera señalado, no lo habría advertido. Primero, a esa hora: Nadie nos vería. Pasaríamos inadvertidos hacía el lugar al cual nos dirigíamos. Lo malo es que, tampoco podíamos ver más allá de un metro a nuestro alrededor por lo que la velocidad era reducida y lo segundo, no menos malo, por cierto, llegaríamos, al menos, con luz de día. Ni remotamente, si quiera, imaginé, en el peligroso terreno que me internaba, yo sólo pensaba, ingenuamente, que: Por fin, podría, restablecer, una vez que nos encontráramos, la conexión perdida con Laura, si es que, obviamente, ella lo deseara así. Crucé los dedos para que así fuera, pero me sentí carente de seguridad. Obviamente ha pasado demasiado tiempo sin vernos. Seguí, adelante con mi intención, pese a mis limitaciones de personalidad. Esperaba un milagro que me hiciera crecer como hombre. Ese era mi más profundo deseo; aunque Laura me lo había dicho, directamente, a la cara que no necesitaba, atarse, a un hombre o una mujer para sentirse plena en la vida. Yo no pensaba así. Para mí, volver a tenerla entre mis brazos, y absorber sus, a veces delicados fragmentos emocionales y en otras su seguridad a prueba de balas, era un plato demasiado delicioso como para no intentar saborearlo, aunque sea por última vez. Añoraba volver a tener un encuentro, de las mismas características de la última vez que nos vimos en el Night Club. En esa oportunidad, ella fue generosa con su cuerpo y, no puso limitaciones a compartir su energía sexual. Se entregó dulcemente a la magia del amor. Ahora, después de transcurridos más de dos años, todavía siento las positivas vibraciones de su energía que me trasmitió y las he atesorado, hasta el presente como lo que son: Una joya preciosa, en la mente de mi corazón.
Contrastaban mis tranquilos y sencillos pensamientos, con la, inquieta, actitud del botero. Se notaba en estado de alerta. Nervioso. Al fondo del bote de madera, había un bolso. No tardó en señalarlo con su dedo, mientras observaba, preocupado, a su alrededor. Podría sacar una linterna- me dijo don Chaco estirando su mano para alcanzarla rápidamente- Y usted, métase debajo de la lona. Se la pasé y me escondí lo más velozmente que pude. Sin duda la situación estaba cambiando y se había tornado en una pelea de perros grandes. Por ningún motivo era una batalla de cachorritos indefensos. Esto iba en serio. Sentí que, por fin, estaba pronto a salir de mi segura burbuja imaginaria, para enfrentarme con la realidad cara a cara. Y de verdad lo deseaba, no quería seguir siendo el eterno adolescente. A los pocos segundos, se escuchó, en las cercanías, el ruido de otra lancha. El pescador encendió intermitentemente la luz de su linterna, recibiendo los mismos destellos por respuesta. Un bote se acercó, apareciendo de la nada. Era extraño, pues se suponía, que nadie circulaba a esas horas por el lago. Escuché unos gritos que iban y venían: ¡Marichiweu! Luego de ese momento, los visitantes de la lancha, se marcharon. Acelerando su velocidad, al máximo, hicieron rugir su motor a esas tempranas horas de la madrugada. Apenas desaparecieron de nuestra trayectoria, las aguas intentaron regresar a la calma. La estela de las olas en el agua, sacudió nuestra pequeña embarcación, y se produjo, una mínima lucha de estabilización. Obviamente, en ese momento, recién entendí, en parte, dónde me estaba metiendo. Eso sí, no muy claramente. Sabía era peligroso, pero estaba dispuesto a sobrellevar el riesgo porque: Si Laura me lo llegara a permitir, deseaba volver a ser parte de sus días. Ese, amoroso y sincero, sentimiento, me sostenía y me hacía más fuerte para seguir adelante. Más aún: Me alegraba, me hacía, sonreír. Me daba esperanzas. Aunque sabía que ¿por qué no? Podía también ocurrir, lamentablemente, todo lo contrario: Que no deseara mantener una relación sentimental conmigo que estuviera con otra persona. Con otra pareja. Las negativas posibilidades podrían ser infinitas. Sin embargo, en medio de esa extraña y misteriosa maniobra de reconocimiento, por parte de la otra lancha, si pudiera definirlo, de alguna manera, racionalmente, ese evento me hizo despertar: Se mezclaron las emociones que sentía. Era imposible dejar de pensar que algo, definitivamente, extraño estaba ocurriendo en esa zona. Mis sentimientos ya no fueron, solamente de amor, si no también, de preocupación. Me tincaba que debía estar, con mis sentidos, más atentos que nunca. De lo contrario iba a “cooperar”. Algo misterioso estaba ocurriendo en ese lugar. Deseaba, desesperadamente, tener las agallas para poder entenderlo y al mismo tiempo enfrentarlo. Pues, sólo con pensar en reencontrarnos con Laura, que si bien es cierto, me llenaba el alma, no era suficiente. Cierto, eran sensaciones hermosas y despertaban, delicados y bellos sentimientos, los cuales siempre, son bienvenidos, pero todo en la situación, en ese momento, comenzó a superarme. Una vez que, no sin un grado de dificultad, el bote recuperó su equilibrio, la marcha se reanudó. Salí bajo la lona con mis manos casi congeladas. Me dolían hasta las orejas por el frío. Cuando emergí, a raíz de mi mala maniobra al levantarme, precipitadamente, el bote se balanceó en el lago y, por poco volcamos. Don Chaco que conducía el bote, me quedó mirando un largo momento. Escrutándome.
¿Está pensando unirse a alguna de las guerrillas?- me preguntó directamente y mientras abría el mismo bolso de donde salió la linterna- ¿Seguro que no quiere un fusil M-16, así como éste? Se lo dejo barato. Lo sacó, completamente, del bolso, exponiéndolo ante mi vista sorprendida. Definitivamente, pensé, allí estaba ocurriendo algo peligroso. Ante mi negativa de adquirirlo. Sólo atinó a replicar entre dientes: “ !Acá, lo va a necesitar, amigo. Después no se ande quejando!” Rápidamente pensé: ! Cómo han cambiado las cosas a causa de Laura! En qué lío me estoy metiendo. Cuando la conocí por primera vez, en el centro del SENAME, ni siquiera, por un momento, se me pasó por la mente que estaría involucrándome, en quizá qué lío, por causa de ella. Por ejemplo, como ahora: Conversando con un especulador y vendedor de armas ilegales. Todo, ocurre simplemente, porque ella, es tan re-condenadamente, importante para mí. Cerré los ojos unos instantes y, evoqué inmediatamente, su rostro. Vinieron a mi memoria, algunos hermosos momentos que pasamos juntos en nuestras adolescencia. Siempre, serán los mejores de mi vida. Me sentía seguro con ella. Valioso. Amado. Sé que soy un tonto blandenge que me paso demasiadas, románticas, películas, pero es la voz de mi corazón la que habla: Ingenuo, cándido, infantil, aweonao o estúpido, lo que importa es que soy sincero de corazón. Por eso: Estoy seguro, puedo llamar a la compasión a los dioses para que se dignen a mirarme y hagan realidad mis sinceros sueños de amor. Se los pido de rodillas: Quiero crecer y, ser un adulto que esté a la altura de las circunstancias. Quiero ser un hombre hecho y derecho, con responsabilidades como todos, pero sin dejar de seguir siendo un ingenuo niño. Habría seguido, en esos hermosos pensamientos y peticiones días enteros, de no haber sido por el brusco golpe del bote sobre las, escasas, arenas de la orilla de la playa. Había que desembarcar, de lo contrario habría seguido ensoñando. La aventura estaba recién comenzando y no sabía hasta dónde me llevaría. Sería la hora de la verdad. Era imposible volver atrás. Percibí el recibimiento de la naturaleza, había algo de alegría, pero también me transmitió preocupación porque conocería la auténtica realidad. ¡Ya llegamos!- añadió, Don Chaco, el botero, bruscamente, indicándome un sendero con el dedo índice,- Sólo tiene que seguir esa huella. II Huitranche Subí, lo más que pude, el cierre de mi chaqueta. La mochila pesaba: Llevaba, entre otras cosas, una botella de pisco, galletas, cordel y hasta un alicates por si las moscas. Comencé a caminar sobre las, desconocidas, humedecidas arenas de la playa del lago Lleu Lleu. Todo lucía silenciosamente tranquilo. Guijarros humedecidos y cantos de gaviotas. Era un lugar diferente. Sin embargo, nada presagiaba que pudiese ocurrir algo que estuviese fuera de lo presupuestado. Me puse, cuidadosamente, la capucha, preparándome para una larga jornada de, según mis cálculos, se extendería cuanto menos, por una hora de treking. De verdad me gustaba ese lugar. Lo sentí conectado con las palpitaciones de mi corazón. Acomodé, balanceadamente, el peso de mi mochila en la espalda, mientras comenzaba a caer lentamente una fría y delgada llovizna. Había esperado tanto tiempo por estar en ese lugar y por fin, mis sueños se hacían realidad. Sin embargo, necesitaba
descubrir algunas verdades. Comenzó la caminata de forma tranquila, a través de una frondosa y espesa variedad de verdes de la selva. Las zapatillas comenzaron a empaparse y perder ese color beige original. Observé las semillas de los viejos arboles de coigues algunos apellinados otros más jóvenes. Escurría, suavemente, el agua, investigando la estructura de mi rostro, mientras las nubes se ocultaban, tras la niebla, deslizándose, con certeza, de norte a sur. Me enfrentaba, en parte, a un desconocido terreno. Nunca había hecho esa ruta. Debía enfrentar mis temores. Vi en los pozones de agua incerteza en mi rostro. Sentía curiosidad, al mismo tiempo, era impresionante, como me reencontraba, con la inquietud de la, ansiosamente sincera, pero natural y estúpida adolescente, sensación de bolsa de gatos en el estómago. Estaba apretado. Sólo debería seguir mis instintos, me decía a mí mismo. ¿Sentía Nervios?, por supuesto que sí y también: Ansiedad, tensión, deseos y, por supuesto, incertidumbre. Sobre todo una gran incertidumbre mezclada con amor, por saber cómo terminaría este viaje. Deseaba mantener la calma y la seguridad. ¿Le gustaré a Laura? Me aceptara, la mujer que ha sido: Hermana, amiga, amante, compañera y a la cual tanto, siempre, he amado y que ha sido, como una fuente inagotable de dulzura. Ella, me ha entregado, incondicionalmente, su cariño y amor en diferentes períodos de nuestras vidas. Eso es lo que espero desde el fondo de mi corazón que todo vuelva a ser como alguna vez fue. Que juntos volvamos a palpitar un canto unísono de latidos del corazón. Quería enfrentarla, con tranquilidad, no esquivar más el reencuentro. Deseaba tener una energía sólida y firme. Quería llegar lo antes posible. Acto seguido, cuando todo parecía que mi vida se llenaría de amor y de paz, no podía faltar la disonancia. Aparecía, entonces, la nube gris de los temores para oscurecer mis pensamientos positivos. Me llenaba de dudas: ¿Pero si, todas esas bellas emociones que me provocaba no fueran correspondidas, por ella, de la misma manera? Si no me amara de igual forma. Cierto que sería fatal, más aún, si, como es mi caso, no cuento con un plan B. Está demás decir que no puedo obligarla a que me ame. Ella debe permitirlo. Por lo mismo, si es que eso ocurriera, creo que me hundiría en la pesadumbre y, me inundaría de mucha tristeza porque, por llamarlo de alguna manera, espero demasiado de este reencuentro. ¿Pero si no me ama? No tendría más remedio que dejar de existir, pues no resistiría que su hermosa figura que llena mi corazón se quebrara en mil pedazos. No soportaría en mi pecho el apretado dolor de perderla para siempre. Espero ser amado y que ella me ame de la misma manera. Si las cosas, no llegaran a funcionar: Lo más probable es que Laura, como siempre, no se haga ningún tipo de problemas. Ella, es una mujer fuerte, salvaje, capaz de soportarlo todo, pero también es, infinitamente, amorosa. Esa es mi cartita bajo la manga: La entrega ilimitada de su capacidad de amar. Su pasión. Su delicadeza para no herir los sentimientos de los otros y su búsqueda incesante de procurar la satisfacción y la felicidad de los demás. Yo, en cambio, soy mucho más bruto, brusco y de modales poco refinados. No soy ese tipo de hombre comprensivo, soy más bien egoísta y mucho menos tengo esa clase de espíritu indomable. Lo más probable, en mi caso, si las cosas no resultaran como deseo, me echaría a morir fácilmente. A veces soy, extremadamente, más débil y mi auto estima transita por una línea delgadamente, frágil. Si no resulta mi objetivo, seguramente, sentiré que, definitivamente, fracasé, una vez más, y no fui capaz de encontrar, en esta vida, lo que muchos llaman: Felicidad.
Iba, cavilando, absorto en mis emotivos pensamientos y calculando que, al tomar esta ruta alternativa, aproximadamente, en una hora, estaría en su cabaña, ubicada en medio de la nada. No advertí, que, sigilosamente, aparecieron dos guerrilleros que cubrían sus rostros con gorras pasamontañas. Sucedió tan rápido que no supe cómo reaccionar. Estaba asustado. La lluvia seguía cayendo delicadamente, tal cual como si nada estuviera ocurriendo. Reaccioné instintivamente, Fui a mi bolsillo que contenía el teléfono celular. El guerrillero, más bajo y obeso, apodado Félix, anticipó mi maniobra, porque me pateó, rápidamente, en el brazo antes de que pudiera marcar algún número de emergencia. Le sacó la batería, para guardarla en uno de sus numerosos bolsillos de su chaqueta y, luego botó el aparato. Ambos, me inmovilizaron, con suma destreza, atando mis manos a la espalda. Traté de desahogar mi malestar porque habían tirado al barro mi teléfono, echándoles algunas puteadas. ¿De qué podría servir? Era inútil. Protestar, contra un par de guerrilleros fuertemente armados, agarrándolos a garabatos, era, por decir lo menos, una acción inocua. Sabía, exactamente, muy dentro que tenía cero posibilidades de escapar con vida si intentaba huir. Así que no opuse resistencia. Esa actitud pasiva siempre me había acomodado. Metros más allá, me tiraron al suelo y de rodillas, me pusieron una capucha de bolsa de yute en la cabeza. Luego, me levantaron silenciosamente, como si se ocultaran de algo o de alguien. Comenzamos a caminar entre la, salvaje y virgen vegetación de la Araucanía. En cuanto tuve la oportunidad de hablar, inmediatamente, les explique quién era y qué hacía allí, sin obtener respuesta. Sólo recibí un fuerte culatazo en las costillas para que guardara silencio. El dolor me hizo saltar lágrimas y advertir que la situación era absolutamente peligrosa. Definitivamente, no era lo que esperaba. Pensé, para mis adentros que este episodio de estar siendo prisionero, en la selva mapuche, no me desalentaría de mi objetivo que ya se los he mencionado con lujo de detalles: Después de dos largos años sin tener noticias de Laura, no sería un par de mugrosos guerrilleros hambrientos quienes me detendrían. Me aferraba a que la vida podría ser: Perfectamente imperfecta, impredecible e inexplicable, sólo debía dejarme llevar, porque siempre existía el factor azar ya sea a mi favor o en contra. Debía ser positivo y cargar la balanza a mi favor, pensar que todo saldría bien. Así las fuerzas del universo se alinearían a mi favor. Lamentablemente, mis optimistas expectativas venían a ser, en algún momento, también, mis mayores temores, pero, sin duda, en ese instante, más que nunca: Me alentaban. Me auto motivaba, desde la, dulce, quietud del amor. Las emociones me señalaban que, al menos, estaba luchando por lo que deseaba. Estaba cumpliendo, en la medida de mis posibilidades, literalmente, a sangre y fuego, la ruta hacia los deseos que habitaban en, lo más profundo de mi corazón. Los dos guerrilleros se detuvieron, pusieron los fríos cañones de sus metralletas en mis costillas y me preguntaron, una vez más: “¿Qué chucha estaba haciendo allí?” Les respondí, nuevamente, con la verdad, que, aparte de saber acerca, del paradero de Laura, también no era menos cierto que, al encontrarla, deseaba, me pudiera descifrar sus mensajes entregados en mis sueños y que, también, incentivaron este viaje. Quería saber: ¿Por qué y para qué, todas las noches, de las últimas semanas, Laura aparecía, caminando, con su hermoso cuerpo desnudo, en mis visiones oníricas? ¿Qué deseaba decirme con su dulzura de siempre? ¿Por qué
Laura, paseaba, bellamente desnuda, a través de mis sueños y, cuando la realidad desaparecía entre las sombras, me susurraba, al oído: Huitranche, Huitranche?”. “Era un sueño reiterado. Cada vez que me dormía, me buscaba, caminando, completamente desnuda, directamente, diciéndome en, lo más probable, mapudungún, una palabra de mí absoluto desconocimiento: “Huitran che… Huitran che”. Mis captores se miraron desconcertados. Luego percibí una mueca despectiva a través de sus gorros pasamontañas. A duras penas retuvieron sus carcajadas. La lluvia seguía cayendo y estábamos completamente empapados Con la humedad en el aire y el frío extremo, salía mucho vapor, de nuestras bocas, con cada una de las palabras. Mi respiración estaba agitada. Cansada. Terminé agregando que: Obviamente, cuando la encuentre le preguntaré que significa esa misteriosa palabra “Huitran che”: ¿Qué simboliza, si, acaso, es un movimiento de personas, un partido político, una secta espiritual, un grupo terrorista mapuche, qué pretendía decirme a través de esa palabra en los sueños? ¿Cuál era la clave del mensaje que deseaba entregarme? Sólo quiero un par de respuestas, nada más ni menos que eso. Sin embargo, tengo la certeza casi absoluta que lo más probable, es que cuando llegue, a su cabaña, me reproche porque no me presenté, en el lugar indicado, tal como me lo había pedido. Incluso, hasta, puede tratarme de cobarde. ¡Y voh creí que nosotros somos hueones!- me interrumpió bruscamente el más alto, apodado El Flaco, pegándome un puñetazo seco en el rostro que me dejó, inmediatamente, sangrando de narices y aturdido en la tierra saturada de agua fría- No te sabís una de vaqueros…
III Recuerdos No recuerdo, a ciencia cierta, el tiempo que estuve sin reacción y más aún, semi inconsciente, en la ocre humedad de la tierra saturada de agua. En esos momentos, mientras las gotas de lluvia, una y otra vez, se estrellaban contra las partes visibles de mi piel, nunca pensé que el frío, podría llegar a ser tan inclemente y golpearme con tanta fiereza. En pleno, desconocimiento de aquellas inhóspitas tierras, repasé, por enésima vez, el momento en que Laura desapareció: Ella había trazado un, meticuloso, plan y la verdad, es que yo sí fui, a las seis de la mañana, al 120 de la calle Berger, en el centro del pueblo, tal como me lo había pedido. Seguí sus instrucciones, al pie de la letra: Salimos juntos del night club a las cinco y media, para ir a quemar el antiguo auto marca camaro y el bolso con el dinero. A las dos cuadras. Laura se bajó y me indicó que llegará caminando a las seis de la mañana al 120 de la calle Berger. Por lo tanto, tenía media hora para quemar el vehículo y los ocho millones de dólares. Me dirigí, a un sector abandonado, siguiendo sus instrucciones. Allí quemé el auto. Con horas de antelación, según el plan, había dejado un segundo vehículo, el jeep tuneado, escondido a trescientos metros del peladero, con una cantidad indeterminada de panfletos en su interior. Un poco antes de las seis de la mañana, de acuerdo a lo acordado, llegué a la cita. Estaba, densamente oscuro, a causa de la luna nueva de invierno, quizá por eso, probablemente, no
aclaraba aún al amanecer En ese momento, constaté que la dirección coincidía con un famoso, venido a menos, prostíbulo del pueblo, el cual era por todos conocido como el “120”. Las prostitutas, a esa hora, algo desfiguradas en sus apariencias, por causa de su constante trabajo sexual, además de, cada noche un poco más envejecidas, lucían: Cansadas por la juerga, otras, embriagadas por el alcohol y trasnochadas. Arreglaban, ahora, nuevamente, las frazadas de sus camas que habían impregnado de sexo, para ir a dormir. Había un par de modestas mesitas, a lo largo de un pasillo al interior de la casa, totalmente vacías, pero Laura no estaba ni adentro ni en los alrededores ni en ninguna parte. Una viejecita, con un pañuelo en su cabeza a la usanza mapuche, limpiaba con un paño húmedo las mesas e iba echando en un canasto de mimbre las botellas vacías. No, no ha llegado ninguna niña nueva por acá -me respondió amablemente la anciana- De ser así, lo sabría. Efectivamente, lo sabría pues, según lo que me enteré, era la encargada de dar o rentar alojamiento a las futuras, prostitutas del lugar Caminé por los bares aledaños. Buscándola infructuosamente. Escuché a lo lejos el canto de un gallo. Sin obtener ningún resultado. Incluso entré a un bar contiguo que permanecía abierto a esas horas, pero era el número 240, sabiendo eso, de igual manera, bajé, por si las moscas, a un subterráneo del mismo bar, por si estuviera allí: Sólo había un par de, cansados, trasnochados y emborrachados tipos, con apariencia intelectual. Uno de lentes y cortes de cabello bien cuidado, lo mismo que sus cuerpos con músculos de gimnasio. Atléticos. Pensé deben ser gays. Fueron los únicos seres humanos que encontré. Cuando salía del local, un tipo, de gestos bruscos y violentos, se acercó, quizá presumiendo que había quedado caliente con alguna prostituta y comentó, sonriendo, sin ningún respeto por las mujeres, algo como: “No siempre se gana con estas maracas, no es cierto amigo. ¿Parece que no encontró la putita que esperaba, no es cierto?” No paraba de hablar y, siempre denostando a las mujeres que, ejercían, por las razones que fuera, la prostitución. Las trataba de lo peor. “Todas las mujeres son hoyos con patas, hay que puro darles no más”. Debido a su agresiva petición, prácticamente, me obligo a sentarnos en la cuneta. Me dio la impresión, equivocadamente, que nunca antes nos habíamos visto frente a frente y, deseaba que ojala, nunca lo volvería a ver. Era un misógino sicopático. Pero, estaba, completamente, equivocado, hice memoria y era nada más y nada menos que: “Cara de Acné” a quien hace algunas pocas horas antes, había visto, fugazmente, como la mano derecha y empleado de Klaus Ebensperger, dueño del Night Club, donde trabajaba Laura. Así es, amigo- le respondí siguiéndole la corriente al desconocido porque, evidentemente, no estaba allí por casualidad. Algo estaba tramando. Sobre todo si hace media hora atrás quemé 8 millones de dólares salidos del Night Club - No siempre se gana en estas lides del amor. Hay que tirar varias veces el anzuelo, para pescar algo gratis. Dos de diez veces a lo menos, en una de esas… pica alguna maraquita. Era un tipo bajo, de dientes mal cuidados (algunos quebrados y otros picados), de camisa de franela gastada por el lavado y el uso. Su cara era redonda, con resabios de acné violento y enrojecidas mejillas a causa de abuso de alcohol. Al mismo tiempo que conversábamos, no dejaba de buscar a Laura con la mirada, esperando no fuera descubierta. En un momento, dijo algo que me sorprendió:
“Yo he tirado de tantas veces y de muchas maneras el anzuelo con las minas que, seguramente, ya debo estar en el infierno. ¿Tú estarías con Satanás?” La verdad: No -le respondí, mirándolo, sorprendido, pensando qué clase de tipo extraño era ése Prefiero arrepentirme antes. Soy flexible frente a ese tipo de cosas. Se notaba que este sujeto era de aquellos oscuros seres que, por explicarlo de alguna manera, si eran malos: Eran malos hasta la muerte. (Como la versión de los Cainistas del libro Demian de Herman Hesse). Según el personaje del libro, los seres humanos deben ser consecuentes con lo que piensan hasta el fin. Yo, por mi parte, no soy así. Si tengo otra opción la tomo. Creo en el perdón, enmendar rumbos. En el cambio. En buscar hacer las cosas mejor si es que, lamentablemente, me hubiese equivocado. Sobre todo seguir los designios del corazón. Antes que la situación se pusiera densa y complicada y porque, ansiosamente, buscaba a Laura decidí alejarme del tipo lo más rápido que pudiera. Inventé una excusa y fui tras mi jeep tuneado. No sabía que después, el mismo, me seguiría, por las oscuras calles de las poblaciones aledañas, a balazos desde otro vehículo. De no ser porque el jeep que conducía lo tenía tuneado, con el motor y resortes de suspensión de un Porsche, me hubiera dado alcance fácilmente y quizá, lo más probable, no estaría vivo para contarlo. Casi cuarenta y cinco minutos me llevó realizar la fuga. Una vez que pude escapar de mi perseguidor, al amanecer, intenté volver, nuevamente, al 120 de la calle Berger, para ver si tenía mejor fortuna con Laura y cumplir, además, con uno de los últimos puntos del plan que era, al momento de marcharme lanzar los panfletos de la Coordinadora Leu Lleu, pero debido a mi cansancio, seguramente, por la adrenalina desplegada en la huida, me quedé dormido, unos minutos, antes de, nuevamente, ir al lugar de reunión a las siete de la mañana. “Si no nos encontramos antes de la siete, huye como si escaparas del infierno” me dijo Laura como parte del plan. “No te detengas y no mires hacia atrás. Sólo arranca” Llegue al mismo prostíbulo donde, a esas alturas de la madrugada, no quedaba ni una gota de apariencias. Las mujeres sin sus maquillajes y accesorios que realzan, artificialmente, su belleza. Eran bolsas de carne vieja, a las que ya se le había exprimido hasta su última gota de juventud y belleza. Sólo reinaba la decadencia en su máxima expresión. Puedo, casi asegurarles que, ahora, con dos guerrilleros apuntándome sus armas a mi cabeza, ahí tendido en el suelo, entre las gigantes hojas de nalca, masticando barro, no me arrepiento de lo que hice. Han transcurrido dos años y cuando esté en la cabaña, supongo, con Laura, si quiere, podrá regañarme por no encontrarnos en el punto de reunión, pero de verdad hice lo que pude. Mi duda, siempre ha estado, en que si ella llegó durante el momento que escapaba de “Cara de Acné” y el momento que me dormí unos minutos. Son esos fatídicos cuarenta y cinco minutos, los que me preocupan. Aunque, por mi parte, yo también la recriminaré por marcharse sin ni siquiera dejar: una dirección, número telefónico o una nota de algún lugar de ubicación donde pudiera encontrarla. No dejó ni una pista. Nada, absolutamente, nada. Lo que sí recuerdo es que de acuerdo al plan trazado, lancé los panfletos, guardados con antelación en el jeep, por la calle antes de marcharme al garaje donde vivo. El Panfleto
El Estado Chileno debe saber que sus gobernantes ya no son considerados una imagen de libertad y democracia. Por el contrario, han sembrado las semillas del odio entre nuestros hermanos. Amparando, con su oculto consentimiento, un nuevo brazo armado paramilitar autodenominada: PA, (Purga de la Araucanía) Es necesario reconocer que en nuestro pueblo Sí, hay hambre y pobreza; nuestras tierras están en ruinas y nuestra economía se destruye. Sea como fuere, esa no es la cuestión principal. En Arauco, nuestras creencias, nuestras tierras y nuestra lucha no están en venta. No existe una solución fácil a este conflicto y el gobierno y los civiles por su cuenta, como es el caso, nunca resolverán los problemas a través de grupos para militares en la zona. Además: Deteniendo, encarcelando, asesinado y dividiendo los hermanos unos contra otros, sólo pueden crear una escalada en el conflicto. Esta nueva milicia de civiles PA, (Purga de la Araucanía) al margen del ejército y la policía, será una fuerza incontrolable y, una amenaza constante para el pueblo mapuches y sus simpatizantes. Quizá el gobierno no lo sepa, pero ha despertado un monstruo dormido del cual aún no hemos visto aún los efectos de sus fauces. Existe, una gran cantidad de huincas y pro PA, quienes creen que el gobierno de Chile, debe primero, a como dé lugar, fortalecer su posición militar y política en la zona de Temuco, y luego pavimentar el camino para las conversaciones de paz. Tal vez, esa sea la explicación, detrás del aumento de para militares, guerrilleros y mercenarios a sueldo; sin embargo, cualquier intento de aumentar su poder bélico sólo empujará más gente a luchar por sus derechos y obtener venganzas reivindicatorias. Coordinadora Lleu Lleu
IV El Jardín de la Delicias Desperté, con el rostro adolorido y enrojecido por el golpe de puños. Temblaba de frío. Mis ojos se abrieron, lentamente, con un fuerte dolor en mi cabeza. El cuello lo tenía completamente agarrotado. Tenso. Duro como palo. Había, profusamente, sangrado de narices. Al principio pensé que estaba ciego porque no veía nada más que oscuridad. Moví, levemente, mi cabeza, sólo para descubrir que llevaba puesta, nuevamente, la misma bolsa de yute sobre la cabeza. Estaba acostado sobre mi lado izquierdo y completamente, inmovilizado. Sentí el eco del metálico golpe de las cadenas. Manos amarradas a mi espalda y mis piernas también estaban encadenadas. Apenas podía moverme. Me habían secuestrado, pero: ¿Por qué a mí? ¿Por qué les interesaba? Permanecí inmóvil, fingiendo seguir inconsciente, para poder oír la conversación del tipo que me había golpeado. Se comunicaba por radio con alguien de su misma facción. Puse atención, simulando, seguir aturdido por el golpe de puños. Ambos guerrilleros se manejaban con destreza en medio de esa zona de guerra, con los pertinentes y adecuados elementos de comunicación satelital. Seguramente, el otro interlocutor, debía ser un poco más ligero de peso. Pensé. Su voz, era más fina, sin embargo, me resultó, curiosamente familiar. Esa voz, al otro lado del aparato de
radio, era lo que más me asustaba. Podía instintivamente, percibir, un tono, extremadamente, oscuro y violento en él. Sí lo tenemos (cambio) - dijo el guerrillero, más bajo y obeso, apodado Félix- Lo recogimos justo donde dijeron que estaría. (cambio) Ahora vamos a la altura de los coigues viejos. (cambio) Afortunadamente, no hemos tenido visitas de ningún tipo ni de allá ni de acá (cambio) Sí, en media hora más (cambio y fuera) Lo único que, rápidamente, pasó por mi mente cuando los escuché fue: ¿Qué cresta estaba pasando? ¿Dónde me había metido? ¿Me secuestraron guerrilleros, mercenarios, delincuentes, narcos o qué? Esto, no se veía para nada bien. La situación, a medida que transcurrían los minutos, cada vez lucía más compleja ¿Pedirían un rescate? ¡Pero si yo no tengo dinero ni para hacer cantar a un ciego! ¿Hacia dónde me llevaban? ¿Era necesario seguir con la tortura? ¿Cómo diablos me puede estar pasando esto? ¿Quiénes diablos eran? A ver- dijo el más gordo, despertándome con el cañón de su fusil y sabiendo que tenían la sartén por el mango- Comienza a cantar de nuevo y sáltate la weaita de los sueños. ¿Pa qué viniste? Ya le dije: “Estoy aquí por qué, voy a la cabaña de Laura, no pude hacerlo por la ruta directa de la costa porque, a causa del último temporal, hubo una avalancha y el camino de Tirúa está cortado. Cuando la encuentre, como espero que así sea, aparte de saber de su estado quiero que me explique: ¿Por qué desapareció del mapa, durante estos dos últimos años? ¿ Qué ha sido de ella después que no llegó a la cita en el “120”? Cuando les hablaba lo hacía con miedo, esperando no me volvieran a darme un culatazo uevamente. No deseaba apretar los dientes para soportar el castigo. “Esa es la verdad. Como les decía, se los juro, sólo, quiero saber por qué ella no llegó a la última cita, la cual me había pedido, encarecidamente que no podía fallar. Pero resulta, qué yo sí me hice presente, llegué, pero no había nadie y cuando intenté encontrarla, por segunda vez no pude hacerlo, en parte, porque escapé de una camioneta, porque alguien me siguió a balazos, hasta que pude despistarlo casi al amanecer. Después, me dormí un par de minutos, regresé casi a las siete, nuevamente al “120”, sin obtener resultados. Dos años han pasado, desde ese nuestro último encuentro y desencuentro. Esa fue la última vez que vi con vida a mi amiga” Antes de que pudiera reaccionar, tenía nuevamente un golpe en la cara y la bolsa de yute en mi cabeza. Sin tener voz ni voto me obligaban a caminar. Era su prisionero y estaba condenado a seguir sus órdenes. En un momento dado, me retorcí y giré la cabeza como un gato salvaje debido al calor que se generaba estar con una, oscura, bolsa en la cabeza. No sirvió de nada demostrarles mi malestar ni gritarles que nadie pagaría un peso por mi rescate porque no tenía dónde caerme muerto. Sin embargo, entendí que la cosa no era un chiste, sino todo lo contrario: Era cosa de vida o muerte. Terminé quedando sin aliento. Inhalé profundamente para recuperar el aire. Antes de que lo supiera, había oscuridad, de nuevo. Los tipos impertérritos seguían con su plan, donde por lo que advertí: Era una pieza fundamental, de lo contrario, me habrían eliminado. IV El temblor del valor Después de, supuse, aproximadamente, media hora caminando, llegamos a destino. Se acercaron a abrir el candado que amarraba mis cadenas. Sentí un dolor lacerante en las muñecas, debido a la
presión. Esta vez, me condujeron donde “la voz”. No caminamos muy lejos. Conté alrededor de nueve pasos. Nos detuvimos y sentí la presencia de otro tipo, más bajo que los anteriores. Sin lugar a dudas lo más irritante de ser vulnerado contra de mi voluntad era ser tirado como un maldito perro con una correa, pero no tenía otra opción. Debía cooperar como me decían los otros dos. Cada vez que les hacía caso, era un golpe que evitaba. Con la puerta abierta, entramos a una cabaña de madera mal ventilada e impregnada a grasa de cerdo y pescado ahumado. Nuestros pasos se hicieron eco en la humedad de la lluviosa selva. Caminé otros quince pasos, hasta que el más bajo, apodado Félix, me detuvo abruptamente. No hubo palabras, no hubo nada, sólo el sonido de mis cadenas que sacudían el frío silencio al caer al suelo. El ruido continuó y la flojedad de mis cadenas pareció desaparecer. Mis brazos comenzaron a levantarse, atados por, ahora, una soga grasienta. Me estaban subiendo a la barra de donde cuelgan las piezas de cerdo o de pescado para ahumarlas. Me subieron lo más alto que se pudo hasta que ambos brazos estaban colocados encima de mi cabeza. Comencé a sentir la tensión mientras me subían. Mis dedos de los pies, apenas tocaban el suelo. Esto era más que una posición incómoda. Estuve a punto de desmoronarme emocionalmente. Sentía, ene se momento, más que nunca una extrema vulnerabilidad. Estaba desintegrado. La puerta se abrió una vez más, y hubo otra serie de pasos que amenazaban mi oído. Se acercaron cada vez más hasta que sacaron la bolsa de yute mi cabeza. Sentí la grasa calcinada en la barra de metal, cayendo sobre mi pelo. Hubo una explosiva luz brillante resurgiendo en mis ojos. Mi alma estaba quebrantada y desde el centro de mi pecho salía una energía temerosa. Sabía vendría el interrogatorio y de esa, no me salvaría. Tenía los dientes apretados. Me mostraba humilde y servicial. El resto de la habitación estaba completamente a oscura con latas de zinc como paredes, cubiertas de hollín, por causa del humo que producía la leña. Me tomó un tiempo para que mis ojos, finalmente se asentaran, pero creí reconocer “la voz” del hombre parado frente a mí. Era, sin lugar a dudas “El cara de acné”, aunque tuviera un pasamontaña. Lo habría reconocido en cualquier lugar. Sin mediar saludo, ni hacerse el simpático o el interesante, me preguntó directamente: “Dónde está el bolso con la plata” manteniendo en su rostro duro y controlado un gesto oscuro y frío. ¿Cuál bolso con plata? – respondí mirando a ese pequeño e insignificante ser humano venido de algún barrio periférico, pero que en ese instante me tenía en su poder- ¡Yo no sé de qué habla! Sus ojos se llenaron, completamente, de rabia. Me asestó, con rabia, un golpe con una vara de coligue que mantenía entre sus manos, mientras mi grito resonó en el silencio. Añadió: “!El que sacaron con Laura del Cabaret, poh conchetumadre. No te hagai el hueoncito! ¿Dónde está la plata?” ¡Yo no tengo ese dinero que habla! Ese bolso que usted dice: lo quemé junto con el auto, en las afueras del pueblo.
Él alzó ambos brazos con el coligue y antes de sacar una afilada daga, desde el cinto, deslizándola por mis pómulos, nuevamente la dejó caer, murmurando frases que no entendí. Luego, acercó la daga tanto a mi rostro que casi tocó la nariz. Sentí su aliento pesado. Hediondo y su boca grasienta, mal oliente. De repente, me volteó la cara y me susurró, su repelente aliento, al oído derecho: "Mira cabrito, si no cooperas, vai a cooperar no más." Y nuevamente, el coligue se estrelló con fiereza sobre mi cuerpo. Puso un trapo sucio en mi boca para que evitara gritar. Retrocedió hasta que desapareció en la oscuridad y luego escuché: “ Te voy a pegar hasta que hables". Después de un instante, una vez más, emergió de las sombras. Caminó delante de mí con las manos a los costados. Levantó el coligue con su mano derecha, se dio un impulso y me golpeó en la cara, a la altura de la oreja. Sentí mi cuerpo se desmoronaba como un castillo de naipes. Fue el primero de muchos combos. Se ensañó el Cara de Acné, me golpeaba ya sea a mi derecha o a mi izquierda, una y otra vez siempre con la misma canción: ¡Dónde está el bolso, dónde está la plata. Habla conchetumadre! Sentí que la sangre brotaba de mi cara, fuera de mis pómulos, y de mis labios. Traté de gritar de dolor, pero era demasiado intenso el padecimiento para intentarlo. Era imposible mantenerme en pie. Colgaba desde las muñecas. Apenas sacaba la voz para suplicar se detuviera: ¡Los quemé, se lo juro que los queme junto con el auto!- volví a repetir una y otra vez. Así lo había hecho a petición del plan diseñado por Laura- Se lo juro que los quemé…quemé el bolso con los billetes. Ahí no pude más y comencé a llorar. A los minutos, mi cabeza se inclinó en actitud de entrega. No tenía absolutamente ni una gota de energía para mantenerla erecta. Estaba derrotado. Con los brazos en alto, colgados, sentí como si estuviera clavado en un crucifijo. La sangre se deslizaba por mi cara y goteaba hasta mis pies. Oí el eco de las botas del “Cara de Acné” acercándose de nuevo, pero, a esa altura, realmente no me importaba nada. En los primeros golpes tensaba el cuerpo, los músculos, para resistir el impacto, ahora estaba diluido. Me temblaban, sin control, las piernas. Me preparé para lo peor. Después de que me hizo pebre a combos. Comencé a vomitar bilis incontables veces. Cada golpe, acarreaba un grito, un jadeo. Pero los combos, finalmente se detuvieron. Sangraba y resistía, hasta que finalmente, me desmorone, sin una gota de valor, perdiendo la conciencia. Se me apagó la tele. Dentro de mi desmayo por causa de la tortura, no entendía qué ocurría fuera de la casucha, pero oí una nueva voz. Una voz de mujer. Pensé, ilusamente, podía ser Laura. Sentí que mi centro de gravedad cambiaba y me estaban bajando a la tierra húmeda y fría. No podía parar de quejarme y sollozar. Sólo deseaba echarme al suelo como saco de papas y esperar la muerte. Traté de recuperar el aliento. Jadeaba como un perro agotado. Si sólo tuviera suficiente energía para levantarme y correr, pero no podía. No me quedaba ni una gota de fuerza. Escuché que afuera hubo gritos por una discusión y uno de los guerrilleros se marchó.
V La Comandante
Inesperadamente, dentro de la lluvia que besaba las calaminas de lata, se quebró el silencio de las aguas. Escuché un graznido de bandurrias emprendiendo, presurosas, su pesado vuelo. Escapando instintivamente. Me senté, apenas, derecho, apoyando mi espalda en la pared de zinc ennegrecido. Deseaba saber qué pasaba afuera. Estaba ansioso. Mis manos temblaban. El frío era inhumano. Tiritaba incontrolablemente. Mis dientes castañeaban pues me habían dejado en calzoncillos y lanzado agua fría con un balde, al momento de bajarme de la ahumadora. Mi cuerpo estaba entregado. Respiraba pesadamente. El vapor expulsando de mi boca era una niebla sanguinolienta. Con dificultad estiré los músculos contraídos hacia una botella plástica llena, seguramente, con agua lluvia recolectada del techo, o de alguna vertiente cercana. Bebí, como pude, la mayor cantidad de agua posible. Sabiendo que, posiblemente, no se me daría, nuevamente, esa oportunidad. En parte, también saciaba el hambre que, como evidencia física, retorcía ruidosamente, mis tripas. Deseaba escapar. ¡Por favor, déjenme salir!- grité con mis últimas fuerzas y dejando caer algunas lágrimas- Ya no resisto más…No puedo seguir aquí. Tenía mucha sed. Los labios secos. Bebí todo lo que pude, de esa dichosa botella, rellenada en quien sabe, cuántas múltiples ocasiones. Cuando estuve, medianamente, saciado, me tumbe al suelo, nuevamente, con náuseas. Me sonaban las entrañas. Allí, esparcido, en el suelo del cuarto, vomité una vez más. Después comencé a beber el agua para sácame ese amargo y ácido sabor a bilis. Fue en ese momento que entró al cuarto la comandante Elia, como la llamaban. Ella era la voz que había escuchado discutiendo, acaloradamente, con El Cara de Acné. Este último se marchó indignado. Diciendo que: “Nunca más sabrían de él y que se las iban a pagar. Más temprano que tarde.” Noelia entro al oscuro cuarto de ahumado. Me miró con sus mismos ojos sinceros con los cuales la recordaba. El deplorable aspecto físico en que me encontró debió asustarla, porque su boca se abrió sorprendida. …Noelia... balbuceé… Noelia… ¡Jano!- dijo apresurándose rápidamente, a comenzar a evaluar mis heridas y pretendiendo pasar un paño por mi cara - !Qué te hizo ese desgraciado! Permanecí en silencio. Atónito. Era, mucho más bella de cómo la recordaba. Su oscuro y delicado cabello estaba más largo, pero se notaba, mantenía, el mismo cuidado en su apariencia personal. Con el alma quebrantada por la paliza. Al borde de las lágrimas. Sólo por una respuesta refleja y aparentemente normal, cubrí con ambas manos mi cara e intenté protegerme lo mejor que pude cuando intentó palpar mis heridas. A esa altura, dudaba de todo, incluso, hasta la, deslumbrante, belleza de la mejor amiga de Laura. Podría llegar a ser una ilusión, extremadamente, peligrosa “No te preocupes, nadie más te hará daño” Dijo Noelia tomando con sus cálidas y suaves manos la piel de mis muñecas heridas por las cadenas. Suavemente, bajó mis defensivas manos que cubrían mi rostro. Tranquilo- me dijo con destreza y seguridad en sus dedos- Todo va a salir bien.
Finalmente, como pude abrí los ojos, los debía tener, extremadamente, hinchados por causa de los golpes, pues mi visión era dificultosa, al grado de preferir permanecer con los ojos cerrados. Advertí que ella, pese a estar usando ropa de camuflaje militar, no me intimidaba, más aun, lucía atractiva. Fuera como fuera, creo, en ese instante de desolación, deseaba encontrar en Noelia, el alma de un ángela salvadora. Su rostro, como les decía, estaba tal como la recordaba, parecía no hubieran pasado dos años. Me llamaron la atención sus labios gruesos y carnosos. Pero la veía diferente. No había perdido su dulzura y sensibilidad, pero obviamente, no era el juguete sexual de los hombres que pagaban por sus servicios. Además, en el Club, la vista se perdía, rápidamente, en otras partes, más voluptuosas, de su cuerpo. Es lo más probable. En ese uniforme camuflado, no lucía esa lencería provocadora, pero como nunca antes, advertí que sus ojos eran más, infinitamente, hermosos de como los recordaba. Ella, se entregaba con toda naturalidad a su dulzura mientras observaba la profundidad de mis heridas. Lentamente y con toda la naturalidad del mundo se dejaba llevar, realizando las curaciones pertinentes, a pesar del dolor en el cuerpo, especialmente: En la cabeza, y párpados que provocaban mi vista borrosa. El miedo traumatizante comenzó a desvanecerlo por completo con sus gestos y palabras delicadas. Bastó ese momento y me solté a preguntar, en la medida de mis fuerzas. ¿Qué quieren de mí Noelia? – le dije balbuceando con la mirada fija en sus ojos llenos de vida – Les juré por mi vida que no tengo la plata. El bolso del que hablan lo quemé junto con el auto, tal cual como me dijo Laura que lo hiciera. Les he dicho la verdad…. Si lo sé mi vida. Sé que dices la verdad, pero ellos no se resignarán a perder esa cantidad de dinerorespondió Noelia mientras con precisión, abría una bolsa con medicamentos que guardaba consigo. Sacó un paño humedecido. Luego se dirigió a una botella de agua y comenzó a estrujarlo y limpiar mis heridas y, nuevamente a enjuagarlo y pasarlo otra vez. Entonces, ella volvía a mí, y comenzaba, pacientemente, sus curaciones- Descansa Jano…Todo va a salir bien. "Me disculpo por lo que te ha pasado. Me enteré ayer que estarías por aquí y llegué tan rápido como pude. De verdad, cariño mío, lo siento mucho." Me senté apoyando mi espalda en las frías, calaminas de lata. La energía de Noelia me revitabilizaba, con cada una de sus curaciones. La sentía mágica. No me importaba pusiera sus dedos en mis llagas mientras Los dedos de mis pies palpaban la tierra mojada, retorciéndose en el barro. Tenía un pulso seguro y suave ¿Cómo lo hará? Pensé. Yo tiritaba entero. Tenso. Sin embargo, entre el desorden sangriento y el olor al vómito, se encendía, gracias a Dios, una llamita de esperanza de que las cosas podrían salir mejor. Aunque la limpieza de mis heridas era dolorosa, sentía el alivio en su cuidado. Ella, no dejaba de mirarme y poco a poco, fuí entregándome a su confianza. Se notaba sincera y natural en su forma de ser. Colocó una gasa alrededor de mis muñecas y me puso ungüentos y vendajes sobre mis cejas muy inflamadas e hinchadas. Se notaba con experiencia. Pero eso no impedía que me estremeciera a causa del intenso dolor cada vez que llegaba con sus curaciones a las heridas más profundas. En un momento, sin poderlo resistir, tomé su mano rápidamente y la saqué. Ella me miró tan seriamente, y dijo, "Tengo que aplicar el ungüento. Necesito tratarlo o se te infectará”. Luego,
volvió a sonreír, mientras continuaba limpiando la sangre seca de mi cara, mirándome fijamente, con sus ojos soñadores, sin que le preguntara nada, agregó: "Todo los actos que realiza la Coordinadora son por una buena causa. Aunque no lo creas y quizá tampoco lo entiendas, pero poco a poco, estamos llevando a cabo un gran cambio...No, no es algo solamente político, social o económico. Es una, profunda, transformación desde el alma energética de cada ser humano. Yo le creí porque no podía entender Cómo alguien pudiera estar tan inmensamente tranquila en esa situación. Ella estaba en guerra. Su vida a cada segundo corría peligro. Sin duda que algo pasaba en la vida espiritual de Noelia. Vivía, la calma desde el fondo del espíritu. La experimentaba. Noelia se levantó de mi lado, apartó el cabello con sus dedos y levemente, dejó caer agua para limpiar el paño manchado con sangre. Se paró, dándose tiempo para ordenar sus medicinas. Luego, frente a mí, siguió adelante con su discurso: “Este cambio que vivimos, se produce en cada una de las personas en particular, pero también se da en lo colectivo. Mira, sin el ánimo de latearte”, me dijo “La solución al conflicto en la Araucanía, en mi opinión: No será algo fácil, sino todo lo contrario: Es un camino tortuoso. Pasa por revisar las acciones de guerra que desarrollan las policías y eliminar los grupos para militares como la P.A. De lo contrario esto no terminará re nunca. Se debe comenzar una, auténtica, campaña de paz en lugar de más agresividad y violencia. Sólo una revisión de las estrategias militares puede ayudarnos a conseguir una tregua a largo plazo, para todos los bandos que estamos involucrados en el conflicto. Después señaló: Si tú y yo hemos logrado sobrevivir, por ejemplo a: Toda esta oscuridad, a los golpes físicos, a los malos tratos y, también a nuestras profundas oscuridades: También a mentiras, a cada error, a las verguenzas y debilidades de nosotros mismos. A nuestros miedos. A cada lágrima que derramamos por lo imperfecto y perdedores que, en algunas ocasiones somos. A todas nuestras dolorosas frustraciones y llantos. A la impotencia de la pobreza que nos persiguió en la infancia y en la adolescencia. A la falta de dinero… Hemos dado un gran paso: Sobrevivimos, ahora nos resta crecer, salir adelante. Enfrentar el mundo con la frente erguida y con seguridad de quienes somos. De pronto, volvió la cabeza y mirándome las heridas de nuevo agregó sonriendo desde el alma. "Lo siento mucho, los milicianos pueden ser, a veces muy agresivos, pero por eso estoy aquí ahora. No me alejaré de tu lado. Te traeré ropa limpia y seca. ¿Hay algo más que pueda conseguirte. Dentro de la precariedad claro está de este “hotel”?” Una sola palabra se derramó de mis labios: "comida". "Muy bien, entonces," dijo ella mientras se incorporaba del piso. -Volveré en unos minutos. Mientras tanto, dijo sonriendo, trata de relajarte. Tenemos mucho que hacer hoy. Salió del cuarto y sentí la paz por primera vez, desde hacía varias horas. Por fin algo de tranquilidad. Absolutamente adolorido sonreí: ¿Cómo demonios será posible relajarse después de ser apaleado por un par de gorilas y haber quedado casi al borde de la muerte? Ubicado en un rincón sucio, maloliente y ensangrentado, me senté y me incliné en la esquina de la pared de la cabaña. No sabía cuánto tiempo había esperado por la ropa y la comida, pero empecé a dormir de nuevo. Esperaba que los malos sueños no volvieran. Esperé en vano, despertar y que, al abrir los ojos, sólo fuera una pesadilla. Tristemente, no era el caso.
Me había acostumbrado al rostro de Noelia y al hermoso aroma de sus palabras: “Pero si, finalmente, te has dado cuenta que no vale la pena darte puñaladas por cada error cometido. Has dado el primer gran paso que es: Sobrevivir. Ahora es el tiempo de, no detenerse y aunque te canses, debes dar el segundo paso: Prosperar, avanzar, amar y luchar por lo que quieres”. Me costaba digerir sus comentaros los que para ella eran tan simples. Intentaba seguirle la corriente, pues no tenía certezas de nada. Sentía, entre otras cosas que lo vivido en el pasado ya no lo podía cambiar. Sólo tenía el presente. Magro presente, pero es lo que había. Bueno, supongo que tienes hambre- dijo mientras me acercaba unas manzanas trozadas- Laura, siempre me comentó que eras bastante sibarita La miré escrutándola, mientras engullía, desesperadamente, la mayor cantidad de trozos de manzanas y piñones cocidos en la boca, " Cuando la fruta en el plato disminuyó rápidamente, volví a sentarme una vez más temblando. Ella, entonces se dio el trabajo, minuciosamente y con una tranquilidad abismante de darme los pedazos en la boca, pues mis manos no dejaban de temblar. Con el estómago, relativamente lleno, esperaba recuperar algo de energía. Noelia, todavía de pie, me miró y señaló a la ropa que estaba en el suelo a mi lado. Me acababa de dar cuenta de que había comido estando sólo en calzoncillos mojados. Tomé los calcetines y me los puse, rápidamente, para abrigarme y subir, en algo, la temperatura del cuerpo. Luego recogí los pantalones y los levanté lentamente. Ella no se inmutaba frente a mis acciones. El dolor de cabeza, por momentos era insoportable, la nariz sangraba y la vista borrosa, dificultaban cada uno de mis movimientos. No podía enfocar con precisión. Sólo deseaba tumbarme y olvidar el dolor mediante el sueño. Noelia desabotonó uno a uno los botones de la camisa Apretándolos y desabrochándolos cuando fuera necesario. Miré la piel de gallina en mis brazos tomé la camiseta y la empujé sobre mi torso. El último artículo de la ropa era una chaqueta nuevecita. Era similar a la que Noelia usaba en ese momento. Me la puse como pude, mientras La comandante, abotonándola, con sus manos en estado zen, agregó: “Si entiendes que todo esto ocurrió, simplemente, porque necesitábamos, a raíz de estos hechos, ser las personas que somos ahora: Has dado un gran paso. Necesitamos vivir la oscuridad para apreciar la luz. Aunque parezca, obviamente que no es la mejor manera. Yo, de verdad, creo que todo lo que ha ocurrido, hasta ahora, en nuestras vidas, es porque estamos siendo preparados para llegar a una instancia ideal, algo mejor de lo que tenemos hasta ahora. Algo, definitivamente, tolerante y pacífico ”. La verdad no estaba en condiciones de escuchar teorías, sólo deseaba escapar de allí lo antes posible. Salir antes de que las cosas se volvieran más complicadas. No quería oírla, a pesar de lo bien que me caía y que era la personificación de mi ángela salvadora. Estaba hecho pebre por los combos. Sólo deseaba dejarme caer, pero ella continuó: “ Debes ser valiente, más de lo que has sido hasta ahora Jano e, inmensamente, fuerte para no dejar de esparcir la luz que crece desde la tristeza, el sufrimiento y el dolor y eso se logra, simplemente, viendo el lado positivo a las cosas. Nada más y nada menos. Resiste las heridas, los golpes, las tormentas de los pensamientos negativos. Mira siempre el vaso medio lleno más que el medio vacío. Sé que es difícil que lo entiendas ahora, pero si ya enfrentaste toda la mala onda, por ejemplo: Del Cara de Acné que te pegó hasta cansarse. Si ya enfrentaste también la mierda que hay en ti, que, aunque no lo creas, no es poca, podrás, crecer como persona. Podrás enfrentar, naturalmente y de mejor manera, a aquellos que desean apagar
tu vibración. Créeme, ya la, mitad del camino está andado. Nadie te puede detener. Es tu camino. Debes seguir adelante y ponerlo en práctica diariamente. No dejes por ningún instante de ver el lado positivo. Esa es la única clave de la evolución para ti y para todos. El tiempo vendrá cuando todos, incluido, cada hermano del pueblo mapuche y aquellos que no los son: Nos respetemos unos a otros, nos reencontremos con nuestra propia voz y, nos unamos para movernos, nuevamente, hacia adelante a nuestro propio ritmo a lo largo y ancho de nuestro propio camino" La verdad, una vez que vacié el plato y bebí el agua, lo único que deseaba era salir de allí. Medianamente, entendía sus palabras, pero no comprendía por qué me las decía tan enfáticamente a mí. Quizá ella creía que me conocía, por intermedio de Laura. De ser así, seguramente, sabía que no tenía motricidad fina que era un desastre con los detalles. Además flojo y bueno para dormir. Sabía que era tosco, vulgar, bruto, ansioso, egoísta, insensible, pero probable no quería decirme que valía callampa, como el resto de las personas que sí lo hacían. Por lo tanto, según mi perspectiva, yo no calificaba como aspirante para ser reclutado en esa milicia.
(Continuará, se han omitido algunos fragmentos) Final del fragmento E.Book ¿Te ha gustado el fragmento de Transparente Des- Aparición ? Compra en 1.click Transparente Des-Aparición (2008) Novela de Edgardo Ovando ISBN: C.CH.8000.BD-12-2100-112