Robert Service es Fellow de la British Academy y del Saint Anthony’s College de Oxford. Historiador reconocido mundialmente, es autor de obras de lectura ineludible sobre la Rusia contemporánea como Historia de Rusia en el siglo xx (2000), Rusia, experimento con un pueblo. De 1991 a la actualidad (Siglo XXI de España, 2005), Stalin. Una biografía (Siglo XXI de España, 2006), Camaradas. Breve historia del comunismo (2009), Trotski (2010), Spies and Commissars (2012), The Penguin History of Modern Russia: From Tsarism to the Twenty-First Century (2015), The End of the Cold War. 1985-1991 (2016) o The Last of the Tsars. Nicholas II and the Russian Revolution (2017). En 2009 fue galardonado con el Premio Duff Cooper.
Historia
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Título original: Lenin. A Biography © Macmillan, Macmillan Publishers Ltd., 2000 © Siglo XXI de España Editores, S. A., 2017 para lengua española Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - España Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.sigloxxıeditores.com ISBN: 978-84-323-1891-7 Depósito legal: M-23.454-2017 Impreso en España
ÍNDICE
Prólogo de Manuel Vázquez Montalbán.....................................
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Prefacio........................................................................................
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Notas a la transcripción de nombres............................................
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Introducción................................................................................ xxiii PRIMERA PARTE SURGE EL REBELDE 1. Los Uliánov y los Blank.................................................
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2. Infancia en Simbirsk. 1870-1885...................................... 23 3. Muertes en la familia. 1886-1887.................................... 41 4. El cultivo de la mente. 1887-1888.................................. 57 5. Los caminos de la revolución. 1889-1893..................... 73 6. San Petersburgo. 1893-1895............................................ 93 7. Hacia la Italia siberiana. 1895-1900.............................. 111 SEGUNDA PARTE LENIN Y EL PARTIDO 8. Una organización de revolucionarios. 1900-1902...... 137 9. «Fuego sagrado». 1902-1904........................................... 157
10. Rusia de cerca y de lejos. 1905-1907............................... 179 11. La segunda emigración. 1908-1911................................. 201 12. ¡Casi Rusia! 1912-1914...................................................... 223 13. Lucha por la derrota. 1914-1915.................................... 247 14. Resistencia. 1915-1916...................................................... 263 TERCERA PARTE LA TOMA DEL PODER 15. Otro país. Febrero-abril de 1917.................................... 283 16. El reñidero ruso. Mayo-julio de 1917........................... 303 17. El poder al alcance de la mano. Julio-octubre de 1917................................................................................ 323 18. La Revolución de Octubre. Octubre-diciembre de 1917................................................................................ 347 19. La dictadura asediada. Invierno de 1917-1918............. 365 20. Brest-Litovsk. Enero-mayo de 1918............................... 381 21. A punta de pistola. Mayo-agosto de 1918.................... 403 CUARTA PARTE LA DEFENSA DE LA REVOLUCIÓN 22. El caudillo militar. 1918-1919....................................... 423 23. La revolución se extiende. Abril de 1919-abril de 1920................................................................................ 445 24. La derrota en el oeste. 1920........................................... 463
25. La Nueva Política Económica. Enero-junio de 1921................................................................................ 481 26. Una cuestión de supervivencia. Julio de 1921julio de 1922....................................................................... 499 27. Discutiendo hasta el final. Septiembre-diciembre de 1922................................................................................ 517 28. Muerte en la Casa Grande. 1923-1924........................... 533 Lenin: la posteridad................................................................ 553 Notas........................................................................................... 569 Selección bibliográfica.................................................................. 595 Índice de ilustraciones................................................................. 605 Glosario de nombres de Lenin y su familia.................................. 607 Mapas.......................................................................................... 609 Índice de nombres y temas........................................................... 617
PREFACIO
Prefacio
Este libro lo leyeron en primera versión Adele Biagi, David Godwin, Heather Godwin, Martyn Rady, Arfon Rees y Tania Stobbs, y John Klier leyó el primer capítulo. Las sugerencias de todos ellos produjeron mejoras muy bienvenidas. También brindaron varios consejos útiles Philip Cavendish, Myszka Davies, Norman Davies, Bill Fishman, Julian Graffy, Riitta Heino, John Klier, Richard Ramage, Arfon Rees, Kay Schiller y Faith Wigzell. Me gustaría dar las gracias también a John Screen y a Lesley Pitman de la School of Slavonic and East European Studies Library de Londres y a Jackie Willcox de la St Antony’s Russian Center Library de Oxford por ayudarme a obtener material importante de las estanterías. David King me introdujo generosamente en las maravillas de su colección particular de fotografías y carteles soviéticos y le agradezco inmensamente el permiso que me concedió para utilizarlos aquí. Estoy también especialmente agradecido al personal del Centro ruso para la conservación y el estudio de documentos de la historia contemporánea, sobre todo a Kirill Anderson, Larisa Rogovaya, Yelena Kirillova, Irina Seleznova y Larisa Malashenko; y a Vladímir Kozlov del Archivo estatal de la Federación rusa. Entre mis colegas historiadores rusos que me ayudaron figuran Gennadi Bordíugov, Vladímir Buldákov, Oleg Jlevniuk, Vladímir Kozlov y Andrei Sajarov. Lenin es un tema de gran resonancia política y emotiva en Rusia y doy las gracias a los amigos rusos que me animaron a emprender esta biografía. Sé muy bien que puedo estar penetrando como extranjero en zonas sensibles y hasta puede que con botas de clavos. Pero quizás sea esto, por otra parte, lo que exige la biografía de Lenin. Durante varios años, solía pasar en bicicleta cuando iba al trabajo por el centro de Londres delante de casas en que Lenin vivió, escribió, editó o investigó. Una de las rutas atravesaba Highbury (donde recibían el correo de Rusia los redactores de Iskra) y seguía hacia el distrito de St Pancras (donde vivió Lenin en 1900), atravesaba Gray’s Inn Road (con sus bares, a los que Lenin iba con sus camaraXIX
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das de partido en 1905) y continuaba por Tavistock Place (donde vivió unos meses en 1908). Esto reforzaba el sentimiento de que el tema en el que trabajaba no era ni mucho menos tan exótico como parecía a veces. Pero es en Rusia, claro, donde hay que buscar una perspectiva más completa de su vida y de su época. El Kremlin, la Plaza Roja y el Instituto Smolny son lugares que hay que visitar para obtener una impresión de tiempo y espacio. He intentado dar también en los capítulos que siguen una impresión de la personalidad de Lenin. Fue un placer en ese sentido conocer a Viktoria Nikolaevna Uliánova y pasar una tarde con ella. Es una de las pocas personas vivas que conocieron a los miembros de la familia Uliánov que se mencionan en el libro. Su generosidad de espíritu (un rasgo que no compartió Lenin, tío de su marido) demuestra que no fue absolutamente inevitable todo lo que sucedió en Rusia en la primera parte de este siglo. Quiero, por último, dar las gracias a mi familia (a mi esposa Adele y a nuestros bulliciosos descendientes Emma, Owain, Hugo y Francesca) por analizar el contenido de este libro. Han leído todos ellos secciones extensas y han ayudado en la corrección. Han mostrado la misma actitud que los millones de ciudadanos soviéticos que, reconociendo la inmensa importancia histórica de Lenin, se tomaron un interés por sus flaquezas privadas, cómicas a veces. He intentado escribir un libro que integre los aspectos público y privado. Hasta que se dio acceso a los archivos de Moscú en la década de 1990 no se podía hacer una biografía de este tipo. Y albergo la esperanza de que los capítulos que siguen proporcionen material a mi familia además de a los lectores en general para seguir resolviendo los interrogantes que persisten sobre la trayectoria y el influjo de Lenin.
Robert Service Oxford, mayo de 1999
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INTRODUCCIÓN Introducción
Lenin fue un personaje excepcional. Fundó una facción comunista, los bolcheviques, que convirtió en un partido que hizo la Revolución de octubre de 1917. Se proclamó así el primer Estado socialista del mundo. Ese Estado (que era el núcleo territorial de lo que acabaría convirtiéndose en la URSS) sobrevivió pese a todas las circunstancias adversas. Lenin y la jefatura comunista sacaron a Rusia de la I Guerra Mundial y ganaron la guerra civil. Al crear la Internacional comunista, obtuvieron protagonismo en la política de todo el continente. La URSS fue un faro para la extrema izquierda socialista mundial y una roca peligrosa para los conservadores, los liberales y los demás socialistas. La interpretación que hizo Lenin de las doctrinas de Marx y de Engels se convirtió para los comunistas en sagrada escritura y se denominó tras su muerte marxismo-leninismo. Después de la II Guerra Mundial, el modelo comunista (el Estado de partido único, monopolio ideológico, nihilismo jurídico, ateísmo militante, terror estatal y eliminación de todas las instituciones de autoridad rivales) se transfirió a Europa oriental, China, Asia sudoriental y, más tarde, a países del Caribe y de África. El comunismo se desmanteló en la Europa oriental en 1989 y en la URSS a finales de 1991. Pero nadie influyó más que Lenin en la instauración y el desarrollo del orden comunista. Nada de ello habría sucedido si la primera parte de la vida de Lenin no hubiese transcurrido en una sociedad extraordinaria que se hallaba en un periodo excepcional de su desarrollo. Él y otros miembros de su generación, que se formaron en el Imperio ruso a finales del siglo XIX, se vieron atrapados en el torbellino de un cambio histórico. Empezaba a explotarse el potencial del país, el más grande del mundo. Las viejas trabas culturales y sociales se iban debilitando. Mejoraban los contactos internacionales y el mundo contemplaba maravillado los logros culturales y científicos del Imperio ruso. Pero la transformación se hallaba en una etapa preliminar y los rusos más cultos se sentían abatidos por la lentitud con que progresaba el país. Muchos pensaban que Rusia era demasiado grande, demasiado diversa, que estaba demasiado apegada a la tradición XXIII
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para poder cambiar. Tenían algo de razón. Desde los territorios polacos del oeste del imperio hasta Vladivostok, el puerto del Pacífico, había unos ocho mil kilómetros. Y había casi tres mil setecientos desde el mar Blanco hasta las fronteras persa y otomana. Las carreteras y los caminos eran malos, los ríos se helaban en los meses del largo invierno. La red ferroviaria era rudimentaria: el Ferrocarril Transiberiano se inició en 1891 y no se terminó hasta 1903. Había problemas en todas las fronteras. Por el oeste, la amenaza de Alemania y el Imperio austrohúngaro. Por el sur, tensiones con los turcos, que desembocaron en una guerra en 1876. En el este, Rusia temía que expoliasen China otras potencias. Crecía además el poder japonés. Hacía ya mucho tiempo que las fuerzas armadas rusas habían perdido su fama de invencibles. En la guerra de Crimea (18541856), una reducida fuerza expedicionaria francobritánica había estado a punto de alcanzar la victoria sobre las defensas rusas. Las tropas del zar tuvieron más éxito contra los turcos, pero sin ningún margen para la complacencia. El poderío internacional de los Románov no tenía ya el peso que había ganado en las relaciones globales después de que Napoleón se retirara de Moscú en 1812. La sociedad rusa estaba mal preparada para el cambio. Rusia se había «perdido» el Renacimiento y, en gran medida, la Ilustración. El zar reformador Pedro el Grande había reforzado el feudalismo a principios del siglo XVIII, al imponer la vinculación forzosa de los campesinos a sus amos los terratenientes. La calidad de la educación era deplorable. No se respetaban las normas jurídicas. La pobreza era aterradora. El Estado policial de los Románov prohibía los partidos políticos, los sindicatos y la protesta pública, y existía una arbitrariedad administrativa generalizada. El emperador Alejandro II intentó en 1861 llevar al país hacia la modernidad, liberando a los campesinos de su vinculación personal forzosa a la nobleza terrateniente, y luego con una serie de reformas de las instituciones judiciales, militares y educativas. Pero seguía existiendo un abismo inmenso entre ricos y pobres. La familia Yusupov, de riqueza legendaria, tenía fincas por todo el país (tierras que equivalían en tamaño a un país europeo pequeño) y criados, cuadros de los grandes maestros antiguos, ropa excelente y alimentos selectos que llegaban en tren de Alemania. Al otro extremo del espectro estaban los hogares de los rusos pobres. La mayoría de los campesinos vivían en sus aldeas natales y raras veces se alejaban de ellas. Vestían XXIV
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un blusón y un calzado tosco, se dejaban crecer la barba y temían a Dios de una forma tradicional desvinculada del estudio bíblico. Estos campesinos eran sumamente crédulos y tenían poca idea de los intereses más amplios de la vida pública. Explotados como recurso humano por los sucesivos zares, se hallaban sometidos a una legislación discriminatoria que llegaba a incluir la flagelación. Existía un profundo resentimiento contra las autoridades y las élites acaudaladas. Había en el país otros grupos opuestos a la estructura social. Los llamados «viejos creyentes», que habían huido de la reforma del ritual eclesiástico en el siglo XVII. Había también varios tipos de sectas. Había zonas de Siberia escasamente pobladas, donde apenas penetraba la policía... y Siberia se estaba utilizando (lo mismo que estaban utilizando Australia los ingleses) como vertedero de presidiarios. El descontento crecía no sólo en el corazón de Rusia sino también en los «territorios fronterizos». Rusia, Prusia y Austria se habían repartido Polonia en el siglo XVIII y los polacos que estaban bajo el dominio de los Románov se rebelaron en 1830 y en 1863. Los finlandeses se mostraban hoscos con los rusos y les miraban por encima del hombro. En las montañas del Cáucaso hubo una rebelión durante los últimos años del siglo XIX. Empezaban a mostrarse inquietos hasta los ucranianos, que raras veces habían planteado problemas a los zares. No era un imperio tranquilo. Sin embargo, el país poseía un potencial enorme. Existían materias primas en una abundancia inigualable. El Imperio ruso tenía carbón, hierro, diamantes, oro, petróleo. Tenía extensiones enormes en las que se podían cultivar cereales. Podía importar capital extranjero para acelerar el progreso industrial. Tenía una élite dirigente que iba modernizándose gracias a los contactos con países extranjeros, y se iba imponiendo una opinión pública que era partidaria de alcanzar lo antes posible los progresos que habían conseguido las naciones industriales avanzadas de Occidente. La alta cultura del país era cada vez más sólida. Los novelistas rusos Tolstoi, Dostoievski y Turguéniev estaban tomando por asalto Europa. Se aclamaba a los científicos rusos, con Mendeléiev a la cabeza. Los compositores Rimski-Kórsakov y Chaikovski gozaban de fama continental y los pintores rusos, aunque todavía no fuesen conocidos en el extranjero, eran soberbios exponentes de su arte. La educación había hecho progresos en todo el imperio. Y había una clase media en expansión de profesionales que se esforzaba por introXXV
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ducir prácticas e instituciones sociales independientes de la administración del Estado. Se estaban creando organismos locales de autogobierno y se estaba extendiendo la escolarización a los hijos e hijas de los pobres, sobre todo en las ciudades. La arquitectura, la indumentaria y la conducta del pueblo se hallaban también en proceso de cambio. Hasta la burocracia zarista empezaba a estar menos dominada por la aristocracia tradicional, algo que antes había sido característico. Era una transformación turbulenta. Las pasiones políticas se acentuaban cuando se atacaban y defendían ideologías rivales. Los críticos del statu quo menos tolerantes recurrían a la violencia contra un Estado imperial que llevaba siglos practicando la represión contra la sociedad. Los socialistas agrarios (narodniki), en particular, llevaban difundiendo propaganda desde la década de 1860 y algunos de ellos participaban en atentados. Había también grupos políticos liberales. Pero a partir de la década de 1880 el marxismo se convertiría en la ideología más destacada en la lucha contra la monarquía de los Románov. Era una carrera contra el tiempo. ¿Conservaría el sistema zarista la energía, la autoridad y el tiempo suficiente para modernizar la economía y la sociedad? ¿Se adaptarían los revolucionarios a una realidad en proceso de cambio y evitarían los excesos de la política violenta? ¿Haría concesiones el sistema zarista para conseguirlo? Lenin era uno de los muchos intelectuales que pedían una revolución. La estructura económica y política le parecía ofensiva; la jerarquía social le repugnaba. Las posibilidades de un desarrollo consensual no tenían para él ningún atractivo. Odiaba a los Románov y a la vieja Rusia. Quería una Rusia nueva, una Rusia europea, una Rusia occidentalizada. Le inspiraba una enorme admiración, en concreto, Alemania. Pero aprobaba «Occidente» de forma selectiva. Admiraba a Marx y admiraba también el movimiento marxista alemán y la tecnología y la industria de la Alemania de la época. Pero también quería que Occidente cambiase. Era necesaria una revolución socialista europea que acabase con el sistema capitalista. Estaba decidido a poner fin al mismo tiempo a ese sistema en Rusia y en todos los lugares que le parecían atrasados y oprimidos. Lenin pertenecía en su país a un tipo particular dentro de su generación. Creía en la Ilustración, en el Progreso, en la Ciencia, en la Revolución. Tenía una interpretación propia de cada uno de estos conceptos. Y la XXVI
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seguridad inconmovible de que esa interpretación suya era la verdadera. La importancia práctica que llegó a adquirir como individuo no se debió exclusivamente a sus propias acciones. Fue inmensamente significativo el entorno. Sus correligionarios bolcheviques compartían su visión política, había un partido decidido a hacer una revolución total aunque él se hallase geográficamente aislado o físicamente imposibilitado. Lenin habría sido una nulidad política sin el celo y el sentido práctico del partido. Le ayudó también la hostilidad generalizada que existía entre los intelectuales, los obreros y otros grupos sociales rusos hacia el zarismo y hacia muchos aspectos del capitalismo. Y operó en su favor la naturaleza peculiar de Rusia (sus tensiones políticas, la fragilidad de su aparato administrativo, sus divisiones nacionales y sociales internas, su cultura popular violenta). La I Guerra Mundial produjo la crisis final de la monarquía de los Románov. La lucha en el frente oriental provocó el desastre cuando empezaron a implosionar el transporte, la administración y la economía. Es por tanto indudable que la suerte favoreció a los bolcheviques en 1917-1918. Los planes militares del Kaiser eran volverse contra Rusia en cuanto hubiese conseguido la victoria en Occidente, así que si los alemanes hubiesen ganado la I Guerra Mundial en 1918, el gobierno de Lenin habría acabado estrangulado en la cuna. Si no hubiesen operado a su favor todos esos factores, Lenin habría sido un actor secundario en un rincón del escenario de la historia mundial del siglo XX. Se ha escrito mucho sobre él, naturalmente. Pero hasta hace poco no había acceso a materiales decisivos sobre su vida y su carrera. Bajo Mijaíl Gorbachov se publicaron colecciones documentales importantes. Luego, en 1991, cuando se hundió la URSS, Borís Yeltsin permitió el acceso directo a los propios archivos centrales del partido. Yo estaba escribiendo entonces una trilogía sobre la política de Lenin, en la que intentaba explicar la relación entre su actividad práctica y sus doctrinas dentro de la estructura de un partido revolucionario que creó el primer Estado socialista del mundo. Mi análisis (el de entonces y el de ahora) difiere en aspectos sustanciales del de las otras obras que se han escrito sobre Lenin. Difiere sobre todo de las sucesivas versiones oficiales soviéticas y de las diversas versiones trotskistas, en las que se le presenta como un filántropo, un político y un pensador intachable 1. Hay además libros XXVII
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que, pese a no ensalzarle, le otorgan el beneficio de demasiadas dudas. Yo no comparto, por ejemplo, el convencimiento de Neil Harding de que Lenin elaboró sus ideas minuciosa y exclusivamente a partir de principios marxistas y que actuó siempre basándose en la doctrina ortodoxa 2. También es difícil aceptar la opinión de Rolf Theen de que Lenin tomó secretamente todas sus ideas fundamentales de revolucionarios rusos no marxistas 3. Los capítulos siguientes disienten también de la afirmación de Marcel Liebman de que Lenin se esforzó por minimizar el autoritarismo en su partido y en el Estado soviético (así como de lo que afirma Alexander Rabinowitch en sus obras, útiles en general, de que el partido bolchevique era sumamente democrático en su organización en 1917) 4. Tampoco los datos apoyan lo que sostienen Moshe Lewin y Stephen Cohen de que Lenin, poco antes de morir, intentó reformar el comunismo desvinculándolo de la dictadura, la lucha de clases y el terror 5. El credo ideológico de Lenin sigue siendo motivo de discordia. E. H. Carr le consideró un político que con el paso de los años acabó interesándose más por dotar de instituciones al nuevo Estado que por seguir adelante con la revolución 6. En cuanto a la política exterior, según Adam Ulam, exportar la revolución dejó de ser para él un objetivo primario a los pocos meses de la toma del poder por los comunistas, y Orlando Figes ha llegado al extremo de sugerir que Lenin ordenó la invasión de Polonia en 1920 por razones puramente defensivas 7. En los capítulos siguientes se sostiene que la ideología de Lenin es crucial para poder entender los orígenes y los resultados de la Revolución de Octubre. Se ha escrito también mucho sobre la personalidad de Lenin. Pero es indudable que Richard Pipes se equivoca al retratarle una vez que se hace con el poder simplemente como un psicópata para quien las ideas apenas importaban y cuya principal motivación era dominar y matar 8. Este libro discrepa también de Alexandr Solzhenitsin y Dmitri Volkogónov, que afirman que Lenin y el leninismo eran totalmente ajenos a las tradiciones rusas 9; refuta también la tesis antisemita de Valentin Solujin, según la cual la ideología de Lenin era en gran medida producto del componente judío de su ascendencia 10. El retrato que se traza de Lenin en la obra de Ralph Carter Elwood, Dietrich Geyer, Leopold Haimson, John Keep y Leonard Schapiro es algo menos demoníaco 11. Pero en las dos últimas décadas se ha sostenido, lo han hecho sobre todo Sheila Fitzpatrick y XXVIII
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Ronald Suny, que para explicar a Lenin no hay que concentrar la atención en realidad en él sino considerar fenómenos más amplios del Estado y de la sociedad, tanto de la Rusia imperial como de la Unión Soviética 12. Mi propia obra anterior destacaba las presiones políticas y organizativas que empujaron a Lenin a hacer lo que hizo o que le impidieron hacer, en algunos casos, lo que quería hacer 13. Hasta Alfred Meyer y Martin Malia, cuyos escritos destacan convincentemente la importancia de la ideología, subestiman los obstáculos que encontró Lenin en el camino hacia la plena libertad de autoexpresión 14. No cabe duda alguna de que es necesario considerar a Lenin dentro del marco de su época. Pero también es indudable que, en último término, fue crucial (espero demostrarlo) su influencia personal sobre los acontecimientos de su época y del periodo que siguió. El objetivo no es sólo aportar un análisis diferente de los otros análisis serios disponibles. Deseo aportar también algo que ha sido imposible conseguir antes: una biografía. Hasta ahora el Estado soviético nos impedía ver al Lenin histórico. Los documentos y memorias que no se correspondían con la imagen oficial del periodo se mantenían ocultos. Las primeras revelaciones del periodo de Gorbachov fueron recuerdos de parientes de Lenin y de miembros del partido bolchevique. Se publicaron también algunos de los archivos del Politburó del periodo revolucionario. El resultado fue que aumentó considerablemente nuestro conocimiento de Lenin, pero seguía existiendo el problema de que no se permitía consultar los archivos a los historiadores para que pudieran leer las cosas ellos mismos. Eso cambió en 1991. (Yo tuve la suerte de estar en Moscú el día en que se desprecintaron los archivos centrales del partido tras el golpe de Estado abortado contra Gorbachov, y pude hacer uso inmediato de aquella nueva libertad histórica.) Los archivos siguieron desclasificándose sin interrupción. Las actas del Politburó, del comité central, de las conferencias y de los congresos pasaron a ser accesibles en su forma original. Se pudo examinar incluso material sobre la campaña de Lenin para derribar a Stalin en 1923. Lenin se convirtió gracias a ello en un personaje más comprensible como político. Esto era ya un incentivo para volver a considerarle. Pero lo que ha hecho el proyecto irresistible ha sido el acceso que se ha otorgado más recientemente a la correspondencia y a los recuerdos de la familia que estaban archivados. Se confirmaron con ello viejas sospeXXIX
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chas. Resultó que hasta la versión de las memorias de la esposa de Lenin que apareció en el periodo de Gorbachov había sufrido cortes de motivación política. Luego pudieron inspeccionarse ya informaciones procedentes de sus hermanas, de su hermano, de médicos, guardaespaldas y enfermeras. Era posible al fin una biografía en el sentido pleno. Este libro parte de la premisa de que Lenin el revolucionario y Lenin el hombre son inexplicables sin remitir el uno al otro. Su origen étnico mestizo tiene su importancia. Pero no es plausible la idea de que eso por sí solo fuese suficiente para hacerle «antirruso» o «cruel». Lo importante de su familia es que sus miembros eran elementos marginales que querían incorporarse al orden imperial oficial... y que fracasaron al final en su empeño. Como en muchas otras familias, los padres ejercieron una gran presión sobre los hijos para que destacaran en los estudios, y no todos ellos superaron la experiencia indemnes. Lenin fue uno de los que lo consiguieron, pero la necesidad compulsiva de trabajar intensamente y de cumplir los plazos marcados persistió en él hasta su enfermedad final. También dejaron su huella los contenidos de la educación que recibió. Lo que no se había comprendido antes es que la formación que recibió Lenin le exigió un estudio intenso pero reducido en su ámbito. La consecuencia fue que quedó intelectualmente expuesto a otras influencias, incluidas sobre todo las ideas revolucionarias. Su educación le permitió leer en lenguas extranjeras y le indujo a respetar la ciencia, pero también le hizo proclive a los atractivos de cualquier ideología que pareciese aportar una interpretación de la sociedad en que vivía. Lenin era muy hábil reprimiendo la exteriorización de las emociones. Supo conservar la serenidad incluso después de sufrir el trauma de la ejecución en la horca de su hermano mayor Alexandr. Más tarde habría de proporcionarle una sólida satisfacción el trabajo al lado de su esposa. Pero no siempre existió una estabilidad. Podremos ver con cierto detalle cómo le tentaron otras mujeres y que una de ellas, Inessa Armand, conquistó su corazón durante un tiempo. Pero fue, en términos generales, un manipulador de mujeres. Para garantizar su ayuda, las enfrentaba entre ellas... y eso significó poner a su mujer Nadezha Krúpskaia a merced de sus poco amables hermanas. Estas mujeres le proporcionaron apoyo regular en la organización diaria. Krúpskaia no siempre cedió a sus encantos. Pero sí casi siempre. Sobre todo, regresó a su lado en 1922, cuando cayó mortalXXX
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mente enfermo. Lenin era algo hipocondríaco y, si no hubiese podido contar con la comprensión activa de su familia, es probable que hubiese estallado. La posibilidad de explosión era algo permanente: Lenin era una bomba de relojería humana. Sus influencias intelectuales le empujaban a la revolución y su cólera interna llevaba ese impulso al frenesí. Le impulsaba más la pasión destructora que el amor al proletariado. Su personalidad está muy vinculada al género de político en que se convirtió. Sus estallidos de cólera eran ya legendarios en el partido antes de 1917; poco antes de morir se hicieron tan agudos que se plantearon serios interrogantes sobre su estabilidad mental e incluso sobre su cordura. Pero normalmente conseguía dominarse y canalizar la cólera hacia una forma controlada de agresividad. Era un guerrero político. Esto nunca ha sido un secreto, pero ahora puede apreciarse con mayor claridad el vigor de su militancia. Fue extremado en sus declaraciones y propuestas, incluso cuando había que dar marcha atrás, como cuando introdujo en 1921 la Nueva Política Económica. Es cierto que se hizo más moderado en sus ideas después de consultar a conocidos y camaradas de partido, pero se mantuvo fiel a ciertas interpretaciones claves. Su contención esporádica era la propia de quien quiere luchar con firmeza pero ve que resulta ventajosa una retirada temporal y parcial. Modificó políticas, drásticamente a veces, cuando corría peligro su poder. Pero hubo poco cambio en los elementos básicos de su pensamiento desde principios de la década de 1890 en que los formuló hasta 1924, en que murió. Podía vivir años en un lugar (ya fuese Londres, Zúrich o Moscú) y no extraer las conclusiones sobre su entorno que extraían sin problema otros que no compartían sus prejuicios inveterados. Vivió y murió leninista. No fue ningún camaleón en sus principios políticos básicos. Las influencias que actuaron sobre él no fueron exclusivamente marxistas. Sabemos que durante un tiempo influyeron en él los terroristas del socialismo agrario ruso de finales del siglo XIX. No hay en realidad por qué elegir entre marxismo y populismo como si se tratase de polos opuestos: las dos tendencias ideológicas se solapan entre sí considerablemente. Pero hubo otras influencias menos conocidas. Las lecturas de infancia, de La cabaña del tío Tom en adelante, ejercieron en él una influencia perdurable. También la ejerció la literatura rusa; algunos de sus autores favoritos como Gleb Uspienski, que escribió relatos sobre el campesinado ruso, reforzaron el XXXI
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escepticismo que ya le inspiraba el aspecto más atractivo de las actitudes de los campesinos del periodo. Posteriormente tomaría también ideas de autores como Maquiavelo y Darwin. Y también de conocidos casuales, aunque se diera la circunstancia de que fuesen hostiles al marxismo. Vemos, por ejemplo, que el padre Gapón, sacerdote ortodoxo con una actitud crítica hacia el régimen de los Románov, ejerció en él una influencia significativa. El elemento primario del pensamiento de Lenin fue el marxismo, pero gran parte de su solidez se debe a que lo mezcló con otros ingredientes. Ateniéndose a sus principios, creía que podía modificar sin más la estrategia aunque eso incomodase a sus camaradas de partido, a quienes ignoró absolutamente en algunas cuestiones. Disfrutó con las disputas sobre la Revolución de Octubre, el tratado Brest-Litovsk y la Nueva Política Económica. Pero era también un jefe de partido que dejaba a sus miembros enfrentarse entre ellos para desviar de él la crítica. Era casi un tribunal supremo de un solo miembro. Era al único al que respetaban todos los sectores del partido bolchevique y su estilo patriarcal fortalecía el dominio, al menos mientras gozó de una salud razonable. Supo manejar el partido con tacto, consiguiendo parecer radical hasta cuando aconsejaba moderación. Sabía ser evasivo; podía incluso minimizar una disputa secundaria en favor del objetivo supremo del momento. Fue capaz, además, en mayor grado que la generalidad de los políticos, de saber hablar en varios registros. Aunque utilizase la terminología marxista, sabía lanzar también consignas populares. Vencía en todos los congresos del partido. Su don de mando era implacable pero inspirador. Supo siempre ampliar su gama de técnicas políticas. No perdió nunca el estilo profesoral ni su forma extraña de articular las palabras. Pero el vigor de su personalidad y su entrega a la causa daban al mensaje mucha fuerza y aprendió a confiar en el instinto. La capacidad de adaptación de Lenin no era infinita, sin embargo. Su personalidad austera tenía como contrapunto un enfoque estricto de la política. Le costó un esfuerzo inmenso convertirse en un orador público razonable. Era hombre de palabra impresa, escritor y lector fanático. De hecho, los exponentes más eficaces de las técnicas políticas en 1917 eran el primer ministro antibolchevique Alexandr Kerenski y Lev Trotski, el correligionario bolchevique de Lenin. Y esa idea generalizada de que Lenin fue siempre un personaje muy conocido es absurda. Pocos sabían qué aspecto tenía cuando XXXII
INTRODUCCIÓN
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volvió a Rusia en 1917. Sólo los marxistas bien informados estaban familiarizados con sus escritos. En 1917 ni Pravda ni los demás periódicos publicaron su imagen visual. Hasta durante la guerra civil tenía problemas para que el público en general le identificase. No llegó a ser verdaderamente famoso hasta después de la introducción de la Nueva Política Económica. Esto es importante a la hora de considerar su influencia política. Lenin estuvo ausente en momentos decisivos de la historia de su partido y de su gobierno. Estuvo apartado de los lugares donde se desarrollaba la acción durante su destierro siberiano y en su periodo de emigrado en Europa; en 1917 no pudo regresar hasta abril, y luego en junio huyó a Finlandia, donde permaneció hasta principios de octubre. Además estuvo incapacitado varias veces por hallarse gravemente enfermo. Ahora sabemos que sus problemas de salud empezaron a manifestarse ya en el primer periodo de la edad adulta. Tuvo úlceras, migraña, insomnio, erisipela y ataques al corazón graves y leves. Tuvo que delegar muchas tareas de gobierno en otros y sus principales colegas demostraron que podían dirigir el Estado muy adecuadamente sin él, para su pesar. Sin embargo, Lenin hizo historia. En las Tesis de abril de 1917 trazó una estrategia para que el partido tomase el poder. En octubre insistió en que había que tomar el poder. En marzo de 1918 evitó una invasión alemana de Rusia y consiguió el tratado de paz por separado que se firmó en Brest-Litovsk. En 1921 introdujo la Nueva Política Económica y evitó que una rebelión popular acabase con el Estado soviético. Si él no hubiese luchado por esos cambios estratégicos, nunca habría llegado a estabilizarse y a consolidarse la URSS. No todo lo que Lenin hizo estuvo cuidadosamente concebido. Fue especialmente poco previsor al instaurar el Estado centralizado de partido único. Esa decisión, que dio paso a uno de los grandes males del siglo XX, se debió más a medidas improvisadas que a planificación grandiosa. Pero no fue, ni mucho menos, algo completamente accidental. Lenin pensaba y actuaba de acuerdo con sus principios básicos, hasta cuando más improvisaba. Le gustaba lo que había hecho a lo largo de su trayectoria política. Estaba orgulloso de sus doctrinas, de su partido y de su revolución. Y su influencia no quedó reducida a los acontecimientos de su vida. Dejó una herencia institucional inmensa. Creó Sovnarkom y disolvió la Asamblea constituyente. Creó la Cheka. Convocó la Internacional Comunista. Y a un nivel más profundo, influyó en los principios. Eliminó las preoXXXIII
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cupaciones morales. Justificó la dictadura y el terror. Aplaudió la vanguardia política y la jefatura firme, que consideraba necesaria. Convenció a su partido de que su marxismo era puro y constituía la única política correcta. Ejerció en la estrategia, las instituciones y los principios básicos una influencia perdurable en el socialismo de extrema izquierda de su país y del mundo.
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Otros títulos publicados por Siglo XXI de España Vladímir Ilich Lenin Entre dos revoluciones Vladímir Ilich Lenin Escritos económicos (1893-1899) (3 vols.) Stephen F. Cohen Bujarin y la revolución bolchevique Biografía política 1888-1938 Sheila Fitzpatrick Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921) Samuel H. Baron Plejánov El padre del marxismo ruso John Reed Diez días que estremecieron el mundo Robert Service Stalin Una biografía Joshua Rubenstein Lealtades enmarañadas Vida y época de Iliá Ehrenburg James H. Billington El icono y el hacha Una historia interpretativa de la cultura rusa