cap. I de 'También nos roban el fútbol' de Ángel y María Cappa

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Últimos títulos publicados Juan García y Pascual Serrano Los gobiernos españoles contra las libertades

Adoración Guamán TTIP El asalto de las multinacionales a la democracia

Francisco Delgado Ruiz La cruz en las aulas

Antonio Cuesta Marín Syriza El anuncio de algo nuevo

Iñaki Errazkin Juan Carlos, un rey con antecedentes

Susana Hidalgo El último holocausto europeo

Xulio Ríos Bienvenido, Míster Mao

A FONDO

Este libro aspira a ser una celebración del carácter lúdico y popular del fútbol, pero también a denunciar el valor comercial y lucrativo al que ha acabado reducido. Un deporte cuyo nacimiento no puede atribuírsele a nadie, dado que fue fruto del ingenio colectivo y que, precisamente por su capacidad para conmover a tanta gente, ha acabado transformado en un producto de mercado, en un objeto más de consumo. Como sucede con todo lo que toca el capitalismo, este cambio radical se ha traducido en desigualdad; desigualdad entre jugadores de un mismo club, entre clubes, entre competiciones e, incluso, entre categorías, como la del fútbol masculino frente al femenino. Y en una maquinaria de enriquecer a los hombres de negocios que tomaron el control de los clubes; con el concurso imprescindible de Gobiernos, eso sí, que legislan en su favor, condonan deudas o intervienen para que la relación fútbol-televisión mantenga su elevado índice de rentabilidad. Y, al fondo, una gran institución corrupta –a la luz de las últimas investigaciones judiciales–, la FIFA. Pero no todo estará perdido si volvemos a adueñarnos de los clubes y conseguimos devolver al fútbol su esencia como juego y su naturaleza popular o, como decía Eduardo Galeano, su condición de fiesta de los ojos.

Carlos Corominas Balseyro Cómo nos engañan las eléctricas

Ana Tudela Flores Crisis, S. A. El saqueo neoliberal

Roberto Montoya Drones La muerte por control remoto

ISBN 978-84-460-4391-1

9 788446 043911

www.akal.com Este libro ha sido impreso en papel ecológico, cuya materia prima proviene de una gestión forestal sostenible.

Ángel Cappa y María Cappa    También nos roban el fútbol

A FONDO

Ángel Cappa María Cappa

También nos roban el fútbol A FONDO

Ángel Cappa es entrenador de fútbol y licenciado en Filosofía y Psicopedagogía. Ha trabajado en diferentes clubes de España –como el Real Madrid o el Tenerife–, Argentina –como River, Racing de Avellaneda o Huracán–, Perú –Universitario de Lima–, México –Atlante– o Sudáfrica –Mamelodi Sundowns–. Tiene asimismo cuatro libros publicados en torno al mundo del fútbol: Fútbol sin trampa: en conversaciones con César Menotti, La intimidad del fútbol, Y el fútbol, ¿dónde está? y Hagan juego. Además, ha publicado diversos artículos en periódicos y revistas de México, Argentina y Perú. En España, ha colaborado con medios como El País, El Mundo, Marca o el blog de eldiario.es «Contrapoder». Actualmente, trabaja como comentarista en «Radioestadio» de Onda Cero. María Cappa es licenciada en Periodismo y posee un máster en Teatro y Artes Escénicas. Como periodista, comenzó haciendo prácticas en Onda Cero, El Mundo y TVE, además de colaborar con la revista deportiva Líbero. Ha trabajado en La Marea y ha escrito artículos para medios como la revista francesa de fotografía The Eyes, Europe & Photographie o eldiario.es. En su faceta teatral, ha sido profesora de Investigación Artística en Dramaturgia en la Universidad Internacional de La Rioja.


Ángel Cappa es entrenador de fútbol y licenciado en Filosofía y Psicopedagogía. Ha trabajado en diferentes clubes de España –como el Real Madrid o el Tenerife–, Argentina –como River, Racing de Avellaneda o Huracán–, Perú –Universitario de Lima–, México –Atlante– o Sudáfrica –Mamelodi Sundowns–. Tiene asimismo cuatro libros publicados en torno al mundo del fútbol: Fútbol sin trampa: en conversaciones con César Menotti, La intimidad del fútbol, Y el fútbol, ¿dónde está? y Hagan juego. Además, ha publicado diversos artículos en periódicos y revistas de México, Argentina y Perú. En España, ha colaborado con medios como El País, El Mundo, Marca o el blog de eldiario.es «Contrapoder». Actualmente, trabaja como comentarista en «Radioestadio» de Onda Cero. María Cappa es licenciada en Periodismo y posee un máster en Teatro y Artes Escénicas. Como periodista, comenzó haciendo prácticas en Onda Cero, El Mundo y TVE, además de colaborar con la revista deportiva Líbero. Ha trabajado en La Marea y ha escrito artículos para medios como la revista francesa de fotografía The Eyes, Europe & Photographie o eldiario.es. En su faceta teatral, ha sido profesora de Investigación Artística en Dramaturgia en la Universidad Internacional de La Rioja.


akal / a fondo Director de la colecciรณn Pascual Serrano


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© Los autores, 2016 © Ediciones Akal, S. A., 2016 Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - España Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4391-1 Depósito legal: M-34.455-2016 Impreso en España


índice

Presentación (Pascual Serrano)....................................................... 11 Introducción.................................................................................... 15 I. Origen plebeyo................................................................... 17 Del placer al deber, de jugar a producir, 18 – La pelota como herramienta de trabajo, 20 II. El fútbol se populariza..................................................... 23 La conquista de América, 24 – Políticos en flor, 26 – «Todos somos contingentes, pero tú eres necesario», 29 III. «Madre, yo al oro me humillo…»................................... 33 Sin televisión no hay negocio, 34 – Hinchas no, clientes, 36 – «El rico está vendido a la institución que lo hace rico», 38 Interludio 1. Qué dicen los que juegan............................................ 41 IV. «Si el dinero va delante, todos los caminos se abren».............................................................................. 43 El vaciamiento de América Latina, 45 – «Nunca me pude resistir a los chollos y menos si son gratis», 48 – «Todo rico es un ladrón o el heredero de un ladrón», 50 – Multinacionales deportivas, 51 – La pasión como negocio, 54 – La televisión se adueña del fútbol, 56


V. El precio del poder............................................................ 59 Comunidad Valenciana, 62 – Comunidad de Madrid, 66 – Cataluña, 72 – Otras ciudades, 74 – Real Federación Española de Fútbol, 77 – Unión Europea, 78 VI. Los medios: fábrica de consumidores.............................. 81 Gol de Pitágoras, 84 – Ganadores y perdedores, 85 – Sensacionalistas y banales, 86 – Opio para el pueblo, 87 Interludio 2. Qué dicen los que juegan............................................ 91 VII. «El oro no lo es todo, también están los diamantes».................................................................... 93 Oligopolio televisivo, 94 – Todos quieren un pedazo, 100 – Multinacionales del entretenimiento, 102 – El deporte le cambia la vida a la gente, 103 – Compraventa de pasión, 107 – En la cancha no, por la tele, 109 – La pobreza genera riqueza, 112 – México, la tormenta perfecta, 116 – La FIFA contra los Third Party Ownership (TPO), 124 – El fútbol se resiente, 126 VIII. La mano que mece la cuna................................................ 133 Yo soy esa, 133 – «A quién va a creer usted, ¿a mí o a sus propios ojos?», 135 – «No es nada personal, solo negocios», 155 – El mismo amor, la misma lluvia, 181 IX. «Tanto Havelange como Blatter son responsables de la triste realidad que ha vivido el fútbol internacional». Entrevista con David W. Larkin......... 189

X. Las tecnologías en off side............................................... 199 Sigamos pecando, 201 – La salud tecnológica, 203 – ¿Qué opinan los que saben?, 203 – A modo de conclusión, 205 Interludio 3. Qué dicen los que entrenan......................................... 207


XI. La preparación física como instrumento de control. Charla con Fernando Signorini..................................... 209 Empieza el control, 210 – ¿Qué preparación es la física?, 213 – Todo es medible menos el talento, 214 – ¿Quién manda aquí?, 215 – El sistema y la gallina de Tusam, 216 – Fútbol para clientes, 218 XII. Daños colaterales............................................................. 221 «El problema de la mujer siempre fue un problema de hombres», 222 – «Lo que a los niños se les dé, ellos lo darán a la sociedad», 232 – «¿De cuántas infamias se compone un éxito?», 236 – «El número de malhechores no autoriza el crimen», 239 X III. Rebelión en la granja........................................................ 247 Todo lo que camine a dos pies es un enemigo, 250 – Todo lo que camine sobre cuatro patas o tenga alas es un amigo, 252 – Recuperar lo que nos quitaron, 262 Interludio final. Qué dicen los intelectuales.................................... 265 Agradecimientos.............................................................................. 267


I Origen plebeyo

«¿Ni permitiréis que os hagan una zancadilla, vil jugador de fútbol?»1. William Shakespeare, El rey Lear

El fútbol nació en las calles. No tiene padre ni madre. Nadie lo inventó. Fue una creación colectiva de principio difuso en el tiempo y que fue evolucionando con los siglos hasta convertirse en el juego que es hoy. Se dice que comenzó en China o en Japón, tal vez en Egipto, hace tres milenios. Desde entonces, jugar con una pelota y con los pies cautivó a las masas y perturbó al poder, que veía en esa actividad lúdica algo rebelde, violento y perturbador. Tan es así, que fueron varios los reyes que prohibieron esas manifestaciones populares multitudinarias. En 1314, Eduardo II de Inglaterra promulgó un decreto para «condenar ese juego plebeyo y alborotador», según cuenta Eduardo Galeano2. Le siguieron Eduardo III en 1349, Enrique IV en 1410 o Enrique VI en 1447, que coincidieron en calificarlo de juego estúpido sin ninguna utilidad. Como hecho cultural de profundo arraigo, el fútbol siguió su camino sin atender al desprecio de la alta burguesía ni a medidas represivas. Poco a poco se fue expandiendo en el mapa y ganando más adhesiones. Y así como nació en las calles, sigue emergiendo en los suburbios de todas las ciudades del mundo. Tal vez, al ser un juego muy barato que 20 o 25 niños pueden practicar en cualquier lugar hasta con una pelota de trapo, re  «Nor tripp’d neither, you base football player?», William Shakespeare, King Lear (1606). 2   Eduardo Galeano, El fútbol a sol y sombra, Madrid, Siglo XXI, 2003. 1

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sulte una elección natural. Lo cierto es que cuando llegó a los barrios, después de que los ingleses lo distribuyeran por todas partes, se convirtió en una fiesta que los pobres se daban a sí mismos y que, como veremos, el negocio les arrebató para hacer de ella otro producto de consumo más. El fútbol rescata del olvido y da identidad a los niños de los barrios marginados, que encuentran en este juego una manera de ser, un modo de expresión. Los nadies, como decía Galeano, son alguien con una pelota de por medio. No en vano Alfredo Di Stéfano le hizo un monumento; su famoso agradecimiento, «gracias, vieja», expresa lo que sienten quienes ven en la pelota algo más que una grandiosa diversión. Es el instrumento que mejor los relaciona con la vida, el orgullo y el respeto propio y ajeno tan difíciles de encontrar en la calle. Es, también, la aproximación a la belleza. Y la posibilidad de soñar. Cuando le preguntaron a la teóloga luterana Dorothée Soelle cómo le explicaría a un niño qué es la felicidad, respondió: «No se lo explicaría. Le tiraría un balón para que jugara». Eso es, finalmente, lo que el fútbol significaba y significa aún en los barrios más pobres de cualquier ciudad, en los colegios en los que se practica, en las calles o en cualquier lugar donde haya una pelota y gente que quiera jugar.

Del placer al deber, de jugar a producir En la década de los 60 del siglo pasado, más o menos, el negocio «descubrió» en el fútbol una fuente de ingresos abundante e inagotable. Las clases dominantes dejaron de mirarlo con la nariz fruncida y, donde hasta ese momento solo veían a 22 hombres en pantalón corto, sudorosos, dándole patadas a una pelota, comienzan a vislumbrar que el asunto podía aumentar su riqueza considerablemente. Su mirada se torna entonces comprensiva y hasta cariñosa. Al principio se va introduciendo lentamente, como apoyo, para darle un impulso de progreso a las condiciones que se necesitaban mejorar: estadios, vestimenta de los jugadores, organiza18


ción, etc. Inadvertidamente, con mucha inteligencia y sutileza, va desplazando los valores esenciales del juego para incorporar los suyos; especialmente el de ganar a cualquier precio. Se deja de jugar para jugar, buscando el triunfo, por supuesto, como una recompensa, y se compite exclusivamente para ganar, que deja de ser lo más importante para convertirse en lo único importante. El placer de jugar es reemplazado por la teoría del esfuerzo; la diversión deja lugar a la ética de la penuria; hay que sufrir. Ya no se entrena, se trabaja. Los jugadores dejan de crear para obedecer a un plan previo. «El fútbol ha perdido la lógica interna inicial que lo acompañó hasta los años setenta», lamentaba Vázquez Montalbán en su libro Fútbol. Una religión en busca de un dios (Barcelona, Debate, 2005), donde explicaba: «Cada vez se acerca más a la condición de droga de diseño. Los clubes se remodelan según los cánones de poderosos centros financieros y mediáticos, el juego ya no depende del talento coordinado de jugadores capaces de propiciar instantes mágicos memorables, mitificables, sino de sistemas que llevan el nombre o apellido del entrenador». Efectivamente, al pasar de la calle al estadio, el fútbol pierde espontaneidad y libertad. Deja de ser «improvisación coherente», como decía Pedro Iturralde sobre el jazz, para alistarse en la rutina de lo previsto. «El dinero complicó el fútbol –declaró Frank Clark, integrante del legendario Nottingham Forest que ganó la Copa de Europa en el 79–. Nuestro juego era muy simple: nunca trabajábamos la táctica ni pensábamos en el rival». A pesar de las excepciones, que siempre obligan a la esperanza, la mayoría de los equipos profesionales en todo el mundo tienen equipos técnicos especializados en estudiar al rival. El propósito es impedirle que juegue, más que intentar jugar. Se dedican horas a preparar jugadas a balón parado en vez de ocupar ese tiempo en intentar que el futbolista se acostumbre a resolver por su cuenta, que también se logra con entrenamientos. Vivimos en una cultura de lo útil que nos obliga a producir. Concedemos poca importancia al goce y a la simple felicidad. Son valores que el negocio, el capitalismo para ser más precisos, 19


transfirió a los deportes y al fútbol en particular. Bertrand Russell lo anticipó hace varios años: «Antes había una capacidad para la alegría y los juegos que, hasta cierto punto, ha sido inhibida por el culto a la eficiencia». Si solo vale ganar, nos arrebatan el placer de jugar. Si solo sirve el resultado final, nos quitan el «mientras tanto». El presente ya no vale por sí mismo, sino solo si nos lleva a alguna parte. Y ese final es el que dictará el éxito o el fracaso. Éxito es ganar y todo lo demás es fracaso, porque ganar, solo ganar, vende. Y ahí tenemos al fútbol, convertido totalmente en un objeto de consumo. A los clubes les importan cada vez menos los hinchas o simpatizantes; la gente a la que le interesa el juego. Prefieren a los clientes, los que compran todo lo relativo a los ídolos que fabrican los medios de comunicación y sus oficinas de marketing.

La pelota como herramienta de trabajo Cuando a Ángel Tulio Zoff, exentrenador argentino, le preguntaron por el fútbol moderno y su comparación con el de años atrás, respondió: «Lo más antiguo que conozco en el fútbol es la pelota y sigue siendo lo mas importante». Es evidente que se trata de un elemento básico, imprescindible. Pero resulta que, como vemos, a medida que el juego va dejando de tener importancia e interés en el concepto empresarial de este deporte, el balón va perdiendo aquel magnetismo que enamoraba a los jugadores. Inclusive ciertos periodistas de la postmodernidad futbolística celebran cuando algún equipo de los llamados tácticos «se sienten cómodos sin la pelota». Y no es tan descabellado si el asunto consiste en jugar a no jugar. «Yo el fútbol lo viví con una alegría interna. Era una gran satisfacción jugar», declaró José Manuel Moreno, un futbolista argentino de los años 40; para muchos, uno de los mejores de la historia de Argentina. Antonio Sastre, otro de los grandes históricos argentinos, polifuncional ya en épocas remotas, también confesaba su amor: «Jugaba donde me necesitaran porque el fútbol era una gran pasión, era una locura para mí». Emilio Bu20


tragueño, crack español de los 80, integrante de la Quinta del Buitre que derivó hacia la estética lo que hasta ese momento se definía como «furia», marcó las diferencias en la revista Pa­ nenka3: «Nuestro estilo tenía que ver con el talento, la creatividad –dijo–. Compites para ganar, es cierto. Pero es un juego y cualquier juego tiene como fin disfrutar. Puedes ganar y sentirte satisfecho, pero no es lo mismo. Cuando ganas y encima juegas bien, es maravilloso». Podríamos insistir en centenares de declaraciones de jugadores de otras épocas sobre el valor que le daban a la pelota. No se trataba solo de ganar, sino que el juego en sí mismo representaba algo «maravilloso». El negocio pateó el tablero de esos valores propios del fútbol y, al introducir la lógica del beneficio rápido, el balón perdió el magnetismo que enamoró durante años a los jugadores. Para el pensamiento empresarial, da igual cómo se juegue, y si se tiene o no la pelota; mucho menos importa si se disfruta. De ahí la queja de Mário Zagallo, exfutbolista y entrenador brasileño que compartió con Pelé y otras glorias, como Rivelinho, Tostão, Garrincha o Gérson, los mejores años de placer y títulos para Brasil y para el mundo. «Si se habla de evolución –afirmó– podría pensarse que fue para bien, pero la evolución física ha hecho un desastre. Se impone la condición de la fuerza sobre la técnica». Cuando el fútbol no estaba infectado aún del resultadismo excluyente del que lo contagió el negocio, era frecuente ver en los vestuarios de los clubes de todo el mundo un cartel con una pelota y un consejo para los jugadores: «Trátela con cariño». Ahora, convertida en una herramienta de trabajo, es más difícil aplicarlo. Por eso ya no existen esos carteles. «El gran problema, para mí, es que el negocio del fútbol ha crecido en perjuicio del juego –decía hace ya veinte años Roberto Perfumo (jugador de élite de Argentina en los años 60 y 70)–. Hoy en día, el que gana, gana mucho y el que pierde, pierde mucho más y eso impide que el jugador salga a divertirse. Cada vez se trabaja más al fútbol y se juega menos». 3

Sid Lowe, «¿Os acordáis de mi Quinta?», Panenka 22 (noviembre de 2013).

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