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REPORTAJE

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ESPECIAL

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Andrés Montero y su hazaña a caballo por Chile

UNA CABALGATA por la patria

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Un recorrido de 3.080 kilómetros en 96 días, completamente a caballo. Desde Bucalemu hasta Puerto Williams, a un promedio de 40 o 50 kilómetros diarios. Suena imposible, pero Andrés Montero lo hizo realidad. Hoy prepara un libro donde contará todos los detalles, que será lanzado en nuestro Club el 20 de agosto. “Será un homenaje a nuestro país, nuestra bandera, nuestro territorio y nuestro caballo”, cuenta.

Por: Bárbara Vicuña B. / Fotos: Andrés Montero J.

Resulta difícil no emocionarse al escuchar a Andrés Montero mientras cuenta los detalles del viaje heroico –por decir lo menos– que realizó entre octubre de 2021 y enero de este año. Y es que, al margen de los datos técnicos sobre la planifcación, elección de rutas, logística, alojamiento y alimentación, el recorrido que realizó a caballo, desde Bucalemu hasta Puerto Williams, es una enseñanza, un mensaje de unidad y un acto patriótico, lo que lo hace más valioso aún. Especialmente en estos momentos en que muchos chilenos parecen haberse olvidado de nuestra historia y le han perdido el respeto a nuestra bandera y símbolos patrios. Lo que hizo Andrés Montero con su cabalgata fue reafrmar que somos un solo país; que tenemos tradiciones preciosas que hay que mantener; que debemos respetar nuestro territorio, contemplarlo y disfrutarlo, y que la bandera chilena es una sola. “El sábado 20 de agosto de este año, a las 11:30 horas, voy a lanzar el libro que resume todo este viaje en el Club de Polo. Vamos a aprovechar de hacer un homenaje al caballo, por lo que tendremos jinetes del Ejército, de Carabineros, poleros y equitadores del Club, cocheros y huasos. Será una festa en honor al caballo”, dice Andrés Montero. –¿Cómo fue que se le ocurrió hacer esta cabalgata? –Soy agricultor, tengo un campo en Linares y otro en la Región de Los Lagos, en Fresia. Toda mi vida he andado a caballo y he hecho paseos a la cordillera, de una semana u ocho días. Pero hace mucho tiempo tenía la idea de hacer un viaje a caballo un poco más largo y conocí a Sergio Rodríguez Wallis, quien hoy tiene 83 años, pero tenía 62 o 63 cuando hizo una cabalgata de Arica a Santiago. Como el clima ha cambiado, pensé que sería mejor hacer un viaje de Santiago al sur. Iba a ser Santiago-Punta Arenas, pero después me entusiasmé y decidí ir más al sur. Así las cosas, comenzó en Bucalemu con su amigo Fernando Maturana, quien lo acompañó hasta Coyhaique. “Cruzamos Colchagua, el Maule, Ñuble, todas las regiones hacia el sur ininterrumpidamente. Andaba a caballo entre 8 y 9 horas diarias”, señala. –Cuéntenos sobre los detalles prácticos. –Llevaba un camión de apoyo con un petisero y un chofer. Yo salía temprano en la mañana y el camión partía un poco después. Nos encontrábamos a la hora de almuerzo para comer algo a la orilla de la ruta o en alguna entrada. Ahí cambiaba de caballo. El que iba en el camión lo ocupaba yo y el que había montado en la mañana se subía al camión. –¿Dónde alojaron? –La mayoría de las veces en estancias o fundos, en regimientos –donde aproveché de contarle a los soldados cómo era el viaje y los problemas que había tenido–, escuelas de la SNA y unos ocho días en carpa. –¿El recorrido era por rutas interiores y senderos? –Sí, caminos rurales, evitando el tráfco. La mayoría de estas rutas las conocía, salvo Tierra del Fuego. En algunos lugares me cargué hacia la cordillera y en otros hacia la costa. Después de Castro crucé en el ferry a Chaitén y desde ahí hicimos toda la Carretera Austral hasta el fnal, hasta donde se acaba, que es Puerto Yungay. Ahí tomé el ferry a Puerto Natales para luego seguir hasta Punta Arenas alojando en distintas estancias. Todas las tenía precontactadas. Tenía un itinerario en el cual recorría entre 40 y 50 kilómetros diarios. –Llama la atención la rapidez con que llevó a cabo esta hazaña. –Es que todos los días llegaba a un lugar a las 7 de la tarde y al día siguiente a las 8 de la mañana ya estaba arriba del caballo. En resumen, anduve 3.080 kilómetros y ocupé 7 caballos, dos de los cuales –El Cachorro y El Arriero– anduve 2.100 kilómetros. Desde Fresia hasta el Lago Fagnano. –¿Vivió situaciones peligrosas? –De riesgo más bien. O inconfortables. Lo más complejo fue el cruce de la Cordillera de Darwin, porque no hay huellas ni senderos, no hay nada. Y en el terreno se encuentran turbales, que son sectores pantanosos donde los caballos se entierran. Ahí tienes

que bajarte y tirar el caballo, pero te entierras también, lo que es muy complejo. –También mencionó momentos desagradables. –Al sur de Cerro Castillo hay ripio, polvo de los autos, calor y coliguachos. Y enfrentar todas esas cosas completamente solo es muy duro. Por suerte soy un tipo duro. He corrido maratones, giros ciclísticos y soy el décimo hijo de 12 hermanos, entonces se podría decir que tenía la preparación física y mental para hacer esto. –¿Está consciente de que todo lo que me está contando para muchos es una locura? –Ni yo me lo creo hoy. Y si me preguntas si podría hacerlo de nuevo, yo creo que no. Cuando llegaba a las ciudades o pueblos y le contaba a la gente de dónde venía, creían que les estaba tomando el pelo. Para qué decir en Magallanes. Pensaban que era un tipo loco. –¿Cuáles diría que fueron los momentos más emocionantes de este viaje? –Cuando llegué a Punta Arenas me fueron a recibir los gauchos y los huasos en el monumento al ovejero y me escoltaron hasta la plaza principal. Homenajearon a mis caballos... fue una cosa solemne... emocionante. Otro momento fue en Porvenir, cuando alojé en el Destacamento Caupolicán, que es el más austral del Ejército, donde me hicieron un reconocimiento. Y en Puerto Williams me estaba esperando toda la gente. –¿Cómo fue el cruce por la Araucanía? –Complejo. Tuve que cambiar cuatro veces el itinerario, porque originalmente me quería ir por la costa para pasar a Teodoro Schmidt, pueblo que lleva el nombre del hermano de mi abuela. Ambos hijos de Teodoro Schmidt Weichsel, que fue uno de los fundadores de Temuco. Pero la situación estaba muy complicada hacia la costa. Había caminos bloqueados y yo iba con un camión... no podía exponer a mi gente. –¿Cómo fue la relación que estableció con sus caballos? –Impresionante. Ahora cuando voy al campo se ponen a dormir afuera de mi pieza. Fabuloso. Piensa que en este viaje me subí al caballo unas 800 veces. Partí con El Arroyo y El Sendero. Este último tuvo algunos problemas en el lomo y lo cambié por El Abuelo. Con ellos seguí hasta Fresia. Después continué con El Arriero y El Cachorro hasta el Lago Fagnano. Ahí compré un caballo, El Granizo, y en la isla Navarino terminé con El Navegante. En ese caballo llegué a Puerto Williams. –¿Nunca pensó en rendirse? –Nunca, ni por un segundo, dudé. Nunca. Eso va en ADN de uno y desde el primer momento sabía que lo iba a terminar. Como fuera. Y así fue.

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