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REPORTAJE

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ESPECIAL

ESPECIAL

Texto y fotos: Pablo Altikes Pinilla

El encargo arquitectónico nace de la necesidad que tiene un mandante de solucionar una problemática, sea esta de carácter doméstico, institucional, estatal o empresarial, entre otros. En todos estos casos se tiene meridianamente claro qué es lo que se necesita y su porqué. ¿Qué pasa cuando el mandante o cliente no puede o no tiene las herramientas para expresar cuáles son sus requerimientos y, más importante aún, cuáles son sus deseos y anhelos y que van a determinar su calidad de vida? Diseñar un edifcio que al mismo tiempo es una pequeña ciudadela y que su principal usuario, niño, debe entender como tal, pero a su vez, este niño son varios al mismo tiempo. Debido a las distintas discapacidades que cada uno tiene, implica una empresa donde el sentido del proyecto incorpora en su matriz el concepto y puesta en valor de lo que es la verdadera inclusión, donde distintos niños con distintas problemáticas van a coexistir en un solo mundo, entendido este como su “universo” de acuerdo a Marcus Vitruvius en su libro “De Arquitectura”. El cielo, la tierra, el aire y el mar serán entonces los cuatro elementos que se puedan encontrar y donde todos son partícipes de ello. El cielo con las iluminaciones cenitales y perforaciones circulares en sus muros periféricos de las circulaciones; la tierra con el espacio libre entre salas y los espacios abiertos sin un trabajo de paisajismo, la tierra en su estado original; el aire con los espacios amplios, altos como la capilla y administración, las salas de clases y la cancha multiuso delimitada que se abre al cielo al no ser cubierta; el mar con su piscina, que con un hermoso y gran ventanal participa del resto del conjunto sin estar aislada. Aun cuando el proyecto es una ciudadela con muros que la delimitan, el espacio interior solamente brinda libertad. En 2020 se terminó la construcción del Centro de Estimulación Integral Juan Luis Undurraga en la ciudad de Talagante, diseñado por el arquitecto Sebastián Irarrázaval Delpiano y la arquitecta colaboradora Constanza Candia. Constituye el primer edifcio de su tipo en Chile –y quizás uno de los pocos en el mundo– y fue encargado por la Fundación Isabel Aninat Echazarreta, una organización benéfca que centra sus esfuerzos en apoyar iniciativas para el cuidado, educación e integración de personas vulnerables, especialmente niños y jóvenes con discapacidad. ¿Cómo poder saber de qué forma mira el mundo un niño con asperger, autismo, síndrome de Down, trastorno de movimientos estereotipados, entre algunas de las duras situaciones humanas por las que debe vivir toda su vida? En febrero de 2020, le pedí a Sebastián Irarrázaval que me invitara a conocer su nuevo trabajo. No sabía para quién era el edifcio y solamente había visto imágenes parciales que había subido a su Instagram. Nos juntamos en el edifcio y, a la manera de Sebastián, pausado, refexivo, serio y muy profundo, me llevó por un viaje a través de la obra donde me fue contando una historia de cómo había logrado entender y ver a través de los ojos de estos niños, lo que ellos no podían decir. De alguna manera, estos niños con simples gestos, señas, ciertas palabras clave, una que otra frase, habían creado lo que podría considerarse una suerte de guión, de libreto, que le permitió a Sebastián nutrirse de la información que necesitaba. –Niño: Señor arquitecto, quiero vivir en un lugar que me acoja y me proteja; donde me sienta seguro. –Sebastián: Diseñaré una ciudadela rodeada por muros que te abriguen y den la seguridad de estar en tu mundo. Diseñaré recorridos que te marquen ritmos, pausas y secuencias mediante el uso de tragaluces cenitales y muros perforados con círculos por donde entre la luz e ilumine esos caminos. –N: Quiero aprender y progresar a mi ritmo y con mis tiempos. –S: Diseñaré salas de clases iguales, pero

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con distintos órdenes, donde pasar de una a otra sea una secuencia y cambio progresivo. –N: Quiero jugar, correr y sentirme libre. –S: Diseñaré un patio sin programa, solamente espacios, con una cancha para que juegues con tus amigos y muchos rincones laberínticos entre las salas de clases para que te encuentres contigo mismo en tu soledad. –N: Quiero tener esperanza y que alguien me cuide. –S: Diseñaré grandes torres que sobresalgan y las puedas ver de todos lados. Una será una capilla para que tengas fe, la otra será donde estarán tus profesores. –N: Quiero que mis papás sepan que estoy bien y que existe un lugar donde puedo ser yo. –S: Diseñaré este edifcio con todo el programa que necesitas, salas de clases, laboratorios, una piscina, canchas multiusos, capilla, patios y todo esto con una imagen integradora que tus padres entiendan al venir a dejarte todos los días y se sientan tranquilos, pues te dejaron en tu mundo. –N: Gracias señor arquitecto por darme lo que no pude expresar con mis palabras. Durante la carrera de arquitectura los buenos profesores siempre enseñan que los grandes proyectos solamente son posibles si detrás de ellos hay un gran cliente, este es uno de esos casos.

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