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ESPECIAL ANIVERSARIO los andes
223 años
Viernes 1 de agosto de 2014
Recuerdos y memorias de la Gabriela andina Este año se cumple un siglo desde la creación de esta destacada obra que la poetisa chilena escribió en la tranquilidad de su habitación en Los Andes
“Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada.” (“Sonetos de la Muerte”, Gabriela Mistral) Por Gabriel Abarca Armijo Cuando leo estos versos, me imagino a la poetisa sentada, con su pluma en mano y una hoja llena de letras, con algunas frases corregidas producto de las múltiples lecturas que daba a cada una de sus palabras. Gabriela Mistral era
una mujer perfeccionista, que se preocupaba hasta del más mínimo detalle en sus composiciones. Y al leer aquellas palabras, imagino un lugar de paz, tranquilidad y -sobre todo- de belleza natural. Ese lugar que describe podría ser un valle, tal vez rodeado de imponentes montañas, caracterizado
por ser una tierra humilde y soleada. Y esas dos últimas palabras me recuerdan a Los Andes, ciudad que cobijó a la premio nobel de literatura por seis años, el periodo de tiempo más largo de esta increíble mujer pasó en una ciudad que no fuera su natal Vicuña. Algo tenía el suelo andino, algo tenía el río Aconcagua y el cordón montañoso más largo del mundo. Algo tenía esta tierra, que la invitaba a soñar y a escribir. Antes de tratar de hacer memoria de los pasos
Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
E
stos versos demuestran la dulzura de Gabriela Mistral, Característica que sus ex alumnas del Liceo de Niñas recordaron probablemente hasta sus últimos días. Gloria Mundaca es actualmente encargada de la oficina de Turismo de Los Andes y, además, es miembro del Consejo Regional de la Cultura y Las Artes. Ella recordó que “cuando era niña, probablemente para una tarea escolar, quise entrevistar a ex alumnas de Gabriela Mistral. Recuerdo haber hablado con varias de ellas y destacaban que la poetisa era una persona sumamente dulce”. Lamentablemente, la información que hay sobre la Gabriela y su vida en Los Andes no es suficiente. Sin embargo, en la Biblioteca de la ciudad hay un ejemplar del libro titulado “Los Andes, Gabriela Mistral y mis padres”, escrito por Ariel Fernández Latapiat. En este material, se puede encontrar variada información También vivió en pleno centro de la ciu- sobre la vida y obra dad, en calle Las Heras casi esquina Mem- de la poetisa en tiebrillar. rras andinas. Fue un invierno de 1912, cuando con 23 años la señorita Lucila Godoy Alcayaga pisó por primera vez Los Andes, con una maleta llena de ilusiones y con la misión de ejercer su vocación de maestra en el Liceo de Niñas, que funcionaba en el lugar donde actualmente está ubicado el Círculo Italiano en calle O’Higgins. El libro menciona: “Al principio, Gabriela vivió en casa de la directora del Liceo, en el mismo edificio. Cuando Emelina Alcayaga de Barraza, media hermana de Gabriela, a la sazón profesora del establecimiento, encontró donde vivir, ellas se instala-
ron en la calle Las Heras Nº 181, casi esquina Membrillar. Esta casa tenía sus piezas mirando hacia el poniente, lo que imponía una oscuridad aumentada por los árboles del patio. Era cuando Gabriela, después de sus clases de Castellano, Historia y Geografía, salía a descansar en la plaza cercana, donde conversaba con sus amigas o hacía anotaciones en su cuaderno”. En sus últimos años en Los Andes, encontró una casa en el sector de Coquimbito, lugar que la cobijó e inspiró. Y es justamente en ese sitio, con una vista privilegiada y que probablemente le recordaba su lejano hogar de “33 cerros” como le gustaba recordarlo, donde compuso los famosos “Sonetos de la Muerte”. Y uno de sus amigos más cercanos en estas tierras fue quien posteriormente sería Presidente de la República: Pedro Aguirre Cerda. De acuerdo al texto de Fernández Latapiat, siendo Ministro de Justicia e Instrucción Pública de aquel entonces, el ex Presidente la conocía más por su nombre artístico que por su nombre de nacimiento. Esta anécdota, relatada por la propia Gabriela, cuenta que en el documento oficial aparecía Lucila Godoy Alcayaga como nueva directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas. Sin embargo, Aguirre Cerda tachó ese nombre y encima de él escribió Gabriela Mistral. Antes de viajar a la Patagonia para cumplir su nueva responsabilidad, describió su estadía en el valle del Aconcagua, en una entrevista publicada por la desaparecida revista Zigzag de esta forma: “He vivido aquí los seis años más intensos de mi vida, que todo se lo debo a este sol traspasador, a esta tierra verde y a este río. Hasta tal punto fijé mi corazón en este paisaje hebreo de montañas tajeadas y purpúreas, que quiero llamar a Los Andes mi tierra nativa, la de mis preferencias”.
de Gabriela Mistral por Los Andes, es bueno citar algunos datos biográficos que solo los aprendemos en la escuela, pero que con el tiempo olvidamos. Nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña, en pleno valle del Elqui. Tal vez desde pequeña cultivó un amor hacia los valles y, por eso, se sintió como en casa en el Aconcagua. Quizás la pluma bendecida vio en el cerro Mercacha o en la Plaza de Armas elementos similares de su tierra natal. Su nombre era Lucila Godoy Alcayaga y provenía de una familia de origen modesto. Sus padres fueron un profesor, Juan Jerónimo Godoy Villanueva, y una modista, Petronila Alcayaga Rojas. Comenzó joven su carrera como profesora, ya que a los 15 años fue
Lucila Godoy Alcayaga según el libro “Los Andes, Gabriela Mistral y mis padres”.
nombrada ayudante en la Escuela de La Compañía Baja y en 1908 se desempeñó como maestra en la localidad de La Cantera. Su hermana, Emelina Alcayaga de Barraza, promovió en ella un pensamiento pedagógico centrado en el desarrollo y la protección de los niños, pasión que desempeñó con los años.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos.
R
amón Fernández Latapiat fue el encargado de conversar con la poetisa, en la tranquilidad de su hogar. Allí, el cronista pudo apreciar el cariño que la gente de los alrededores le tenía a Lucila, quien describió a estas personas como “gente que le mostraba que su soledad era mentira”. Tras cerrar su capítulo en Los Andes, y por recomendación de su amigo Pedro Aguirre Cerda, a quien las historias cuentan iba a visitar caminando desde Coquimbito hasta Pocuro, armó nuevamente sus maletas. Esas mismas que llegaron a suelo andino llenas de ilusión, ahora se iban con esperanza y nuevos sueños. Es que Gabriela nunca olvidó el valle. De hecho, en su obra “Tala”, editada en 1938, hace clara alusión a los lugares que recorrió mientras fue una andina más que se paseaba por los contornos del río Aconcagua o por las calles de tierra de la ciudad. El Liceo de Niñas actualmente funciona bajo el nombre de Círculo Italiano.