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Viernes 28 de septiembre de 2012
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Viernes 28 de septiembre de 2012
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La tentación de ganar dinero fácil con tan sólo 100 pesos Enfermedad y no vicio
En Quillota han proliferado en gran número los casinos urbanos en pleno centro, donde hay mucha gente que asegura que “cuando quiera, dejo de jugar” Por Carolina Rodríguez Cobo
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on las 18:30 horas de un martes. Pese a que es pleno día de semana, en uno de los tantos locales que se han convertido en verdaderos casinos a lo largo de gran parte de la calle Prat de Quillota, hay varias personas buscando comprar sueños a cambio de monedas de 100 pesos. La expansión de los locales ha sido veloz. En menos de una cuadra, es posible advertir la existencia de al menos cinco de estos negocios, dando el aspecto de un “Las Vegas” criollo, en medio de locales de venta de mercadería al por mayor, ropa interior, librería, menaje, panadería, plásticos de “todo a 300”, bazares, ropa de huaso y zapatos. Algunos creen que no es necesario viajar hasta Viña del Mar y vestirse de etiqueta para acudir a un casino a probar (arriesgar) suerte, porque las máquinas, incluso con asientos y piso alfombrado, están, literalmente, a la vuelta e la esquina. El vacío legal que existe en la materia, posibilita la proliferación de estos negocios destinados a los juegos de azar -camuflados entre los llamados juegos de “habilidad”- y que están instalados en pleno centro. No hay puertas ni mamparas que protejan la visibilidad de los jugadores desde la calle. Es fácil reconocer a quienes están ahí, a merced de la fortuna y de la cantidad de monedas con las que se ande en el bolsillo. Y de las “extra” que se vayan ganando, si es que el día tiene alineados los astros a favor del
jugador. En el local más grande que existe en calle Prat, lo que más se ve son dueñas de casa. Llegan en masa a jugar. También hay hombres, algunos que incluso pasan después de sus trabajos y antes de llegar a sus hogares “a jugarse una monedita”. Nunca es una. La mayoría de ellos recorre el extenso local -el más grande de la cuadra- con un contenedor plástico, que les entregan quienes administran el negocio, el cual, en caso de que la suerte sea buena, llenan de monedas. Así hacen itinerancia entre las distintas máquinas que -dicen los locatarios- “son de destreza y no de azar”. A veces caen montones de monedas. Otras, el
solo efecto de percibir como actúa la adrenalina en el cuerpo y la ensoñación de ganar mucho dinero fácil, es suficiente para volver a casa satisfecho. Es que la tentación no es poca: con sólo cien pesos existe la posibilidad de ganar sumas que van desde los mil hasta los 25 mil pesos, en caso de contar con el beneplácito de la diosa fortuna.
CON UNA CAJITA DE PLÁSTICO El ambiente huele a humo. Son muchos los que fuman mientras juegan y el sonido ambiente es interrumpido por el ruidito que hacen las máquinas mientras los jugadores hacen gala de lo que llaman destreza. Son casi 40, de distintos tipos, las que están dispuestas por todo el local. Una dependiente atiende a
Fundador y Presidente del Directorio: Roberto Silva Bijit
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cobillón y una pala, recoge las cenizas de los cigarrillos de los jugadores que caen al suelo. Una de las jugadoras habituales del local acepta conversar con “El Observador”. Eso sí, canjea testimonio por anonimato y cuenta que su visita es diaria. “Vengo casi todos los días para acá. Éste es mi vicio. Yo estoy sola en la casa, mi marido trabaja. Ya mis hijos no viven conmigo, así que no veo nada malo en jugar”. Asegura que jamás juega más de 2 mil pesos diarios y que, si no logró ganar nada con esa suma, se retira. Lo que sí recalca es que no gasta dinero de sus necesidades básicas para jugar. “No gasto la plata del pan o del almuerzo para jugar”, afirma, como sí es sabido que lo hacen otras dueñas de casa que juegan en las máquinas instaladas en los negocios de barrio. Eso sí, reconoce que, lejos de hacerlo por alguna necesidad, lo hace por gusto. En esto coincide con varios otros consultados, pues asegura: “No me costaría dejarlo en caso que me generara problemas con mi marido”.
“La Verdad más que un valor es una actitud ante la vida”. Roberto Silva Bijit
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los clientes. Les cambia monedas y les pasa los contenedores plásticos para que depositen lo que van ganando, mientras un hombre de alrededor de 40 años recorre el local velando por la seguridad de todos. A veces, él mismo premunido de un es-
Las mujeres son el público mayoritario en los locales de máquinas que proliferan en la ciudad. En su mayoría dueñas de casa que se tientan con ganar dinero fácil, en caso que la suerte las acompañe.
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Pese a que la mayoría de las personas que conversan en medio de su juego, aseguran que su gusto por esperar la suerte en las máquinas de luces y figuras multicolores les permite dejarlo cuando quieran, la realidad en varios de ellos es otra. Lo que parte como curiosidad se convierte en gusto; que en varios da paso al hábito y de ahí, sólo hay un paso entre la costumbre y la adicción. Esta adicción al juego en su grado máximo se conoce como ludopatía y es un trastorno de la personalidad que se caracteriza fundamentalmente porque existe una dificultad para controlar los impulsos y que, en cierto sentido, tiende a manifestarse en practicar, de manera compulsiva, uno o más juegos de azar. De no ser controlado, puede afectar en la vida diaria de la persona que se ve afectada por esta adicción, de tal forma que el interés por la familia e, incluso, la alimentación, pasa a ser algo totalmente secundario. Más que un vicio, la ludopatía es una enfermedad crónica que requiere tratamiento. El perfil ciertamente clásico del ludópata es el de una persona adulta, joven, con problemas de ansiedad, un tanto caprichosa, con escasa tolerancia a las frustraciones cotidianas y dificultades de adaptación social. El jugador suele iniciarse en el juego en una situación social favorable; esto es, con amigos o con familiares, jugando o apostando de manera puntual al celebrar un evento festivo. Pero según opinan muchos expertos en estos trastornos, tan sólo basta con varios meses jugando de forma ocasional para que un jugador pase a ser habitual.
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“La Flexible” de “Soltera Otra Vez” añora sus veranos y los frutos de Limache La destacada actriz y modelo Josefina Montané compartió sus aventuras de infancia encaramada en los árboles o viajando en tren Por Viviana Orozco Vega
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urante varios meses, las miradas de muchos televidentes -especialmente de los varones- estuvieron enfocadas cada noche en una esbelta y curvilínea rubia, de hermoso rostro y de nombre “Nicole”, responsable de la ruptura entre “Cristina” -la actriz Paz Bascuñán- y “El Monito”, interpretado por Cristián Arriagada, la pareja protagónica de la telenovela “Soltera Otra Vez” de Canal 13. Odiada por aquellas mujeres que hacían causa común con la siempre desafortunada Cristina, “La Flexible” -apodo que recibía la rubia, por su papel de profesora de yogaprotagonizó algunas de las escenas más osadas de la producción, que provocaron sorpresa por ser emitidas a través del ex canal católico. Herval Abreu, director de la famosa teleserie nocturna de Canal13, buscaba incesantemente una mujer de personalidad fresca, radiante y que cautivara al público masculino. Fue en ese momento cuando conoció a Josefina Montané, ex modelo de la prestigiosa agencia internacional Elite, quien por ese entonces buscaba un espacio en el matinal “Bienvenidos” y quien calzaba perfecto para el papel. Este hecho la llevó a dar un importante giro en su vida, ya que hoy en las calles no es una más. Los fans la persiguen para pedirle una foto u autógrafo, así como no faltan quienes le enrostran mediante gritos el haberle arrebatado a “Rodrigo” o “El Monito” a la protagonista de la teleserie. Josefina Montané interrumpió sus estudios de Diseño Gráfico en tercer año,
cuando la vida la premió con Colomba, su hija, quien en la actualidad tiene tres años. Desde hace bastante tiempo buscaba obtener un rol en la televisión, tras cansarse de seguir en las pasarelas y asegura que el papel en la teleserie de Canal 13 lo realizó con mucho entusiasmo y a pesar de su inexperiencia en las tablas, trabajó con el mayor profesionalismo. RECUERDOS EN LIMACHE La joven y hermosa actriz añora con nostalgia Limache, la ciudad que tantos veranos la acogió para escalar los árboles, caminar por el pasto y soñar despierta, como lo hacen los niños a esa edad. “Aún
recuerdo cuando subía a los árboles y me imaginaba que eran casas gigantes y mi pieza. Me encantaba correr por el campo y que sonaran las hojas de los paltos”, comentó. Josefina pasó durante toda su niñez visitando las ciudades de Limache y Olmué, ya que sus abuelos maternos son de la región y han arraigado su vida en la comuna, al igual que lo hizo su madre, quien posteriormente se instaló en Santiago, donde nació Josefina, el 16 de abril de 1988. “Como mi mamá siempre ha trabajado, pasaba todos los veranos acá en el campo. Me gustaba tanto, que inclusive a veces extendía mis vacaciones hasta marzo. Así de fanática”, expresó la modelo a “El Observador”, agregando que extraña sus años en Limache, por lo que trata de viajar frecuentemente, para que su
pequeña hija pueda disfrutar lo que ella vivió cuando tenía su misma edad. “Tuve una infancia increíble, gracias a Dios pude disfrutar del campo, donde podía jugar y no pasar el día inmóvil frente a un televisor. Podía pasar toda la tarde arriba de los árboles, comiendo tomates y paltas con la mano. Los árboles me daban todo lo que necesitaba en ese momento, entretención, cosas ricas para comer y así es imposible aburrirse y menos olvidar un lugar tan privilegiado como es Limache” dice “La Flexible”, como ya quedó bautizada. Sin duda, con sólo escuchar a Josefina uno ya puede darse cuenta que gran parte del personaje exhibido durante meses en “Soltera Otra Vez”, cercana a la naturaleza y llena de amor por la Pachamama y el entorno, luchando siempre por volver a sus raíces, es parte también de su esencia y vida. LAS VEGAS Hoy con 24 años ha tratado de inculcar a su pequeña Colomba este amor por la Ciudad de los Tomates y esos recuerdos que, cada cierto tiempo, le hacen regresar a las tierras donde vivió los años felices de la infancia. “Sin duda, lo que más rescato y nunca olvidaré de Limache era pasar el día jugando y antes de que oscureciera, ir a Olmué y tomar unos ricos helados, visitar las ferias artesanales de fi n de semana. También me encantaba viajar en tren hacia la costa y coleccionar los tickets de cartón. Para mí era toda una aventura y lo sigue siendo y me encanta poder plasmar eso en
Josefina Montané recordó con “El Observador” su infancia en Limache y cómo disfrutaba pasar los veranos en la casa de sus abuelos.
Cada vez que le es posible, Josefina llega hasta Limache a la casa de sus abuelos maternos, para disfrutar de las bondades del aire puro.
mi hija”, relató emocionada Josefi na. Agrega que así como ella, cuando pequeña, se iba al campo mientras su mamá trabajaba, ahora es Colomba quien disfruta de Limache junto a su abuela y bisabuela, las que le muestran las maravillas del campo, mientras la orgullosa Josefi na graba las escenas de su próximo papel protagónico. Para ello, Josefina sigue perfeccionándose y destaca que ha aprendido mucho de sus compañeros, nutriéndose y exigiéndose el doble para presentar un buen trabajo. “Estoy feliz con este nuevo papel, porque cada personaje es un nuevo desafío. Esta vez el
nombre de mi personaje es Camila”, adelantó la joven actriz. “Las Vegas” es el nombre de su próxima teleserie, donde tendrá una disputa amorosa con su madre, la actriz Francisca Imboden, por el amor de un hombre mayor, el codiciado actor Pablo Macaya -el mismo vecino, “Álvaro”, de la anterior “Soltera Otra Vez”- quien hará el papel de un barman de un night club. En ese escenario se centrará la nueva historia dramática de Canal 13, donde otra vez contaremos con la destacada y hermosa presencia de la otrora limachina, Josefina Montané.
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Un desierto surrealista en medio de un oasis hijuelense En el sector de Ocoa, frente al Cerro La Campana, la familia Morales Barra construyó una parcela de agrado que sorprende, en que abundan los cactus, rocas inmensas, esculturas y artefactos Por Alonso Aranda Araya
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ijuelas, C o m u n a Capital de las Flores y Reserva Mundial de la Biosfera. Éstos son sólo algunos de los conceptos -merecidos por lo demás- con los cuales se conoce y se trata de promocionar a esta ciudad de la Quinta Región interior, que nace, desde el aspecto turístico, a los pies del Cerro La Campana. Por el lado de Hijuelas -oficialmente el Parque Nacional La Campana tiene además otra entrada por Olmué-, el ingreso al macizo se encuentra en el sector de Ocoa, zona rural que reúne todas aquellas características que hacen de la comuna un lugar reconocible por sus bellos parajes naturales. En medio de todo este oasis, se encuentra un desierto, o al menos eso es lo que parece a primera vista. Para internarse hacia el sector suroriente de la localidad, se avanza por la avenida de plátanos orientales de Ocoa, la más extensa de Latinoamérica en esa especie, con cuatro kilómetros de largo. Se atraviesan nutridas parcelas, campos florecidos y viñas de renombre, cuyos deliciosos vinos son exportados a las ciudades más glamorosas de Europa. Pasado el badén de Hualcapo, se levanta majestuoso un terreno en el que predominan los cactus y abundan piedras de grandes dimensiones, escenario que complementan especies arbóreas de distintas partes del globo, esculturas de fierro y una serie de instalaciones artísticas, pero funcionales. Al fijar la vista en esta propiedad, es fácil olvidar que se
está en el verdadero oasis que es Ocoa, ya que el paisaje recuerda más bien al desierto, pero uno bastante surrealista, como en una pintura de Dalí. El espacio es una obra de arte al aire libre, donde cada una de sus piezas, ya sean naturales o materiales, fueron colocados de manera intencional -a mano-, logrando una composición armónica que invita al descanso, pero también despierta la curiosidad y por lo tanto, estimula la aventura. Este desierto en medio del oasis, se beneficia, además, a diferencia de los ambientes desérticos naturales, de un microclima cordillerano marítimo, que permite convivir a diferentes especies de cactus, suculentas o crasas, bambú, ciruelos y crespones, factor atmosférico único -por lo demás- para la producción de uvas viníferas, lo que explica la presencia vecina de una de las estaciones productivas de Viña Errázuriz. PAISAJISMO SUSTENTABLE Los creadores de este jardín de grandes dimensiones, con cinco mil metros cuadrados de terreno utilizado, es la familia integrada por el arquitecto y paisajista Miguel Ángel Morales; su esposa, la decoradora María Elena Barra; y los hijos de ambos, el escultor Miguel Ángel y la publicista María Elena. Según cuenta el padre de la familia, hace nueve años llegaron a este rincón de la Quinta Región, luego de recorrer por dos años todo Chile en búsqueda de un lugar indicado para construir una parcela de agrado, de la que no
Cactus con deformaciones llamados cristatas o cerebros, con formas exóticas.
La parcela de agrado creada por la familia Morales Barra es una verdadera obra de arte al aire libre. quisieran irse y que, paralelamente, provocara variadas sensaciones en sus visitas. “En este lugar había una plantación de papas. Era totalmente tosco. Sólo tenía algunos matorrales y unos pocos árboles. Al tiempo comenzamos a traer gran cantidad de piedras, unas de tamaños inmensos. La gente de los alrededores pensaba que éramos una familia de locos, porque ellos hacen todo lo contrario, sacan las piedras para plantar y nosotros metíamos piedras. Luego hicimos la piscina y fuimos trayendo los cactus, los árboles, pero todo grande, porque no queríamos esperar a que crecieran, lo queríamos ahora. La idea es que uno venga y no se quiera ir, que la gente pronuncie un “Oh”, cuando lo ve”, explica el paisajista. En el terreno construyeron una casa, no de proporción suntuosa, pero edificada en niveles para aprovechar los espacios; como la terraza, que se desplaza desde el dormitorio principal, punto desde el que se aprecia el jardín, que es el protagonista de esta propiedad. La colección de cactus la completan los más diversos tipos de espinudas especies y otras menos agresivas, muchas de procedencia exótica, entre ellas cactus columnares con deformaciones llamadas cristatas, cereus, cleistocactus, opuntias, lobivia, trichocereus, notocactus y echinocactus; además de suculentas, como aloes, aeonium, clásulas y también ágaves. Todas estas especies, acompañadas por grandes rocas, de hasta nueve toneladas, que -paradas como firmes guerrerosparecen proteger la estadía de sus compañeros de hábitat. El lugar también posee senderos de piedrecillas, maicillo, cuarzo, gravilla y conchilla, que cambiaron el llano por formas sinuosas, caminos que conducen a múltiples rincones, entre ellos la gran piscina con jacuzzi; una capilla, con un Cristo hecho de clavos de ferrocarril; un mirador, desde el cual se divi-
sa perfectamente la cima del Cerro La Campana; comedores y living de fierro forjado; escaños y juegos para niños e, incluso, un molino que abastece una fuente y dos cámaras de meditación. En todos los espacios hay detalles a los que no se puede escapar, como las lagartijas de fierro sobre grandes piedras, uno que otro Buda, un urinario como de discoteque, en medio de algunos arbustos e instalaciones y adaptaciones de piezas antiguas como ahumadores, parrillas y discos para asado, una calefacción que calienta el agua del jacuzzi y veletas, entre otros. De acuerdo a lo señalado por el arquitecto, “todo el diseño se basa en el paisajismo sustentable: los cactus necesitan poca agua, se adaptan al clima y a los cambios de temperatura son resistentes y no necesitan mucha mantención”. “Los cactus son increíbles, porque no necesitan de nadie para sobrevivir. Estas características permiten un ahorro significativo que fluctúa entre el setenta y el noventa por ciento, en comparación con las propuestas de paisajismo común, jardines con mucho pasto, como una cancha de fútbol, que demanda mucha agua y mucho mantenimiento”, comenta.
“Después de salir del colegio no tenía muy claro qué hacer, aunque desde pequeño tuve una inclinación por el arte, por las manualidades. Después de pasar por la carrera de Sociología, entré a estudiar Arte, donde aprendí dibujo, pintura, grabado y escultura, especializándome esta última, específicamente en metal. Luego hice algunos talleres, el primero fue el de Palolo Valdés, uno de los grandes, y ahí aprendí a trabajar el fierro fundido. Mediante todas estas experiencias he ido creando mi imaginario propio a la hora de trabajar, el que se basa en el mundo precolombino”, cuenta Miguel Ángel hijo. La pasión del escultor, apoyada por sus padres, llevó a que también construyeran en la misma parcela una galería de arte subterránea, con incrustaciones de piedra de cuarzo y suelo del mismo material, asemejando un yacimiento minero. La galería tiene por ob-
“UNIVERSO ARTE” Si bien es Miguel Ángel padre el que comenzó con la idea del paisajismo sustentable, debido a su pasión por los cactus, ha sido el complemento con Miguel Ángel hijo lo que le ha dado el carácter y nombre que luce en su ingreso la propiedad: Universo Arte. Es que, dentro del terreno, donde hay más de cinco mil cactus, también se encuentra el taller del joven escultor, desde el cual, además de salir los artefactos e instalaciones, también se crean las esculturas que acompañan a los componentes naturales, todas confeccionadas en fierro fundido.
Los cactus florecidos cambian de vez en cuando los tonos que predominan el lugar.
Distintos tipos de cactus y suculentas conviven gracias al microclima del sector. jetivo satisfacer distintos intereses, como sala exposiciones, audiovisual, conferencias, reuniones, lugar de reflexión, entre otros. Y en ella se mantiene una exhibición permanente de esculturas creadas y diseñadas por Miguel Ángel. “Universo Arte es el espacio, el tiempo, la materia, la energía y el impulso de crear, en relación y disposición de la naturaleza, dando existencia a nuestro pequeño cosmos. Es diseño, escultura y decoración, guiados por el metal, en sus más diversas variedades, todo lo anterior hecho en nuestro propio taller, donde surgen la totalidad del arte y artefactos, teniendo siempre como norte la originalidad y exclusividad. Estamos felices de lo que hemos logrado en esta aventura, ya que Universo Arte se ha transformado en nuestra creación, y ante la cual estamos fascinados de continuar con su exploración”, manifestó el artista que firma como Miguel Ángel Xul.
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La Calera: un hogar para una familia palestina de refugiados Los Al -Hijazi llevan cuatro años en la comuna y se sienten felices en ella. Sin embargo, jamás olvidan los duros momentos que vivieron en el Medio Oriente a causa de la Guerra en Irak. Incluso, uno de ellos estuvo secuestrado quince días Por Alejandro Pacheco Guzmán
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esde sus inicios, La Calera ha sido un verdadero crisol de culturas razas y religiones. Desde su fundación, ha recibido a personas que, por distintos motivos, han tenido que abandonar sus hogares, llegando desde lugares tan distantes, como países de Europa y el Medio Oriente. Entre las colonias destacadas se encuentran los palestinos, quienes desde fines del siglo XIX han encontrado cobijo y prosperidad en la ciudad del cemento. En 1920, al término de la Primera Guerra Mundial; en 1948, con la creación del Estado Israelí; y en 2008, con la guerra en Irak, se han producido las cuatro grandes oleadas migratorias. En abril de ese año, un grupo de 38 palestinos -entre ellos 22 niños- gracias a la gestión de Naciones Unidas, la Iglesia Católica y el Gobierno de Chile, pudo viajar a establecerse en La Calera. Se trataba de personas que se encontraban en un campamento llamado “Al –Tanf”, en la frontera de Siria e Irak, luego que huyeran de la invasión estadounidense a ese país. En ese lugar vivieron por un largo tiempo, guarecidos en débiles carpas y bajo la protección de la ONU, pero ante lo peligroso e inhóspito del lugar se optó por que un grupo importante de estas personas fuera llevada a distintos países del mundo, en calidad de refugiados, para que tuvieran un mejor vivir. Ya han pasado cuatro años desde la llegada de este grupo a La Calera, sin embargo, son tres las familias que aún se mantienen en la comu-
na. Una de ellas se mantiene viviendo en la Villa Los Pinos, lugar que albergó a la mayoría de las familias. Se trata de los Al-Hijazi, quienes relataron su pasar en la zona, diciendo, de entrada, que se encuentran muy tranquilos en nuestro país. Este núcleo familiar lo integra el matrimonio compuesto por Saleh y su mujer, Lubna, además de sus cuatro hijos: Marwan, de 15 años; Randa, de 14; Gazwan, de 12; y la pequeña Jazmín, de cinco. Antes de llegar a La Calera, tuvieron que vivir una historia digna de película hollywoodense. MUERTE Y SUFRIMIENTO EN IRAK Esta familia palestina vivía muy cómoda en Badgad, capital de Irak. Allí, Saleh vivía junto a sus familiares. Se dedicaba en ese tiempo a manejar maquinarias pesadas. Su vida era tranquila hasta que, el año 2003, el ejército norteamericano invadió el país, derrocando al Saddam Hussain. Este hecho fue clave en la vida de esta familia, ya que la situación se volvió muy peligrosa, siendo que ellos no participaban mayormente en las actividades políticas. En un -aún- precario español, Saleh Al-Hijazi cuenta que “las cosas se pusieron muy violentas casi al llegar al año 2005. Había combates entre los insurgentes y los americanos. Desde ese momento, las cosas se volvieron muy violentas. Había enfrentamientos entre ambas partes. Estábamos muy atemorizados por todo lo que estaba sucediendo”. Pero fue en junio del año
Durante dos años debieron vivir en difíciles condiciones en un campamento llamado “Al –Tanf” en la frontera de Siria e Irak.
La familia Al-Hijazi se encuentra hace cuatro años en la Calera, luego de vivir momentos muy difíciles en el Medio Oriente. 2005 cuando esta familia musulmana vivió los peores momentos. El 7 de ese mes, su hijo mayor, Marwan, que en esa época tenía sólo ocho años de edad, salió a la calle a buscar a su hermano, Gazwan, de cinco años. El pequeño nunca sospechó que pudo ser la última vez que iba a ver a sus familiares. Ahora, él mismo recuerda que “salí a buscar al Gazwan a la calle y cuando iba caminando pasé entre dos hombres”. “Ellos sorpresivamente me tomaron, me taparon la cabeza y me subieron a un vehículo. Me llevaron a un lugar. Aunque no me trataron mal, era la primera vez que me separaba de la familia. Estaba muy asustado y creía que me podían hacer daño o matarme”. El cautiverio del pequeño se extendió por quince días. Su familia muy preocupada comenzó a reunir el dinero del rescate pedido por los insurgentes, quienes sólo querían una millonaria cifra para seguir luchando en contra de los invasores norteamericanos. Con mucho sacrificio, los padres y sus familiares lograron reunir la cifra pedida por los captores. El 22 de julio fue liberado, siendo entregado sano y en buenas condiciones. Sus más cercanos se encontraban muy contentos tras recuperar a su primogénito y creyeron que la pesadilla había terminado. Pero eso estaba muy lejos de suceder. El 29 de junio, el abuelo paterno de Marwan, Farid, fue secuestrado, al parecer por el mismo grupo de milicianos de origen chiíta. Durante un mes, su familia estuvo intentando reunir el dinero para su liberación. Sin embargo, el anciano no tuvo la misma suerte que su nieto, siendo asesinado brutalmente por sus captores.
“Ellos dañaron mucho a mi padre. Le propinaron cortes profundos en la zona de su estómago. Finalmente lo ejecutaron con un tiro en la cabeza. Nos entregaron el cuerpo de él casi un mes después de su secuestro. Quedamos muy afectados”, señaló Saleh Al-Hijazi. La me nt able me nte, l a s amenazas de muerte siguieron en contra de la familia, por lo que Saleh y su familia decidieron abandonar su hogar en la capital iraquí. Prácticamente con lo puesto, los cinco integrantes, tres de los cuales eran niños, salieron con rumbo al campamento “Al –Tanf”, en la frontera entre Siria e Irak. NACIÓ HIJA EN EL CAMPAMENTO En ese lugar, ubicado en medio de desierto, se lograron establecer en carpas. Gracias a la ayuda de la Organización de Naciones Unidas y distintas ONG lograron sobrevivir. En ese lugar se encontraban más de 700 palestinos, que por distintas razones no podían permanecer en el país ocupado por el ejercito norteamericano. En ese lugar permanecieron por más de dos años. Sin embargo, no todo fue dolor. En el año 2007 nació Jazmín, su hija menor, quien pese a lo precario del lugar llegó sin ningún problema a este mundo. Fue ese mismo año que personal de las Naciones Unidas les hizo una propuesta: viajar a Chile en calidad de refugiados. “Yo no sabía que Chile era un país, pero lo único que queríamos era salir de allí. Muchas familias rechazaron el ofrecimiento, pero nosotros decidimos venir a este país. Llegamos un 6 de abril del año 2008 a La Calera y estamos muy contentos, porque hemos podido mantener nuestras costumbres y nunca
nos hemos sentido discriminados”, manifestó Marwan. Al llegar, ninguno sabía hablar español. Sólo el padre de familia sabía algunas palabras. Sin embargo, sus hijos pudieron aprender rápidamente el idioma. Incluso, ahora ellos actúan como improvisados intérpretes, cuando sus padres no saben decir alguna frase. Para los niños, eso sí, lo mas difícil fueron los meses que no podían comunicarse con normalidad, especialmente al ir al colegio, porque sus demás compañeros no los entendían cuando hablaban o escribían en sus cuadernos. Como los jóvenes tienen mayor facilidad para aprender en un año pudieran aprender nuestra lengua. MUSULMÁN EN PAÍS MAYORITARIAMENTE CRISTIANO Los Al -Hijazi profesan el islamismo (musulmanes), dogma muy distinto a la religión que posee la gran mayoría de las personas en nuestro país. Según el censo del año 2002, sólo dos mil personas profesaban esa religión en nuestro país, de un total de más de 16 millones. Sin embargo, esto no fue
impedimento para ellos, porque en Chile -dicen- no se han sentido discriminados por tener una religión distinta. Randa, de 14 años; y su madre, Lubna, usan el velo islámico, tenida obligatoria para las mujeres después de la llegada de su primera menstruación. Asimismo, deben vestir ropa que tape la totalidad de su cuerpo. En este sentido, se han sentido muy cómodos en nuestro país, porque las personas han tenido mucho respeto por sus costumbres. Incluso, hace un mes han terminado la celebración del Ramadán. Durante esta celebración, los musulmanes de todo el mundo realizan un ayuno diario desde antes del alba hasta la puesta del sol, tomando su primera comida al acercarse la oración del anochecer. Este año se extendió desde el 20 de julio al 19 de agosto. “Nosotros nos hemos sentido muy bien con el recibimiento de la gente. Mis hijas estudian en un colegio católico y nunca les han hecho algo en contra de nuestra religión. Eso nos tiene muy contentos, porque en este país son pocas las personas que profesan el Islam y menos en La Calera, pero pese a todo eso nos han sabido respetar nuestras costumbres”, señaló el padre de familia. En cuanto a su futuro, ellos se encuentran muy cómodos en La Calera. Aunque en este momento están en calidad de residentes, en abril del año 2013, tras cinco años en nuestro país, podrán optar a la nacionalidad chilena. Tienen toda la intención de volverse ciudadanos chilenos. “Estamos esperando convertirnos en chilenos, porque este país nos ha dado felicidad y tranquilidad. Extrañamos eso sí a nuestros familiares que se encuentran en Irak y en otras partes del mundo. Pero ya estamos acostumbrados y queremos permanecer aquí. Vivimos mucho sufrimiento años atrás, pero ahora estamos súper bien”, sentencia Saleh Al-Hijazi.
Pero no todo fue dolor durante su estadía en el campamento ubicado en medio del desierto. A la izquierda de la imagen se ve a Saleh Al-Hijazi con su hija recién nacida Jazmín, que ahora tiene 5 años de edad.
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Premio Nacional de Arquitectura construyó su refugio frente al mar de Zapallar El sello de Enrique Browne Covarrubias es insertar a la naturaleza como parte de las estructuras que crea, buscando diseño y ahorro de energía Por Claudia Cortéz Osses
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nrique Browne Covarrubias nació en Santiago de Chile en 1942 y se tituló de Arquitecto de la Universidad Católica de Chile en 1965, complementando sus estudios en Estados Unidos, Inglaterra y Japón. El reconocimiento a su trabajo ha traspasado las fronteras y el año 2010 sus pares lo consideraron el mejor arquitecto a nivel nacional, siendo distinguido con el Premio Nacional de Arquitectura. Además, ha ganado bienales y premios de arquitectura en Argentina, Bulgaria, España, Italia, Estados Unidos e Israel, en tanto que su edificio Consorcio fue elegido el mejor edificio de la década de los 90 y el mejor edificio de los últimos 30 años en Chile, así como otros proyectos han sido galardonados entre los tres y seis mejores edificios de Santiago de todos los tiempos. VEGETACIÓN Y ARQUITECTURA Desde niño le gustó la vida campestre, admite que aún tiene un tremendo gusto por los parrones, los que más tarde -y una vez egresado de la Escuela de Arquitectura- serían sus primeras obras. “Mis
Enrique Browne Covarrubias, Premio Nacional de Arquitectura.
inicios en la arquitectura, recuerdo muy bien, fue trabajar en parrones tradicionales, lo que me inspiraba bastante, por todo lo que se genera en este escenario natural, las largas conversaciones, sobremesa e innumerables reuniones familiares, bajo frondosos racimos de uva de mesa. Me llenaba de inspiración”, relató. En un principio, siguiendo su forma tradicional, pero más tarde en busca de una reubicación, optó por liderar la idea de incluir estas estructuras naturales de manera vertical y más aún, puestos en imponentes y modernos edificios. Esta propuesta no sólo acerca lo
El diseño de su edificio Consorcio ha obtenido importantes reconocimientos, como ser elegido el mejor construido en la década de los 90.
natural a lo urbano, sino que además brinda una posibilidad de ahorro energético a partir del uso de vegetación en edificios, en lo que -se estima- constituye un 25 por ciento de ahorro. “Un invento mío es la doble piel vegetal, separada un metro cincuenta entre ambas capas, que cubro con enredaderas de hoja caduca, explicó. La flora incluida en sus obras permite además llamativos colores en primavera y tonos ocre en otoño, contrastando con las estaciones y cambiando la fachada de estos imponentes edificios. Su trayectoria y reconocimiento lo han llevado al escalón más alto a nivel nacional en su área, pero Browne prefiere decir que sus logros son parte del trabajo constante, responsable y disciplinado. El efecto de siempre buscar hacer las cosas bien, inspirado en satisfacer los requerimientos del cliente. Dentro de sus obras más importantes se destaca el Edificio Consorcio Santiago, la iglesia del Colegio Villa María y la Casa Caracola, entre otras obras de amplio reconocimiento. Pero Browne es una persona que sabe lo que busca y lo que desea proyectar, pues además ha llevado su trabajo al libro, con diversas publicaciones especializadas, entres las que se cuentan “El uso de las ciudades y de las viviendas” (1978), “Casas y Escritos” (1985) y “Otra arquitectura en América Latina” (1988). A ello se suma su reciente texto “Arquitectura: crítica y nueva época”, que lanzó a través de la Editorial STOQ. “EL LUGAR MÁS LINDO” Su trabajo es imparable y su agenda, muy apretada, pero se da un espacio para hablar del lugar que frecuentemente le da pausa a sus días. En Zapallar se detiene a pensar sobre lo que quiere transmitir y asegura sonriente que este balneario para él “es especial y creo no equivocarme en decir que es el lugar más lindo del país. Es por eso que lo elegí para disfrutar con la gente que yo quiero”. Enrique Browne recordó además cómo fue que llegó a instalarse en este prestigioso y exclusivo balneario. “Buscaba un lugar para descansar junto a mi familia,
Su casa de veraneo se inserta en el entorno, fusionándose con el paisaje y la naturaleza de la costa zapallarina.
La obra de Enrique Browne también está presente en Zapallar, con este paso peatonal diseñado por él.
teníamos una casa en el sur de Chile, pero por distancia sólo podíamos viajar una vez al año. Entonces nació la idea de una casa en la playa y creo que encontramos el lugar ideal. Anduve más de 10 años detrás de un terreno en este lugar”, aseguró. Pero como buen arquitecto, no sólo le dedicó tiempo a la ubicación de un terreno. Allí también pudo echar a volar toda su fértil imaginación en el diseño de su casa de descanso, tarea que compartió con su grupo familiar, especialmente con su hijo Enrique, quien también es arquitecto. La imponente residencia, ubicada en la costa zapallarina, presenta un particular diseño y uno de los principales inconvenientes fue intentar construirla con gran parte de la estructura en el aire. Finalmente consiguió levantar lo que para algunos pareciera el ingreso de un crucero iluminado hacia la bahía de Zapallar, para otros, una cáscara resplandeciente o incluso botes dispuestos en distintas ubicaciones. La residencia destaca por su gran claridad e iluminación, desde donde se puede obtener un completo pano-
rama del hermoso lugar. Allí Enrique Browne pasa horas contemplando el paisaje y conectándose con la naturaleza, a la que tributa en cada obra y es que parece que hubiera querido trasladar el mar hasta su propio hogar, confundiendo su diseño con la geografía del sector. Esta atractiva y original casa presenta además un revestimiento con cobre, como mineral típico de nuestro país, además de piedras del lugar, lo que da cuenta del rescate que el arquitecto hizo de nuestros recursos naturales característicos para la construcción de esta singular casa de verano. En cuanto a la presencia de su trabajo en Zapallar, puede apreciarse el diseño del Premio Nacional de Arquitectura en un puente peatonal, ubicado en la Ruta F30-E, con una propuesta propia, que se inserta en el entorno donde se ubica. Este puente permite dar conexión a un número de viviendas, que han sido construidas -como es tradición en el balneario de Zapallar- sobre los cerros. La geografía del lugar presenta curvas y pendientes pronunciadas, lo que impide que los auto-
movilistas puedan ver a los peatones. Fue por ello que se requería un paso sobre nivel que tuviera iluminación y permitiera prevenir riesgos para quienes circulan en este sector. Otro de los puntos atractivos de este interesante diseño y que plasma la esencia de este arquitecto, es que a través de ductos también se logra traspasar, de un lado a otro, elementos como agua y energía eléctrica, dejando de manifiesto que Browne aprovecha siempre todos los recursos a mano, para dar mayor y mejor funcionalidad a sus obras. A pesar de que algunos creen que las obras de Enrique Browne Covarrubias son inentendibles, él asegura que busca imprimir en cada una de ellas la valoración y rescate de la naturaleza, la conservación y la utilización de los recursos y el uso de la vegetación como factor de ahorro. Es crítico de esos balnearios que han sido tapizados de pavimento, en busca de una urbanización y rescata por sobre todo la conservación de los espacios naturales. Cree que en Chile se ha abusado de algunos recursos innecesarios, como la electricidad, con la sobreinstalación de aire acondicionado en los edificios y oficinas, “cuando lo más fácil y útil para airear una habitación o sala es abrir las ventanas”, sentenció el Premio Nacional de Arquitectura. Hoy su experiencia y su veta de docente también lo han llevado a traspasar sus conocimientos a través de innumerables conferencias en comunidades vinculadas a la arquitectura, como asimismo, también a dar un vistazo crítico a lo realizado. Su balance siempre lo argumenta con una cuota de humildad, al señalar que todo ha sido fruto de un esfuerzo por querer hacer las cosas bien. Sin embargo, cada vez que alguna obra cuente con su aporte en diseño, sabremos que primará la valoración de los recursos naturales, en donde el verde tiene un espacio ya ganado, tal como este destacado profesional tiene ganada la admiración de sus pares, así como de quienes disfrutan su impresionante trabajo.
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Viernes 28 de septiembre de 2012
Yo cocino
La diputada Andrea Molina; la “Rancherita” Carolina Molina; el arquero de Unión La Calera, Lukas Giovini; y el fundador de “El Observador”, Roberto Silva Bijit, cuentan sobre su amor por la cocina y la preparación con la que han sacado más aplausos
Por Equipo “El Observador”
“Esta forma
“Amasar los gnocchi
de hacer el
me hace recordar
costillar me
a mi mamá”
ayudó a desarrollar todos
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los sentidos”
L
Andrea Molina Diputada
a parlamentaria del Distrito 10 no sólo cree que la receta que cuenta en este artículo es una delicia, sino una forma de activar sensibilidades. Es una forma especial de cocinar un costillar, que aprendió fuera de las fronteras nacionales, pero que la hizo propia, sorprendiendo a todos quienes han tenido -iteralmente- el gusto de disfrutarla. “Este es mi plato favorito y lo aprendí en otro lugar del mundo y que me ayudó a desarrollar todos los sentidos. Y es que aquí no sólo destaca el sabor, sino también el aroma de un plato que tiene una personalidad potente y que destaca por sobre otros”, dice la diputada. El detalle de la deliciosa receta ella misma lo describe y sin guardar secretos: “Los invito a
comprar un costillar, el que luego pondremos sobre una cama de cebolla cortada en pluma. A eso le agregaremos ajo natural o en polvo y Kummel, que es un orégano, mezcla entre anís y comino. Una vez condimentado, lo pondremos en una fuente y lo taparemos con agua combinada con caldo de gallina”. “Posterior a ello, lo ingresamos al horno a fuego fuerte, para que primero se vaya cociendo. En la medida que el agua vaya bajando, nosotros tenemos que ir agregándole más si es necesario. Una vez que esté bien cocido el costillar, esperamos que se dore. Eso va a tardar al menos una hora y media en el horno. Pasado ese tiempo, ya estamos en condiciones de degustar una delicia, que lo hará quedar como el mejor chef frente a sus comensales”.
puré de papas y harina. “Se juntan los ingredientes, se amasan bien y se cortan en cuadraditos, que luego se deben cocer en agua hirviendo”, detalla. El secreto -dice- “es el cariño con que se prepare y amase. Un recuerdo muy lindo que tengo de mi mamá es de ella amasando y yo, luego, ayudándole a cortar los gnocchi”. Este plato lo acompaña con una salsa especial, hecha con pechuga de pollo desmenuzada, salsa de tomate y cebolla. “Es exquisita, ideal para deleitar a tu gente”, comenta la cantante, que por estos días está lanzando su nuevo single, que forma parte de la banda sonora de la teleserie “La Sexóloga”, de Chilevisión.
arte de mezclar
argentina tiene
los sabores de
su condimento
los productos”
y su práctica”
E
sta conocida cantante quillotana es una amante de la gastronomía. Además del escenario, la cocina es un espacio de su hogar que disfruta: “Es lo que más me gusta de las labores de la casa, más que cualquier cosa”. La “Rancherita” cree que es una buena manera de regalonear y dar cariño a los suyos. Y, pese a que alguien podría creer que el amor por la música mexicana podría llevarla a -como ella misma comenta- “comer tacos todo el día”, su plato maestro es de origen italiano, aunque por una mezcla de sabor y sentimientos personales. “Es mi receta favorita y la preparo en ocasiones especiales, porque además me hace recordar a mi madre. Era una de sus recetas: los gnocchi con salsa de tomate y pollo”, cuenta. Como ella y su novio -el bailarín de “Fiebre de Baile”, Jonathan Jorquera-, deben cuidar la figura, asegura que el pollo a la plancha y las ensaladas son las preparaciones más comunes de su cocina, sin embargo, este plato italiano es su especialidad, el que -como dato para quienes deseen aventurarse-, lo realiza “cuando sobre puré del día anterior”. La receta entonces es la mezcla perfecta del
“Cocinar es el
“El asado a la
Roberto Silva Bijit, fundador de “El Observador”
Lucas Giovini, arquero de Unión La Calera
l futbolista no eligió esta receta porque fuera la más popular. Lo hizo porque, según él mismo advierte, es un maestro con poca competencia a la hora de preparar un asado. Es el encargado excluyente entre sus compañeros de equipo, amigos y familia. Incluso, pese a ser argentino, para las Fiestas Patrias se hizo más famoso aún preparando uno para todos los vecinos del condominio en el que vive, en La Cruz. Por ello, la explicación de su fórmula la detalla sin interrupción: “Para comenzar a cocinar el asado, debemos condimentar bien lo que vamos hacer. Por lo general, los asados que hago son de chorizos blancos de cerdo, costillar de cerdo, algunas tiras de asado y pollo”. “Para comenzar, condimento la carne con sal gruesa y algunas pizcas de pimienta. Luego, prendo el fuego. Por lo general, uso carbón con algunos tronquitos de leña. Después, quemo bien la parrilla con el fuego y la limpio para posteriormente poner el pollo, que se vaya cocinando junto a las tiras de asado, con el hueso o las costillas hacia abajo”. “Cuando el hueso se caliente, se empieza a cocinar la carne junto con el fuego, mientras que al costillar de cerdo le sacamos el matambre o malaya, como se dice en Chile y, una vez dividido el costillar, hacemos lo mismo con las costillas, como las del asado de tira, siempre hacia abajo”. “Una vez que a todo lo que estamos cocinan-
Carolina Molina, La “Rancherita”, cantante.
P do le quedan 20 minutos, ponemos el matambre del cerdo a cocinar, ya que sólo en 15 minutos se cocinan. Junto a ello, ponemos los chorizos y, una vez que todo está cocinado, empezamos con los choripanes y el infaltable pebre y la salsa de cilantro, con mayonesa y ajo”. “Mientras comemos el choripán, vamos picando el matambre con la mano. En general, no es un gran secreto, pero tiene su condimento y su práctica. Tal vez uno de los secretos que usamos nosotros, los argentinos, es que le ponemos mucho limón al pollo cuando está terminando de cocinarse en la parrilla. Esto le da un sabor extra y a la vez hace que no se queme el cuero del pollo y lo deja crocante”. “Lo anterior lo pueden acompañar con sus bebidas, vinos o lo que quieran y consideren adecuado para el asado. Así preparo el asado ‘a la argentina’”.
ara Roberto Silva Bijit, presidente del directorio de la Empresa Periodística “El Observador”, cocinar es un placer maravilloso, que lo llena de energías y entusiasmo. “Cocinar es también un acto de amor, porque uno dedica tiempo para que los seres queridos y los amigos, puedan compartir la alegría de estar juntos en la mesa, con un buen vino y una buena conversación. El placer de comer es el que más se parece al placer de amar, algo tienen en común en aromas, texturas, intensidad y recordaciones deliciosas”. De todas las carnes, prefiere el cordero, porque es intenso y lo lleva de un viaje a sus ancestros árabes. Cuenta -riendo- que le decía a su mamá que debía comer cordero unas dos veces al mes, para evitar perder los rasgos árabes. Aquí va su receta regalona. CORDERO A LA MOSTAZA Y MIEL “En una fuente para cocinar al horno, se cubre su fondo con cebollas cortadas en torrejas, más un poco de aceite de oliva, sal y pimienta. Luego en un bol se prepara una mezcla de mostaza y miel, suficiente para embetunar completamente la pieza de cordero, las costillitas o un garrón. Por lo menos una taza de mostaza y otra de miel, (siempre es bueno limpiar
de toda grasa excesiva al cordero)”, detalla. “Ya cubierto de estos dos productos que tienen dulzura e intensidad, se deja el corderito unas tres horas al horno. La mayor parte de las veces la cebolla se carameliza y el dorado cubre nuestra carne. Acompañar con papitas que se han cocido en olla y se devuelven al horno, partidas en dos y espolvoreadas con curry. También puede agregar unas cuantas cebollas pequeñas para hornearlas hasta que queden cristalinas. Decorar con tres ramitas de berro. Merlot o Carmenere siempre andan bien con este tipo de platos”, concluye. UN BONUS TRACK: CEVICHE DE ATÚN “Es difícil encontrar atún fresco”, dice Roberto Silva, “pero se puede cambiar por reineta o corvina”. “Se corta todo en cuadraditos de un centímetro cuadrado. El pescado se pone en una fuente ya cortado y se baña con limón. Se deja reposar una hora. Después se mezcla con trozos cortados de igual tamaño de palta, tomate, lechuga, pimentón (ojalá en conserva) cebollines, algo de ají verde y se sazona con abundante aceite de oliva, sal y pimienta. Puede acompañar el plato con un trozo de camote. Es el ‘ceviche polinésico’. Nada lo acompaña mejor que un Sauvignon Blanc, ojalá de Casablanca”.
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Rosa Sánchez Godoy: los apuntes de la enfermera que mantenía siempre viva la memoria de El Melón Tras su muerte, la “doctora” del pueblo es recordada por esas historias que tenía anotadas con detalle en la bitácora de sus salidas a terreno, que quedaron como un memorial melonino Por Miguel Núñez Mercado
C
uando hicimos esta entrevista, Rosa Sánchez Godoy desbordaba vida. No sólo la suya, sino la de una comunidad que amaba a destajo. Hablamos de su historia, pero también de la extraordinaria bitácora de los meloninos. Aparte de un par de compañeras de trabajo, estaban también con ella un libro de apuntes, y una prodigiosa memoria. Era la enfermera del Policlínico de El Melón y estaba allí porque así lo había querido. Hasta su muerte, en el reciente mes de agosto. Nunca hubo otra razón. Ella fue a estudiar afuera y volvió a su pueblo. Era su orgullo. También su familia y sus dos hijos. Su historia es larga y entretenida, hecha “sin horas extras” y, muchas veces, “a caballo por los cerros”. Ella fue la “doctora” del pueblo, cuando los médicos se veían tarde mal y nunca. Sin embargo, ni lo dice. Señala a decenas de otras personas que anduvieron con ella, llevando salud a lugares donde nunca había existido. Para ellas las cosas las hacía otra gente. En la conversación que tuvo con “El Observador”, comentó que “una de las cosas más grandes que ha hecho Chile es llegar con la salud hasta los lugares más recónditos”. “En El Melón fuimos las primeras que hicimos Planificación Familiar, pusimos los primeros anticonceptivos de ‘T’ o los condones y se visitaba a las familias a sus casas. A la gente no le gustaba ir a la posta o al policlínico. Había una cuestión cultural, que tuvimos que trabajar lentamente, pues los practicantes o curanderas los atendían en sus casas. Llegamos a conocer en sus casas a todas las familias de El Melón y compartir sus historias”, recordó en aquella oportunidad. UNA HISTORIA DESDE SUS SESOS También compartió parte de su historia: “Mi madre me cuenta que la familia Godoy llegó del sector de Pedegua, a raíz de una sequía. Debe haber sido por el año 1924. Ellos se trasladaban en carretas y se demoraban muchos días
en su viaje. Se me imagina que eran como las caravanas que uno ve en las películas. Se trajeron sólo lo que tenían. Los pocos animalitos que les iban quedando. Se instalaron en el primer lugar que encontraron luego de pasar la cuesta El Melón. Es el sitio donde encontraron más verde. Lo mismo debe haber pasado con otras sequías”. Era el recuerdo de Rosa Sánchez Godoy. Lo que guardaba como historia oral de la llegada de sus antepasados a El Melón. Para ella, lo narrado por su madre era como un símbolo social de su comunidad: “Este pueblo ha sido siempre un sitio de acogida, un lugar para quedarse a vivir y establecerse. Siempre se ha dicho que desde la cuesta El Melón empieza otro mundo, otra cultura, una forma distinta de vivir. Es igual hacia el otro lado. Aquí es donde se dividen dos Chile”. La apreciación de la profesional no era antojadiza. Es parte de un minucioso trabajo -que aparte de su labor en el Policlínico de Salud- hizo silenciosamente. Llevaba un libro de prolijas anotaciones de sucesos ocurridos en El Melón. Era como la historiadora del distrito y no sólo desde el punto de vista de la salud. En su conversación con “El Observador”, leyó lo que anotó en una visita al albergue de los damnificados del terremoto de 1965: “Hay dos familias albergadas en la Población El Carmen, cuatro adultos, seis menores. Se asiste a una paciente con cáncer cérvico uterino. Se realiza la conexión con el hospital y la Municipalidad de Nogales”. También tenía anotaciones de muchos nacimientos, que abarcan varias generaciones. Incluso, su memoria guardaba el relato que le hicieron del suyo. “Nací en 1952, como lo hacían casi todos los niños de El Melón. En la casa de la familia, junto a la antigua carretera Panamericana y asistida por una partera y amigas de mi madre. Así también nacieron mis cinco hermanos. Esta comunidad ha sido de parteras y practicantes y aún hay mucho respeto por ellos en las comunidades rurales. Los médicos han llegado hace sólo algunos años al pueblo”, relató.
La enfermera del Consultorio de El Melón, Rosa Sánchez Godoy, recientemente fallecida. LA EPIDEMIA DE VIRUELAS DE 1924 Para la enfermera Rosa Sánchez, la comunidad de El Melón era la que ha tenido más problemas de epidemias. “En 1994, tuvimos un brote de meningitis meningocócica, después tuvimos la diptomatosis hepática, un brote de hepatitis”, contó. La viruela de 1924 -que coincidió con una gran sequía- fue una de las epidemias más investigadas por la profesional. Así detalló los resultados de su indagación: “El doctor Alfredo Aroca hizo una investigación para saber por qué se producían tantos brotes epidémicos en El Melón. Entrevistó a una viejita, Irene Zamora, que casualmente era familiar de mi padre. Por ella supimos que la viruela había llegado a El Melón por una profesora que vivía en Nogales, pero que tenía parte de su familia en Santiago, donde había surgido la epidemia. Se enfermó acá, contagió a su hijo, y por la enorme cercanía social de los meloninos, la enfermedad se convirtió en una tragedia. El doctor Aroca fue a confirmar el dato en los registros de defunciones de la Iglesia. Se dio cuenta que los registros no decían que una gran cantidad de gente murió por viruelas. Pero se había anotado que no había concurrido el sacerdote. Es que temía contagiarse”. Los infectados de la viruela de 1924, en Nogales y El Melón, fueron a dar a lazaretos en El Garretón y otro cerca del Cementerio. “Se les trasladaba en carretas y a los enfermos no se les permitía quedarse en sus casas. Sin embargo, la ligazón familiar era tan fuerte que
las familias se iban a vivir con ellos en los lazaretos. No se les permitía a los enfermos quedarse en sus casas y los familiares que querían cuidarlos iban con ellos a los lazaretos. No se les permitía volver y morían allí familias enteras. Los enterraban en La Viña y El Garretón. También cerca del Cementerio de Nogales. Irene contaba que había que cruzar un estero y no se permitía volver al que entraba”, relataba la “doctora” de los pobres de El Melón. Rosa Sánchez dijo que “el doctor Aroca también estudió el cólera y otras epidemias que asolaron El Melón. Grabó, sacó fotos, buscó en archivos. Yo lo apoyé con mis apuntes, pero él fue más atrás. Decía que iba a hacer un libro, donde concluía que en sectores como El Melón hay una alta sociabilidad, lo que permite un rápido contagio de enfermedades. La gente se junta, la gente se conoce. Cuando nosotros estudiábamos el brote en un niño, nos dimos cuenta que había pasado por diferentes casas. Estuvo en matrimonios, en la escuela, en juegos, en visitas a familiares. En fiestas donde había acudido prácticamente todo el pueblo”. PRACTICANTES, PARTERAS Y CURANDERAS Rosa Sánchez Godoy decía -y si lo hacía tenía algún apunte para corroborarlo- que “había muchas parteras en El Melón. No sólo en los sectores más apartados”. “En el pueblo estaba el señor Umaña, un practicante muy antiguo. Era considerado como el ‘médico del pueblo’ y lo llamaban de todos lados. Llegaba a visitar a sus pacientes a caballo. Él hacía sus tratamientos, sin muchos
cuidados. Para esterilizar una jeringa la pasaba por una taza de agua caliente. Muy pocos venían acá. A veces venían los que mandaba el hospital desde La Calera. El doctor Alonso Zumaeta, el doctor Guillermo Sola, pero lo hacían más por una cuestión social y hasta personal”. Para la enfermera, “el practicante, las curanderas y las parteras eran la estructura de salud de El Melón. En los sectores rurales estaban sólo las curanderas y las parteras. Se usaban diversas cataplasmas. Los zumos para el resfrío. El Ñilhue, la borraja, el palqui y el toronjil, servían para muchas cosas. Los arrancaban de la tierra, lo echaban en una taza con agua hirviendo y se lo daban a los enfermos. Existía una señora que quebraba empachos. Había que luchar contra todo eso, pues muchas veces eran enfermedades serias o infecciones que no se superaban con una simple ‘agüita de hierbas’”. LOS MUERTOS QUE AUN VIVEN EN EL MELÓN La enfermera Rosa Sánchez hablaba desde su propia experiencia. Recorrió a caballo, en carretas y en automóviles hasta los más recónditos sectores de El Melón y sabía lo que decía. Ella señalaba que aún está vigente la solidaridad melonina, esa a la que algunos arrogaban la vulnerabilidad ante los contagios. “Viene de la cooperación minera, que antiguamente se ayudaban mutuamente y trabajaban sus pirquenes casi como una cooperativa, pero que tenía raíces muy emocionales y difícilmente discriminatorias. Por ejemplo, en El Melón había prostitución y se entendía como algo relacionado con la naturaleza humana. Sin embargo, en Nogales se le perseguía. Tenía que ver con la acción de la Iglesia Católica en los distintos sitios”, relataba. Incluso, decía que “en El Melón se acogía bien a las
prostitutas. Por lo menos se les aceptaba como parte de una comunidad. Casi todas eran conocidas y eran las mismas que se trasladaban de una zona minera a otra. Aquí había casas establecidas. Lo que cambiaban eran las mujeres. Estaban un tiempo en un lugar y luego en otro. Muchas de ellas dejaron hijos por acá. Para trabajar en sus oficios, buscaban cuidadoras y, muchas veces, partían y dejaban los hijos acá. Nunca faltó una familia melonina que acogiera a los pequeños, se hicieran cargo de él y lo convirtiera en parte de su familia. Se cuidaban bastante y se controlaban. Los mineros eran más renuentes a estos exámenes. Había sífilis y gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual”. La profesional decía que la sociabilidad en El Melón -aún en momentos complejoshacía que la relación familiar fuera muy estrecha. Durante muchos años, y por varias generaciones, los apellidos se repetían. No eran más de treinta los más comunes y todos eran familiares. “Incluso, los rasgos de los meloninos no han cambiado mucho”, decía. “Alguna vez revisamos unas fotos de finales del siglo XIX y los rasgos, en los retratos, eran los mismos de muchos habitantes de El Melón. Es que esta sociabilidad de la que hablaba el doctor Aroca es muy lejana en el tiempo”, explicaba. “Siempre decían que las cosas más fantásticas ocurren en El Melón. Esta cosa tan romana del `lar´ o de guardar la memoria de los antepasados como un fuego sagrado era algo muy cierto, hasta hace poco. Ahora se ha ido perdiendo, quizás en sus manifestaciones más tradicionales, pero la memoria ancestral está muy viva”, decía la “doctora” del pueblo. Igual que Rosa Sánchez Godoy, que vive en el corazón de los meloninos.
El Consultorio de Salud de El Melón, donde ejerció la enfermera Rosa Sánchez, local que debería llevar su nombre.
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Estación Cabildo: el punto donde el tren dinamizó la vida social de toda una comunidad La historia del tren en la zona aún no está registrada en su totalidad, pero a través de los relatos de quienes vivieron esa época se puede traer a la memoria la importancia de este mítico lugar para los cabildanos de la primera mitad del siglo pasado Por Gabriel Abarca Armijo
S
on las 11:45 de la mañana en la estación de Cabildo. El sol, como todos los días de verano, pega fuerte en la línea férrea, la cual ya comienza a rechinar anunciando que a lo lejos el convoy se aproxima. Una gran cantidad de pasajeros instalados en la estación comienza a inquietarse, a levantarse de sus asientos y a tomar sus maletas para preparar el abordaje y emprender rumbo al norte. Pero no solo quienes viajan esperan expectantes al gigante de metal, ya que los comerciantes y trabajadores miran con ansias el camino. Faltan diez minutos para las 12 del día y, a lo lejos, se ve venir el tren proveniente de La Calera, en esa hermosa mañana de lunes, del año 1935. Se pueden ver a lo lejos a las famosas hermanas Carmona, quienes deleitan a los viajeros con sus deliciosas cazuelas o empanadas, las cuales son muy solicitadas, tanto por los aventureros que andan de paso, como por aquellos que arriban a la ciudad con deseos de comer tras un largo viaje. Es que en esos años, en el lugar había opciones para quienes deseaban tomar un descanso y continuar más tarde con su travesía, ya que tenían la posibilidad de hospedarse en el Hotel Estación o en el Aconcagua, íconos de la arquitectura local de ese entonces. Y los niños alegraban el paisaje con sus travesuras, quienes al salir de sus escuelas llegaban a la estación a jugar con la gran tornamesa, mientras el tren no llegaba. La Estación Cabildo era la vida del pueblo, el centro de atracción principal al que todos acudían, sin importar la hora. Por eso, cerca de la línea férrea, no solo estaban los pasajeros o los familiares que esperaban a sus seres queridos provenientes de Valparaíso o Santiago, sino que los ciudadanos en general se agolpaban para mirar el tren. Todos querían verlo, y era el espectáculo central de cualquier velada. Incluso, muchos concretaron sus citas románticas en este lugar, que
se transformaba en un salón de emociones. Al menos así lo recuerda Ernesto Donoso Martínez, hijo de Luís Donoso Donoso, de origen liguano, pero que hizo de Cabildo su hogar. “Don Luís” era uno de los tantos palanqueros que trabajaban en los trenes en aquellos años, cuando no existían otras entretenciones ajenas a mirar a un convoy pasar a través de los cerros. El palanquero era esa persona cuya misión era provocar el desvío del tren, ya sea en una situación cotidiana o de emergencia, donde este trabajo resultaba ser muy peligroso, pero imprescindible en la historia ferroviaria. Luis Donoso constantemente llegaba hasta Cabildo desde La Calera, ruta que le tocaba cubrir en su rutina laboral, aunque a veces le correspondía la titánica tarea de llegar hasta Iquique, lo cual implicaba dos a tres días completos de viaje. LOS VIAJES DE ERNESTO Su -en ese entonces- pequeño hijo, Ernesto, disfrutaba de estos paseos, y recuerda con alegría el momento cuando abordó esa inmensa máquina a carbón para emprender a escondidas un largo viaje hacia el norte, bajo el amparo de su padre. Este aventurero niño hoy tiene 86 años de edad y añora esos días, donde el viaje era tan largo que los pasajeros de cada vagón se terminaba conociendo y hasta se entablaban amistades que duraban en el tiempo. Y es que no es menor compartir el mismo asiento con un desconocido por más de 50 horas. “Se demoraba tanto el tren que fácilmente eran dos o tres días de viaje. El tramo Palquico-Illapel era el más lento, porque había muchos cerros. Me acuerdo que muchas personas viajaban con canastos con gallinas e, incluso, algunos comerciantes guardaban bajo sus asientos sacos con estas aves. La gente que viajaba en ese tren era muy buena. Me acuerdo que antes de abordar la máquina, era tradición comprar algu-
Ernesto Donoso Martínez fue hijo de un conocido palanquero de la época, que constantemente viajaba en el tren. na empanada a la Julia o a la Marta Carmona, famosas por sus artes gastronómicas en esos años, donde la gente se peleaba por alcanzar a comprar alguno de sus productos”, recuerda el hijo del palanquero de los trenes que llegaban a la zona. ESCASOS REGISTROS HISTÓRICOS Es difícil encontrar una historia escrita de los orígenes de Cabildo, y menos de los trenes que llegaban a la ciudad, a pesar de los esfuerzos de algunos autores locales por contar su historia y que ésta permanezca a través del tiempo. La única forma de acceder a algunos datos relacionados con estos años es a través de los recuerdos de los pocos protagonistas de aquel entonces que se mantienen con vigor, cuya mente lúcida mantiene frescos los recuerdos de esa época dorada como la llamaban algunos, donde la identidad de la ciudad era su estación de ferrocarriles. “Mi padre partió trabajando en los tramos La CaleraIquique y La Calera-Antofagasta. Después lo cambiaron a los trenes de recorrido local que venían de La Calera a
Cabildo y Petorca, en ferrocarriles tirados por máquinas a carbón. Mi padre estuvo más de 30 años trabajando en los trenes como palanquero, aunque al comienzo se desempeñó en trenes de carga solamente, pasando después a trabajar con pasajeros”, recordó con nostalgia Enrique Donoso, quien en más de una oportunidad gozó del paisaje que acompañaba gentilmente a las líneas férreas que conectaban La Ligua con Cabildo y viceversa. La ciudad de Cabildo, cuyo nombre proviene de las reuniones que se hacían en los valles y que se llamaban Cabildo Abierto, al comienzo era un pequeño villorrio, que fue progresando con el asentamiento de compañías mineras que encontraron el potencial económico para esta zona en los cerros de la comuna. El pueblo era cruzado por una sola calle larga, la que actualmente es Humeres y que unía al resto de la población que vivía de la minería, y poco a poco fue migrando a otras áreas, tales como la agricultura y la ganadería. Pero el centro del crecimiento de la incipiente ciudad fue el arribo del tren de carga y pasajeros proveniente de La
María Inés Mena es profesora jubilada y guarda gratos recuerdos de los años cuando la estación era el centro de la ciudad.
Calera, lo que dio un impulso a la localidad. Según documentos de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos -Dibam-, el triunfo de Chile en la Guerra del Pacífico le permitió anexar varios territorios hacia el norte, pero el traslado vía marítima era demasiado lento, por lo que se decidió establecer líneas férreas para comunicar el centro del país con los nuevos territorios. Fue el 20 de enero de 1888 cuando, bajo el mandato del Presidente de la República José Manuel Balmaceda, se autorizó la licitación de los tramos ferroviarios entre La Calera-La Ligua-Cabildo; Salamanca-Illapel-Los Vilos; Ovalle-San Marcos y Vallenar-Huasco. El proyecto demoró en ejecutarse y el tramo que unía La Calera con Cabildo recién se concretó en 1898, lo cual se justificó debido a los ramales antiguos que existían para el uso de transporte de minerales. LA ESTACIÓN COMO PUNTO DE ENCUENTRO El flujo de gente en aquellos años era tan grande, que la industria hotelera y de pensiones comenzó a crecer rápidamente al alero de la estación, dando vida a un pueblo que comenzaba a ver cómo la minería hacía crecer la economía y fortalecía los polos de desarrollo. Los hoteles de aquellos años recibieron a muchas personas connotadas, como diputados y senadores de la República, destacando la visita del Presidente Pedro Aguirre Cerda, según recordó María Inés Mena Núñez. Esta destacada profesora jubilada, hija de Jesús Mena Montiel, quien era uno de los propietarios del Hotel Aconcagua, aún tiene en su memoria el momento cuando la primera autoridad nacional visitó el restaurante del hotel familiar. Aunque en esa oportunidad viajó en el auto presidencial, no dejó de pasar a la Estación para conocer el punto más importante de Cabildo en aquellos años. “En la estación la gente paraba a almorzar ya que los viajes eran largos. Recuerdo que, cuando era estudiante, el paseo era ir a la estación y conversar con los pasajeros, quienes nos contaban sobre sus viajes, ya que muchos seguían hasta el norte. Siempre había harta gente, ya que la construcción era grande. Una de las anécdotas que recuerdo de mi infancia era que con unas amigas viajábamos hasta Petorca, pero solo por el gusto de andar en tren, a pesar de que se demoraba un poco más de una hora, pero la sensación era única”, dijo Inés
Mena. Los viajes en tren eran parte de su vida, ya estudiaba en San Felipe y viajaba solamente en las fechas especiales hasta su natal Cabildo, rutina que por años continuó, hasta que después se tituló como profesora de Educación Básica en la Escuela Normalista. Fue docente en las escuelas de Pedegua, Papudo y Peñablanca, llegando a ser directora de la Escuela F-35, sirviendo durante 40 años en labores educativas en la provincia. Con 84 años, recuerda con claridad que la estación contaba con una inmensa bodega, donde se almacenaban los alimentos, que posteriormente eran distribuidos en los negocios locales para su venta. Además, el tren traía las cartas que eran enviadas por correo, las que también eran almacenadas en la estación. FIN DEL TREN EN CABILDO Se ve a lo lejos cómo los últimos vestigios de lo que fuera la orgullosa estación de ferrocarriles de Cabildo van desapareciendo paulatinamente. Aquel centro de atracción ya no está más, tal vez porque no era rentable -asumiendo el impulso de la industria automotora- o porque no cumplía la utilidad con la que fue creado. Hoy sólo se pueden apreciar restos de lo que fue la vida de una ciudad, la historia de Cabildo. Probablemente, las generaciones actuales no tengan tan grabada en su retina los acontecimientos de aquellos días, cuando el sonido del tren alegraba el alma del más triste del pueblo, cuando las hermanas Carmona quedaban rápidamente sin sus productos debido a la alta demanda, o cuando un Presidente de la República pasó a almorzar a la estación. María Inés Mena recuerda que fue a comienzos de los 70 cuando retiraron el tren, mientras Ernesto Donoso menciona que fue en el gobierno de Jorge Alessandri. Aunque los sobrevivientes de aquella época no recuerdan una fecha exacta desde que el tren dejó de llevar pasajeros, lo cierto es que, con la desaparición de esos vagones, murió parte de la historia de un pueblo que creció al alero de la estación. Tal vez como una forma de recordar estos años y no dejar que pasen al olvido, es que en el sector donde estaba ubicada la estación, actualmente la calle lleva el nombre de Ferrocarril a Iquique. Probablemente, para muchos es una simple calle, pero para otros, es la remembranza de su propia historia.
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Viernes 28 de septiembre de 2012
EL OBSERVADOR
El legado musical y social de el poeta y vecino calerano Junto a su amigo Marcelo Nilo Guerra dio vida al dúo más legendario del Canto Nuevo Chileno, durante 33 años, hasta su reciente y trágica muerte Por Gustavo Rodríguez Catalán
E
l jueves 21 de junio, los noticiarios de radio y televisión sorprendían con la información de que el cantautor Nelson Schwenke Porflit había sido internado grave, tras ser atropellado por una conductora, en la esquina de Lyon y Bilbao, en la comuna metropolitana de Providencia.
Faltándole dos meses para cumplir 55 años, la mitad del recordado dúo Schwenke y Nilo cruzó la calle hablando por celular, afinando los detalles de un concierto que darían esa misma noche, sin percatarse que el semáforo peatonal estaba en rojo. Era la primera vez en mucho tiempo que el músico afincado en La Calera aparecía en un noticiario central de televisión. La mañana siguiente, su cuerpo no resistió más las graves lesiones sufridas y Nelson Schwenke “partió de este lado de la vida”, como dice un amigo suyo, aficionado a las letras, como él. “ALLÁ EN EL SUR” Nelson Schwenke Porflit nació en Ancud, en la Isla Grande de Chiloé, el 26 de agosto de 1957. Pese a ello -y a criarse en La Unión- es plenamente identificado por su vida valdiviana. Hasta la capital de Los Ríos llegó con solo 12 años junto a su familia y en esa misma ciudad ingresó a la carrera de Antropo-
logía, en la Universidad Austral de Chile. Ahí comenzó su historia pública, hacia 1979, cuando conoció al estudiante santiaguino de Educación Musical, Marcelo Nilo Guerra. “Llegamos por diversos lados a un conjunto folclórico que formó el profesor Julio María Ángel. Estuvimos en ese grupo un par de meses y como éramos estudiantes jóvenes, para poder participar de la Peña de la Universidad Técnica, que se estaba rearmando, nos ofrecimos para cantar, porque éramos pobres y no teníamos plata. Era la única manera y queríamos participar. Ensayamos algunas canciones de (Alfredo) Zitarrosa y ese fue nuestro comienzo musical”, recuerda Marcelo Nilo. Tras ello, Nelson Schwenke -amante de las letras y muy humanista- comenzó a escribir sus primeras canciones, todas con un profundo contenido social, lo que les permitió participar con éxito en su primer festival en Santiago. Luego regresaron a Valdivia para dar su primer concierto en la Universidad Austral, recinto que no volverían a pisar como dúo hasta 25 años después. Fue el inicio de una prolífica carrera musical, en que publicaron siete discos de estudio entre 1983 y el 2004, además de una antología titulada “20 Años. Crónicas de un Viaje”, editada el 2000. Ésta fue la úni-
ca producción que tiene un título formal, ya que -a la usanza de los rockeros británicos Led Zeppelin- todas las otras llevan el nombre del dúo, más el número de orden. Además, entre 1981 y 2006 colaboraron en nueve discos compilatorios vinculados al Canto Nuevo o de tributo al cantautor Víctor Jara, el ex Presidente Salvador Allende y la dirigente comunista Gladys Marín. Sus letras profundas y llenas de poesía, escritas por el propio Nelson o por su amigo Clemente Riedemann, sumadas a un estilo musical que fusiona el folk con elementos del jazz, la trova e incluso el rock progresivo, le dieron a Schwenke y Nilo un sitial privilegiado en el movimiento del Canto Nuevo, que se desarrolló en nuestro país durante los años 70 y 80, de manera muy subterránea y como una poética forma de resistencia a la dictadura de Augusto Pinochet. Por su estilo, algunos especialistas han comparado su trabajo con el del dúo estadounidense Simon & Garfunkel, integrado por Paul Simon y Art Garfunkel (“The Sound of Silence”, “Bridge over troubled water”), surgidos en 1957 o con los argentinos Nito Mestre y Charly García, que brillaron juntos entre 1969 y 1975, bajo el legendario nombre de Sui Generis (“Canción para mi muerte”, “Rasguña las piedras” y muchos éxitos más), aunque éstos con una postura mucho menos
Nelson Schwenke Porflit (19572012), antropólogo, poeta, cantante, ferretero y vecino calerano.
comprometida políticamente. “POR LA VIDA” Jorge Coulon Larrañaga, líder de Inti Illimani, destacó el rol de Schwenke y Nilo durante la dictadura militar, como músicos comprometidos, pero además de gran calidad artística. Compañero del dúo en el proyecto “Cancionero Chileno”, nacido el 16 de febrero pasado en el Estadio “Lucio Fariña” de Quillota, el músico y escritor plantea que Nelson y Marcelo fueron el nexo para muchos exiliados -como los propios Inti desde Italia- con lo que se vivía en Chile en esos años. “Sin duda, ellos marcan una etapa muy importante, por su presencia en Chile durante los años duros y oscuros de la dictadura. Ellos empezaron como músicos en esas circunstancias y para nosotros significa que la amistad que con Marcelo tenemos y con Nelson tuvimos, era un puente con todo lo que fue. Vivimos toda la realidad de la dictadura en el exilio y volvimos en los días del plebiscito. Chile era nuevamente una efervescencia social en las calles, que no fue la tónica de la dictadura, con toque de queda, represión y muerte. Y de alguna manera nuestro contacto con ellos significaba para nosotros tratar de entender, porque si hay algo difícil de entender son las sensaciones que una dictadura te deja: el miedo, el temor y el tener que superarlos”, sentenció Coulon. El profesor de Música y comunicador radial quillotano, Raúl Gardella Figueroa, complementa que -pese a su ausencia de los medios masivos, como televisión y radio- Schwenke y Nilo gozaba de una conexión y reconocimiento muy especiales de parte del pueblo. Amigo personal de Nelson Schwenke, el conductor por 25 años del programa “América Canta” asegura que “ellos tienen de sobra el merecimiento para ser considerados una institución. El problema es que su música era un poco under, no era una música difundida en programas que no fueran el ‘América Canta’, el ‘Dimensión Latinoamericana’ de Telmo Aguilar u otros programas en Santiago, en las
“Fuimos amigos, hermanos, compañeros, fuimos matrimonio, todo eso junto”, expresó Marcelo Nilo Guerra sobre quien fue su otra mitad musical durante 33 años. radios Usach o Universidad de Chile. Ese era su segmento y en televisión mucho menos, pero tenían un público cautivo. Si los hubieran llevado al Festival de Viña, toda la gente habría cantado sus canciones”, plantea Gardella, comparándola con el sorpresivo y rotundo éxito que cosechó el cantautor Manuel García en la última versión. Conocedor total de la obra del dúo, que estrenó cinco de sus siete producciones en el “América Canta”, Raúl Gardella manifiesta sobre su amigo Nelson “mi admiración es global. Admiro su música, su pasión por lo que hacía, su consecuencia, sus canciones, que no eran hechas al azar. Algunos de sus textos los escribió un amigo de él también muy consecuente, Clemente Riedemann, chilotes los dos y por allá vino la amistad. Había una gran comunicación entre ellos y como que nunca se rompía el hilo conductor de las composiciones, porque comulgaban lo mismo, socialmente también tenían ideas muy en común”. “MI CANTO” En sus 33 años de carrera juntos, cortados de forma abrupta por los trágicos sucesos de junio, Schwenke y Nilo lograron instalar gran cantidad de himnos de la canción popular chilena, como “Lluvias del Sur” -conocida popularmente por su pie forzado de “Llueve sobre Valdivia”-; “Con datos de la Unicef”, “Mi Canto” y “El Viaje”, este última, la que acompañó a Nelson en su último adiós en la Parroquia San José de La Calera, el jueves 25 de junio. Para su compañero de música Marcelo Nilo, la trascendencia que logró su trabajo se basa en que “desde la perspectiva de lo valórico y de la pertenencia, entiendo que hay dos países. Está el país oficial que instalan y manejan los medios de comunicación y está el país real, ese que se vive en las calles, las fábricas, los colegios, las poblaciones, ese que está en las comunas y en las regiones. Desde lo artístico, nosotros construimos des-
de ese país, desde el país real. Nos preguntan cómo es posible que nos hayamos mantenido tantos años –y que la gente sepa que nos hemos mantenidos muchos años- grabando y haciendo un trabajo artístico que ha trascendido a nuestra época, cuando éramos jóvenes, sin haber estado en los medios de comunicación de masas. Y eso tiene que ver con que somos y pertenecemos al país real, a ese país marginal”, sentenció Nilo. Fruto de su amistad con el dúo -especialmente con Nelson Schwenke- el profesor Raúl Gardella recuerda que cinco de sus siete producciones oficiales fueron estrenadas oficialmente a nivel nacional en su programa “América Canta”. Eso y su larga vinculación con la música, le dan mucha propiedad para poder hablar sobre su trabajo artístico y sentenciar que “Schwenke era un poeta. Cero idea de música, por eso tenía la necesidad de una buena grabadora, empezaba a tararear y ahí iba naciendo la canción. Me contaba que primero salía la letra y después venía la parte musical”. Para el comunicador quillotano, el dúo “deja un legado consecuente, de música chilena, con esta fusión del jazz y la música de raíz, centrada en lo costumbrista, paisajista. Ellos dicen ‘llueve sobre Valdivia’ y tú te imaginas la calle Picarte, el agua corriendo y las chimeneas humeando. Era un pintor de paisajes pero a través de la música, no dejando de lado también el aspecto de la protesta social: ‘Con datos de la Unicef’, ‘Sopa de Margaritas’, ‘El Pate’vaca’. Mira la creatividad, el pate’vaca, ese personaje del que está lleno Chile y él tuvo que descubrirlo. Mucha gente descubrió a Schwenke y Nilo a raíz de la dramática muerte de Nelson, pero él tiene un sitial guardado a la misma altura que Inti Illimani e Illapu. Y en paralelo, los músicos chilenos le tenían una alta estima”. En esta visión coincide Jorge Coulon, para quien “el canto de ellos es más bien interior.
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Viernes 28 de septiembre de 2012
Nelson Schwenke Porflit, cuyo canto “se hizo estrella”
“Cancionero Chileno” fue el último gran proyecto en que el dúo Schwenke y Nilo se embarcó, junto a otras cuatro legendarias bandas nacionales. En la imagen, su presentación en Quillota. Más que de la canción popular, está casi más cerca de la poesía y de la buena poesía. Schwenke especialmente ocupa un lugar muy importante en lo que yo llamaría una intransigencia poética. Él no hizo concesiones. Sus letras pueden ser muy sociales y muy políticas, pero son tremendamente poéticas. Otra característica que los marcó mucho es ser un grupo muy fiel a sus raíces sureñas. Su canto está lleno de lluvia, de vida al interior de las casas y no por las calles. Es un fenómeno bien especial, porque siendo un canto bien intimista, tuvo un eco social muy fuerte”, expresó el fundador de Inti Illimani. En medio de estas coincidencias casi poéticas, a ambos entrevistados les cuesta elegir una sola canción de Schwenke y Nilo entre sus favoritas del amplio cancionero. El profesor Gardella plantea que “la letra de ’Quieren y puedo’,me mató, profunda, más que ‘El Viaje’, que es su caballito de batalla. Y musicalmente, ‘Entre el nicho y la cesárea’”. En tanto que Jorge Coulon plantea que “es difícil poder elegir. Soy de Temuco, en mi infancia pasé los inviernos en el sur y siempre me conmueve mucho ‘Lluvias del Sur’, me produce una cuestión muy fuerte emotivamente. Un texto muy potente es ‘Con datos de la Unicef’ y es curioso, porque es una canción suavecita, pero que pesa como una tonelada. Y creo que ‘El Viaje’ es la canción más metida en el corazón de la gente”. “EL ÁRBOL DE LA CASA” Nelson Schwenke Porflit llegó a La Calera a comienzos de los 80, tras casarse con la educadora diferencial vinculada a esta ciudad y a La Cruz, Franca Monteverde Curotto. A ella la conoció trabajando en Valdivia y pololearon solo ocho meses antes de ir al altar en la Parroquia de Chavarrata y celebrar la fiesta en la desaparecida Poza Cristalina. Fruto de su amor nacieron en la Ciudad del Cemento sus hijos Lucas, Simón y Tomás, hoy de 27, 25 y 21 años,
respectivamente. Aquí también Nelson se hizo cargo de la Ferretería Curotto y Monteverde, en calles Carrera y Huici, desde cuyo mesón se convirtió en un activo y opinante miembro de los círculos culturales, sociales y de participación local. Un calerano más, por adopción. Raúl Gardella recuerda que “en lo social, la gente lo quería mucho en La Calera y muchos no iban a la ferretería a comprar; iban a conversar con él tardes enteras, era un gran conversador y siempre con sencillez”. El profesor recuerda que se conocieron en los años 80, a través de Franca Monteverde y que en ese proceso recibió el cassette “Schwenke y Nilo” (1983), que incluye varios de los clásicos del dúo. La amistad y el amor por la música los llevó a que hicieran muchas cosas juntos, con el dúo convertido en habitué de “América Canta”, programa en que lanzaron para el país cinco de sus siete producciones oficiales. Además, en un trabajo mancomunado y “a pulso” -que incluía a amigos y familiaresorganizaron al menos cinco conciertos en el audiotiro del Instituto Rafael Ariztía de Quillota. Marcelo Nilo se encar-
gaba de traer los equipos y al sonidista desde Santiago, pegaban afiches fotocopiados, ellos mismos vendían y cortaban las entradas, que costaban mil pesos. Reunían a 300 ó 400 personas, pero según Gardella, “eso no nos interesaba. Ellos venían con una cierta popularidad en Valdivia y el sur, pero aquí eran desconocidos. Era el tiempo de la promoción, sin ningún afán económico”. Al respecto, Jorge Coulon destaca el vínculo de Nelson Schwenke con el barrio, con su comunidad. Plantea que “a veces, por razones de egoísmos, los artistas se tienden a cerrar y a sentirse ellos mismos como algo especial. Sin embargo, el máximo premio que puede tener un artista es que sus vecinos lo consideren precisamente el vecino y no un tipo raro ni lejano. Pero quiero que sepan los caleranos que, además, tuvieron un vecino extraordinario, fantástico, querido y respetado en todo Chile y que marcó a una generación entera”. “YO QUIERO SER UN VIEJO POP” Quizás si este amor por la gente y este contacto cercano con la comunidad sea uno de los elementos que su partner Marcelo Nilo Guerra rescata y recuerda con mayor claridad al hablar de Nelson Schwenke Porflit. Para el músico santiaguino, “Nelson fue alguien que supo de dónde era. Él sabía a dónde pertenecía y desde ahí se miraba como alguien que no era solo, sino que pertenecía a un lugar y en ese lugar había no solo el contexto, sino que muchas personas más, por lo tanto, él era uno más de todos. Nelson era alguien muy humilde, pero por sobre todas las cosas, un ser social, que eligió ser parte siempre de su comunidad. Desde la más cercana, el núcleo más íntimo, hasta lo más lejano de lo propio, pero siempre sabiendo dónde se pertenece en términos sociales y culturales. Y eso es lo que hace a una buena persona, que es capaz
CONCEJAL
PARA UN CHILE
NUEVO
Feliz Aniversario a “El Observador” y personal...
también en terreno!!!
de contribuir a la sociedad a la que decide unirse”. Coulon comparte esa visión y la grafica en el espíritu y disposición que Schwenke mostró durante el proyecto “Cancionero Chileno”. Recuerda que cuando los movimientos sociales de Aysén se levantaron, muchos de los músicos participantes de este colectivo viajaron a esa zona -a fines de marzo- para solidarizar con la causa y levantar los ánimos. El trovador calerano se sumó activamente, compartiendo con la comunidad en las carpas donde se instalaban, cantando gratis para el pueblo movilizado y lo más singular, hasta remplazando a los animadores cuando estos fallaron, haciendo gala de su característico humor inteligente y sarcástico. “Tenía a la gente muerta de la risa y cuando hubo que cambiar al animador, la gente reclamaba, no quería. Entonces conocimos una faceta de él muy divertida, muy simpática y muy fuera además de la imagen que uno tiene de Schwenke y Nilo”, recordó el Inti radicado en Valparaíso, quien considera una gran iniciativa que la comunidad y autoridades caleranas
Jorge Coulon Larrañaga, líder y fundador de Inti Illimani, alabó la “intransigencia poética” del artista nacido en Ancud.
deseen bautizar como Nelson Schwenke al futuro centro cultural de la ciudad. De manera singular, Raúl Gardella compara la conexión que Nelson lograba con su público con aquella que el propio Jorge Coulon evidencia en los conciertes de Inti Illimani, con un discurso irónico-político, que mueve a quien lo escucha entre la risa y la reflexión profunda. Sin embargo, para él hay otra característica humana del “Viejo Pop” Schwenke, que sobresale a todas. “Era un tipo muy generoso”, sentencia y recuerda cómo su amistad le permitió participar de grandes conciertos en la capital, como el Festival de Todas las Artes Víctor Jara, invitado por el cantautor. Allí pudo conocer a íconos de la música y la acción político-social, como el trovador cubano Vicente Feliú o la viuda de Víctor Jara, Joan Jara Turner -casualmente, suegra de Marcelo Nilo- en sus facetas más íntimas. “Y Nelson siempre estuvo preocupado de que yo me sintiera bien y de presentarme gente”, recordó. “VIENE MI DÍA CELESTE” Marcelo Nilo, Jorge Coulon y Raúl Gardella coinciden en que la sorpresiva partida de Nelson Schwenke Porflit fue un duro golpe para la música, la cultura y la conciencia social del país. Y su muerte atropellado en una esquina resulta definitivamente incomprensible, luego de haberle ganado a la persecución de la Dina a comienzos de los 80, que incluso lo llevó a refugiarse en Italia y Alemania en 1982. También a un cáncer linfático en 1986 y un infarto, el 2008. Ahora que no está físicamente entre sus compañeros de música quien, sin duda, más lo extraña, fue su copiloto en
El profesor de Música y comunicador radial quillotano, Raúl Gardella Figueroa, destacó la generosidad de su amigo Schwenke. Schwenke y Nilo, Marcelo Nilo Guerra. “Todo este tiempo fuimos amigos, hermanos, compañeros, fuimos matrimonio, todo eso junto. Es muy raro que a uno le pase eso con alguien que trabaja, pero será esto de trabajar con las emociones, de los sentimientos, con el tema reflexivo, de lo que va por dentro. Parte del trabajo es generar mundos que no son reales, pero que se tocan con la realidad. Ahora que no está, en el tiempo que ha pasado, creo que todas esas relaciones que una persona normal puede tener con distinta gente, yo las tuve con Nelson”, concluyó. Hoy Nelson, “El Schwenke”, “El Viejo Pop”, descansa en el Cementerio Parque del Mar de Concón, hasta donde cientos de personas lo acompañaron el 25 de junio pasado. Y fiel a su conciencia social y humana, no sólo su legado musical y poético perdura tras su partida. También la llama de su vida, a través de otras personas, a quienes la familia Schwenke Monteverde donó sus órganos, tal como él lo había solicitado.
22 - Reportajes
Viernes 28 de septiembre de 2012
EL OBSERVADOR
De chef de los matinales a dedicada madre y dueña de casa olmueína Carola Correa dejó la televisión y se vino con “camas y petacas” a vivir en una parcela de Las Cruces, para reencontrarse con la vida familiar Por Eva Márquez Estay
S
i hay algo claro en el estilo de vida de la conocida chef Carola Correa es su optimismo, sencillez y simpatía al momento de hablar. Además de ser una gran comunicadora, que fue el rostro culinario de los principales matinales de la televisión, la multifacética chef ha trabajado por años junto a su padre en el restaurante Raúl Correa & Familia, ha sido conductora de radio y televisión, editora de la revista “Carola Correa” y rostro de conocidas marcas. Pero hoy, a sus 37 años, la ajetreada vida de la conocida chef dio un vuelco inesperado para muchos, cuando se vino “con camas y petacas” junto a su familia a vivir a Olmué. Con ello hizo una pausa y dio la bienvenida a una nueva etapa, que busca restituir el tiempo perdido en familia y criar 100 por ciento a sus hijos menores, los gemelos Samuel y Pascual, que se adelantaron un mes para venir al mundo. Hoy ya tienen seis meses de vida.
“FULL EMPRENDEDORA” Carola es hija del conocido empresario Raúl Correa y de Carolina Ortúzar y como la mayor de sus hermanos, debió enfrentar desde muy joven constantes cambios y responsabilidades, que perfilaron su dinámica personalidad y su emprendedora forma de ser. A los nueve años, el clan Correa se trasladó a vivir desde Santiago al pueblo patagónico de Puyuhuapi, donde estudió algún tiempo
en la escuelita del sector. Tras ello, se trasladaron a Puerto Varas, donde su padre inauguró el restaurante “Ibis”. Allí aprendió -“mirando”- el arte culinario. “Siempre he sido muy metiche y desde chica me ha gustado trabajar, así que pasaba metida en el restorán de mi papá en Puerto Varas y aprendí ‘donde queman las papas’. Él para mí es mi ejemplo de vida, porque es un gallo súper positivo y súper trabajólico, que ha hecho mil cosas. Ha tenido lanchas pesqueras, ha tenido carnicería, restoranes, ha hecho libros, ha escrito en diarios, ha hecho programas de televisión y radio, le ha puesto el hombro a todo y no ha tenido miedo de emprender”, contó. A pesar de estudiar paisajismo, carrera que nunca ejerció, Carola Correa se perfiló como chef en la práctica, sin mayor especialización que la experiencia misma. A sus 20 años y por diversos motivos, se vio enfrentada a la situación de tener que hacerse cargo del restorán de su padre, labor que asumió “con un poco de susto, pero con hartas ganas”. A los 23 se casó con un primo hermano, del que estuvo “toda la vida enamorada”, salió de la casa paterna y desarrolló una carrera meteórica que la llevó a trasladarse a la capital y llegar a ser rostro de televisión en secciones de cocina saludable y trabajando en múltiples proyectos. “Me considero una mujer full emprendedora y eso lo
Carola compartió su “Postre de manzanas de mi abuela” Durante la conversación con Carola Correa, no podía faltar alguna receta que la chef quisiera compartir con los lectores de “El Observador”. Optó por un plato tradicional de su familia, económico, fácil de preparar y no muy calórico, para quienes “cuidan la línea”. Se trata de su “Postre de manzanas de mi abuela”. Ingredientes - 8 manzanas verdes - 2 tarros de leche condensada 0% grasa - ½ taza de nueces - 1 cucharadita de canela - 1 taza de chancaca - 4 huevos - Merengue Preparación Ralle las manzanas y mézclelas con la leche condensada, las yemas de huevo, la canela y las nueces. Deje todo en una budinera y cocine a horno medio por 20 minutos. Aparte, prepare un merengue con las claras. Luego, retire la budinera del horno, cúbrala con el merengue y hornee por tres minutos con grill, para que se dore la superficie. Para servir, bañe el plato con chancaca previamente disuelta en un poco de agua y sirva la leche asada encima. Le dará un sabor muy rico, original y casero.
En la intimidad de su nuevo hogar en Olmué, la chef Carola Correa contó a “El Observador” sobre su cambio de vida y el encanto de la zona, junto a sus gemelos, Samuel y Pascual, nacidos hace seis meses.
“Este es mi rincón favorito de la parcela, me encanta este aromo y me encanta perfumar la casa con las ramitas de este árbol”, contó la chef, quien vive en comunidad junto a toda su familia en el predio.
heredé de mi papá. Si me defino, soy muy activa, muy trabajadora, positiva y muy ‘buena onda’. Me encanta hacer cosas y sentir que, desde mi trabajo de chef, puedo aportar a la gente. Por eso siempre estoy buscando en qué emprender. Eso sí, ahora que me vine a Olmué, decidí bajar el ritmo y voy a Santiago dos veces por semana, para la radio hago cápsulas y lo demás lo manejo desde mi computador”, contó.
gura muchas veladas inolvidables en familia, pues relata su hija, “somos una familia en general muy entretenida. Mi papá vive al fondo, al lado de mi casa vive una hermana que es hippie, casada con un músico. Tengo otro hermano que pasa viajando y vende artesanía, tengo una hermana que hace clases de yoga y tengo otra hermana que está en el colegio y es la más ordenadita. Creo que va a ser médico”, agregó. Pero más que esta cercanía, lo que motivó a la chef a trasladarse a esta zona es restituir el tiempo perdido y estar más presente en la vida de sus hijos, Francisco, de 13 años y Agustina, de 12, quienes estudian en el Colegio Valle de Aconcagua de Quillota,
LA FAMILIA PRIMERO En su nuevo hogar, situado en un exclusivo condominio del sector Las Cruces, impresiona la sencillez del decorado de su casa, de estilo rústico, pero muy acogedor. Unas ramas de aromo adornan un florero azul en una
esquina de su living, cortadas desde el “árbol favorito” de su sitio, en el que además se aprecian otros árboles, juegos infantiles y una amplia piscina, en la tranquilidad propia del campo de la zona huasa. “Mi papá se vino a vivir a Olmué primero, luego mis hermanos, mi marido y mis hijos mayores, porque yo había tenido recién a los gemelos y esperé a que estuvieran mas creciditos”, relata la chef, mientras chequea a cada momento el monitor de los bebés, que a esa hora ya despertaban de la siesta. Y es que los Correa son aclanados y de hecho, todos los hermanos se trasladaron a vivir al mismo condominio. Hace tres años llegó a instalarse Raúl Correa, lo que ase-
Las paltas y las frutas frescas no pueden faltar en la ordenada cocina de la destacada chef, en su casa de Las Cruces.
en un proceso que fue difícil al comienzo, pero que hoy los tiene felices. “Vendí mi casa en Santiago y me vine ‘con camas y petacas’ a Olmué, en un giro de vida que mi esposo e hijos agradecen. Creo que la muerte de Felipe Camiroaga hizo un click en mí, haciéndome pensar más en lo que realmente importa en la vida. Ahora la familia es lo primero y aprendí a decir ‘no’ a muchos ofrecimientos. Ahora quiero cocinar, estudiar con los niños, armar el jardín, criar personalmente a mis gemelos y ser una mamá presente. No quiero que el tiempo pase y se lleve las experiencias de mis hijos”, confiesa. “Hoy día valoro muchísimo la posibilidad de volver a ser madre. Nos habíamos planteado la idea de venirnos y creo que la llegada de mis gemelos fue la señal de que el cambio era bueno y creo que fue la mejor decisión. Acá la vida es tranquila y segura. En Santiago estábamos como solos y ahora pongo a los gemelos en el coche y voy a tomar desayuno con mi mamá”, agregó Consultada por futuros proyectos en la zona, la chef y madre comentó entusiasmada que “estamos abriendo un ‘Raúl Correa & Familia, Pueblito Chileno’ en Avenida Eastman, a la altura del paradero 10, en un predio fresco y precioso, lleno de paltos. Ya estamos construyendo los hornos de barro y lo demás. Ofreceremos ricos platos chilenos y esperamos abrir en diciembre”.
INSTITUTO RAFAEL ARIZTÍA:
98 AÑOS
Este año nuestro Instituto ha recibido con gran satisfacción el Sello de Calidad de la Gestión Escolar, que ����������������������������������������������������������� de 3 años. Al mismo tiempo, comenzamos a prepararnos para el año 2014, en que se van a cumplir 100 años de la fundación del Colegio. Un excelente momento para celebrar y agradecer al Señor y a nuestra Buena Madre por todo el bien que se ha hecho en Quillota a través del Instituto Rafael Ariztía. Durante el año, además, hemos recibido de parte de la Congregación Marista las orientaciones para reforENTREGA SELLO CALIDAD En un emotivo acto a comienzos de este año, nuestro Colegio recibió el Sello de Calidad de manos de la Presidenta del Consejo Nacional ��� ������������� ��� ��� Calidad de la Gestión Escolar, Sra. Mariana Aylwin, Diploma que lo acredita como Institu����� ����������� ���� ��� calidad de la gestión escolar por tres años.
DE PRESENCIA MARISTA EN QUILLOTA ���������������������������������������������������������tenario de la Congregación, que se celebrará el año 2017. Internamente, hemos realizado muchas actividades en sintonía con la misión de educar al estilo Marista, en unión con la Iglesia, para formar buenos cristianos y buenos ciudadanos. Buscamos la excelencia educativa, con atención especial a quienes más necesitan, mediante el desarrollo de valores y capacidades, para ponerlos al servicio de la sociedad, según la propia vocación. PROYECTO SOLIDARIO Como una forma de colaborar con el mejoramiento de la Escuela Municipal Cumbres de Boco, que tuvo los resultados más bajos en el SIMCE de cuarto básico 2011, nuestro Colegio ha querido aportar al mejoramiento de la calidad de esta escuela por medio de un apoyo concreto en lo pedagógico, con la participación de alumnos y docentes.
LOGROS DEPORTIVOS Los resultados en la COPA COLBÚN son los siguientes: Básquetbol: Campeón comunal categorías 94 a 2001 damas y varones Campeón Copa Colbún Categoría selección damas y varones Segundo Lugar Liga San Felipe categoría 98-99 damas Fútbol: Primer Lugar Regional Copa PF Categoría Sub 12 Segundo Lugar Comunal Vóleibol: Campeón comunal categoría 96 a 98 damas y varones EN LOS JUEGOS NACIONALES ESCOLARES: Básquetbol: Campeón provincial en las categorías 94 a 99 damas y varones REGIONALES: Básquetbol: 1er Lugar Regional y representantes de la V región al Nacional de Punta Arenas.
OLIMPIADAS DE MATEMÁTICAS Doce alumnos nos representaron en las Olimpíadas del Conocimiento en Matemáticas, organizadas por el Colegio Fundadores de La Calera, en las cuales obtuvimos el primer lugar, demostrando con ello nuestro excelente nivel en esta área del conocimiento.
EL INSTITUTO RAFAEL �������������� UN FELIZ ANIVERSARIO �����������������
BIBLIOTECA INFANTIL Este año, se inauguró la Biblioteca Infantil “Pequeños Lectores Maristas”, la cual nace con el objetivo de fomentar el interés por la lectura en los niños de pre kínder a segundo básico de la Sección Inicial. Gracias al apoyo del Rector, la elaboración del proyecto estuvo a cargo de la bibliotecóloga Carolina Sepúlveda y la profesora Paola Villaseca
Atletismo: Categoría Infantil 98-99 José Tomás Concha 1° Lugar En Lanzamiento De Disco, 1° Lugar Lanzamiento Bala Rodrigo Vicencio 1° Lugar En Hexatlón Categoría 97 Jorge Abde 1° Lugar Hexatlón, 1° Lugar Salto Triple, 1° Lugar 300 Mts Vallas. Ignacio Toledo 1° Lugar Lanzamiento Jabalina Javiera Marín 1° Lugar Lanzamiento Jabalina, 1° Lugar Lanzamiento Bala, 1° Lugar Lanzamiento Disco. Catalina Paz 1° Lugar Salto Triple. Categoría 95-96 Constanza Araya 1° Lugar Salto Triple, Gimnasia Rítmica: Primer Lugar Juegos Maristas Femeninos
CELEBRACIONES Durante el mes de la patria tuvimos la tradicional Gala Folclórica organizada por el Centro de Padres, la Dirección del Colegio y el Grupo Scout, que en esta ocasión tuvo como gran invitado a Tito Fernández: “ El Temucano”. Esta celebración se convirtió en un evento para toda la comunidad, ya que nuestro Instituto abrió sus puertas para recibir a todas las familias quillotanas y disfrutar de un espectáculo de primer nivel.
ENCUENTRO FORMATIVO Y ESPIRITUAL Con el objetivo de apoyar a los padres en el proceso formativo de sus hijos y en su labor educativa, considerando la importancia del entorno familiar en la vida de los niños y adolescentes. Este año tuvimos un profundo encuentro con el sacerdote jesuita Fernando Montes, quien dictó la charla: “La ���������� ��� ���� ������� ��� ��� ���������� ���������������� ���������������������
26 - Reportajes
Viernes 28 de septiembre de 2012
EL OBSERVADOR
El ingeniero Rafael López Caro y cuando El Soldado cambió de actitud Encabezó el desafío de hacer factible la operación de una mina que no tenía muchas posibilidades y que aún es una de las empresas mineras más importantes de nuestra zona Por Miguel Núñez Mercado
E
l ingeniero civil en minas Rafael López Caro no era ajeno a la zona. Había vivido parte de su infancia en Ocoa y Romeral e hizo su práctica profesional y trabajó en la mina Navío de Cemento Melón. Nació en 1945, en Requínoa y era hijo de Luis López y María Caro. “Mi padre era un obrero de la construcción y de obras públicas. Trabajó en la zona en las obras de captación de aguas en Las Vegas y la instalación del enorme ducto de la Hidráulica, que lleva el agua de Las Vegas hasta Valparaíso. Rafael López recuerda que “viví en Ocoa y estudié en una escuela que estaba cerca de la Estación. Estuve allí los dos o tres primeros años. Vivíamos en un campamento que estaba a unos diez kilómetros de la escuela y nos iban a dejar a clases en un camión de transporte de personal. Era un camión plano, que tenía asientos atrás y era cerrado. Cuando fallaba el camión, partíamos `a patitas´, no más”. “Después -agrega- al viejo lo trasladaron a Romeral, donde estaba la captación de las aguas. Frente a los pozos había otro poblado ligado a las faenas. Allí estudié un par de años más. Había una escuela primaria, que entre otras cosas, proponía estudios agrícolas. Recuerdo haber estado haciendo prácticas de agricultura y cosechando la miel de los panales de abejas que tenía dicha escuela”. Cuando se acabaron las obras de la Hidráulica, el padre de Rafael López Caro partió a Santiago a trabajar en construcción. Vivió en una población popular, estudió en una escuela pública, lo invitaron a ser sacerdote, pero optó por la universidad. Después de largas disquisiciones, Rafael López optó por la Ingeniería. Vino el tiempo de la llamada “Chilenización” del cobre y las gerencias de las grandes empresas se contactaron con las universidades y sus gerentes realizaron charlas para motivar a los estudiantes a elegir las carreras relacionadas con la explotación minera. Si el Estado de Chile iba a asumir el control de las grandes
minas, tenía que tener profesionales que reemplazaran a los extranjeros. El desafío era enorme y para Rafael López fue lo que decidió su vida profesional. Se hizo Ingeniero Civil en Minas. Confiesa que “de minería no sabía nada. Sólo lo que nos hablaban en las charlas. Después visitamos minas y fuimos conociendo el mundo minero”. Sus estudios de minería los compartió con el trabajo y la práctica profesional en las salitreras, en Andina, Enami Ventanas y en la mina El Navío. Era 1970, cuando Rafael López Caro llegó a hacer la práctica en esta última faena y se quedó a vivir en El Melón. Se casó con la nogalina María Teresa Olivares Arredondo y fue padre de tres hijos. Trabajó hasta enero de 1975 en la Mina Navío y partió a la minera Los Bronces. “UNA PIEDRA EN EL ZAPATO” La avalancha que destruyó la planta de concentración San Francisco de Los Bronces, en julio de 1978, lo devolvió a El Melón, ahora a la mina El Soldado. El ingeniero Rafael López regresó un mes después de la tragedia. Unos cien trabajadores y profesionales llegaron con él. La empresa Disputada de Las Condes la había comprado, unos meses antes a la trasnacional Exxon Minerals. “Como no había pega en Los Bronces, estuvimos revisando qué hacer con la mina El Soldado, la planta de El Cobre y la fundición de Chagres. Yo estuve a cargo de buscar qué hacer. Mucha gente se fue a la campaña de sondaje, para ver qué posibilidades tenía un yacimiento tan chiquito como El Soldado, que no interesaba mucho. Era una mina chica, con bajos niveles de producción. Creo que El Soldado, en esos momentos, era más que nada `una piedra en el zapato´”, sentenció. Sin embargo, para Rafael López Caro “lo que realmente encontramos en El Soldado fue un gran desafío. Era una faena subterránea que se venía explotando con un método muy conocido en la minería, que usaba la gravedad para transportar dentro de la mina y con la tecnología, que eran ferrovías que entonces había en el país. Aunque
el problema de El Soldado era más complejo. Los costos de producción eran muy altos. El análisis de su futuro determinaba su condena al cierre. El candado estaba guardado en la caseta de control de la barrera de acceso a la faena. Si la condición no mejoraba, simplemente se cerraba”. Rafael López agrega que “la Exxon fue muy clara en lo que era el desafío que asumíamos en El Soldado. Nos dijeron que teníamos que revisar lo que se estaba haciendo, analizar todos los procesos y ver cómo se podía mejorar. El desafío era transformar el yacimiento en una faena moderna. Había un andarivel en el cual se bajaba el material de la mina a la planta”. Aunque asegura que “el sistema no era ineficiente, pero tenía una capacidad definida y se buscaba aumentar la producción. Había que buscar una solución para bajar más material”. Esa solución tuvo un nombre de película: “Zorba el Griego”. A través de una zanja, se hacía caer el material chancado a una plataforma más baja, en donde el mineral era cargado sobre camiones que lo levaban a la planta. Después se avanzó con la instalación de dos molinos y un chanca-
dor primario y nuevamente se aumentó la producción. “Fuimos los primeros en Chile que introdujimos camiones estándar de carretera en una mina subterránea para transportar el mineral a la planta. Después hicimos un túnel bajo del cerro, para meternos debajo de la mina y bajo del nivel de transporte de ferrocarril. Con todos esos métodos -muchos, artesanales- se cuadruplicó la producción de material en poco tiempo”. Al poco tiempo conectaron la superficie con la mina subterránea, para llevar el mineral hasta el nivel de transporte con camiones y llevarlo hasta la planta concentradora. Así se inició la explotación de El Morro Pit, que era la cantera pequeña y fue la antesala de la cantera actual. En esos años, el equipo de El Soldado fue distinguido con el Premio “José Tomás Urmeneta”. Es la máxima distinción del Instituto de Ingenieros de Chile. Se reconocía con ello todas las mejoras que hicieron, especialmente en cuanto a innovación. Para Rafael López Caro, una de las cosas más importantes “es que logramos conformar un equipo. No sólo administramos la empresa, sino
El ingeniero civil en Minas, Rafael López Caro, ex gerente de El Soldado.
que también tuvimos siempre a cargo la modernización de la parte minera. En la metalurgia, que tenía que ver con la planta, siempre tuvimos la colaboración de la gerencia técnica de Disputada. Había una ligazón importante, entre los que éramos de El Soldado, los de Los Bronces y profesionales amigos, que también compartieron sus experiencias”. NAIPES ESPAÑOLES Sin embargo, para el ingeniero, lo importante era “comprender que uno de los desafíos era cambiar la actitud de la gente, para que estuviera más dispuesta a asumir decisiones. Los franceses dejaron una mentalidad donde se hacía sólo lo que el jefe decía y no se actuaba, aunque se estuviera viendo algo que estaba mal. El desafío fue hacer que la gente se involucrara y que asumiera que el problema era de todos y cada uno contribuía desde su nivel. Era un cambio de mentalidad. Nosotros teníamos un eslogan, que decía: `Nuestro desafío permanente es ser mañana mejor que hoy´. Eso se consiguió hacer carne en todo los equipos de trabajo e incluso llegó a las familias. Ese concepto fue uno de los más importantes en lo que fue el desarrollo de El Soldado”. También, respecto del cambio de mentalidad, Rafael López explica que se llegó a conformar una conciencia respecto de la responsabilidad en todos los ámbitos. “Para mi gusto, el principio esencial es que el hombre es el más importante. La tecnología y otras cosas sólo funcionan con él. El hombre es intrínsecamente bueno y, por lo tanto está siempre dispuesto a entregar lo mejor de sí para que las cosas se hagan y bien. Pero el hombre es imperfecto, por lo que no resulta siempre lo que se busca. Hay que buscar donde está el error, la causa y la solución. Los problemas ocurren porque hay una causa que los provocó. Cuando ocurrieron ya no es importante saber quién la cagó, sino por qué razón ocurrió. Si llegamos a determinar la causa, podemos mejorar. Invertimos harta saliva con la gente. Además, se llegó a la conciencia que el tema que asumimos es integral. Si las cosas se tienen que hacer bien. Y, ¿cómo se hacen bien? Como deben hacerse: ¡siempre bien!”. Rafael López recuerda que la seguridad laboral era un tema que nunca había sido resuelto y como debía ser también una cultura asumida por la gente, “inventamos cosas para crear conciencia. Había las `Diez Normas de Oro de la Seguridad´, que debían cumplir, pero que fueran una
conducta real y no una obligación. Como sabíamos que los viejos jugaban brisca, les regalamos, en una caja muy bonita de madera, una baraja de naipes españoles. Como eran las reglas de oro de la seguridad, había un personaje, que se llamaba `Prudencio´, que era la mascota de la seguridad´. Recuerdo que la primera regla era ‘si no sabe, consulte’”. El profesional agrega que tuvo “la cajita con el naipe por muchos años. Por ahí más de alguno de los viejos de El Soldado debe tenerlo. Lo mejor es que jugaban con gente de su familia, vecinos y hasta involucraban a muchas personas, que asumieron la importancia de la seguridad y les quedaba muy clara la posición de la empresa al respecto”. También se asumieron como “de todos” los temas de la conservación ambiental; la educación, que hizo volver a los mineros a la escuela y “hasta hicimos un zoológico en El Soldado. Cuando hacíamos el camino hacía el Morro Pit, en 1985 ó 1986, apareció una cachorra de puma. Se convirtió en algo muy llamativo y los hijos de los mineros y los vecinos de las comunidades iban a verla. Fue tanto, que hicimos un concurso para bautizarla. Fue el año que Cecilia Bolocco fue Miss Universo y el concurso determinó que la pequeña puma se llamaría `Cecilia´. Como era una especie protegida, que hallamos en un área salvaje y tenía algunos problemas de salud, la trajimos a Santiago. Al final tenía una enfermedad parecida al distemper, pues ‘se le caía el traste’. La tuvieron que sacrificar y está embalsamada en el Museo de Historia Natural de la Quinta Normal”. Rafael López Caro dice que la caída de la planta San Francisco de Los Bronces y también que ese hecho lo llevara a El Soldado fue una suerte y “una gran experiencia. Me fue bien, trabajamos harto y sacamos adelante un gran desafío. Es lo que marcó mi carrera profesional. Estuve once años a cargo de las faenas, que crecieron en términos productivos de 3 mil 300 a 12 mil toneladas por día y bajaron los costos de producción en cuatro veces. Los índices de prevención de seguridad bajaron a cerca de cero. Siento que lo que realizamos en El Soldado contribuyó al desarrollo de muchas personas que cambiaron sus vidas al asumir los desafíos. Creo que ésa es la mayor satisfacción. También el hecho de que se pudo usar la tecnología en beneficio del país, pues la experiencia de El Soldado sirvió en otros lados”.
EL OBSERVADOR
Reportajes - 27
Viernes 28 de septiembre de 2012
La comprometida vida política y cultural del inspirador de “¿Quién mató a Gaete?” Pedro Gaete Soto era amigo del cantautor Mauricio Redolés, se crió en Maitencillo y quería ser concejal por Puchuncaví Por Gustavo Rodríguez Catalán
“¿Quién mató a Gaete? Los cuetes, los cuetes. ¿Quién mató a Gaete? El copete, el copete. ¿Quién mató a Gaete? ¡El carrete!”
É
se es el estribillo de la hilarante sátira musical que da título a la cuarta producción del cantautor y poeta Mauricio Redolés Bustos. Según una votación de especialistas, publicada por la Revista Billboard el 2008, “¿Quién mató a Gaete?” se ubica 36 en el ránking de los 50 mejores discos de la historia de la música chilena. Redolés era estudiante de Derecho en la Universidad de Chile sede Valparaíso -actual Universidad de Valparaísopara el golpe de Estado de 1973. Entonces fue detenido por la Inteligencia Naval y deambuló por el buque Lebu y varios centros de detención, para partir finalmente exiliado a Inglaterra en 1975, donde estudió Sociología y se dedicó a la música y la poesía. Regresó a Chile en 1985, iniciando una importante carrera artística, que incluye ocho producciones musicales -las primeras en cassette- hasta el disco “Cachai Reolé” del 2008, que le valió un Premio Altazor a la Música Rock. También ha editado siete libros de poemas y se ha dedicado a la gestión cultural y a impartir talleres literarios. “¿QUIÉN MATÓ A GAETE?” Ligado a la izquierda y al circuito underground, pese a su prolífica trayectoria, Mauricio Redolés nunca tuvo una difusión masiva en los medios. Y las pocas oportunidades que tuvo de aparecer en televisión, su
Pedro Gaete Soto, gestor cultural y activista de izquierda, inspirador de la canción “¿Quién mató a Gaete?”.
habitual transgresión solía ser censurada, como aquella vez en que fue invitado al “liberal” programa de humor “El Desjueves” de La Red. Su participación duró tensos dos minutos y 43 segundos y una semana después, los comediantes hicieron leña con su performance, basada en el texto “El Poeta y la Muerte” de Nicanor Parra, tildándolo de “desatinado” y “boquisuelta”. Quizás en ello radique la importancia de “¿Quién mató a Gaete?”, la canción que da nombre al álbum de Redolés de 1996. En 6 minutos y 47 segundos, llenos de quiebres y diversos estilos musicales como el funk, la cumbia, el pop y hasta la “Marsellesa Socialista”, esta pieza analiza con el humor e ironía propios del poeta la realidad política nacional desde la Unidad Popular hasta los gobiernos de la Concertación. Y fue el tema que, en definitiva, proyectó a Redolés hacia los públicos masivos. La singularidad de este tema no se reduce a su forma y contenido. También está en su origen. Corría 1993 y Redolés iba a ensayar a La Casona de San Isidro, recinto fundado por Pedro Gaete Soto, hombre de izquierda, exonerado del Servicio de Impuestos Internos, quien dedicó su vida -además de la resistencia al régimen- a desarrollar la cultura en ese lugar junto a su esposa Pamela Helguero. “El Chico” Solís, productor de Redolés en aquellos años, gestionó el recinto. “Yo iba a ensayar a unas piezas que tenía Gaete en su local, al lado del Cine Arte Alameda y había una canción de moda en aquellos tiempos en las peñas, que se llamaba ‘Quién Mató a Solís’. Entonces cuando yo los veía, le decía a uno ‘¿Quién mató a Solís?’ y posteriormente, para no dejar solo a Gaete con el saludo, le decía ‘¿…y quién mató a Gaete?’. Fue quedando en la memoria el saludo ese y yo le fui inventando versos con mi hijo (Sebastián, hoy músico de su banda), que en aquella época tenía cinco años”, recuerda el cantautor. “¿Quién mató a Gaete?” terminó siendo una creación colectiva, porque según agrega Redolés, “muchos amigos me sugerían rimas, como ‘aguardiente’ con ‘disidente’ y de a
poco, con estos versos la fui completando, probándola. Al final, la escuchó Álvaro Henríquez (de Los Tres), se interesó, la llevó a la Sony y ellos me pidieron que la grabara”. ¿Y QUIÉN ERA GAETE? Pese a que la partida de bautismo de la Parroquia de Puchuncaví lo nombra como Isidro Pedro Fabriciano Gaete Soto, en su carné figura sólo por Isidro. Nació el 2 de noviembre de 1938 en Santiago, como el menor de los nueve hijos del matrimonio que formaron la viñamarina Elsa Soto Veas y el arquitecto e ingeniero naval Isidro Gaete Escobar, responsable de la construcción de muchas casas de distinguidas familias de la localidad de Maitencillo. En reconocimiento, la Municipalidad de Puchuncaví dio su nombre a una avenida del balneario. Pedro Gaete se crió en el seno de una familia que, pese a ser numerosa, nunca dejó de acoger a quienes lo necesitaran. Quizás de ahí venga su condición de “solidario in extremis”, como lo definen algunos amigos y su incansable deseo de luchar por la equidad, que manifestó en su participación protagónica en diversos organismos de defensa de los Derechos Humanos. Mauricio Redolés destaca precisamente su calidad humana, pues lo conoció varios años antes de escribir la canción. Según recordó, “fui a tocar a La Casona de San Isidro en 1987 por primera vez y con el tiempo nos fuimos haciendo conocidos, amigos y yo lo quise mucho. Era una persona muy sensible y además un muy buen amigo, muy atento siempre. Una persona única, con un cariño fantástico por lo que hacía. Y después supe en sus funerales que era un hombre con una consecuencia y pensamiento de izquierda muy grandes, hasta el final de su vida”. La Casona nació como un restaurante que Pedro Gaete instaló junto a unos socios en calle San Isidro de Santiago, en 1978. El local no dio los frutos esperados y sus compañeros abortaron rápidamente, por lo que con su amigo Manuel Acuña lo convirtieron en una peña. Con Acuña también compartió su militancia en el Movimiento de Acción Popular Unitaria, Mapu y el haber sido impulsores del Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales, Codehs, creado por el inolvidable Clotario Blest Riffo, fundador de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, de quien Gaete fue un cercano colaborador. Su esposa Pamela Helguero, con quien estuvo unido en forma ininterrumpida desde el golpe de Estado, dice que “lo que más destaco de él fue su gran lucha por los Derechos Humanos y en La Casona funcionaron, en principio, casi todas estas agrupaciones”. Con Pamela tuvo una hija, la periodista Paula Gaete, que se suma al hijo mayor de Pedro,
El poeta y cantautor Mauricio Redolés conoció a Gaete en La Casona de San Isidro, activo centro cultural que el puchuncavino instaló en Santiago. Alfredo. Ya convertida en peña, La Casona de San Isidro -que luego se trasladó a la Alameda- se instaló como uno de los epicentros de la actividad artística opositora al régimen durante los años 80. Pamela recuerda que en ella se realizó el primer homenaje a Pablo Neruda, se montó la Cantata a los Derechos Humanos y desfilaron grandes artistas, como Quelentaro, Jorge Yáñez, Benedicto “Piojo” Salinas y “el tío” Roberto Parra, quien se despidió de la actividad artística con una presentación en este local. Ahí también se formó la banda Sol y Lluvia. “La Casona fue muy importante para muchos, porque ahí Pedro desarrolló talleres de poesía, de cultura y por qué no decirlo, de política. Pero nunca se pudo reponer, era un proyecto cultural no negociable, no era negocio para nadie, ni para los artistas ni menos para nosotros”, sentenció. En paralelo, Pedro Gaete participaba como dirigente del Comité Memoria Mapu, que se formó para recordar a las víctimas de ese partido durante la dictadura y que instaló testimonios en lugares simbólicos, como Villa Grimaldi o en Valparaíso, en recuerdo del sacerdote Miguel Woodward. Además, integró la organización Furiosos Ciclistas, que una vez al mes sesionaba en su casa y nunca dejó de estudiar, al punto que hace sólo tres años terminó un magister en Ciencias Políticas en la Universidad de Chile. “MURIÓ CUANDO LLEGÓ LA ALEGRÍA…” Sin embargo, a diferencia de las esperanzas de Pedro Gaete, toda esta historia de compromiso cultural y político terminó con la llegada de la democracia. Tal como la canción de Redolés, que expresa en diferentes versos que Gaete “murió cuando llegó la alegría”, porque “no tenía pituto” y “no cachó los nuevos vientos”, la Casona de San Isidro debió cerrar, pese a los esfuerzos del dirigente por postular proyectos y mantenerla viva. Según Pamela Helguero, quizás esa sea la gran aproximación de esta singular canción a la vida de su marido.
“Al principio como que no nos cayó muy bien, por la letra. Pedro jamás probó alcohol, era casi vegetariano y después de hacer yoga, tomaba jugos de frutas. Era una persona bastante tranquila, fuimos una pareja muy unida y la verdad es que presentaban a un personaje un poco loco. Pero después comprendimos que era una crítica a que, cuando llegó la democracia, todos estos grupos rebeldes, folclóricos y todo lo cultural, pasó a segundo plano definitivamente. Él presentó proyectos en diferentes instancias y nunca fue escuchado. Ese fue un dolor que se llevó, su deseo de continuar haciendo cultura popular, al alcance de todos y en la segunda parte de la canción dice que lo mató la democracia”, criticó. Redolés complementa brevemente que no podría asegurar las coincidencias o diferencias de su canción con la verdadera vida de Pedro Gaete, por la forma en que fue escrita. “La verdad, no sé qué tanto. No podría decir que está dedicada a Gaete, es más que nada el verso inicial y lo demás tiene que ver con situaciones generales”, considerando que cualquier alcance fue sólo coincidencia. Casualmente había una forma de morir que Redolés no mencionó para Gaete y que fue la que, en definitiva, terminó costándole la vida, a las 18:30 horas del pasado 31 de marzo. Pamela Helguero relata que “por una molestia de una gastroenteritis le pidieron más exámenes y apareció un cáncer que ya estaba demasiado avanzado. No hubo posibilidad de hacer nada, ya había invadido el hígado y el páncreas y él decidió que quería venirse a su casa. Pasó rodeado de sus amigos y compañeros, porque era un hombre muy querido y en enero se hizo un espectáculo en el Teatro Municipal de Ñuñoa, donde dicen que habrían asistido mil personas. Él ya estaba muy mal, lo llevamos en silla de ruedas, porque había perdido toda la musculatura y en tres meses se fue apagando como una luz”.
Redolés agrega que Pedro Gaete hasta el final seguía preocupado de los demás y “era una persona muy íntegra. Yo lo fui a ver cuando ya estaba con el cáncer declarado, ya sin vuelta y él estaba ahí firme. Lo había visto como un año antes. Estaba preocupado por el hijo de un amigo, que era poeta, entonces vino a pedirme que le diera alguna opinión sobre los textos de él”. El adiós a Gaete se realizó el 2 de abril en la Iglesia de la Plaza Ñuñoa, donde cientos de personas se dieron cita y hubo sentidas despedidas ante su féretro –cubierto por las banderas del Mapu y el Partido Socialista- a cargo de los folcloristas Jorge Yáñez, Catalina Rojas y María Eugenia Zúñiga; los dirigentes políticos Óscar Guillermo Garretón y Osvaldo Puccio y su hija Paula Gaete. CONCEJAL DE PUCHUNCAVÍ Su viuda recuerda que -pese a desarrollar toda su vida pública, cultural y política en Santiago- Pedro Gaete nunca se alejó de Puchuncaví, hasta donde viajaba constantemente y contaba con el reconocimiento de los vecinos. Incluso confidenció que uno de los proyectos que más atesoraba y que truncó su sorpresiva muerte fue postularse al Concejo Municipal de esta comuna en las próximas elecciones municipales de octubre. “Hacía más de 30 años que íbamos a Maitencillo, entusiasmados por la idea de hacer algo en el tema medioambiental, que para nosotros ha sido siempre una gran preocupación. Teniendo tan cerca Ventanas, donde se ha usado y abusado del medio ambiente, siempre nos llegaban reclamos de la gente, que los niños estaban enfermos y el aire cada vez más enrarecido. Una de sus grandes motivaciones para aceptar ser candidato a concejal por el Partido Socialista fue trabajar en el tema medioambiental y en vivienda, porque a pesar de que esos balnearios parecieran ser de gente muy pudiente, hay un pueblo detrás de Maitencillo, donde vive la gente que trabaja en las casas de estas personas”, concluyó la viuda de Gaete.
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Viernes 28 de septiembre de 2012
EL OBSERVADOR
Ferretería Arecco: la casa comercial La edificación construida en 1883, ha prestado sus servicios, a través de cuatro generaciones, manteniendo casi incólume toda su estructura y mobiliario con el que partió su labor Por Miguel Núñez Mercado
M
arcela Arecco Concha dice -y lo lamenta- que tiene un vago cono c i m ie nto de la historia familiar. Sin embargo, sabe que “mi bisabuelo Antonio Arecco Rosatti -aunque duda del segundo apellido- es el fundador de la familia en La Calera”. De todas maneras, está segura de que “provenía de un balneario de Génova, llamado Santa Margarita. Por lo que decían, venía desahuciado o a morirse a Chile, cosa de la que dudo, pues hizo luego muchas cosas”. Entre otras, levantó el enorme edificio de la actual Ferretería Arecco, de calle J. J. Pérez, el que desde 1883 ha sido tienda, mercería y, virtualmente, fue el gran abastecedor de la zona. “Si construyó este edificio y generó una empresa, mi bisabuelo no era un hombre desahuciado. No creo que haya traído plata para hacer esta construcción, un lujo de época, y tiene que haber trabajado, por lo menos, unos veinte años antes”, opina.
Las deducciones de Marcela Arecco Concha ubican a su bisabuelo Antonio Arecco Rosatti, llegando a Valparaíso alrededor de 1850, de lo más orondo y saludable. “Por lo que se decía en mi familia, tuvo tres hijos varones, pero me acuerdo de haber ido muchas veces a Limache con mi abuela, la mamá de mi papá y visitábamos a dos tías: la Rosita Arecco, que era hermana de mi abuelo, mamá de Italo Merello y la tía Pola. Buscando en Internet, encontré una María Paulina Arecco Peragallo, nacida en Valparaíso en 1891”. Para Marcela Arecco Concha, “esto determina entonces que la tía Pola o María Paulina era hermana de mi abuelo Manuel Arecco Peragallo. Recuerdo que cuando iba a Limache era un edificio grande con una escala que había que subir y que se parecía mucho a esta casa. En la familia se decía que la Casa Macera de Limache era igual a la nuestra y que algo familiar tenían los Macera con los Arecco. Seguramente, a la casa que iba cuando niña era esta casa-
Una antigua fotografía de la Casa Arecco que da cuenta de su nacimiento en 1883.
local comercial de Limache”. LA CASA ARECCO El edificio de la Casa Arecco, que debe haber sido construido a principios de 1880 era el local comercial en la planta baja con bodegas internas y externas y habitaciones para la familia en el segundo piso, que sujetan enormes vigas de pino oregón. Sin embargo, Marcela Arecco Concha dice que “es extraño que las murallas de las supuestas bodegas hayan estado tapizadas con papeles murales”. “Aún hay huellas de ellos, por lo que deduzco que aquí, detrás del negocio y abajo, también vivió gente. En mi familia se hablaba que hubo empleados que vivieron aquí”, comenta. Es cierto lo que dice. Las gruesas paredes de adobones armados y unidos por una extraña argamasa de barro y largas tiras de una paja que parece producto de un proceso industrial (las casas que más han resistido lo terremotos en la zona tienen adobes con crin de caballo), están cubiertas por un reboque de tierra y tapices de papeles, que, en su tiempo, eran un lujo y que sólo se ocupaban en espacios de residencia. La edificación de mil 800 metros cuadrados construidos, en dos pisos, está sobre un terreno de 2 mil 200 metros cuadrados, que tenía una quinta con árboles frutales. Marcela Arecco explica que “los cimentos son de ladrillos, pegados con una argamasa que parece cemento, que algunos dicen que es cal, pero que ha sido muy resistente. Sobre los cimentos están los adobes, los que soportan el segundo piso que, esencialmente está hecho de maderas y vidrios y que tiene unas veinte habitaciones. Los corredores que llevan a las piezas son enormes y tiene unas hermosas galerías vidriadas, que le dan mucha claridad. Alguna vez, la familia de Jorge Maureira, a quien se le arrendaba el segundo piso, instaló una residencial y un restaurante allí”. No existen los planos con los que se construyó la casa, “pero en algún momento tuvimos que regularizar todo de nuevo y había cambiado poco. Encontramos hartas cosas de la época de la construcción o de cuando partió el local comercial. Hay cuadernos, con sujetadores de bronce, en los que se anotaban los pedidos de las personas, de las haciendas, de las minas”. LOS PAGOS ANUALES En esta bella casona se vendía de todo: desde explosivos (había un polvorín junto a la casa), pasando por salitre, cal, cosas de comer, fierros, vidrios; hasta pijamas, calcetines, cinturones, ropa íntima, vestuario, botones, hilos,
El edificio de calle J. J. Pérez, se mantiene firme, pese a que ha sido testigo de cinco terremotos. corchetes, agujas, blondas, dedales, repuestos textiles, bordados, encajes, flecos, galones, adornos para el cabello (pinzas, pasadores, peinetas), etcétera. “Aquí se abastecían, cada cierto tiempo, las pulperías de las haciendas, las industrias y las minas. Hay unos libros, que todavía usamos -enormes, preciosos- con unos pasadores de bronce, que permitían que se fueran reponiendo las hojas, que aún guardan algunas letras escritas por el abuelo. Allí uno se puede dar cuenta que había gente que pagaba una vez al año. Lo normal era que se pidieran las cosas y se pagaran meses después, cuando se cancelaban los sueldos, se hacían las cosechas o se vendían los metales de los yacimientos”, relata Marcela Arecco. Según señalan los papeles y las fotografías, la parte delantera siempre fue negocio.
Era un lugar de reunión de la gente. Como era difícil viajar en esos tempos, estaban mucho tiempo acá. “Mi abuelo hablaba con los clientes y terminaban siendo amigos. Aparte de vender o comprar, terminaban invitándose a almorzar, a cazar o a pescar. Eran las cosas que le gustaba hacer a los hombres de esa época”, describe. ESTANTERÍA ORIGINAL La dueña del local cree que la estantería del negocio debe ser de los tiempos en que se partió con la actividad comercial. Las baldosas no se han cambiado y sólo tiene un pequeño problema donde antes estuvo, por mucho tiempo, la caja. Los mesones y los cajones están desde la época de su creación. “Alguna vez sacamos los cajones para limpiarlos y nos costó mucho volver a ponerlos en su sitio, pues cada uno
calza sólo en su sitio. Creo que todo el mobiliario es parte de la casa. Como que sustenta algo, como que divide. No tiene sólo el rol que se le ve. Es parte de la casa”, advierte. Marcela Arecco dice que la Ferretería “Deva” de Viña del Mar -que no sabe si aún existe- tiene los mismos muebles, por lo que cree que eran como tradicionales de los grandes negocios de la época. “Pero son únicos, porque están hechos por manos de artesanos y no por máquinas. Antes era aún más lindo, porque en cada cajón ponían una cosa para distinguir lo que había dentro. Se fueron perdiendo con el tiempo, pero se mantienen algunas manillas de bronce, que parece que también son de los años de la edificación del negocio y la casa. Otra cosa que es tradicional es que los empleados duran muchos años”, valora.
EL OBSERVADOR
Reportajes - 31
Viernes 28 de septiembre de 2012
más antigua de La Calera EL ABUELO ARECCO Uno de los hijos del pionero fue Manuel Arecco Peragallo, que en su vida fue un gran personaje calerano. Todas las crónicas que lo recuerdan, lo ubican como el gestor de múltiples acciones pioneras: fundador del Rotary Club, de los Bomberos, gestor de los servicios de salubridad del centro y de grandes obras de adelanto para la ciudad. Su nieta lo recuerda más filialmente: “No hablaba mucho de lo que hacía, pero conocía a todo el mundo. Era una persona querida, muy respetado, amoroso. Era atípico, no era como los descendientes de italianos que conocíamos. Era reposado, de pocas palabras y muy respetuoso. Como abuelo, era especial y discreto. No era empalagoso, de tomarnos en brazos, o de mimos. Recuerdo que a mí me llevaba a un boliche de dulces a media cuadra del negocio y a mi hermano Claudio lo acompañaba a jugar ajedrez”. Manuel Arecco Peragallo era casado con Elena Gardella. “No creo que haya nacido
en La Calera. Parece que era de Valparaíso. Entonces, había una relación muy estrecha con los italianos que habían llegado al puerto. Mi papá siempre hablaba de sus tías y de sus amigos descendientes de italianos y todo lo que hablaba ocurría en Valparaíso”, dice su nieta Marcela. Los hijos de Manuel Arecco Peragallo, fueron Orlando, Jorge y Octavio Arecco Gardella. “Mi padre -dice Marcela Arecco- era el menor de los tres. Se parecía mucho a mi abuelo en lo social. Era muy amigo de todos, de capitán a paje, sin distinción alguna. En todas partes tenía conocidos. Pero de esos conocidos donde podía llegar a comer o salir con ellos. El día de su cumpleaños, que era en invierno, un amigo le mandaba un cajón de erizos. Todavía llega gente, con una trenza de ajos grandes, ‘para los hijos de don Octavio’”. Octavio Arecco Gardella se casó con Adriana Concha. “Del matrimonio, nació Marcela y Claudio”.
El amplio espacio, en el que se atienden los clientes, que pueden revivir otras épocas, con el mismo mobiliario de 1883.
Los trabajadores de la Ferretería Arecco, detrás del más que centenario mesón del local comercial. “Mi tío Jorge fue papá de Aldo; y mi tío Orlando tiene seis hijos. Mi padre se convirtió en papá a los 33 años. Por eso ocurrió esto que veíamos a nuestro abuelo Manuel como muy viejo y, como niños o jóvenes, no nos preocupa-
mos mucho de sus historias y la importancia que tuvieron para la ciudad. Además, mis abuelos paternos se fueron rápido y nosotros estábamos en una edad que no nos importaban mucho ‘las cosas de los viejos’. Es lo que
Los cajones con manillas de bronce, junto a un extintor de la época.
más lamento. No haber estado más alerta a sus cosas”, dice la comerciante. En diferentes documentos, se da cuenta evidente de los cambios nominativos o comerciales que ha tenido la propiedad del local. “Según mi primo Aldo Arecco, la sociedad fue variando con los tiempos. Se llamó Arecco Hermanos; después cambió a Arecco y Compañía; luego, después de la muerte de mi padre, volvió a ser Arecco Hermanos”. Marcela y Claudio Arecco Concha tomaron el negocio hace unos veinte años. Marcela es madre de María Jesús Sanhueza Arecco; y Claudio, de Diego y María Ignacia Arecco García. “Mi papá murió hace unos diez años, por lo que yo alcancé a trabajar con él en el negocio. Teníamos una muy buena relación. Nos bastaba con una mirada para saber qué hacer. Aquí estuvo, por arriendo, la notaría de Moisés Corvalán, y se hicieron algunas modificaciones en algunas partes de
la planta baja del edificio. No fue mucho, la estructura del edificio, en su gran mayoría, está como en su comienzo, hace unos 130 años, pese a que han pasado por ella cinco terremotos”. La conversación es interrumpida, varias veces, por gente que viene a comprar y que saluda a los empleados y a Marcela Arecco. “Es lo que llaman personalización, que se da mucho en La Calera. La gente se distingue uno con otro. Incluso, con los hijos de los que fueron. A veces tenemos que atender a personas que, hace muchos años, compraron alguna cosa aquí, recuerdan su historia, quien se la vendió, y vienen a comprar otra igual. A la gente aún le gusta que la atiendan y la escuchen. Es la fuerza que nos queda a los comerciantes antiguos y locales, ante las grandes cadenas nacionales”, dice Marcela, una de las herederas de la tradición italiana de hacer negocios.
El libro eterno de registros, donde se pueden agregar más páginas.