Especial El Melon 2015

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Años de historias familiares en La Calera

La mítica “Escuela de Obreros”: un hito de Melón

y los Hermanos Maristas en la historia de La Calera

Trabajadores de la Planta La Calera recuerdan aquella época en que integraron la mítica Generación del 71, la última que fue formada por los religiosos de la congregación La historia de Melón S.A. ha estado ligada desde sus inicios al desarrollo de La Calera. En tiempos cuando sus trabajadores compartían sus vidas en la Población Cemento Melón, las iniciativas de la compañía también tuvieron un efecto relevante en la educación de la comuna, con el patrocinio de las escuelas que estaban dentro de este espacio, donde se formaron generaciones de operarios, que llegarían a convertirse, incluso, en jefes de las áreas en las que se formaron. Corría la década de los años 40 y la Congregación de los Hermanos Maristas decidió comenzar su trabajo educativo en la comuna de La Calera, preparando a los niños en educación general y, además, instruyéndolos para acceder a la principal actividad industrial de la ciudad: la producción de cemento. Así fue como se dio forma a la Escuela de Hombres Cemento Melón. Al mismo tiempo, sólo a una plaza de distancia, la Compañía de Santa Teresa de Jesús fundó la Escuela de Mujeres, a la que se le conocería popularmente como “Las Teresianas”. En el caso de la Escuela Cemento Melón (conocida también como la “Escuela de Obreros”), combinaba la entrega de valores de la religión católica, con la preparación de los futuros obreros de la industria más importante de la ciudad y que le daba el nombre al establecimiento. Humberto Gómez Araneda, actual supervisor mecánico de la Planta La Calera de Melón S.A., fue estudiante de una generación especial: la de 1971, recordada porque fue la que vivió el proceso de Reforma Educacional de la Unidad Popular y, además, el último curso que salió de Cuarto Medio del colegio marista calerano, antes de su transformación. “Llegué en 1959, a segundo año básico. Mi papá trabajaba en Cemento Melón. Entré a los siete años. Recuerdo a la mayoría de mis profesores: Deney, Briones, Madrid, Erazo, de distintos años de estudio. La empresa se hacía cargo de toda la implementación del colegio. Cada año se cambiaban los útiles y libros. En enseñanza media o Sexto Humanidades, comenzaba la formación industrial y todos los repuestos y talleres eran proporcionados por la empresa”, recuerda. Es que el objetivo de esta formación académica fue preparar a los hijos de los funcionarios para que pudieran trabajar en la compañía, con lo que -paralelamente-forjaron parte importante de la educación calerana. “Los hijos de los trabajadores podían elegir si seguían lo industrial y, si no, se iban al Instituto Rafael Ariztía o al Colegio Diego Echeverría de Quillota, ya que la empresa, de igual forma, los becaba. Éramos una gran familia. Como empresa siempre se preocuparon de la educación de los hijos y eso llevó a que en la compañía hubiera padres, tíos, abuelos y eso lo hacía mucho más exigente y con mucho más respeto incluso”, rememora Humberto Gómez. Según agrega, “el valor de esta escuela fomentada, por un lado, fue la enseñanza católica, pero, además, inculcar conducta, respeto y puntualidad, que son valores primordiales para trabajar en la empresa”. Jaime Escobar Canales, quien se desempeña como supervisor mecánico en la Planta La Calera de Melón, fue alumno de la -también llamada“Escuela de Obreros”. Igualmente integró la mítica Generación del ‘71. Dice que hubo elementos de la educación marista que marcaron para siempre: “Lo que más a uno le queda de esa enseñanza es la disciplina y los valores firmes que entregaban”. “Eso sí, eran los tiempos de esa disciplina con regla en las manos y castigar mirando hacia el pizarrón. Los valores cristianos eran súper marcados. Todo eso sirvió para llegar acá. Somos muy

pocos los que quedamos de la Escuela de Hombres Cemento Melón y eso es porque hemos logrado hacer la carrera a la que en aquel entonces podías acceder”, comenta Escobar. José Oyanedel Soto es supervisor de Servicios Generales. Él cuenta que “posterior al colegio, el primer El viaje de gira de estudios al sur, que fue posible gracias al enorme paso era realizar directa- eventos artísticos, que convocó a la ciudad, con el famoso humorista mente la práctica profesio- “Bigote Arrocet”. nal que duraba unos nueve meses. Yo era de Máquinas y Herramientas. Íbamos a la maestranza y teníamos contacto con el trabajo en cuestión. Lo bonito de esto es que nos conocíamos todos. Mi padre, por ejemplo, era eléctrico en la planta”.

José Oyanedel, junto a su madre, en la graduación de la mítica Generación del 71’.

UN DÍA DE CLASES Ya en la época de los años 60, el sistema educacional tenía bases comunes para todos los establecimientos. El énfasis en los Banda de Guerra Escuela de Hombres Cemento Melón, en el Desfile del 21 de Mayo, valores cristianos y la for- año 1974. mación industrial específica diferenciaban a la escuela. Humberto Gómez recuerda que “prácticaDentro de las más recordadas están los eventos mente, teníamos clases todo el día. Se entraba a artísticos, donde se convocaba a toda la ciudad, las 9 de la mañana, luego nos íbamos a mediodía en medio de los cuales se trajo a varios artistas y se volvía a las 13, hasta las 16 horas. El miércofamosos. Incluso, algunos de ellos llegaron en su les era Día del Deporte. En Enseñanza Media, el momento más importante, en actividades que fuesistema era de media jornada, hasta las 14 horas ron las primeras de su tipo en la comuna. y, luego, práctica de talleres”. Orgulloso, Humberto Gómez rememora que En este recinto, todos los primeros viernes de “el primer show que se presentó en La Calera fue cada mes se realizaba una misa, donde además gracias a mi curso”. asistían las alumnas de la Escuela Teresiana. A “Con el fin de juntar dinero para la gira de esto se sumaba la tradición de asistir los dominestudio, se trajo por primera vez al humorista Edgos, como “familia Cemento Melón”. Eran tiempos mundo Arrocet Von Lohse, más conocido como en los que, físicamente, el espacio que hoy se en‘Bigote Arrocet’, justo después de su éxito en el cuentra frente a la planta La Calera era diferente, Festival de Viña del Mar, en 1971. Se presentó en pues todo el terreno estaba cerrado, como un gran el Gimnasio Municipal y, con el dinero que reunicondominio. Por ello, los trabajadores compartían mos, nos fuimos de gira de estudio por el sur”. como una gran familia, generando enormes lazos, Oyanedel habla de ese viaje como si hubiedonde la escuela también fue factor fundamental. ra sido ayer: “Fueron 18 días de gira de estudio, “La población contaba con estos dos colegios recorrimos todo el sur. No hubo otra generación y una iglesia. Todos nos criamos siendo los misanterior que lograra ese hito. A este tipo de acmos, tras varias generaciones”, recuerda Gómez, tos se sumaban los Festivales del Cantar, donde quien precisa que, cuando se comenzó con la ursiempre hubo mucho apoyo de los ex alumnos de banización de La Calera, “se abrió la población la escuela”. para conectar las calles”. EL AMOR DE ADOLESCENCIA AÑOS DE FESTIVALES La plaza de la población Cemento Melón era Las tradiciones de la escuela eran varias. más que pasto, juegos y escaños. Fue el espacio

José Oyanedel Soto, supervisor de Servicios Generales en Planta La Calera de Melón S.A.

Jaime Escobar Canales, supervisor mecánico de Planta La Calera.

Humberto Gómez Araneda, supervisor mecánico de Planta La Calera.

que unía la escuela de hombres con la de mujeres y aquel donde se cruzaron miradas entre jóvenes que, con el tiempo, se convirtieron en pololos o esposos. Funcionaba así: cuando el amor llegaba, chicas y chicos se levantaban más temprano de lo acostumbrado, porque debían juntarse antes de entrar al colegio a “pololear”: claro que sólo por un rato, porque -según cuentan estos ex alumnos- “había que llegar a la plaza antes que las monjitas Teresianas se dieran cuenta”. “Eran muy estrictas, más que los de Escuela de Obreros. También podíamos compartir cuando jugábamos al fútbol, porque nos podían ir a ver”, cuenta Oyanedel, reconociendo que ese era el momento de lucirse. Quizás esa competencia entre “galanes”, fue la que hizo que esta escuela no sólo formara obreros, sino también talentosos jugadores de fútbol. Entre nombres y apodos, recuerdan a Abel González, “El Maturana”, que jugaba de siete; “Manolete”, que jugaba de 9; “El Fatiga”, de nueve o diez. “Él era buenísimo”, dice Jaime Escobar, quien además suma como crack al “Flaco García”. “Todos ellos jugaron en el equipo que en aquel entonces se llamaba Fosfatos Calera (predecesor de Unión La Calera), en el estadio antiguo, que estaba detrás de la Planta de Cemento Melón. Luego ésta fue trasladada al fondo de la población”, cuenta el ex alumno. (Más detalles en página 4) EL FIN DE UNA TRADICIÓN No recuerdan muy bien el porqué, pero estos trabajadores de Melón S.A. sienten que haber integrado la última generación de la Escuela Cemento Melón los pone en un hito histórico de La Calera. “Sin desmerecer la que vivo hoy, la escuela fue la mejor época de mi vida, sobre todo mi Enseñanza Media. Lo único que queríamos era pasar a Sexto Humanidades para comenzar con los talleres y la formación industrial”, dice Oyanadel. En medio de un contexto histórico diferente al de los orígenes, en 1971 se tomó la decisión de cerrar la Escuela Cemento Melón. Los Hermanos Maristas se retiraron de La Calera y el establecimiento quedó a disposición del sistema de educación estatal, cambiando su nombre a San José, tal como se le conoce hoy. “Las motivaciones no las sé, pero ese año se terminó el contrato con los Hermanos Maristas en La Calera. Una parte la tomó la Escuela Industrial de La Calera, se llevaron todos los archivos que implicaba lo industrial”, comenta José Oyanedel. Así fue como los tornos, la madera, los instrumentos eléctricos, volvieron a la Planta de la -entonces- Cemento Melón y la “Escuela de Obreros” se inscribió en la historia de La Calera como una de las instituciones más importantes en la construcción de comunidad.


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