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Número

Mi buena Noticia EL OBSERVADOR

Viernes 4 de diciembre de 2015

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EL OBSERVADOR Fondo de Fomento a los Medios de Comunicación Secretaría General de Gobierno Región de Valparaíso

“Tengo 60 años y hoy me gradúo de cuarto medio”

Desde Quebrada Alvarado, Marina Inés Ahumada Toledo decidió vivir cinco años en una pieza en Limache, para sacar los estudios de su hijo. Ahí se dio cuenta que podía terminar en tres años desde sexto básico en adelante. Y lo logró.

LI MA CHE

Marina Inés Ahumada Toledo lee todas las semanas “El Observador”. Por eso cuando vio que existía un espacio para contar buenas noticias personales, no lo dudó y tomó el teléfono de la casa donde vive, marcó el número que aparecía en la portadilla del suplemento y dijo: “Yo quiero contar mi buena noticia: el 29 de agosto cumplí 60 años y el viernes (hoy) me gradúo de cuarto medio”. Así partió un relato extraordinario de esfuerzo y compromiso con su familia. Ella nació, se crió, se casó y formó a sus cuatro hijos, Danilo (40), Karina (36), Claudia (32), Daniel (23), en el sector de La Vega, en Quebrada Alvarado, comuna de Olmué. Como solía pasar a muchas personas en el campo, llegó

sólo hasta quinto básico y, de ahí, se dedicó a trabajar y, luego, a proteger a su familia. Hace cinco años, su hijo menor decidió que quería estudiar en un colegio técnico profesional. Su destino sería el Liceo Tecnológico de Villa Alemana, pero salir desde La Vega hacia allá, todos los días, y llegar temprano, era imposible. “Me fui a Limache. Como el lugar donde vivo queda muy lejos, a más de una hora en micro, desde que uno se sube (porque hay que esperarla más de media hora), decidí irme a una pieza, con él, para que estuviera más cerca de Villa Alemana”, relata Marina. Ella acompañó cada paso de su hijo y, para financiar el lugar que arrendaban, empezó a vender hierbas medicinales. De ahí, buscó trabajo como asesora del hogar: “Estuve dos años y medio con una patrona y un año con otra. Ahora trabajo en el restaurante de comida naturista, Huerto El Canelo”. A su hijo le fue tan bien, que, cuando hizo la práctica, lo dejaron contratado. Estuvo dos años ahí y, luego, lo llamaron desde una contratista de Codelco Ventanas. Ya no podía quedarse toda la semana en la pieza de Limache y todo cambió. “Me empecé a sentir muy sola. Me decidí a terminar el colegio. Fui al Liceo de Limache y no había posibilidad. De ahí, fui al Liceo Latinoamricano, en San Francisco de Limache. Pasó algo muy simpático, porque me preguntaron para quién

quería los estudios. Cuando les dije que para mí, me matricularon al tiro y dijeron: ‘Entre a clases inmediatamente”. Les conté que no traía cuadernos y me mandaron a la librería de esquina. Fui a comprar lápiz, cuaderno y entré a estudiar”. Eso fue en el año 2013, cuando hizo séptimo y octavo, juntos y se licenció de Educación Básica. Primer logro cumplido. Luego, hizo primero y segundo medio; y tercer y cuarto año. Hoy viernes 4 recibirá su premio final: la licenciatura que muestra que tiene la Enseñanza Media cumplida. “Me costó mucho, pero nunca me rendí. Tuve buenos profesores y tocaron muy buenos compañeros. Lo malo es que no me alcancé a inscribir a la PSU, porque no tuve las noticias a tiempo. Pero nunca es tarde. Para el año próximo la doy”, dice riendo. Reconoce que Cuarto Medio fue el grado más difícil. Se cabeceaba con Matemáticas; pero en Ciencias Naturales se lucía, sacando promedio 6,8. “Tenía sólo un compañero mayor. Los demás eran todos pura juventud. Yo creí que mis hijos se iban a enojar, por estudiar de noche. Pero todos están contentos. Tengo siete nietos y siempre llegaban a revisarme los cuadernos. Hasta hora el último día. Como que mis nietos eran mis apoderados. Estaban pendientes de mis exámenes”, cuenta, riéndose. A todos les di la buena noticia el viernes 13 de noviem-

bre, cuando me dijeron que ya había pasado todos los cursos y podía egresar de cuarto medio. Terminar el colegio también le trajo otras cosas buenas. Ganó una amiga leal, su compañera Cathy Ramos, a quien hoy llama su “hija adoptiva”. “Cuando yo me enfermaba, me llevaba los cuadernos. Ella trabaja y tiene un hijo, también, y aún así me apoyó”, dice. “Siempre me encomendé a dos hermanos que fallecieron, Bernabé y Ema. Éramos doce hermanos. Estoy segura que me ayudaron”, comenta, justo antes de explicar de por qué quiso contar s historia. “Lo hago para la juventud. Vi entrar a tantos niños a esa sala, con ganas enormes, que querían sacar su educación, pero no eran capaces. El alcohol y la droga se les ganaban. Yo les decía: ‘Luchen, miren mis canas, ustedes pueden más que yo’. Siento que estoy dando ejemplo a mis hijos y nietos, porque siempre que uno quiere, puede”. Así es como la rutina de trabajar de lunes a viernes, de 8 a 16 horas, llegar a la pieza a estudiar, el viernes volver a Quebrada Alvarado, el lunes tomar el bolso y volver a Limache, dio sus frutos. “Ya cumplí mi meta. Pronto dejaré de trabajar, para jubilarme y radicarme de vuelta en el lugar donde nací”, dice Marina, orgullosa de su logro.


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