“Nos vinimos desde Santiago hasta Olmué y nuestra vida cambió”
Silvia Campaña Flores convenció a su hermana Valeria para dejar la ajetreada vida capitalina y apostar a un futuro tranquilo y más acogedor en la comuna huasa
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Flores se considearriesgada, aunque cosas que hace las piensas varias veces, asegurándose de no estar “haciendo el loco”. Y como buena hermana mayor, convenció a su hermana Valeria para dejar su “aburrido” trabajo en una compañía de cable y aprovechar, junto a ella, la casa en Olmué que hace años no utilizaban y que arrendaban durante los veranos a personas desconocidas o amigos de amigos y venirse a vivir a la comuna huasa, disfrutando todos los días de sus bondades. “La gente va a creer que estamos locas, pero hemos sido súper ahorrativas desde que
vivimos juntas. Somos organizadas y austeras”, explica Silvia, queriendo dejar en claro que se trata de un sacrificio para mejorar sus vidas y no de una decisión sin pensar. Silvia y Valeria casi nunca se han separado. Más allá de ser hermanas, son las mejores amigas. Ninguna se ha casado ni pretenden hacerlo y, antes de dejar el departamento que compartían en pleno centro de Santiago, vivieron junto a su madre, hasta que ella falleció. “Fue muy difícil cuando murió nuestra madre. Eso pasó hace tres años. Tenemos un hermano menor, pero él ya hizo su vida. En el departamento no nos faltaba nada, pero Santiago se ha puesto muy malo y pasábamos un poco tristes”, explica Silvia, señalando que la idea venía rondando en su cabeza antes que su mamá partiera. La idea de vivir en Olmué siempre estuvo presente en la cabeza de Silvia, cuenta que esa casa es de su familia paterna hace muchos años y que su hermano no tuvo ningún problema en que ellas la utilizaran y se quedaran viviendo allí. “Yo le dije a la Vale que, con los ahorros, podríamos comenzar un emprendimiento. La casa es súper grande, en el paradero 25. Queremos vender cosas para comer, pero eso es una sorpresa que estamos preparando, para comenzar a mediados de enero”, cuenta con alegría y ansiedad. Cuando Silvia contó a su hermana esta idea, notó poca sintonía, pero con el paso de las semanas y viendo que no tenían nada que perder, renunció a su trabajo y partieron juntas, entendiendo que solo podrían estar un par de meses arreglando las cosas para comenzar a trabajar nuevamente. Por esta razón, un nuevo emprendimiento viene a darles más fuerzas para continuar. “Yo trabajo desde la casa, porque soy diseñadora y a veces me llegan pegas. Ella no, así que vamos a juntarnos para empezar un negocio. Además, en Olmué se puede vivir tranquilo, no pasa nada malo y estamos súper contentas con el cambio”, cierra Silvia.
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“La Iglesia me ha dado un espacio para ayudar a las personas” Desde que llegó a vivir a La Calera, María Elena Ramos ha dispuesto su tiempo en servir a los demás de forma voluntaria más de cincuenta años LA Hace que María Elena Ramos RaCALE mos llegó a La Calera. Cuenta se vino desde San BerRA que nardo, Región Metropolitana.
“Me quedé en Papudo varios meses más de lo planeado” Jordan Jenkins Engel es oriundo de Estados Unidos, pero llegó a Chile a hacer una investigación en Derechos Humanos y decidió quedarse en Papudo. Ya lleva cinco meses instalado en el balneario A veces sucede con algunas personas, que mientras estudian aprovechan de viajar y hacer cosas diferentes. Un poco de aquello tiene la buena noticia que contamos a continuación, porque se trata de un joven que llegó a Santiago por una pasantía, conoció Papudo un fin de semana y decidió que podía quedarse un poco más de tiempo, algo que lo tiene muy contento y disfrutando de la energía del lugar. Jordan Jenkins Engeal se crió en la ciudad de New Jersey, en Estados Unidos, cerca de Nueva York, aunque reconoce y le gusta aclarar que tiene raíces hebreas y que su ritmo de vida es completamente diferente al que suelen asociar “con los gringos”. Cuenta que siempre le interesó todo lo relacionado con la protección de los Derechos humanos. Por esta razón, estudió Ciencias Políticas en California State University, desde donde pudo gestionar una pasantía de investigación en Chile. “Yo solo vine por cinco meses y ya llevo casi un año. Sé que debo volver y no puedo quedarme por el momento, pero estoy muy contento de haber conocido este lugar. Papudo es muy tranquilizador, vive muy poca gente y la mayoría se conoce”, explica de una manera alegre.
PA PU DO
Adultos mayores aprendieron cómo acceder a apoyos sociales
Jordán llegó a Chile junto a otros dos compañeros de universidad que también vinieron a estudiar, pero ellos se volvieron en el plazo establecido y él se quedó, aprovechando las diversas amistades que hizo en Santiago. Gracias a eso conoció Papudo. “Yo vine un fin de semana a un hostal bien sencillo, que es más bien una casa. Aquí nos instalamos cuatro amigos. Yo llegué a un acuerdo con la dueña y aquí estoy, súper contento, aprovechando de avanzar en mi proyecto de investigación, por lo que voy a Santiago una vez cada dos semanas”, relata Jordan, agregando que este lugar le recuerda su infancia, por eso le gusta. La rutina de Jordan en Papudo es muy tranquila, pasa la mayor parte del tiempo redactando y comunicándose a través de su computador, desde allí mantiene el contacto con su familia y amigos de Estados Unidos, quienes están contentos por él y su desarrollo personal. “Soy una persona tranquila y siento que encontré un buen lugar. Santiago también es bonito, pero no es una ciudad para mí. Aquí siento que me puedo inspirar y trabajar tranquilo, es algo que necesitaba en mi vida”, concluye feliz, anunciando que en abril se devuelve a sus tierras. El martes 22 de diciembre en la Casa del Adulto Mayor de la Municipalidad de Quillota, junto al Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), realizaron la ceremonia de cierre del Programa Vínculos, que entrega herramientas a personas mayores en situación de vulnerabilidad social, para que logren vincularse con la red de apoyo social de su comuna y con sus propios pares. El programa benefició a los Adultos Mayores de la comuna, quienes participaron de diversos talleres y cursos, donde adquirieron conocimientos para
“Llegué con un niño de dos años y aquí tuve cuatro hijas más, imagínese el tiempo. Ya están todos grandes y casados”, dice. Desde que llegó se instaló a vivir en una calle cercana a la estación de Bomberos, comenzó su labor social y participativa con la comunidad calerana. Recuerda -entre risas- que era muy joven cuando se instaló en la ciudad, pero que inmediatamente se convirtió en la secretaria de su junta de vecinos. “Eran puros hombres y yo me quedaba hasta pasadas las once de la noche trabajando en la reuniones. Imagínese que yo era la única mujer. Mi esposo trabajaba en Ferrocarriles y muchas veces se demoraba en volver y tenía tiempo, pero siempre con mis chiquillas”, explica. Relata que en La Calera nacieron cuatro mujeres, que actualmente la visitan todas las semanas, a pesar de que trabajan y viven en otros lugares. Desde entonces, asumió que debía involucrase activamente y participar de forma voluntaria ayudando a otros sin pedir cosas a cambio. Fue así como se integró a la Parroquia Santo Nombre de Jesús cuando estaba al mando de Hermanos Holandeses, luego trabajó por 23 años con el Padre Pedro hasta su partida y, actualmente, sigue allí, como Sacristán. “Yo me preocupo que esté todo ordenado, veo el color que deben utilizar los curas en sus trajes y hago que brillen los implementos del altar. Vengo todos los días a la parroquia y el domingo es el día más largo. Me gusta todo lo relacionado con el servicio al prójimo, en la casa estaría aburrida”, comenta. Si bien, la vida de María Elena ha estado muy arraigada a la iglesia, también fue parte de otras organizaciones que le permitieron un lazo importante con la comunidad. Como lo fue su participación en la Cruz Roja, aprendiendo a realizar servicios bá-
vincularse con la red de apoyo social de su comuna y con sus pares. A la ceremonia asistió el alcalde de Quillota, Luis Mella; la concejala María Baeza; y el director de Dideco Juan
sicos de atención a pacientes o su trabajo como educadora de niñas con problemas conductuales en el Hogar de Cristo. “Siempre me ha gustado la labor social y conocí a gente muy buena y allegada a la iglesia. A mí me conoce todo Calera y por intermedio de la parroquia nos seguimos viendo. Para mí esto es positivo y una buena noticia”, dice. María Elena recuerda que una vez iba caminando por la calle en compañía de una amiga cuando esta le dice dijo “tú conoces a toda La Calera”, debido a la gran cantidad de gente que saluda. “Como ahora solo me dedico a la parroquia, la gente que viene a poner las intenciones de misa me saluda y me dan las gracias por haberle tomado la presión o ayudado en alguna oportunidad. La gente me recuerda con mucho cariño y es muy bonito, yo no siempre me acuerdo de todas las caras, pero recibo con mucha alegría sus saludos y reconocimientos”, finaliza María Elena, más conocida por las personas como “La tía Nena”.
Rodríguez, destacando la importancia de este tipo de programa, que va en directo beneficios de los adultos mayores, en la ceremonia se certificó a los adultos mayores por su participación en el programa.
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“Me gané un proyecto Fosis y ahora tengo un taller de costura en mi casa” Desde muy joven Emma Bustamante confecciona ropa, pero problemas de salud la había tenido alejada del rubro. Hoy se siente feliz porque está mejor y pudo comprase una maquina bordadora Bustamante CasLA Ema tillo es una mujer afaCALE ble y cálida. Se nota al y en acepRA conversar tar las cosas como son
dadas, porque a pesar de los problemas de salud que la han aquejado este último tiempo, aún queda en ella ese espíritu que la anima a seguir y buscar nuevas oportunidades para seguir haciendo una de las cosas que más le gusta: corte y confección de ropa. Ema nació en Longotoma, La Ligua, pero su vida trascurre en La Calera desde los dos años de edad, por lo que todo lo que ha construido se encuentra allí. Se casó increíblemente (aunque
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años atrás eso no era poco común) a los 14 años y tuvo tres hijos, quienes son su alegría y orgullo. “Me casé joven y estando casada estudié moda, para poder trabajar desde la casa, en ese tiempo era muy común hacerlo, la gente mandaba a hacer cosas. Gracias a mi trabajo mis tres hijos son profesionales, porque a pesar de estar casada, el mayor porcentaje para educar a mis niños lo puse yo”, explica con orgullo, agregando que a los tres actualmente les va muy bien. En sus tiempos de juventud también trabajó en una fábrica y viajó a Santiago a hacer-
lo. Pero su casa fue el lugar en donde estuvo la mayor parte del tiempo confeccionando y fue esa misma labor que finalmente le acareó problemas de salud que la alejaron del oficio. “Trabajé mucho y mi salud se fue quebrantando debido a la posición del trabajo. Comencé con problemas a la columna. Ya me han operado cuatro veces. El corazón también me falló, pero ahora estoy mejor y regresé a confeccionar hace un par de meses, eso me tiene contenta”, señala. Pero, a pesar de los problemas en su salud, se mantuvo haciendo pequeñas cosas que le permitían otras posiciones, descansando la espalda y de las tensiones. Hasta que comenzó, luego de mucho tiempo, a sentirse mejor y a retomar un poco lo que tanto le gusta. Para lograrlo y afirmándose
de su fe en Dios y en la iglesia católica, comenzó a confeccionar los trajes que utilizan los religiosos en misa, algo que ya había estado acostumbrada a hacer y que hoy la tiene más contenta que nunca. “Mi cuñada es religiosa y empecé a confeccionar sus hábitos y a hacer
Renunciar al espacio personal en vacaciones es agotador, Disfruta de así que deja espacios de momentos tranquilos soledad que te permitan en casa, aprovechando leer un libro o para cocinar recetas ver la televisión especiales, escuchar Reemplaza la música o tumbarte pereza por montar en el sof en bicicleta, pasear Colecciona o practicar natación, momentos porque reportan felices y no autoestima “selfies”.
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cosas pequeñas. Hace muchos tiempo atrás, cuando los curas usaban sotanas negras, yo confeccioné muchas, eso es sastrería”, explica. Ya había comenzado a confeccionar la indumentaria religiosa cuando decidió presentar un proyecto al fondo concursable de Fosis. Su idea era lograr comprar una bordadora, porque no contaba con los implementos para hacerlo y, una vez terminado el traje, debía enviar a bordar a otro lugar. “Me gané el proyecto y ahora bordo los pequeños símbolos que van en las distintas telas. El taller lo tengo en mi casa y confecciono muchas cosas”, explica. Ema cuenta que se siente muy contenta y que todo lo que hace lo hace con delicadeza. “Estoy feliz, porque ahora me están pidiendo manteles”, finaliza.
“Yo no tengo estudios, pero vendiendo logré que mis hijos terminaran su educación media” Iris Campo Miranda tiene cinco hijos. El menor acaba de pasar a sexto básico y con un segundo lugar en su curso Castillo Solar QUI Teresita tiene 75 años y cuenLLO ta que vive entre dos Su casa naTA ciudades. tal está ubicada en Ar-
tificio, La Calera. La describe como su guarida, una llena de recuerdos bonitos. De todas formas y a pesar del arraigo que tiene con su ciudad natal, en ciertas ocasiones los recuerdos las entristecen y prefiere viajar a Viña del Mar, donde vive su única hermana. “Nunca tuve hijos, aunque estuve casada por más 30 años. Las cosas no se dieron, eran otros tiempos y los avances que hoy existen no estaban en aquella época.”, explica. Teresita se crió en La Calera, junto a su madre, Rebeca. Comenta que las dos construyeron un mundo en el cual se defendieron y aprendieron a
salir adelante solas. Sentada sobre un sillón, serena, asegura que tuvo una vida sacrificada, que solo vio a su padre dos veces y que, a los
diez años, ya andaba trabajando en las ferias libres junto a su mamá y hermana. “Yo creo que por eso me casé tan re joven. A los 18 ya andaba matrimoniada. Pero estaba bien enamorada, eso sí. Mi mamita partió unos 10 años después. Mi hermana es tres años menor. Siempre nos llevamos bien”, recuerda con
alegría, pero con algo de nostalgia. Teresita perdió hace tantos años a su marido, que el paso de los años no le permiten regresar a su memoria la fecha exacta en se fue de su lado. Pero señala que fue un accidente laboral y prefiere no rememorarlo. Desde ese entonces, su vida dio un vuelco y vivió sola en La Calera, saliendo muy poco y viviendo por años una depresión que la tuvo al cuidado de su hermana, hasta que decidió que debía hacer algo por su vida. Fue así como comenzó a tejer bufandas, que vendía en el hogar donde su hermana comenzó a vivir, en el sector de Santa Julia, en Viña del Mar. “Tejí por hartos años hasta que las manos no me dieron más. Pero lo que cuento ahora, como algo bonito y positivo, es que descubrí el mundo de las mandalas. ¡Me hace tan bien! Puedo hacerlas sin que las manos me duelan”, recalca.
Teresita llegó a las mandalas gracias a Flor -“Florcita”, como a ella le gusta decirle-. Esa una amiga de su hermana, que también vive en el hogar. “Comencé hace dos meses, pintando unos cuadernos que tienen esas figuras. Me dijeron que eran representaciones, que me servirían, a través del color y formas, con mis tristezas. Ya estoy vieja y acumulo recuerdos”, reconoce. A Teresita le gustó pintar las mandalas y, con la ayuda de “Florcita”, consiguió que este pasatiempo se convirtiera en un momento de sanación para su vida, porque se concentra y deja “ir los pensamientos negativos”. “Ha sido una bonita experiencia. Ando con mis cuadernos por La Calera y en el hogar. Me relajo. Ahora estoy aprendiendo a hacer mandalas con lana, pero aún no termino la que empecé primero. No es tan difícil, pero prefiero pintar. Me siento contenta de poder hacerlo”, finalizó.
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“Dejé la depresión después de jornadas de reflexión que me cambiaron la vida” Francisca Arellano Mondaca se inscribió junto a sus padres, en un taller para de meditación y relajación. Desde entonces siente que se sacó de encima todas las malas vibras Arellano Mondaca (33) dice que LI QUI Francisca nunca imaginó que un día iba estar paMA LLO seando entre árboles frutales y buscando silenciosos en los alrededores de CHE TA espacios una gran casona en Limache. Y es que
esta profesora de Educación Física y quillotana por convicción, nunca le interesaron esos asuntos, porque -y según ella misma señala- “yo andaba metida en otras cosas, siempre he sido súper deportista, entonces, yo me la pasaba entrenando, moviéndome de un lado a otro”. Pero las cosas en su vida comenzaron a cambiar cuando quedó sin trabajo, porque los meses cesantes se sumaron uno tras otro, llegando a los dos años y su ánimo decayó y padeció una depresión. “Yo ahora me lo tomo con humor, siempre digo: ‘Mira que divertido, cuando has visto una profesora de educación física deprimida’. Aprendí a reírme de mi misma y eso me tiene bien, es un cambió de actitud el que se necesita”, explica. Cuando le diagnostican depresión, pasaba encerrada en la pieza en la casa de sus padres y asegura que hubo un momento en el que “tiró la tolla” y no buscó más trabajo. Sintió que, desde ahí, todo se venía abajo. A Francisca no le gusta dar muchos detalles, pero confiesa que estuvo casi un año muy mal y que espera servir como un testimonio positivo ante la adversidad. “A veces uno se deprime y no se puede salir. Yo probé con muchos especialistas, pastillas, tratamientos alternativos, incluso la terapia con imanes me hice. Hasta que comencé a ir a unas jornadas de reflexión en Limache. Ahí me cambió la vida, tiré para arriba, como se dice”, cuenta. Los padres de Francisca la incentivaron a participar en estas jornadas, apelando a la gran ayuda que significa la meditación. En ocasiones pueden durar un día o una semana, dependiendo de la experiencia que quiera vivir en el lugar.
“Las jornadas se realizan durante todo el año. Yo llevo participando cinco meses y cada vez que voy llego renovada. Allá te hacen una limpieza energética y los instructores te van guiando con ejercicios, es mejor que cualquier otra cosa que haya experimentado para estar mejor. Algo que me ayudo fue viajar, pero eso es más difícil”, confiesa Francisca. Francisca recomienda completamente participar en jornadas de este tipo, aunque cuenta que difícil explicar mucho la experiencia, porque es algo muy personal y confluye que “todo en la vida depende de nuestra voluntad”.
Mi buena Noticia Ciclo de publicaciones cofinanciado por el Fondo de Fomento a los Medios de Comunicación Del Ministerio Secretaría General de Gobierno Región de Valparaíso
“Lo mejor es poder enseñar manualidades en la calle” Eduardo Ferrada Chávez lleva más de cuarenta años bordando con lana diversos cuadros en varias zonas del país. Asegura que se siente contento en La Calera, porque las personas se interesan por su oficio es una buena noticia que, por ahora, trascuLA Ésta rre en La Calera y muchos de sus habitantes han experimentar de que se trata. Esta histoCALE podido ria tiene como protagonista a Eduardo Ferrada RA Chávez (67) quien llegó desde el Sur de nuestro
país, para instalarse en las veredas del centro de la ciudad y hacer ante la mirada curiosa de los transeúntes, cuadros bordados con lana. Esta buena noticia es diferente porque Eduardo no es oriundo de La Calera, pero asegura “soy de todas partes, hace mucho años que había dejado de visitar esta ciudad, pero me gusta, por eso aún no me voy”, explica mientras va armando en un cuadro de tela de arpillera, un bordado del Ratón Mikey. Eduardo se instala todos los días desde la nueve de la mañana en el centro y se retira alrededor de las ocho de la tarde. El espacio que utiliza es reducido, pero cuenta con
todas las comodidades para poder bordar y enseñarle de forma gratis y con amabilidad a los interesados en aprender. Se prepara extendiendo una especie de cubículo que cuenta con muestras de su trabajo y se sienta a hacer lo suyo. En tranquilidad se pone a bordar y de apoco comienza a llegar la gente con exclamaciones como “qué bonito su trabajo” o “yo nunca he podido aprender, me cuesta tanto”. Entonces Eduardo comienza a enseñar y deja que las personas borden mientras él las guía. “La finalidad de esto es que la gente aprende a hacer manualidades. Aquí en La Calera ha tenido aceptación, por eso me he mantenido aquí. Me gusta esta ciudad, el ambiente es muy agradable, me he topado con gente muy buena y es un sector muy tranquilo”, señala, mientras cuenta que no es un trabajo comercialmente rentable, pero le permite conocer a diversas personas y eso es lo que más lo mantiene contento. Desde que Eduardo conoció esta técnica, decidió que iría por todos lados mostrando como se hace, porque siente que aprender alguna manualidad es importante. “Lo mejor es poder enséñale a la gente de La Calera manualidades en la calle”, explica. Cuando llegó a mis manos este material hace más de cuarenta años atrás, vi la oportunidad de desarrollar una actividad que me permite recorrer y conocer a muchas personas, es algo que agradezco todos los días”, expresa Eduardo, asegurando que cuesta incentivar a otros cuando no se trata de un oficio para generar dinero. “Hasta el momento estoy solo instalado, porque la gente no le gusta mucho, porque no es tan comercial. Yo ocupo lana de distinto calidades y genero de arpillera, así logro hacer alfombras, bajada de cama y cojines”, relata. Este hombre, que ha dedicado gran parte de su vida a bordar, cuenta que su rutina, que es también parte de su buena noticia, es instalarse y esperar que los caleranos se entusiasme con lo que hace. Un trabajo manual que lo puede llevar a ocupar 25 días terminando un cuadro, algo que le gusta y conecta con la comunidad.
Director Roberto Silva Binvignat Editor y Coordinador Proyecto Claudio Espejo Bórquez Periodista y Fotógrafa Carolina Torres Muñoz Diseño y Diagramación Pamela Pérez Rojas Administración Catherine Suzarte Contacto: buenanoticia@observador.cl