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- Edición Especial de Aniversario
EL OBSERVADOR
Viernes 11 de octubre de 2013
Editorial Museos vivientes de la historia
Los negocios retratan la vida de
redado estos legados.
mallas capturando la neblina que
extraen y conservan las historias de
guardar y pertenecer a la historia,
la cultura local, de los personajes,
su aporte íntimo es permitir el cre-
de su gente.
cimiento de quienes en algún mo-
No hay parlamentarios, ni alcal-
mento, de brillantez, apuro, urgen-
des ni concejales que retengan tan-
cia o placer, decidieron, al igual que
ta historia como un negocio de pue-
pioneros en nuevas tierras, sentar
blo. Ni siquiera un municipio es tan
las bases de sus desafíos para bus-
testimonial como el local del barrio
car mejores expectativas de vida.
o de la plaza.
Ninguna autoridad dura en un
poniéndose en medio de una econo-
cargo el tiempo que extiende su
mía hoy perversa para los peque-
existencia un boliche, un bazar,
ños capitales. Pues si las grandes
una tienda, una ferretería o un res-
cadenas o tiendas ofrecen pomposi-
taurant, hasta donde la gente acu-
dad, brillos y luces, estos negocios,
de durante décadas y entrega, como
los escogidos para forjar este su-
aporte involuntario, sus relatos.
plemento aniversario, tienen en su
Es en los mesones, vitrinas y
bandera de lucha un escudo que los
murallas de estos locales, donde ca-
grandes grupos financieros están
da palabra se va impregnando y va
lejos de alcanzar: la atención perso-
formando una línea del tiempo que
nalizada.
de vez en cuando cobra vida. Pero
lo más relevante, queda conserva-
gocio no es visitado por un clien-
do como fósil en la memoria de sus
te más con un número de tarjeta de
dueños o dependientes.
crédito, sino por seres con vida pro-
Así se conservan las historias
pia, y distintos unos de otros.
pequeñas y las grandes hazañas,
que mágicamente resucitan en los
servan y reviven las historias de
labios de quienes por décadas han
nuestra idiosincrasia.
Empresa PERIODÍSTICA EL OBSERVADOR Director:
Roberto Silva Binvignat Fundador y Presidente del Directorio:
Roberto Silva Bijit
Y si su contribución integral es
Es así como han perdurado, im-
Es que en estricto rigor, cada ne-
Y es aquí donde nacen, se con-
“La Verdad más que un valor es una actitud ante la vida”. Roberto Silva Bijit
Quillota
La Calera
Limache
La Ligua
San Felipe
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atendido tras los mesones o han he-
nuestros pueblos. Son especies de
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En el Almacén Farmacéutico Petorca curan los dolores del cuerpo y del alma Es el expendio de medicamentos más antiguo de la comuna y es administrado por sus propios fundadores
Por Gabriel Abarca Armijo
Corría el año 1970 y la única farmacia de Petorca administrada por la señora Clara Acuña iba a ser cerrada, ya que esta destacada vecina que por años había otorgado los medicamentos que la comunidad requería, se iba a retirar del negocio, desmotivada por los largos años de trabajo y también porque el hospital empezó a distribuir fármacos. Esto provocó que los remedios hasta se perdieran debido a la gran cantidad que había, lo que por cierto, hacía que administrar una farmacia se transformara en una empresa poco rentable. Pero con el paso de los años, los medicamentos dejaron de ser entregdos gratuitamente, y al no haber un lugar que los expendiera a la comunidad, mucha gente tenía que viajar a Cabildo e incluso a La Ligua con el fin de encontrar lo que necesitaba para aliviar sus dolores. En este apartado, es válido considerar que en aquellos años el transporte no era tan expedito como hoy -tanto en frecuencia de viajes como en horarios de salida-, y se debe sumar que en ese tiempo sí llovía, y por ende, el río se desbordaba dejando aislados y se-
parados a los habitantes de Petorca con el resto de la provincia. “Al no haber más medicamentos en el hospital, se nos ocurrió tener una farmacia, lo que fue apoyado por los médicos que conocíamos. Mi marido tenía una carnicería pero el negocio era malo, y al tener una familia que alimentar necesitábamos recursos para darles estudios. De esta forma, hicimos los trámites para formar un almacén farmacéutico”, explicó Eugenia Aballay Gallardo, fundadora de Almacén Farmacéutico Petorca, el negocio en su tipo más antiguo de la comuna. La diferencia entre un almacén y una farmacia, radica en que el primer negocio requiere de un auxiliar o práctico de farmacia, mientras en una farmacia se necesita de un químico farmacéutico. En ese entonces, Eugenia trabajaba como técnico paramédico en el Hospital de Petorca, mientras su esposo José Silva Lucero hacia lo propio en la bodega del hospital. “Fueron los médicos los que nos dieron el impulso para tener este negocio, especialmente el doctor Manuel Castro, quien trabaja en Quillota. Y luego de hacer
Eugenia Aballay y José Silva son un matrimonio petorquino que por más de 30 años han atendido fielmente a su clientela que busca un medicamento como también una palabra de aliento en su almacén farmacéutico.
todos los trámites correspondientes con el Servicio de Salud, en 1978 nos constituimos como un botiquín de venta de fármacos, para en 1985 ser almacén farmacéutico. Esto surgió como una necesidad de aportar con nuestra comunidad, ya que no habían remedios en el hospital y las otras farmacias estaban muy lejos”, manifestó José Silva, quien agregó que además de comprar fármacos, la gente acude a su local para contar sus penas. Es que de acuerdo a sus palabras, asiste más gente a expresar sus problemas y desahogarse que a comprar remedios, situación que este matrimonio aprovecha pa-
ra responder a las inquietudes de sus clientes y sobre todo, poner un oído atento. Es que muchas veces el dolor del corazón no se sana con un Carvedilol, Bisopro-
lol o Metoprolol, sino con un gesto amable y una palabra de aliento oportuna. Este cariño y gentileza, les ha permitido ganarse el afecto de su clientela, quienes prefieren este lugar porque encuentran una mano amiga dispuesta a ayudar. CRECIMIENTO DEL NEGOCIO A pesar que no todo el camino ha sido un lecho de rosas, en la actualidad el negocio ha logrado estabilizarse, aunque como reconocen sus dueños, esto no es para enriquecerse sino para mantenerse, ya que en este momento el objetivo de dar educación a sus hijos está casi completo. Es que, justamente, el hecho que los motivó a asumir este desafío fue poder entregar las herramientas necesarias a sus cuatro hijos para que estos pudieran surgir. Y quien es-
tá llamado a seguir la posta de este emprendimiento familiar es uno de los cuatro nietos llamado Cristóbal, quien cursa cuarto año en la carrera de Química y Farmacia en la Universidad Andrés Bello. Y hace poco más de cinco años, el matrimonio Silva Aballay decidió emprender una nueva aventura, poniendo una sucursal en Papudo, lugar que les ha traído buenos dividendos económicos principalmente los fines de semana y en época estival debido a la gran cantidad de turistas que llegan a la comuna balneario. Han sido 46 años de matrimonio en los que José y Eugenia han sabido complementar sus funciones, procurando dar lo mejor de sí a su familia, para que ellos puedan continuar con su legado. El de entregar remedios para el corazón y también para el alma.
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La historia del emporio que terminó siendo la famosa Ferretería Massa de Cuatro Esquinas Narciso Massa llegó junto a los primeros inmigrantes italianos en los años 30, época en que inició el tradicional negocio que se acerca a cumplir un siglo de historia Por Nicolás Albornoz Faust
No existe prácticamente ningún limachino que alguna vez en su vida no haya pisado la tradicional Ferretería Massa. Un negocio a punto de cumplir un siglo en la comuna y que con el pasar de los años ha visto el transitar de generaciones en un eterno desfile de leales clientes, que suelen recordar con nostalgia sobre sus mesones, vivencias ligadas a paseos de infancia y compras junto a padres, madres, abuelos y bisabuelos, algunos de ellos que ya no están. El emblemático establecimiento ubicado justo en la esquina de calle República con 18 de Septiembre, en las conocidas Cuatro Esquinas,
aún mantiene aquella mística porteña tan emblemática de los emporios montados por los primeros inmigrantes llegados a Valparaíso a principios de siglo. Con su impecable piso de madera encerada, eternos muros de concreto color crema y su blanco cielo, sus mesones se hacen pequeños para la altura del antiquísimo establecimiento limachino, todo para lucir generosamente la amplia galería de productos. “La verdad es que comprar en esta ferretería es como retroceder en el tiempo, porque luego de tantas primaveras en la ciudad uno viene y fuera de pequeños cambios, el lugar sigue siendo el mismo. Atendido por la misma familia, con una acti-
Tras llegar a la comuna el establecimiento tano funcionó durante años como un gran emporio, pero con el pasar del tiempo fue transformando sus servicios hasta convertirse en la ferretería que hoy conocemos.
tud tan amistosa que da gusto seguir prefiriéndolos con el pasar del tiempo”, cuenta a “El Observador” Eugenio Carrasco Mena, cliente de la ferretería, quien hasta el día de hoy recuerda la impecable fachada del negocio hace 20 años atrás, cuando lo conoció junto a su madre.
LOS PRIMEROS AÑOS En un comienzo, una vez
que Narciso Massa Botto llegó a tierras limachinas, como buen italiano que era, montó un flamante emporio que se encargaba de nutrir de variada mercadería a cada despensa de Olmué y Limache, funcionando como el supermercado perfecto para los vecinos, aunque con el pasar de los años poco a poco fue pasando a la venta integral de productos
ligados al mundo de la construcción. “Mi padre llegó al puerto de Valparaíso junto a los primeros inmigrantes italianos a mediados de los años 30, una vez ahí, al igual que sus compatriotas empezó a invertir en el negocio de los emporios, viviendo durante años en la ciudad. Con el pasar del tiempo él conoció a mi mamá y se asociaron en un nuevo negocio ubicado en Villa Alemana bautizado como Toso y Massa (conocido actualmente como la Ferretería Toso y Toso), recuerda la actual administradora limachina, Ana María Massa, quien desde la muerte de don Narciso en 1994 se ha dedicado a atender el conocido establecimiento ubicado en el cruce de Cuatro Esquinas, un punto geográfico estratégico para la conservación del negocio familiar, al que incluso llegaba gente de Colliguay a comprar. “Luego de su separación, él se vino a vivir a Limache y creó este establecimien-
to, transformándolo en una persona muy conocida por todo el valle. La gente venía desde Quebrada Alvarado, desde las ciudades más rurales de Olmué y desde el centro mismo de la comuna para comprar sus cosas. De hecho, nosotros recibíamos largas listas con mercadería que solíamos preparar sagradamente cada día de pago”, recuerda Ana María, quien por esos años era una niña que miraba y aprendía cómo se atendía el negocio, siento testigo de la amplia cartera de clientes. Hoy, ella y su hijo son las caras visibles de la Ferretería Massa. De esta forma el tradicional emporio se ganó un sitial entre los vecinos del sector, quienes a pesar de los cambios experimentados por el establecimiento debido al fallecimiento de su creador, Narciso Massa, siguieron siendo devotos de la ferretería más tradicional de Limache, incluso ante la aparición de las grandes cadenas comerciales.
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Casa Naya: 40 años vistiendo una sonrisa para Quintero Ubicada frente al mítico Hotel Mónaco, durante largos años fue pilar del turismo en la comuna quinterana Por Gonzalo Vidal Gallardo
La “Casa Naya”, ubicada en Avenida 21 de Mayo, lleva 40 años de historia de Quintero. Una trayectoria en la que sus dueños, Bernarda Flores Osorio y su esposo Ernesto Díaz Mena, más conocido como “El Toño de La Naya”, han tenido un papel preponderante, consagrando su negocio y ganándose un espacio en la vida de los habitantes de la península. Según cuenta Bernarda Flores, desde pequeña estuvo ligada al mundo del comercio, ya que con sólo seis años de edad acompañaba a su padre a vender verduras, para más adelante, empezar a colaborarle a su madre, quien se dedicaba a la alfarería. “Es maravilloso aprender sobre este rubro. Yo en mi caso abrí mis ojos en el comercio y gracias a Dios puedo decir que llevo 40 hermosos años vendiendo ropa a la gente”, dice emocionada la mujer oriunda de Quillota, pero que es quinterana de corazón. Esa misma formación fue la que llevó a Bernarda a crear en los años 70 un pequeño emprendimiento de ropa, con el cual comenzó a cimentar lo que más adelante sería la tradicional “Casa Naya”.
Bernarda Flores Osorio junto a su marido Ernesto Díaz Mena, conocido popularmente como “El Toño de La Naya”.
“Me inicié yendo a buscar ropa en una maleta a Iquique, Arica, Perú, cuando era el boom del matuteo y luego comencé a vender de puerta a puerta. Yo me iba un día domingo a Iquique y volvía el día jueves, para vender ese mismo día, el viernes y sábado, para luego el domingo partir nuevamente a buscar más ropa. Prácticamente me hacía cuatro viajes al mes, por lo que esto fue un trabajo de chinos, por decirlo de alguna forma”, comenta. Gracias al éxito de sus ventas, en el año 1985 Bernarda se compró una propiedad en la calle Luis Acevedo, logrando instalar su primera tienda, para luego en 1989 posicionarse de forma definitiva en Avenida 21 de Mayo, lugar en donde se encuentra actualmente el negocio. “Si bien estamos un poco lejos del centro, la gente siempre nos visita, ya que años atrás, aquí era donde empezaba el centro de Quintero, aquí llegaban los Buses Golondrina de Quillota y culminaba en el terminal de buses”, cuenta Bernarda. “CASA NAYA” EN LA ACTUALIDAD Hoy la tienda ubicada frente al emblemático Hotel Mónaco está más viva que nunca, ya que a pesar de la llegada de las grandes tiendas, ha sabido mantenerse durante el tiempo, gracias a su gran trato personalizado con los clientes y sus productos de excelente calidad. “Acá se puede encontrar de todo, ya que hay cosas electrónicas, zapatos, zapatillas, frazadas, en fin, un amplio surtido. Y es que el cliente lo es todo para uno, ya que sin ellos, no podríamos haber logrado todo lo que tene-
mos ahora”, sostiene la dueña de Casa Naya. Para la mujer, la perseverancia ha sido clave para consolidar su local, mencionando que tanto ella como su esposo trabajan de domingo a domingo, lo que da a entender el compromiso que este matrimonio ha adquirido con su local. “Nosotros abrimos a las 10 y no paramos hasta las 23 horas, ya que nos gusta dar un buen servicio a nuestros clientes. Para el verano sí contratamos a más personas, ya que se invrementa el flujo de gente en Quintero, con mi marido no podemos solos, por lo que aumentamos el personal”. Pero esto no es sólo lo que esta mujer y su marido han entregado a Quintero, ya que hace algunos años, Bernarda comenzó un proyecto para poder realizar una Teletón en la comuna, con el fin de ir en ayuda de los niños más pequeños de la zona. “Muchos bebés hoy nacen prematuros por el tema de la contaminación que afecta a Quintero y Puchuncaví, y el ver a muchos de estos con problemas o alguna discapacidad, generó en mí que pudiera buscar una forma de ayudarlos. Y bueno, los quinteranos han respondido de gran forma, ya que el año pasado logramos reunir la suma de 27 millones de pesos, lo que deja en claro que en Quintero la gente es muy solidaria” Hoy la mujer disfruta de sus dos nietos y de las bondades de la vida, además de ver cómo esos niños que 20 años atrás acompañaban a sus padres a comprar alguna zapatilla o ropa a su tienda, hoy asisten al mismo lugar, pero esta vez como padres con sus pequeños retoños.
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Restaurante Las Palmas y las famosas pailas con huevo de la señora Teresa Anclado en Barracita, Hijuelas, comenzó como botillería y con los años, se convirtió en el local donde los parroquianos del pueblo se refrescan y comparten el día a día Por Alonso Aranda Araya
Ubicado en calle Manuel Rodríguez, a la altura del paradero 17 de Hijuelas, se encuentra el Restaurante Las Palmas, un local que ha sido testigo de la historia del sector de Barracita por más de 60 años. Actualmente, los dueños del boliche son los hermanos Teresa y Héctor Villarroel Figueroa, ambos con más de setenta primaveras vividas. Pero el fundador del negocio familiar fue el padre ellos, Juan Villarroel Villarroel, quien a principios de la década del 50 instaló en el frontis de su hogar una botillería. En aquellos años –cuenta Héctor Villarroel-, a diferencia de lo que sucede hoy, las patentes de expendio de alcohol para afuera del local no eran bien cotizadas “porque en ese tiempo la gente no acostumbraba a comprarse botellas de licor y tomárselas en la casa”, agregando que “era más común que pasaran a un negocio a refrescarse bebiendo un par de vasos de vino”. En 1955, Juan Villarroel entregó la patente de botillería en la Municipalidad -algo que hoy su hijo lamenta, porque actualmente las botillerías son “grito y plata” -dice-, para comprarle el permiso de restaurante a un amigo de la Punta de Torrejón, año en que funda Las Palmas. Junto con ello, agregó a un costado la Carnicería Barracita, que al igual que el histórico boliche, todavía está al servicio de los vecinos del poblado. Los primeros años de funcionamiento, el Restaurante Las Palmas fue testi-
Héctor Villarroel Figueroa, actual dueño del Restaurante “Las Palmas”, en el sector de Barracita, comuna de Hijuelas.
go de la corta historia minera que tuvo la comuna de Hijuelas. En el sector alto de Barracita, existió una extracción de minerales, cuyos trabajadores eran los principales clientes, quienes pedían platos de cazuela, legumbres y bebían Pilsen y botellas de buen tinto. “También venían harto los trabajadores del Fundo El Vergel. Algunos pasaban en la mañana, antes de irse a sus labores, después venían a la hora de almuerzo y por la tardes. Compartían algo de comer, bebían algo y jugaban a las cartas y dominó. Esos fueron los mejores años del negocio, había un mayor movimiento, la gente iba a restaurantes a servirse algo, pero cuando cerró El Vergel, en 1991, ahí la cosa se empezó a poner mala”, contó Héctor. Algunos clientes más jóvenes, como el actual concejal Eloy Tapia, quien se crió en el sector de Barracita, dice que buena parte del valor que posee el Restaurante Las Palmas radica en la dedicación de Teresa Villarroel. “Es una persona muy buena, caritativa, de esas mujeres que vale la pena destacar, porque siempre están preocupadas por el prójimo. Además, todos han pasado algunas vez a comerse una de las famosas pailas de huevo de la señora Teresita, que son reponedoras”, reve-
ló Eloy Tapia. A pesar de que las ventas actualmente no son las mismas que en décadas pasadas, cuando el transitar por el boliche era constante y acelerado, todavía algunos parroquianos de Barracita tienen la costumbre de entrar, sentarse en sus mesas de madera y pedir algo para saciar la sed. “La verdad que con tanto negocio que hay ahora en otras partes, como La Calera, viene menos gente. Por ejemplo, es muy raro que la gente venga a almorzar, algunos piden un ‘sanguchito’, o les prestamos una parrilla que hay en el patio para que hagan un asado, pero la mayoría sólo pasa a tomarse una Pilsen o vino, que es lo que más se vende, porque la gente no es mucho de venir a servirse tragos fuertes”, detalló el dueño del local. Sin duda, el flujo de clientes hoy es mucho menor. La entrada y salida de parroquianos es mucho más pausada en el tradicional negocio, y sólo aumenta cuando algún encuentro de fútbol vuelve a revivir los años dorados del boliche, que lo llena de esa algarabía de antaño. Pero, a pesar de todo, en estos tiempos atarantados, el Restaurante Las Palmas sigue siendo un testigo fiel de la historia del sector de Barracita, en la comuna de Hijuelas.
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Funeraria Campos: la despedida al final de este viaje A más de tres décadas, el legado de compromiso de su fundador, Sergio Campos, sigue vigente para cientos de quillotanos, caleranos y otros habitantes de la provincia
Por Danilo Billiard Bravo
Trabajar directamente con la muerte parece ser uno de los oficios que requieren de mayor fortaleza emocional o bien, por el contrario, de una cierta dosis de frialdad para poder afrontar cada historia humana que se deposita al interior de una urna. A solo horas de producirse esa sentencia de partida, a ese lugar inevitable y desconocido que nos aguarda el destino, quien abraza esta labor debe rodearse de los familiares de los fallecidos, amigos y cercanos, a quienes intentan entregar un soporte afectivo y, al mismo tiempo, ofrecerles un servicio de calidad. Todo ello resume, en líneas muy generales, la labor que desde hace 32 años efectúa la Funeraria Campos, en la comuna de Quillota. Se dice que las funerarias son un negocio un tanto inescrupuloso, donde se aprovecha el deteriorado ánimo de las familias para venderles un producto, un verdadero mercado en medio del desolador clima de la muerte, pero Sergio Campos, el heredero de la Funeraria Campos, no lo cree así. La historia de esta empresa familiar se remonta al año 1981, cuando el abuelo, don Sergio Campos
Campos, un jubilado de Carabineros, fundó lo que se convertiría con el pasar del tiempo en la fuente de ingresos familiares. El nieto, que lleva el mismo nombre de su abuelo y quien es el encargado actual de la empresa, cuenta que don Sergio era muy querido entre los vecinos de Quillota, que se preocupó con especial atención de esos momentos difíciles relacionados a la pérdida de un ser querido, incluso ayudando a gestionar buses para trasladar a los amigos del fallecido, según relatan quienes lo conocieron con mayor cercanía. Fue de esta manera como nació un día la idea de poner una funeraria en Quillota, en el lugar donde se ubica la casa de la familia Campos, en el sector Corvi, quienes llegaron desde Los Andes a instalarse a Quillota, a echar raíces. Al comienzo fue complejo, como todo negocio, pero la ventaja comparativa que tenían los Campos fue el ejemplo que dejó el abuelo, a quien definen como un amigo de los amigos, con una tremenda sensibilidad que le hizo ganarse el respeto de muchos en el barrio, tanto es así que aprendió la técnica de trabajar la madera y diseñar urnas gracias al conocimiento transmiti-
En sus 30 años, Funeraria Campos ha funcionado siempre en calle Freire, en el sector Corvi, en Quillota.
do por otros maestros de la carpintería que no tuvieron problema en educarlo en este oficio. De menos a más, recorrió el camino perfecto desde el aprendiz al experto. Don Sergio, consecuente en lo aprendido, siguió el mismo ejemplo con su nieto Sergio, a quien también educó en estas labores. De allí en adelante, literalmente han debido convivir con la muerte a diario y ello ha sido el sustento de supervivencia. Sergio Campos recuerda a su abuelo al borde de la emoción, al rememorar la trayectoria de su abuelo que les dio el prestigio como funerario, que hoy en día los hace ser dueños de toda una tradición. Pero no solo los quillotanos han acudido hasta las oficinas de la funeraria, pues también lo hacen clien-
tes provenientes de distintos lugares de la provincia, ya sea La Calera, El Melón y muchos puntos más. Los recuerdos comienzan a aflorar y Sergio hace memoria sobre un funeral que le tocó vivir cuando era recién un muchacho iniciándose en esto de los cortejos fúnebres. Un hombre de avanzada edad, habitante del sector de La Palma, del cual ni siquiera recuerda el nombre o el apodo, fue despedido entre multitudes: “Ese día Quillota parecía haberse despoblado, todos estaban en la despedida, y se ocuparon tres carrozas de las nuestras, las cuales avanzaron hacia el cementerio llenas de flores. Realmente fue un momento que me emocionó muchísimo”, expresó. Don Sergio Campos
Sergio Campos, nieto del fundador, cuenta que cada muerte los hace ser empáticos, comprensivos y dar lo mejor de sí.
Campos falleció un día 4 de septiembre del año 2006. En ese momento, justo antes de partir en su viaje eterno, pidió a su nieto Sergio continuar con la funeraria, y éste transformó la petición en una promesa que juró cumplir pasara lo que pasara. El abuelo murió, pero la tradición permanece vigente, llena de vitalidad pese a lo complejo de este trabajo. Por eso Sergio Campos afir-
mó que “la clave de este trabajo es aprender a colocarse en el lugar de la gente, y para ello lo mejor que podemos hacer es brindarles un servicio de alta calidad, independiente de su procedencia social, porque todos merecen una muerte digna, y ese es el sello especial que tiene nuestra funeraria, es una enseñanza que afanosamente nos transmitió nuestro abuelo”.
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Un “Rinconcito de Olmué” para probar la mejor carne mechada Luego de albergar durante décadas al antiguo municipio y funcionar como centro vacacional de Contraloría, este negocio se ha transformado en un referente turístico para los visitantes Por Nicolás Albornoz Faust
Tal como lo indica su nombre, la Hostería y Restaurant “El Rinconcito de Olmué” es por lejos uno de los establecimientos más emblemáticos y tradicionales de la comuna. Un lugar lleno de historia local, que durante años se ha mantenido arquitectónicamente inalterable, pero que a lo largo de su existencia ha servido como el escenario perfecto para que
cientos de vecinos y turistas disfruten de todos los atractivos que la ciudad tiene para ofrecer. Se trata de una antigua casona -que perteneció a una familia alemana hace más de 100 años- ubicada a escasos metros del municipio, específicamente en calle Prat. Una curiosidad es que el inmueble fue por mucho tiempo sede municipal, por donde circularon autoridades y vecinos, llena de oficinas
Héctor Erazo es el actual propietario de la hostería que durante años ha tratado de captar lo mejor de la comuna mediante un completo servicio turístico.
con funcionarios haciendo papeleos. Pero hay más, porque con el pasar de los años, y tras la construcción del actual edificio consistorial, la gran casona pasó a manos de Contraloría General de la Repú-
blica, que instaló ahí un centro turístico y recreativo para sus funcionarios. “Nosotros llevamos catorce años trabajando aquí, funcionando de forma activa al interior de la hostería restau-
rant. Cuando llegamos con mi esposo fue porque se nos dio la posibilidad de venir a prestar nuestros servicios a la gente de Contraloría. Ellos nos contrataron para cuidar el lugar y atender a su gente, pero a la larga este inmueble pasó a un concesionario debido a lo caro que salía su mantención”, señaló a “El Observador” María Gallardo, quien junto a Héctor Erazo, su esposo, se han dedicado a la administración y cuidado del establecimiento. CAZUELAS Y CARNE MECHADA En aquel entonces, el negocio de cinco mil metros cuadrados, su gran cantidad de habitaciones e impecable piscina, pasó por un complejo momento económico que
los obligó a cerrar por un periodo de casi un año, despertando en Héctor el interés por asumir formalmente la administración del recinto y reabrir sus puertas. “Luego de cinco años y algo trabajando para ellos, y esa recesión de un año por los amplios costos y la necesidad de pagar a un cuidador, yo dije: pucha por qué no me dejan ser el concesionario considerando todo lo que me conocen, hagamos un trato, yo abro el local al público y siguen viniendo para acá los funcionarios”, contó el administrador, quien luego de la aprobación del directorio ha trabajado a cargo del local, que desde este año pertenece al orgullo vecino de Olmué, porque con mucho esfuerzo logró comprar la propiedad. “Suelen venir personas de todas partes a comer, desde Viña del Mar, Valparaíso y Santiago. A la gente le encanta comer nuestras cazuelas y carne mechada. De hecho, somos famosos por la calidad de nuestros platos y todos los fines de semana estamos llenos”, apuntó Héctor, quien desde ya se prepara para un mes que promete. “Ahora estamos realizando algunos trabajos, como antes esto no me pertenecía no podíamos hacer nada, pero en este momento estamos instalando un techo en nuestra terraza, la idea es usar policarbonato e instalar mamparas, pero siempre en el estilo tradicional que ha caracterizado a este local. Nuestra idea es expandir aún más el negocio y empezar a abrir de noche”, apuntó orgulloso.
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“Casa Pillín”, 61 años de tradición que pasarán a ser historia Aunque su dueño, Mario Abuyeres, reveló que se encuentra en etapa de cierre, este local ha vestido a generaciones de quillotanos Por Romina Maino Jiménez
Un manto oscuro cubría el centro de la ciudad de Quillota. Lamentos y gritos se oían a lo lejos; veintenas de personas corrían de un lugar a otro tratando de salvar sus pertenencias, pero ya era muy tarde, el incendio había alcanzado el esfuerzo de toda una vida. Corría el año 1952 cuando un incendio de dudosa procedencia se generó en el reconocido Club Árabe, en ese entonces ubicado en calle Prat, numero 125. El siniestro acabó tanto con el lugar de reunión de la comunidad árabe, como con los locales comerciales aledaños a éste. Entre los siniestrados se encontraba la “Casa Pillín”, un negocio de zapatos y artículos de vestir masculino, a cargo de la familia de inmigrantes Abuyeres Jadue, oriundos de Palestina, los que con mucho esfuerzo decidie-
ron establecerse en Quillota y que en cosa de minutos vieron cómo lo perdían todo. Si bien el incendio arrasó con sus pertenencias, no mermó su espíritu, por lo que en contra de todos los pronósticos, decidieron comenzar de cero e implementar un nuevo establecimiento en calle Prat, justamente al frente de su antiguo local, en el número 142. Ellos sabían que el desafío no sería fácil, ya que el dinero escaseaba. No obstante, la ayuda vendría de sus mismos proveedores: la manufactura nacional. “Nosotros siempre preferimos el producto nacional, por sobre las importaciones, ya que la calidad es superior. Así que cuando nos pasó lo del incendio, ellos fueron los primeros en ayudarnos a volver a pararnos. Junto a ellos y la ayuda de algunos parientes pudimos salir adelante” explica el propietario de “Casa Pillín”, Mario Abu-
Mario Abuyeres Jadue en compañía de su esposa Nilda Vegas Herrera, toda una vida atendiendo “Casa Pillín”.
yeres Jadue. Y cual Ave Fénix, el local resurgió de las cenizas y comenzó una nueva era en el año 1969, donde se privilegió el vestir masculino -sobre todo la ropa interior- y los artículos del hogar -sábanas y toallas, entre otros-, por sobre el calzado. Pero con el tiempo don Mario se dio cuenta de que a las mujeres de la época les incomodaba dirigirse a él para comprar artículos de vestir femeninos, vergüenza
que él también admitió sentir. Pero no fue por mucho tiempo, puesto que en aquellos años, recuerda Mario Abuyeres, se produjo un boom en el trabajo agrícola, lo que puso a “Casa Pillín” dentro del radar de los temporeros varones. “Los agricultores nos preferían, porque nosotros vendíamos en esa época los jeans Robert Lewis, que eran de tela gruesa, lo que les permitía trabajar tranquilos. Llegaban y nos contaban que
podían pasarse a llevar con las ramas de los árboles y los pantalones quedaban intactos”, comenta a “El Observador” Nilda Vegas Herrera, esposa de Mario Abuyeres. Sin embargo, éste no era el único motivo, pues la “Casa Pillín” brindaba crédito anual para cancelar sus productos. “Los trabajadores venían antes de comenzar con las faenas y nos compraban todo un guardarropa para la temporada. Una vez que terminaban con su labor y se les cancelaba, venían a pagarnos”, cuenta Mario Abuyeres. No obstante, esta gentileza siempre ha sido el sello del negocio, el que es reconocido por la comunidad quillotana como uno de los mejores en calidad y atención. De hecho, mientras se realizaba esta entrevista, uno de los clientes exclamó a la señora Nilda: “me cansé de los productos chinos y de la mala atención de los locales grandes, por eso estoy de vuelta”. Y es que para Abuyeres ser comerciante es más que un oficio, es una profesión que requiere calidad de la confección y psicología especial para
tratar con los clientes. “Nuestro norte es entregar un servicio bueno y personalizado. Jamás vamos a mentir para obtener una venta”, explica don Mario. TRADICIÓN QUE TERMINA Ya a sus 83 años, Mario Abuyeres explica que tanto él como su esposa están cansados. Incluso, es habitual ver la tienda cerrada por una o dos semanas, debido a las enfermedades propias de la edad que han ido aquejando al matrimonio. Saben que lo más probable es que pronto el negocio cierre sus puertas, ya que su único heredero no tiene intención de continuar con “Casa Pillin”. Tampoco es lo que quieren sus padres, ya que encuentran que estar a cargo de un local, es un trabajo muy esclavizador. No obstante, Abuyeres no se arrepiente de haber escogido este camino y de haberlo visto florecer en la ciudad. Y con los ojos cristalinos de emoción nos dice: “A Quillota le debo todo. Sé que Casa Pillín terminará conmigo, pero espero que no nos olviden”. Sabemos que así será.
10 - Edición Especial de Aniversario
Viernes 11 de octubre de 2013
Los 40 años en que “La Central” pasó de boliche a moderna fuente de soda Confianza y respeto son las principales herramientas que han cultivado los dueños para hoy ser un importante lugar en La Calera Por Viviana Orozco Vega
Buscar una tarde un restaurante o lugar donde compartir unas ricas onces junto a la familia o amigos, en La Calera no resulta difícil, pues hace 40 años gran parte de los caleranos se han hecho asiduos clientes de la conocida Fuente de Soda “La Central”, lugar que con el tiempo y gracias a la preocupación de sus dueños, ha crecido, siempre con la finalidad de ofrecer los mejores productos a sus comensales. La historia se inició gracias al emprendimiento de Ángelo Bernardello y César Puteri, quienes al hacerse socios comenzaron a ofrecer comida rápida y algunos almuerzos en pleno centro de la ciudad, en calle Carrera. Al pasar los años, César se retiró del negocio y vendió su parte a José Torres, actual socio de la familia Bernardello, ya que con el paso del tiempo, Ángelo tomó la decisión de dejar el negocio y fue su hijo, Renzo Bernardello Razeto, quien tomó las riendas de la empresa y hoy es el gerente general. “Con el tiempo esto fue creciendo y manteniéndose. Pasó a ser de un boliche, algo pequeño, a lo que hoy tenemos. Hace muchos años pasaba la locomoción interurbana y paraban justo en frente y la gente tomaba desayuno o almorzaba. Eso luego ya no ocurrió, pero permitió dar a conocer este negocio” expresó Renzo. PRODUCTOS PROPIOS DEL LUGAR Si bien en un principio “La Central” comenzó como una pequeña fuente de soda, desde siempre los productos han sido elaborados con la máxima preocu-
La historia del “Capitán” y el primer bazar zapallarino Un verdadero personaje era José Luis Pérez, quien por años fue el rostro sociable del Bazar “Ximena”, donde cientos de visitantes acuden a comprar sus boletos para viajar en bus Por Claudia Cortez Osses
Renzo Bernardello Razeto se ha preocupado de mantener a su personal por años para ofrecer un buen servicio a los clientes de “La Central”.
pación y con un sabor distinto al de cualquier otro lugar, dando un toque que encanta a los clientes y los hace regresar por un nuevo bocado. “Aquí la pastelería es tradicional, hoy han aparecido varias panaderías pero nosotros seguimos manteniendo nuestro nivel de ventas y eso es un éxito. El pan se hace aquí mismo y buscamos siempre las mejores materias primas y poder darle al cliente un buen producto”, manifestó Renzo. Si bien las especialidades ofrecidas en esta fuente de soda calerana, han sido siempre los completos, churrascos, lomitos y todo lo relacionado con comida rápida, un bife a la pobre, una chorrillana o un pollo apanado han sabido ganarse el paladar de quienes llegan a degustar al lugar. Clientes que muchas veces vienen desde otras comunas hasta La Calera. TRABAJADORES POR AÑOS Pero este buen servicio y buena oferta de productos ha sido posible gracias al esfuerzo que a diario entregan los más de 70 trabajadores de “La Central”, los que en algunos casos acumulan más de 10 años al servicio de la empresa. Según comentó el gerente general, lo ideal es poder entregar respeto y confianza a quienes forman parte de la planta de trabajadores del lugar, todo con el fin de demostrar a los clientes la buena forma de trabajo y servicio que se esta prestando.
Si bien la empresa es pequeña, lo primordial para Renzo Bernardello, ha sido poder contar con trabajadores que conocen cada área del lugar y que entregan la confianza de hacer bien el trabajo. “Hoy la gente es fundamental para la empresa, es un activo muy importante. El éxito es formar equipo y eso se forma en el tiempo. Hoy tenemos como administrador en la fuente de soda a Víctor Ponce, quien lleva más de 10 años con nosotros, ha pasado por varios sectores de la empresa. Esto ha sido todo un descubrimiento, él es preocupado y se la ha jugado por el trabajo” comentó Renzo. NUEVO RESTAURANTE Las necesidades de delegar han sido inminentes en los dueños de esta empresa que se muestra como pequeña, pero que poco a poco ha crecido y eso ha quedado demostrado con la inauguración hace casi nueve meses del restaurante “Lo Nuestro”, a un costado de la fuente de soda. “Hoy tenemos esta área nueva. Esto en un principio se visualizó como una ampliación de La Central, luego se pensó en hacer un nuevo espacio. ¿Por qué no hacer algo como restaurante bonito?, algunos pensaban que no era para La Calera, pero ha resultado muy bien. A todas las personas les gusta comer en un lugar grato y bonito. ¿Para qué ir hasta a Viña para encontrar un espacio así, si podemos tenerlo aquí mismo?”, expresó Renzo.
EL OBSERVADOR
Es 1990 y Zapallar es un balneario con una hermosura singular, una tranquilidad gratificante, con muchos sitios grandes con hermosas vistas al mar. Es gran tentación para las familias más adineradas del país, mientras paralelamente, la gente nacida en estas tierras comienza a dar luces del desarrollo sustentable en la comuna. Muchas bajadas peatonales dan a la playa, hacia las rocas, mientras distinguidas arquitecturas se lucen en este hermoso paraje. Las calles del centro lucen solitarias, silenciosas, solo con el sonido de las olas rompientes y de la brisa marina que roza presurosa los rostros de los pobladores. En este escenario nace el primer bazar de la comuna. El bazar de la señora Ximena Gamboa Nilo, el que lleva su mismo nombre: Bazar Ximena. Ella le comienza a dar vida al pueblo, junto a su esposo, José Luis Pérez, quien se hizo conocido como “El Capitán Pérez”, por su cargo en el Cuerpo de Bomberos de la ciudad, donde estuvo largos años. La atención del negocio es entre ambos y les permite, además, el cuidado de sus hijos Eduardo, Cristián y Luis. Son los noventa y Zapallar continúa creciendo poblacionalmente, pues cada vez llegan más veraneantes. Esta explosión hace que Ximena reciba una oferta como agente comisionista de Tur Bus en la venta de pasajes. La idea es atractiva y el bazar cobra más vida trasladándose a la Avenida Olegario Ovalle. El pequeño paradero de buses también se convierte
en un punto comercial cada vez más concurrido, pues aquí también llega la prensa diaria escrita. Doña Ximena es una mujer alegre, un poco reservada, vive preocupada de sus hijos, de su esposo, y de los detalles del negocio. Su marido José Luis es un hombre con un gran gusto por leer, informarse, es un hombre sociable, afectuoso, y especialmente, siempre tiene un tema de conversación para compartir con los clientes. Es la característica de este matrimonio lo que hace que este lugar sea grato para el zapallarino y para quienes llegan a este exclusivo balneario en busca de las anheladas vacaciones. Es así como se hacía recurrente entablar una conversación con el Presidente de la República, con Cecilia Bolocco, con ministros, figuras públicas, y también con las autoridades locales, con los vecinos, con los jóvenes, en este pequeño local, que tantos debates ciudadanos levantaba. En este local ha pasado la historia de la comuna, se han discutido las problemáticas locales, regionales, nacionales, aquí don José Luis muchas veces emplazaba con respeto a los gobernantes, por leyes que dormían en el congreso, por políticas que no beneficiaban a la ciudadanía. Aquí, los dueños del local hacían que el saber fuera más importante que cualquier posesión económica.
Pero el pasado 8 de julio, una noticia sacudió a la comuna. “El Capitán Pérez” había fallecido y fue despedido como un gran personaje, no solo por sus roles en diversas organizaciones sociales, sino por ser uno de los hombres que instaba al diálogo, a la lectura, a la conversación y al debate. Y tras su muerte, el bazar ha continuado su marcha, a pesar de que el capitán del barco ya no está. Su familia ha seguido remando en este viaje que emprendieron hace 30 años y que los ha conducido por caudales de gran satisfacción, especialmente porque este bazar se ha convertido en su segunda casa, y un importante lugar dentro de la comuna de Zapallar. El paso obligado para los alumnos que salen del colegio, el lugar donde los vecinos llegan en busca del periódico, las señoras en busca de artículos para el hogar, el veraneante, en busca de un lugar con mucha identidad local. Mientras cuenta estos detalles, la señora Ximena está atenta, ya es hora de que llegue el bus y debe tener las encomiendas listas para el envío. Detiene sus lágrimas, pero no el recuerdo. Mientras la gente entra y sale del lugar, todos saben que una parte esencial de este bazar ya no está, pero cada vez que los clientes se paran afuera a hojear el diario, aunque no físicamente, allí siempre está presente el recordado “Capitán Pérez”.
La dueña del primer bazar de Zapallar, Ximena Gamboa, junto a su hijo periodista, Cristian Pérez. En sus almas estará siempre viva la imagen del “Capitán”.
EL OBSERVADOR
Edición Especial de Aniversario - 11
Viernes 11 de octubre de 2013
El arte milenario del telar se mantiene “en vivo” en Valle Hermoso Álvaro Báez Vicencio es un conocido artesano del tejido que realiza su trabajo a la vista de todos gracias a su antiguo telar de más de cien años heredado por su abuelo
Por Gabriel Abarca Armijo
La localidad de Valle Hermoso es conocida como la cuna del tejido. Y es que al ingresar a este pueblo de gente amable y gentil, el visitante se encuentra con una calle que parece una gran tienda al aire libre, llena de colores y texturas, donde los chalecos son el producto principal de las vitrinas. Quien visita por primera vez este lugar, se encontrará con una amplia gama de tiendas con tejidos de diferentes tipos, con personas cordiales y sobre todo, con un lugar místico que todavía conserva el sello de quienes fueron los primeros tejedores del valle. Pero si hay un sitio que llama la atención es uno que no tiene un nombre visible, pero su carta de presentación es una antigua manta de castilla, negra e intimidante, que es utilizada por los arrieros para protegerse de la lluvia y el frío de la cordillera. Una pieza de colección hecha a mano y con materiales totalmente naturales. El responsable de esta prenda es Álvaro Báez Vicencio, quien lleva más de 40 años trabajando en los tejidos, caracterizándose por usar materiales nobles, al estilo de los primeros artesanos. Álvaro es de origen limachino, pero a los tres
Primero se parte con la esquila, luego la lana se pone en el huso para después hilarla y finalmente ponerla en el telar, lugar donde las manos de Álvaro Báez le dan forma y color a los diseños que los clientes le piden.
años llegó a Valle Hermoso junto a su madre y hermanos, criándose entre lanas, tejidos y telares, ya que sus abuelos eran reconocidos artesanos de la zona. Y al ser el menor de la casa, siempre fue el encargado de hacer las tareas más básicas en el taller familiar, logrando poco a poco aprender cada movimiento y técnica utilizada en ese antiguo telar construido por su abuelo. El mismo que utiliza hoy y que tiene más de cien años. “No cambio mi antiguo telar, y jamás usaría uno eléctrico porque sé que apretaré un botón y todo estará listo. La idea es que uno sea el que está involucrado en la creación del tejido, porque esto es un arte que lamentablemente se está perdiendo. Creo que sería muy importante que esta técnica se la podamos enseñar a la gente, ya que es una tradición propia de nuestro valle, y además entrega trabajo a las personas. Tenemos en nuestro país lanas de la mejor calidad, de las mejores del mundo, y hay que aprovecharlas”, mencionó Álvaro Báez. Y esta frase que recuerda la calidad de la materia prima nacional no es gratuita, ya que su local es constante-
QUE LA TRADICIÓN NO SE PIERDA El sueño de Álvaro es poder formar una especie de academia y enseñar esta forma ancestral de tejer, y aunque posee otros cinco telares construidos por sus propias manos, no cuenta con la infraestructura necesaria para dedicarse a esta labor. Incluso, postuló un proyecto de Corfo para mantener vivas estas raíces culturales del pueblo de Valle Hermoso, pero hasta la fecha no ha recibido respuesta. “Lo que yo tengo y que Dios me ha dado, me gustaría compartirlo con otras personas”, acotó este artesano, que ha participado en diferentes exposiciones y eventos junto a su telar.
mente visitado por extranjeros, quienes reconocen y se rinden ante la fineza de las lanas de oveja, alpaca, y sobre todo vicuña, una de las más caras del mundo. Y este reconocido artesano -experto en mantas y ponchossabe que sus manos son las responsables de una gran cantidad de trabajos que han recorrido el mundo, como fieles embajadores de la belleza natural de La Ligua y Valle Hermoso, reflejando la calidad de sus tejidos. Pero la particularidad del local de Álvaro Báez -cuyo nombre es Artelar- es que él diseña, ante la mirada atenta de sus compradores, los tejidos que le son encargados. Todo gracias a su antiguo pero no menos efectivo telar, el cual fue diseñado por su propio abuelo y lo ha acompañado durante innumerables jornadas de trabajo, llamando la atención de sus visitantes. Es que de esta manera, ellos pueden apreciar la antigua técnica que los tejedores de antaño utilizaban, la que con el paso de los años ha ido desapareciendo. “El problema es que el trabajo no es bien remunerado, y eso ha provocado que muchas personas cambien de rubro y dejen esta tradición. Lamentablemente en nuestro país la gente no valora lo que se hace acá, mientras en el extranjero buscan los productos elaborados de forma natural. Ahora, yo no lo hago por un tema monetario, sino que por gusto, ya que para mí esto es un hobbie, y me permite mantener viva una tradición familiar que nos representa como liguanos”, sostuvo el artesano.
Ferretería Zamora, construyendo el sueño de los puchuncavinos por 56 años Ubicado en calle Luis Cruz Martínez, este local sigue entregando una atención personalizada a cada uno de los habitantes de las distintas localidades de la comuna Por Gonzalo Vidal Gallardo
Para nadie en Puchuncaví es ajena la tienda de la familia Zamora, local que ha visto pasar distintas generaciones entre sus pasillos y que sigue entregando esa calidad y experticia que lo han convertido en uno de los locales más respetados en la comuna. La Ferretería Zamora fue fundada en el año 1967 por Juan Zamora Bernal, conocido comerciante, que además de instalar uno de los locales más emblemáticos de la zona, es conocido por haber sido alcalde de Puchuncaví. En sus inicios, esta tienda fue bautizada con el nombre de Ferretería Universal, siendo un pequeño local que funcionaba como ferretería y mercería en la calle Juan Ramón Pérez. Durante las primeras décadas, esta ferretería logro adquirir una gran importancia, debido a la calidad de su servicio y la innovación en cada uno de sus productos. Juan Zamora Zamora, hijo del fundador de la empresa y actual dueño, cuenta que son variados los productos que han vendido, pero que hubo uno en particular que fue sumamente llamativo en su tiempo. “Por esos años se vendían cosas increíbles, por ejemplo nosotros fuimos los primeros en comercializar la bencina en Puchuncaví, ya que en ese tiempo se podía; por lo que traíamos este elemento en tambores y con todo lo que eso significaba. Pero esto lo hacíamos más para cubrir una necesi-
dad, que para obtener dinero, ya que en ese tiempo la bencina no tenía el nivel de venta que tiene hoy, debido a que el parque automotriz era mucho menor”, recuerda Juan. Ya en los años 80, la empresa pasó a llamarse Juan Zamora Bernal y Compañía Limitada (en honor a su fundador). Es en 1989, luego de que el negocio comenzará a crecer, que la familia Zamora decidió trasladar el negocio hasta el lugar que utilizaban como bodega, con el objetivo de poder ampliarse. En dicho lugar se comenzó la construcción del nuevo local, utilizando primero un galpón ubicado en calle Luis Cruz Martínez, para luego ampliarse y crear una sala de eventos al lado de este mismo lugar. CALIDAD Y EXPERTICIA Una de las claves, según Juan Zamora Zamora, para que el negocio de la familia haya podido mantenerse durante los últimos 40 años, ha sido la calidad de servicio que prestan, sumado a la atención y la pronta respuesta en los despachos que realizan a cada uno de sus clientes. Para Juan Morales, el trabajo de la Ferretería Zamora ha sido cubrir un vacío importante como lo es la construcción, que en esos años era esencial en la constitución de las primeras poblaciones. “Y nos ha ido bien, por lo menos hemos sabido mantenernos en el mercado”, acota. El actual dueño cuenta que cuando su padre quiso retirarse del negocio, les ofreció a ellos como hijos, la oportunidad de seguir con
la ferretería, para de alguna forma poder seguir con el legado de la familia. “Mi padre nos dijo que nos traspasaba el negocio a nosotros o sino, iba a vender o arrendar el lugar. Yo con mis hermanas éramos todos profesionales y teníamos nuestros trabajos, sin embargo, al reunirnos y conversar sobre el tema, decidimos tomar las riendas del negocio, como una forma de seguir con la tradición y además, poder vivir en nuestro querido Puchuncaví”, recuerda Juan Zamora. En este lugar, los visitantes puedan encontrar diversos materiales de construcción, ya sea pintura, madera o cemento. En este sentido, el actual dueño de la Ferretería Zamora dice que atienden en gran medida los sectores balnearios, un fenómeno que en el último tiempo se ha desarrollado de gran forma en Puchuncaví. “La gente ha invertido en vivir mejor y ahí es donde nosotros estamos para entregarle el mejor servicio, de alguna forma la experticia que hemos adquirido con el tiempo en este rubro, nos da el respaldo para que la gente confíe en nosotros y en lo que vendemos”, dice. Hoy la Ferretería Zamora sigue más viva que nunca en el corazón de Puchuncaví, lugar en donde han sabido cómo desarrollarse y adaptarse a los diferentes tiempos, pero más importante aún, en donde han podido seguir con el legado de su padre, el que esperan, puedan seguir extendiéndose por muchos años más a través de las nuevas generaciones.
La familia Zamora ha estado a cargo de su negocio en Puchuncaví desde la década de los sesenta.
12 - Edición Especial de Aniversario
Viernes 11 de octubre de 2013
EL OBSERVADOR
Provisiones Leiva: “La idea es mantener contento al cliente” Cuarenta y cinco años tiene este emblemático local de Concón, en donde el buen trato al cliente ha sido la estampa que lo ha consolidado dentro de la comuna Por Gonzalo Vidal Gallardo
Corría el año 1968 cuando Pedro Leiva decidió instalar un pequeño negocio de abarrotes, con el objetivo de tener un ingreso económico estable. Con el pasar de los años, este negocio bautizado como “Provisiones Leiva” se hizo muy popular entre los conconinos, quienes hasta el día de hoy siguen prefiriendo los productos que la familia Leiva vende en su local. Pero hoy es Pedro Leiva Lizana, hijo del fundador, quien maneja hace aproximadamente 20 años el negocio familiar y que a base de esfuerzo y perseverancia, ha logrado -junto a su esposa Verónica Sepúlveda Ulloa- consolidar este local durante los más de 40 años de existencia.
Según cuenta el actual dueño de “Provisiones Leiva”, el negocio que inició su padre partió primero en la calle Vergara con Calle Uno, lugar donde la gente podía encontrar diversos elementos para el día a día. “Mi padre inició el negocio como una forma de ayudar a nuestra familia a tener una mayor estabilidad económica, por lo que se arriesgó e instaló un pequeño negocio en el sector de Los Romeros, para que así la gente no tuviera que caminar hasta el centro para comprar ciertas cosas”, recuerda Pedro Leiva Lizana. Cuando el negocio cumplió 20 años de vida, don Pedro Leiva decidió que era hora de descansar, razón por lo que le traspasó el legado familiar a su hijo, Pedro Leiva
Pedro Leiva Lizana y su esposa Verónica Sepúlveda Ulloa han hecho de este lugar su segundo hogar.
Lizana, para que éste pudiera continuar con el emblemático negocio en Concón. Fue durante la década del 90, que el negocio dejó el lugar que lo vio nacer, para trasladarse a calle Vergara en el número 221, en el mismo sector de Los Romeros, donde han estado atendiendo sin problemas hasta el día de hoy “He conocido a tanta gente que ha quedado conforme con nuestro negocio, por lo que han pasado el dato entre sus amigos o fami-
liares, y es gracias a ellos que hemos logrado no solo mantener nuestro local de provisiones, sino que también lograr otro tipo de sueños para nuestra familia”, dijo Lizana. DE NEGOCIO A MINIMARKET Uno de los anhelos para el matrimonio de Pedro y Verónica es poder convertir a Los Leiva en un minimarket, con el cual puedan entregar un mejor servicio a la comunidad, en donde el conconino pueda encontrar una diver-
sa gama de elementos para el hogar. “Acá se pueden encontrar abarrotes, bebidas, pan, entre otras cosas, ya que la idea es poder mantener contento al cliente y es por esa razón que a futuro queremos ampliar el negocio, con el fin de poder convertirnos en un minimarket y seguir creciendo dentro de la comuna de Concón”, expresó el actual dueño del local. Y es que este negocio le ha dado grandes alegrías a Pedro Leiva Lizana, como lo es el haber podido comprar su casa, que está ubicada en el mismo terreno en donde se encuentra el local de provisiones. “Estoy muy orgulloso de todo lo que hemos logrado con el negocio, ya que antiguamente abríamos de las nueve de la mañana horas hasta las cero horas, por lo que sin duda fue una época de mucho sacrificio, pero que gracias a Dios nos brindó buenos frutos”, expresó Lizana. Hoy este hombre ya piensa en que sus hijos puedan continuar con el nego-
cio familiar, ya que dice que lo más importante es poder mantener el nombre de la familia en alto. “Con el pasar de los años nos hemos ido ablandando, por lo que no podemos mantener el ritmo que teníamos 10 años atrás. Es por esa razón que me gustaría mucho que a futuro alguno de mis hijos pudiera seguir con el negocio, ya que creo que aún podemos entregar mucho más a la comunidad, que por largos años nos ha preferido por el trato que tenemos con cada uno de nuestros clientes”, dijo Pedro Leiva. Así es como “Provisiones Leiva” sigue manteniéndose en la comuna de Concón, ciudad que vio nacer un emprendimiento y que hoy por hoy mira con ansias el nacimiento de este negocio en un minimarket. Y es que para Pedro Leiva, el conconino siempre se ha caracterizado por ser gente de buenos valores, motivo por el cual espera que Los Leiva pueda seguir entregándoles un servicio de calidad y cercanía.
EL OBSERVADOR
Edición Especial de Aniversario - 13
Viernes 11 de octubre de 2013
“Tradición y Mallor...calidad, eso es lo que nos diferencia” Rodolfo Herrera, uno de los hermanos dueños de esta panadería calerana, cuenta los secretos del nombre, trayectoria e inicios de la Panadería Mallorca Por Alejandro Pacheco Guzmán
Cuando a algún calerano o vecino de la provincia le dan ganas de comer un crujiente pan recién salido del horno, no duda en acudir a una de las tres sucursales de la Panadería Mallorca, que tiene más de 35 años de experiencia en ese rubro. Y pese a ser una empresa familiar, actualmente cuenta con más de 70 empleados. Desde hace más de 60 años que la familia Herrera tiene relación con el mundo panadero. Genaro Herrera Díaz fue por muchos años uno de los socios de la desaparecida Panadería Selecta. Sin embargo, junto a Ana Hernández Martínez decidieron a inicios de los 70 partir con su propio negocio. Para ello el apoyo de sus seis hijos fue fundamental. “Llegamos a calle J. J. Pérez en el año 1973. Mi mamá instaló varios negocios, una
verdulería y otras cosas que duraron como seis años. Finalmente en el año 1979 nos enfocamos en el tema de la panadería y comenzamos a funcionar. En esa época trabajábamos los seis hijos. Unos eran panaderos, otros pasteleros, las mujeres atendían la gente y cobraban. En esa época no se llamaba Mallorca, sino que Panadería Central, porque durante muchos años funcionó una panadería de ese nombre en ese lugar”, señaló Rodolfo Herrera Hernández, uno de los seis hijos fundadores. Desde ese momento comenzó a funcionar la panadería, sin embargo, sus dueños no se habían preocupado mucho del nombre del local. Funcionaron así por más de cinco años, hasta que alguno de los hijos de los dueños pensó en cambiarle el nombre. Finalmente decidieron el nombre de Mallorca, debido a que es
En la foto aparecen Manuel, Genaro y Rodolfo Herrera Hernández, quienes junto a sus hermanas Sara y Ana María siguen con la tradición de las Panaderías Mallorca.
una ciudad española tradicional, pero además por un singular motivo. “No sé a quién se le ocurrió, pero en el año 1985 pensamos en que el nombre de Mallorca tenía mucha relación con el tema panadero, además de ser una tradicional ciudad de España. Pero también porque tenía que ver con un slogan que se creó que dice: “Tradición y Mallorca...lidad”. Eso es lo que nos diferencia de otras panaderías, la calidad de nuestros productos y la experiencia de la familia Herrera en este rubro”, agregó Rodolfo. Las cosas fueron de “viento en popa” para la familia
Son cientos las personas que visitan diariamente los tres locales de esta tradicional panadería calerana.
Herrera, por lo que abrieron la segunda sucursal del negocio, ubicada en J. J. Pérez al lado de Chilquinta, pero en los 90 la cerraron porque no era competitiva. Sin embargo a fines de esa misma década inauguraron una tercera sucursal, ubicada en calle Victoria, casi al llegar a Lautaro. Y hace cuatro años hicieron resucitar la fallida “Mallorca 2”, ubicándola ahora en calle Carrera 775, frente a la Iglesia Santo Nombre de Jesús. PUNTO DE ENCUENTRO Actualmente las tres sucursales funcionan muy bien. La primera Mallorca de calle J. J. Pérez se ha vuelto con los
años en el punto de encuentro para muchas personas, comerciantes, juventud y trabajadores que se desempeñan en distintas empresas del centro de La Calera. Ellos, y a diferencia de otras panaderías, funcionan en horario continuado de las 5:30 de la mañana hasta las 22 horas, lo que permite que muchos lleguen a tomar desayuno u once al lugar. “Nuestra panadería es un punto de encuentro en la ciudad. Los trabajadores de Femacal y los choferes de camión que pasan por la ciudad son los primeros clientes, ya que abrimos muy temprano. También vienen los jóve-
nes que van a la universidad y trabajadores que se desempeñan en el centro a tomar desayuno, ya sea su pan o una empanada o pizza. Tenemos también pasteles. Esto es un negocio acogedor y actualmente somos cinco hermanos que trabajamos en él”, añade Rodolfo. Actualmente son 77 los trabajadores que se desempeñan en esta empresa familiar. Sin embargo hay uno que está con la familia Herrera desde el año 1965. Se trata de Óscar Saavedra Montiel, quien ya es parte de los negocios y aun se desempeña en estos locales. Además cinco de los hermanos Herrera Hernández se desempeñan aún en la panadería, cumpliendo distintas tareas en los tres locales. Como varios miembros de la familia son fanáticos del fútbol, también tienen dos equipos participando en el campeonato de la Asociación de La Cruz, en donde han salido en varias oportunidades campeones en las categorías 35 y 45 años. Tradición y calidad, nombres bien puestos para este versátil negocio auténticamente calerano.
14 - Edición Especial de Aniversario
Viernes 11 de octubre de 2013
Quien no ha estado en El Rosedal, no conoce la historia de La Cruz A pesar del grato trabajo que resulta para su dueño atender el lugar, el bar podría cerrar sus puertas por la poca rentabilidad Por Viviana Orozco Vega
Si bien en los años 80 resultaba habitual que los trabajadores, luego de terminar sus jornadas laborales, pasaran a disfrutar un trago a algún bar, en la actualidad en las comunas pequeñas esa tradición aún existe y en el bar El Rosedal se realiza a diario. Ubicado en la esquina de Eleuterio Ramírez con Avenida 21 de Mayo, en el paradero 13 y medio de La Cruz, El Rosedal guarda muchas historias de amistades, amores y desamores, que han quedado guardadas en los más de 40 años que el lugar ha atendido a los conocidos parroquianos que desean pasar un momento agradable. Hoy y desde hace 27 años es Hernán Caballero Beiza, el rostro encargado de atender a diario tanto a trabajadores como a viajeros, que desean degustar algún brebaje entre las añosas paredes de este bar crucino. Hernán nació y se crió en el sector de Pachacamita en La Calera, en su juventud llegó hasta La Cruz a administrar el conocido Bar La Bara, lugar donde por diversos motivos sólo estuvo un par de meses y regresó a La Calera a desempeñar labores en la agricultura. Motivado por las ganas de tener algún local comercial, mediante un amigo, se enteró que el inmueble ubicado en la esquina de Eleuterio Ramírez con Avenida 21 de Mayo, lugar donde se ubicaba El Rosedal, sería arrendado. Fue así que el año 1986 llegó a hacerse cargo del emblemático bar. “Yo tenía una amiga que tenía un bar y le ayudaba. Y empezó a gustarme el negocio, por eso las ganas de tener un negocio. Y cuando supe que se arrendaba este lugar me vine inmediatamente a vivir y a trabajar aquí en El Rosedal” dijo Hernán.
El llamativo nombre del lugar fue instaurado por sus antiguos dueños, debido a que la esposa del expropietario llevaba por nombre “Rosa”, eso derivó en Rosedal, nombre que nunca fue cambiado y que terminó haciéndose popular. UN LUGAR CON HISTORIA Con el paso del tiempo, muchos clientes habituales de El Rosedal han quedado en la historia del bar, siendo recordados por quienes a diario comparten alguna cerveza, un vino o la popular “cañita” que siempre es vendida por una módica suma de dinero. Si bien hoy este bar no da los dividendos de hace un par de años, aún cerca de una decena de clientes pueden llegar a juntarse las tardes o noches en que se exhibe algún partido de fútbol de importancia. Según cuentan las historias de los más conocedores del bar, en sus inicios El Rosedal fue muchas veces perfecto para el escondite de los famosos ladrones de paltas, quienes pasaban por el lugar para esperar el momento perfecto y huir de la comuna, no sin antes tomar algún licor que los armara de valentía para continuar. Entre los recuerdos más gratos guardados por Hernán Caballero, están los buenos años en que sus clientes se reunían a jugar dominó, cacho, la rana y diversos juegos típicos, tradiciones que con los años fueron olvidándose, debido al fallecimiento o migración de la ciudad de muchos clientes habituales. “Aquí los más viejitos
eran el abuelo Galvarino, que murió a los 90 años, hasta sus últimos días venía, se iba a las cuatro de la mañana, junto a don Osvaldo Tapia que venía todos los días para acá, pero a este último lo atropellaron a los 70 años cuando iba borracho un día”, expresó Hernán. EL FIN DE LAS TRADICIONES Si bien con el paso de los años algunas cosas se han remodelado en el bar, lo que llama la atención en todo el que ingrese al lugar, son los espacios antiguos que aún existen y que le dan color e incluso aroma al boliche. Una piedra que atrae las buenas vibras y que fue regalada por un minero, se puede observar junto a un cenicero y un portalápices que han sido recuerdos guardados de antaño. Mientras las sillas de fierro y madera demuestran que el lugar es de los típicos bares antiguos, donde el wurlitzer es el centro de atención con sus rancheras, cumbias y boleros. Pero este espacio que hoy reúne a algunos trabajares agrícolas y crucinos que no olvidan la tradición de compartir un trago con los amigos, podría cerrar sus puertas en un par de años, pues según lo confidenció su dueño, ya se siente cansado y el dinero ganado en el lugar ya no es el mismo de años atrás. “Yo creo que estaré un tiempo más, porque la cosa no está buena, sirve para pagar la mercadería y medio vivir, ya no viene tanta gente como años atrás y a pesar que me gusta, es un trabajo desgastante” dijo Hernán.
Tras 26 años atendiendo El Rosedal, en La Cruz, Hernán Caballero dice estar pensando en cerrar las puertas del emblemático bar.
EL OBSERVADOR
El almacén de Mario Fica, el corazón y la brújula de El Melón Aunque tiene pintado en grande “Porvenir”, todos los habitantes de la localidad minera conocen el local por el nombre de su dueño Por Alonso Aranda Araya
A pesar que el negocio fue bautizado como “Porvenir”, todos los habitantes de El Melón lo conocen como “El almacén de Mario Fica”, un verdadero punto de referencia en la localidad minera. El local, cuyo dueño efectivamente es Mario Fica Vicencio, de ahí el nombre dado por la gente del pueblo, se ubica en calle Arturo Prat 244, muy cerca de la línea férrea que atraviesa el distrito. Sin duda, la ubicación que tiene al almacén en la localidad es privilegiada, debido a que la calle en que está posicionado es la conexión entre la entrada del pueblo, una especie de pequeña zona céntrica, y el sector interior, donde están la mayoría de las poblaciones. Es por esta razón -explica Mario Fica- que su almacén, y su propio nombre, se han convertido en un punto referencial en El Melón, sobre todo para los afuerinos, que no conocen la extensión del distrito minero. “Es algo muy singular, realmente mi negocio es una referencia aquí en el pueblo, porque, por ejemplo, si va a llegar alguien de visita a un lugar, el dueño de casa le dice a esa persona que le diga al chofer que lo deje en el almacén de Mario Fica. Es lo mismo cuando alguien necesita saber dónde vive alguien o para ubicarse dentro del pueblo, a todos los mandan para acá. Es que la verdad yo conozco a todo el pueblo”, contó el dueño del local. Es que a sus 68 años, Mario Fica lleva 50 dedicado al rubro comercial. Su primer negocio lo tuvo frente a donde se ubica actualmente, pero el terremoto que sacudió la zona en 1965 derrum-
Mario Fica, en su almacén, en calle Arturo Prat 244, en el distrito de El Melón, comuna de Nogales.
bó su lugar de trabajo. Ese mismo año, el melonino compró la propiedad ubicada en el 244 de Arturo Prat. Es un negocio que tiene una forma rectangular, que pareciera ser más pequeño de lo que en realidad es, debido a la gran cantidad de productos que ahí se comercializan, que atestan las estanterías de madera, que van desde el suelo hasta el techo del local. Y no es por este artículo, pero precisamente uno de los productos estrella que vende Mario Fica en su almacén es cada edición de “El Observador”: “El diario lo vendo desde su primera edición. Recuerdo que llegó hasta mi negocio don Roberto Silva Bijit junto a el profesor César Tapia, para preguntarme si me interesaba comercializarlo y yo dije que sí de inmediato”, recordó el melonino. EL NEGOCIO DE EL MELÓN Además de los diarios y revistas que adornan la entrada del local, con los años el almacén se ha convertido en un verdadero minimarket, ya que la gama de productos que ofrece al público es tan amplia, que cubre desde las necesidades culinarias de las dueñas de casa, posee artículos de librería y hasta artefactos eléctricos, además de golosinas y otros abarrotes. “La verdad, es que la gente viene a comprar de todo, no puedo decir que vendo más una cosa que otra, aquí vienen por todos los productos. A mi negocio vienen personas de todo el pueblo, no tengo exclusivi-
dad de clientes, como estoy en un paso obligado, le vendo a gente de todo El Melón”, aseguró. Pero desde su negocio, Mario Fica también ha sido un importante portavoz, sobre todo en la década de 1980, cuando en su local mantenía una antena de comunicación, mediante la cual recibía importantes notificaciones a su radio. “Tenía una antena de 12 metros, y a través de mi radio mantenía comunicación con los hospitales, con las municipalidades y con Bomberos. Mediante ese sistema era conocido como ‘Mario Melón’, así pude ayudar a mucha gente”, manifestó el comerciante. En ese sentido, Mario Fica agregó que, “lo que hacía en ese tiempo era transmitir comunicación de personas que estaban internadas en hospitales. Por ejemplo, al mediodía me preguntaban desde una posta rural de Longotoma por un paciente que estaba en el Hospital de La Calera, y a las dos de la tarde yo ya tenía la información de vuelta, para que el familiar que estaba lejos supiera del enfermo, era toda una cadena. También hacía lo mismo cuando había accidentes en la Cuesta El Melón, era un trabajo muy bonito que podía hacer desde mi negocio”, recalcó. Sin duda, es imposible negar que el almacén de Mario Fica es un punto de referencia en El Melón, donde los vecinos de la localidad van de compras, pero también porque saben que es un lugar donde hay parte importante de la historia del pueblo.
EL OBSERVADOR
Edición Especial de Aniversario - 15
Viernes 11 de octubre de 2013
Ferretería Aliaga, un viaje desde los repuestos de bicicleta a la construcción De propiedad del alcalde Patricio Aliaga, este tradicional negocio de Cabildo partió hace 30 años
Por Gabriel Abarca Armijo
En la vida no solo se construyen casas, también se construyen sueños. Para construir una casa se necesitan clavos, madera y cemento, entre otros materiales; mientras que para construir sueños se necesita convicción y perseverancia. Para los materiales que requiere construir una casa, se debe ir a una ferretería. Y para construir sueños, hay que recurrir a la experiencia. Esta analogía la conoce muy bien Patricio Aliaga Díaz, actual alcalde de Cabildo, quien antes de ser el jefe comunal, fue un empresario local que con esfuerzo y dedicación logró hacer crecer su negocio: la “Ferretería Aliaga”. Y aunque en la actualidad se han masificado los grandes consorcios de materiales para la construcción a nivel nacional, la gente sigue prefiriendo -por tradición y cercanía- los emporios locales. Ese donde el vendedor conoce el nombre de su cliente, le recomienda el mejor material y hasta comparte más de alguna conversación casual sobre la contingencia comunal. O simplemente una charla sobre la vida. Total, la superación también es especialidad de la casa. “Siempre nos encontramos con muchos obstáculos, pero el mensaje es que todo se puede conseguir con esfuerzo y perseverancia. Y a pesar que siempre tuve ese ímpetu de luchar por obtener lo que necesitaba, nunca me imaginé que iba a llegar a ser comerciante”, reconoce Aliaga, quien desde su juventud se vinculó al mundo de los negocios cuando estuvo en Santiago. Fue recibido por familiares en la capital, donde compartió con ellos en un reducido espacio, ya que las
condiciones económicas no eran óptimas. Sus padres le enviaban chalecos y dulces de La Ligua y paltas, las cuales Aliaga salía a vender casa por casa, para de esta forma reunir los recursos necesarios para estudiar. Y sin proponérselo, poco a poco fue sembrando un interés por los negocios, para en un futuro llegar a ser el fundador de la ferretería más antigua que existe actualmente en Cabildo. Pero antes de retornar a su comuna natal, ingresó a estudiar Pedagogía en Castellano en la Universidad de Chile, pero no pudo completar sus estudios ya que empezó a trabajar en el Banco del Estado en aquellos años, partiendo su carrera en Cabildo. “No podía seguir pagando mis estudios, por lo que entré a trabajar. De esta forma retorné a Cabildo y esto me permitió mejorar mi situación económica y la de mis padres”, agregó Aliaga, quien trabajó hasta principios de la década de los ochenta en el banco. DE TALLER DE BICICLETAS A FERRETERÍA En Avenida Humeres se produjo la venta de una casa de repuestos para bicicletas, lo que, tal vez por una corazonada, más que por una estrategia empresarial, hizo que Aliaga comprara dicho local con toda su mercadería, vendiendo incluso su auto para llevar a cabo la
transacción. “En ese momento pensé: `¿y por qué no empiezo a vender otro tipo de repuestos en vez de centrarme solo en bicicletas?´. Y entonces integré repuestos de vehículos y me iba bien. Después, decidí implementar materiales para la construcción, lo que también tuvo buena aceptación”, acotó Aliaga, razón por la cual en 1986 el negocio de bicicletas pasó a ser una ferretería con todas sus letras. En aquellos años existían dos negocios similares de mucha tradición en la comuna, pero que con el paso de los años fueron desapareciendo, quedando Ferretería Aliaga como la más antigua de Cabildo. Debido al crecimiento del negocio, Aliaga se cambió a un local más amplio en la misma Avenida Humeres, lo que le aseguró un éxito rotundo en poco más de dos años, por lo que pudo invertir en su casa propia como también en un nuevo terreno para instalar sus materiales en Avenida Ferrocarril a Iquique, lugar donde permanece instalado desde 1990. Actualmente, la administración del negocio está en manos de la familia del jefe comunal, ya que se debe a su condición de alcalde. “La enseñanza es que con esfuerzo todo se puede lograr, y no hay obstáculos que logren frenar la determinación y la constancia”, concluyó el ferretero Aliaga.
Patricio Aliaga junto a su esposa Ana Díaz en lo que es uno de sus mayores orgullos como familia: la Ferretería Aliaga, que con más de 30 años se ha ganado un espacio en el corazón de los cabildanos.
Al César lo que es de la buena mesa “Dónde César” comenzó con la atención a amigos y ya es uno de los puntos de paso obligados por Papudo Por Claudia Cortez Osses
Papudo es un balneario tranquilo, de gente sencilla y de paisajes preciosos, que han significado que muchos veraneantes que disfrutaban de sus vacaciones en estas playas, decidieran finalmente quedarse en este lugar. Entre los árboles, frente a la Plaza de Armas, se ubica una casa de los abuelos maternos y, luego, de la madre de César Herranz Aguiló. Es 1998 y él junto a su joven esposa Lilian Ferruz, y a sus dos hijos, llegan a vivir a la casa de veraneo, cansado de Santiago y del trabajo en el transporte. Con una casa amplia, con muchas historias y generaciones que han pasado por entre sus paredes, la vida cambia radicalmente para César y su familia, que pasan desde el ajetreo metropolitano al pacífico balneario, transcurriendo varios años del reconfortante sonido rompiente de las olas del mar que se ubica a escasos metros. Al dueño de casa le gusta invitar amigos. Muchos amigos. Liliana, su esposa, 20 años más joven, tiene la jovialidad y encanto. Pero César tiene el humor y la sociabilidad que los consagra como un matrimonio muy querido y a la vez muy visitados. Tan visitados, que deciden dar un nuevo paso, motivados por sus amigos, convirtiéndose en empresarios del rubro gastronómico. “La verdad es que se fue dando, mi señora siempre ha sido muy buena para la cocina, de repente a mi señora se le ocurrió hacer empanaditas fritas para llevar, pero la gente quedaba sirviéndose la empanada en el living. Nos fuimos ampliando, luego vino el vaso de bebida, pero nunca fue la idea armar un restaurant, y mira en lo que se ha convertido”, cuenta César Herranz.
El matrimonio compuesto por César Herranz Aguiló y su esposa Lilian Ferruz.
Mientras su esposa reafirma que a su cónyuge siempre le ha gustado la buena mesa “y había que pasar muchas horas preparando algo para cuando él llegaba. A veces me decía: `Mi amor, voy con unos amigos´ y aparecía con 12 personas, tenía que sí o si manejarme en la cocina. De repente nació la idea de hacer empanadas para vender, fue una buena idea, pero esto vino solo, porque los amigos lo pedían”, relata. Fue así cómo el living debe ampliarse y César instala unas mesas, por que los amigos que llegaban en busca de empanadas querían acompañarlas con un tecito o una bebida. Fueron muchos años, donde este lugar se trasformaba en el punto de encuentro, en el primer paraje para las noches bohemias de Papudo. El ambiente era de fiesta, la buena mano de Lilian y la picardía del anfitrión eran los ingredientes necesarios. Cuando sonaba algún teléfono, siempre se escuchaba: “Estoy acá, en la casa de César”. ATENCIÓN INTEGRAL Es el año 2010 y el espacio se hace pequeño, pero los amigos y quienes allí se congregaban, fueron quienes dieron el puntapié para lo que sería el inicio de uno de los restaurantes más importantes de este balneario, y actualmente el único, que funciona todos los días del año. Aquí, la diversión se crea en un ambiente familiar. No es extraño que los
clientes sin conocerse terminen juntando las mesas para compartir la velada, mientras el rey del lugar suele pasar con un jarro con sour, regaloneando a sus comensales. Recorremos el restaurant, el que nace en una casa de veraneo, y nos sorprende gratamente al conocer lo que el cliente habitualmente no conoce. Aquí el proceso, especialmente de los productos del mar, es íntegro. Mientras César nos muestra el templo de creaciones culinarias más apetecibles de la zona, cuenta la importancia que tiene para él que el cliente se vaya contento, especialmente al que le cuesta más darse un gusto como éste. “Acá recibimos a todos, vienen famosos, actores, políticos, figuras públicas, autoridades, y también viene la familia tradicional, la juventud, la gente común y corriente. Mi gran tarea es preocuparme de que cada uno de ellos se vaya contento, conforme y haya pasado un grato momento en este lugar“, cuenta su dueño. Luego del recorrido, la mesa luce impecable, los cubiertos se reflejan en las copas que llevan un buen vino blanco, y sobre el plato aparece el placer culpable de degustar un panqueque relleno de ostiones cubiertos de una salsa difícil de describir, aunque les aseguramos que es lo que más se acerca a un manjar de dioses. Hay que solo imaginarlo.