Para Alice, la aguerrrrida pirata de Cherrrtsey LOS JOLLEY-ROGERS Y EL TESORO DEL MONSTRUO Una publicación de Ediciones Fortuna www.edicionesfortuna.com www.facebook.com/edicionesfortuna Copyright © 2016 sobre la presente edición The Jolley-Rogers and the Monster’s Gold First published in the UK in 2016 by Templar Publishing, an imprint of the Bonnier Company Limited. Copyright © Jonny Duddle 2016 Traducción: Jaime Valero Martínez Primera edición. Reservados todos los derechos ISBN: 978-84-945027-4-3 Materias IBIC: YFC-YFU-2ADS Depósito legal: BI-1019/2016 Impreso en España
Los JOLLEY-ROGERS y el
TESORO del MONSTRUO JONNY DUDDLE
a: t a r i p o mig a o d i r e Qu er s a í r a t ¿ Te g u s o d e m a r ? lob o c ro i o r s e n t u r o may l e r a r ar? n i ¿Log g a m i da e u p e s que l que e d o r ás o m n o c tar? ¿Y s a g s a tes ued jamás p de rubíes gigan s! les ¡Hay mi s muy brillante nte y d i a m a e s co n s e g u i r, ier u i r. g e s e Si lo qu d has a p a m l s ol o e xxx o g i m a De un
1.
B otellas Todos los sábados por la mañana, Matilda iba al muelle de Villasosa de la Ribera a pescar botellas, con la esperanza de recibir un mensaje de su mejor amigo, Jim Lad. Jim Lad era un pirata y solía mantener el contacto con Matilda enviándole notas. Cuando escribía una, la metía en una vieja botella de grog, la tapaba con un corcho y la lanzaba al mar desde el barco pirata de su familia.
Si se trataba de un mensaje urgente, y no estaban lejos de la costa, lo ataba a la pata del loro de su abuelo, Graznido, que iba volando a casa de Matilda y daba unos golpecitos en la ventana. Jim lo llamaba «correo aéreo», pero a Matilda le sonaba a «correo aé RRR eo». Aunque la mayoría de las veces, las notas llegaban embotelladas. El padre de Matilda estaba sentado a su lado, pescando peces en lugar de botellas. Rara vez pescaba algo, pero tenía un montón de aparejos muy caros y un sombrero repleto de anzuelos que apuntaban hacia el cielo. Se había quedado traspuesto y estaba roncando suavemente. Matilda también tenía sueño. Estaba en mitad de un bostezo cuando el sedal
10
de su caña se enganchó con algo. Matilda se enderezó, comenzó a girar el carrete, expectante, y vio que el anzuelo estaba arrastrando una botella verde y desgastada por el agua. ¡Y tenía un pergamino dentro! Siguió recogiendo hilo, entusiasmada, deseando que se tratara de una nota de Jim Lad. Sacó el corcho con los dientes, le dio la vuelta a la botella y la sacudió con fuerza. El pergamino cayó sobre los adoquines y al desenrollarse vio que era un mapa. —¿Eh? ¡Hum! ¿Qué tienes ahí? —farfulló el padre de Matilda, alertado por el ruido que hizo la botella cuando la niña la dejó en el suelo—. ¿Otra nota de Jim Lad?
11
—¡No! ¡Es un mapa! —exclamó Matilda, mientras desplegaba el pergamino raído sobre el muelle—. Tiene una X enorme de color rojo en el centro, justo encima de una isla diminuta. ¿Crees que será un mapa del tesoro? En el reverso del pergamino había una nota, pero no estaba escrita con la letra de Jim. —Querido amigo pirata... ¿Te gustaría ser un rico lobo de mar? —leyó Matilda—. Vaya. Quizás debería escribir a Jim. Él es un «querido amigo pirata» y le encantan los mapas del tesoro. ¡Podríamos ir juntos a buscarlo! —exclamó—. Además, Jim y sus padres tienen un barco, así sería mucho más fácil llegar hasta la isla.
12
—Buena idea —dijo su padre—. Pero tendrás que consultarlo con tu ma... Antes de que pudiera acabar la frase, se le posó un loro en la cabeza. —¡SIRENA GRUÑONA! — chilló Graznido—. ¡PAPEO Y GROG! ¡A LAS 12 EN PUNTO! —¡Hurra! ¡Ha llegado Jim Lad! —exclamó Matilda.
2.
T ralará , T ralarí —¿No tienen sesos de tiburón? — preguntó el padre de Jim. Matilda y sus padres estaban sentados bajo una sombrilla, en la terraza de la posada Sirena Gruñona, compartiendo mesa con Jim y el resto de su familia. Los Jolley-Rogers habían llegado a Villasosa de la Ribera al alba para aprovisionarse. La madre de Jim había propuesto que comieran juntos antes de volver a echarse a la mar, pero al padre de Jim no le gustó el menú.
14
—¡Qué aburrida es la comida de los marineros de agua dulce! —le dijo al camarero—. ¡Y encima me dirá que no tienen filetes de kraken! —Me temo que no, señor —respondió el camarero—. Todos nuestros pescados son de la zona. ¿Le puedo sugerir el róbalo frito con salsa bearnesa y azafrán, puré de patata y verduras cítricas? —¿Qué ha dicho? —preguntó Preciosa. —¡Bah, póngame el pescado con patatas! —gruñó el padre de Jim—. ¡Y con papilla de guisantes, nada de purés! —Yo también tomaré pescado con patatas —dijo la madre de Jim. —¡Y yo! —dijo Jim. —¡Que sean tres! —dijo Preciosa.
16
—¡PESCADO CON PATATAS! —graznó Graznido. —Entonces, serán cuatro raciones de pescado con patatas, ¿no es así? —dijo el camarero—. Ya veo que su loro repite todo lo que dicen. ¡Qué majo! Se agachó para acariciar a Graznido, pero se contuvo cuando el loro frunció el ceño y empezó a gruñir. —Dos raciones de pescado con patatas para nosotros —dijo la madre de Matilda—. Y una de róbalo, por favor. Una vez hecho el pedido, volvieron a concentrarse en el mapa de Matilda, que estaba desplegado sobre la mesa. El padre de Jim había traído una de sus viejas cartas náuticas y estaba comparando los dos,
17
ondeando su compás sobre el pergamino, mientras farfullaba y se rascaba la cabeza. —Gracias por el mapa, Matilda. A los piratas nos encantan los tesoros —dijo—. Lo raro es que esta isla no aparece en mi carta náutica. En fin, quizás deberíamos ir a buscarla... ¡No me importaría echarle el guante a un tesoro! —¡Ni a mí! —dijo Preciosa. —¡LOS TESOROS TRAEN PROBLEMAS! —exclamó Graznido. —¿Quieres venir con nosotros, Tilda? —dijo Jim, mientras miraba a su madre, que asintió sonriendo. —¡Sí, por favor! —rogó Matilda, que
se dio la vuelta hacia sus padres con cara de niña buena. —En fin, supongo que sería una bonita forma de pasar las vacaciones —respondió su madre—. Pero ¿no será peligroso? —¡Matilda es una marinera nata! — exclamó la madre de Jim—. El Agujero Negro está a punto y el mar está en calma hasta más allá de Testa Brujilda. El tesoro no queda lejos de allí y no hay previsión de lluvias ni de tormentas para la semana que viene. —Necesitaremos la ayuda de Matilda —añadió Jim—. ¡Tiene un sexto sentido
para el oro! Además, el mapa lo encontró ella, ¡así que no sería justo dejarla en tierra! —Está bien, puedes ir —consintió la madre de Matilda, mientras regresaba el camarero haciendo equilibrios con los platos. Matilda y Jim le hincaron el diente a sus pescados con patatas, mientras charlaban y planeaban el viaje, y sus padres se pusieron a hablar de rollos de adultos. Preciosa tiró las patatas al aire, una por una, para que Graznido las cogiera. Cuando estaban acabando de comer, la brisa trajo los ecos de un violín. La melodía llegó flotando desde el muelle. Entonces apareció un anciano violinista, que estaba entonando una canción:
20
«Navegaba un día por el Mar Sarnoso y encontré una isla repleta de oro. Tralarí, tralará, una isla en el mar. Tralará, tralarí. llena de oro para mí».
Se plantó delante de su mesa y se puso a observar el mapa con el ceño fruncido. Todos se quedaron mirando al violinista. Éste también les miró. Después volvió a observar el mapa.
Deslizó el arco sobre las cuerdas de su violín y reanudó la canción: «Navegando de regreso, un mapa empecé a dibujar, así la situación de la isla nunca podría olvidar. ¡El botín que allí se encuentra es inimaginable! ¡Un inmenso tesoro de valor incalculable!
El mapa que ahí tenéis lo dibujé con mis manos, mientras iba a la deriva sin primos ni hermanos. ¿Qué os parecería que fuese vuestro guía para así encontrar el tesoro algún día?».
El padre de Jim aplaudió entusiasmado. —¡ARR! Serías la banda sonora ideal para nuestro viaje. ¡Me chiflan los cánticos marineros! Y no se me da muy bien leer mapas, así que me vendría bien tu ayuda. Se levantó de un brinco y le pasó un brazo sobre los hombros al viejo violinista. —¡Todos a bordo, mis valientes! —¡TENTÁCULO! —dijo Graznido.
3.
E l M ar S arnoso Salieron de la Sirena Gruñona y dieron un paseo hasta el barco de los JolleyRogers, el Agujero Negro. Había un montón de domingueros sacando fotos y admirando el navío, que destacaba entre los relucientes yates blancos amarrados en el puerto. Los Jolley-Rogers ocuparon sus puestos en la cubierta, mientras Jim correteaba por los flechastes para desplegar la vela mayor con su madre. Matilda se subió a la cubierta de proa con Huesos, el
perro, que apoyó las patas —una normal y la otra de palo— sobre la barandilla y se puso a ladrar alegremente. En la toldilla, el padre de Jim desplegó el mapa del tesoro y gritó a los padres de Matilda: —¿Podríais ayudarnos a soltar las amarras? Preciosa se encaramó al barril que había colocado frente al timón y pulsó un botón de latón para poner el motor en marcha. Los padres de Matilda soltaron las sogas de una baliza y les dijeron adiós desde el muelle, mientras el Agujero Negro salía del embarcadero y se alejaba resoplando del puerto. Matilda les lanzó un beso a sus padres, entusiasmada por echarse a la mar para buscar un tesoro de verdad.
26
El violinista los amenizó con unos cánticos festivos, pero cuando salieron a mar abierto desde el Estrecho Sosainas, su música adoptó un tono más sombrío. «Para encontrar la isla muy rápido hay que ser, pues dicen que, a veces, ¡puede desaparecer! Y aquellos que han osado poner un pie en sus playas JAMÁS han sido vistos de nuevo entre piratas».
—¿Qué ha dicho? —murmuró el padre de Jim desde la popa del barco, aguzando el oído para entender los versos del violinista, que bailoteaba por el castillo de proa.
27
—No lo sé —dijo la madre de Jim, mientras descendía a la toldilla desde una cuerda—. No sé si ha sido buena idea traerlo. Tienes una colección de cantos marineros en CD y, si querías hacer un karaoke, podríamos haber enchufado unos altavoces en la cubierta. Hay algo raro en ese violinista... —Ha dicho que la isla desaparece — dijo Preciosa, que tenía mejor oído que sus padres—. ¡Y que los piratas que van allí no regresan JAMÁS! —Eso no puede ser —dijo el padre de Jim, mientras observaba al violinista a través del catalejo, admirado de los brincos que pegaba por el bauprés—, porque él sí regresó. No es más que un trovador
28
inofensivo, un viejo lobo de mar al que le gusta cantar. ¡Todo a estribor, Preciosa! ¡Rumbo sudeste! En la lente del catalejo apareció la cabeza arrugada de un anciano, que asomaba por una trampilla en la cubierta de proa. A continuación apareció un garfio oxidado que apuntó directamente hacia el violinista. —Oh, no —dijo el padre de Jim—. El abuelo se ha despertado... El abuelo giró la cabeza hacia la popa, mascullando unas palabras que se perdieron con el viento, después volvió a meterse por la trampilla con cara de pocos amigos. —...¡Y no está de buen humor!
29
¡AH DEL BARCO, MIS VALIENTES! Matilda, Jim Lad y los JOLLEY-ROGERS están de vuelta para otra intrépida aventura de piratas. ¡Os esperamos en las librerías a partir de noviembre de 2016!
www.edicionesfortuna.com www.facebook.com/edicionesfortuna