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memorias La música y el tardofranquismo (II

LA MÚSICA Y EL TA R D O F RA N QUISMO (III)

(Un relato semiautobiográfico)

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En 1971 cursaba yo el PREU (Curso Preuniversitario de la Ley de Enseñanza Media de 1953) en el colegio de La Inmaculada de los P.P. Franciscanos de Cartagena. Y hacía Ciencias. Los que hacían Letras eran “raritos”. Era una enseñanza de “los niños con los niños” y las “niñas con las niñas”, a pesar de que en la película de Pedro Lazaga “Los chicos del PREU” del 67 en Madrid, por lo visto ya había enxeñanza mixta, para nuestra envidia.

En clase éramos unos 40 zagalotes que teníamos la mente dividida entre el estudio y la juerga.

El colegio tenía lógicamente un ideario religioso, pero en este último lustro del franquismo el nacionalcatolicismo hacía aguas por todos lados, especialmente desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) y los nuevos aires cristianos más abiertos a los nuevos tiempos. En mayo de ese año fue nombrado arzobispo de Madrid el Cardenal Tarancón, quien después ocupó la presidencia de la Conferencia Episcopal Española. Algo estaba cambiando en las altas esferas.

Y la verdad es que con esos maravillosos 16 ó 17 años la mayoría de nosotros ya pasaba de la religión. Los frailes se daban cuenta de eso y he de decir que las antiguas obligaciones de, por ejemplo rezar el rosario, ir a misa o confesarse, se estaban flexibilizando. Cómo cantaría Dylan años antes “the times they are a-changin”. Cada vez íbamos menos a misa y cada vez eran menos las confesiones. Y eso que la presión seguía siendo fuerte, por ejemplo por parte del Opus. Por aquella época el Opus montaba una serie de “pisos” con el objetivo de adoctrinar a los adolescentes que se desviaban de las normas que intentaban coartar el impulso adolescente.

Yo estuve en uno de esos pisos. Dirigentes del “La Obra” iban por los colegios “de pago” para reclutar adeptos. Con el permiso paterno nos llevaban a un piso para estudiar. La idea era la de reunir un grupo de estudiantes, mayoritariamente brillantes, para pasar toda la noche estudiando con una serie de avanzadas técnicas de estudio. En esa época pasar una noche “fuera de casa” era un reclamo atractivo. Nos daban al principio de la noche unas pastas, algún tipo de refresco o café con leche y “centraminas”, que por aquél tiempo no eran droga, o por lo menos se Por Chema Espejo

abaniko 47 podían conseguir sin grandes dificultades. Yo estuve dos noches. La primera todo discurrió con normalidad. Las centraminas nos mantenían despiertos y de cuando en cuando estudiábamos y de cuando en cuando nos relajábamos. Los hermanos del Opus eran muy agradables e incluso contaban chistes. Esa primera noche solo rezamos dos padrenuestros, uno al principio de la noche y otro al salir de madrugada. Bien. A la semana siguiente nos convocaron otra vez y la cosa no fue para mí tan bien. Además de rezar cada hora los “hermanos” del Opus nos empezaban a hablar del “ hermano Mayor” Josemaría Escrivá de Balaguer y su distendida forma de abordar la religión y de los peligros que nos acechaban en nuestra edad, sobre todo en los que estaba en relación con el sexo. No volví. Para mí y mis 17 años el sexo era mucho más importante que una religión que intentaba coartar ese impulso para reservarlo a la época marital.

Quizás fue por eso por lo que mis rendimientos académicos empezaron a flaquear. Yo había tenido muy buenas notas durante el bachiller e incluso había aparecido varias veces en el “cuadro de honor” en donde ponían cada mes las fotos de los mejores alumnos. Pero ya en sexto de bachiller mis resultados habían dejado de ser brillantes y la Reválida la tuve que superar en la convocatoria de septiembre. Los guateques, la música y el fútbol me restaban tiempo y ganas de estudio. Y efectivamente en PREU mi curva descendente se confirmó. El examen se hacía en Murcia y aquí que nos vinimos de Cartagena con la vista puesta en la futura Universidad. Hice el examen como pude y la nota fue “no apto”. La verdad es que me estaba dando cuenta de que las Matemáticas y la Física no eran mi fuerte. Mis padres reaccionaron y decidieron que el siguiente curso (71-72) lo pasara en Madrid.

Con lo que dejé Cartagena y me marché a vivir a Madrid con mi padre. En Madrid pasé dos años “gloriosos”.

Mi padre me apuntó en dos academias. Una que estaba en la calle del Pez (barrio de Malasaña) para preparar el examen de PREU, esta vez de Letras y otra que estaba en la calle Juan Bravo (barrio de Salamanca) para aprender mecanografía. Cómo mi padre no veía muy claro mi futuro universitario, quería que estuviera preparado para hacer unas oposiciones a “Aduanas”, cosa que no me gustaba un pelo. Y en Madrid fue cuando adquirí mi “mayoría de edad”, mi “uso de “razón” y mi amor por la libertad.

Además fueron dos años en los que cimenté mis gustos musicales. (continuará…).

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LA MÚSICA Y EL TARDOFRANQUISMO (II)

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