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• Estado de derecho y seguridad jurídica Orlando Alcívar Santos

• La “aventura” humana Rosalía Arteaga Serrano

• Un bofetón a la inteligencia Juan Cueva Jaramillo

• Justicia electoral en el Ecuador Richard Ortiz Ortiz

• Política y derecho Marco Antonio Rodríguez

• La hiperrealidad de Correa Andrés Tobar Merino

Año I Número 2 Febrero 2009


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TRIBUNA DEMOCRÁTICA


Democracia “En sentido vulgar y hegeliano, sistema político perfecto y absoluto, culmen de la Historia y de la aspiración humana de libertad, donde son reconocidos y respetados todos los derechos imaginables del hombre. Sistema político donde se fomenta la participación de la mayor parte de los componentes de la comunidad política en las tareas de dirección y administración de la misma, con pleno respeto al Derecho Natural y al principio de unidad de poder. Existen diversos tipos de democracias: liberal, popular y orgánica. Los dos primeros se autoconciben desde una absolutivización de la democracia, de manera que la voluntad popular es la única fuente de legitimidad del poder, y por tanto, única fuente de la Ley y la Moral. En realidad, desde el punto de vista teórico, el pueblo no es el origen del poder, sino su destinatario, de manera que el ejercicio del poder se legitima si atiende a la Justicia y al bien común. De la misma forma, la Ley lo será en tanto no contradiga la Ley Natural y la Moral objetiva. La participación ciudadana ha de colocarse en su contexto, pues ni todas las decisiones que toma el poder político obedecen a criterios relativos que puedan ser sometidos al capricho popular, ni todo el pueblo tiene, en ocasiones, el conocimiento suficiente para tomar una decisión en determinados ámbitos. Hay algunas cuestiones cuya extracción al arbitrio popular y sometimiento a una suerte de tecnocracia, no es sino un signo de buen gobierno, puesto que tanto el pueblo como sus representantes no pueden más que realizar un control muy genérico de dicha actividad. Y, por otra parte, existen ámbitos, como por ejemplo la dignidad humana o la familia, donde no hay margen para la intromisión del poder bajo la excusa de un cambio en la concepción popular. No obstante, un excesivo apartamiento del pueblo de las tareas de gobierno también es una injusticia y un peligro. Es un derecho e incluso un deber del pueblo, organizado en los múltiples cuerpos intermedios de la más diversa índole a los que de forma natural tiende, el participar en política, entendiendo este concepto en su más amplio sentido. Nada justifica al pueblo que todo lo espera de sus gobernantes, y contempla de forma indolente la corrupción de sus mandatarios y los males de la comunidad política sin realizar el mínimo esfuerzo para luchar por el Bien de dicha comunidad.” Tomado de Diccionario Político: http://www.hispanitas.org Hispánitas es una asociación política de inspiración católica y vocación hispánica fundada en Madrid, en abril de 2006

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ditorial Vivimos una de las épocas más singulares de los últimos 50 años. Tenemos un Presidente que lleva dos años en el poder, trabajando tanto o más que en campaña y gozando de una popularidad nunca vista. Los empresarios tienen más temores que malos resultados. Y sigue escondido, o no existe, quien pueda ser un contendor de Correa. Los ingresos del petróleo, si no mejoran, van a afectar los planes del gobierno. Y algunos economistas consideran que, independiente de que le guste o no al Presidente, va a tener que desdolarizar. Paralelamente, Correa ha manifestado su incomodidad al no poder disponer de una moneda propia que le permita manejar la economía, especialmente el equilibrio de las importaciones y exportaciones. También manifiesta que los problemas de la economía estadounidense, por estar nosotros dolarizados, nos hace daño. El Presidente se ha dado el lujo de discrepar con la Iglesia Católica, saliendo extraordinariamente bien parado, considerando que nunca nadie se permitió algo parecido. Una presidencia sin parafernalias, una política de no discriminación racial y sexual; un gabinete alborotado por el mismo ejecutivo, los descontentos de las bases indígenas, el estilo agresivo, fluido y delatante de las cadenas de los sábados, una prensa en la oposición y un gasto enorme en la publicidad del gobierno, completan una situación que alguien la calificó como de 3 de cal y 4 de arena. Los temas de Derecho, tan importantes en la vida de toda sociedad porque en él se plasman la filosofía, la lógica y el nivel de desarrollo de una sociedad, que se vienen tratando en nuestra revista Novedades Jurídicas, pretendemos complementar ahora con esta nueva sección Tribuna Democrática, en la que esperamos que, ilustres invitados a participar en ella, nos den luces que nos permitan ubicar el mejor futuro para el país y desenredar la singular, por decir lo menos, situación política que estamos viviendo. Manuel Mejía Dalmau Presidente CORPORACIÓN MYL www.corpmyl.com

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Estado de derecho y seguridad jurídica • Orlando Alcívar Santos

Doctor en Jurisprudencia y Licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad de Guayaquil, Miembro de la Asociación Internacional de Derecho Constitucional (Internacional Association of Constitucional Law) y de la Federación Interamericana de Abogados (InterAmerican Bar Association), Miembro del Consejo y Vicepresidente del Comité de Derecho Constitucional de la misma Federación, Miembro de número de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, y Editorialista del Diario EL UNIVERSO de Guayaquil. Desempeñó las funciones de Ministro de Estado, Secretario General de la Administración Pública, Presidente de la Comisión de Constitución de la ANC de 1998, Presidente del Órgano Principal del Acuerdo de Cartagena y Jefe de Asesoría Jurídica de la Municipalidad de Guayaquil.

Para que la seguridad jurídica esté presente es menester que exista un Estado de Derecho, es decir un Estado Constitucional Democrático en el que las decisiones de los órganos del poder sean siempre predecibles y la seguridad jurídica sea una garantía general para los derechos fundamentales, pues en su antinomia, en el Estado Autoritario, el poder obedece a sus propias reglas que incluyen amplios márgenes de discrecionalidad, y por tanto las reacciones del poder no son previsibles y la seguridad jurídica se vuelve intangible. Estado y Derecho no son la misma cosa y aún más –como sostenía Jellinek- el Estado debe sumisión al Derecho, pues las facultades de sus órganos son las que están determinadas en la ley, en la que constan también las garantías para los gobernados, todo ello relacionado directamente con el principio de legalidad. No existe uniformidad acerca del concepto de Estado de Derecho, pero los juristas, en sus cónclaves internacionales y a través de sus tratadistas, han llegado a establecer ciertas características que lo identifican, entre las cuales destacan que la persona humana es el principio y el fin del Estado; que los Congresos y Asambleas Legislativas –aunque la ley sea un producto suyotienen como límites de su accionar las normas que ellos mismos han dictado; que todos los poderes o Funciones del Estado están sujetas a estrictos controles que han sido previstos en las reglas respectivas; que las sanciones que establece la ley deben estar previamente señaladas en las normas jurídicas, y que el ciudadano debe gozar de seguridad jurídica, es decir de la certe>5


za de que la Constitución y leyes vigentes, el marco legal dentro del que se desenvuelve el individuo en su vida cotidiana y que ha sido trazado por el Estado, no puede ser vulnerado sin que se incurra en arbitrariedad e injusticia, enemigas ambas del Derecho. El principal resultado que debe producir el Estado de Derecho es seguridad para los ciudadanos, es decir inexistencia de peligro, daño o riesgo, en todas sus actividades personales como ciudadano (empleado, empresario, estudiante, profesor, ama de casa, profesional, etc.), pues la eficacia del Derecho se ve claramente desafiada cuando el Estado, a través de sus funcionarios, individualmente o en cuerpos colegiados, recurren a la violencia jurídica al actuar por encima de las leyes o ignorar sus disposiciones eludiéndolas con esguinces interpretativos que, además, no están en posibilidad legal de realizar. En el Estado de Derecho el ejercicio de los Poderes Públicos implica responsabilidades para quienes lo ejercen, tanto por las extralimitaciones como por las omisiones que comentan en el ejercicio de sus funciones. El Ejecutivo, los legisladores, los jueces no ejercen poderes propios sino los que les permite el régimen democrático constitucional contenido en las normas vigentes, y su substancia jamás podrá cambiar sin vulnerar el Estado de Derecho. Por todo lo dicho, en el actual momento constitucional y político del país, preocupa –especialmente a quienes somos devotos del Derecho como elemento fundamental en la vida de las personas y del Estado- que en el Ecuador no exista seguridad jurídica, a tal punto que en los estamentos superiores de la organización estatal, actúa una Corte Constitucional viciada en sus orígenes, una Corte Nacional de Justicia que es producto de interpretaciones forzadas provenientes de la anterior, y un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social –la novísima Quinta Función con amplios poderes- cuya integración ha sido impugnada por un abanico de sectores ciudadanos. Con ese panorama, si la Constitución y las leyes se interpretan y se aplican arbitrariamente, no se requiere ser especialista en ninguna materia para llegar a la conclusión de que el Estado de Derecho y su consecuencia, la seguridad jurídica, son una ficción. Guayaquil, febrero 2009.

Nota: Los editoriales se publican en orden alfabético de los colaboradores.

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La “aventura” humana • Rosalía Arteaga Serrano

Ex Presidenta Constitucional de la República del Ecuador. Ex Vicepresidenta Constitucional de la República del Ecuador. Fue Ministra de Educación y Cultura y Deportes del Ecuador. Fue Viceministra de Cultura. Se ha desempeñado como Secretaria General de la Organización Tratado de Cooperación Amazónica en Brasil 2004-2007. Actualmente se desempeña como Directora Ejecutiva de Fundación Natura Regional, miembro del Consejo directivo del Centro Agronómico de Investigación y Enseñanza (CATIE) en Costa Rica. Colabora con varias revistas, periódicos y medios de comunicación.

Hace aproximadamente un par de meses, tuve la suerte de participar en un extraordinario evento convocado por la Universidad de Chile, en Santiago, dicha convocatoria “Urbi et Orbi”, reunió a diferentes personalidades del mundo de la ciencia latinoamericana, tanto de las ciencias denominadas exactas como de las llamadas sociales, por más que aquello de exactas haya quedado bastante mal parado, sobre todo después de la famosa teoría del caos de Prigogyn y hasta de los principios de la física quántica, cuando lo definido y definitivo ya no lo son tanto. En fin, en la mesa redonda en la que me tocó exponer: “políticas científico-tecnológicas, organismos internacionales y conocimiento mundial”, coincidí con el más famoso y laureado matemático chileno, el Dr. Servet Martínez, premio nacional de ciencias y presidente de la Academia de Ciencias de su país, y, al contrario de lo que uno puede pensar de la charla de un matemático, sobre todo si en la escuela y el colegio se ha tenido aversión a esta disciplina, en la que se pensaría que se va a pasar la sesión bostezando o al menos cabeceando, acaparó mi interés, cuando empezó a hablar de lo que él llamó -y aquí la razón de esta explicación- la aventura humana, título que he tomado prestado de entre las líneas de su exposición verbal, nada de acompañamiento de power point, ni cosa que se le parezca. Pero la coincidencia va más allá, o más acá, según se quiera ver, cuando al ir deshilvanando sus ideas, con un singular optimismo, que también comparto, se puede ver la calidad del espíritu humano, la perseverancia de los hombres y mujeres que poblamos este planeta, que a veces parece marchar a la deriva, en medio de crisis y fracasos, para encontrar que efectivamente, estamos embarcados en conjunto, no solo como especie, sino con el resto de habitantes de la tierra, (animales y vegetales), y hasta con los materiales “inertes” que lo componen,

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a un destino común, a una lucha por la sobrevivencia, en esa “aventura humana que enfrentará siempre cosas nuevas”, en las que siempre habrá el “elemento sorpresa”, de lo contrario no podríamos llamarlo de aventura. Al enfocar lo que ocurre con el mundo, ahora más que nunca enfrentado a crisis de todo tipo: económica, social, medioambiental, parecería que nos encontramos ante un callejón sin salida, y que el pesimismo fuera la única respuesta, que el bajar los brazos demostraría simbólicamente que ya no hay un más allá, que todo está perdido, que las generaciones que vienen ya no tienen escape, ya no tienen futuro, pero estamos con el profesor chileno cuando dice: “ nunca el ser humano se ha rendido”, “la ciencia está ligada al viaje, al intercambio”, y las pruebas son numerosas si buceamos en la historia, en esa historia que es la más rica cantera del conocimiento, y a la que poco recurrimos, sabemos que ha soportado guerras de exterminio, mandatos casi eternos de líderes inescrupulosos y despóticos, dinastías de miedo y de terror, catástrofes naturales, en fin, peripecias de todo tipo; la capacidad, la inventiva, la creatividad humana se han hecho presentes, utilizando las herramientas que tenía en derredor, los materiales más diversos, ha creado salidas, ha creado esperanzas. Por ello, el futuro del ser humano no puede ser desesperanzador “hay grandes problemas y se requiere el concurso de muchos para solventarlos”, y pueda que ahí esté la clave para salir de la conflictividad actual, el trabajo conjunto, la necesidad de poner cada uno de nosotros su parte para encontrar soluciones, la ciencia aparece como la gran aliada del hombre, no su enemiga, como muchos quieren hacerla ver, como culpable de los destrozos, de los abusos, recordemos que la ciencia es un instrumento en nuestras manos, no actúa de muto propio, no se hace a sí misma, la “ciencia es el hilo de Ariadna para distinguir lo que vale de lo que no”, para enmendar errores, para conducirnos por ese camino lleno de recovecos, es verdad, pero también pleno de soluciones, de salidas, de estrategias para continuar en esta gran aventura que es la vida de los seres humanos sobre la faz de la tierra, una ciencia que no puede estar en la otra vereda de la ética, todo lo contrario, si la conceptuamos como la que nos proporciona elementos, instrumentos para salir de la crisis. Y termino refiriéndome a otra expresión del citado profesor Servet Martínez, cuando dice que “nos fertilizamos unos a otros con el viaje, el conocimiento, la ciencia, la educación”. He ahí implícita toda una filosofía de vida, toda una tesis en esta aventura, en la que nos necesitamos los unos a los otros, como en una gran barca en la que todos tenemos que salir adelante. El concepto de la fertilización me encanta, tal vez porque soy mujer que ha recibido semillas y ha germinado, tal vez porque la tentación de la agricultura se hizo presente seduciendo a aquellas primeras recolectoras, tal vez porque la palabra misma fertilización hace referencia a cosas buenas, a productividad, a mejora, a trabajo conjunto. Los lectores de una revista que lleva el título de “Novedades Jurídicas” , pueden sentirse extrañados ante un artículo de esta naturaleza, pero no los más avisados que saben que lo jurídico jamás debe estar reñido con lo justo, con lo ético, y que lo jurídico, ciertamente, acompaña y acompañará a la gran aventura humana.

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Un bofetón a la inteligencia • Juan Cueva Jaramillo

Estudios en la Sorbona (París). Profesor universitario. Diputado. Embajador en París. Analista político. Columnista de El Comercio, El Hoy y Diners. Actual Cónsul ad Honorem de Mónaco en Quito. Presidente de la Alianza Francesa. Autor de varias obras, Comendador de la Legión de Honor concedida por Francois Mitterand, 1991 (Francia). Orden Nacional al mérito en el grado de Gran Oficial, concedida por Jacques Chirac, 2000 (Francia).

Dos años de renovación. Algunos logros importantes en lo estructural. Muchas fallas en lo formal. El Ecuador estrena una nueva Constitución en la que se incorpora a la participación ciudadana en la vida del Estado. Ello parece ser una garantía de transparencia y democracia. La nueva Constitución crea una quinta función del Estado, uno de cuyos pilares es el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social con funciones importantísimas, entre ellas, nombrar al Contralor, Procurador, Fiscal General, Superintendentes, Defensor del Pueblo, Consejo de la Judicatura. Además, supervisar la lucha contra la corrupción. Como ustedes pueden comprender, un Consejo cargado de altos poderes. Para formar el Consejo de Participación Ciudadana y de Control Social se convoca un concurso de oposición y méritos. Aquí comienzan los grandes problemas: ocurren hechos inconcebibles. Aquí es donde se comienza a tostar el granizo. El cuestionario que sirve de examen para estos altísimos funcionarios que van a formar parte del Quinto poder del Estado es digno de constar en la Enciclopedia de la estupidez humana. Veamos algunas de las preguntas: 1) El Ecuador es: a) una monarquía constitucional b) un Estado parlamentario c) un Estado Presidencial 2) El Ecuador tiene conflictos fronterizos con: a) Colombia b) Perú c) Cuba d) Estados Unidos

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Sesenta preguntas de este nivel. Sesenta bofetadas a la inteligencia. Si se trata de probar los conocimientos de un muchacho que pasa de la primaria a la secundaria podría aceptarse un examen tan elemental. Pero no. Se trata de seleccionar a los miembros del Consejo de Participación Ciudadana. Nada menos. Esto basta y sobra para anular el mencionado concurso. Pero el asunto es más grave aún: se terceriza la calificación. Se contrata a dedo y sin licitación a una compañía que se ocupa de informática y se le encarga calificar las carpetas de los participantes. Ante la avalancha de reclamos, se decide recalificar y se producen diferencias de hasta 24 puntos sobre cincuenta en dichas calificaciones. Prueba irrefutable de la invalidez del proceso. Un concursante recibe la nota de 52 sobre 50. No. No es una broma, es una verdad insultante. Se trata de explicar este absurdo con el argumento de la “discriminación positiva”, pero no se cae en la cuenta de que tal discriminación puede quizás caber en los derechos, pero jamás en un concurso de méritos. La ignorancia de quienes organizaron este concurso es supina. Parece ser que, además de la ignorancia, existió el deseo de engañar, de amarrar los resultados, de escoger gente obediente para formar la nueva entidad. Este deseo de trampear a la ciudadanía se nota a la legua: nombres de concursantes que suben. Otros que bajan. Carpetas que desaparecen. Uno de los más altos calificados no presenta diploma alguno. Los veedores denuncian las irregularidades. Dos triunfadores se excusan por no estar de acuerdo con las infamias. El país entero se asombra. Como decía Benjamín Carrión: “todo se puede perdonar, menos que al pueblo se lo tome por pendejo”. Así, de esta manera fraudulenta y manipulada, nace el flamante Consejo de Participación Ciudadana ¿alguien puede confiar en él?. Nace entre la opacidad y la niebla. La total falta de transparencia le quita toda la credibilidad al naciente Consejo. Todo esto ocurre dentro de un régimen que trata de cambiar las estructuras del país, con un Presidente de la República inteligente y carismático. Los colaboradores ignorantes y serviles le hacen un daño enrome al actual Gobierno. Impiden que el Ecuador tenga un futuro más digno, más claro, en el que el sol salga para todos. Quito, Enero 26 del 2009.

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Justicia electoral en el Ecuador • Richard Ortiz Ortiz

Estudios de Ciencias Jurídicas, Abogado y Doctor en Jurisprudencia, PUCE. Estudios en Ciencias Políticas, Derecho Público y Sociología, Universidad de Heidelberg, Alemania. Estancia de investigación en el Instituto-Max-Planck para Derecho Público Comparado y Derecho Internacional, Heidelberg, Alemania. Doctor of Philosophy (Ph.D.) en Ciencias Políticas, Universidad de Heidelberg, Alemania. Catedrático Universitario en Ecuador y Alemania. Asesor de la Asamblea Constituyente, Montecristi, Ecuador. Consultor en Ingeniería Constitucional y Ciencia Política Aplicada. Profesor de la Maestría en Gobernabilidad y Gerencia Política, PUCE. Profesor de la Maestría en Salud Pública, PUCE. Profesor de Lógica Jurídica, Teoría General del Estado y Derecho Constitucional, Universidad Internacional del Ecuador. Docente del IDE. Secretario General del Tribunal Contencioso Electoral, Quito. Entre sus publicaciones, se mencionan: “Lógica”, Quito 1994. “El institucionalismo contextualizado. La relevancia del contexto en el análisis y diseño institucionales”, México 2006 (editor). “Demokratie in Gefahr. Institutionen und politische Entwicklung in der Andenregion” [Democracia en peligro. Instituciones y desarrollo político en la Región Andina], Marburg: Tectum, 2007.

No hay actividad humana más delicada, ni más perjudicial cuando se corrompe, que la de administrar justicia. La calidad profesional de los jueces es el termómetro que mide la salud de las instituciones públicas y su credibilidad. De seguro, jamás podremos erradicar la corrupción, pero combatir la impunidad devuelve la esperanza en una sociedad de iguales ante el derecho. El Ecuador vive un proceso de reestructuración institucional y, en este proceso, la administración de justicia no ha sido la excepción. Con el afán de aumentar la confianza en los valores democráticos, y en la imparcialidad y celeridad de las decisiones jurisdiccionales electorales, el nuevo Código Político ha dado a la Función Electoral una nueva configuración y una distribución funcional del trabajo tendiente a la especialización. El constituyente de Montecristi separó tajantemente las funciones administrativas de las jurisdiccionales electorales, uniéndose a las tendencias del contencioso electoral jurisdiccional imperante en América Latina y el mundo. La tendencia del contencioso electoral político se vio interrumpida con la Election Petition Act de 1868 que estableció el contencioso electoral jurisdiccional en Inglaterra; luego siguieron España en 1907, Grecia en 1911, Alemania en 1919, Austria y Checoslovaquia en 1920 y Polonia en 1921. >11


Esta tendencia europea de extraer de las asambleas políticas la facultad de decidir sobre reclamos electorales y establecer un contencioso electoral jurisdiccional, repercutió en la institucionalidad electoral de América Latina. En 1924 en Uruguay, se crea la Corte Electoral; en 1925 en Chile, se establece el Tribunal Calificador de Elecciones; en 1934 en Brasil, se organizó la justicia electoral dentro del Poder Judicial, con el Tribunal Superior Electoral; y, en 1949, se crea el Tribunal Supremo de Elecciones en Costa Rica. La constitución peruana de 1993 da nuevas facultades y atribuciones al Jurado Nacional de Elecciones. Tres de los casos más recientes, Paraguay 1995, México 1996 y Venezuela 1999, han ubicado al respectivo tribunal dentro del poder judicial. Con la Constitución de 2008, el Ecuador se une a esta tendencia internacional y latinoamericana, con la creación de un órgano de justicia electoral independiente, el Tribunal Contencioso Electoral, que tiene la ardua tarea de garantizar los derechos de participación política y contribuir a la consolidación democrática. Esta separación funcional evita que el mismo órgano sea juez y parte, establece jueces especializados en materia electoral, e impide la politización de la justicia electoral mediante una selección de jueces a través de un concurso de merecimientos y oposición. La ventaja de contar con una justicia electoral independiente de la justicia ordinaria –incluso de los Tribunales Distritales de lo Contencioso Administrativo– es, a más de la especialización, proteger al poder judicial de los eventuales cuestionamientos y ataques político partidistas. Los máximos principios que caracterizan al Tribunal Contencioso Electoral son la imparcialidad, independencia e integridad. Un tribunal en materia electoral siempre estará expuesto a las presiones y contaminación de la política diaria; por ello, es vital asegurar que sus decisiones se basen en criterios técnicos jurídicos y de orden público, pues su único compromiso es con los valores democráticos. La independencia del Tribunal está constitucionalmente establecida; ninguno de los poderes públicos pueden influir en sus decisiones, ni ejercer presiones de ningún tipo. Finalmente, la integridad y probidad de los jueces electorales, junto a su conocimiento técnico, asegura una administración de justicia que resguarde la voluntad soberana y los espacios de participación ciudadana. El Tribunal Contencioso del Ecuador, en suma, responde a las modernas tendencias de los órganos contencioso electorales. Su misión fundamental es la protección auténtica y eficaz del derecho a elegir y ser elegido, y en general, de los derechos de participación política de una sociedad que aspira a ser profundamente democrática. Quito, febrero 2009.

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Política y derecho • Marco Antonio Rodríguez

Nació en Quito, en 1942. Es doctor en Jurisprudencia, doctor en Filosofía y Letras y master en Ciencias Políticas. Ha sido profesor de Literatura, Lenguaje creativo, Historia de la Filosofía, Derecho Constitucional, Arte y pensamiento del siglo veinte, Crítica de las manifestaciones culturales, Redacción, en varios centros educativos dentro y fuera del país. Actualmente, es profesor de la Universidad Central del Ecuador. Ha sido colaborador de numerosos diarios y revistas ecuatorianos y extranjeros: EI Comercio, El Universo, La Hora, Diario Hoy, EI Gallo lIustrado (México), EI Nacional (Uruguay), Artes-Artes (Argentina), A.B.C. (España). Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Libros suyos han sido traducidos a varios idiomas y sus cuentos constan en las más exigentes antologías nacionales y extranjeras. Sus obras son textos de estudio en colegios y universidades; constan en 105 planes de estudio de Literatura Ecuatoriana e Hispanoamericana del Ministerio de Educación y Cultura.

En Occidente solo con la aparición de pensadores de la talla de Sócrates, Platón y Aristóteles, la política y el derecho se constituyen en materia de especulaciones sistemáticas y de reflexiones doctrinales, llegando a elaborarse determinadas teorías que con el devenir del tiempo han servido para estructurar de una manera convincente y apropiada estas disciplinas sociales. Así, política y derecho, adquieren otra dimensión y son estudiados desde distintos puntos de vista, predominando quizás el filosófico y el científico-sociológico. En la actualidad, no cabe duda, que los ángulos de visión respecto de las formas, instituciones y problemáticas de índole política o legal se han multiplicado y se han ceñido, a la vez, a diversos criterios interpretativos y de reflexión, estimando las realidades políticas y normativas como objetos de la función intelectual, en sentido puro, así como también en asuntos manejables por la voluntad en el terreno de la acción y de la práctica. La académica y tratadista contemporánea Hanna Arendt establece que no hay que confundir con política lo que supone su catástrofe, como son la violencia y el caos y, que solo las leyes -en su sentido romano, ligado a los conceptos de Alianza, Tratado y Promesa- son quienes crean los espacios políticos donde movernos en libertad; lo que queda fuera, se queda sin mundo, por ella, expulsa a la violencia y al caos de la política y los acusa directamente de desertificar el mundo. >13


En esta línea, se debe inscribir la reforma política y jurídica por la cual estamos atravesando, esto es, entre otras cosas, que las leyes y la normativa que sirvan de basamento y de soporte a la nueva Constitución Política de la República, estén alejadas del caos y del pensamiento mezquino y miope de cierta clase política que solo ha gobernado para proteger sus intereses personales e inclusive, en muchas ocasiones, para ‘evadir’ la justicia. Con ella, se pretende que el andamiaje jurídico de Ecuador se enrumbe hacia conceptos teóricos y prácticos más desarrollados, acordes con la vorágine global. De otra manera, no habremos avanzado absolutamente nada. Quito, febrero 2009.

La cultura ya no es más sinónimo de las ‘bellas artes’ (literatura, pintura y música…), es todo un amasijo que supone los signos propios, subjetivos y físicos (materialidad), intelectivos y afectivos que cuajan a una nación. No más ese reduccionismo absurdo que creía que cultura constituía la ‘expresión de las artes y de las letras de un país’. La cultura ha ido acumulando casi todo: las conductas, los derechos axiales de los seres humanos, los prontuarios de valores, tradiciones, usos y costumbres de los pueblos. Quienes no se aproximen al estudio, al conocimiento y a la constatación de nuestro Ecuador profundo, no pueden dirigir la ‘institución rectora de la cultura y el pensamiento nacionales’. Marco Antonio Rodríguez, cce.org.ec.

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La hiperrealidad de Correa • Andrés Tobar Merino

Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad San Francisco de Quito. Actualmente se desempeña como Vicepresidente de Desarrollo, en Corporación MYL. Durante el período 2000 – 2007 se desempeñó como Coordinador de Transparencia Internacional en el Ecuador, y en el 2008 actuó como Director Ejecutivo de Transparencia Ecuador. Ha coordinado diversos estudios nacionales e internacionales como: Encuesta Nacional de Corrupción y Buen Gobierno, Presupuesto Abierto en Ecuador para el International Budget Project, Índice Latinoamericano de Transparencia Presupuestaria, Reporte Global de Integridad, entre otros. Adicionalmente ha desarrollado proyectos y consultorías para empresas, organismos, instituciones nacionales e internacionales, en el Ecuador y en varios países de Latinoamérica.

Cuando Jean Braudillard (Reims, 1929 – París, 2007) postulaba los principios de la Hiperrealidad, usaba de referente la estructura del “American Way of Life”, como personificación de un mundo irreal generado sistemáticamente como método de cohesión social: un ideal basado en representaciones prostáticas de la realidad, que afianzan un todo en el que el individuo vive identificado con una farsa. Sin embargo, los postulados filosóficos de esta corriente posmodernista, tienen una relevancia fundamental al analizar procesos políticos más cercanos, como el Socialismo del Siglo XXI. Existen a mi criterio, dos ámbitos principales en los que el fenómeno hiperrealista se manifiesta en las sociedades occidentales actuales. El primero es la generación de realidades alternas mediante mecanismos de simulacro, comúnmente utilizados como medio de escape; la realidad virtual ejemplifica muy bien este ámbito. En el segundo caso nos referimos a la formación distorsionada de símbolos sociales, de realidades compartidas, basadas en una interpretación manipulada. En esta esfera, la cultura occidental posmoderna se caracteriza por una corrupción de los sistemas simbólicos esenciales. En boca de Joaquín Sabina: “El Dorado es un shampoo; la Virtud: unos brazos en cruz; el Pecado: una página Web…”. Ejemplos sobran en nuestra política: Patria es un slogan, los himnos terminan en jingles, y la bandera de colorido fondo de un afiche, que se pega en el poste de la esquina.

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Somos sujetos de un permanente bombardeo de menasjes a través de todos los canales de comunicación posibles, cuya inmediatez impide que sean analizados. Es así que por repetición, se convierten en verdades incuestionables y generalmente aceptadas. El lapso de interacción es tan corto, y la cantidad de canales por la que se nos alimenta de información tan variados, como invasivos. El resultado es que se torna imposible procesar las implicaciones de la información. En mi opinión, el Gobierno de Rafael Correa ha sido muy hábil en utilizar la preponderancia de los medios de comunicación, la fuerza de la propaganda y la publicidad, para imponer una realidad inexistente, una hiperrealidad. El régimen actual ha logrado generar a fuerza de bombardeo comunicacional una representación, con la intención de validar una verdad única, producida en un estudio al más puro estilo de la técnica hollywoodense. En el reiterativo y convincente refuerzo comunicacional implementado por el Gobierno (valga reconocer que sus asesores han sido impecables), la Patria ya es de todos, aunque toda la información disponible nos demuestre que las desigualdades persisten. Las obras estratégicas ya son una realidad, sin que se haya puesto ni la primera piedra. El Estado es nuestro benevolente protector, a pesar de que despilfarra hasta nuestros ahorros depositados en el IESS. Uno de los clásicos ejemplos de lo hiperreal es un casino de Las Vegas. Un espacio cerrado, donde no se tiene noción del tiempo, se brinda la sensación de estar en un mundo de fantasía, donde todo es posible. La experiencia en sí parece una ilusión, por lo que el apostador está dispuesto a entregar su dinero al azar, sin una genuina conciencia de los riesgos. Mucho me temo que, gracias a una muy bien generada campaña comunicacional, el país vive el frenesí de un apostador, y nuestro croupier está sentado en Carondelet. Quito, febrero 2009.

“ En boca de Joaquín Sabina: “El Dorado es un shampoo; la Virtud: unos brazos en cruz; el Pecado: una página Web…”.

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