Ritualidad, mito y poesía Ritualidad, mito y Poesía El lenguaje como memoria
Selección de textos del taller literario, 2019 1
Compiladora Marisol Vera Guerra
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Ritualidad, mito y poesía El lenguaje como memoria
Selección de textos del taller literario, 2019 Compiladora Marisol Vera Guerra
Monterrey, 2019 5
El lenguaje como memoria
Ritualidad, mito y poesía, el lenguaje como memoria Selección de textos del taller literario, 2019 © D. R. 2019 Diseño editorial: Ediciones Morgana Ilustración de portada: “Huaxteca”, fragmento. Arte digital. Juan Cano Primera edición, 2019
email del editor: ediciones.morgana@yahoo.com Esta publicación es de distribución libre y gratuita, puede ser reproducida, almacenada o transmitida, de forma parcial o total, en medios digitales o impresos para su lectura personal o grupal, con fines didácticos o estéticos, siempre y cuando se otorguen los créditos correspondientes. Queda prohibida su venta. Cualquier uso distinto a los anteriormente descritos debe consultarse con el editor y/o con los autores. 6
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La transfiguración del mito No se puede asumir al ser humano sin ritos, estos con su contenido simbólico, más allá de la racionalidad que exige la vida pragmática, constituyen lo que yo llamaría un mapa psíquico, individual y colectivo, para acceder a las regiones profundas del lenguaje. La ritualidad conlleva ora la influencia mágica sobre los fenómenos naturales, ora la recreación del mito. Y siguiendo la premisa junguiana, acudir a los mitos es ir en busca del conocimiento de uno mismo porque estos son la representación del “drama del alma humana” –expongo aquí la palabra alma, no en su acepción religiosa sino psicológica, como un complejo dinámico. La ciencia actual, aun con todas sus explicaciones, no ha suprimido de nuestra naturaleza esta necesidad de representación mágica-simbólica; el arte, por otro lado, debido a su alto contenido intuitivo, puede abrir ante nuestra hambrienta consciencia una puerta hacia esa región del pensamiento; la metáfora, no circunscrita a la lógica, me parece el vehículo más propicio. El taller “Ritualidad, mito y poesía: El lenguaje como memoria”, que impartí del 2 al 4 de mayo de 2019 en la unam San Antonio, TX, a través de Letras en la Frontera, ha sido una aproximación 7
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a algunos de los mitos de la Huasteca o Teenek Bichou (“país serpiente”), ubicada al extremo norte de la franja costera tropical a orillas del Golfo de México. En épocas prehispánicas esta región albergó a la cultura teenek (de la cual permanecen aún dos núcleos comunitarios, al margen de las zonas urbanas), constituida actualmente por porciones de los estados de Tamaulipas, Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Puebla. Los escritores participantes en el taller desarrollaron textos literarios breves tomando como punto de partida elementos de la cosmogonía mesoamericana, fincada en la agricultura y los ciclos de fertilidad (el maíz, la tierra, el viento...), o bien de otras mitologías. La consigna no era la alusión literal a los relatos de los pueblos sino el ejercicio de la imaginación. Los personajes –en el caso de la narración– existen en un tiempo y un lugar indeterminados, donde se ha privilegiado sobre la racionalidad la asociación libre de imágenes. Si en el mito está contenido el drama del alma, también el alma (psique) es un contenedor de los arquetipos, los cuales a pesar de ser universales manifiestan un cariz particular en cada individuo. Han de entenderse, pues, los ejercicios reunidos en esta plaquette dentro de un contexto experimental que transfigura el mito desde una estética personal. 8
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Así, encontraremos el relato hecho por Bertha Jacobson, con un carácter eminentemente lúdico (notable incluso en la elección del nombre de su personaje: Odalaj) y, sin embargo, místico. Acudiremos a las imágenes naturales de Rebecca Bowman que desde el filtro de la propia vivencia nos deja entrever la esencia de Dhipaak, el dios teenek del maíz, quien tuvo que ser desgranado para volverse sustento de la humanidad. Lucía Emauer recurre a la raíz semántica de “Culiacán”, un nombre de origen nahua y hace su propia versión del dios torcido. Alfredo Ávalos toma elementos de la mitología huasteca y, con una dosis de ironía, los ensambla en una composición divergente que rescata el sentido sacro de la sexualidad. Santiago Daydi-Tolson elige las figuras del caballero y del dragón, este, animal mitológico que prácticamente aparece en todas las culturas y aquí hace el papel de bestia devoradora. Diana Ortiz Vidaña construye un relato híbrido que alude a los Baatsik, seres antiguos según la visión del teenek veracruzano, y elementos culturales de la región mixteca, Ñu u. Pati Garza de González erige un yo poético, personificando a la Tierra que ha visto sobre sí misma el devenir humano.
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Finalizan Dolores Gloria, con una hermosa visiรณn de la Luna y su simbolismo asociado a la fertilidad, y Brenda Leal, cuya delicada pluma retrata la alquimia femenina.
Marisol Vera Guerra Monterrey, N. L., junio de 2019
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La sorpresa de Odalaj Bertha Jacobson
El dios de la montaña salió de su cueva, el lugar donde se esconden los secretos del universo. Ordenó a los pumas guardar la entrada y los armó con flechas ornamentadas con pluma de codorniz, las cuales, al ser lanzadas al viento, se convertían en torbellinos poderosos capaces de arrancar de raíz grandes árboles y elevarlos por encima de todo lo que nace de la Madre Tierra. Cuando este dios, a quien se conoce como Odalaj, llegó al río y se acuclilló para saciar su sed, vio su reflejo por primera vez y no le gustó nada. Su imagen desprovista de cabello no era digna del dios de la montaña. Siempre se sintió felino por la mañana, al estirar su cuerpo para desentumirse, y como un águila por la tarde, con el plumaje robusto y brillante. Por las noches sentía ser un oso de pelaje grueso y cálido y se acurrucaba sobre la roca para dormir en su madriguera. En un grito que sonó como trueno, mandó a las aves a recorrer el planeta y recoger cualquier pelo suelto que encontraran a su paso. Así, en la noche se oyó el aleteo interminable de millares de aves 11
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entregando el encargo del dios de la montaña. Fueron cayendo pelos de perro, de gato, de tarántula, de puercoespín, de buey, de camello y de todas las especies velludas en el reino animal. El dios de la montaña vio la riqueza y variedad de las ofrendas y formó una bola gigante de pelusa, pero cuando la puso sobre su cabeza no le gustó la textura y en un ataque de furia, usó las flechas ornamentadas con pluma de codorniz y aventó aquella bola de tamaño descomunal hacia el cielo. Con la ayuda del señor de los volcanes, le prendió fuego y la maraña gigante empezó a girar alrededor de la tierra en un patrón de zigzag eterno, el cual a veces vemos y confundimos con las estrellas fugaces.
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Aunque arranquen nuestra raíz Rebecca Bowman
aunque arranquen nuestra raíz aunque tuerzan la mazorca y nos desgranen el río nos sembrará en tierra fértil brotarán hijos espléndidos que alcancen el firmamento y que con olotes rebosando de semillas enfiladas esparzan el sol
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El Dios torcido Lucía Emauer
Dicen las malas lenguas que en el pueblo vivía Coltzin, un tipo bastante flojo y dado a la vagancia, pero de un carácter muy jovial. Un día Coltzin se enamoró de una chica que vivía cerca de su casa, mujer de ojos fértiles, mujer de pasos azules. Pero nunca se atrevió a decirle nada pues no tenía nada que ofrecerle, una hamaca y dos canciones. Años después la muchacha se desvaneció del pueblo y Coltzin fue derritiéndose hasta convertirse en una amapola que solo sobrevive regada por sotol y tepache.
Nota: Culiacán o Colhuacan: “Lugar de los que adoran al Dios torcido”. 14
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Otra historia fálica y falaz Alfredo Ávalos
Cuentan que los primeros habitantes de la Huasteca eran gigantes de tres piernas y, como no tenían ano, no comían y se alimentaban de los olores de las plantas. Tampoco tenían órganos reproductores, ni falo los machos ni gruta entre las piernas las hembras. El dios que los había creado no deseaba que se reprodujeran, pues vivirían hasta el fin del mundo. Eran dóciles y pacíficos y convivían con todos los seres del bosque, cuidaban de los árboles y de los animales y no sabían nada de las artes de la guerra. Pero un día llegaron hasta sus tierras los hombres de dos piernas y sexo expuesto e impúdicamente se apareaban frente a los tiernos gigantes llenándolos de curiosidad. Kuitol, uno de los gigantes más jóvenes, no podía quitarse del pensamiento la idea de tener un miembro como el de los hombres y con una hoja de obsidiana fue cortando su pierna media y dándole forma fálica, hasta obtener el miembro más grande que se había visto en toda la historia. Adulado por su nueva apariencia, el otrora gentil Kuitol fue perdiendo la cabeza y, como no le 15
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faltaban hembras queriendo retozar con él, se volvió vano y mujeriego. Se emborrachaba con fermentado de ciruela y no respetaba a nadie, maltrataba a sus mujeres y a sus hijos. Tlazolteotl, la diosa de la sexualidad, al ver que Kuitol vivía en excesos carnales y que no había entendido la función del sexo, el cual era un regalo de los dioses, decidió ponerle fin a su conducta licenciosa. Se le apareció como una hermosa mujer gigante y Kuitol de inmediato se sintió atraído por ella y la invitó a retozar. Al entrar el falo del gigante en la gruta de Tlazolteotl esta se lo apretó con tanta fuerza que lo arrancó del cuerpo de Kuitol. Luego lo enterró para que nadie más perdiera el juicio por él. De las esculturas de falos gigantes que se han descubierto en la Huasteca, alguno, dicen es el del gigante Kuitol.
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El caballero dragoncida Santiago Daydi-Tolson
Lanza en ristre, el caballero ataca a los dragones del subsuelo, lagartos que nos odian, nos maltratan, nos lastiman: Escamas de navaja, Lenguas de fuego. Siete días comulgó, siete días de ayuno tuvo. Santificado está contra el mal: enardecido. Siete hostias tostadas al sol, a la lumbre del dios que rasgó las tinieblas, le han dado la energía del asalto. Ataca. Bajo la tierra, oscura, la eterna noche perpetúa lo cegado, lo de antes –mucho antes–, la pura oscuridad. Lanza en ristre el caballero sol, el santo ataca: libera y salva.
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Cuando la Luna se pierde Diana Ortiz Vidaña
Cuentan los ancianos que cuando no se divisa la Luna porque se pierde allá, lejos, donde se termina el mar, ¡se aparece la ánima de una mujer de tres pechos! Sí, ansina, pues, y los tres los tiene atascados de leche pa amamantar a los inocentes. Sí, a esos inocentes que echan camino cuando no deben. Los del Barriu-vas se guardan en sus ve-e tempranito. Y echan los perros pa’ juera pa que naiden se les acerque, no sea que se lleven a los chilpayates y los maridos. La han devisado con alas de tecolote, quietecita, arriba de los mezquitales: otras veces ¡echando gritos de desesperación. ¡Y cuando grita, el viento se esconde!, sí, quesque le tiene miedo. Decía mi abuela que es la madre de los de abajo, sí, esos llamados Baatsik, que reclaman el mundo, quesque son los dueños, los primeros que estuvieron aquí en tiempos de oscuridad y no aguantaron la luz, por eso solo salen cuando la Luna se pierde, queriendo vengarse de los de aquí, nosotros, los de arriba. ¡Oiga bien!... no hace mucho el Da-a de la Senaida andaba por los caminos, repleto de agua 19
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de maguey, y que se lo pepena. Ese carajo nunca escuchaba a su madre, la probe nomás se la pasaba en el rezo por su hijo. Pero de nada le sirvió. Y pus todo el Ñú u se fue a buscarlo. Unos garraron pa’l monte, otros pa’ las aguas. Jamás se les devisó. Es mejor no andar en los caminos con la Luna perdida, y menos trepado con aguas de maguey.
Nota: Barriu-vas: “vecinos”; ve-e: “tempranito”; Da-a: “hijo”; Ñú u: “Pueblo”. 20
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Alborada Pati Garza de González
Fui la tierra llana limpia fértil en zanjas y veredas parcelada por audaces que al astro rey adoraron cuando los halló la luz. Fui la tierra plena refugio de cuerpos huecos en ayuno escarmentados y después, en sacramento, tras un cerco que rodeaban para ir a mal obrar. Fui la tierra en la alborada dueña de su pensamiento y de aguardiente señora albergando a esos profanos en caminos... y ya en casa. 21
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Flores lunares Dolores Gloria
Por las tardes los niños Dioses jugaban en el traspatio de la Luna y se comían sus flores. Gollita comía de todas las clases, un día la Madre Tierra le jaló las orejas y le dijo que esas flores le envenenarían el espíritu y seria niña por siempre, pero Gollita deseaba saber qué flor sería aquella que le saliera del corazón gigante con que nació. Una noche de lluvia y viento se desvaneció en un campo y todo, hasta la misma noche, se inundó de amapolas.
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La mujer del atardecer Brenda Leal
Se dice que hace mucho tiempo, unos cuantos pueblos más allá, existía un barrio de pasto negro y torres de mármol. Ahí habitaban unas mujeres de alas grandes y piel brillante, las llamaban luz del viento pues al pisar la noche estas se transformaban en estrellas que ardían en llamas y gravitaban alrededor de todo aquello que gritara tristeza.
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Índice La transfiguración del mito / 7 Marisol Vera Guerra La sorpresa de Odalaj / 11 Bertha Jacobson Aunque arranquen nuestra raíz / 13 Rebecca Bowman El dios torcido / 14 Lucía Emauer Otra historia fálica y falaz / 15 Alfredo Ávalos Lámina 1. “Ehécatl”. Arte digital / 17 Juan Cano El caballero Dragoncida / 18 Santiago Daydi-Tolson Cuando la Luna se pierde / 19 Diana Ortiz Vidaña
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Alborada / 21 Pati Garza de González Flores lunares / 22 Dolores Gloria La mujer del atardecer /23 Brenda Leal Lámina 2. “Mar adentro”. Arte digital / 24 Juan Cano
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Ritualidad, mito y poesía, el lenguaje como memoria. Selección de textos del taller literario 2019, se terminó de editar en formato digital en junio de 2019. El cuidado de la edición estuvo a cargo de Marisol Vera Guerra y de los autores.
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Bertha Jacobson Rebecca Bowman Lucía Emauer Alfredo Ávalos Santiago Daydi-Tolson Diana Ortiz Vidaña Pati Garza de González Dolores Gloria Brenda Leal
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