Godofredo Olivares
O bjetos 多conocidos
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Objetos
多conocidos?
GODOFREDO Olivares Ilustraciones VARIOS AUTORES
Primera edición: 2007 D.R. © Godofredo Olivares D.R. © Ediciones Tecolote, S.A. de C.V. Gobernador José Ceballos 10 Colonia San Miguel Chapultepec 11850, México, D.F. 5272 8085 / 8139 tecolote@edicionestecolote.com www.edicionestecolote.com COORDINACIÓN EDITORIAL: Ma. Cristina Urrutia COORDINACIÓN ARTÍSTICA E ILUSTRACIÓN PORTADA: Javier Sáez ILUSTRACIONES: Ana Bonilla, Guillermo de Gante, Manuel Monroy, Marta Flores, Heyliana Flores, Felipe Ugalde, Margarita Sada, David Lara, Miguel Angel Macías, Gerardo Vaca, Regina Olivares, Cecilia Varela, Abraham Balcázar, Mario Rosales, Patricia Frutos, Guillermo López, Minerva García, Anabel Prado, María Jimena Cancino Villanueva DISEÑO: Mónica Solórzano, Rebeca Nieva CORRECCIÓN: Claudia Hernández Zarza COLABORACIÓN: Krystyna Libura, Andrés Stebelski
ISBN 13: 978-970-9718-64-5 10: 970-9718-64-9 Impreso y hecho en México
HISTORIA DE ESTE LIBRO
L
os que nos dedicamos a hacer libros ilustrados sabemos que muchas veces su desarrollo es semejante a un río lleno de meandros y vueltas, repeticiones y demoras. Sin embargo, el origen de este libro estuvo más
cerca de un aguacero tropical, por la forma tan inesperada y generosa en que
se desencadenó. En noviembre de 2006 me encontraba en la Feria del Libro de Guadalajara. Me disponía a reunirme en la ciudad de México con el grupo de ilustradores que había trabajado conmigo el año anterior en un curso de iniciación al álbum ilustrado. Ahora, nuestra intención era convertir el taller en un “vivero de libros ilustrados”. Pero un vivero necesita semillas, y éstas estaban por venir. En uno de los pasillos de la feria me presentaron a Godofredo Olivares como el autor de un libro muy recomendable titulado Brújulario. Él me lo regaló amablemente, y por la noche comencé a leerlo en el hotel. Trataba de cosas concretas y familiares de un modo franco, sencillo, casi corpóreo. Pero precisamente eso no hacía sino acrecentar sus misterios. Unos días más tarde me encontraba con los ilustradores. Mi propuesta de realización de un libro en sólo una semana tenía algo de imprudente, pero la intensidad del primer taller conducía necesariamente al riesgo de intentar algo más completo. En todo caso, mi falta de prudencia resultó ser parte de una insensatez colectiva; todos estuvieron de acuerdo en que valía la pena intentarlo. ¿Esa convicción compartida de que “el único fracaso es no intentarlo” puede ser una primera garantía de éxito? En todo caso, tenía un as en la manga: el libro de Godofredo. Al margen de otros valores, su estructura facilitaría nuestra tarea. Entre los elementos dispares en él contenidos, seleccionamos únicamente objetos comunes para llevar a cabo nuestra empresa. Las reglas del juego se completaron con un conjunto de limitaciones que, como suele ocurrir en el arte, adquirieron un valor positivo. Nos pusimos de acuerdo en la idea y el diseño: cada ilustrador debía elegir un objeto (o viceversa) y atraparlo en dos ilustraciones.
Una buena receta no hace necesariamente un buen guiso, y una buena idea no tiene por qué acabar en un buen libro. Al margen de entusiasmo y talento, creo que hacen falta otros ingredientes no siempre fáciles de definir. No me pregunten cómo fue, pero en aquella ocasión se dieron en abundancia. En el transcurso de esas pocas tardes, y mientras peregrinaba alrededor de las mesas, pude asistir a la aparición, como hierbas en una pradera, de docenas de imágenes sorprendentes. La única condición para que florecieran era que se convirtieran antes en resortes listos para dispararse entre el texto y el lector. Pero el verdadero protagonista del taller fue, sin duda, el libro. A cada momento, creo, todos tuvimos la impresión de que tiraba de nosotros, de que simplemente se caía del árbol, de que la experiencia que nos había reunido era en sí misma un acontecimiento. Al final, el libro tomó forma y cuerpo, ustedes pueden verlo, hasta convertirse en uno de esos objetos ¿conocidos? que tan atentamente espía Godofredo. Su propia historia continúa probablemente abierta, recordándonos que lo conocido, por cotidiano, no deja de ser lo más maravilloso de todo. Javier Sáez
PRÓLOGO
C
ada objeto que nos rodea y convive a diario con nosotros tiene su vida propia, una historia transcurrida y un porvenir continuo. Pero es raro que en cierto momento, nos detengamos y preguntemos por tales orígenes
y desarrollo de alguno de ellos. ¿O alguien, mientras come, se ha cuestionado sobre quién inventaría el tenedor o supone todas las andanzas que sufrió para estar allí, en nuestra mesa? ¿O al abrir o cerrar una puerta, alguno imagina los significados que hay detrás de ella? ¿O han considerado que un simple botón en la ropa, pudo ser valorado como una joya y haber sufrido persecuciones legales? Son preguntas que no surgen, porque los objetos son ya tan comunes y han estado demasiado tiempo junto a nosotros, que no les damos ninguna atención. En mi caso, provocado por la curiosidad y el asombro, sí me he cuestionado por muchos de los objetos que coexisten a mi alrededor y he investigado algo sobre ellos. Ahora en este libro, Objetos ¿conocidos?, se reúne una colección de textos breves e ilustraciones magistrales de veintitrés objetos que la inteligencia humana, a lo largo de los siglos y por diversas civilizaciones, ha creado para nuestro beneficio, placer, comodidad, poder, riqueza o seguridad. Ante la imposibilidad de mencionar todo sobre cada uno de los objetos, basta destacar ciertos rasgos sobre su origen inventivo, del transcurrir en la historia, algo del simbolismo que les hemos conferido según la imaginación y las razones vigentes en su momento. O mencionar alguna anécdota, leyenda, creencia que se ha tenido en la vida, el arte y la cultura en torno a ellos. Espero que quien recorra las páginas subsecuentes, disfrute el descubrir la vida íntima y no tan conocida de Objetos ¿conocidos? Godofredo Olivares
manuel monroy
BIKINIS
comienzos de julio de 1946, el francés Louis Reard, diseñador de modas,
A
aún buscaba desesperado un nombre original para su más reciente crea-
ción. Unos días antes, el día primero, el gobierno de los Estados Unidos
había lanzado una bomba, como prueba nuclear, sobre la cadena de las Islas Marshall en el Océano Pacífico, precisamente en un lugar conocido como el atolón Bikini. Aquella explosión fue noticia de primera plana en los diarios del mundo y la palabra bikini permanecía en boca de todos. Cuatro días después de la detonación, la modelo Micheline Bernardi desfilaba por una pasarela de París luciendo un explosivo traje de baño de dos piezas llamado bikini. El surgimiento de esta prenda trajo más controversias y condenaciones que la bomba misma, aunque ya durante los años treinta los trajes de baño se habían hecho más reveladores, si bien los diseños de dos piezas no fueron tan provocativos como los franceses bikinis.
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