Simbad

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A mi padre, Karel Zeman, con amor y gratitud. Trabajé a su lado en la película Cuentos de las mil y una noches; su imaginación y su amor por el libro me inspiraron para hacer este texto.

Títulos de las obras or iginales: Sindbad, Sindbad in the Land of Giants y Sindbad’s Secret C O O R D I NAC I Ó N E D I TO R I A L : Ma. Cr istina Ur r utia T R A D U C C I Ó N : Elisa Ramíre z C O R R E C C I Ó N : Marcela de Aguinaga C U I DA D O D E L A F O R M AC I Ó N : Patr icia Rubio Or nelas A DA P TAC I Ó N D E D I S E Ñ O Y T I P O G R A F Í A : Judith Mazar i Hir iar t © Ludmila Zeman © Tundra Books, 1999, 2001, 2003 Primera edicion: 2004 Tercera erimpresión: 2013 D.R. © Ediciones Tecolote D.R. © Ediciones Tecolote S.A. de C.V. Gobernador José Ceballos 10, Col. San Miguel Chapultepec, 11850, México, D.F. www.edicionestecolote.com ISBN: 968-7381-83-3 Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico o electrónico sin la autorización escrita de los coeditores. Impreso en México


Simbad

Narrado e ilustrado por Ludmila Zeman



Simbad el Marino

I


Hace mucho tiempo vivió un rey muy cruel. Todas las noches se casaba con una nueva mujer y al amanecer del día siguiente ordenaba a su visir degollar a la infeliz esposa. Sherezada, una joven hermosa y llena de valor, decidió: “Yo terminaré con la maldad del rey”. Se dirigió al gran palacio y postrándose ante el monarca, le pidió: “Majestad, tómeme por esposa”. El rey, fascinado por su belleza, se casó con ella ese mismo día.


Al caer la noche, Sherezada dijo al rey: “No se acueste, Majestad, le contaré un cuento”. Cuando los primeros rayos de sol brillaron sobre su cabello sedoso, ella apenas iba a la mitad de la historia. El rey levantó la cabeza y susurró con voz fatigada: “Estoy cansado, debo dormir; cuando despierte terminarás el cuento”. El rey durmió todo el día. Al anochecer, Sherezada terminó la historia y comenzó otra. Era aún más emocionante que la primera, pero tampoco la terminó esa noche. Fue así como Sherezada tuvo fascinado al rey durante mil y una noches; éste por fin olvidó su terrible costumbre y ordenó a sus artesanos representar, en las más finas alfombras de seda de colores, dichas historias. De esta manera, los complicados diseños hechos con hilos de oro serían admirados en el mundo entero y las narraciones nunca serían olvidadas. Éste fue uno de los cuentos que cautivó al rey y que, seguramente, te cautivará a ti también.


ra un caluroso día de verano en Bagdad. Simbad el Cargador se doblaba bajo el peso de un gran bulto cuando pasó junto a él un hermoso viejo, cómodamente sentado sobre una litera. Los sirvientes llamaban a su señor Simbad y lo refrescaban con magníficos abanicos. El pobre cargador lo miró con ojos cansados y murmuró: “¿Cómo se atreve a tener tanta riqueza y comodidad una persona con mi mismo nombre? ¿Acaso es justo que alguien como él no haya sentido nunca una carga como la que yo llevo a cuestas o una miseria como la que me agobia?”

E

Apenas había terminado el lamento cuando uno de los sirvientes lo tomó del brazo y le ordenó en voz baja: –Sígueme al palacio, mi señor te llama. Desconfiando de Simbad el poderoso, el cargador trató de escapar, pero ya era demasiado tarde.



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