16 minute read
Acercarse al arte (o esa terrible cosa que llaman museo
Y ARTESANOS
Acercarse al arte
(O ESA TERRIBLE COSA QUE LLAMAN MUSEO)
Fernanda Otero Ríos*
En ocasiones, resulta muy difícil lograr que la gente tenga
su primer acercamiento al arte. Esto depende, por supuesto, de la formación recibida en casa, la formación educativa (no en nivel, sino en forma) y los gustos personales; pero es un hecho que, en general, es mucho más fácil que la gente tenga contacto directo y frecuente con el cine o la música que con otras formas artísticas, esto, a pesar de que la mayor parte de las ciudades de nuestro país cuentan con esculturas emplazadas en lugares públicos.
AlejandroLinaresGarcia en commons.wikimedia.org
cuando una persona dice “saber de arte”, normalmente se refiere al dominio de las manifestaciones plásticas, y otras manifestacio- nes artísticas como la danza, la música y el cine quedan en categorías separadas de las artes plásticas, ya que, por sus características formales, son difíciles de agrupar en el mismo rubro. Por ello, me centraré en la forma de aproximarnos a las artes plásticas en particular, por
* Licenciada en Comunicación Visual por la Universidad de la de la imagen visual por el Instituto Cultural Helénico. Posee experiencia en bachillerato del ITESM. tratarse de mi principal campo de experiencia y en el que tengo un poco más de dominio, y me enfocaré en las inmensas posibilidades ofrecidas en la Ciudad de México, que es donde vivo.
“Tan solo en la Ciudad de México existen 141 recintos registrados por el Conaculta en donde puedes conocer su herencia cultural, social, política y económica” (Visit México, s/f). Como parte de esta enorme oferta museística, hay museos de antropología, historia, ciencia y, por supuesto, de arte.
Por desgracia, en nuestra cultura existe una reticencia general a visitar los museos, pues se tiende a relacionar la experiencia museística con una actividad aburridísima que sólo se efectúa
en commons.wikimedia.org
SCOTTNICHOLAY
Museo Nacional de Arte, Tacuba 8, Centro Histórico
por obligación escolar. Por ello, la mayoría de la gente nada más conoce los museos a los que acudieron como parte de una asignación escolar y a los que no han regresado desde entonces.
Los museos existen por una razón práctica y social, ya que el museo es una “institución permanente, sin finalidad lucrativa, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe, para fines de estudio, de educación y de- leite, testimonios materiales del hombre y de su ICOM, apud Caballero, 1988: 35); por entorno” ( lo tanto, el museo no sólo transmite un conocimiento dado, sino que permite su disfrute.
Es evidente que muchos museos cuya prioridad es la educación han hecho grandes esfuerzos para que el público acuda a ellos no sólo cuando necesitan recabar información específica sobre algún tema, sino también por el mero disfrute de estar en contacto con artefactos y ob- jetos de diversas procedencias, que brindan como consecuencia, deseada o no, algún conocimiento.
Así, en más de un museo pueden encontrarse espacios lúdicos e interactivos destinados a grandes y pequeños, e incluso iniciativas como la del Museo del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el que se prohíbe a los estudiantes entrar con cuadernos y plumas, para evitar que se dediquen sólo a copiar cédulas como autómatas, y en cambio aprendan a acercarse a la obra de arte.
Pero no cabe duda que lograr que una persona acuda al museo como modo de entretenerse o como pasatiempo, en lugar de efectuar otra actividad de los miles que ofrece la Ciudad de México, es una tarea más que titánica, en la que, por supuesto, el factor principal es la educación.
La responsabilidad de dicha educación es compartida entre familias y escuelas, y si bien
–como en la mayor parte de las cuestiones educativas fundamentales– la formación familiar suele ser la dominante y tener mayor peso en las personas, no es imposible que una actividad escolar despierte en los estudiantes el gusto por el museo. Claro que no basta con llevarlos o mandarlos. Al menos en el caso de la educación artística, acercar al estudiante al museo no es suficiente, y tampoco creo que lo más recomendable sea que participen en una visita guiada, donde se salta de manera consensuada a “las obras más importantes” y se brinda una explicación única y cerrada de ellas como si no hubiera otras posibles.
Ahora bien, la manera de acercar a un estudiante a las artes plásticas se inicia con la parte teórica en el aula; sin embargo, la experiencia con imágenes impresas o proyectadas nunca se- rá la misma que la de apreciar la obra de arte in situ. Las razones de ello son varias: la proyección o impresión puede resultar engañosa o distorsionada en cuanto a las dimensiones, colores y texturas que pueden apreciarse en una pintura; y tratándose de trabajos tridimensionales como la escultura o la instalación, la unidireccionalidad fotográfica también hace perder gran parte del conjunto de la obra.
Por ello, la experiencia de acudir a un museo se vuelve fundamental, pero ¿cómo hacerlo? Por supuesto, no hay una manera única, y depende en gran medida de las características específicas de los estudiantes, pues nunca será lo mismo acercar a las artes a niños pequeños que a jóvenes o adultos; y también depende de su perfil: hay estudiantes más sensibles a las artes o en cuyas escuelas se da mayor importancia a éstas, mientras que otros alumnos son menos sensibles o estudian en un ambiente más enfocado a lo técnico y lo pragmático, donde las artes son tratadas más como un relleno del currículo o donde los alumnos se dedican a jugar con plastilina.
Un método de acercamiento a las artes plásticas
A pesar de todas estas variables, me gustaría proponer un método de acercamiento a las artes plásticas en el museo, con la intención de sensibilizar a los estudiantes en cuestiones estéticas; y es probable que resulte mejor con estudiantes más grandes, pues en el ámbito de los muy pequeños carezco de experiencia (pero seguramente mi propuesta podrá ser adaptada por algún especialista).
Las artes, a diferencia de otras áreas del conocimiento, al priorizar la creatividad sobre el método permiten estimular en los estudiantes habilidades distintas a las que normalmente se manejan en las ciencias exactas. Como es claro, ni las ciencias exactas carecen de creatividad, ni las artes carecen de método; sin embargo, el pe- so que se da a cada uno en las diferentes áreas suele variar.
Mi propuesta se centra en tres etapas principales, que sería ideal que todos pudiéramos llevar a cabo al enfrentarnos por primera vez a una obra. Estoy convencida de que este método puede resultar funcional para la mayor parte de las personas, sin importar su edad o su formación.
“¡No entiendo nada!” Ésta es tal vez una de las frases más comunes que he escuchado en el salón de clases cuando pongo en contacto a mis alumnos con ciertas obras de arte, sobre todo si son de arte contemporáneo. En el ámbito escolar, es muy común que “no entender” sea una de las causantes principales de estrés entre los estudiantes, pues suele estar asociado a un sistema de evaluación en el que se verán en aprietos, pero en el arte, ¡está bien no entender nada!
Con esto no me refiero a que debamos dejar a los estudiantes sin entender nada durante el curso; es recomendable aliviar el estrés que les produce el hecho de no entender nada en la pri-
mera aproximación a la obra. La mayoría de la gente está convencida de que debe ver algo específico en la obra de arte, y esto es un error. La obra de arte, por definición, es polisémica, es decir, tiene múltiples significados, por lo que puede ser apreciada y leída de diferentes maneras, de modo que no hay una posibilidad interpretativa única. Eso es lo primero que debe quedar claro para cualquiera que pretenda acercarse al arte: no hay una manera única y correcta de entender el arte.
Primero, los ojos y la emoción Por lo tanto, el primer y mejor acercamiento a las artes plásticas, ya sea en el museo o en otros ámbitos, debería ser en ignorancia inocente, con la mente abierta y despierta, y, de preferencia, sin información previa sobre el artista u obra que se expone. Debemos dejar que nuestra creatividad y sentidos tomen las riendas y dejen descansar por un momento a la razón, para vivir sólo en el disfrute de la obra.
Entonces lo ideal sería recorrer el museo viendo las obras, pero sin leer las cédulas o las hojas de sala; observar las piezas artísticas y preguntarnos si nos gustan o no; profundizar un poco sobre aquello que nos agrada o desagrada, que nos llama la atención o nos aburre, y en este momento tomar nota mental o literal sobre cómo nos hace sentir lo que vemos, si nos comunica algo y qué, o si, por el contrario, la obra no nos dice nada.
Considero que este primer acercamiento es de lo más importante, es el que nos da la libertad de conectarnos o no con la obra de manera espontánea, sin la presión de entender de manera adecuada lo que vemos; es la etapa que nos perm i t e d e d i c a r m á s t i e m p o a l a s o b r a s q u e n o s
Saúl Martín del Campo
El primer acercamiento a las artes plásticas es el que nos da la libertad de conectarnos o no con la obra
atrapan y menos a aquéllas con las que no logramos conexión. Es un grave error tratar de obligar a los estudiantes –o al público en general– a engancharse sólo con las obras renombradas o más famosas de cierto autor o movimiento artístico. Ello equivale a tratar de estandarizar la experiencia estética, como si todos los individuos debieran conmoverse en igual medida por ciertas obras; a la larga, esto provoca frustración, pues las obras que deberían estremecerlos no lo hacen, de modo que acaban sintiéndose ineptos para entender el arte.
La realidad es que cada individuo tiene su propio bagaje, gustos y perspectivas, y esa es la razón por la que todos nos conectamos no sólo con diferentes obras de arte, sino con diferentes manifestaciones. Por ello, es de la máxima importancia dejar a los estudiantes –y a los individuos en general– la libertad para elegir las obras que conformen su colección privada de obras maestras, y que éstas representen algo que realmente ha cambiado su forma de ver el mund o , e n v e z d e i n d u c i r l o s a a c e p t a r u n c o n j u n - t o d e re f e re n c i a s e s t a n d a r i z a d a s q u e a l g u i e n l e s h a d i c h o q u e d e b e n a p re c i a r, p e ro c o n l a s q u e realmente no sienten conexión alguna.
Después, la razón Es entonces cuando debería darse el segundo acercamiento a la obra, o sea, investigar sobre ella, obtener información sobre el contexto y la motivación de la creación. En mi opinión, después de acercarnos a la obra de arte es cuando deberíamos averiguar quién, cuándo, dónde y por qué pintó, esculpió o conformó determinada pieza artística. Esto puede hacerse muy bien en un salón de clase o, de modo un poco más complejo, de forma autodidacta.
Como profesores de arte, podemos proporcionar información general a los estudiantes y después pedirles que investiguen todo lo que puedan sobre la obra que más les haya gustado o perturbado, o simplemente sobre aquella que más recuerden. Este ejercicio suele ser un arma de dos filos. A veces, la investigación nos lleva a maravillarnos de la obra, pues encontramos información que nuestra mente no alcanzó a abarcar en el primer ejercicio, y da un significado aún más poderoso y potente a la obra; en ocasiones, incluso logra que una obra que aborrecíamos o considerábamos completamente vacía mute ante nuestros ojos en algo pleno de significado (esto es bastante común en el arte conceptual). Pero tampoco es raro que suceda exactamente lo contrario, y descubramos que todo aquello que pensábamos sobre la obra nunca fue planteado por el artista, lo cual provoca que nos sintamos un poco decepcionados.
E n e s p e c i a l e n e s t e s e g u n d o c a s o , re s u l t a m u y i m p o r t a n t e q u e t e n g a m o s e n c u e n t a q u e la obra de arte es autónoma y que muchas veces está cargada de elementos de los que ni su propio autor tiene total conciencia; además, tal y como se dijo antes, sigue siendo polisémica, así que, si la información encontrada sobre una obra nos resulta insulsa, siempre podemos quedarnos con el disfrute del primer significado que le atribuimos.
Esta segunda parte es la que suele consumir más tiempo y también la que muchas personas omiten, ya que prefieren quedarse con la idea de que simplemente no entienden el arte, y que no es algo hecho para ellos. Por esa razón, es preciso despertar la curiosidad en nuestros estudiantes, guiarlos en la forma correcta de buscar la información y apoyarnos en el material que la mayoría de los museos proporcionan.
En el caso específico del arte contemporáneo, recabar información suele resultar bastante más complicado, pues hay pocas fuentes impresas o digitales que hablen de manera clara sobre algunos artistas y su trabajo. Por ello son
Sama Hoz en commons.wikimedia.org
MUAC, Av. de los Insurgentes Sur 3000, Ciudad Universitaria
maravillosas las iniciativas de museos como el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo), en el que hay jóvenes becarios muy bien informados sobre los pormenores de las obras exhibidas, a los que es posible acercarse para obtener información detallada sobre la pieza de nuestro interés.
Con independencia del tipo de información que encontremos sobre el artista y su obra, esta etapa suele ser de gran crecimiento personal y la más enriquecedora en cuanto a información se refiere; sólo debemos tener siempre presente la polisemia de la imagen y que no existen interpretaciones únicas:
Pues si ha de ser verdad que la obra de arte no es acabable en sí misma, ¿con qué podría medirse la adecuación de su percepción y comprensión? La interrupción casual y arbitraria de un proceso de configuración no puede contener por sí misma nada realmente vinculante. En consecuencia debe quedar en manos del receptor lo que éste haga con lo que tiene delante (Gadamer, 1993: 163).
Así que no debemos descartar la primera impresión como equivocada o estaremos dejando ir la experiencia estética primaria y con ello descartaremos también, tanto las intuiciones que nos permiten desarrollar la creatividad, como el derecho que la obra de arte nos da como cocreadores.
Al final, regresar al museo con nuevos ojos Finalmente, tendríamos la etapa en la que se conjugan la intuición y el gusto personal con los conocimientos adquiridos. De manera ideal, esto implicaría una segunda visita al museo, en la que, ya con la información adquirida, veríamos con nuevos ojos las mismas obras de arte.
Esta experiencia resulta por lo general refrescante y nueva. A pesar de ser una segunda visita, nos permite ser conscientes de que las obras de arte permanecen materialmente estables, pero cambian a partir de la perspectiva de quien las ve. Es el momento perfecto de reflexión, en el que somos del todo conscientes de lo mucho
que hemos cambiado y de que con ello se transforma también nuestra manera de completar la obra de arte. Así, queda claro que la obra es un ente que alude a la razón y a la emoción en igual medida.
En la segunda visita a un museo o exposición, notaremos obras que en la primera ocasión habíamos pasado por alto o que no nos habían gustado; también descubriremos detalles que no habíamos advertido antes en las obras que nos h a b í a n a t r a p a d o . L a e x p e r i e n c i a c o n e l l o s e vuelve doblemente enriquecedora y suele hacer evidente la sensación de haber aprendido algo, que es la que normalmente engancha y atrapa al espectador, y hace que la gente integre a su agenda las visitas a museos como actividad de entretenimiento.
… la obra de arte tiene su verdadero ser en el hecho de que se convierte en una experiencia que modifica al que la experimenta. El “sujeto” de la experiencia del arte, lo que permanece y queda constante, no es la subjetividad del que experimenta sino la obra de arte misma. Y éste es precisamente el punto en el que se vuelve significativo el modo de ser del juego (Gadamer, 1993: 145).
El museo como un juego intelectual
Acudir al museo es ir a un lugar para jugar. El juego propuesto es intelectual, es un reto que el artista nos ofrece a modo de rompecabezas, en el que el reto no es encontrar la pieza correcta, sino construirla para dar forma a lo que llamamos obra de arte.
En la ciudad encontramos diversos recintos donde podemos jugar a construir y reconstruir la obra de arte; cada uno de ellos ofrece diferentes estilos artísticos que conforman su campo de especialidad, y lo mejor es que la mayoría posee, además de una colección permanente bastante extensa, una amplia gama de exposiciones temporales con ofertas artísticas de todo el mundo de lo más diversas.
Entre los espacios que recomiendo visitar en la Ciudad de México están: el Museo Nacional de Arte, el Palacio de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno, el Museo Soumaya, el Museo de la Colección Jumex, el Museo Universitario de Ciencias y Artes Roma, el Laboratorio de Arte A l a m e d a , e l E x - Te re s a A r t e A c t u a l , e l M u s e o Franz Mayer, el Museo de Arte Público Siqueiros, el Museo Rufino Tamayo, el Museo Nacional de San Carlos, el Museo Mural Diego Rivera, el Museo Frida Kahlo, el Museo Dolores Olmedo, el Museo de Arte Carrillo Gil, el Centro de Cultura Casa Lamm, el Centro Cultural de España y el ya mencionado Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Estos espacios están sobre to- do en el Centro Histórico y en la zona sur de la ciudad y todos ofrecen diferentes perspectivas artísticas que enriquecerán siempre nuestra manera de ver el mundo.
Así pues, ¡todos a jugar!
Referencias
CABALLERO, L. (1988). Teoría general del museo. Sus funciones. En Boletín de la ANABAD, tomo 38, núm. 3, pp. 2941. Disponible en: <dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/802477.pdf> [consultado: 29 de octubre de 2015]. GADAMER, H.-G. (1993). Verdad y método. Salamanca: Sígueme. VISIT México (s/f). Museos [en línea]: <www.visitmexico. com/es/museos-en-mexico> [consultado: 29 de octubre de 2015].