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Tres vidas para los alumnos LMS y otras herramientas digitales en el aula
NOSOTROS
Tres vidas para los alumnos
LMS Y OTRAS HERRAMIENTAS DIGITALES EN EL AULA
Etienne Fajardo*
La inserción de la escuela en un ambiente dominado por la tecnología digital sitúa a los docentes ante el reto de explorar las herramientas disponibles en Internet para idear diversas actividades, con objetivos precisos y graduales, que incorporen la posibilidad del error como parte del proceso de aprendizaje. En seguida se aborda el potencial de las plataformas de gestión de aprendizaje en línea conocidas como Learning Management System (LMS), así como un ejemplo de su uso.
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El problema
No puedo culpar a mis alumnos. Ellos son disciplinados y hacen, casi siempre, lo que les pido. Sin embargo, con frecuencia pienso que no los estoy llevando hasta los niveles en los que me gustaría verlos. El ritual de retroalimentación se envuelve en una bruma de chasco, de desilusión, y la frase que más escucho a mis espaldas cuando salgo del salón es: “Ay, profe, nada le gusta”. ¿Será cierto? ¿De verdad seré uno de esos tristes seres que, al no estar satisfecho con sus propios logros, transmiten a sus alumnos la fatalidad de la frustración? No puede ser, mi cruzada es otra, pero… ¿dónde está la raíz del problema?
Está claro que algunas fórmulas ayudan a retroalimentar de manera más eficiente. Estoy consciente de que los chicos son sensibles y que una palabra dicha de forma equivocada puede hacer más daño que bien. Pero hay algo más. Estoy seguro de que hay algo además de las formas o la elección de palabras.
* Maestro en Literatura y Creación Literaria y coordinador de Cultura e Innovación en la Escuela Tomás Alva Edison de la Ciudad de México.
Hay un problema en el ambiente de mi aula que no enseña a los alumnos lo verdaderamente importante: no existen los productos terminados; toda obra, la educación también, es un proceso que no culmina nunca y en el que cada éxito no es sino un paso dirigido hacia un bien mayor. En eso creo con firmeza y para eso educo. Quisiera que mis alumnos apuntaran siempre al más allá.
Pertenezco a una generación, tal vez a un grupo en particular, que buscaba hambrienta la crítica mordaz como un símbolo poderoso que representaba, a la vez, la humildad del artífice frente a su trabajo, y el cariño del observador que se tomaba el tiempo de desmenuzar la obra (aunque fuera con saña). Éramos un grupo de aspirantes a artistas que mostrábamos poemas a nuestros pares diciéndoles: “Destrúyelo”; o que invitábamos a los dueños de nuestra admiración para que vieran nuestras obras de teatro y luego los buscábamos con avidez y les pedíamos: “Critícame. Dime todo lo que falló”. Era un perverso código de amor. De alguna forma, estábamos seguros de que así se aprendía.
Quince años en la educación me enseñaron que la cosa no va por ahí. Que otros seres humanos, en especial aquellos que tengo a mi cargo, no desean mi escarnio, sino, por el contrario, mi aprobación. Me encuentro en una encrucijada: no quiero ser el villano demoledor de autoestimas, aunque me rehúso a que mis pupilos se acostumbren a satisfacerse con el primer intento, con la primera solución, con lo que cumple. ¿Qué hacer?
La solución
Los videojuegos me dieron una gran lección. Quien los juega obtiene, a pesar de los múltiples fracasos que conlleva avanzar de un nivel a otro, una fugaz recompensa que lo impulsa a seguir buscando otros escenarios, nuevos logros e infinitas metas sin preocuparse por la multitud de errores que ocurrirán en el proceso. Habrá quien diga que ahí radica la desgracia del mundo contemporáneo: recompensas efímeras que generan ambición constante. Pero ¿qué tiene de malo la ambición cuando ésta nos ha conducido, como especie, a encontrar vacunas, a viajar al espacio y a compartir ideas con individuos que están del otro lado del orbe?
En el aula, en cambio, ocurre lo opuesto a lo que sucede en el juego: una sola frustración detiene el proceso de aprendizaje porque el educando aspira a una recompensa enorme desde el primer intento. Quizá, la diferencia radica en que, en el videojuego, el usuario tiene la certeza de que eventualmente el logro llegará, mientras que, en el aula, el estudiante ha codificado que el fracaso es definitivo y detonante de un gran número de consecuencias que nada tienen que ver con el aprendizaje. (Si no saco diez o no apruebo el examen, no me compran lo que deseo, me regañan, tengo que tomar regularizaciones, no puedo salir a jugar, no alcanzaré el bachillerato que quiero, no…).
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Los videojuegos permiten subir de nivel a pesar de múltiples fracasos y esto impulsa a seguir buscando nuevos logros sin preocuparse por los errores que ocurrirán en el proceso
Por lo tanto, en el salón de clases el resultado es, casi literalmente, una cuestión de vida o muerte. Así que la estrategia consiste en dar al alumno un cierto grado de certeza en cuanto a que la calificación deseada será también asequible, con independencia de los fallos que ocurran en el proceso. La nota final no puede estar definida por exámenes y pruebas que no admiten el error. Al tener la posibilidad de experimentar y, por lo tanto, de equivocarse, el ser humano se enfrenta a situaciones de aprendizaje inmejorables. Una alternativa es diseñar esquemas en los que el estudiante obtenga puntos por las tareas realizadas con éxito, y éstas puedan hacerse las veces que sea necesario para que el alumno obtenga las habilidades y conocimientos esperados. Al menos, valdría la pena dar al alumno tres vidas, como en los videojuegos.
La herramienta
El boom de las tecnologías de aula ha simplificado enormemente la gestión de estos procesos. Las plataformas de aprendizaje adaptativo como Khan Academy facilitan de manera asombrosa la individualización, lo cual ayuda al docente a monitorear el progreso del estudiante, identificar sus debilidades y, lo más importante, acompañarlo a crecer al ritmo en el que se siente más cómodo. Estoy convencido de que estas nuevas herramientas representan un parteaguas en la educación y de que, bien implementadas, producirán diferencias sustanciales en el pensamiento crítico y autocrítico de nuestros futuros estudiantes. No obstante, resulta lamentable que, ni existen tantas, ni están, todas ellas, al alcance de todos los salones de clase.
En cuanto a mi propia praxis, he descubierto en el uso de LMS (Learning Management System, Sistema de Gestión de Aprendizaje) una ayuda invaluable. Se trata de plataformas en línea que permiten la gestión de aula en un
espacio virtual. Su funcionamiento es relativamente sencillo porque replica, de manera natural, lo que ocurre en el mundo físico, pero agrega la ubicuidad y asincronía de Internet. Un docente abre un curso y en él puede incorporar, de manera sistematizada, todo tipo de materiales virtuales y ejercicios, que cada estudiante revisa y efectúa en el tiempo que necesite. Además, tales plataformas ayudan a la administración del salón de clases en cuanto a calificaciones, asistencias o calendarios.
Profesores de todo el mundo utilizan este tipo de plataformas con mucho éxito. La capacidad de mantener todos los materiales del curso en un mismo sitio virtual, así como la posibilidad de efectuar un seguimiento puntual de cada uno de los educandos, significan un gran cambio en la forma de gestión del aula. Casi todos los servicios de este tipo son de paga y se proveen para instituciones educativas. De cualquier manera, algunas empresas como Schoology o Edmodo ofrecen licencias de LMS para individuos, que profesores y alumnos pueden aprovechar. Red Magisterial, un portal dedicado a la educación, también ofrece, además de muchos otros recursos, algunas herramientas como “Gestiona”, que pueden ser utilizadas como LMS, y algunos cursos en los que el docente asume el papel de alumno y utiliza este tipo de herramientas desde la otra perspectiva.
Edmodo Schoology
Red Magisterial
Los LMS dotan al profesor con un entorno en el que la participación y el desarrollo de sus educandos no está constreñido a los límites físicos y temporales del salón de clases. Por lo tanto, el aprendizaje se vuelve mucho más individualizado. Ya no es necesario conducir a todo un grupo por el mismo sendero y esperar que múltiples factores se conjunten para que todos los individuos obtengan los mejores beneficios posibles. Una metodología que aprovecha los entornos virtuales reconoce una realidad que para cualquier profesor es incuestionable, pero que las condiciones tradicionales del salón nos fuerzan a obviar: los chicos recorren diferentes rutas a distintas velocidades para obtener saberes que pueden ser similares.
El método
En algún momento lo llamé “educación modular”. Después de haber creado un curso en mi LMS y tener a mis estudiantes inscritos en éste, abro una carpeta por cada uno de los temas que quiero que mis alumnos dominen. Las habilidades por desarrollar están relacionadas con p pbs.twimg.com/media/ DJE G2FUQAA t 8C comprensión y análisis de textos, así como con exposición de ideas propias a partir de la lectura. De tal suerte que en cada carpeta incluyo, de manera escalonada, materiales y actividades que promuevan dichas habilidades. Cada una de las carpetas mantiene una estructura muy similar a las otras, ya que el pros.jpg pósito es lograr el dominio mediante la repetición.
Introducción
Lo primero es un video que funcione como actividad introductoria, donde se explican conceptos básicos, lenguaje o conocimientos nominales que se espera que el alumno pueda emplear como herramientas para posteriores ejercicios de orden superior. Es importante que estos videos sean breves a fin de que también resulten útiles como material de estudio y referencia. A estos video-glosarios, los alumnos podrán regresar cuantas veces quieran. También se puede optar por infografías, fichas, acordeones o cualquier recurso que contenga información muy concisa. Se trata de facilitar la identificación de los conceptos básicos de manera sencilla y evitar que el formato se erija como una barrera para el aprendizaje.
Territorio
Control de lectura
Luego de haber visto el video, el alumno enfrenta el texto que analizará TEXTO con las herramientas que se le dieron en el paso anterior. El texto es, pues, el territorio que se debe explorar. Sin embargo, como reza una famosa frase de Daniel Pennac, “el verbo leer no tolera el imperativo”, y quienes hemos girado nuestras apreciables instrucciones a un grupo de estudiantes para que lean tal o cual cosa, sabemos que es verdad. Nadie lee sin un objetivo claro, ni siquiera quienes leemos por placer en pos de saber qué pasará con el personaje, o para poner en palabras un sentimiento que llevamos e llevamos atorado por mucho tiempo, o en busca de representaciones simbólicas de la muerte la muerte en la poesía del siglo XVI. ¿Qué nos hace pensar que para los pupilos es diferente? Por esta razón, los organizadores gráficos o actividades durante la lectura son importantes.
Será mucho más exitoso pedir a los alumnos que rellenen un diagrama con las emociones que cada párrafo les transmite, por ejemplo, que simplemente decirles que lean de la página 10 a la 16. También es posible hacer estas actividades tan simples o complejas como se requiera; por ejemplo, al plantear: • Resume en un tuit cada parte de la historia. • ¿Cuántos colores aparecen en el poema? • Subraya cada momento en el que el personaje tiene una decisión que tomar. • Dibuja la habitación que se describe. • … Y un largo etcétera.
El docente evaluará esta etapa sin buscar respuestas correctas, sino revisando que la actividad haya sido completada. Si no fuera el caso, le otorgará retroalimentación precisa al alumno y procurará brindarle todas las opciones disponibles para que termine con éxito el trabajo antes de pasar a la siguiente etapa. Los LMS permiten ponerle candados a cada actividad para que sólo se desbloqueen una vez cumplidos ciertos criterios. Un pequeño cuestionario reforzará la comprensión del texto y servirá de guía para saber que el alumno sepa dónde fijar su atención cuando tenga que volver a éste. De nuevo, es posible sacar provecho de la tecnología diseñando actividades breves que el sistema pueda calificar de manera automática. En esta etapa, los estudiantes deben obtener 10, y pueden realizar las actividades las veces que sea necesario. El monitoreo del profesor es muy importante, ya que éste debe apoyar a los chicos para que sepan, según su nivel, cómo y dónde encontrar las respuestas.
Aplicación
Con las herramientas de análisis más o menos comprendidas, pero a la mano, y con cierto dominio del texto, el alumno tiene ya todos los elementos para convertirse en un lector activo. El educando puede aplicar las herramientas al texto y hacer propuestas críticas e informadas, con independencia de su nivel. La creatividad del docente, en esta etapa, es crucial para diseñar actividades que vayan más allá del resumen. La actividad debe promover que el alumno exprese sus hallazgos y aprendizajes: videos, exposiciones, maquetas, canciones, infografías, incluso nuestro viejo conocido, el ensayo… En todo momento se debe guiar a los alumnos, ya que tendrán la tentación constante de repetir exclusivamente lo que creen que su maestro quiere escuchar. Por eso, resulta esencial estar cerca de ellos para fomentar que plasmen en esta última etapa sus propios descubrimientos.
En suma
El uso de nuevas tecnologías en el aula está relacionado también con un cambio esencial en la forma en la que conceptualizamos la clase. Los profesores de hoy tenemos dos retos: por un lado, la adquisición de nuevas competencias que nos ayuden a implementar herramientas tecnológicas en el aula, pero también (y quizá éste sea el principal) la imaginación para utilizar tales herramientas a fin de transformar nuestra propia relación con el proceso de enseñanza-aprendizaje. Antes de la invención de los aviones, por ejemplo, atravesar el mundo en una noche era imposible. La tecnología aeronáutica generó no sólo nuevos modelos de negocio, sino nuevos hábitos y, sobre todo, nuevos conceptos. De la misma forma, más allá de repetir el lugar común y decir que el mundo antes de Internet era otro, quienes estamos frente al aula tenemos la obligación de preguntarnos: Y ahora que el mundo es otro, ¿qué puedo hacer para educar mejor con lo que éste me ofrece?
El presente artículo deriva de mis propios experimentos, pero lo ideal sería que cada profesor aprovechara las ventajas de vivir en este nuevo mundo y buscara caminos propios que potencien el desarrollo de nuestros chicos. Los LMS representan oportunidades únicas, y los hay de muchos estilos, enfocados a distintas necesidades y niveles educativos, lo importante es probar para adaptar el adecuado a nuestros requerimientos específicos.