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Leer, un asombro imprescindible
nosotros
Leer, un asombro
IMPRESCINDIBLE
Gerardo Daniel Cirianni*
A veces vamos caminando por la calle pensando en voz alta, hablando solos y con la mirada medio perdida. Tan ensimismados andamos que, si chocamos con un perro, podríamos decirle con toda naturalidad: “Con permiso”, esperando que se mueva para darnos el paso. En cambio, si cualquiera de nosotros, en uno de esos momentos fuera acompañado de un amigo, hablándole de lo que le preocupa, probablemente antes de recibir su respuesta, percibamos nuestras palabras bastante más claras; o quizá el conocimiento que tengamos de nuestro amigo nos daría la posibilidad de imaginar o anticipar algo de su punto de vista, punto de vista que estamos necesitados de escuchar. Por supuesto que no somos ellos, pero la evidencia de tenerlos frente a nosotros hace posible el diálogo.
o maravilloso de una charla entre amigos es que nada ni nadie los obliga a hablar acerca de determinado asunto, tema o problema. La charla fluye de manera espontánea. No son frecuentes los estados de ánimo negativos o las situaciones incómodas; y si aparecen, en la mayoría de los casos se resuelven pronto y de la mejor manera.
Cuando conversan dos o más personas, intercambian noticias, anécdotas, relatos de problemas, esto es, generan discursos de manera natural. Estas pláticas resultan enriquecedoras porque en ellas se escuchan, se hablan, recuerdan, acuerdan, desacuerdan, se complementan, se preguntan, se responden, se corrigen… Todos estos procesos que uno intenta a veces hacer en monólogos
* Maestro y, desde hace más de 25 años, formador de maestros en varios países de América Latina.
Actualmente reside en Argentina, donde dicta seminarios y conferencias. Pasa algunos meses del año en México dando charlas y talleres a maestros, profesores de educación media y educadoras de nivel preescolar.
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internos son siempre más fructíferos entretejiendo nuestra palabra con las de los otros.
Inicio este texto hablando sobre pensamientos en soledad, conversaciones y amigos, por la evocación del dicho tan conocido: No hay mejor amigo que un libro, lo cual es algo que no a todos nos ha sido posible confirmar. ¿Recuerdan ese otro dicho: Los libros no muerden? Pues bien, los que nos dedicamos a contagiar el gusto por la lectura somos necios y quisiéramos que el gusto por ella se convirtiera en una incontrolable pandemia. Por eso seguimos confiando en la diseminación del microbio lector. Así que aquí estamos, insistiendo en el tema. Queremos que los libros tengan la palabra, pero no sólo la de los escritores, sino también las palabras de los lectores, los únicos en verdad capaces de resucitar las letras muertas.
Uno de los principales obstáculos para acercarse a los libros o para practicar la lectura en periódicos, revistas, folletos o en el medio que sea, es la lectura entendida como un proceso de repetición, es decir, que el lector se vuelve el repetidor de la palabra del escritor. En el momento en que entra en contacto con el texto, el lector borra su propia palabra, borra su discurso. Si éste es el tipo de práctica que predomina, se suele sentir con toda razón que no tiene caso leer. ¿Dónde queda lo que el lector piensa de lo que lee? ¿Dónde está el intercambio, el enriquecimiento, el acuerdo, el desacuerdo, el diálogo? ¿Dónde está el lector?
El diálogo no se impone, uno habla con otro o con otros porque ambas partes lo desean. En el caso de los libros, u otro tipo de materiales escritos, es evidente que el escritor quiere dialogar desde el momento en que su escritura está impresa o expuesta. Sólo hace falta quien desee recibirla para iniciar el diálogo, un lector. Pero si este lector no puede percibir que los pensamientos, sentimientos o deseos que genera en él la palabra del escritor, es decir su lectura, son importantes (pues sin ellos el texto escrito no cobra sentido), es difícil que el mundo de la palabra escrita llegue a formar parte de su vida cotidiana. En este caso, los materiales escritos, sean los que sean, sólo serán aburrimientos necesarios para poder informarse y así pasar exámenes escolares, obtener diplomas o el título de algún oficio para conseguir un empleo.
El papel de los maestros es medular para que los niños y los jóvenes entiendan la lectura como una valoración de su propia palabra. Lo que piensen, sientan y deseen es valioso por el simple hecho de provenir de personalidades y vidas únicas. Y aunque su palabra sea única e irrepetible, es importante que aprendan a valorar y respetar también la palabra de los otros; entre esos otros se encuentran las voces de los escritores.
Respetar también incluye disentir, discutir. Un aspecto interesante del diálogo entre un escritor y un lector, dado que el primero se encuentra ausente
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El papel de los maestros es medular para que los niños y los jóvenes entiendan la lectura como una valoración de su propia palabra
físicamente, es su potencial efecto multiplicador con amigos, compañeros, maestros, familiares, con toda persona dispuesta a disfrutar de una conversación, y también, ¿por qué no?, de una lectura en voz alta.
La obligación y la libertad
Un objetivo de estas reflexiones es plantear el sentido, el uso, la función, la utilidad de todos los libros que hay en una escuela: los de la biblioteca, los que están en el salón de clases para consulta, los libros de texto. Pero en particular me interesa resaltar cómo crece su potencia cuando la lectura de esos libros se hace de manera relacionada.
El lenguaje como fenómeno social está en permanente circulación y recreación en cada grupo de personas, en la interacción que llevan a cabo con otros grupos, y entre un país y otro, hablantes todos de la misma lengua. Este proceso no tiene fin: también se intercambian palabras (como algunos modismos) entre lenguas diferentes que entran en contacto, en las fronteras o en grupos migratorios, como el caso de los mexicanos que viven en Estados Unidos. En síntesis, la relación permanente entre hablantes es lo que le da fuerza y vigor a una lengua.
Si pensamos que en los textos escritos está representada la palabra hablada, la lectura de un conjunto de libros que circula en el mismo espacio escolar
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Los libros se podrían exponer sobre una superficie con las portadas a la vista
podría representar simbólicamente una comunidad de individuos que entran en contacto y dialogan acerca de uno o varios temas, cada uno con su estilo de lenguaje, con su perspectiva, con su presentación, o con su imagen, como se acostumbra a decir ahora.
Una de tantas actividades para hacer sentir la libertad de elección de las lecturas es ofrecer la variedad de libros disponible en la escuela. Se podrían exponer sobre una superficie, de manera un tanto desordenada, con las portadas más o menos a la vista de todos los que pasen por ahí, como se exhiben los productos en los mercados. La variedad y el colorido de un puesto de hortalizas o de frutas en los pasillos de los mercados es una invitación a comerlas. Por eso la clientela se acerca, mira, toca, incluso es capaz de arriesgarse a que le digan que si no compra, no magulle.
Ahora bien, la gran diferencia entre mostrar frutas y mostrar libros es que entre libros sí vale la pena magullar. Mientras más manipulados y leídos, mejor, pues significa que varias personas los han encontrado interesantes. Observar y manipular libros con atención, leer fragmentos, índices, portadas, contraportadas, proporciona información para empezar a conocerlos y valorarlos según sus temas, sus estilos, su diseño como objeto, su pertinencia para ciertos intereses. Podemos comenzar a identificarlos como si fueran individuos: según sus miradas, sus gestos, sus intenciones. Recordemos que el factor sorpresa forma parte de la vida y que nuestras expectativas no siempre se cumplen. De igual modo, ante la diversidad de libros, siempre tendremos la libertad de dejar el libro que no resultó lo que esperábamos y elegir otro que se acerque a lo que imaginamos.
Con la asesoría del maestro o de cualquier persona con mayor experiencia como lector que ayude a moderar y lanzar algunas preguntas clave para orientar la conversación, los niños y los jóvenes pronto podrían descubrir que cada vez que leen un texto es posible relacionar lo leído, de manera consciente o inconsciente, con otros que ya conocen. Entonces les será posible comparar y descubrir afinidades y diferencias.
En principio, los lectores sólo pueden expresar si lo que leen les gusta o no; poco a poco, al releer los textos o conocer otros, se inicia un proceso de percepción de los rasgos precisos de lo que les atrae o no de un escrito: el tema, la manera de plantearlo, el estilo de la escritura, la veracidad de la información, la claridad de las analogías de un texto informativo o el ritmo de la narración y la caracterización de los personajes de un texto literario.
Así crece la experiencia lectora: mientras más lecturas efectúen, más recursos poseerán para establecer puentes entre ellas. Las lecturas relacionadas pueden favorecer la formación escolar, el disfrute de las narraciones y las descripciones, y la posibilidad de entablar amistades y tener conversaciones largas en torno a la lectura.
Una de las ventajas actuales en las escuelas primarias y secundarias de México es la creciente disponibilidad y diversidad de libros. Los niños y los jóvenes no sólo cuentan con sus libros de texto, sino que tienen la posibilidad de consultar otros libros en la biblioteca escolar y en la de aula o simplemente disfrutar la lectura de diferentes materiales escritos, lo que les permite
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Así crece la experiencia lectora: mientras más lecturas efectúen, más recursos poseerán para establecer puentes entre ellas
ampliar y fortalecer los conocimientos escolares y adquirir múltiples nociones para mejorar su calidad de vida fuera de la escuela.
La variedad remite a la posibilidad de elegir, y elegir implica escoger algo con base en el criterio de quien elige, factor básico para aceptar una invitación a leer. La sensación de que el lector elige –y no le imponen– la lectura de un texto determinado apuntala la libertad respecto de lo que se lee o no. Es el punto de partida para que tenga éxito el contacto de la palabra del lector con la del escritor. Los diálogos más fructíferos son los que establecemos con quienes lo deseamos.
Pensemos en un tema que pueda interesar a nuestros alumnos: las teorías sobre el origen del universo, por ejemplo; y en torno a estas teorías, lo que se ha hablado y escrito acerca de la ausencia de materia y la presencia de materia oscura, el movimiento de los astros y el universo, etcétera. Se trata de un excelente pretexto para motivar la lectura de maestros y alumnos; pero antes, a modo de estímulo, emprendamos una conversación en grupo acerca de la información y las creencias que tenemos respecto a dicho tema.
Una vez que se haya agotado esta fase, el maestro lee en voz alta un texto breve de divulgación. Luego reparte entre el grupo varias copias del mismo texto para una lectura individual en silencio. Enseguida, abre una ronda de participaciones voluntarias en las que los alumnos exponen si después de las lecturas en voz alta y en silencio, sus pensamientos o creencias iniciales cambiaron y, de ser así, cómo.
Otra propuesta para promover la conversación sobre lecturas comunes y relacionadas consiste en solicitar a los alumnos que se organicen en equipos a fin de leer un fragmento de un libro, un artículo de revista o una nota periodística sobre temas relacionados y que el maestro les entrega en fotocopias. Los integrantes de cada equipo efectúan la lectura y después conversan entre ellos acerca de lo leído. Al final, en reunión plenaria, ponen en común sus opiniones y continúan la conversación.
A lo largo de años de trabajo, hemos comprobado que libro llama a libro, y conversación llama a conversación. Cuando podemos relacionar la lectura de un libro con la lectura de otro u otros es como si el sentido de cada uno se intensificara, como si cada uno nos dijera más cosas y se fuera construyendo un universo entre ellos. Leer un libro podría ser como el nacimiento de una estrella, a la que se le van formando alrededor otros “cuerpos legibles” que giran en torno a ella.
Además, alrededor de estos mundos de letras también suelen girar otros cuerpos informativos y literarios que van constituyendo un sistema de lecturas que cada lector reacomoda a lo largo de su vida.
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Cuando podemos relacionar la lectura de un libro con la lectura de otro u otros es como si el sentido de cada uno se intensificara
Pero sucede que si un nuevo lector toma contacto con uno de los libros satélite, es muy probable, o casi seguro, que el sistema se reacomode de acuerdo con la experiencia del nuevo lector, y podría resultar que una luna se convierta en sol, y un planeta en luna.
Si un libro nos gusta mucho, lo más seguro es que nos estusiasme la idea de leer más libros o textos del mismo autor; pero si ese autor no tiene más libros, buscaremos otros que hablen del mismo tema. En el caso de obras literarias, quizá buscaremos autores con estilos cercanos, o que hayan vivido en la misma época. También es probable que nuestra búsqueda la guíen las evocaciones surgidas de una lectura, o a veces la simple intuición, que en general nos depara gratas sorpresas. En fin, rastrearemos escritos que nos amplíen y hagan durar la satisfacción y la curiosidad generada por el libro estrella.
Cada lectura favorita dará origen a un nuevo sistema, y cada astro puede lograr luz propia, efímera o permanente. Puede cambiar de categoría, de sistema y desplazarse por todo el universo de lecturas de los lectores. Cada vez que sumamos la lectura de otro libro, o de otro texto, incluso cada vez que repetimos la lectura de un mismo texto, se nos facilita la lectura y el goce de otros; y por lo regular nos facilita la relación con más y diferentes personas.
Pienso que son pocos quienes creen que la vida solitaria es la mejor. Si así fuera, la mayoría de las personas elegiríamos vivir aisladas, sin contacto con los demás. El lenguaje contenido en los libros fue escrito para ser revivido,
compartido, imaginado para pasar por los ojos, los oídos, la boca de todos los lectores, para que todos enseñemos y aprendamos de todos.
De este modo, un solitario libro de física o de historia es más atractivo y aprovechable si lo relacionamos, según el caso, con algunas lecturas como La máquina del tiempo, de H.G. Wells, o Los viajes de Marco Polo. No tenemos por qué dejar al libro de texto en soledad, ni por qué dejar el acervo escolar arrumbado en los libreros del aula o de la biblioteca. Propiciemos el contacto entre todos los libros y todos los lectores de la escuela. Si la vida acompañada es mejor, ¿por qué no habría de ser mejor la lectura acompañada?
Se podría recorrer toda la zaga de novelas de Wells, asociadas a diversos fenómenos de la ciencia. Sería muy interesante y divertido seguir indagando entre las bitácoras, los diarios y las cartas de los grandes viajeros y conquistadores.
Una manera vieja y sencilla de ir relacionando libros son las referencias implícitas (información, sucesos, temas que ya se han tratado en otras obras, pero no se especifica la fuente) o explícitas (como las notas a pie de página, o la lista de textos consultados) que los escritores hacen a otros textos en sus escritos. En el primer caso, el camino de lectura se hace con base en la intuición del lector, que por lo general es acertada; y en el segundo, sólo hay que seguir la ruta marcada en la cita referida; depende del lector si continúa ese camino o si prefiere buscar otros textos que coincidan más con sus preferencias lectoras.
Los caminos de las lecturas son infinitos. Las posibilidades de cruces y bifurcaciones, también. ¿Estarían de acuerdo en propiciar con estas primeras reflexiones un debate para mejorar el acercamiento de los lectores a los libros? ¡Ojalá que así sea!