12 minute read
Leo: construyo, deconstruyo, reconstruyo
Leo:
CONSTRUYO, DECONSTRUYO, RECONSTRUYO
Gerardo Daniel Cirianni*
En este artículo plantearé sendas de trabajo para experimentar y hacer conscientes algunos movimientos personales de deconstrucción y reconstrucción a partir de una lectura. Las acciones y reflexiones que propongo a continuación están encaminadas a descubrir de qué manera impactan en nosotros y cómo a partir de ello hacemos de los textos nuestras lecturas.
cuando la palabra llega, todo en nuestro interior se pone en movimiento: ideas, emociones, asociaciones y recuerdos que parecían perdidos. El movimiento es universal e inevitable: a todos nos sucede y no nos es posible detenerlo, lo cual no significa que ese movimiento interior sea igual en todos los casos.
La conciencia de esos movimientos y sus consecuencias en nuestra vida no ocurre sino rara vez –tal vez porque no es posible detenernos ante cada impacto, tal vez porque no nos hemos preparado para esos descubrimientos, tal vez porque no hemos caído en la cuenta de que son muy importantes para escuchar, leer o escribir.
Las palabras nos llegan desde personas y/o personajes en una situación, un espacio y un tiempo definido; alguien dice o alguien escribe acerca de algo que
* Maestro. Como promotor de la lectura y la escritura desde hace más de 25 años en varios países de
América Latina, ha coordinado diplomados e impartido cursos y talleres dirigidos a la formación de maestros de educación básica y media superior, ha sido asesor de planes nacionales de lectura y autor de numerosos libros y artículos.
Shutterstock
le conmueve o le conmovió en una circunstancia determinada. Para ello apela a su memoria, a su sensibilidad y a las herramientas de lenguaje con las que cuenta para volver a vivir lo que lo ha movilizado. Cada uno recibe el impacto de esas palabras devenidas en historia en un momento de nuestra vida. No es posible que tales historias nos conmuevan sin esa capacidad que tenemos todas las personas de desarmar y reconstruir la palabra.
En seguida veremos cómo esa capacidad puede desarrollarse, y la conciencia de su existencia, ampliarse.
Punto de partida
“La lluvia” de Juan José Morosoli es un cuento breve, sencillo y con imágenes claras e intensas. A partir de él propondré reflexiones y tareas de desarmado y rearmado con el propósito de que cada uno deconstruya y reconstruya todo lo que quiera para poder en verdad leerlo y leerse en él.
La lluvia Juan José Morosoli
Ver llover allí, en aquella chacra, era una cosa que causaba placer. Un placer tranquilo que aún me alegra.
No olvidaré nunca aquella mañana. Hasta aquel día no había sentido la emoción de la lluvia. Me parecía que el campo y el árbol y yo éramos felices de la misma manera: quedándonos quietos y dejándonos penetrar por aquella música mansa y aquella lluvia lenta que caía sin interrupción.
A mi hermana le gustaba mucho jugar a las casitas. Con cuatro palos, algunos cueros y unos mazos de paja mansa, había construido la suya. Era una vivienda como la de los indios.
El agua vino despacio. La sentimos llegar. La vimos venir, borrando cerros, y dejando todo detrás de su vidrio esmerilado. Las gallinas corrían apresuradas y ganaban hornos y graneros. Lejanos cantos de aguateros y alborozados gritos de teru-teru confirmaron la presencia lejana de la lluvia. Unos horneros vinieron hasta donde nosotros. Los vimos volar y luego detenerse en la horqueta de un árbol. Habían elegido hogar. Cuando llegaron las primeras gotas picotearon la tierra y trajeron una mota en el pico. Colocaban la piedra fundamental de su casa.
Las gentes del pago comenzaron a llegar a los ranchos. Venían a jugar a las cartas. La lluvia creaba una sociedad candorosa, sencilla y feliz.
Desde los cerros comenzaban a bajar pequeñas corrientes. En las quebradas nacían cañadas. Al campo le nacía un sistema de venas. Mirando éste, recién comprendí el mapa con los azules nervios de sus ríos dibujados.
Sobre los cueros llovía lentamente. Aquel asordinado tambor nos iba invadiendo. De tarde mi hermana volvió a la casita. Quería pasar la tarde con las niñas de la chacra jugando a las abuelas.
Quería hacer cuentos de su juventud y me pedía a mí que me portara mal, así podía decir a cada rato que los hijos daban mucho trabajo.
Mi hermana –la abuela– tenía doce años.
Aquella tarde fue una de las más felices de mi vida. Shutterstock • Una conversación en ronda, moderada por uno de los lectores, que en este caso se abstendrá de opinar sobre sus propias sensaciones o lo hará al final, cuando ya nadie quiera decir nada. • Un ejercicio de escritura espontánea, automática, sin temor ni riesgo al error, con un solo límite: el tiempo. Para ello propongo que no se extienda más de cinco minutos, a fin de pasar luego a la lectura en voz alta de quienes quieran compartir su producción. • La elección de un pasaje del texto que les haya emocionado en especial, para compartir su lectura en voz alta y después conversar acerca del o los motivos de la elección. • La búsqueda de otros cuentos cortos del autor (pueden encontrar varios completos en internet), elegir uno y leerlo en voz alta. A continuación, comentar si encuentran algo que tenga en común con “La lluvia”, aunque su temática sea muy diferente.
Sencillez y profundidad
En ocasiones, el concepto de profundidad es asociado a complejidad. “La lluvia” ha llegado a nosotros para contradecir tal banalidad.
Será interesante un primer acercamiento a las ideas y sensaciones que ha traído a nuestra conciencia la primera lectura de esta historia.
Con ese propósito, planteo cuatro caminos diferentes, de los que cada uno puede tomar el que le plazca, de manera individual o en grupo:
Ahí tienen entonces cuatro primeros acercamientos a la obra, acercamientos de distinto tipo que abrirán las primeras sendas a la evidencia de que leemos mucho más que un conjunto de anécdotas engarzadas en historias vividas por personajes que nunca somos nosotros.
Por cualquiera de estos cuatro caminos, ingresaremos de una manera inusual a la historia. Lo haremos desde nuestras palabras dichas o escritas, desde nuestros silencios o los escuchados en otros, a partir del ritmo y entonación de lo que contamos, nunca neutro, siempre cargado de sentido.
Cercanías y distancias
En el acto de lectura se da una paradoja interesante: es imposible leer sin cercanía, pero también es imposible interpretar sin la distancia que nos permita ver el paisaje de lo que ocurre y nos ocurre. Sin embargo, no deberíamos leer literalmente cercanía y distancia, sino percibir los matices que ofrecen estos conceptos y cómo nos ayudan a deconstruir y reconstruir las historias escritas.
Daré algunos ejemplos de cercanías necesarias y luego algunos de distancias imprescindibles, para finalmente proponer alguna actividad que nos permita seguir pensando en este tema fundamental en la lectura.
Desde luego que no es preciso sentir todas las cercanías ni reconocer todas las distancias que a continuación enumero, pero sí me parece indispensable que algunas de ellas estén presentes para que el acto de lectura se dé en su esencialidad, o sea, como acto de interpretación, de incorporación personal de sentido.
twitter.com/alczapatoca
Es imposible leer sin cercanía, pero también es imposible interpretar sin distancia
Cercanías • Algo de lo que se cuenta debe haber pasado previamente por experiencias, referencias, lecturas previas o relatos escuchados por el lector. • Un modo de contar del que tengamos algún registro anterior, aunque sea vago o genérico. • Sensación de coloquialidad en los temas o en las formas de escritura. • Algún o algunos intereses comunes: temáticos, valorativos o existenciales. • Identificación con uno o varios de los siguientes rasgos: sentido del humor, valoraciones éticas, disfrute estético.
Distancias • Reconocimiento de un modo de escritura del autor más allá del relato puntual que estemos abordando. • Posibilidad de valorar el texto en su totalidad, aunque algunos detalles nos parezcan extraños, no nos convenzan o incluso nos desagraden. • Escucha del texto tal y como imaginamos que lo escuchó el autor, para desde allí construir nuestra escucha y desde ella esculpir nuestra propia sonoridad lectora. • Construcción de hipotéticas discusiones del autor con su propia producción: hallazgos, tropiezos, dificultades que tuvo que atravesar para llegar a la concreción de su relato, inconformidades y paulatinas decisiones hasta llegar al cierre del trabajo de escritura.
Reitero que los puntos que acabo de enumerar son ideas para una gimnasia de la lectura. Es probable que algunos les resulten muy útiles, y otros les parezcan ociosos o incluso simplemente absurdos. Lo que importa es iniciar una senda de reflexión para considerar a la lectura como lo que en verdad es: un acto tan complejo como satisfactorio.
Es probable que el esfuerzo para la resolución de esa complejidad resida en el tan remanido concepto de el placer de leer.
A continuación, propongo dos actividades sencillas para poner a prueba este asunto de la cercanía y de la distancia. Ojalá que la enumeración de ideas que acaban de leer les ayude a generar muchas actividades más.
Palabra mía y palabra ajena En todo relato escrito hay palabras que pueden ser la punta de un ovillo de recuerdos y emociones personales. Identifiquen cinco palabras de “La lluvia” que les permitan poner en movimiento los recuerdos y compartan en conversación y escritura algo de todo ese caudal de emociones que sin duda ya no se detendrá. La idea es comunicar ese universo que se ha puesto en marcha.
Del mismo modo, encontrarán palabras que, apelando de nuevo a la imagen del tejido, sean para ustedes puntos sueltos, palabras que les resultan extrañas o ajenas y que por lo tanto no les permiten aplicar estos mecanismos de asociación intelectual y emocional.
La propuesta en este caso es que las compartan y que discutan procedimientos de trabajo a los que podrían apelar para sumarlas al universo de las cercanas.
Voces cercanas, voces lejanas Siempre hay algún pasaje de un cuento o una novela que nos genera una emoción especial. Eso se siente de inmediato, pero pocos han experimentado cómo esa emoción se refleja en la entonación. La voz tiene una coloración especial cuando la emoción es genuina. Hay quienes, de modo ingenuo, cuando leen simulan emociones que la lectura no les produce. La impostación emotiva se descubre de inmediato.
Así como hay cercanía y encuentro emotivo con algunos pasajes, se dan distancias por incomprensión, por menor o nulo interés o por disgusto. Y eso pasa en toda lectura y a todos los lectores. No hay que preocuparse.
La propuesta entonces es releer tres o cuatro veces un párrafo que sintamos cercano para luego presentarlo a otros compañeros y concluir comentando qué nos emocionó: si asociamos, si recordamos, si disfrutamos del color, el ritmo o los juegos de escritura. Lo que pueda emocionar a cada lector no tiene límite alguno.
Luego, leer un párrafo que no hayamos podido hacer nuestro, un párrafo del que nos sintamos algo distantes (aunque hayamos comprendido la información que contiene) y al final exponer los motivos de esta sensación de mayor distancia.
mixbalasesorias.wordpress.com La voz tiene una coloración especial cuando la emoción es genuina
Caminos hacia otras historias
Morosoli ha elegido un día de emoción imborrable en su vida. La permanencia en su memoria se expresa en cada detalle del relato. Cada lugar, persona, juego, costumbre, objeto que ha hecho el viaje del pasado remoto al presente de escritura remite a una emoción determinada. Eso es lo que le da intensidad y belleza al cuento.
Todos hemos vivido circunstancias parecidas. Rara vez nos hemos detenido a valorarlas por lo que representaron y siguen representando.
Dediquemos un rato a traer al presente experiencias memorables de nuestra vida. Una experiencia memorable puede parecer intrascendente como anécdota. Su importancia no es objetiva, sino que radica en lo que ha significado para nosotros.
Les planteo un ejercicio en dos etapas:
• Una enumeración de circunstancias de vida que nos hayan conmovido por el motivo que sea. • La elección de una de ellas para empezar a escribir un borrador de texto que no necesariamente debe concluir en un relato formal. Luego, llevar a cabo una escritura de registro, apuntes para la conversación. Estos apuntes pueden derivar con posterioridad en una narración más elaborada o incluso llegar hasta la concreción de un cuento propiamente dicho. Cada uno verá a dónde puede llegar.
El punto de arribo, diferente en cada caso, siempre será bienvenido.
Ejemplo:
• Una fogata en invierno, las ranas de los zanjones de mi pueblo, el día que aprendí a nadar, aquella canción de amor, el mundo desde la copa de un árbol, la bicicleta y el amor… • El mundo desde la copa de un árbol.
Shutterstock
Tenía ocho años, creo. Tal vez antes ya había trepado a algún árbol. Pero ahora siento que nunca a uno tan alto como aquel al que llamábamos paraíso. Era frondoso y me imaginaba que dentro de su fronda nadie podría encontrarme. Tenía unos frutos verdes, duros y esféricos que eran la munición perfecta para cerbatanas de caña. Sus ramas eran resistentes. Era casa, guarida, alcázar, atalaya. Era perfecto. Si alguno de mis mayores se atrevía a hachar un paraíso, lo vivía como un asesinato. El mío permaneció incólume, al menos hasta el momento en que la zoncera de transformarme en un hombre adulto me hizo olvidarlo. Debe estar aún allá en mi pueblo. Ahora que ha vuelto en el recuerdo, me ha regresado el deseo de abrazarlo. Debería ir al pueblo para ver si ahí sigue. ¿Y si no lo reconozco? ¿Y si algún hacha lo transformó Sh utt er s t en leña? De pronto siento alegría y angustia al o c k mismo tiempo. Eso es la vida al fin de cuentas.
Un camino interminable
Las deconstrucciones y reconstrucciones que implica la acción de leer siempre se abrirán a nuevas posibilidades, por eso decimos que es un camino interminable.
Eso podría llevar a la consideración de que todo esfuerzo por interpretar el acto de lectura resulta al fin de cuentas vano, pues siempre quedarán temas pendientes.
Esto no es así. Es verdad que siempre quedarán temas pendientes, pero eso nada tiene que ver con que no tenga sentido explorar con tenacidad el camino del lector. Esa infinitud es su magia y su sentido.
Hay asuntos generales en ese camino, sobre los que todos los interesados en la lectura trabajamos. Algunos de ellos han sido expuestos en estas páginas.
Hay también asuntos individuales, personales, únicos. Esos son los que se escuchan y escucharán en los encuentros entre lectores y son tan importantes como los temas que nos atraviesan a todos.
Lo general y lo particular le dan al acto de lectura ese deseo permanente de indagación. Sus misterios son también lo que nos impulsa a seguir pensándolo.