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El laberíntico mundo de la Historia de la educación y la pedagogía en México Una introducción
e incertidumbres
UNA INTRODUCCIÓN
Pólux Alfredo García Cerda*
twitter.com/Cuauhtemoc_1521
En consonancia con lo afirmado en un artículo previo
(García, 2019), en este artículo mostraremos una vía de acceso a la Historia de la educación y la pedagogía en México (HEPM). Esta vía nace de preguntarnos cómo puede iniciarse un novicio en el pensar histórico sobre un país. Junto con la reforma de sus cursos y la creación de proyectos interdisciplinarios, problematizaremos una vía acorde con el apartado “b” (cfr. García Cerda, 2019: 39-40) del plan propuesto.
puesto que la Historia de la educación y la p e d a g o g í a e n M é x i c o e s u n a p a r t i c u l a r i zación del mundo de la Historia general de la e d u c a c i ó n y l a p e d a g o g í a , l a p r i m e r a n o p u e de conocerse al margen de la segunda. Pero el mundo mexicano está constituido por laberínticas sendas barrocas poco transitadas debido al usual desprecio de lo propio, una terrible miopía
* Doctorando en Pedagogía, Facultad de Filosofía y Letras,
UNAM. Profesor de Historia de la Educación y de la Pedagogía en México (FFyL-UNAM). histórica y la crisis cultural surgida de la pérdida de símbolos (cfr. Beuchot: 40, apud Arriarán y Beuchot, 1997).
A pesar de que México nos es próximo espacial y temporalmente, el pasado nacional nos es profundamente extraño. El descifre de esta contradicción nos lleva a emprender una labor que “exige una curiosidad hacia el conocimiento del otro, una disposición para el asombro, una apertura a lo diferente y una práctica de la tolerancia. […] El oficio de historiador es una apertura a la comprensión y una disposición hacia el
reconocimiento de lo extraño” (Florescano, 2012: 25-28). Dicha labor debe evitar los excesos de la profesionalización histórica (el academicismo y la sobreespecialización), pues el abismo entre especialistas y no especialistas sólo aumenta la extrañeza que atrapa a vivos y muertos entre los callejones sin salida.
Opuesta al orden establecido, surge de la historia un compromiso ético, pues con base en la justicia se actualiza la vida pasada en pos de una memoria histórica que guíe la construcción de tejidos sociales basados en el respeto y la pluralidad. En efecto, “nuestro oficio consiste en restaurar cada mañana la estatua de la memoria, y […] para ello debemos crear, proteger, afinar y usar con esmero las fuentes, que son instrumento de trabajo y patrimonio social” (Quintanilla: 289, apud Civera, Escalante y Galván, 2002). En la restauración de la memoria histórica mexicana, que comienza con una adecuada labor heurística, se vive una proximidad por la lengua, costumbres y valores, que suele tornarse en extrañeza y desmemoria.
En la Historia de la educación y la pedagogía en México se fueron entremezclando prácticas e ideas entre la diversidad de lenguas (castellano, náhuatl, latín, etc.) y proyectos de unidad nacional. Esto produjo un laberíntico mundo, por lo cual proponemos una odisea a sus entrañas. Más allá de los excesos de la idea, noción o mito de mestizaje, entenderemos el mestizaje en términos analógicos, es decir, interpretaremos tal mundo desde lo mestizo como símbolo, como ruptura y posibilidad de equilibrio entre lo universal y lo particular, entre lo próximo y lo extraño.
Dejando de lado un intento de interpretación histórica que contemple las necesarias implicaciones biológicas y antropológicas de la noción de raza, postulamos la hipótesis de un mestizaje pedagógico, en el cual concebimos a la Historia de la educación y la pedagogía en México como
www.wdl.org/es/item/10617/view/1/145/
En México, el modelo de educación artesanal se puede rastrear desde los huehuetlatolli
un texto en el que se entrelazan tres intencionalidades: la primera, de sus autores (mesoamericanos, novohispanos y mexicanos); la segunda, de sus lectores (generaciones educadas por los autores); y la tercera, de las obras producidas (códices, lienzos, libros, relatos orales, escenarios, murales, etc.). Entre autores, lectores y obras mexicanos hay un doble mestizaje: por la mirada histórica analógicamente mestiza y por ser producto de dos respuestas a la cuestión cómo educar, es decir, los modelos artesanal y escolar.
En México, el modelo de educación artesanal se puede rastrear desde los huehuetlatolli, El Periquillo Sarniento (de José Joaquín Fernández de Lizardi) y “El maestro de escuela. Confesiones de un pedagogo” (de José María Rivera), hasta la Escuela de Altos Estudios y nuestros institutos de investigación modernos. Este modelo se caracteriza por su enseñanza mimética, donde las actividades se desarrollan según la imitación del
www.codicemendoza.inah.gob.mx/index.php?lang=spanish&folio_number=67&type=r§ion=m
El modelo escolar se puede rastrear desde el telpochcalli y el calmécac
ejemplo que muestra el maestro en su taller. En tanto, el modelo de educación escolar se puede rastrear desde el telpochcalli y el calmécac, las escuelas de primeras letras, la Real Universidad de México y las escuelas lancasterianas hasta nuestras escuelas y facultades modernas. Este otro modelo se caracteriza por su enseñanza lúdica, basada en planes de estudio y materiales didácticos, donde las actividades se desarrollan como si fueran reales, aunque no lo sean.
Lejos de absurdos purismos, los modelos han estado vinculados en el tiempo (muchas veces en conflicto) y han educado heterogéneamente a la humanidad en todas las culturas, incluyendo a la mexicana. Pero una odisea particular exige dos modificaciones: primero, si narrativamente usamos el mito de Teseo y el Minotauro para la Historia general…, ahora adoptaremos el mito del mestizaje para la de México; y segundo, necesitamos una óptica particular, porque si en el primer viaje la óptica era macroscópica, en esta ocasión será microscópica.
H a s t a a h o r a , s ó l o t e n e m o s u n m a p a m u n dial en el que no se distingue a detalle el tiempo educativo y pedagógico mexicano. Para mirar de cerca y evitar la miopía, requerimos una óptica con la que podamos apreciar la realidad histórica múltiple marcada por la pluma de Quetzalcóatl y las plumas de los letrados novohispanos, mismas que han guiado la tinta de textos como Huehuetlatolli e Historia antigua de México (de Francisco Xavier Clavijero), los cuales educaron luego a autores de textos como De R o b i n s o n a O d i s e o . P e d a g o g í a e s t r u c t u r a t i v a , Vi d a y profesión del pedagogo, etc. A esta óptica mestiza la llamaremos lente emplumada, una metáfora inspirada en Clavijero, historiador de la educación novohispano que mediante su pensar hist ó r i c o l u c h ó p o r u n a i n d e p e n d e n c i a c u l t u r a l ( c f r. Torres, 2009: 112). Este pensar his-
tóricamente se o p o n e a q u i e n e s , e m u l a n d o a T l a c a é l e l , h a n e s crito la historia ad libitum con el fin de construir una memoria del poder que legitime la dependencia cultural y la educación entreguista (cfr. Florescano, 2012: 98; Moreno, 2002: 5; León-Portilla, 2016: 301):
El empresario mexicano da la impresión de ser, aparte de reduccionista, desmemoriado. No dudamos de su buena fe al colaborar en el hallazgo de un derrotero para el país; pero lo está entendiendo sólo en función del rescate de las empresas. Desafortunadamente, la educación, que debe estar al servicio de la sociedad entera y no sólo de un sector privilegiado, se la quiere supeditar a este último en un intento por evitar su naufragio (Torres y Vargas, 2010: 101).
Esta élite de desmemoriados se ha perpetuado en el poder porque toda interpretación distinta a su pensar histórico la sacrifican a un ídolo, primero con base en modificaciones constitucionales, y luego, con textos como “Una breve historia de la transformación educativa en México” (Calderón: 39-44, apud Mexicanos Primero, 2018: 28-37). A todo esto, ¿puede decirnos algo el mito del mestizaje sobre el ídolo y la élite?
El Dios principal de los aztecas era […] Huichilobos [...]. Su alimento era de corazones crudos. [...] Y se supone que incitaba a la guerra a unos pueblos contra otros, sin duda para que el verdadero Jefe Máximo de todos los Dioses [...] no careciese de víctimas para el sacrificio. [...] Según la leyenda indígena, Quetzalcóatl había gobernado algunos reinos, educando a la población en las artes de la paz pero los fieles de Huichilobos lo habían expulsado. / La lucha Quetzalcóatl-Huichilobos [es] resumen y símbolo de la Historia de México. Cada vez que aparece un Quetzalcóatl lo expulsan del gobierno como al antiguo, o lo nulifican por el descrédito, como se hizo con Don Lucas Alamán, que pudo haber cambiado los destinos del México independiente, o lo matan como a Francisco I. Madero. ¡En cambio, largos periodos estériles, inicuos, sobreviven bajo el signo de Huichilobos el caníbal! (Vasconcelos, 1958: 150; las cursivas son mías).
Más allá de cualquier intento absurdo de retransmutar la historia mexicana en Historia de bronce, o resucitar la hispanofilia vasconcelista 1y su limitada visión del pasado indígena, recuperamos analógicamente la estructura pregenérica de trama (cfr. Beuchot, 2002: 89). El mito ilumina una posibilidad de resistencia ante la memoria del poder, protegida por Huichilobos y sus emuladores. Nuestra arma será un pensar histórico-pedagógico con el cual se asuma el compromiso de autoconocimiento desde las contradicciones constitutivas y las formas de hallar una educación equilibrada abierta a la independencia cultural.
Dados los pormenores de nuestra odisea, dividiremos esta introducción en dos momentos. Primero, requerimos una preparación rigurosa surcando el proceloso Atlántico, tal y como lo hicieran Quetzalcóatl y De Las Casas, hasta llegar a las tierras de Clavijero. Después, andaremos el camino hacia el corazón del laberíntico México. Para ambos momentos adaptaremos los elementos del anterior viaje: la nave (la educabilidad como principio fundamental), la brújula (el conflicto de los modelos) y un mapa de tres puntos (tradición, racionalidad y texto). La clave interpretativa será la óptica propuesta y, al final, se apelará a valorar las aportaciones educativas y pedagógicas mexicanas en estos tiempos de crisis cultural y desmemoria.
1 Por un lado, concebía al indígena como heredero de la tradición clásica simbolizada en Odiseo y opuesta al imperialismo estadounidense (cfr. Vasconcelos, 2009: 12). Por otro lado, la discriminación de la diversidad indígena le hizo expresar juicios absurdos, como que el Popol Vuh era una “colección de divagaciones ineptas” y que no existía pensamiento filosófico en los indígenas porque en ellos “no existía el lenguaje escrito” (Vasconcelos, 1958: 17 y 150).
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Storia antica del Messico (Historia Antigua de México), publicada por Clavijero en 1780
La habituación de la mano a la lente emplumada
En uno de los viajes por la Historia general de la educación y la pedagogía, nuestra nave arriXVIII bó a Bolonia, ciudad que a finales del siglo acogió a un colectivo de jesuitas novohispanos que recordaban a su patria en el exilio. ¡Idéntica paradoja vivimos, pues México viene a nuestra mente estando lejos de él! La decisión de volver a casa se encendió cuando hallamos un raro testimonio jesuita, Storia antica del Messico (Historia Antigua de México), que Clavijero publicó penosamente en 1780. Al abrirlo encontramos VII que, más un separador de páginas en el libro bien, eran unos anteojos de armazón salmantino y cuyo arco tenía grabadas dos plumas de
2quetzal. Alrededor de uno de los lentes estaban dos enigmáticas inscripciones: Entre el águila y la serpiente, lo próximo es lo lejano / El tiempo es un 3 La odisea a Mé-espejo horadado por ambos lados. xico tuvo que esperar porque aún debíamos terminar nuestro itinerario mundial, y cuando al XXI, fijamos rumbo a la fin concluyó en el siglo patria del jesuita que había escrito lo siguiente:
La educación de la juventud, que es el mejor apoyo de un estado, y lo que mejor da á conocer el carácter de cualquiera nación, era tal entre los Mexicanos, que bastaria por sí sola á confundir el orgulloso desprecio de los que creen limitado á las regiones europeas el imperio de la razón. En lo que voy á decir sobre este asunto, tendré por guias las pinturas de los Mexicanos, y los escritores mas dignos de crédito (Clavijero, 1787: 195; se respetó la ortografía original).
Vinculada la educación de la juventud con la pedagogía, nos proponemos descifrar aquel enigma historiográfico mientras abordamos la nave educabilidad. Con brújula y mapa en mano zarpamos, aunque en pleno Mediterráneo nos preguntamos si nuestro viaje tiene sentido, por la creencia de que la educación y la pedagogía
2 En esta metáfora hemos mezclado dos símbolos del tiempo en los antiguos nahuas y los españoles del siglo XVI: 1) las plumas de quetzal grabadas evocan a Quetzalcóatl, sabio formador de la humanidad y “creador de las divisiones del calendario [que] hacía surgir el tiempo en el mundo de los hombres” (López Austin et al., 1989: 44); 2) el armazón remite a la Universidad de Salamanca, alma mater de De Las Casas, en cuya fachada están siete emblemas, de los cuales, el primero simboliza la prudencia como tiempo de la sabiduría y variación del oxímoron latino festina lente, es decir, “apresúrate despacio” (Gabaudan, 1985: 67-86). 3 El sentido filosófico-histórico del águila y la serpiente como emblema será abordado después. En tanto, como lugar común, citamos el fragmento de un poema nahua que describe
“un espejo horadado […] por ambos lados [que] hace sabios los rostros ajenos. […] El tlamatini, o sabio, tenía verdaderas funciones de pedagogo y psicólogo” (cfr. León-Portilla, 2016: 100-112).
en México sólo son malas copias de lo acaecido en Europa. Desde un enfoque eurocéntrico, sólo tiene sentido la Historia general de la educación y la pedagogía, pero ¿las prácticas educativas e ideas pedagógicas mexicanas son mera imitación? ¿Acaso lo educativo y pedagógico acaecido en México “no es más que el eco del viejo mundo y el reflejo de ajena vida” (Hegel, 1996: 186)? El uso de la óptica mestiza sale a escena para solucionar nuestra duda: la importación ciega de ideas pedagógicas foráneas no ha conducido más que a imitaciones torpes de lo extranjero (Ramos, 1990: 83). Contrario a ello, las ideas mexicanas respondieron a problemas específicos, sea como apropiación de las habidas en la Historia general… o como producto inédito; luego, su originalidad es doble: primero por asimilación y segundo por creación.
Salvado el sentido de nuestra odisea por ahora, resta reubicar los tres puntos conceptuales por los mares atlánticos con ayuda de nuestra ó p t i c a p a r t i c u l a r. D o b l e m e n t e o r i g i n a l , n u e s tra heterogénea tradición clásica mexicana se ha ocupado de ciertos problemas (ausencia de un proyecto educativo adaptado a la realidad histórica, insuficiente formación docente, carencia de profesionales para el estudio de la educación, falta de condiciones materiales, etc.). Los problemas emergieron junto al largo y doloroso camino de creación de un sistema educativo nacional (Moreno, 1993: 118). La pedagogía merece mención especial, pues a través de sus clásicos se pensaron ideas que desembocaron en la institucionalización y profesionalización de los estudios pedagógicos recientes (Larroyo, 1958: 89 y ss.). Mantenemos las reglas de construcción del saber pedagógico (traducibilidad y simbolicidad) con miras a la actualización de vocablos propios de la tradición clásica (educación, formación, didáctica, plan de estudios, etc.), los cuales merecen especial atención, ya que fueron muy cuestionados e incluso desplazados recien-
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La interpretación de tlacahuapahualiztli o la humanitas en la Nueva España como ‘educación’ siempre será imprecisa
temente para formar campos teóricos actuales como el currículum, a raíz de la polémica Pedagogía vs. Ciencias de la educación (cfr. More no, 1990: 1-11; Bartomeu, Juárez, Juárez y Santiago, 1993: 9 y ss.; Pontón, 2011: 67 y ss.). Un ejemplo de traducibilidad surge con la interpretación de tlacahuapahualiztli o la humanitas en la Nueva España, cuyas interpretaciones como ‘educación’ siempre serán imprecisas aunque aproximadas. Al final, mantendremos la textualización como estrategia para captar el sentido de una práctica profesional histórica. El arribo a las costas mexicanas genera una perspectiva sugerente sobre una riqueza poco valorada y, una vez más, la odisea apenas comienza.
El arribo a Veracruz y el misterio del emblema nacional
Después de dejar la nave en costas veracruzanas, recordamos al lector su libre tránsito por el
laberinto mexicano, también construido por cuatro grandes andadores. Nuestra lente nos permite enfocarlos mejor, de modo que el tránsito por las tres preguntas (§1 ¿Qué es la historia de la educación, cómo se diferencia de la historia de la pedagogía y de qué tratan ambas?, §2 ¿Cómo se conoce el pasado educativo y pedagógico?, §3 ¿Para qué sirve este conocimiento histórico?) se particulariza en torno a cuatro variantes. Tres corresponden a una época educativa (Mesoamérica, Nueva España y México independiente) y la cuarta (vinculada a normalistas como Carrillo y Méndez de Cuenca) corresponde a una época pedagógica que va de Veracruz al Bajío mexicano (en aquellos rincones nacieron los cuatro pioneros de los estudios pedagógicos recientes: Flores, Ruiz, Chávez y Larroyo). Al final de esta incursión, el novicio podrá intuir su compromiso ético frente al Huichilobos (ubicado en el corazón del laberinto mexicano), siempre y cuando descifre el emblema del águila y la serpiente.
§1. Primero partimos de una doble acepción de Historia, una como totalidad de sucesos pasados y otra como saber de tales sucesos construido por descripción y comprensión. Asimismo, entenderemos la Historiografía como estudio de las formas en que se ha escrito la historia. En tanto, el estudio de la educación de los mexicanos en el tiempo es un campo interdisciplinario construido sobre los cimientos historiográficos de la crítica y la reflexión. Ello se diferencia del estudio de los pedagogos en el tiempo, con sus remotos ancestros, los tlamatinime, el puesto de pedagoga en el Convento de Jesús María y el oficio novohispano de institutor de la juventud hasta los c u r s o s d e P e d a g o g í a d e F l o re s y R u i z y l a creación del primer Colegio de Pedagogía.
No obstante, educación y pedagogía se han confundido muchas veces hasta ahora, al menos por dos razones: la minusvaloración del mestizaje de tradiciones diferentes a la hispanoparlante por imitación servil de las tradiciones anglosajona, francesa y alemana; y la relativa novedad de la disciplina, su desconocimiento social y la reciente consolidación de la profesionalización. En torno a ello,
www.wdl.org/es/item/10613/view/1/255/
El estudio de la educación de los mexicanos se diferencia del estudio de los pedagogos en el tiempo, con sus remotos ancestros, los tlamatinime
p o d e m o s i d e n t i f i c a r t re s h i s t ó r i c a s p o s t u ras: la clásica, que distingue objeto y disciplina; la científico-educativa, que confunde una y otra, por imitación de la tradición anglosajona; y la científico-social compleja, que evita la distinción clásica y crea campos disciplinare s e m e rg e n t e s . E s t a c l a s i f i c a c i ó n d e p o s t u XX, r a s pertenece a la segunda mitad del siglo por lo que cualquier intento parecido debe situarse según su contexto histórico-social.
La distinción mexicana entre objeto (educación) y disciplina (pedagogía) hunde sus raíces XIX con el positivismo mexi-a finales del siglo cano. Ante la ausencia de profesionales para la educación en el régimen porfirista, una primera distinción la ofreció Manuel Flores, definiendo a la primera como desarrollo artificial de facultades y a la segunda como arte de enseñar. Este primer intento fue ajustado por Luis Ruiz gracias a su distinción de arte mecánica y arte científica. Un alumno de ambos, Ezequiel Chávez, la defendió en México aunque bajo el inédito nombre de Ciencia y arte de la educación, hasta que a mediados del siXX, su alumno Francisco Larroyo fundó el glo Colegio de Pedagogía (FFyL-UNAM) (Moreno, 1982: 66-70). Si bien, la claridad conceptual fue relativa (por ejemplo, las ideas de Platón, Comenio, Pestalozzi, etc.), hubo pocas definiciones de pedagogía y tantas definiciones de educación como educadores en cada época. Aquí recuperamos una de las más completas:
Consiste en un proceso por obra del cual las generaciones jóvenes van adquiriendo los usos y costumbres, los hábitos y experiencias, las ideas y convicciones, en una palabra, el estilo de vida de las generaciones adultas. [...] Ya sea espontánea o reflexiva, la educación es un fenómeno mediante el cual el individuo se apropia en más o en menos la cultura (lengua, ritos religiosos, costumbres morales, sentimientos patrióticos…) de la sociedad en que se desenvuelve, se adapta al estilo de vida de la comunidad en que se desarrolla (Larroyo, 1964: 35).
Lejos de aplicarla mecánicamente a la historia mexicana, esta definición puede guiar l a c o m p re n s i ó n d e l c o n t e x t o d e c a d a p r á c t i ca e idea. Así como la idea de educación de XV no es la misma que un tlamatini del siglo la de un jurista novohispano del siglo XVI o la de un normalista del siglo XIX, tampoco las ideas de Barreda se entendieron igual por un médico positivista del siglo XIX o un ateneísta oaxaqueño del siglo XX. §2. De antemano, el novicio debe priorizar el equilibrio entre intuición y razón, entre narrar y criticar: procediendo “ad narrandum, reconstruyendo, reviviendo el pasado” (Caso, 1985: 78) a sabiendas de que “es deber de la historia y función del educador, no sólo narrar, [sino] también apreciar los sucesos” (Vasconcelos, 1958: 9). Acorde con los problemas conceptuales e históricos de la disciplina y su objeto, el tacto debe habituarse a la lente emplumadadistinguiendo interpretativamente huellas e indicios. En toda incursión al laberinto recomendamos dos auxiliares, Historia comparada de la educación en México de Francisco Larroyo y La educación en México de El Colegio de
México, con el fin de lograr el equilibrio entre un panorama de la tradición clásica y los más actualizados análisis historiográficos. El equilibrio será real mientras prime el uso de fuentes primarias, muchas de ellas compiladas en los textos de la extinta editoSEP. Asimismo, conside-rial El Caballito y la rar la antología Clásicos del pensamiento pedagógico mexicano de Gilberto Guevara Niebla será fundamental. En este punto, el novicio intuirá la variedad de interpretaciones de cada fuente debido a que ninguna se ha leído igual en dos momentos distintos. Sin duda, la
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El fin social de la Historia de la educación y la pedagogía en México es tan enigmático como el emblema del águila y la serpiente
lectura de Arteaga (Aguirre y Cantón, 1999: 47-71) ayudará a distinguir mejor los tipos de interpretación histórica según el paradigma al que pertenezcan, sin olvidar la división del proceso historiográfico en Heurística, Interpretación y Estilística. §3. El fin social de la Historia de la educación y la pedagogía en México es tan enigmático como el emblema del águila y la serpiente y la inscripción en nuestra lente. Para descifrarlos, el fundador del Ateneo de la Juventud nos recuerda que el historiador debe prestarle
“vida de su propio espíritu individual, afirmándolo a la coloración, a la palpitación, al ritmo interior de su ser psíquico” (Caso, 1973: 64). El enigma del emblema no se capta a la primera, por lo que el novicio debe ejercitar su pensar una y otra vez hasta que haga suyo el hábito de interpretarlo. Pero, a ciencia cierta, ¿cuándo sabrá el novicio que ha interiorizado tal hábito?
La defensa de las Humanidades en México es un ejemplo. Después de largos y dolorosos reveses, cuando el Gobierno y la SEP habían eliminado la Filosofía y las Humanidades del bachillerato en 2008, la élite de desmemoriados fue temporalmente frenada por el Observatorio Filosófico de México (OFM, 2019: 1 y ss.). Desde una lectura histórico-pedagógica intuimos que esta inusual victoria de Quetzalcóatl sobre Huichilobos no fue espontánea ni azarosa, pues el OFM ejercitó un pensar histórico conocedor de la Historia de la educación y la pedagogía en México.
A l i g u a l q u e c o n e l O b s e r v a t o r i o , e l s e n tido de esta Historia se hallará cuando encaremos a la desmemoria. Entonces habremos intuido que “la historia se compenetra, acoge, al arrastrarse, la misma realidad; en tanto que las ciencias no hacen sino volar y ver por encima de ella. El águila, en su cima, no lo distingue todo; la serpiente, en cambio, al limitar su horizonte, palpa con su cuerpo reptante la tierra. La filosofía es águila; la historia, serpiente. Ambas son seres sagrados” (Caso, 1985: 34). Ese simulacro de vida llamado Historia de la educación y la pedagogía en México permite al novicio elevarse por el cielo de las ideas y, al mismo tiempo, palpar el suelo de las prácticas donde alguna vez se educaron seres de distintas lenguas y mundos. Esta valiosa libertad para vivir y luchar para que otros vivan la historia es justo de lo que se alimenta aquel ídolo, ser intolerante a la libertad, la pluralidad y el respeto de un mundo que se opone al entreguismo y la dependencia.
Palabras finales
Entre el encanto narrativo del mito y la rigurosidad imprescindible de la crítica, las sugeren-
cias compartidas han pretendido acompañar al novicio que asuma su compromiso ético con la historia mexicana, reconociendo el miope menosprecio y tendencia a la dependencia. Nuestra postura busca que los novicios, portavoces e intérpretes de una memoria histórica plural y justa, se habitúen a la independencia cultural. Por ello, el pensar histórico propuesto comprende la asunción de cualquier riesgo ante los embates de la desmemoria.
Sólo una formación rigurosa y flexible en materia historiográfica puede abrir alternativas a la angustiosa carencia de abordajes para la formación histórico-pedagógica. Aunque muy cuestionado en la actualidad, intentamos mostrar que una interpretación analógica del mito del mestizaje, desde la pedagogía, ilumina sendas aparentemente clausuradas o vacías de sentido. La memoria del poder no es inmaculada y puede ser cuestionada por una memoria histórica reflexiva de la educación y la pedagogía. Más allá de filias y fobias, y sin desvincularla de la Historia general de la educación y la pedagogía, bosquejamos los elementos teórico-conceptuales de una óptica histórica abierta a la recepción de la tradición clásica, enfatizando la doble originalidad de educadores en las tres épocas señaladas y pedagogos en nuestro tiempo.
El arribo a Veracruz y la incursión al laberinto nacional se inspiró en textos de Caso, Vasconcelos, Larroyo y Moreno de los Arcos (todos ellos vinculados a la Historia de la educación y la pedagogía en México), actualizándolos metodológica y filosófico-históricamente desde nociones hermenéuticas de Florescano, Torres y Beuchot, en especial con la noción de texto y el uso de un mito mexicano. Además, nos hemos atrevido a imaginar una metáfora, la lente emplumada, que esperemos incentive la formación historiográfico-pedagógica.
El encuentro con el Huichilobos nos depara menudo reto historiográfico, pues en México vivimos, estudiamos y trabajamos, entre la incertidumbre de transformaciones políticas a medias y la vista en el porvenir. En tiempos de crisis cultural como la nuestra, no podemos abandonar la formación de novicios que dominen el laberinto, porque sería lamentable que éste sea quien los domine a ellos. La educación es un campo de profundas deudas y valiosas esperanzas que pueden salvaguardarse desde un pensar histórico sensato.
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