15 minute read
Lara Prescott
EL MIEDO A LA INFORMACIÓN Lara Prescott Todos escondemos secretos. Todos. Y cuando hablamos de un conflicto, el descubrirlos puede hacer que la balanza (y la victoria) tome un giro inesperado. Así lo encontramos en Los secretos que guardamos. Por Lorena Navas. Fotografía Matthew Prescott.
Durante los años de la Guerra Fría fueron muchas las batallas y luchas las que se desencadenaron, pero ninguna como la de tres mujeres con una única misión: que el libro de El doctor Zhivago viera la luz. El poder del totalitarismo y el abuso de aquella época era tal, que la novela narra cómo un libro puede ejercer de propaganda para quienes más temen. Lara Prescott, de profesión escritora y anteriormente asesora en campañas políticas, nos lo cuenta a través de las páginas de Los secretos que guardamos.
Advertisement
Lara, solías trabajar como asesora en campaña política, ¿cómo decidiste escribir un libro sobre política también? ¿No querías dejar atrás todo lo que ese mundo conlleva? Pasé una década viviendo en Washington, D.C. y trabajando en campañas políticas como escritora de propuestas y de discursos. Ambos trabajos fueron muy exigentes y me dejaron poco tiempo para escribir ficción. Sabía que, si quería seguir mi sueño de convertirme en escritora, tendría que renunciar a mi profesión a tiempo completo. Aunque ya no me dedico a las campañas políticas, todavía me fascina, y creo que siempre habrá algún tema político en mi ficción. Estoy más interesada en el poder: cómo se lleva a cabo, hasta dónde llegan las personas para protegerlo y los efectos que tiene sobre las personas que no lo tienen. ¿Qué podremos encontrar en Los secretos que guardamos? Mi novela es una obra de ficción histórica ambientada en la década de 1950, sobre las mujeres en el grupo de mecanografía de la CIA y el destino de la obra maestra de Boris Pasternak, El doctor Zhivago. En resumen, los soviéticos habían prohibido al doctor Zhivago, creyendo que era demasiado subversivo. Entonces, la CIA emprendió una misión para imprimir el libro de forma encubierta y pasarlo de contrabando detrás de la Cortina de Hierro, como una forma de mostrar a los ciudadanos
soviéticos cómo su propio gobierno les estaba ocultando esta gran obra de arte. En Occidente, se cuenta a través de la lente del grupo de mecanografía femenino de la CIA. En Oriente, se cuenta a través de la lente de Olga Ivinskaya, la amante y musa de la vida real de Pasternak. Se trata de amor y guerra, de cómo las palabras pueden ser armadas, y de cómo una sola obra de arte puede cambiar el mundo. Hoy en día, ¿habrá más novelas como la del Dr. Zhivago? Quiero decir, ¿novelas perdidas, por así decirlo "ocultas" del público en general?
¡Ciertamente lo espero! Los libros nos permiten experimentar la vida de otros, visitar otros períodos de tiempo y caminar por las calles de lugares en los que nunca hemos estado. En un momento en el que se habla tanto de construir muros y retórica vitriólica que enfatiza todo lo que nos hace diferentes, es casi un acto revolucionario imaginar todo lo que nos hace similares. Espero que otro libro como el Doctor Zhivago sea descubierto y tenga ese tipo de impacto en el mundo. Ahora que el papel de la mujer es muy importante, son tres mujeres las protagonistas de este libro, y quienes deciden tomar las riendas de muchas decisiones en mitad de la Guerra Fría...
Cuando comencé a escribir Los secretos que guardamos, me sentí más atraída por las historias de las mujeres. La novela comienza en Occidente, con la voz colectiva del grupo de mecanografía femenino de la CIA. Esa fue la primera voz que me llegó cuando comencé la novela. Y mientras más investigaba sobre las mujeres que trabajaban durante los primeros días de la CIA, los personajes de Sally e Irina más me interesaban, pero cuando descubrí A Captive of Time, la autobiografía de la amante y musa de Pasternak, Olga Ivinskaya, me di cuenta de que me faltaba la mitad de la historia. Ivinskaya fue enviada al Gulag, dos veces, por su participación en Pasternak. Y al ver esta experiencia a través de sus ojos, lo que era soportar al amor de su vida sin importar el costo, sufrir a manos del Estado, supe que tenía que haber un hilo oriental en la novela, que tenía que estar anclado por su historia. Creo que estas mujeres ignoradas merecen más reconocimiento por las contribuciones y los sacrificios que
hicieron, y quería darles voz en Los secretos que guardamos. ¿Cómo describirías estos tres personajes femeninos? ¿Qué características destacarías de ellas?
Sally fue uno de los personajes más divertidos para escribir. Me encantó investigar qué tipo de ropa pensé que usaría, qué música escucharía y cómo se comportaría cuando hablara con hombres en el poder. Es el tipo de mujer que muchos aspirarían a ser: resistente, divertida, independiente y siempre con estilo.
Irina se transforma más a medida que se desarrolla la novela. Ella pasa de ser una joven tranquila, tímida, a una mujer más sabia y segura del mundo. Olga es pura fuerza. No solo fue la musa de Boris Pasternak, sino que también actuó como su agente literario y gerente. Era valiente, terca, apasionada y fuerte. ¿Qué opinas acerca de la propaganda? Dado que es el tema principal del libro, ¿crees que la propaganda es tan fuerte, que puede jugar un papel decisivo, para que se gane o pierda una guerra?
Durante el tiempo que pasé trabajando en campañas políticas, mi trabajo consistía en hacer el mensaje más directo y poderoso que ayudaría a mover la aguja a favor del candidato para el que estaba trabajando. En otras palabras, yo era un tipo de propagandista. No es que me hubiera llamado así en ese entonces, pero eso es lo que era: crear mensajes que tendrían el mayor impacto. Creo que las palabras son poder. Se pueden manejar para bien y para mal. Pueden tener un impacto directo en cambiar los corazones y las mentes de las personas y, por lo tanto, el curso de la historia. Hoy en día, ¿crees que hay situaciones en la política como las que cuentas en Los secretos que guardamos? Sí. Durante la Guerra Fría, cada lado estaba probando qué mensajes y qué métodos de entrega tendrían el mayor impacto en cambiar los corazones y las mentes de los ciudadanos. En la actualidad, hay evidencias que sugieren que la Guerra Fría no ha terminado por completo: ver cómo las noticias falsas y las redes sociales se han convertido en los principales métodos para transmitir propaganda. Y es muy efectivo. Estaba escribiendo Los secretos que guardamos, y me fascinaba cómo la historia parecía repetirse hoy en día.
¿QUÉ LEER?
¿Años 50? ¿Mujer independiente? Era raro. Tanto, como sus cuatro protagonistas, quienes, trabajadoras de grandes almacenes con un sueño que cumplir. Vestidas con uniforme color negro y atendiendo a sus clientas en la sección de vestidos de señora era su única opción para ser libres en aquellos años. La autora, Madeleine St John, muestra a Lesley, Patty, Fay y Magda en una lucha marcada por la presión social de lo que se esperaba de ella, como ser madre o acatar las normas de su marido.
El mundo de la moda está cambiando. ¿Sabías que cada año se producen en el mundo 500 mil millones de prendas de ropa y el 20% de estas no llegan a venderse? ¿Dónde se deshecha todo eso? Además, cada prenda que compramos la usamos una media de siete veces. ¿Tenemos realmente un problema de consumismo? ¿Somos consciente de la contaminación que produce todo eso? El fast fashion conlleva muchos errores en la cadena de producción y fabricación. La otra cara que refleja la autora son las empresas que son conscientes del proceso de sostenibilidad que debería de llevar una prenda, es Stella McCartney. En resumen, una obra que muestra como la moda evoluciona, con la visión de que este mundo necesita un cambio.
Que la vida no es perfecta lo tenemos claro, pero ¿qué pasaría si nos imponen unos roles que hay que cumplir para ser felices? Elísabet Benavent reflexiona como aún teniendo una vida perfecta, no somos felices por la autoexigencia que nos marcamos. Dos personajes que deciden distanciarse de sus parejas y ven cómo el mundo se les viene abajo, pero… ¿Qué sucede cuando no existe un final perfecto? Reivindica el papel de la mujer por conseguir su felicidad y no conformarse con lo que tiene, por la imposición social o la presión que hacen sobre ella.
¿Qué pensarías de una persona que se presenta así? Me llamo Hera Harrison, me he casado cinco veces, he estado en la cima y muy probablemente lo vuelva a estar. Es su protagonista al reflexionar sobre su vida. Todos estamos envueltos en esferas, son muchas las que nos rodean, ya sea la laboral, amorosa, académica… Necesitamos escucharlas para valorar qué necesitamos de nosotros mismos, lo cual, podemos recurrir a dos opciones: tener unos niveles medios de todas y ser mediocre, o descartar algunas y potenciar otras ¿Qué opción elegirías?
Color, mucho color. Con el mar como protagonista. Una apuesta por tonos azules, neutros, corales y estampados con los que relajarnos y hacer de nuestro hogar, un auténtico oasis urbano. ESPÍRITU LIBRE
1
VIDA AL AIRE LIBRE, DE EL CORTE INGLÉS, NOS TRAE LA LUZ Y EL COLOR DEL MEDITERRÁNEO.
2
4 5
l minimalismo está por todas partes. Los tonos neutros nos inundan y lo vemos en Vida al Aire Libre de El Corte Inglés, una colección que mezcla la madera con la multifibra, y que se recrea en cuatro ambientes. ¿La inspiración? Paisajes tan idílicos como las islas de Paros, Sicilia, Córcega y Lanzarote.
Un recorrido que tiene su primera parada en la isla griega de Paros. Con sus casitas blancas y azules son el punto de partida de una colección luminosa con la intensidad del mar como protagonista. Y no es de extrañar, ya fue el navy oscuro elegido como color de 2020, aunque en esta ocasión evoluciona hacia el turquesa de sus aguas cristalinas. Un mensaje que como novedad utiliza vidrio 100% reciclado, en una apuesta por un hogar sostenible. e 3 1. Bandeja con asas con estampado de conchas (19,95 €). 2. Cojín decorativo Tuga (25,95 €). 3.Puf de yute étnico (79,95 €). 4. Ensaladera de peces (15,95 €). 5. Farol solar (12,95 €). Todo, de El Corte Inglés.
Un recorrido que continúa por Sicilia, con los jardines característicos de la isla italiana. Y los veremos reflejados con su amplia gama de verdes y un toque de tono limón para el mobiliario de toallas, capazos, cojines, vajilla de melanina... Pero es que el Mediterráneo es infinito y no podríamos dejar de lado Córcega, con sus diseños bohemios de colores vivos, tonos fucsias y verdes para complementos de mesa. ¡Porque hay que ponerle un toque de color a lo natural!
Y por eso finalizamos en Lanzarote. El reflejo de los volcanes hace que el color tierra sea el color predominante. Por ello, El Corte Inglés ha diseñado productos con nuevos tamaños y materiales como la mezcla de madera con multifibra, que recuerdan a la arena de sus playas. Todo, para recrear pequeños oasis sin salir de la ciudad.
CUANDO SOMOS IMPERFECTOS Ser perfecto Es la exaltación de nuestro ego. No es lo que somos, es lo que proyectamos. Un ideal que queremos alcanzar en las redes sociales y que en nuestro día a día, ¿es real? Por Lauren Izquierdo
Es posible que ahora mismo estés revisando la pantalla de tu móvil. Es más, déjame que adivine: estabas en Instagram, o puede que en Twitter, pero me apuesto lo que quieras a que has mirado más de una vez tus redes sociales en lo que llevamos de día. Nos hemos vuelto adictos. Nos encantan las redes sociales y eso no es ninguna novedad. Aunque puede que sea peligroso.
Porque confiesa: nos hemos enganchado a los filtros, el feed y a esa oleada de malditos corazoncitos que sientan tan, tan bien – sobre todo cuando los hashtags y la franja horaria funcionan como tienen que funcionar. A ninguno se nos ocurre subir una foto recién levantados (pero recién levantados de verdad), o saliendo del gym si hemos sudado. Siempre intentamos salir en nuestra mejor versión, aunque estemos en el sofá con un moño y el pijama puesto. Eso sí, si la foto no supera los 100 likes… Mejor la borramos.
Bien, si os habéis sentido identificados es que también tenéis un problema con ser perfectos. Actualmente, un estudio reciente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh ha revelado que las redes sociales están siendo un verdadero problema para tratar la depresión adolescente y la percepción del cuerpo que tienen los jóvenes. ¿Por qué? Básicamente, porque el 91% de las personas que tienen entre 16 y 24 años usan estas plataformas para relacionarse, el 92 % se conecta cada día y el 24% de ellos permanece en línea constantemente. ¿Conclusión? Las redes sociales causan adicción. Además, según este mismo estudio, la plataforma que peor salió parada fue Instagram, la cual se asoció directamente a altos niveles de ansiedad, depresión, bullying y "miedo a ser dado de lado". Lo seguían de cerca Twitter, Facebook y, en cuarto lugar, aunque en España no se estile tanto, Snapchat.
No hace falta decir que los tiempos han cambiado y que Internet es el principal
motor que mueve el mundo. Porque como nos cuenta la psicóloga Leticia Ramírez: “en las redes, compartimos todo tipo de información acerca de nosotros mismos: fotografías de nuestras vacaciones, amigos, e incluso de lo que estamos comiendo; y a pesar de que podemos utilizarla para fines profesionales, hacemos que nuestra vida sea pública”. Hoy en día, la inmensa mayoría de nosotros trabajamos con la tecnología y ese pequeño porcentaje de personas que no lo hacen, se sienten presionados por su comunidad. Son los llamados analógicos. Y si esto es así para ellos, imaginad cómo deben sentirse los “nuevos adultos” que tratan de empaparse de su nuevo contexto (para ellos, nativo) en busca de referentes o idealización en imágenes. Porque hay una cosa que está clara: vivimos en la cultura del click. Antes, tenías que buscar la información, ahora ella te busca a ti.
¿Pero por qué esto se ha convertido en un problema? Pues, para empezar, y tal y como nos explica Amparo Calandín, psicóloga de referencia en Amparo Calandín Psicólogos, “es importante tener en cuenta que las redes sociales no son ni buenas ni malas, ya que esto va a depender del uso que hagamos de ellas. Si las usamos continuamente, y le damos mucha importancia dejando de lado algunas actividades como pasar tiempo con amigos, familia, hacer deporte, estudiar… Entonces podemos llegar a desarrollar una adicción”. Porque una cosa está clara, estamos tan centrados en nuestra imagen virtual que se nos ha olvidado aprender a socializar y a separar nuestra imagen delante y detrás de las pantallas. Ya que la vida que se esconde detrás de esas personas que tanto admiramos, ya sean celebrities, influencers o nuestra vecina de abajo, no es real.
Y lo dice el psicólogo Jamie Jewitt, “hemos aprendido a usar las técnicas de la publicidad para promocionarnos a nosotros mismos”. Por lo que nos estamos vendiendo a la masa, a las marcas, a nuestros jefes; de
Los psicólogos expertos afirman que cada vez somos más perfeccionistas, pero no para mejorar, sino para poder compararnos con los demás
una forma que crea ansiedad. Principalmente, porque en la mayoría de los casos, la vida de los jóvenes y de los no tan jóvenes, se ha convertido en una mentira, en un escaparate del que no pueden o no saben escapar. Sus redes son meros canales de publicidad, bien encubierta o bien explicada a medias. Y ser demasiado exigentes en el trabajo, en el físico o en las relaciones para luego mostrarlo y así reforzar nuestra marca personal, puede destruir nuestra autoestima y nuestra tolerancia al fracaso. De ahí la importancia en redes de mensajes como #bodypositive, o tomar conciencia real de que la realidad no está en la red.
Sin embargo, en el ámbito laboral nacen las contradicciones, ya que cada vez más empresas buscan a sus trabajadores a
través de las redes sociales. “Toda esta actividad que realizas online se está convirtiendo en una parte más del proceso de contratación, y las empresas comprueban mediante estas plataformas si es verdad lo que aparece en tu currículum por lo que ten en cuenta que tu reputación en la red es imprescindible, así que cuídala”, nos cuenta Amparo Calandín.
¿Es fácil? Claro que no. Es más, los mensajes negativos son cinco veces más poderosos que los positivos – y no es fácil quitar eso de la mente. ¿Un consejo? Cuando un hater deje un mal comentario, di cinco (¡o diez!) cosas positivas de ti. No se puede gustar a todo el mundo.
No obstante, ¿quiere decir esto que deberíamos dejar de utilizar las redes sociales? En absoluto, pero es clave tener una porque se ha demostrado que ver lo que otros hacen en las diferentes redes sociales hace que pienses que algo te falta a ti, o que las personas que pasan más tiempo en las redes sociales pueden sentir celos de las personas que siguen en las redes sociales porque perciben que estas personas llevan una vida más feliz y exitosa, entre otras muchas cosas. ¿Lo solución? Amparo Calandín, es clara: educación. “Sobre todo, si son generaciones jóvenes. Lo ideal sería establecer horarios, revisar contenidos, poner ordenador en zonas comunes, controlar la privacidad de las cuentas en redes sociales, enseñarles a no exponer datos personales, fomentar la relación con otras personas, potenciar otras aficiones o deportes, además, de favorecer el diálogo”.