El cartero que se convirtió en carta
Emiliano es un cartero que mientras espera el tren intenta conocer el mundo leyendo revistas y periódicos, y termina enfadado porque siempre hay guerras. Pero, en realidad, tiene vocación de carta: sueña con una dirección y un sello de curso legal que le lleven lejos lejísimos... Un día, su amiga Nacarina, la pequeña bruja del pueblo, utiliza unos polvos mágicos y consigue que Emiliano tenga al fin un destino.
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788532 297198
Ilustraciones Emilio Urberuaga
13389990
ISBN 978-85-322-9719-8
Alfredo Gómez Cerdá
Alfredo Gómez Cerdá nació en Madrid, en un barrio periférico, entre la ciudad y el campo. Le gustaba montar en bici y jugar con los amigos. Después descubrió que leer también era muy divertido. Empezó a escribir historias en los cuadernos de matemáticas, y cogió tanta carrerilla que no ha parado hasta hoy. Ha recibido varios premios, nacionales y extranjeros, y nueve de sus libros están en la lista de honor de la CCEI.
El cartero que se convirtiรณ en carta
El cartero que se convirtiรณ en carta Alfredo Gรณmez Cerdรก Ilustraciones
Emilio Urberuaga
EQUIPO DE ESPAÑA
EQUIPO DE BRASIL
Dirección Editorial
Director Editorial
Departamento de Literatura GE
Lauri Cericato
Dirección de Arte
Coordinadora del Departamento de Idiomas
Departamento de Diseño GE
Ana Luiza Couto
Diseño
Editora Asistente
Manuel Estrada
Eliana Bighetti Pinheiro
© Del texto: Alfredo Gómez Cerdá © De las ilustraciones: Emilio Urberuaga, 2003 © De esta edición: Editorial Luis Vives, 1987 ISBN original: 978-84-263-4617-9
Gerente de Producción Editorial
Mariana Milani Coordinadores de Producción
Caio Leandro Rios, Expedito Arantes Coordinador de Diseño
Eduardo Evangelista Rodrigues Editor de Diseño
Roque Michel Jr. Maquetación
Carol Ohashi, Felipe Borba, Mariana Martins Almeida Supervisora de Corrección
Lilian Semenichin Correctora de Pruebas
Maiara Alves Director del Departamento Gráfico
Reginaldo Soares Damasceno Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Dados Internacionais de Catalogação na Publicação (CIP) (Câmara Brasileira do Livro, SP, Brasil) Gómez Cerdá, Alfredo El cartero que se convirtió en carta / Alfredo Gómez Cerdá ; ilustraciones Emilio Urberuaga. – 1. ed. – São Paulo : FTD ; Zaragoza, ESP : Edelvives, 2015. ISBN 978-85-322-9719-8 1. Literatura infantojuvenil em espanhol I. Urberuaga, Emilio. II. Título. 14-05518 CDD-028.5 Índices para catálogo sistemático: 1. Literatura infantil em espanhol 028.5 2. Literatura infantojuvenil em espanhol 028.5
A Raquel, Javier, Irene, Sergio y Alicia
A Urbecualquiera no se puede llegar en barco, pues no tiene mar. Tampoco se puede llegar en avión, pues carece de aeropuerto. Urbecualquiera es una ciudad algo pequeña; pero como no es absolutamente pequeña, tiene estación de ferrocarril. Por tanto, a Urbecualquiera se puede llegar en tren. ¡Ah!, y en autobús, que también tiene carretera. La estación de ferrocarril es antigua. El reloj que cuelga sobre el andén central suele estar parado. Además, Urbecualquiera, quién lo duda, tiene cartero. Emiliano fue hasta hace poco el cartero. 6
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Emiliano iba todas las mañanas a la estación a recoger el correo. Pero como el tren que pasaba por Urbecualquiera era bastante viejo, siempre llegaba con retraso. Por eso, y para no aburrirse, Emiliano se acercaba hasta el quiosco de prensa, y pedía a Mercedes, la vendedora, algún periódico o alguna revista para pasar el rato. Luego se sentaba en un viejo banco de madera y se ponía a leer. Emiliano, por esa costumbre que tenía, era un hombre informado. No había salido nunca de su ciudad, pero sabía que el mundo era grande-grande y complicado-complicadísimo.
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Urbecualquiera tenía también una bruja normal y corriente, ni peor ni mejor que otras brujas. Se llamaba Nacarina y era blanca y pequeña, casi como un botón de nácar. Era una bruja muy caprichosa y algo maniática. Decía: —Me voy a tomar el sol a la estación. Allí los rayos calientan mucho mejor. Y es que a Nacarina le hubiera gustado ponerse morena como una turista o colorada como un cangrejo. Pero los rayos del sol resbalaban por su piel de leche.
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