Constantino Bértolo entrevista a Jose||González
Constantino Bértolo editó en 2013 La visita, la primera obra de Jose|| González, cuando dirigía Caballo de Troya. Desde la editorial le invitamos a que formulara algunas preguntas al escritor a raíz de la lectura de Tú también vencerás, su último libro, publicado recientemente por Las afueras. Este es el resultado.
La culpa, en cuanto sentimiento que se hace narración, es, entiendo, lo que une en paralelo la memoria del nieto con la memoria del abuelo. ¿Culpa y memoria son las dos caras de la novela?
El título del libro, Tú también vencerás, es una ironía hacia esto que acertadamente me planteas como sus ejes. Un abuelo que vivió una guerra del lado de los perdedores, con sus peripecias y contradicciones, frente a un nieto que no ha vivido una guerra civil, pero al que, como a todos, también le tocará vivir con sus contradicciones a la medida de sus circunstancias.
La culpa y la memoria resultan una combinación clave para la conciencia, y esta, siempre apunta a revisar el fundamento del valor y los valores ante el paso del tiempo. Por tanto hay un sentido reflexivo en ese mirarse o reflejarse, un “no somos tan distintos”.
El escritor Jose||González (Monforte de Lemos, 1981)La culpa es lo que da origen a la historia y es la piedra narrativa sobre la que levanta la identidad de ese abuelo prisionero en el bando nacional durante la guerra civil ¿podría decirse que hay un tratamiento narcisista de la culpa desde el punto de vista literario? ¿Narrar sería una forma de librarse la culpa?
Sí, aquí la culpa se mira a sí misma, busca dos tipos de reproducciones de los que se desprenden otros tantos, la culpa siempre se parece más a un prisma que a una línea recta. Hay una intención de hallar una moral o contra moral entre dos hechos con desafortunados desenlaces. Desde luego narrar es exponer, exponerse… desde su inicio el texto se concibe con la idea de que aprender a compartir las cargas propias podría aligerar el camino común.
Uno de los muchos y grandes aciertos de la novela es que se construye al modo de un monólogo que al dirigirse al abuelo ausente se ofrece como un diálogo interruptus. Veo en la creación de esa ausencia una especie de decoro estético poco frecuente en estos tiempos donde sobreabundan las narraciones explícitas. ¿Consideras la sobriedad como un rasgo de su escritura?
Para contestar a esta pregunta prefiero posicionarme como lector, donde me suele atraer más la intención del escritor que de alguna manera busca hacerme formar parte de la foto que el que me la cuenta de una forma guionizada, con pelos y señales. Aunque no es un pensamiento rígido, siempre hay tipos de historias y miradas, claro. También me pregunto, sin tratar de ser pretencioso puesto que lo veo con recorrido general, sobre las intenciones y las intuiciones, entre la sugerencia y la efectividad, un poco por eso que apuntas de la tendencia hacia la narración explícita, sobre todo en las novelas, que además suele asociarse con lo trabajado, lo riguroso, lo meritorio, porque se supone que eso, por así decirlo «más masticado», es lo contrario a esa muletilla de «escribir para uno mismo», que tan habitualmente se formula con tintes peyorativos. Es un tema que me atrae, pero que a nivel literario me aburre en el punto y hora que pienso en un Guernica pintado aunque fuese por el mismísimo Velázquez, ¿con qué se quedaría este?, o más bien, ¿sería posible captar ese todo emocional en un cuadro realista? Obviamente, creo que es sano que lo uno y lo otro convivan, que surjan permutaciones, pero sería lamentable resultar excluyentes, ¿no crees? La sobreabundancia a la que haces referencia puede cerrarnos como sociedad lectora, en definitiva, como sociedad hacia un tipo de narración/visión reduccionista.
Hay un momento de comparación entre el lobo y el hombre como depredadores ¿Cuál sería el peso de la condición biológica en lo humano?
Esto pasa por Plauto, Séneca, Hobbes…, que son los que de verdad han aportado origen y sentido a cruzar al lobo y al hombre. En el libro me refiero a las ideologías, o más bien a los ideales políticos, que como tal tienden a ser más una cuestión de fe que un respuesta solvente a mejorarnos como sociedad. Las ínfulas de depredación del hombre son ilimitadas, lo abarcan todo, y quizá por ello en el libro se cree y desea de corazón un bien común, pero también se podría entender un algo escéptico y racional que duda de que esa plenitud sea posible.
De manera muy sutil: “No mediste el riesgo de ese futuro, por mucho que te advirtiesen y sermoneasen y se creyesen afectados los tuyos. Un ideal, una corazonada. Necesitarías eso más allá de tu propio límite. No trataría de contener ese impulso que pocas veces lleva a buen puerto.” La ideología del abuelo se deja ver como el resultado de algo más cercano al instinto que al conocimiento. ¿Piensas que habría una toma de conciencia política instintiva o natural?
El editor Constantino Bértolo (Navia de Suarna, 1946)Sí, parto de una generación que creció en la humildad, o más bien en la miseria, el sometimiento y en la mayoría de los casos sin ninguna formación académica y política, que no sin conocimiento, pero que tenía mucho más vivo ese instinto que los saciados que hemos ido viniendo. Por tanto, creo que para ellos cobraba mucho más sentido esa pulsión hacia el mencionado bien común, como seña, incluso para despertar una actitud vital. En el libro también se vertebra ese instinto social a través del cuidado de los animales como labor, desde una alianza, equilibrio y respeto mutuo. La política es una herramienta muy potente como desencadenante, como proyección. De hecho en este texto el inductor o prescriptor resulta ser alguien que sí ha estudiado, el médico. A menudo el conocimiento es sencillamente ponerle nombre a algunas cosas que ya eran, que se presentían.
A día de hoy la libertad es un poco creer tenerla, lo que confiere una cierta frustración o pasividad; solamente un par de generaciones más atrás, la esperanza era sobreponerse naturalmente a lo que les era negado. Ahora, aún consciente y afectado por precariedades que deberían conllevar grandes retos socioeconómicos, patinamos un poco en la incongruencia.
Uno de los elementos místicos de la novela son las referencias a la historia del Maestro y esa lengua común que enseña aunque realmente no exista ¿Entiendes que la literatura podría ser esa lengua común o al menos su nostalgia?
Me gusta esa idea. La historia del Maestro es un tanto ingenua en el libro, pero conceptualmente esa noción invita a la incredulidad, a la farsa, y a la vez a dejarse llevar, a ese baile, a que sea la fascinación la que tome la riendas. Tiene que ver con eso que el libro dice en algún momento que suele ser más interesante el ideólogo que la puesta en marcha de las sucesivas e interesadas interpretaciones sobre esas ideas fundacionales. En otro orden, Eduardo, un amigo, mencionó pensando en esto mismo del Maestro, “El idioma analítico de John Wilkins”, un relato de Borges, que obviamente salvando todas las distancias, me pareció muy curioso para chocar y profundizar en esa idea que aportas.
Aunque ni estética ni moralmente tu novela no tenga mucho que ver con Soldados de Salamina de Cercas en las dos la historia de un fusilamiento ocupa el centro de gravedad. ¿Eras consciente de ello al escribirla?
Todo lo consciente que me permitía su recuerdo. Me gusta mucho el recuerdo de los libros, más que esa primera interpretación nada más acabar la última página. Hay libros que mejoran cuando se van quedando atrás, pero siguen, y lo hacen porque probablemente se tejen con un material que lleva a retenerlos y repensarlos en algún momento, incluso a reinventarlos y hacerlos propios. Esa novela no la tengo muy presente, pero sí creo recordar que el desenlace y lo que este planteaba iban por otro camino, otro tipo de redención o más bien exención, otra culpa. También me ocurre que tengo alguna que otra confusión tras haberme cruzado con la película y con una maravillosa campaña publicitaria del Atlético de Madrid que lo tocaba de fondo.
Por otro lado, como bien sabes, y sin ánimo de diferenciarme o escapar del tema, este libro surge de un texto que escribí con veintitantos, y que se lo regalé a mi abuelo en su 90 cumpleaños. Ha cambiado mucho, ha perdido pasajes e incorporado otras cosas oídas de amigos suyos y familiares, conversaciones que por diversos motivos me llevaron a querer volver al él: a mi abuelo, a revisar aquel texto como vínculo.
Creo que Soldados de Salamina y Tú también vencerás, también comparten que el título no tiene una justificación directa entre sus páginas.
Hay una visión cuasi fantasmal al final de la novela en donde el cementerio se presenta como memoria colectiva ¿que relación crees que hay entre la muerte, la memoria y el olvido? ¿Narrar es una forma de permanecer?
Narrar en su acepción escrita lo veo como una forma de haber sido; dicho de otro modo: yo ya soy otro diferente al que escribió este libro, y a la vez me considero parte de ese cementerio, de momento, con opción de retorno. Por tanto, creo que narrar y compartir experiencias, comunicarnos, es lo que nos ha permitido dar un salto cualitativo como especie, y es uno de nuestros capitales más valiosos. Esa memoria colectiva, tradición, o esa guerra reciente, deberían ser nuestros garantes para pasar muchas páginas de nuestra historia, para evitar confrontaciones innecesarias. Por lo que permanecer no es cualidad del narrar, sino una capacidad colectiva que o se asume como un bien y una responsabilidad o los errores seguirán en disposición de volver a encontrarnos.
24 de junio, 2021