serie verbum
volumen
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Los debates de una industria
junta directiva
fondo editorial de la asamblea nacional
Juan Guaidó
presidente
presidente
Marianela Rodríguez
Edgar Zambrano
gerente editorial
primer vicepresidente
Jesús Piñero
Stalin González
edición
segundo vicepresidente
José Armando Benítez Machado
Edison Ferrer
corrección
secretario
Fátima De Oliveira
José Luis Cartaya
investigación y transcripción
subsecretario
Daniel Chaparro
diseño de colección Pablo Rodríguez
diagramación Ricardo Hernández
fotografías . Archivo fotográfico de la Biblioteca Nacional . Cámara de Comercio ISBN: 978-980-7603-59-1 Depósito Legal: DC2019000267
© Fondo Editorial de la Asamblea Nacional 2019
Cortesía de
CortesĂa de la Biblioteca Nacional
banco central de venezuela Refugio del tesoro nacional
NOTA EDITORIAL
En 1939, la comisión encargada de llevar a cabo la propuesta de creación de un banco central hizo entrega de una propuesta de ley ante el Congreso de la República, en la cual se autorizaba la creación del de un instituto autónomo bancario nacional, con el fin de regular la circulación monetaria y el crédito, también para evitar fluctuaciones de la moneda; la misma debía asumir la función de regular y vigilar el comercio de oro y divisas. Se establecieron, entonces, las bases legales para el funcionamiento del Banco Central de Venezuela y a lo largo de estos ochenta años, los venezolanos hemos asistido a una economía de carácter centralista con fuerte presencia del Estado en asuntos financieros. La intención del Fondo Editorial de la Asamblea Nacional es reconocer y enaltecer la discusión intelectual, política y social que se tejió en torno a tan importante proyecto nacional. Durante la década de los años treinta, luego de la Gran Depresión, empezada en 1929 en Estados Unidos, los países del hemisferio occidental comenzaron a establecer un ente regulador y administrador de la economía nacional, teniendo como piso la teoría keynesiana. Venezuela entró en ese debate luego de la muerte del general Juan Vicente Gómez en 1936, las exigencias de las reformas sociales se hacían cada vez más fuertes. La nación había dejado atrás el feudo caudillista y se preparaba para ingresar a los debates académicos y políticos en torno a las funcionalidad del Estado. La propuesta de creación del Banco Central de Venezuela es contemplada en el marco de esas exigencias, el presidente Eleazar López Contreras
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esbozó unas propuestas económicas en el Programa de Febrero, que tendrían un intenso debate en el seno del Congreso Nacional: doctos discursos y proyectos emanaron de esta discusión, siendo los más lucidos los de Manuel Egaña. En esta oportunidad, hemos copilado una serie de discursos que vislumbran tan agudo debate. El primer documento es una conferencia del Dr. Manuel R. Egaña en el paraninfo de la Universidad Central de Venezuela, el 14 de diciembre de 1938, sobre la conveniencia de crear el Banco Central, en ella se establece el marco conceptual y jurídico de esta institución; el segundo documento es la exposición de motivos del proyecto de Ley del Banco Central de Venezuela en 1939;y el tercer y último documento es la visión de Vicente Lecuna, entonces presidente del Banco de Venezuela, quien hasta ese momento también ejercía como el principal agente financiero de la Tesorería Nacional. La decisión de incluir las dos visiones del debate, es poner en evidencia las ventajas y desventajas de esta institución que, en 2019, llega a sus ochenta años. Hoy, en pleno siglo del xxi con otros debates intelectuales, políticos y sociales sobre el papel del Estado, los venezolanos asistimos a la pérdida de autonomía que tanto caracterizo a esta institución durante sus ocho décadas de operatividad. El saqueo de las arcas del Estado, la malversación del erario público, la constante impresión de papel moneda inorgánico y el ocultamiento de cifras y estadísticas de su operatividad son parte de la implementación de un modelo económico de características socialistas, que ha causado la más grave situación inflacionaria registrada en el mundo, lo que nos hace pensar, en qué tan pertinente es tener una institución que funja como una caja chica para el gobierno de turno.
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EL SUEÑO DE UN ESTADO MODERNO Luis Fernando Castillo Herrera
Cuando Venezuela ve inaugurado el siglo xx, aún su semblante simboliza el pálido rostro del atraso provocado por la ausencia de inversiones y sucesivas décadas de conflictos intestinos. Estamos en presencia de un país atascado aún en las reminiscencias más lúgubres del decimonono, lugar poco atractivo para el gran capital. La República mantiene una cohabitación con las últimas sombras caudillistas, donde un Cipriano Castro y luego su compadre Juan Vicente Gómez, canalizaron el poder central, minimizando el rol de los antiguos hombres fuertes. El 17 de diciembre 1935 con el último aliento del “tirano liberal” Juan Vicente Gómez, Venezuela observará el inicio de un nuevo panorama. Aquel paisaje estará representado por una serie de aspectos muy simbólicos, pero que sin duda constituirían el germen de las transformaciones que el estado requería para superar los años de atraso en el cual se encontraba sumido. De esta manera, el solio presidencial terminó recayendo en uno de los más incondicionales funcionarios del gomecismo; Eleazar López Contreras, quien se desempañaba como ministro de Guerra y Marina. López Contreras avanzará en una serie de reformas que buscarían superar el denostado rostro adquirido tras los años del régimen dictatorial. En este sentido, el período presidencial será reducido de siete a cinco años, desaparecerá la reelección inmediata, la rotunda símbolo del
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terror terminaría convertida en escombros, se promulga la Ley del Trabajo, además de la creación de la Contraloría General y el Banco Industrial de Venezuela. Todo ello, en el marco del anunció de un plan de gobierno; el programa de febrero. El 14 de febrero de 1936, Caracas era testigo de una multitudinaria protesta, que contemplaba el rechazo de la permanencia de funcionarios gomecistas en cargos de envergadura, asimismo se exigía la reanudación de las garantías constitucionales, suspendidas por la situación anárquica que se fermentaba. Este panorama encuentra al general Eleazar López Contreras encargado de la Presidencia de la República, el hombre de la calma y la cordura que no pudo evitar los conatos de violencia en aquella oportunidad. Resumiendo aquellos sucesos, la manifestación no se disipó y avanzó hasta lograr entregar una serie de peticiones al propio Presidente. El estudiantado a cuya cabeza se encontraba el entonces bachiller Jóvito Villalba sería el gran protagonista de la inédita escena. Probablemente sea una histórica coincidencia que días posteriores Eleazar López Contreras, comunicará los elementos de un programa político de gobierno, donde se plasmaban algunos requerimientos y necesidades de la colectividad. Obviamente los sucesos del 14 de febrero no forzaron la elaboración del conocido Plan, no obstante, con mucha seguridad obligó la exposición temprana del mismo. El programa de febrero, se trata del primer proyecto de gobierno en la historia política venezolana. Es un diagnóstico que logra identificar los diferentes problemas que presentaba la nación, puntualizando seguidamente las vías para superar los malestares que impedían direccionar la mirada hacia el horizonte del tan ansiado progreso. En tal sentido, se enfocaría en: Régimen de legalidad, higiene pública, vialidad, educación nacional, agricultura y cría, inmigración, y entre todas ellas; la necesidad de un Banco Central.
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La creación de un Banco Central se había transformado de esta manera en una de las metas fundamentales para el nuevo gobierno. Protección a los depositantes y asegurar que los entes bancarios respondiesen a la actividad comercial nacional se vislumbraban como algunas de las virtudes del nuevo ente bancario. El proyecto contó con un significativo apoyo, no obstante, un grupo no menos numeroso expuso duras críticas y resistencia por considerar perjudicial la centralización y autonomía de semejante institución, la cruzada estuvo dirigida en primera línea por los bancos privados quienes perderían protagonismo y control de la actividad económica nacional. Pese a los argumentos dicotómicos, la tarea recaería en manos calificadas. Hombres como Alberto Adriani quien interpretó el Estado bajo una estructura que debía ir más allá del orden o la pacificación y enfocarse más en la formación de un cuerpo moderno y transformador por medio de sus instituciones y relaciones comerciales, vislumbra con anticipación la creación de un organismo bancario de estas características, dada su interpretación de un estado más activo en los asuntos económicos. El pensamiento de Adriani no se diluiría con su inesperada muerte, Manuel R. Egaña, gran amigo del economista merideño asumirá la responsabilidad de dirigir la creación de la nueva entidad. Egaña se incorporará con gran determinación en la organización institucional desde el Ministerio de Fomento. Sus labores en esta cartera iniciarán en 1938 hasta 1941 (aunque ya venía desempeñando importantes labores en el Ministerio de Hacienda), abarcando de esta manera el resto del período presidencial de Eleazar López Contreras. La principal misión se había perfilado hacía la conformación de una institución bancaria de alcance nacional estructura inexistente en el país, y sin lugar a dudas necesaria para las aspiraciones de la construcción de un Estado Moderno.
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Desde su interpretación, el Estado debía representar un sistema sólido, de bases inexpugnables, donde los criterios decimonónicos del laissez faire fuesen superados. Pese a ello, no se arrojaba a las brasas de un sistema absoluto, buscaba sí, una mayor participación en los asuntos económicos, pero sin llegar a plantear la intervención estatal en dimensiones exageradas e innecesarias como en los regímenes fascistas. Bajo su apreciación, el Banco Central representaría una institución que podría modificar en toda su dimensión la perspectiva del Estado, haciéndolo protagonista y con plenas facultades constitucionales para influir en la debilitada estructura institucional de la nación. No obstante, el éxito del proyecto pasaba principalmente por la existencia de su propia autonomía, es decir, su actuación debía ser total e inmediata, como bien lo expresaría Egaña; el triunfo o fracaso del Banco Central de Venezuela pasaba fundamentalmente por su capacidad para auxiliar y asesorar al gobierno, siempre y cuando pueda intervenir en las diferentes operaciones de crédito tanto externos como interno, todo lo contrario convertiría a la institución en un organismo inoperante y carente de sentido. Egaña en su descripción en torno a la importancia del Banco Central expone algunos factores que determinan la fortaleza del ente bancario. En primera instancia, destaca la facilidad y el bajo costo para las operaciones crediticias, permitiendo una constante observación del mercado monetario mundial, que ayudaría al gobierno al momento de tomar decisiones en torno a ese contexto, simbolizando al mismo tiempo un pilar de cara a posibles empréstitos en el exterior. En su deseo por convertir aquel naciente organismo en un espacio de gran alcance, aprecia la oportunidad de incluir un centro documental; Egaña entendía las instituciones de forma global, las incorporaba al necesario proceso de transformación cultual y académico que tanto requería el país, no solo fundó la Revista de Fomento, sino además coo-
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peró en la organización de la Biblioteca del Banco Central donado su acervo personal sobre economía y temas inherentes a la banca pública. Por su puesto, el Banco Central de Venezuela no es la obra de un hombre, es un proyecto que trasciende la individualidad. La decisión emana del programa de febrero, el cual tampoco es una iniciativa exclusiva del Presidente de la República, es del ánimo de un grupo importante de venezolanos que visualizaron la necesidad de este cuerpo bancario. En este sentido, podemos mencionar la actuación de Julio Alvarado Silva quien lleva el primer Proyecto Ley al seno del Congreso, todo ello con el respaldo de un nutrido grupo de parlamentarios. De igual manera, es importante mencionar el rol desempeñado por Henrique Pérez Dupuy y las orientaciones para hacer posible el accionar del banco. Aunque el objetivo de establecer una institución tan importante como el Banco Central de Venezuela fue cumplido, el impacto del proyecto quizás no tuvo la resonancia o contundencia desde el mismo inicio de sus funciones, sin embargo, las bases estaban ya en sus posiciones y sería cuestión de tiempo para observar con satisfacción el resultado de aquello que lucía como un inalcanzable sueño: el estado moderno, entendido como aquel donde las instituciones con rango de autonomía pueden obrar de forma coordinada por el bien de la república, sin injerencias personalista, arbitrarias y mezquinas.
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CONFERENCIA DEL DR. MANUEL R. EGAÑA, SOBRE LA CONVENIENCIA DE CREAR EL BANCO CENTRAL DE VENEZUELA.
Doy las gracias más sinceras al Rectorado de nuestra Ilustre Universidad Central por la amable invitación que me hizo para dictar aquí una conferencia. Doy asimismo las gracias a las personas que han tenido la amabilidad de venir a oírme.
Bien quisiera yo que no regresaran defraudados los que vienen con el ánimo de escuchar algo interesante acerca de Bancos Centrales, del Banco Central de Venezuela en particular. Pero mucho temo que no se logren mis deseos. En primer lugar porque la materia es extensa y difícil. Apenas podrían considerarse ciertos aspectos de ella, y muy superficialmente, en media hora; y con este límite de tiempo demuestro a mis oyentes que sé corresponder a su benevolencia, al menos, no abusando de ella. Por otra parte, yo dedico actualmente casi todos mis pensamientos, casi toda mi vida, podría decir, a las labores oficiales que cumplo. Venezuela exige hoy, y con mucha razón, a sus funcionarios públicos, una absoluta consagración. La sospecha de que trabajen poco o mal; la vigilancia, la impaciencia y hasta la agresividad de que en ocasiones son objeto, se explica por el tiempo –una centuria- perdido para la acción constructiva. Nos duele, nos angustia, nos irrita que a los cien años de vida independiente, Venezuela no haya alcanzado entre los pueblos de América, desde el punto de vista demográfico, económico y cultural, el puesto que ocupa geográfica e históricamente. Queremos hacer en meses lo que no hicimos en lustros y es humano que busquemos en
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quién concretar responsabilidades que, si bien se las mira a todos corresponder: a los hombres de hoy tanto como a los de ayer. Nada de esto es excusa, sin embargo, para que cada uno las asuma en su totalidad. Ni para que se sustraiga tiempo y labor a ciertas funciones públicas. Yo confieso que no pude resistir al halago de hablar en las sacras aulas de nuestra cara Universidad. Desde hace tres años está planteado en Venezuela, paladinamente, el problema de la creación de un Banco Central. Con las exposiciones que al efecto se han formulado, con los artículos de prensa, con los proyectos y sugerencias, podrían hacerse varios volúmenes. El Presidente de la República, en muchos de sus documentos más trascendentales, contempla el asunto. En el Programa de Gobierno que expuso a la Nación el 21 de febrero de 1936, en el Capítulo VI –Política Fiscal y Política Comercial- ofrece: “Estudio de nuestra organización bancaria, para su debida reforma, de manera que los bancos respondan mejor a las necesidades del comercio y otras actividades económicas y tengan adecuada protección los depositantes. “Establecimiento de un Banco Central de Emisión”; en la Alocución del primero de enero de 1938, en que expone el “Plan Trienal” que promete realizar su Gobierno de acuerdo con las pautas del Programa de Febrero, señala el “Establecimiento del Banco Central de Emisión”. En el Mensaje presentado al Congreso, en sus últimas sesiones, dice: “Una Misión fue enviada a Estados Unidos y a diversos países de la América Latina con el fin de realizar investigaciones de carácter financiero y, en especial, sobre la estructura y funcionamiento de los Bancos Centrales, institución esta que puede rendir al País beneficios ingentes si se le establece sobre bases adecuadas a su objeto y fundadas en los requerimientos y posibilidades nacionales, como es el firme propósito de mi Gobierno”. Por último, en el Mensaje Especial que presentó al Congreso el 7 de mayo retropróximo, declara: “Es de advertir que en el anterior plano de cál-
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culos y provisiones del Plan Trienal no entran para nada las reservas y las disponibilidades actuales del Tesoro Público, las cuales seguirán manteniéndose para fines de defensa nacional, de protección de nuestra moneda y para respaldo del Banco Central de Emisión”. Tenemos dos Proyectos completos de Leyes de Banco Central: uno presentado al Congreso Nacional en sus sesiones de 1937, por los Diputados Julio Alvarado Silva, Ambrosio Oropeza, Enrique Arapé, Diego Godoy Troconis, César Camejo, Carlos Rodríguez Rincones, Oscar Veracochea y Francisco Bereciartu. Es el Proyecto Alvarado. El otro, formulado por el señor Enrique Pérez Dupuy, fue publicado con su correspondiente exposición de Motivos, en el diario “La Esfera”. Cualquier proyecto que se formule en lo sucesivo debe consultar los dos mencionados, porque representan, en mi concepto, los dos esfuerzos más grandes que hasta hoy se han hecho en el País para ofrecer la sistematización completa y razonada de un Banco Central. Más adelante volveré a referirme a ellos al contemplar detenidamente algunas de sus disposiciones. La discusión en el Congreso del Proyecto Alvarado dio ocasión a que aparecieran opiniones en favor y en contra, tanto de la oportunidad y conveniencia de establecer en Venezuela un Banco Central, como acerca de la estructura misma de aquel. De las opiniones adversas señalaré las dos que me parecen más importantes. La del Dr. C.E. McGuire, contenida en el informe que presentó al Gobierno acerca del proyecto que se discutía en las Cámaras1, y la que aparece en las observaciones que sobre el mismo Proyecto expuso el Banco de Venezuela a las Comisiones de Hacienda y de Fomento de la Cámara de Diputados2.
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“Revista de Hacienda”, volumen III. Nro. 5, julio – septiembre de 1937
Informe que presentó la Dirección del Banco de Venezuela a la Asamblea General Ordinaria de 15 de septiembre de 1937.
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El Doctor McGuire deduce sus conclusiones de las premisas siguientes: 1. “Los Bancos Central están ligados, históricamente, al desarrollo de la Deuda Pública de los países que los han fundado…”. “Todos los Bancos Centrales de Europa”, asienta, “tuvieron su origen en las operaciones de deuda de sus respectivos Gobiernos… También la fundación de la mayoría de los Bancos Centrales de menor importancia ha estado relacionada, principalmente, con los esfuerzos para reducir, consolidar o reorganizar la Deuda Pública de sus respectivos Gobierno, o , en todo caso, con el propósito de intervenir en los mercados monetarios a fin de permitir a los Estados, a bajo costo, la realización de operaciones a corto plazo o de deuda flotante”; y concluye: “El caso de Venezuela, a este respecto, es casi único entre las Repúblicas Americanas. Si en los últimos años Venezuela hubiera acumulado una fuerte deuda exterior, no hay duda de que los banqueros extranjeros o los tenedores de bonos le habrían impuesto la creación de un Banco Central, como garantía de que las operaciones financieras del Tesoro no irían en contra sus intereses. En verdad, aún la acumulación de una gran deuda pública interna, hubiera conducido, con toda probabilidad, al establecimiento de dicho banco, a fin de concentrar las reservas bancarias y de este modo evitar una depreciación demasiado rápida de la moneda. Pero como Venezuela no tiene deuda pública exterior y virtualmente ninguna interna, no existe la necesidad de un Banco Central para atender a la Deuda Pública”. Más aún, el Doctor Mc. Guire opina que ni aún en el caso de que Venezuela procediera a acumular deuda a corto plazo, por medio de una política de gastos mayores que sus ingresos, hipótesis en la cual sería menester un organismo
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que se encargara de las obligaciones contraídas, sería indispensable la creación de un Banco Central”. 2. “El control del tipo de interés se ejerce de diferentes maneras. El método principal, desde luego, fue por mucho tiempo el del tipo de interés que estaba dispuesto a cobrar el Banco Central, o el instituto a quién estaban encomendadas estas funciones, por el redescuento de pagarés, aceptaciones bancarias y otros efectos comerciales ya descontados por otros Bancos y ofrecidos para el redescuento. Últimamente, a fines del siglo XIX, se puso en práctica la compra y venta de obligaciones del Gobierno, como una manera de introducir fondos del mercado monetario a corto plazo… En el caso de Venezuela es obvio que, ni ahora ni en un futuro próximo, el sistema de comprar o de vender valores públicos podría constituir un procedimiento para influir en el mercado monetario. Solo por medio de negociaciones con efectos comerciales se podría, en la actualidad, ejercer esa influencia en Venezuela... ¿En qué consiste el mercado monetario venezolano? Es, en el último análisis, el total de fondos disponibles, de toda procedencia, que concurren al mercado: es decir, el dinero que los bancos prestarían a largo o a corto plazo contra garantía, las disponibilidades de los rentistas y los capitales que, por cualquier causa, los extranjeros tienen depositados en Venezuela”. Expone el autor ciertas características de los mercados monetarios de París y Londres y la manera como los influye las operaciones con el exterior: “También el mercado monetarios de Venezuela, dice, tiene sus peculiaridades; el factor extranjero lo afecta igualmente… Una parte no despreciable de los fondos inactivos de los Bancos proviene de la transferencia de capitales a Venezuela en conexión con las operaciones de la industria del petróleo. –Las Compañías petroleras aportan dinero
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a Venezuela para su uso eventual, pero con frecuencia pasan semanas y meses antes de que los fondos traídos sean puestos realmente en circulación, por medio del pago de impuestos, jornales, etc. –Mientras permanecen en ese estado transitorio inflan el total teórico de fondos disponibles. No es fácil ver como un Banco Central pueda afectar de manera decisiva la tendencia del tipo de interés en Venezuela, mientras sea la industria petrolera el principal factor que determine el volumen de capital empleado en el país”. 3. “El movimiento de comercio exterior influye más en el mercado monetario de Venezuela que cualquier otro factor, salvo la actividad relacionada con la industria del petróleo. Venezuela es todavía un país altamente agrícola y pecuario, aun cuando pase por una transición que aumenta cada año la importancia de la industria minera y sus actividades conexas. Venezuela es hoy, y seguirá siéndolo por varios años, un país cuyas exportaciones de productos agrícolas han de tener gran importancia sobre el conjunto de sus ingresos internacionales. Todos estos productos como el café y el cacao tienen un carácter aleatorio, ya que dependen del tiempo, tanto en su país de origen como en el de los competidores. –En ciertas circunstancias de la “coyuntura”, el curso de estos productos permite obtener importantes beneficios. Entonces el mercado monetario de Caracas, el de Maracaibo y el de otras partes, disponen de abundantes fondos; las perspectivas son buenas y se presta el dinero a un tipo de interés que el prestatario cree pagar puntualmente (siempre que la próxima cosecha sea favorable y tan ventajoso el mercado). Pero las circunstancias cambian, la cosecha es escasa o muy fuerte la competencia extranjera. Los Bancos no están dispuestos, aun teniendo fondos, a prestar con igual liberalidad, porque las perspectivas no son favorables. El mercado monetario se hace “estrecho”… Todo el
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problema del capital de trabajo en Venezuela queda así planteado; y éste, en síntesis, es el punto vital de la cuestión: si un Banco Central dispone de medios para efectuar los tipos de interés en el País”. El Doctor Mc. Guire responde negativamente. En resumen, el autor opina “que todavía no es tiempo de establecer un Banco Central en la República de Venezuela”. “Mucha labor preliminar tiene que hacerse”, agrega el eminente financista, “antes que el desarrollo de la Nación sea tal que permita crear y llenar con regularidad la mágica reserva de fondos líquidos que llamamos mercado monetario, reserva que proporcionará la sangre vital de la industria y el comercio, o el torrente abrumador de la especulación, según la manera como lo manejemos”. Para mí, las opiniones del Doctor McGuire merecen toda consideración. –Merecen consideración desde dos puntos de vista: En primer lugar, por razón, el Doctos McGuire tiene un talento, una ilustración y una honestidad indiscutible-. Por sentimiento, en segundo lugar, me consta que el Doctor McGuire ama a Venezuela y que lo preocupa su presente y su porvenir. Es, pues, con el más profundo respeto y con la mayor simpatía que voy a entrar a hacer algunos comentario acerca de sus opiniones. 1. Los Bancos Centrales están ligados ciertamente al desarrollo de la deuda en los respectivos países. Si en Venezuela existiera una fuerte deuda exterior, probablemente se habría exigido ya la Gobierno la creación de un Banco Central. La carencia de deuda pública no determina, sin embargo, la conclusión de que no deba crearse un Banco Central, sobre todo si existe la perspectiva de que pueda llegar a contraerse. A este respecto conviene advertir que todo el País acogió con satisfacción y entusiasmo el Mensaje Especial presen-
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tado por el señor Presidente de la República al Congreso Nacional el 7 de mayo de 1938. La Nación, por una parte, espera y confía que el Plan Trienal será efectivamente realizado y el Gobierno, por la suya, lo está y seguirá realizando hasta donde sea humanamente revisable. Ahora bien, todos sabemos que entre las obras públicas previstas hay muchas cuya ejecución se ha calculado mediante un plan de financiamiento a largos plazos. A tal efecto, ya el Congreso sancionó una Ley en cuya virtud quedó el Ejecutivo autorizado para emitir títulos de deuda pública hasta por la cantidad de Bs. 27.000.000, destinados a cubrir la disminución que ocurra en las reservas del tesoro hasta el 30 de junio de 1939, por razón de los gastos que ocasione la construcción de las obras incluidas en la sección B) del Plan Trienal y siempre que aquellas reservas se reduzcan a la cantidad de Bs. 60.000.000. Es indudable que un Banco Central puede ser un auxiliar valiosísimo del Gobierno si, desde el principio, interviene en las operaciones de crédito externo o interno y en la emisión y servicio de los empréstitos públicos. A grandes rasgos pueden concretarse así las ventajas que en tal sentido prestaría al Gobierno un Instituto de tal índole: 1) Permite al Estado, a bajo costo, la realización de aquellas operaciones; 2) Por su conocimiento del mercado monetario, está en capacidad de aconsejar al Gobierno sobre la oportunidad de las mismas; 3) Por medio de sus relaciones en el exterior puede obtener condiciones más convenientes, cuando se decide contratar empréstitos en el exterior; 4) Emitidas por intermedio de un Banco Central las obligaciones del Estado, son más atractivas para los inversionistas, como la experiencia lo ha probado en otros países. Con mucho acierto el señor Pérez Dupuy establece tal función, siguiendo la Ley de Banco Central de la República Argentina, como uno de los objetivos del Banco. Es evidente, permítaseme repetirlo, que
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la ayuda que pueda prestar la institución, en caso de deuda pública, será mucho mayor, muchos más eficaz, si interviene en aquella desde el principio en vez de hacerlo cuando las necesidades del Estado o las convenientes de los acreedores impongan su participación. Conviene además tener en cuenta que el personal de un Banco Central no se improvisa; tampoco se improvisa el conocimiento del mercado monetario. El personal de un Banco Central deberá tener su escuela en la misma organización, y la experiencia del Instituto en asuntos monetarios y crediticios, será el resultado de la sucesión natural de sus propias operaciones. Por otra parte, es fácil concebir que en un futuro próximo pueda un Banco Central influir en el mercado monetario comprando o vendiendo obligaciones del Gobierno. El Doctor McGuire asienta que el Gobierno y las autoridades bancarias están en el deber de hacer todo lo posible para que las alteraciones que produce en Venezuela la expansión o contracción de la industria petrolera perturben lo menos posible nuestras actividades económicas en general, y para que, tan pronto como se note una disminución en dichas actividades, no se produzca un descenso en los negocios al reclamarse el pago de los préstamos concedidos. Cree, sin embargo, el autor, que un Banco Central “no es tan indispensable para cumplir este deber como lo es una bien coordinada, leal y vigilante cooperación de funcionarios del Gobierno y directivas Bancarias”. Teóricamente tal cooperación es posible. Sin embargo está fresco el recuerdo de lo que sucedió cuando sobrevino la última crisis económica. Justamente para casos como este es que se necesita de la acción coordinada y dirigente de un Banco Central 3.
Véase el estudio del Profesor Pierre Denis “Vida Económica de Venezuela”. Revista de Hacienda. Año 1. Nro. I, Nro. II
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En varias ocasiones se ha hecho aguda la necesidad de un organismo que lleve a cabo una política monetaria. En varias ocasiones se ha tenido que recurrir a sucedáneos, como son el arreglo, conocido con el nombre de “Convenio Tinoco”, de 28 de agosto de 1934, celebraron entre el Gobierno, los Bancos y las Compañías petroleras; las atribuciones concedidas al Banco de Venezuela en el Decreto Ejecutivo de 1 de diciembre de 1936; la creación, en marzo de 1937 y la reorganización en octubre próximo pasado, de la Oficina Nacional de Centralización de Cambios. Pero los recursos usados han tenido sus deficiencias y creo que ellas han sido motivadas por el hecho de que el Gobierno ha tenido que ejercer directamente ciertas funciones típicas de un Banco Central, sin contar con un organismo de esta índole. 3. En cuanto al influjo que puede ejercer un Banco Central sobre el tipo de intereses del capital de trabajo que requieren las industrias agrícola y pecuaria, ciertamente no debe esperarse que sea providencial, ni que el Banco Central haga caer sobre todos los productores, de la noche a la mañana, una lluvia de “créditos baratos”. En el crédito intermedio y el crédito a largos plazos no podrá influir directamente, pero sí puede influir sobre el crédito agrícola, propiamente dicho, si se permite al Banco, como propone el Señor Pérez Dupuy, “redescontar a los Bancos documentos provenientes de operaciones relacionadas con la producción, elaboración o negociación de productores agropecuarios”. Mis conclusiones son, por consiguiente, distintas a las del doctor McGuire. La exposición del Banco de Venezuela, también valiosa por la larga experiencia del Instituto, parece encaminada a “demostrar que el Banco Central, tal como ha sido propuesto” (en el Proyecto Alvarado) “no es conveniente a las economía general”. Esta conclusión da margen para creer que el Proyecto Alvarado sometido a reformas, el Proyecto
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Pérez Dupuy u otro Proyecto nuevo, puedas contener lineamientos que si sean beneficiosos a la economía nacional. “Los Bancos Centrales son muy buenos”, dice el Banco de Venezuela, “pero siempre que se establezcan sobre bases técnicas”. De estas bases técnicas el Banco de Venezuela atribuye importancia preponderante el requisito de que el activo del Banco sea completamente líquido. El Banco de Venezuela critica el Proyecto Alvarado, porque, para “fomentar el progreso material de la Nación en todos y cada uno de sus diversos aspectos tendrá que ‘congelar’ o al menos inmovilizar su cartera, lo que desvirtuará su propia esencia”. La verdad es que en el Proyecto Alvarado (art. 37), el Banco Central podrá emitir y poner en circulación billetes “para el descuento y redescuento de instrumento”. Si se promulgara una Ley con yal disposición, podría llegarse, como lo observa el doctor McGuire, no solo al redescuento de efectos comerciales sino hasta de los instrumentos de crédito a largos, larguísimos plazos, con solo poner una previsión adecuada en el Reglamento. Y no debe ser así: las condiciones para el descuento y redescuento de un Banco Central son tan importantes que deben ser establecidas en la misma Ley. Los efectos descontados o redescontados no deben permanecer en el Banco sino por un tiempo limitado y poco variable, según provengan de operaciones agrícolas, operaciones pecuarias, etc. El Proyecto Péres Dupuy, trae en su artículo 25 una disposición más acertada: “El Banco podría hacer operaciones de redescuento a los Bancos (…) con garantía de documentos provenientes de operaciones comerciales que representen un movimiento real en mercancías, lleven por lo menos dos firmas solventes, venzan a más tardar dentro de los 90 días y reúnan los requisitos exigidos por las Leyer; o, adquirir dichos documentos. Redescontar a los mismos Bancos documentos provenientes de operaciones comerciales relacionadas con las producción, elaboración de productos agro-pecuarios o industriales, que lleven por lo menos dos
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firmas, venzan dentro de los 90 días y reúnan los requisitos exigidos por las Leyer; o adquiere dichos documentos”. Debo advertir que en este último caso, la fijación del término es susceptible de una revisión que consulte exactamente nuestras peculiaridades agrícolas y pecuarias. Dije anteriormente que cualquier proyecto de Ley de Banco Central que se formulara en lo sucesivo debía consultar los proyectos Alvarado y Pérez Dupuy, porque representan grandes esfuerzos para adaptar a nuestra peculiar economía los principios fundamentales que gobiernas las operaciones de todos los Bancos Centrales. Estos principios son los mismos en todas partes, así en los Bancos Europeos como en el Sistema de Reserva Federal; en los del sistema Kemmerer, como en los Bancos del Canadá o de la República Argentina. Aun cuando a primera vista difiere grandemente la Ley de Banco Central de la República Argentina, por ejemplo, de la Ley del Banco Central de la República de Colombia, las diferencias, sin embargo, representan el esfuerzo de acomodo de las respectivas instituciones a las modalidades económicas especiales de los países donde funcionan. En realidad todos los Bancos Centrales tiene su fondo común. Son muy expresivas las siguientes frases de Burguess: “Las organizaciones de los Bancos Centrales son extraordinariamente parecidas en los diferentes países. Aun cuando sus leyes o estatutos puedas diferir ampliamente, cumples las mismas funciones. Esto es tan cierto que un empleado del sistema de Reserva Federal puede pasearse dentro del Banco de Inglaterra, el Banco de Francia o el Banco del Japón y encontrarse inmediatamente como en su casa. Las operaciones que ejecutan estas instituciones extranjeras son, en sus rasgos generales, casi idénticas a las que cumple en los Estados Unidos el sistema de Reserva Federal. En realidad, un funcionario de un Banco Central se sentirá más familiarizado en un Banco Central extranjero que en un Banco comercial de su propio país. Los negocios son muy
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parecidos, los problemas casi los mismos, los puntos de vista casi idénticos. Las actividades de los Bancos Centrales son totalmente distintas de las de los Bancos comerciales”.4 Ahora bien, ¿cuáles son las funciones cardinales de un Banco Central? Sería inútil que yo pretendiera dar fórmulas nuevas, cuando existen al respecto síntesis magistrales de grandes autoridades. En el informe que la Comisión presidida por Lord McMillan presentó como resultado de sus investigaciones sobre el sistema bancario y monetario del Canadá, encontramos: “En primer lugar, desde el punto de vista nacional, el Banco Central, dentro de los límites que establezcan sus Leyes y facultades, debe esforzarse en regularizar el crédito y la circulación monetario para el mayor beneficio de la vida económica de la Nación. En segundo lugar, desde el punto de vista internacional, el Banco Central, mediante una cooperación prudente y oportuna con las instituciones similares de otros países, debe tratar de mitigar, al menos hasta donde ello sea posible, mediante la acción monetaria, la fluctuación en el nivel de las actividades económicas”. Y el doctos McGuire nos enseña: “Lo que llamamos el sistema de Bancos Centrales consiste esencialmente en la manipulación de los mercados monetarios, de la Deuda Pública, de las reservas de los Bancos privados, además del control de los tipos de intereses y del volumen del dinero que ingresa y egresa del país respectivo”. Los Bancos Centrales tiene, pues, una función esencial: la de regularizar el crédito y la circulación monetaria tratando de evitar, hasta donde sea posible, a un instrumento humano, los perjuicios y trastornos que producen en las actividades económicas de un país las bruscas fluctuaciones en el volumen del crédito y del circulante. Otras funcio-
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W. Randolph Burgess, The Reserve Banks and the Money Markers. 1936
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nes pueden cumplir y en realidad cumplen muchos Bancos Centrales. Algunos actúan como agentes financieros y consejeros del Gobierno en las operaciones de crédito externo e interno y en la emisión y atención de los empréstitos públicos; otros sirven de Bancos auxiliares de la Tesorería; otros ejercen funciones fiscalizadoras sobre los demás Bancos del país, etc. Para que puedan cumplir sus funciones esenciales, funciones eminentemente públicas, el Estado, sin renunciar a su inmanente soberanía en cuanto a circulación monetaria, les confiere ingentes prerrogativas: el privilegio de la emisión y la concentración y regulación de las reservas bancarias. Tanto el Proyecto Alvarado como el Proyectos Pérez Dupuy confieren al Banco Central el privilegio de la emisión. En cuanto a reservas, el Proyecto Pérez Dupuy, apartándose un poco de su modelo argentino, atribuye al Banco, como uno de sus objetos, el de “concentrar reservas suficientes en otro para controlar o moderar las fluctuaciones del cambio, el crédito y las actividades comerciales, todo con el fin de mantener el valor íntegro y legal de la moneda”. La forma propuesta, a este respecto, en el Proyecto Alvarado me parece más eficaz. Paso a hacer un breve estudio de otros aspectos del Banco Central, como los contemplan los dos proyectos venezolanos a que me vengo refiriendo.
Capital El Proyecto Alvarado propone para el Banco Central de Venezuela un capital de cuarenta millones de bolívares, mientras que el Proyecto Pérez Dupuy indica solamente la mitad de esta suma. Teóricamente, puede decirse que un Banco Central no necesita capital sino para atender a su instalación u gastos de funcionamiento hasta que comience a
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obtener utilidades. Sin embargo, conviene crearlo con un capital, que lo vincule estrechamente con el público y que lo prestigie a los ojos de éste. El capital, sin embargo, debe ser pequeño. Un capital grande lo obligaría a hacer negocios para poder pagar los intereses en forma de dividendos, y un Banco Central, por definición, no actúa en persecución de beneficios sino por el bien público. En cuanto a la forma de suscripción del Capital, el Proyecto Alvarado propone que las acciones, de un valor de quinientos bolívares cada una, sean de tres clases diferentes, a saber: Clase A suscrita por el Gobierno; Clase B suscrita por los Bancos Nacionales, con excepción de los que operan con capital de la Nación; y Clase C por el público. En el Proyecto Pérez Dupuy el capital, dividido en acciones de a diez mil bolívares cada una, sería suscrito la mitad por el Gobierno y la otra mitad por los Bancos Nacionales. Si se me preguntara cuál es el sistema que, al respecto, considero ideal para Venezuela, respondería que el Capital del Banco sería de siete millones de bolívares, dividido en acciones de a un bolívar cada una, la mitad, suscrita por los venezolanos, representados por el Gobierno. Pero como esto es absolutamente imposible, me simpatizaría una fórmula que se acercara lo más que se pueda, prácticamente, al ideal indicado.
Dirección y administración En el Proyecto Alvarado la Dirección y Administración del Banco compete a una Junta Directiva, a un Gerente y a tres Sub-Gerentes. La Junta Directiva estará integrada por un Presidente nombrado por el Presidente de la República de una terna que le será presentada por la Asamblea General de Accionistas; de un Vice-Presidente y un Secretario nombrados por la Asamblea; dos representantes del Gobierno, como accionistas de la clase A); un presentante de los Bancos Nacio-
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nales como accionista de la clase B; un representante del público como accionista de la clase C; un representante de la industria agrícola, un representante de la industria pecuaria y un representante de las Cámaras de Comercio y de la industria fabril. En el Proyecto Pérez Dupuy el Banco tiene una Junta Administradora compuesta de un Presidente, un Vice-Presidente y cinco Directores. Los dos primeros Directores los elige el Ejecutivo de una lista de cinco personas designadas por la Asamblea, los otros tres Administradores los elige la Asamblea con la condición de que uno será criador, otro agricultor y otro comerciante. A forma de elección del personal directivo del Banco plantea el problema de las influencias que sobre este pueden ejercerse, en el sentido de desviar su política de sus finalidades básicas. Se teme, generalmente, que sobre el Banco Central influyan excesivamente o el Gobierno o los demás Bancos. Sería un absurdo pensar en que el Gobierno no participe en la elección del Presidente. Ya hemos visto que los dos proyectos lo admiten, aunque en verdad de un modo muy prudente y recomendable. Creo muy conveniente que haya banqueros en el personal directivo, cuyos conocimientos y experiencia serán utilísimos en el manejo de las operaciones del Banco. En cuanto a la influencia que puedan ejercer a favor de particulares intereses, no parece que haya motivo de serios temores. En ambos proyectos se balancean las representaciones y en última instancia todo dependerá del ascendiente personal de uno u otro de los personajes directivos.
Operaciones con el gobierno En el Proyecto Alvarado el Banco actuará como agente de la Tesorería Nacional; tendrá a su cargo las operaciones bancarias, financieras
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o comerciales del Gobierno en el exterior; se encargará de la acuñación de monedas, guardará los fondos del Estado y será el órgano del Gobierno para lanzar empréstitos internos o externos tomando a su cargo el pago de la cuota de amortizaciones y todo lo referente a dichos empréstitos. En el Proyecto Pérez Dupuy el Banco actúa como agente financiero y consejero del Gobierno en las operaciones de crédito y en la contratación y emisión de empréstitos públicos; la acuñación de monedas subsidiarias se hará exclusivamente a solicitud y por intermedio del Banco Central con la advertencia de que, en ningún cado, podrá exceder el monto de la moneda de plata, de cuarenta bolívares por habitante; se encargará de todas las remesas, cambios transaccionales de carácter bancario del Gobierno tanto en el país como en el extranjeros, y será el depositario de los fondos nacionales y actuará como Banco Auxiliar de la Tesorería. Virtualmente coinciden ambos proyectos en todo lo que se acaba de expresar. Efectivamente, la intervención del Banco Central en esta clase de operaciones será altamente beneficiosa para el Gobierno y para los intereses generales del país. Es de observar, sin embargo, que no conviene imponerle desde el principio las funciones de Banco Auxiliar de la Tesorería. Estas funciones requieren una organización extensa y complicada y para ser eficiente necesitan muchos años de tanteos y de experiencias. Establecerla como obligación del Instituto desde su fundación sería, ni más ni menos, que derivar hacia una función no indispensable la vigilancia y cuidados que el Banco debe poner en sus tareas fundamentales. Es de pensarse que lo mejor sería dejar al Banco, desde el principio, la posibilidad de asumir las funciones de Auxiliar de la Tesorería. Un asunto muy importante en el de los préstamos que el Banco puede hacer al Gobierno. En todas partes se ha tenido, y no sin razón, que los Gobiernos conviertan el Banco Central en máquina de incesante provisión de fondos, creándose por lo tanto, un papel moneda
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inconvertible. En el Proyecto Alvarado se establece que el Banco podrá extender crédito al Gobierno, por tiempo no mayor de un año para cubrir déficits temporales del Presupuesto hasta por una cantidad que no exceda de 25% de la renta nacional, tomando como base el cómputo de los tres años inmediatamente anteriores, pero que en ningún caso los empréstitos excedan del monto del capital del Banco (cuarenta millones). En el Proyecto Pérez Dupuy, el Banco podrá hacer adelantos por tiempo limitado al Gobierno Nacional, para cubrir deficiencias transitorias del Presupuestos y hasta por una cantidad que no exceda del 25% de la renta nacional, por año, tomando como base el promedio de los tres años anteriores, estos adelantos deberán ser reembolsables en el transcurso de doce meses después de efectuados; y su por cualquiera causa quedase impagado el adelanto consentido, una vez vencido el plazo, no podrá recurrir de nuevo al Banco para ulteriores créditos, hasta tanto no hayan sido pagadas las cantidades vencidas y pendientes. He repetido textualmente las disposiciones de ambos proyectos para que se vea cómo coinciden en tan delicado asuntos, si bien los requisitos del Proyecto Pérez Dupuy son más rigurosos. Algunos autores opinan que estas operaciones serían mucho más sanas si los pagarés de la Tesorería son negociados con los Bancos Comerciales y redescontados por estos en el Banco Central. Ahora, la coincidencia de los dos autores venezolanos parece indicar la conveniencia de las disposiciones comentadas. Debe advertirse, sin embargo, que el 25% de la renta nacional anual son unos sesenta millones de bolívares y que la obligación de suministrar un crédito por tal suma, sería una carga bastante pesada para el Banco durante sus primeros años. Muchos otros aspectos de las actividades de un Banco Central quedan por estudiar; pero, consecuente con la promesa que hice al principio a mis oyentes, prefiero acercar el fin de esta charla.
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Juzgo, sin embargo, oportuno observar que un Banco Central no ha sido ni será en ningún país, como algunos creen, una panacea para toda clase de dolencias económicas, ya sean crónicas o de reciente aparición. No hay que pensar que con el solo establecimiento de un Banco Central, Venezuela va a tener diez millones de habitantes; ni que su economía va a absorber la industrial del petróleo en vez del fenómeno inverso que está sucediendo; ni que va a capitalizar la renta petrolera; ni que va a multiplicar el tonelaje anual de exportación de productos agropecuarios; ni que la industria manufacturera criolla va a satisfacer todas las necesidades nacionales. Desde luego, sin una adecuada reforma de toda nuestra legislación bancaria, un Banco Central sería como una cuña, más incómoda que útil. Pero ni aún en el caso de que un proyecto de Ley de Banco Centra fuera tan solo uno de los aspectos de un conjunto de reformas bancarias, habría derecho para esperar la solución de todos nuestros problemas económicos. Estos necesitan de una acción más general, como resultado que son de peculiaridades de medio; de población, de régimen político, social, etc. Son muy elocuentes y penetrantes los párrafos con que el Dr. McGuire responde a la pregunta: “qué necesita realmente Venezuela”. Es cierto que Venezuela necesita aumento de población y elevación de su nivel económico y cultural; facilidades de transporte; facilidades de crédito, especialmente minero y agrícola; ahorro: algunas reformas en el régimen monetario y bancario. Pero también necesita muchas otras cosas. Y, en un programa de acción integral, que contemple todos los problemas de la vida económica y financiera del país –que, en último análisis, son todos nuestros problemas, el Banco Central, me complazco en repetirlo con el señor Presidente de la República, “me puede rendir al país beneficios ingentes si se le establece sobre bases adecuadas a su objeto y fundadas en los requerimientos y posibilidades nacionales”
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EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL PROYECTO DE LEY DEL BANCO CENTRAL
El Presidente de la República, en el Mensaje que presentó al Congreso Nacional en sus sesiones de 1938, dice: “Una misión fue enviada a Estados Unidos y a diversos países de la América Latina, con el fin de realizar investigaciones de carácter financiero y, en especial, sobre la estructura y funcionamiento de los Bancos Centrales, institución esta que puede rendir al país beneficios ingentes si se le establece sobre bases adecuadas a su objeto y fundadas en los requerimientos y posibilidades nacionales, como es el firme propósito de mi Gobierno”. No es esta la única vez que el Primer Magistrado de la República contempla, en documentos memorables, el establecimiento de un Banco Central en Venezuela. Con acertada y penetrante visión de los requerimientos que se derivan de la actual estructura monetaria y crediticia del país, incorporó entre los postulados del Programa de febrero de 1936, el siguiente: “Estudio de nuestra organización bancaria, para su debida reforma, de manera que los Bancos respondan mejor a las necesidades del comercio y otras actividades económicas y tengan adecuada protección los depositantes. Establecimiento de un Banco Central de Emisión. La Misión a la cual el Presidente dio el honrosísimo encargo de estudiar, con apreciación de nuestro medio económico y con acopio de datos recogidos en varios países de Norte y Sur América, la oportu-
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nidad y conveniencia de establecer en Venezuela un Banco Central y, en caso de conclusiones positivas, de elaborar un Proyecto de Ley con explicación de los fundamentos en que se apoyen el conjunto y cada una de sus disposiciones, tiene la satisfacción de consignar dicho Proyecto, junto con la presente Exposición. La Misión deja constancia de que está profundamente penetrada, de que el Presidente ha querido extremar sus cuidados y previsiones a fin de que se establezca en Venezuela un Banco Central con las características que la Institución requiera para que, según sus propias palabras, rinda al país beneficios ingentes; y tiene plena conciencia de la responsabilidad que le incumbe ante sus Comitente y ante la Patria, en el presente y en el futuro. Lejos de ir a buscar, para tener como inspiración o fundamento, alguna o muchas de las más modernas leyes de Bancos Centrales que existen en el mundo, la Misión ha tenido siempre a la vista dos Proyectos formulados en Venezuela, que son los esfuerzos más grandes que se han hecho hasta ahora en el país para ofrecer la sistematización completa y razonada de un Banco Central: el presentado al Congreso Nacional en sus sesiones de 1937 por los Diputados Julio Alvarado Silva, Ambrosio Oropeza, Enrique Arapé, Diego Godoy Troconis, César Camejo, Carlos Rodríguez Rincones, Óscar Veracoechea y Francisco Bereciartu, y el elaborado por el señor Henrique Pérez Dupuy. La Misión se complace en consignar su aplauso a los dos Proyectos y su reconocimiento por los principios que de ellos ha tomado. Atormentada por el deseo de presentar un Proyecto que responda no solamente a la más moderna y depurada doctrina de Bancos Centrales sino también que sea una resultante perfecta y necesaria de las peculiares condiciones de nuestra economía, la Misión no ha omitido esfuerzo ni desoído consejo alguno acertado, para alcanzarlo. El primero ante proyecto de Ley fue incluido a fines del año pasado y presentado al Ejecutivo Federal.
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Dicho anteproyecto fue sometido a la consideración de la Comisión Coordinadora de Leyes y Reglamentos Fiscales, y de varias ilustradas personalidades, a quienes se les pidió opinión al respecto. Se acompañan a esta exposición los autorizados informes del doctor Cristóbal L. Mendoza, y de los Profesores Constantine E. McGuire, Pierre Denis y René Charrón. Al leer estos informes se advertirán las aceptadas observaciones de ellos que han sido acogidas en el Proyecto. Todavía, en un natural afán de mejoramiento, la Misión rogó al Ejecutivo Federal que se sirviera invitar al doctor Hermann Max, economista del Banco Central de Chile, para que viniera a Venezuela a prestarnos el valioso concurso de sus profundos conocimientos y de su larga experiencia. Tras prolongadas discusiones con el doctor Max, resultado de las cuales fue el dar satisfacción a muchas de las observaciones formuladas al Proyecto original por el eminente economista, se llegó a un Proyecto que en cualquier caso que no fuera el de un Banco Central, habría podido ser considerado suficiente para dejar concluida la labor preliminar de una Comisión. Sin embargo, no extinguido aún el legítimo anhelo de lograr la menor imperfección posible, la Misión aceptó gustosa la invitación que le hicieran las Comisiones Permanentes de Fomento de las honorables Cámaras del Senado y de Diputados para estudiar con ellas el Proyecto. Muchas disposiciones fueron reformadas y perfeccionadas, gracias a la penetración, la experiencia y saber de los miembros de dichas Comisiones. A pesar del esfuerzo y labores reseñados, la Misión no aspira a presentar un Proyecto que responda, desde su misma creación a todas y cada una de las necesidades y conveniencias de la economía venezolana; pero sí una sistematización ágil que lleve en sí la posibilidad de admitir, sin modificaciones sustanciales, las reformas que la práctica señale como indispensables. Sería más que una ilusión, una puerilidad,
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pensar que puedan preverse todas las contingencias económicas de una época tan movida y tan fluctuante como la presente y como la que tenemos de frente en el futuro. La materia de Bancos Centrales no es susceptible de innovaciones. Por consiguiente la Misión solo aspira a que el Proyecto sea una adaptación de principios universalmente reconocidos y consignados en el derecho positivo de casi todos los países, a las peculiaridades económicas de Venezuela. Es esta la única novedad, el solo acierto que pretende. Aún cuando se tratara solamente de prever y regular relaciones que empezaran y se acabaran en Venezuela, sería completamente imposible que un Organismo nuevo se incorporara a un estado de cosas existentes sin que sufriera modificaciones al hacerse ente vivo, por más que sea la resultante de ese mismo estado de cosas. Pero hay más aún, cada día se van haciendo más estrechas y solidarias las diversas economías nacionales. Desesperados son los esfuerzos de los que pretenden crear autarquías con medidas artificiales, por poderosas y vigorosas que sean, porque estas chocan contra una corriente fatal, tenaz, incontenible de los pueblos a universalizar sus necesidades y entrelazar estas junto con los medios de satisfacerlas. Todas las disposiciones del Proyecto llevan en sí el designio de hacer del Banco Central la columna vertebral de la vida económica de la Nación. No se quiere solamente que la nueva Institución ejerza saludable influencia en las coyunturas favorables o adversas que se nos presenten, sino que normalmente, día a día, preste a todos los sectores económicos del país su cooperación, inspirada en los más desinteresados y amplios principios del bien público. Se aspira a que el Banco llegue a ser no solo una potencia económica tuitiva de los intereses nacionales, sino una fuente de enseñanzas y de ejemplo, siempre a la disposición de todos los venezolanos, particularmente del genuino representante de nuestra colectividad, el Gobierno, tanto más necesitado de cooperación
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y consejos y esclarecidos, cuanto más poderoso va haciéndose cada día a medida que aumenta su participación en la Renta Nacional. Vale destacar la necesidad, para el Banco, de la comprensión y cooperación de los Poderes Públicos, sin cuyo apoyo serán estériles las mejores intenciones y perdidos los mayores esfuerzos que haga el Instituto en el cumplimiento de su elevada misión. De allí que en disposiciones fundamentales del Proyecto se establezca un contacto íntimo y permanente del Banco con el Ejecutivo. Tal cooperación es indispensable, no tal solo para dar a la política del Banco con el Ejecutivo el poderoso respaldo de la voluntad del Gobierno, sino también y quizás principalmente para convencer al público de que esa política está siempre inspirada en los legítimos intereses de la Nación. Pero al propio tiempo, vale también destacar con el mismo énfasis la conveniencia de que el Gobierno considere al Banco Central como un aliado consciente y responsable y no como un instrumento que obedezca siempre sin análisis ni réplica. Quizás el temor más profundo, pero al mismo tiempo más razonable –el único razonable, puede decirse sin exageración- que inspire y siembre la posibilidad del establecimiento de un Banco Central, sea el de que este Instituto se convierta en instrumento del Gobierno para lograr equilibrios presupuestarios, y con ellos satisfacer conveniencias políticas, a costa y con sacrificio de los intereses generales de la Nación. Conviene advertir que las funciones de un Banco Central no se hacen resaltantes y trascendentes sino en los momentos extraordinarios que se presenten en la vida de los pueblos. Es entonces cuando todo el mundo se da cuenta de su utilidad si existe y de su falta si no existe. Un Banco Central responderá, ante todo, en Venezuela, a la necesidad de centralizar la política monetaria en un organismo especialmente capacitado para ejercer un constante y eficaz control sobre la moneda.
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No tan solo se trata del control interior de la moneda. El actual sistema de emisión, anticuado y rígido, ha prestado servicios. Pero por su misma falta de agilidad es inapropiado para defender el país contra las influencias de factores externos que obran constantemente para afectar la moneda en uno u otro sentido, y cuya importancia, en tiempos tan difíciles como los que vivimos, llega a ser cada vez más grande y decisiva. Hace algunos años, la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos, contestando a una encuesta del Gobierno de su país, expresó su opinión en el sentido de que el objetivo principal de la política monetaria de los Bancos Centrales debía ser el de garantizar a su país una “estabilidad económica” antes de una estabilidad de los precios. Es ese, en verdad, el supremo objetivo de una política monetaria consciente y previsora. Pero ella es solo susceptible de realización si está encomendada a un Organismo central dotado de todas las facultades que son indispensables para poder afrontar con éxito toda situación adversa que pueda sobrevenir y que, para un país como Venezuela, no siempre tiene su origen en causar internas, sino muchos más en causas externas, cuya importancia e influencia se agranda progresivamente. A esta suprema finalidad de garantizar al país una relativa estabilidad de su vida económica y de neutralizar o amortiguar las influencias perturbadoras, tanto internas como externas, obedece en todos sus detalles la organización que se da al Proyecto de Banco Central de Venezuela. La centralización de la emisión y la regulación de la circulación monetaria persiguen el fin de satisfacer toda legítima necesidad de circulante. Estando la circulación de la moneda siempre en armonía con las verdaderas y reales necesidades del mercado nacional, queda alejada toda posibilidad de que la vida económica del país se vea alterada por factores monetarios internos.
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Por otra parte, la situación de los Banco cambiará sustancialmente con la creación del sistema de redescuentos, con el cual en Banco Central se convierte en un respaldo seguro para todos y un apoyo eficaz para la expresión de sus operaciones de crédito con el público. Las facultades del Banco de uniformar y regular las tasas de interés, no son menos importantes para procurar que los créditos bancarios presten a las actividades económicas los servicios que, indispensablemente, necesitan para su amplio desenvolvimiento. Función importantísima del Banco será, sin duda alguna, la de vigilar y regular el valor exterior de la moneda. Las experiencias de los últimos diez años han comprobado que, para poder garantizar una relativa estabilidad económica interna, los Bancos Centrales no deben estar rigurosamente vinculados a un principio de rígida estabilidad cambiaria. Las condiciones constantemente fluctuantes de los mercados internacionales producen repercusiones inmediatas en la balanza de pagos de un país, en el desarrollo de su comercio exterior, de los precios internos y, por ende, en todas sus actividades. No es posible neutralizar o, al menos, amortiguar estas repercusiones sin el poder de ajustar los tipos de cambio de las monedas extranjeras en moneda nacional, a las realidades del mercado. Es este principio fundamental que distingue la política monetaria moderna de la antigua. Este principio no excluye una política de estabilidad cambiaria, por los menos, mientras sea compatible con los intereses vitales de la Nación; pero la relación de paridad entre la moneda nacional y las monedas extranjeras, debe ser variada cada vez que lo aconseje la situación interna del país. La política monetaria de un país no puede prescindir hoy de este principio sin correr el riesgo de verlo expuesto a influencias provenientes de factores externos que se sustraen a todo control y que pueden
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afectar honda y gravemente su situación interna y perturbar las bases de todo su progreso económico y social. No se concibe hoy la existencia de economía alguna, por rudimentaria que sea, sin un régimen bancario que facilite el crédito y la circulación monetaria. La institución de los Bancos ha sido una de las más grandes conquistas de la humanidad, de cuya importancia y ventajas no nos damos cuenta por lo familiarizados que hemos llegado a estar con ella. Ahora bien, esta grande y trascendental conquista trajo otra no menos grandes, como consecuencia: la coordinación y regulación de la moneda y del crédito por un solo Instituto: el Banco Central. Venezuela no podría sustraerse a la corriente universal de tener una Institución que concentre la dirección y coordinación de la moneda y del crédito. El Banco Central se establecerá en Venezuela hoy o mañana, pero se establecerá necesariamente, y uno a uno irán cayendo los obstáculos que se le opongan. En todas partes han tropezado los Bancos Centrales con dos categorías de adversarios: desde luego, los representantes de los intereses que se creen, aunque sin razón, amenazados por él. Entre esos defensores de situaciones tradicionales y los sostenedores del Banco Central, se libra una larguísima batalla: la eterna lucha entre la potencia y la resistencia que rige tan soberanamente el mundo de las sociedades humanas como el de las cosas. Pero a la larga las fuerzas de resistencia van desapareciendo, no sin haber desempeñado antes el importante y hasta útil papel de servir de amortiguadoras de los ímpetus, no pocas veces excesivos, de la potencia representada por la juventud y por el espíritu de renovación. Estos adversarios que inmediatamente después de creado el Banco se rebelan a pedir sus beneficios, se transformar en sus mejores amigos cuando caen y siguen bajo su segura protección. Cortesía de la Biblioteca Nacional
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La otra categoría de adversario es más peligrosa, porque es más permanente y se renueva aún después de creado el Banco. Es la de aquellos que creen que el Instituto es una panacea para toda clase de dolencias económicas. Estos entusiastas sostenedores de la idea empiezan a sentirse defraudados el día siguiente de su realización cuando ven que el país no amaneció transformado; desde aquí data su oposición. Como fueron de vehementes para mantener y levantar la idea, así son de decepcionados y rencorosos cuando no ven cristalizarse todas sus ilusiones. Son estos lo que, cuando sobreviene una crisis económica, no ven cómo había sido de rigurosa y perjudicial si no existiera el Banco; solo ven que existe la crisis y que el Banco no puede evitarla; para ellos, el Banco en su causante. Una Institución de proyecciones tan largas como un Banco Central, no puede incorporarse al Derecho Positivo de un país que se le abra paso. Si se promulgara, en Venezuela, una Ley de Banco Central, pura y simplemente, chocaría, sin duda alguna, con las disposiciones de otras leyes, a menos que el nuevo organismo sea un ente anodino y enclenque. Por tal razón, se proponen reformas a las leyes de Bancos, de Monedas y de Crédito Público. El desiderátum de aplicar la más moderna y depurada doctrina a las peculiaridades venezolanas, no ha sido privativa en el Proyecto de Ley de Banco Central, sino que ha presidido todas las reformas que se proponen. Dicho está con ello que se pretende remozar nuestro sistema bancario por evolución. Para lograr un armonioso compromiso, se han mantenido normar que traerán mañana, seguramente, la crítica de que un gran conservatismo triunfó a la postre. La Misión asume la responsabilidad que por ello le incumbe, bien convencida de que el compromiso está la verdad.
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Cortesía de la Cámara de Comercio
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CARTA DE VICENTE LECUNA A LA COMISIÓN DE ESTUDIOS FISCALES Y FINANCIEROS
Capital: Bs. 24.000.000 Reservas: Bs. 12.371.943.05 Caracas, 25 de agosto de 1938.
Señores Dr. Manuel R. Egaña, Emilio Beiner y Xavier Lope Bello, Miembros de la Comisión de Estudios Fiscales y Financieros.
Estimados señores y amigos: Deseando llevar al ánimo de ustedes algunas reflexiones acerca de la idea del establecimiento de un Banco Central entre nosotros, considerada dicha idea en relación con las peculiaridades de nuestro país y las modalidades de nuestros Gobiernos, determinadas ambas por antecedentes, condiciones y costumbres que no pueden modificarse de un momento a otro, me tomo la libertad de dirigirles estos apuntes, contando con la benevolencia de ustedes y el deseo que los anima por el bien público. De mucho tiempo atrás se viene discutiendo en diversos países la cuestión de si conviene o no la existencia de Bancos del Estado con fondos exclusivos de este, o al menos con un predominio de su capital sobre el aporte de los particulares. Hace casi un siglo, cuando las masas
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francesas quisieron por primera vez, en la revolución de 1848, tomar parte activa en la cosa pública, con derecho propio reconocido, el apóstol del socialismo, Luis Blane, formuló las reivindicaciones obreras que más o menos se han realizado en los años corridos del presente siglo, y junto con ellas enunció la idea de transformar el Banco de Francia en Banco del Estado, cosa que el buen sentido de los franceses, de todos los partidos, rechazó y ha continuado rechazando por considerar inconveniente y peligroso el poner exclusivamente en manos del Estado la facultad de emitir moneda de papel. El razonamiento opuesto a esta tendencia iniciada por Blane en muy conocido y sus conclusiones tienen innegable evidencia; las necesidades públicas, siempre crecientes y difícilmente contenibles, agotan los presupuestos mejor provistos y absorben y consumen cuantos arbitrios inventa el Estado, predisponiendo a este, en ciertos casos, a medidas extraordinarias y arriesgadas sobre todo si se encuentra el camino allanado por tales medidas. En los pueblos de costumbres morigeradas y de positiva solidaridad social, en los cuales los partidos políticos, sólidamente constituidas, sirven de contrapeso a los ímpetus de los gobernantes, el sistema de un Banco de emisión propiedad del Estado podría sostenerse, a pesar de los expuesto, sin grandes riesgos, pero no sucedería lo mismo en organismos embrionarios y débiles como el nuestro. Entre nosotros la influencia del Poder Ejecutivo puede, en un momento dado, provocar medidas de consecuencias funestas, lanzando al público no billetes de Banco, sino billetes del Estado, sin ningún respaldo, y sin siquiera la garantía de un organismo político sólidamente constituido. Un Banco exclusivo del Estado no opondrá resistencias, como lo haría un Instituto en el cual, prevaleciendo los intereses público, no esté exclusivamente en manos del Gobierno la facultad de disponer de las emisiones de billetes. Nunca se insistirá lo bastante sobre este tema esencial, de que deben tenerse en cuenta, primordial y fundamentalmente, las deficiencias y las
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debilidades que aún caracterizan a nuestro ambiente político, cuando se trata de crear una legislación, sin pena de incurrir en errores graves, y de exponer al país a perjuicios irremediables. Especialmente en cuestiones de crédito y de moneda, una medida imprudente inspirada en sistemas exóticos, sin tener en cuenta las condiciones del país, puede ocasionar crisis económicas cuyo alcance y duración no podrían preverse. Recordemos siempre que al crear en Guayana el Estado Venezolano, el Libertador sentó el principio de que no debíamos copiar instituciones extranjeras, sino crearlas de acuerdo con nuestras circunstancias. ¿No dice el Espíritu de las Leyes, preguntaba en su discurso de Angostura, que esas deben ser propias para el pueblo para que se hacen? ¿Qué es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Qué las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¿Referirse al grado de libertad que la constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su comercio, a su número, a sus costumbres, a sus modales? He aquí el código que debíamos consultar y no el de Washington. Parecería que esta observación del Libertador fuese ya anticuada. Y que en el estado actual de la civilización no se cometieron los errores que él censuraba, pero no es así. Aún en los pueblos más cultos de la tierra subsiste, con su acción profundamente perturbadora, la manía de copiar instituciones de otros pueblos. El eminente banquero francés, René Luche se expresó como sigue en el VI Congreso Internacional de Ciencia y de Técnica Bancarias, celebrado en París, hace apenas pocos meses, en octubre de 1937, bajo el alto patronato del Ministerio de Finanzas de Francia: “Existe actualmente en nuestro país la tendencia de adoptar sistemas seguidos en otras naciones, sin cuidarse de las tradiciones francesas que justifican las instituciones y las reglas particulares vigentes en Francia. El pueblo francés repugna la importancia
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de doctrinas. Tiene una manera de vivir propia de él. Quiere que las doctrinas nuevas se acomoden a sus costumbres, a sus tradiciones, y se niega a las exigencias de doctrinas de otros países que no se adaptan a su temperamento, contrariando en esto a teóricos muy distinguidos que pierden de vista las características de los negocios y de las acostumbres en nuestro país”. 5 Es decir que la tendencia en cuestión no es privativa de esta época, ni solo de nuestro país, pues existe en naciones tan grandes y civilizadas como Francia, y por lo mismo debemos combatirlas con tanto más empeño cuanto más inconsistente esNuestra masa social en comparación de la francesa y cuanto mayores, y no controlados poderes, tienen nuestros Gobiernos a diferencia de los limitados y controlados de que disponen los Gobierno europeos ¿Podrá convenirnos imitar instituciones del Canadá, y aún de la Argentina, pueblos de constitución social robusta, de situación económica estable y poblados por razas uniformes de las regiones templadas, cuando nosotros por carácter, costumbres y prácticas políticas, somos esencialmente diferentes? ¿Tendremos nosotros el espíritu de continuidad, las costumbres conservadoras y la estabilidad necesaria para mantener en su pureza por tiempo indefinido un Banco Central propiedad del Estado? Las consideraciones expuestas son expresión de la experiencia y no dudo que ustedes las encontrarán fundadas. Debemos también considerar que el Banco Central no debe ser un artificio de crear moneda de papel sin respaldos liquidables, sino un organismo cuyos billetes estén garantizados con oro y créditos vivos liquidables en corto placo, pues la
5 Problémes Contemporains de Banque et de Bourse. Banque Centrales. Marché Monétaire. Marché Fináncier. Vie. Congres International de Science et de Techniquev Bancaires, sous le HautPatronage du Ministere des Finanzas de France. París. Octubre 1937.
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experiencia ha mostrado que aun cuando los billetes tengan una parte garantizada en oro si el resto corresponde a préstamos no liquidables, fácilmente la moneda se desprecia hasta el límite de aquella garantía y ya sabemos los grandes perjuicios que significaría para la economía nacional la desvalorización de la moneda. Todas estas consideraciones conducen a la conclusión de que en Venezuela sería un riesgo el establecimiento de un Banco de Emisión, propiedad del Estado, o en el cual el Estado predominara por completo. El Gobierno actual posee cuantiosos recursos en el Tesoro, y juicio político, pero nada nos garantiza que los sucesivos reúnan estas notables ventajas. El sistema del Banco de Venezuela, que ustedes conocen muy bien, funcionó con regularidad durante las administraciones de Guzmán Blanco, Alcántara, primera de Crespo, Hermógenes López y Rojas Paúl; pero en las subsiguientes Andueza Palacios, segunda de crespo y de Andrade- el Gobierno agotó los recursos del crédito. Fuertes discusiones entre el Ejecutivo y el Banco en ciertos momentos, crearon situaciones desagradables para los Directores del Instituto, pero el Banco sostuvo sus derechos y las emisiones de billetes se mantuvieron en los límites de la Ley, excediéndose el Gobierno en su crédito únicamente sobre los propios recursos del Instituto. En esta situación llegó el Gobierno de Castro, y arrastrado el Presidente por cortesanos ignorantes de la realidad bancaria, exigió préstamos que el Instituto no podía satisfacer sin excederse en sus emisiones de billetes. Agrandándose el desacuerdo, los Directores del Banco fueron arrestados, y entre dos filas de soldados atravesaron a pie las calles de la capital, camino de la estación del ferrocarril y del Castillo de Puerto Cabello; pero el General Castro reaccionó violentamente, devolvió a los presos de la estación, los puso en libertad, surgió un arreglo racional, suficiente para las necesidades del momento y se salvó el país del papel moneda.
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El prestigio de Castro no sufrió nada, antes bien ganó en la opinión pública, sintiéndose fuerte por sus dotes de gran guerrero, y guiado por un buen sentido económico, pues como es bien sabido él no tenía conocimientos especiales de la materia, sin oír ya los consejos de maleantes e interesados, suspendió ciertos gastos extraordinarios hasta pagar al Banco de Venezuela las acreencias de este contra las administraciones pasadas y la propia suya y gloriosamente para su Gobierno mantuvo la integridad de la moneda. Nadie le ha hecho esta justicia, yo me complazco en tributársela. El Banco de Venezuela como Banco Auxiliar de la Tesorería, autorizado a recibir los impuestos nacionales, a hacer los pagos del Gobierno, y a efectuar préstamos temporales al Tesoro, se estableció en 1842; las propagandas malsanas de algunos que se titulaban liberales, la incomprensión de otros y las pasiones políticas lo destruyeron, por desgracia para el país y para la administración pública en 1848; renació en 1870 y mayor transformación tuvo lugar de 1915 a 1920, paralelamente a la organización de las rentas públicas, realizada en ese período por el Ministerio de Hacienda. En el transcurso de tantos años el Instituto se ha adaptado a las condiciones de cada época, ha acumulado experiencia y ha satisfecho las necesidades públicas en cuanto ha sido necesario. En 1915 redujo todas las comisiones, extendió los créditos a toda la República, limitados antes al Distrito Federal y a la plaza de Puerto Cabello, fundó Agencias en todo el Interior a fin de extender el uso de los billetes, y no existiendo en aquella época el Banco Agrícola extendió sus créditos a la agricultura, y gestionó activamente la creación de un Instituto especial hasta que el Gobierno fundó el actual Banco Agrícola y Pecuario. Estas consideraciones revelan que el Instituto ha estado siempre dispuesto a adoptar las modificaciones que indiquen las circunstancias, y así mismo en el presente no se puede dudar que los accionistas
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acojan con gusto cuantas reformas sean necesarias para convertirlo en un Banco Central moderno. El sistema de percibir el Banco de Venezuela los impuestos nacionales, directamente de los contribuyentes, y garantizarlos desde ese momento con su propio capital, es una seguridad que ha evitado al Gobierno cuantiosas pérdidas. El crédito abierto al Gobierno igual al monto del capital del Banco, movilizable en cuenta corriente con los ingresos y egresos del Tesoro, es una combinación perfectamente bancaria, adaptable a un Banco de Emisión y de gran comodidad para el Gobierno. Estas dos características fundamentales hacen ver la trascendental utilidad que tiene para el país el actual sistema de relaciones entre el Gobierno y el Banco y recomiendan su conservación por el exclusivo interés del país. No es del caso mencionar aquí detalladamente los constantes y eficaces servicios que presta el Instituto al Gobierno como Agente de la Tesorería. Rápidamente estamos vendiendo las propiedades que recibimos en la última crisis, quedan muy pocos créditos congelados por liquidad, nuestras cuentas corrientes tienen carácter bancario y llenas las condiciones hasta donde es posible en este medio, en unión de los créditos a plazo corto, para servir de garantía proporcional a los billetes; desempeñamos todos los servicios públicos a cabalidad, somos más fuertes que cada uno de los Bancos Centrales de las naciones similares a la nuestra y constituimos una entidad netamente venezolana, por el sistema exclusivamente nuestro, probado en cerca de tres cuartos de siglo de existencia. Es un honor para Venezuela poseer una Institución tan antigua, que ha sabido conservarse y desenvolverse a través de tantas revoluciones y de cambios políticos, y que por su fuerza, mantiene al Gobierno un crédito importante sin peligro de la moneda. El servicio del Banco de Venezuela en tan largos años, como Banco Auxiliar de la
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Tesorería Nacional ha sido perfecto, como lo pueden testificar cuantos ciudadanos han desempeñado el Ministerio de Hacienda. La naturaleza de nuestro medio no permite la creación de un Banco Central limitado únicamente al redescuento. Aún en países como Francia el Banco Central efectúa operaciones con el público, sin cuya facilidad llevaría una vida precaria. Sentado esto ¿qué objeto tendría fundar un nuevo Instituto si es fácil modificar al Banco de Venezuela, de manera que llene todas las condiciones que al presente se exigen a los Bancos Centrales? Los franceses han mantenido incólumes los dos principios fundamentales establecidos por el Gran Napoleón, como bases principales de un Banco Central, a saber: 1) que el capital de este debe ser de propiedad particular, pues estando destinado a servir de apoyo al Gobierno no podría llenar esas funciones si el capital perteneciese al Estado, pues nadie se apoya en sí mismo, y 2) que debe efectuar operaciones financieras directas con el público a fin de estar siempre en contacto íntimo con la economía nacional. Recientemente se ha reprochado este último principio al Banco de Francia, pero lo ha sido únicamente por los Bancos competidores y no por el público, como puede verse en el informe presentado por el señor René Luche al Congreso Internacional de Ciencia y Técnica Bancarias a que nos hemos referido. Los extremistas de esta época –comunistas o fascistas- quieren poner en manos del Estado la concesión de créditos de todo orden y esta idea sería plausible si en la práctica no trajera inflación, el papel moneda y la desvalorización consiguiente. Semejante sistema produciría un bienestar momentáneo a ciertos sectores, acompañado de grandes especulaciones y después la ruina general, como sucedió en Francia durante el Gobierno del Regente en el primer tercio del Siglo XVIII, en el famoso ensayo de papel moneda del célebre Juan Law, cuyas consecuencias fueron funestas para la Francia. Nada es más conveniente a un
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país democrático, que quiera ser libre y mantener la libertad de trabajo, que conservar la integridad de su moneda, la estabilidad del cambio y la libre concurrencia de todos los órdenes de la actividad. La inflación y la desvalorización de los trastornos que originan, cuando no existe una gran resistencia colectiva, conducen primero a la dictadura y luego a la tiranía. Por la vía de la seguridad económica es por donde podemos encaminarnos al progreso político y social. Estas consideraciones fortifiquen en el ánimo ilustrado de ustedes el propósito de proyectar reformas sanas y útiles y que al mismo tiempo llenen las necesidades que impone el desarrollo del país. De ustedes atentamente, seguro servidos y amigo, Vicente Lecuna
Presidente del Banco de Venezuela Sociedad Anónima
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La Serie Verbum forma parte de la Colección Civitas, destinada al público en general. Su objetivo es dar a conocer de manera periódica a los personajes y las instituciones insignes de Venezuela, a través de la reproducción de documentos fundamentales abocados a la ciudadanía en diferentes aspectos, todos acompañados de textos sucintos sobre la pertinencia de éstos.