Generación del 28. El movimiento estudiantil antidictatorial

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Editorial Aurora

Caracas, 2023

Serie «Historia política, económica y social de Venezuela»

Revisión y edición

Carlos Aquino G.

Diagramación

Alejandro Díaz M.

Diseño

Carolina Sandoval Q.

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https://issuu.com/editorialaurora

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Han transcurrido 95 años desde los históricos acontecimientos de febrero de 1928, cuando una camada de jóvenes estudiantes demostró el poder de la dignidad, la organización, la creatividad, la iniciativa y la cultura, surgiendo una generación que marcaría el resto del siglo XX venezolano.

Especialmente en estos tiempos, en que pareciera que se cierran los caminos, hay que estudiar diversas experiencias de movimientos de masas, analizando sus aciertos y errores, para extraer lecciones que sirvan al reimpulso y orientación de la necesaria lucha revolucionaria.

Episodios que se vivieron con y en torno a la Generación del 28, sirven a ese objetivo.

Uno de los protagonistas de esos eventos, Juan Bautista Fuenmayor (Maracaibo, 28 de septiembre de 1905 - Los Teques, 19 de mayo de 1998), tras varias décadas de maduración política, los narra y analiza sin visceralidades ni adornos.

El texto que estamos publicando constituye el capítulo XI del segundo tomo de Historia de la Venezuela política contemporánea 1899-1969, una extraordinaria y documentada colección de 20 tomos que editó paulatinamente de 1975 a 1993, y que es de consulta obligada.

Fuenmayor es uno de los más polifacéticos y destacados intelectuales marxistas venezolanos, con una trayectoria de activismo comunista y de

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trabajo académico imposible de condensar en pocas líneas.

No está de más aclarar que se respetó el texto original, que es de hace cerca de 50 años, por lo que deberá tomarse en cuenta que el autor empleó algunos términos que no son usados hoy en día, como al hablar de imperialismo «norteamericano» o «americano», en lugar de «estadounidense», y de referir intenciones «libertarias», sin implicar ninguna relación con la consabida acepción anarquista.

Finalmente, llamamos la atención del lector sobre algunos detalles formales que encontrará a lo largo del texto. En primer lugar, todas las notas al pie de página son del autor, excepto las especificadas como notas de la Editorial (N. de la Edit.).

En segundo lugar, las acotaciones entre paréntesis pertenecen al material original, mientras que las de corchetes se insertaron especialmente para esta publicación.

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Reconstituida la Federación de Estudiantes de Venezuela, como consecuencia de la reapertura de la Universidad Central en 1925, se concibió el proyecto de realizar unas jornadas públicas en que se mezclaba el culto a los héroes de la Independencia con actos literarios que se realizarían en algunos teatros de la capital, entre el 6 y el 11 de febrero [de 1928]. El objeto de esas jornadas era reunir fondos para construir una mansión que diera albergue a los estudiantes de pocos recursos llegados del interior del país, a la cual se denominaría Casa del Estudiante.

Para presidir los festejos de la Semana del Estudiante, que así se llamaron esas jornadas, se eligió una Reina de los universitarios: Beatriz Primera de Venezuela, que fue coronada en el Teatro Municipal. Pío Tamayo [1898-1935], fino y talentoso poeta, leyó su famoso poema en el que un indio tocuyo implora a su Majestad y lanza sus lamentos de oprimido y explotado, en demanda de la Libertad, su novia perdida…!

A causa del estado de opresión política reinante y de dificultades económicas que empezaba a padecer la colectividad, la Semana del Estudiante se transformó, inmediata y espontáneamente, en un movimiento de protestas de toda la juventud universitaria y del pueblo, contra la Dictadura.

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Entre los actos programados hubo un gran desfile estudiantil desde las puertas de la Universidad hasta el Panteón Nacional, donde se iba a rendir el cálido homenaje de los corazones juveniles al Padre de la Patria venezolana. Con gran orden y disciplina, marchando de ocho en fondo como brigadas de expertos luchadores, recorrieron los estudiantes el trayecto que estaba proyectado; y, al final, dentro del sagrado ámbito donde reposan los restos del Libertador, el joven estudiante de Derecho, Jóvito Villalba [1908-1989], pronunció un breve discurso pletórico de intenciones libertarias y de anhelos antiimperialistas. Ante la conciencia libre de América surge íntegro, encendido de fuerza, en el grito de una protesta unánime, el mismo ideal de fraternidad latinoamericano, que cien años antes cupo holgado en la mirada visionaria del Libertador; y en todos los espíritus de esta América española nuestra, ese ideal es lo bastante generoso para servir de causa, donde se sostiene y donde se llena de horizontes, frente a la absurda pretensión imperialista de otra raza, el destino altísimo de nuestra raza sudamericana.1

No era sólo el grito de rebeldía contra el tirano autóctono, sino también la protesta por el empeño, ya comprensible para la juventud universitaria, del sojuzgamiento imperialista que el yanqui demostraba con desembozada faz. Y esta es, precisamente, la primera campanada de la Venezuela nueva, frente a las formas del poder autocrático que emanaban de la dominación ejercida por el capital extranjero sobre la economía y la

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1 Documentos que hicieron historia, p. 141.

política de nuestra Patria. La lucha antiimperialista había comenzado, y el toque de arrebato para incorporarse a la contienda no habría de tardar.

Habla ¡oh, Padre! ante la Universidad, donde se forjó la patria hace años. Pueda oírse otra vez tu voz rebelde de San Jacinto. En este sitio, cuando Beatriz

Primera de Venezuela te haya ofrendado la nueva ternura de estas flores, dinos el secreto de tu orgullo, que es el mismo secreto de trescientos años, revelado ayer por el Ávila, por el viejo monte caraqueño, a María de 1783.

Padre nuestro, Simón Bolívar, Padre nuestro, Libertador, Cómo han puesto los esbirros

Tu Santiago de León

Jóvito Villalba2

Aquel día había nacido un líder, fogoso y brillante, para la nueva Venezuela.

Tras los primeros discursos, en los que se hacían veladas alusiones al régimen despótico de Gómez, vinieron otras expresiones de protesta. Más tarde, un homenaje a Don Andrés Bello [1781-1865] y otro a los héroes estudiantiles de La Victoria3; por último, un acto en el Teatro Rívoli, en el que participaban poetas y escritores, cuyas producciones contenían condenación del imperialismo norteamericano, simbolizado en aquellos momentos en Charles Lindbergh, que había cruzado el Atlántico por primera vez en la historia, en un pequeño y frágil avión, y en aquellos momentos visitaba, en gira triunfal, todos los

2 Ob. cit., p. 143.

3 Nombre de la zona en la que tuvo lugar la batalla del 12 de febrero de 1814 que dio fecha al Día de la Juventud (N. de la Edit.)

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países de América Latina, haciendo propaganda que desembocaría en la creación de la empresa

Panamerican Airways Company, cuyos derechos de aterrizaje en nuestros países dejaba asegurados el famoso aviador, y, a quien Gómez había recibido en Maracay, colmándolo de atenciones.

Después de la clausura de la Semana del Estudiante, lo que tuvo lugar mediante una gran fiesta en el Club Venezuela, la dictadura decidió proceder contra quienes habían pronunciado discursos o recitado poemas considerados subversivos. Así, fueron detenidos Pío Tamayo, exquisito y malogrado poeta tocuyano, Antonio Arráiz, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Guillermo Prince Lara y otros, para hacer un escarmiento e impedir que se pensara en una actitud de debilidad frente a las manifestaciones de descontento de la población.

A pesar de las gestiones realizadas por los dirigentes estudiantiles para lograr la libertad de los detenidos, por las vías pacíficas, Gómez se mantuvo inflexible, como era su costumbre. Y, ante tal actitud, la Federación de Estudiantes procedió a emplear otro método. Para galvanizar la opinión nacional, enviaron un altisonante telegrama a Gómez, exigiéndole la libertad de los presos y, en su defecto, que redujera a prisión a todos los estudiantes “en el término de la distancia”, es decir, inmediatamente. Gómez no se hizo repetir la insinuación y detuvo a cuanto estudiante encontró en las calles. Pero, con esto, no logró el objetivo de atemorizar a la población ni al

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resto de los muchachos que estaban enardecidos por el atropello dictatorial. En masa, hicieron acto de presencia ante las autoridades policiales, pidiendo ser también reducidos a prisión. Estos hechos desconcertaron a la dictadura, sobre todo cuando la población de las principales ciudades, dando muestras de haber perdido el miedo de otros tiempos, se aprestó a dar batallas contra la policía y a desafiar los métodos terroristas de Gómez. La clase obrera, que ninguna participación activa había tenido en la historia de Venezuela en el pasado, hizo allí sus primeras armas, realizando huelgas de protesta en Valencia, Caracas y otros lugares. Todo el extenso frente de oposición al gobierno, representado en los terratenientes semiarruinados, en la clase obrera, en la naciente burguesía industrial, y en las amplias capas de las clases medias urbanas y rurales, se puso en movimiento con el objeto de derribar a la dictadura. El papel principal lo representaban las clases medias y los terratenientes en grave crisis por el descenso de la producción agropecuaria. El todopoderoso Gral. Juan Vicente Gómez se vio, de esta manera, obligado a poner en libertad a los estudiantes, sólo once días después de haberlos reducido a prisión, hecho insólito en la historia de su tenebrosa dictadura, porque Gómez cuando agarraba no soltaba.

Los acontecimientos de 1928 fueron la fragua donde se forjaron los hombres que habrían de influir más poderosamente, sin duda alguna, en el curso de la política venezolana de los años subsi-

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guientes, hasta 1969. No sólo aparece Jóvito Villalba, al cual nos hemos referido, sino también surgen Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Juan Oropesa, Valmore Rodríguez, Inocente Palacios, Andrés Eloy Blanco, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Alejandro Oropeza Castillo, y otros que, andando el tiempo, habrán de constituir el partido Acción Democrática [AD]. Surgen también Juan Bautista Fuenmayor, Kotepa Delgado, Raúl Osorio Laza, José Tomás Jiménez Arráiz, Pedro Juliac, Ángel J. Márquez, Miguel Otero Silva, Víctor García Maldonado y otros, que constituirán el Partido Comunista de Venezuela [PCV]; y junto con ellos, Isaac Pardo Soublette y Elías Toro, fundadores del partido Unión Republicana Democrática [URD]. Además, en ese año nacen a la política hombres como Germán Suárez Flamerich, Esteban Agudo Freites, Luis Felipe Urbaneja, Gerardo Sansón y Luis Felipe López que participarán también en el proceso venezolano, aunque situados en posiciones adversas a las asumidas en 1928. Encontramos también en la constelación de 1928, a José Antonio Marturet que participará en el Partido Democrático Venezolano [PDV] del Gral. Medina [Angarita], a Enrique García Maldonado que formó también parte de URD, a Manuel Acosta Silva y a Raúl, su hermano, que figurarán en los rangos de los partidos democráticos y a Ramón Rojas Guardia, Odoardo León Ponte, Víctor Brito Alfonzo, Pedro Nolasco Pereira hijo, a Pablo Rojas

Guardia quienes actuaron episódicamente en años ulteriores y tienen un rango profesional li-

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terario o científico destacado en la vida nacional.

Por último, a Miguel Acosta Saignes [1908-1989], cuya figura ha brillado en la política y en la vida académica de nuestra patria, amén del grupo de mujeres constituido por Carmen Clemente Travieso, Josefina Juliac, Margot García Maldonado y las hermanas Rosario, Totoña, Lola y María Luisa Blanco Meaño y otras muchas que jugaron un gran papel en 1928 y en años subsiguientes.

En 1936 volverán a la palestra algunos de los actores de 1928, y escenificarán los más encendidos episodios del devenir histórico venezolano. Unos estarán en las barricadas de la izquierda, en tanto que otros lo harán colocados frente a sus antiguos compañeros de lucha, cruzando su fuego en defensa de ideas e intereses contrapuestos. Entre todos brillará, con la luz más esplendente, Jóvito Villalba, el líder estudiantil y popular de mayor arrastre para aquel entonces.

El pujante movimiento de masas desatado por las protestas estudiantiles, fue mirado de inmediato con simpatía por algunos sectores del gomecismo que vieron la oportunidad de deshacerse de los viejos caudillos tachiristas, provenientes de la invasión de los 604, y que eran, además, la espina dorsal del terrorismo más agudo.

4 Denominada así por el número de hombres que inició la Revolución Liberal Restauradora, de 1899, encabezada por el tachirense Cipriano Castro (N. de la Edit.)

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En efecto, el Gral. José Vicente Gómez aspiraba a sustituir a su anciano padre antes de que éste falleciera o, al menos, a retirar del Gobierno a los tachiristas que se interponían en su camino. José Vicente Gómez se había rodeado de un amplio grupo de jóvenes oficiales procedentes de Caracas y otras regiones centrales del país, y, con ellos, pretendía subir al mando supremo de la República. Era una revuelta dentro del gomecismo, primer movimiento grave de oposición interna. Varios hechos ponen de manifiesto las simpatías de “Vicentico” hacia los estudiantes. En primer lugar, cuando éstos eran trasladados de los calabozos de la Policía de Caracas hacia las mazmorras de Puerto Cabello, el Gral. José Vicente Gómez hizo acto de presencia, a las cinco de la mañana, en las puertas de su quinta en Los Teques, para ver pasar, en silencio y arrebujado en su capa, la caravana de autobuses que conducía la preciosa carga estudiantil hacia su tétrico destino. Junto con “Vicentico” estaba un numeroso grupo de altos oficiales del ejército que le eran adictos.

Una vez en los calabozos de Puerto Cabello y después de dos días de hambre, recibieron repentinamente cajones de frutas (peras, manzanas, uvas, etc.) y de calientitos panes con latas de mantequilla y otros alimentos que, según les fue manifestado por los guardianes, era obsequio de doña Josefina Revenga de Gómez, esposa de “Vicentico”. Una muestra de simpatía más clara no es posible imaginar.

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Libertados los estudiantes a los once días de prisión, y tras un intento de hacerles firmar una abyecta carta de retractación a Gómez, fueron recibidos por el pueblo de Caracas como verdaderos héroes. Una vez en libertad, fuerzas ajenas al movimiento estudiantil iniciaron una conspiración militar, cuya jefatura suprema nadie conocía. El movimiento debía producirse en Caracas mediante la sublevación de la guarnición del Palacio Presidencial de Miraflores y del Cuartel San Carlos, el más grande y mejor provisto de la capital. Pero el resultado de esta conspiración, que estalló el día 7 de abril, Viernes Santo, de 1928, fue el más rotundo fracaso. Por una delación, por imprudencias cometidas o por cualquier otra razón, es lo cierto que la entrega del Cuartel San Carlos no pudo realizarse, y el Gral. López Contreras, a la sazón Jefe de la plaza militar de Caracas, estuvo en capacidad de impedir el golpe y derrotar a los sublevados del Cuartel de Miraflores. Muchos quedaron muertos y otros fueron presos y sometidos a una parodia de juicio militar, terminada sin sentencia alguna, el día en que Gómez resolvió poner en libertad a los presos, en diciembre de 1934.

El gobierno acusó a la Federación de Estudiantes de encontrarse comprometida con los conspiradores militares, lo cual no carecía, del todo, de veracidad. En efecto, en la víspera del golpe, Jueves Santo por la noche, la Federación de Estudiantes celebraba una fiesta de inauguración de su nuevo local en la esquina de Maderero. Pero la

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reunión tenía otra finalidad, cual era la de preparar a la masa estudiantil para participar, a la una de la madrugada, en el famoso Golpe del Cuartel San Carlos. A la hora convenida, los estudiantes se encontraban en la Plaza del Panteón, vecina a dicho Cuartel, para incorporarse a las fuerzas de dicho establecimiento militar, asumir los cargos dirigentes respectivos y llamar al pueblo de Caracas a las armas para derrocar a la tiranía, esperándose que aquello desembocara en una cruenta guerra civil. Más de mil hombres estaban escondidos en la Quebrada de El Misterio, situada justamente detrás del San Carlos, a la espera de ser llamados para formar nuevos batallones. Otras fuerzas (300 hombres armados de machetes), al mando del viejo Gral. [Félix] Ambard, venían de Petare, listos para cambiarlos por fusiles en el Cuartel San Carlos.

La Federación de Estudiantes de Venezuela quedó deshecha después de este fracasado golpe militar. Todo el movimiento de protestas populares se vino al suelo y, con ello, las esperanzas de quitarse de encima la dictadura.

Los estudiantes intentaron, no obstante, repetir en octubre las protestas de febrero y marzo para levantar de nuevo el espíritu de combate de las masas, pero todo fue en vano. Enviaron a Gómez una carta exigiendo perentoriamente la libertad de los presos políticos. La respuesta fue una orden general de encarcelamiento. En tres lotes sucesivos, fueron enviados los estudiantes a un campamento situado a 70 kilómetros de la ca-

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pital, donde estuvieron en trabajos forzados hasta el mes de marzo del año siguiente. De allí los trasladaron al Castillo Libertador [Puerto Cabello], y luego, el día 19 de noviembre, se les puso en libertad. Gómez los hizo conducir en tren hasta Maracay, donde había convocado a todas las familias de Caracas y otras ciudades para hacerles entrega de sus hijos. Muy atento y cortés estuvo el viejo dictador con los familiares de los estudiantes, pero se retiró cuando anunciaron la proximidad del tren. Gómez les decía: “Ya ven, les entrego a sus hijos, sanos y salvos”. Se refería con ello a Armando Zuloaga Blanco que había muerto en el asalto de Cumaná5. Si hubiera estado preso, pensaba, se habría salvado.

Gómez tomó, además, dos otras medidas: creó el Banco Agrícola y Pecuario para otorgar préstamos a los terratenientes, y el Banco Obrero para construir viviendas para la clase media.

Con la libertad de los estudiantes, Gómez aspiraba a lograr la paz con las clases de la oposición: los terratenientes, la burguesía y las clases medias, cuyos hijos formaban la Federación de Estudiantes de Venezuela, próxima como estaba la crisis cíclica. Y con la creación de los dos Bancos mencionados más arriba, pensaba paliar los efectos económicos de la recesión, de modo que esas clases sociales no se le vinieran encima para crearle graves inconvenientes.

Aunque los ideólogos de la dictadura negaban la existencia de la lucha de clases, por lo que de5 Invasión del buque «Falke», encabezada por el general Román Delgado Chal-

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baud, el 11 de agosto de 1929 (N. de la Edit.)

jamos explicado se puede comprender que practicaban una política que se basaba en la existencia de clases sociales, cuyos intereses tenían muy en cuenta.

La experiencia que resulta de todos estos episodios es la de que no se puede substituir el movimiento de masas por acciones golpistas organizadas en secretos conciliábulos de conspiradores. Si los estudiantes de 1928, en lugar de plegarse ante los planes golpistas de gentes a quienes no conocían siquiera, hubiesen continuado en su labor de agitación de masas y de formulación de programas políticos concretos de reivindicaciones para la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía y para la propia burguesía industrial, muy otras habrían sido las consecuencias de aquel primer movimiento de masas que, de todos modos, constituyó el punto de partida para el nacimiento de las organizaciones políticas nuevas y de los líderes que actualmente ejercen función preponderante en la vida política venezolana.

Con todo y sus errores, el movimiento de 1928 es el inicio del movimiento democrático venezolano contemporáneo, de sus partidos y de sus hombres.

En otras palabras, el movimiento de 1928 fue la primera acción de masas contra la dictadura y demostró cómo las gestiones conspirativas gol-

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pistas o invasionistas no llegaban a ningún sector del pueblo. Las luchas de 1928 fueron la cantera y el vivero de donde salieron los futuros cuadros dirigentes del movimiento democrático venezolano. Sus jefes reaparecen en el primer plano de los acontecimientos de 1936, y, en el devenir del desarrollo político venezolano, llegan a ser los organizadores de los partidos políticos actuales, de los sindicatos obreros, de las organizaciones campesinas y, algunos de ellos, llegan a ser gobernantes.

Pero una cosa debe quedar clara: en el movimiento popular democrático estudiantil de 1928, hubo interferencias determinadas por las fuerzas imperialistas que luchaban por la hegemonía del poder en Venezuela. Las luchas entre los intereses petroleros anglo-holandeses de Sir Henry

W. A. Deterding (Royal-Dutch Shell) y los de Mr. Rockefeller (Standard Oil Co. of New Jersey), estuvieron presentes en los sucesos de 1928 en Venezuela, y se expresaban en las abiertas simpatías manifestadas por la representación diplomática de Holanda, cuando el propio Embajador, y su señora esposa, fueron a recibir a los estudiantes recién libertados en 1928, en las cercanías de Los Teques, testimoniándoles, así, el apoyo de ese mundo petrolero representado por la Royal Dutch. Y se manifestaba también en el hecho de que, momentos antes de realizarse el frustrado golpe militar del 7 de abril, varios estudiantes e intelectuales se congregaron en la casa de la Embajada holandesa, y de allí salieron a cumplir su

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cometido de asaltar el cuartel.

Las pugnas interimperialistas no habían terminado todavía en Venezuela, a pesar del Acuerdo de Achnacarry6 de que hablábamos en páginas anteriores, Gómez servía eficiente y lealmente al imperialismo americano, el más rico y poderoso, pero el imperialismo anglo-holandés no se resignaba a una situación desventajosa en Venezuela. La colocación, en el poder político de nuestro país, de un amigo de la Gran Bretaña y de Holanda, hubiera significado mucho para el imperialismo de Deterding.

Hay algunos episodios obscuros en la historia de la Venezuela de estos años, sobre todo en lo relativo a la participación de José Vicente Gómez en ellos. ¿Aspiraba “Vicentico” a lograr el poder pleno mediante el apoyo del imperialismo británico y ganándose las simpatías del movimiento estudiantil y popular del 28? ¿Fue “Vicentico”, acaso, la fuerza suprema oculta tras el fracasado golpe militar del 7 de abril? Tales son las cuestiones que quedan planteadas para que la investigación histórica despeje las incógnitas que están contenidas en ellas. La mayoría de los historiadores se inclina, no obstante, en el sentido de considerar que no existió conexión alguna entre el fracasado Golpe militar de abril de 1928 y las aspiraciones de “Vicentico” de llegar a la Presidencia en el más breve plazo posible. Sobre el particular, hasta ahora, no se ha dicho la última palabra.

6 Suscrito en el Castillo de Achnacarry (Escocia), en 1928, entre la anglo-neerlandesa Royal Dutch Shell y la estadounidense Standard Oil Company of New Jersey, para canalizar sus pugnas interimperialistas y concertar el reparto del mercado mundial (N. de la Edit.)

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En el inicio de la Semana del Estudiante, en el Teatro Municipal, el 6 de febrero de 1928, Pío Tamayo leyó sus históricos versos «La demanda del Indio» (Foto: Colección Libros Raros y Manuscritos, Biblioteca Nacional de Venezuela).

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La coronación de la reina Beatriz I, en el Teatro Municipal, el 6 de febrero de 1928, marcó el inicio de la Semana del Estudiante.

El 31 de enero los estudiantes habían escogido por votación a Beatriz Peña como su reina para presidir los festejos, y ya coronada emitió dos decretos en los que estableció la ley seca durante la Semana del Estudiante y el uso obligatorio de la boina azul, que desde entonces constituye símbolo de las luchas universitarias en Venezuela.

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Pío Tamayo (El Tocuyo, 4 de marzo de 1898 - Barquisimeto, 5 de octubre de 1935), fue con quien más se ensañó la dictadura gomecista, manteniéndolo en las mazmorras del Castillo Libertador (Puerto Cabello) desde febrero de 1928 hasta finales de 1934, siendo liberado con un precario estado de salud.

En la prisión constituyó «La Carpa Roja», donde impartió clases de marxismo a jóvenes que luego se destacarían en la lucha revolucionaria, por lo que se le reconoce como precursor del movimiento comunista venezolano.

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Jardines internos de la antigua sede de la Universidad Central de Venezuela (actual Palacio de las Academias), escenario donde se gestó el movimiento estudiantil de 1928 (Foto: Luis Felipe Toro).

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Destacados en la gráfica, de izquierda a derecha, en la fila superior: Inocente Palacios, Guillermo López Gallegos y Miguel Otero Silva; en la fila inferior: Carlos Eduardo Frías y José Antonio Marturet (Foto: Archivo Audiovisual. Biblioteca Nacional de Venezuela).

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Destacados en la gráfica, de izquierda a derecha, en la fila superior: Ramón Armando León, Rómulo Betancourt y Germán Suárez Flamerich; en la segunda fila (desde arriba): Jóvito Villalba, Germán Herrera Umérez y Arístides Gómez Rangel; en la tercera fila: Raúl Van Praaj, Enrique García Maldonado y Rafael Ángel Canejo; en la fila inferior: Luis Manuel Palis y Ernesto Silva Tellería (Foto: Colección Coroteca, El Universal. Caracas).

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De izquierda a derecha, en la fila superior: Benjamín Quintero Silva, estudiante sin identificar, Carlos Lander, Felipe López Sierra, Gonzalo Galindo, José Antonio Marturet, Miguel Otero Silva y Amílcar Plaza; en la segunda fila (desde arriba): Carlos Pérez de la Cova, Isaac J. Pardo, Raúl Leoni, José T. Jiménez Arráiz, Nelson Himiob y Juan José Palacios; en la fila inferior: Edgar Loynaz, Clemente Parparcén, Carlos Irazábal, Israel Peña y Manuel José Arreaza (Foto: Archivo Maribel Espinoza).

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Juan Bautista Fuenmayor, uno de los jóvenes de la Generación del 28 encarcelados en el Castillo Libertador.
29 La Editorial Aurora valora altamente su opinión acerca del contenido, diseño y diagramación de la presente publicación. Igualmente, agradece cualquier otra sugerencia. editorialaurora1917@gmail.com

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