La arquitectura fantasma

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La

arquitectura

Fantasma

Estructuras fantásticas que los grandes arquitectos hubieran deseado construir

P HILIP W ILKINSON



La

arquitectura

Fantasma

Estructuras fantásticas que los grandes arquitectos hubieran deseado construir

P HILIP W ILKINSON



CONTENIDO INTRODUCCIÓN 8 CAPÍTULO 1: MUNDOS IDEALES 12 Abadía de San Galo 14 Nave de la catedral de Beauvais 18 Sforzinda 22 Ciudad Ideal 26 Ciudad en niveles 30 Cristianópolis 36 CAPÍTULO 2: VISIONES ILUMINADAS, ESPACIOS EXTRAVAGANTES 40 Whitehall Palace 42 Catedral de San Pablo 46 El Elefante Triunfal 50 Salinas Reales 56 Cenotafio para Isaac Newton 60 Biblioteca Nacional 66 Panóptico 70 CAPÍTULO 3: LA CIUDAD EN EXPANSIÓN 74 New Harmony 76 Cementerio piramidal 82 Palacio en la Acrópolis 86 Dique del Támesis en tres niveles 90 Great Victorian Way 94 Catedral de Lille 98 Torre Watkin 104 Galería Nacional de Arte e Historia 108 CAPÍTULO 4: CONSTRÚYANLO NUEVO 112 Sala de conciertos para la Exposición Internacional 114 Hotel Atracción 118 Arquitectura cubista 122 Città Nuova 126 Monumento a la Tercera Internacional 130

Pabellones del Placer 134 Rascacielos en la Friedrichstrasse 138 Torre del Chicago Tribune, Eliel Saarinen 142 Torre del Chicago Tribune, Adolf Loos 146 CAPÍTULO 5: CIUDADES RADIANTES 150 Nubes de hierro 152 Casa de Cristal 156 Ville Radieuse 162 Apartamentos sobre puentes 168 Teatro Total 172 Restaurante Aéreo 176 Catedral católica 180 El Illinois 184 New Norcia 188 CAPÍTULO 6: AVANZANDO 192 Plan para la bahía de Tokio 194 Casa sin fin 198 Ciudad en el aire 202 Walking City 206 Corredor de Jersey 212 Santuario Nacional 216 Cúpula sobre Manhattan 220 El Pico 226 Tour Sans Fins 230 Hiperedificio en Bangkok 234 Asian Cairns 238 BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA 244 ÍNDICE 246 CRÉDITOS DE LAS IMÁGENES 255


CAPÍTULO 3 LA CIUDAD EN EXPANSIÓN

Con la llegada de la industria, y América crecieron a un ritmo vertiginoso. Antes del siglo XIX, gran parte de la población mundial vivía en el campo y trabajaba la tierra. A partir de 1800, cada vez más personas se mudaron a las ciudades para trabajar en fábricas. Londres tenía una población de 1 millón de personas en 1800; la cifra aumentó a 6,7 millones en 1900. La nueva ciudad de Chicago contaba con 300 habitantes en 1830; a finales de ese siglo eran 1,7 millones. Ese crecimiento planteó retos sin precedentes para los constructores, los arquitectos y todos los implicados en los gobiernos locales. Era preciso construir casas rápidamente, y los resultados fueron en muchos casos infraviviendas que condenaban a los trabajadores a vivir en condiciones miserables, sobre todo en ciudades como Londres, que había crecido sin orden a partir de antiguos asentamientos. Las infraestructuras se vieron sometidas a una gran presión, sobre todo los sistemas de transporte y alcantarillado. Las condiciones insalubres sometieron a millones de familias al riesgo de enfermedades muy temidas, como el cólera.

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Algunos de los proyectos más ambiciosos presentados por arquitectos del siglo XIX trataban de solucionar esos problemas. Gran Bretaña, el primer país que se industrializó, produjo muchos de los más destacados. Un muelle y un nuevo sistema de alcantarillado; un enorme complejo circular que combinaba carretera, ferrocarril y tiendas; un cementerio en varios niveles con forma de pirámide... son solo algunas de las propuestas planteadas para mejorar Londres. Otras ciudades abordaron cuestiones distintas: desde la provisión cultural en Washington D. C. hasta un proyecto para un palacio real en Atenas para la nueva nación independiente de Grecia. La diversidad de esos proyectos es típica de la época. Algunos, como el sorprendente Great Victorian Way de Joseph Paxton, resultan audaces por su modernidad: presenta una estructura vista de hierro, una tecnología nueva a mediados del siglo XIX. Otros, como el enorme proyecto para la Galería Nacional Americana de Historia y Arte, en Washington, están diseñados en estilo revivalista (en este caso, en todos los estilos históricos, desde el antiguo babilonio hasta el romano). El plan de Robert Owen para New Harmony (Indiana) imita los ideales de épocas anteriores y ofrece un diseño para una ciudad entera. En todos los casos se trata de respuestas a necesidades específicas, y todas aplican el ingenio típico del siglo XIX, ya sea en el estilo o en términos de diseño y planificación. En muchos casos también abren el camino hacia las mejoras en saneamiento, conservación o provisión de museos, lo que aporta a esos diseños victorianos una larga trayectoria y relevancia.

La ciudad en expansión

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LONDRES, REINO UNIDO

DIQUE DEL TÁMESIS EN TRES NIVELES John Martin, 1842 Proyecto vanguardista de un pintor para un gran dique y un sistema de alcantarillado John Martin fue uno de los pintores ingleses más famosos de la primera mitad del siglo XIX. Sus enérgicos lienzos a gran tamaño de paisajes románticos, imágenes del apocalipsis y escenas bíblicas, como El festín de Baltasar y La destrucción de Sodoma y Gomorra, resultan impresionantes y coloridos. Su trabajo era del gusto del público general; el príncipe Alberto y el zar de Rusia figuraban entre sus admiradores, y aunque los críticos atacaron el melodrama y la pomposidad de sus pinturas, Martin no dejó de ser una figura popular que ganó mucho dinero con la venta de los grabados de sus obras. No obstante, John Martin fue mucho más que un artista de éxito. Le interesaban profundamente la ciencia y la tecnología, y entre sus amigos figuraban hombres como Michael Faraday. Se dice que Martin dedicaba dos tercios de su tiempo a proyectos de ingeniería, sobre todo después del aumento de sus ingresos con las copias de sus obras. El mayor de esos proyectos (lo denominó un «gran plan») fue desarrollado a finales de la década de 1820 para construir un dique en el Támesis, Londres. En las primeras décadas del siglo XIX, a la población le preocupaba cada vez más el río londinense. Se estaba encenagando, y dado que servía como alcantarilla principal de Londres, olía muy mal. El hedor fue en aumento a medida que el número de habitantes se incrementaba. Parecía que el río se iba a desbordar y contaminar el agua potable. Todavía no se sabía cómo se contagiaban las enfermedades infecciosas. A la población le preocupaba el olor, y estaba convencida de que ese hedor nauseabundo transportaba miasmas portadores de enfermedades (véase Ciudad en niveles, pág. 30). Por tanto, existía un argumento débil pero convincente para alejar el alcantarillado de las viviendas y contener el río para evitar inundaciones. La limpieza del agua y el hecho de hacer el río más profundo conteniéndolo dentro de sus orillas también facilitaría la navegación, lo que solucionaría otro problema de la época.

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Martin abordó los problemas desde dos frentes. Primero, se enfrentó a la cuestión del suministro de agua: en 1828 publicó A Plan for Supplying Pure Water [to] the Cities of London and Westminster, and of Materially Improving and Beautifying the Western Parts of the Metropolis (Plan para suministrar agua pura a las ciudades de Londres y Westminster, y para mejorar físicamente y embellecer el sector occidental de la metrópolis). Con ello proponía la canalización de agua limpia desde un río al noroeste de Londres, evitando así los pozos y los conductos utilizados habitualmente (que contenían aguas sucias y contaminadas). El aspecto de «embellecimiento» del plan era especialmente importante para el pintor. Propuso no solo instalaciones como baños públicos, sino también cascadas, fuentes y estanques en los parques y jardines de la ciudad. Según Martin, «incrementarían la belleza del extremo oeste [de la ciudad], el bienestar de miles de personas y la salubridad del aire». Los contemporáneos quedaron impresionados. La Literary Gazette, por ejemplo, manifestó su

La monumental arquitectura del Pandemonio, obra de John Martin de 1841, da una idea de la arquitectura que el artista imaginó para su ambicioso plan del dique del Támesis.

Dique del Támesis en tres niveles

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aprobación, pero también apuntó que el elevado coste del proyecto probablemente desalentaría a las autoridades. A continuación, Martin presentó sus ideas para el propio Támesis. Publicó la primera versión en 1828 con una edición ampliada en 1832 y una versión final del proyecto en 1842. En esta última propuesta, sugiere un dique a tres niveles con columnas que recorrería alrededor de 6,6 km de la orilla izquierda y una distancia ligeramente más corta de la derecha. Con ello lograría una gran fachada de las columnas dóricas, a cada lado del río. Las embarcaciones podrían amarrar junto al dique, que estaría equipado con montacargas para subir y bajar mercancías. La arcada bajo las columnas proporcionaría refugio a personas y mercancías. Era un proyecto de escala monumental, y podría haber creado un paisaje ribereño tan grandioso como la espectacular aunque teatral arquitectura de las pinturas del artista. El verdadero ingenio del proyecto, no obstante, queda oculto en gran parte. Bajo el dique, en paralelo con el río, se incluye una

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Sobre la gran alcantarilla (Grand Sewer), Martin imaginó un muelle y un paseo público (recuadro). El proyecto se ocupaba de las esferas higiénica, mercantil y cívica.


alcantarilla cerrada, revestida con ladrillos y techada con chapa de hierro, sobre arcos de hierro con la resistencia suficiente para soportar el muelle que iría encima. La alcantarilla mide 6 m de anchura y 6 m de altura. Martin ideó un innovador sistema para filtrar las aguas residuales de manera que el agua inocua llegase al río. Consiste en un par de depósitos de sedimentación de gran tamaño (o «grandes receptáculos», como Martin los denominó) en los que la materia de desecho se hunde hasta el fondo. Lo que Martin describe como «el valioso estiércol que actualmente se malgasta al verterlo al río» podría retirarse de los tanques para cargarlo en barcas que se amarrarían en las proximidades. El agua limpia separada de los residuos fluiría a través de desagües hacia la parte superior de los tanques y regresaría al Támesis. Se incluyen sifones inteligentes que actúan de un modo similar a las tuberías de desagüe curvadas (emisarios) de un inodoro. Su finalidad es evitar que los tanques despidan olores. John Martin invirtió mucho tiempo y dinero para desarrollar y publicar sus proyectos, que se tomaron en serio cuando se presentaron ante el Comité Parlamentario de Alcantarillado para explicarlos. Si se hubiesen adoptado a principios de la década de 1830, probablemente se habrían evitado numerosos brotes de cólera y se habrían salvado muchas vidas. Sin embargo, las autoridades (ignorantes de la verdadera causa de la enfermedad, y conscientes de la necesidad de ahorrar) decidieron salir del paso con el sistema que habían heredado y continuaron vertiendo al Támesis los residuos sin tratar, igual que sus antepasados. Londres tendría que esperar otros treinta años, aproximadamente, para experimentar un auténtico cambio, que se produjo tras el caluroso verano de 1858 y el «gran hedor» que afectó incluso a los miembros del Parlamento. En aquella ocasión se adoptó el sistema de alcantarillado de Joseph Bazalgette, más completo, con la consiguiente transformación para la ciudad. Por entonces, John Martin había muerto de un infarto y pasó a ser recordado más por sus pinturas impresionantes y visionarias que por su plan, igualmente dramático y visionario, para convertir la capital de Gran Bretaña en una ciudad limpia.

Dique del Támesis en tres niveles

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Con estos proyectos, los arquitectos llevaron los materiales al límite, exploraron nuevas ideas estimulantes, desa¿aron las convenciones, se dejaron llevar por caprichos creativos o señalaron el camino hacia el futuro... Aunque solo existen como planos, dibujos o maquetas, continúan fascinando al mundo en su existencia espectral como arquitectura fantasma.

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ISBN 978-84-17254-87-2

9 788417 254872


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