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BLACK NARCISSUS

Michael Powell Y Emeric Pressburger 1947

embelesada la rama frondosa meciéndose contra un cielo cerúleo; mientras plantan las sustanciosas y modestas patatas, otra de ellas no puede dejar de contemplar las tentadoras cumbres cubiertas de escarcha. Un intercambio crucial se desarrolla en una cámara de color azul más profundo, cuyas paredes están decoradas con unas imágenes eróticas que sugieren el uso de la habitación como harén en el pasado. En uno de los flashbacks de una de las monjas antes de su conversión, luce un vestido color aciano mientras ultima preparativos para una boda que no llegará a celebrarse. La distracción más asombrosa del trabajo para Cristo adquiere la forma de un fornido emisario que viste pantalones cortos y que supervisa las operaciones para el general al mando de la zona. Los deseos carnales espontáneos invaden gradualmente a las mujeres, y su abstinencia reprimida explota hasta convertirse en la locura que se infiltra en la paleta de Black Narcissus (Narciso negro). Después de renunciar a la orden, una de las monjas reaparece con un provocador vestido de color granate, y el atardecer dibuja otras escenas de un naranja radiante. Al alcanzar la intensidad alucinatoria de la escena final, Powell y Pressburger desafían las reglas establecidas por la «Consultora de color» de Technicolor, Natalie Kalmus, e imponen un perfil visual estandarizado para todas las películas realizadas con la tecnología de la empresa. Las crecientes oleadas de hambre por la vida que se extienden por la pantalla no se parecían a nada antes visto, justo como Powell y Pressburger decidieron.

Una complejidad engañosa es el modus operandi de Alfred Hitchcock, quien convirtió libros apasionantes y obras sin valor artístico en auténticos clásicos, con un refinamiento ostentoso por la colocación y el movimiento de la cámara. Cuando se decidió a consentir el uso de un toque de flash, el efecto podía resultar desconcertante —como en este retrato intachable de obsesión erótica, en el que el controlador Scottie Ferguson fija la vista por primera vez en Judy, su amante totalmente transformada—. Entonces se da cuenta de que es el vivo retrato de su difunta Madeleine y se dedica a remodelarla a imagen de la mujer que cree muerta, desde su peinado hasta su ropa. Es consciente del aspecto novedoso, aunque familiar, de Judy, cuando se reúnen en el Empire Hotel (que ahora se ha convertido en parada obligada en San Francisco, aunque se ha rebautizado en honor a Vertigo), en su habitación, iluminada por el cartel de neón justo al otro lado de la ventana.

Una atmósfera convenientemente febril se hace patente cuando las lánguidas cuerdas del compositor de la banda sonora, Bernard Herrmann, se intensifican y Judy sale de su dormitorio inundada en la bruma verde de su memoria. Una neblina sin origen aparente refleja la luz que emana del cartel del Empire, aunque la primera vez que aparece dicha tonalidad es en el aparentemente caro material verde y violeta con el que está confeccionado el traje de noche de Madeleine (y que destaca contra las paredes de color burdeos del comedor, frente al rojo, la coloración opuesta de Scottie), y, de nuevo, cuando Judy lleva un vestido jersey verde, lo que alerta a Scottie sobre su parecido. En este caso, el color verde está a medio camino entre lo radiactivo y lo puro. Es el aura fantasmal de Judy, reforzada por la casi transparencia alrededor de su cabeza en la parte superior del encuadre. El deseo corrosivo de Scottie lo consume hasta el punto de poder fusionar las dos mujeres en su mente, sellándolo con un beso en el que la retroproyección demuestra que mentalmente se ha transportado a los establos en los que besó por primera vez a su Madeleine.

El crítico de cine Roger Ebert redujo el significado del verde a un símbolo del miedo a las caídas de Scottie —tanto a caer rendido a los pies de una mujer como a caer de una posición elevada—. Hitchcock asume un enfoque mucho más expansivo, en el que el verde representa la subjetividad psicológica en sí misma. Toda la película vive en esa sombra, captada con la vanguardista tecnología en alta resolución de VistaVision y transferida a una película transparente sin igual de 70 mm. Cuando los negativos deteriorados requirieron una restauración décadas más tarde, la conservación de la absoluta fidelidad a ese color exacto resultó imperativa, hasta el punto de que algunos puristas llegaron a acusar al equipo de tomarse ciertas libertades. Considerando la trama, resulta muy apropiado que algo esencial pudiese perderse en un proyecto que intenta recrear un pasado inalcanzable.

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