Estudio de arte

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ESTUDIO DE ARTE COLOREAR OBRAS MAESTRAS



ESTUDIO DE ARTE COLOREAR OBRAS MAESTRAS


El jardín de las delicias, 1500-1505 El Bosco (Hieronymus Bosch), h. 1450-1516

óleo sobre panel de roble 220 × 195 cm (panel central) Museo del Prado, Madrid

El gran pintor holandés tomó su sobrenombre de la ciudad que le vio nacer, De ‘s-Hertogenbosch (Bolduque). Fue miembro de un grupo religioso conservador y se casó con Aleyt Goyaerts van den Meerveen. Por lo demás, poco se sabe sobre la vida del pintor. Ninguna de las cuarenta pinturas de El Bosco que se conservan resulta más compleja y más reveladora que este tríptico que retrata el Paraíso a la izquierda, un extraordinario jardín de placeres terrenales en el centro, y el Infierno a la derecha. La perspectiva y el paisaje de los paneles izquierdo y central están alineados, lo que sugiere una progresión de un pecado a muchos. El panel derecho presenta una estructura distinta y está repleto de retratos de los actos humanos más despreciables. Se observa mucha depravación, pero aunque pueda parecer que El Bosco se inspiró en el retrato del mal, no hay nada que implique que lo aprobase. En el panel izquierdo, Dios bendice la unión de Adán y Eva. El Creador luce unos rizos dorados y unos impactantes ojos azules. En la escena central (la que aparece en la página siguiente), el mayor reto consistirá en reproducir la calabaza transparente que rodea a las dos figuras desnudas. En el panel del Infierno, la noche oscura se ilumina con llamas amarillas, pero también rojas de sangre. Observe, además, que los tonos de la carne carecen de la calidez que sí vemos en el Jardín del Edén.



Las Meninas, 1656 Diego Velázquez, 1599-1660

óleo sobre lienzo 318 × 276 cm Museo del Prado, Madrid

Diego Velázquez nació en Sevilla. El rey Felipe IV lo requirió en Madrid para pintar alrededor de cuarenta retratos. Las Meninas (las damas de honor), un cuadro muy influyente, se considera su obra maestra. No obstante, se trata también de una obra desconcertante: ¿qué, o quién, es el tema? Velázquez se autorretrata ante el caballete, en su estudio del Real Alcázar de Madrid, con la infanta Margarita Teresa (de cinco años) y su séquito en primer plano. Hay otros cortesanos en la pintura, y los reyes se reflejan en el espejo de la pared del fondo. ¿Velázquez estaba pintando a la pareja real, que posaría detrás del caballete, o a Margarita, sorprendida por la entrada de sus padres en la sala? La escena aparentemente «casual» está creada con una atención exquisita a la perspectiva, la geometría y la ilusión visual a fin de crear un espacio muy realista. No obstante, conserva un aura de misterio; el punto de vista del espectador es una parte integral de la pintura (descrita, con razón, como «una pintura acerca de una pintura»). Con la paleta típica de la edad de oro española (ocre, rojos terrosos y amarillos), Velázquez demuestra que la pintura es capaz de crear todo tipo de ilusiones, al tiempo que exhibe sus pinceladas fluidas incomparables. Aunque esas pinceladas se convierten en una serie de manchas si observamos muy de cerca, al alejarnos se unen y transmiten una escena vívida y rica en detalles.



El columpio, 1767 Jean-Honoré Fragonard, 1732-1806

óleo sobre lienzo 81 × 64,2 cm Wallace Collection, Londres

Jean-Honoré Fragonard fue el artista más popular de Francia antes de la revolución francesa (1789-1799); después, la frivolidad de su trabajo dejó de ser del gusto de los ricos que hasta entonces habían sido sus mecenas. En el nuevo ambiente de austeridad, Fragonard cayó en el olvido. Sus riquezas se convirtieron en harapos y murió prácticamente en el anonimato. Esta pintura ilustra la elegancia y la alegría del estilo rococó. La obra fue un encargo de un mecenas desconocido, un joven libertino que quería un retrato de su amante. El marido cornudo de la mujer empuja el columpio, en el centro; por su posición, no puede ver que su mujer se levanta la falda y lanza un zapato hacia el cortesano del primer plano, que se presenta con un brazo estirado. En la izquierda del lienzo, Cupido pone un dedo sobre sus labios en señal de conspiración. En el fondo, dos querubines observan la escena con admiración. La paleta en tonos pastel está dominada por los colores crema, melocotón y rosa que acompañan a varios tonos de verde. El sol moteado penetra entre los árboles, ilumina la escena y crea un resplandor delicado y seductor. La joven del columpio (símbolo de inconstancia) es el punto focal; los toques de luz los aportan su piel clara y los volantes de tela que la rodean. El resto de la pintura permanece entre sombras; el marido, en especial, está casi a oscuras. Aunque los colores son delicados, el tema no tiene ni un ápice de sutileza.






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