El Cascanueces

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El Cascanueces

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Cascanueces

200 AÑOS N



E.T.A. HOFFMAN

El

Cascanueces y el rey de los ratones Illustraciones de ROBERT INGPEN


Título original: The Nutcracker Dirección artística Bernard Higton Traducción Xevi Solé Muñoz Coordinación de la edición en lengua española Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2016 © 2016 Art Blume, S.L. Carrer de les Alberes, 52, 2.º (Vallvidrera) 08017 Barcelona Tel. 93 205 40 00 E-mail: info@blume.net © 2016 Palazzo Editions Ltd, Bath (Reino Unido) © 2016 de las ilustraciones Robert Ingpen I.S.B.N.: 978-84-9801-945-2 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

WWW.BLUME.NET Este libro se ha impreso sobre papel manufacturado con materia prima procedente de bosques de gestión responsable. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso sostenible de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.


Contenido N

II centenario de El Cascanueces 6 Capítulo I Nochebuena 12 Capítulo II Los regalos 18 Capítulo III Los preferidos de Marie 26 Capítulo IV Maravillas y prodigios 32 Capítulo V La batalla 44 Capítulo VI La enfermedad de Marie 52 Capítulo VII El cuento de la nuez dura 60 Capítulo VIII El cuento de la nuez dura (continuación) 70 Capítulo IX El cuento de la nuez dura (final) 80 Capítulo X Tío y sobrino 92 Capítulo XI La victoria 98 Capítulo XII El Reino de los Juguetes 110 Capítulo XIII La capital 120 Capítulo XIV Conclusión 134 Nota del ilustrador 144


biado mucho, y para peor, porque no paraba de caerse torpemente y tenía la cara llena de arañazos y suciedad. Y además, el estado de su ropa dejaba mucho que desear. Según decía la niña, por más que la reñía, la muñeca no mejoraba, y hasta mamá se había reído al ver cuánto le gustaba la sombrillita de Gretchen. Fritz le confesó que sus establos necesitaban un buen caballo castaño y que sus tropas carecían de caballería, y que hasta papá lo sabía. Ambos estaban convencidos de que sus padres les habrían comprado toda clase de regalos maravillosos y que, en ese preciso momento, los estaban colocando todos sobre la mesa. Sabían que el Niño Jesús dirigiría hacia ellos su brillante mirada de ojos bondadosos y que, cada Navidad, los regalos serían mejores que la anterior, como si les hubiera tocado con una mano llena de bendiciones. Cuando les oía cuchichear sobre los regalos que les harían, Luise, su hermana mayor, siempre les recordaba que quien se aseguraba de que los niños tuvieran lo que realmente deseaban era el Niño Jesús, que actuaba a través de los padres. El Niño Jesús sabía lo que querían mucho mejor que ellos mismos, así que no tenían que desear toda clase de cosas, sino esperar tranquilamente como buenos niños

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a ver qué les regalaban sus padres. La pequeña Marie estaba muy concienciada con eso, pero Fritz volvió a murmurar: —Pues a mí, me gustaría que me regalaran un caballo castaño y, ya puestos, unos cuantos húsares. Ya había anochecido. Fritz y Marie no se atrevían a decir ni una palabra y se acurrucaron más todavía. Les pareció escuchar a su alrededor una especie de aleteo, como si les llegara una linda música que sonaba a lo lejos. Una luz brillante enfocó la pared y ambos supieron que era el Niño Jesús, que se alejaba entre las nubes resplandecientes para visitar a otros niños felices. Justo entonces sonó un tañido de plata: ¡tilín, tilín! Las puertas se abrieron de inmediato y salió tal esplendor del salón de enfrente que los niños no pudieron evitar quedarse clavados en el suelo, como si de golpe hubieran echado raíces, y exclamar: —¡Oh! Pero papá y mamá se acercaron a la puerta, agarraron a los niños de la mano y dijeron: —Entrad, queridos niños, pasad a ver qué os a traído el Niño Jesús.

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Y E L R E Y D E L O S R AT O N E S

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cuento de la princesa Facardín, se abrió la puerta y entró el padrino Drosselmeier diciendo: —Bueno, tenía que venir a ver cómo va el brazo herido de mi pobre enfermita. En cuanto la niña vio al padrino con su abrigo amarillo, le vinieron a la mente las imágenes de aquella noche en que el Cascanueces había perdido la batalla contra los ratones y, de un modo instintivo, exclamó ante el consejero: —¡Uy, padrino Drosselmeier, qué horrible comportamiento! Te vi perfectamente sentado sobre el reloj, cubriéndolo con tus alas para que no pudiera sonar fuerte y no asustara a los ratones... Lo oí todo, ¡te oí llamar al rey de los ratones! ¿Por qué no acudiste en mi auxilio? ¡Eres un pa-

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drino horrible! Ahora estoy herida y enferma en la cama, ¡y todo es culpa tuya! Su madre la miró, alarmada. —¿Qué demonios estás diciendo, querida Marie? Pero el padrino Drosselmeier hizo unas muecas raras y dijo en voz monótona, casi croando: —Los péndulos tienen que zumbar... Los relojes de péndulo tienen que ronronear. Chirría, chirría, ¿qué habría? Tic... Tac... Los relojes de péndulo tienen que rugir... Los relojes de péndulo tienen que aullar. No tengáis miedo, muñecas queridas... Las campanadas suenan alto, alto y sostenido, las campanadas dan la hora, ¡din, don, dan! Se oyen las campanas sonar, diciendo que es hora de al rey de los ratones cazar, y aquí viene el búho con

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ISBN 978-84-9801-945-2

Preservamos el medio ambiente El papel de las páginas de este libro está manufacturado con materia prima procedente de bosques de gestión responsable.

9 788498 019452


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