La vuelta al mundo en 80 dias

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Julio Verne

La vuelta al mundo en 80 días

Ilustraciones de

Robert Ingpen



Julio Verne

La vuelta al mundo en 80 días Ilustraciones de

Robert Ingpen


Título original: Around the World in Eighty Days Traducción: Elena del Amo Cristina Rodríguez Fischer (textos introductorios y de cierre) Coordinación de la edición en lengua española: Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2012 © 2012 Art Blume, S.L. Av. Mare de Déu de Lorda, 20 08034 Barcelona Tel. 93 205 40 00 Fax 93 205 14 41 e-mail: info@blume.net © 2012 Palazzo Editions Ltd. Bath © 2012 de la cubierta The Templar Company Limited, Surrey © 2012 de las ilustraciones Robert Ingpen © Elena del Amo, sobre la traducción © Ediciones Vicens Vives, S.A. ISBN: 978-84-9801-628-4 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor. WWW.BLUME.NET Preservarmos el medio ambiente. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.


C ON T E N I DO Julio Verne 7

Capítulo 1

DONDE PHILEAS FOGG

Y

PASSEPARTOUT

SE ACEPTAN MUTUAMENTE,

8

UNO COMO AMO Y EL OTRO COMO CRIADO

Capítulo 2

DONDE PASSEPARTOUT

SE CONVENCE DE QUE POR FIN

13

HA ENCONTRADO SU IDEAL

Capítulo 3

DONDE

SE ENTABLA UNA CONVERSACIÓN QUE PUEDE COSTARLE CARO A

Capítulo 4

DONDE PHILEAS FOGG

17

PHILEAS FOGG

DEJA ESTUPEFACTO A

PASSEPARTOUT,

25

LONDRES

29

SU CRIADO

Capítulo 5 Capítulo 6

DONDE

APARECE UN NUEVO VALOR EN LA BOLSA DE

DONDE

EL AGENTE

FIX

DA MUESTRAS DE UNA IMPACIENCIA

32

TOTALMENTE LEGÍTIMA

Capítulo 7

QUE

DEMUESTRA UNA VEZ MÁS LA INUTILIDAD DE LOS PASAPORTES

37

EN LOS ASUNTOS POLICIALES

Capítulo 8 Capítulo 9

DONDE PASSEPARTOUT DONDE

EL MAR

ROJO

QUIZÁ HABLA UN POCO MÁS DE LA CUENTA

Y EL OCÉANO ÍNDICO SE MUESTRAN PROPICIOS

PARA LOS PROPÓSITOS DE

Capítulo 10

DONDE PASSEPARTOUT

40 46

PHILEAS FOGG

SE DA POR SATISFECHO CON SALIR

51

BIEN PARADO SIN PERDER NADA MÁS QUE LOS ZAPATOS

Capítulo 11

DONDE PHILEAS FOGG

COMPRA UNA MONTURA

57

A UN PRECIO FABULOSO

Capítulo 12

DONDE PHILEAS FOGG

Y SUS COMPAÑEROS SE AVENTURAN A TRAVÉS

66

DE LOS BOSQUES DE LA INDIA Y DE LO QUE ALLÍ LES SUCEDE

Capítulo 13

DONDE PASSEPARTOUT

DEMUESTRA UNA VEZ MÁS QUE LA FORTUNA

73

SONRÍE A LOS AUDACES

Capítulo 14 Capítulo 15

DONDE PHILEAS FOGG DESCIENDE POR EL ADMIRABLE VALLE DEL GANGES SIN NI SIQUIERA PENSAR EN CONTEMPLARLO DONDE

LA BOLSA DEL DINERO VUELVE A ALIGERARSE

81 87

EN VARIOS MILES DE LIBRAS

Capítulo 16 Capítulo 17

DONDE FIX DONDE

FINGE NO SABER DE QUÉ LE ESTÁN HABLANDO

SE HABLA DE ESTO Y AQUELLO DURANTE LA TRAVESÍA DE

SINGAPUR

A

HONG KONG

94 99


Capítulo 18

DONDE PHILEAS FOGG, PASSEPARTOUT

Y

FIX,

CADA UNO POR SU LADO,

104

SE OCUPAN DE SUS ASUNTOS

Capítulo 19

DONDE PASSEPARTOUT

SE TOMA DEMASIADO INTERÉS POR SU SEÑOR,

109

Y LO QUE SE SIGUE

Capítulo 20

DONDE FIX

Capítulo 21

DONDE

PHILEAS FOGG

117

SE ARRIESGA SERIAMENTE

123

SE RELACIONA DIRECTAMENTE CON

EL PATRÓN DE LA

TANKADÈRE

A PERDER UNA GRATIFICACIÓN DE DOSCIENTAS LIBRAS

Capítulo 22

DONDE PASSEPARTOUT

COMPRENDE QUE, INCLUSO EN LAS ANTÍPODAS,

130

ES PRUDENTE LLEVAR ALGÚN DINERO EN EL BOLSILLO

Capítulo 23

DONDE

DONDE

Capítulo 24

DONDE

Capítulo 25

PASSEPARTOUT

LA NARIZ DE

SE ALARGA DESMESURADAMENTE

TIENE LUGAR LA TRAVESÍA DEL OCÉANO

SE OFRECE UN RÁPIDO PANORAMA DE

PACÍFICO

SAN FRANCISCO

136 143 150

EN UN DÍA DE MITIN

Capítulo 26

DONDE

LOS VIAJEROS TOMAN EL TREN EXPRÉS DEL FERROCARRIL DEL

Capítulo 27

DONDE PASSEPARTOUT

156

PACÍFICO

SIGUE UN CURSO DE HISTORIA MORMONA

162

A UNA VELOCIDAD DE TREINTA Y DOS KILÓMETROS POR HORA

Capítulo 28 Capítulo 29

DONDE PASSEPARTOUT NO LOGRA QUE NADIE ESCUCHE LA VOZ DE LA RAZÓN DONDE

SE NARRAN DIVERSOS INCIDENTES QUE SOLO PUEDEN OCURRIR EN LOS FERROCARRILES DE LA

Capítulo 30 Capítulo 31

DONDE PHILEAS FOGG DONDE

FIX DE

DONDE PHILEAS FOGG

Capítulo 32

176

UNIÓN

SE LIMITA SIMPLEMENTE A CUMPLIR CON SU DEBER

EL INSPECTOR

168

SE TOMA MUY EN SERIO LOS INTERESES

184 190

PHILEAS FOGG ENTABLA UNA LUCHA ENCARNIZADA

197

CONTRA LA MALA SUERTE

DONDE PHILEAS FOGG

Capítulo 33

DEMUESTRA ESTAR A LA ALTURA

200

DE LAS CIRCUNSTANCIAS

Capítulo 34

QUE

PROPORCIONA A

PASSEPARTOUT

LA OCASIÓN DE HACER UN JUEGO

209

DE PALABRAS PÉSIMO, Y QUIZÁS INÉDITO

Capítulo 35

DONDE PASSEPARTOUT

NO NECESITA QUE SU AMO LE REPITA DOS VECES

213

LA MISMA ORDEN

Capítulo 36

DONDE PHILEAS FOGG

Capítulo 37

DONDE

VUELVE A SER UN VALOR EN ALZA EN EL MERCADO

217

PHILEAS FOGG

221

QUEDA PROBADO QUE LO ÚNICO QUE HA GANADO

DANDO LA VUELTA AL MUNDO ES LA FELICIDAD

Nota del ilustrador 224


J U LIO V E RN E 1828-1905

G ABRIEL V ERNE nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes, uno de los puertos comerciales más importantes de Francia. Ya de muy joven sentía una enorme fascinación por el mar, los barcos y la idea de viajar por el mundo. En 1848 Verne se trasladó a París para finalizar sus estudios y seguir la carrera de abogacía, al igual que su padre, pero en realidad su deseo era ser escritor. Durante la década de 1850 escribió varias obras teatrales, libretos para operetas de moda y novelas cortas. Su carrera como novelista empezó a destacar con Cinco semanas en globo, una historia de aventuras que se convirtió en un éxito inmediato. A partir de entonces llegó a escribir hasta ochenta títulos. A las historias de más exito de Verne se les da el título colectivo de «Viajes extraordinarios a los mundos conocido y desconocido»; entre ellas destacan Viaje al centro de la Tierra (1864), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) y La vuelta al mundo en 80 días (1873). Sus libros llevaban al lector a participar en aventuras exóticas y fantásticas, aunque siempre bien asentadas en la realidad. Verne investigaba en profundidad sobre los datos que aparecían en sus obras, así que incluía en ellas un gran detalle geográfico y científico. Resulta sencillo olvidar que, en la época en la que Verne escribía, una gran parte del viaje pionero y de exploración al que él hacía referencia era del todo insospechado. Todavía no se habían alcanzado el Polo Norte ni el Polo Sur, faltaba todavía un siglo para que se produjera el aterrizaje del hombre en la Luna, y muchos de los medios de transporte que hoy en día consideramos elementos cotidianos estaban todavía en mantillas. Verne fue un auténtico inventor y visionario, con una imaginación única del futuro; algunas de las innovaciones a las que hace referencia en sus novelas, como los helicópteros, los submarinos, la exploración espacial o los rascacielos, presagiaron desarrollos científicos reales. La vuelta al mundo en 80 días es la novela de Verne que más se basa en la realidad. Se inspiró en los viajes auténticos de un escritor americano excéntrico, William Perry Fogg, que decidió circunnavegar el planeta, y que, además, sirvió de inspiración al nombre que se dio al héroe lacónico de la obra. Las aventuras que vive Phileas Fogg conforme viaja por el mundo con su sufrido sirviente, Passepartout, están llenas de humor y emoción; se trata, sin duda, de su obra más popular. Verne vivió la última parte de su vida en la ciudad francesa de Amiens, donde se vinculó a la política local. Escribió de forma prolífica hasta su muerte, en 1905. Es uno de los autores franceses más queridos y más traducidos; sus personajes e inventos ocupan un lugar importante en nuestra cultura popular. ULES

J

7


LA VUELTA AL MUNDO EN

80 DÍAS

—¿El señor se va? —Sí —respondió Phileas Fogg—. Nos vamos a dar la vuelta al mundo. Passepartout, con los ojos desmesuradamente abiertos, los párpados y las cejas levantados, los brazos caídos y el cuerpo abatido, presentaba en aquel momento los síntomas del asombro llevado hasta el límite del estupor. —La vuelta al mundo... —murmuró. —En ochenta días —respondió el señor Fogg—. Por lo tanto, no tenemos un minuto que perder. —Pero ¿y las maletas? —dijo Passepartout, balanceando inconscientemente la cabeza a derecha e izquierda. —Nada de maletas. Solo una bolsa de viaje. En su interior, dos camisas de lana y tres pares de calcetines. Lo mismo para usted. Ya compraremos lo que necesitemos por el camino. Baje mi gabán y mi manta de viaje. Lleve unos buenos zapatos. De todas formas, caminaremos poco o nada. Vamos. Passepartout habría querido responder pero no pudo. Salió de la habitación del señor Fogg, subió a la suya, se desplomó en una silla, y se dijo, utilizando una expresión bastante vulgar de su país: —¡Menudo embolado! Yo que quería estar tranquilo... Entonces, maquinalmente, hizo los preparativos para la marcha. ¡La vuelta al mundo en ochenta días! ¿Es que había entrado al servicio de un loco? No... Entonces, ¿era una broma? Iban a Dover, bien... A Calais, de acuerdo. Después de todo, aquello no podía contrariar demasiado a aquel joven, porque, desde hacía cinco años, no había pisado el suelo de su patria. Quizá incluso fueran a París y la verdad es que le apetecía mucho volver a ver la gran capital. Entonces, seguro que un caballero como su amo, que no daba más pasos de los necesarios, se detendría allí... Sí, sin duda, pero lo que estaba claro era que el caballero se iba de viaje, se desplazaba, él que había sido tan casero hasta entonces... A las ocho, Passepartout había preparado la modesta bolsa que contenía su ropa y la de su amo. Luego, aún muy confuso, salió de su habitación, cuya puerta cerró cuidadosamente, y se reunió con el señor Fogg. El señor Fogg estaba preparado. Llevaba bajo el brazo la Bradshaw’s Continental Railway, Steam Transit and General Guide, que le proporcionaría las indicaciones necesarias para el viaje. Cogió la bolsa de las manos de Passepartout, la abrió y metió en ella un gran fajo de esos billetes de banco que son de curso legal en todos los países. —¿No se olvida usted de nada? —preguntó. —De nada, señor. —¿Mi gabán y mi manta? —Aquí están. —Bien, coja esta bolsa. El señor Fogg devolvió la bolsa de viaje a Passepartout. —Tenga mucho cuidado —añadió—. Ahí dentro van veinte mil libras.

26




CAPÍTULO

15

Fix sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pero se recuperó inmediatamente cuando oyó que el juez, «considerando la calidad de extranjeros de Phileas Fogg y su criado», fijaba la fianza para cada uno de ellos en la enorme suma de mil libras. Para no cumplir la condena, el señor Fogg tendría que pagar dos mil libras. —Las pago —dijo el caballero. Y sacó de la bolsa que llevaba Passepartout un fajo de billetes que puso en la mesa del escribano. —Esta cantidad les será devuelta cuando salgan de la cárcel —dijo el juez—. Mientras, quedan libres bajo fianza. —Vamos —dijo Phileas Fogg a su criado. —Pero, al menos, que me devuelvan mis zapatos —exclamó Passepartout con gesto de rabia. Le devolvieron los zapatos. —¡Qué caros han costado! —murmuró—. Más de mil libras cada uno, y ¡me hacen daño! Passepartout, totalmente desconsolado, siguió al señor Fogg, que había ofrecido su brazo a la muchacha. Fix seguía confiando en que su ladrón jamás se decidiría a deshacerse de aquellas dos mil libras y que cumpliría los ocho días de prisión, así que se lanzó tras los pasos de Fogg. El señor Fogg tomó un carruaje, al que subió inmediatamente junto a la señorita Auda y Passepartout. Fix corrió detrás del coche, que pronto se detuvo en uno de los muelles de la ciudad. A ochocientos metros, el Rangoon estaba fondeado en la rada con la bandera de salida izada en lo alto del mástil. Dieron las once. El señor Fogg había llegado con una hora de adelanto. Fix le vio bajar del coche y embarcar en un bote con la señorita Auda y su criado. El detective dio una patada en el suelo. —¡Menudo bribón! —exclamó—. ¡Se va! ¡Acaba de sacrificar dos mil libras! ¡Qué pródigos son los ladrones! Bueno, ¡no importa! Pienso seguirle hasta el fin del mundo si es preciso, aunque al paso que va se gastará todo el dinero del robo... El inspector de policía tenía buenas razones para hacer semejante reflexión. Efectivamente, desde que había salido de Londres, tanto en gastos de viaje como en primas, en la compra del elefante, en multas y fianzas, Phileas Fogg ya había dejado más de cinco mil libras en el camino, y el tanto por ciento de la suma recuperada, atribuida al detective, disminuía sin cesar.




LA VUELTA AL MUNDO EN

80 DÍAS

Fogg. Se enviaron observadores que vigilaban mañana y tarde la casa de Saville Row... Nada. Tampoco la policía sabía qué había sido del detective Fix, que tan desafortunadamente se había lanzado tras una pista falsa. Sin embargo, todo aquello no impidió que se produjeran nuevas apuestas, y esta vez a mayor escala. Phileas Fogg, como un caballo de carreras, estaba a punto de dar la última vuelta. Ya no se cotizaba a cien contra uno, sino a veinte, a diez, a cinco, y el viejo paralítico, lord Albermale, solo lo aceptaba ya a la par. De modo que el sábado por la tarde se congregó una gran multitud en Pall Mall y en las calles de los alrededores. Era como una inmensa aglomeración de corredores de bolsa, permanentemente instalada en las inmmediaciones del Reform Club. La circulación estaba cortada. Todo el mundo discutía, se peleaba, gritaba las cotizaciones del «Phileas Fogg», como si se tratara de un valor bursátil. Los policías se vieron en serias dificultades para contener a las masas, y a medida que se acercaba la hora en la que debía llegar Phileas Fogg, la emoción adquiría proporciones inverosímiles. Aquella tarde, los cinco colegas del caballero se encontraban reunidos desde las nueve de la mañana en el gran salón del Reform Club. Los banqueros John Sullivan y Samuel Fallentin, el ingeniero Andrew Stuart, el administrador del Banco de Inglaterra, Gauthier Ralph, y Thomas Flanagan, dueño de una fábrica de cerveza, todos esperaban con gran ansiedad. En el momento en que el reloj del gran salón marcó las ocho y veinticinco, Andrew Stuart se levantó y dijo: —Señores, dentro de veinte minutos, habrá expirado el plazo que convinimos con el señor Fogg. —¿A qué hora llegó el último tren de Liverpool? —preguntó Thomas Flanagan. —A las siete y veintitrés —respondió Gauthier Ralph—, y el tren siguiente no llega hasta las doce y diez de la noche. —Entonces, señores —repuso Andrew Stuart—, si Phileas Fogg hubiera llegado en el tren de las siete y veintitrés, ya estaría aquí. Podemos dar por hecho que hemos ganado la apuesta. —Debemos esperar antes de pronunciarnos —respondió Samuel Fallentin—. Todos sabemos que nuestro colega es un excéntrico de primer orden. Su exactitud en todo es proverbial. No llega jamás ni demasiado tarde ni demasiado pronto, y no me sorprendería nada que apareciera aquí en el último minuto. —Si fuera así —dijo Andrew Stuart, que estaba, como siempre, muy nervioso—, aunque lo viera, no podría creerlo. —Realmente —replicó Thomas Flanagan—, el proyecto de Phileas Fogg era muy insensato. A pesar de su exactitud, era imposible evitar que se produjera algún retraso, y un retraso de solamente dos o tres días bastaba para echar a perder su viaje. —Habrán advertido —añadió John Sullivan—, que no hemos recibido noticia alguna de nuestro colega, y eso que no faltaban líneas de telégrafo en su itinerario. —Ha perdido, señores —insistió Andrew Stuart—, ha perdido sin remedio... Como saben, el China (el único paquebote de Nueva York que hubiera podido tomar para llegar a tiempo

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Preservamos el medio ambiente

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