MALALA por el derecho
grandes personas
de las niñas a la educación
Raphaële Frier Aurélia Fronty
Título original Malala. Pour le droit des À lles à l’éducation Iconografía, dirección editorial y artística Alain Serres Maquetación V.D. + K.O. Traducción y coordinación de la edición en lengua española Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2016 © 2016 Art Blume, S.L. Carrer de les Alberes, 52, 2.º 08017 Vallvidrera, Barcelona Tel. 93 205 40 00 Fax 93 205 14 41 e-mail: info@blume.net © 2015 Rue du Monde, Francia ISBN: 978-84-9801-939-1 Depósito legal: B. 9.535-2016 Impreso en Tallers GràÀcs Soler, Esplugues de Llobregat (Barcelona) Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.
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MALALA por el derecho de las niñas a la educación
Texto de Raphaële Frier Ilustraciones de Aurélia Fronty
En lo más profundo del valle de Swat, en Pakistán, se extiende la gran ciudad de Mingora. En esta animada urbe viven Ziauddin Yousafzai y Tor Pekai, su esposa. Su casa es una construcción humilde, situada delante de la escuela Khushal, que ha fundado el propio Ziauddin. Es aquí donde, en 1997, una noche de verano, nace un bebé, la primera hija de Ziauddin y Tor Pekai. —¡Amigos! —exclama su padre—. Lanzad frutos secos, caramelos y monedas a su cuna, como lo haríais si hubiera sido un niño. ¡Se llama Malala! Ziauddin quiere mucho a su gente pastún, pero no está de acuerdo con todas sus tradiciones.
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Durante la tarde del 9 de octubre de 2012, Malala sube al autobús escolar para volver a casa. A medio trayecto, el vehículo frena bruscamente, y los corazones se estremecen. Un hombre le pregunta al conductor: —¿Es este el autobús de la escuela Khushal? Y otro hombre que acaba de subir al autobús quiere saber: —¿Quién es Malala? Nadie responde, pero las niñas no pueden evitar girarse hacia su amiga. Es ella, sin duda: la única que se ha quitado el pañuelo dentro del autobús. Es entonces cuando el hombre desenfunda una pistola y dispara a Malala. Varias veces. Las jóvenes gritan, algunas están heridas: —¡Malala! Malala! ¡Oh, mirad! Le sale sangre de la cabeza, ¡va a morir! Pero Malala ya no siente nada. Tiene la sensación de que se marcha lejos, hacia el monte Ilam. El conductor se dirige con rapidez hacia el hospital central de Swat.
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El mismo día que cumple dieciséis años, centenares de jóvenes y de personalidades de todo el mundo se reúnen para escuchar el discurso que pronuncia Malala en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Está muy emocionada y, para controlar los nervios, lleva el chal que le han regalado los hijos de Benazir Bhutto, exprimera ministra de Pakistán, que fue asesinada en 2007. De esta manera, encuentra la fuerza suficiente para decir al mundo: Quiero la educación para todos los niños del mundo, incluso para los hijos e hijas de los talibanes, y también para el hombre que me disparó. Habla de personajes célebres como Martin Luther King, Nelson Mandela o Gandhi, y afirma, entre las aclamaciones de los asistentes: Continuaremos nuestra lucha contra la pobreza, la ignorancia, la injusticia, el racismo y la privación de los derechos fundamentales, ¡en todo el mundo! No hay duda de que Malala piensa en su madre cuando dice: Hubo una época en que las mujeres pedían a los hombres que se convirtieran en activistas a favor de los derechos de las mujeres. ¡Pero ahora lo haremos nosotras mismas! Malala consigue que los asistentes se emocionen con estas palabras, sencillas y contundentes, que abren una puerta a la esperanza: Un niño, un maestro, un libro y un bolígrafo ¡pueden cambiar el mundo! Al año siguiente, la joven pakistaní recibe el premio Nobel de la Paz. De este modo, con solo diecisiete años, Malala Yousafzai se convierte en la persona más joven en recibir este prestigioso galardón. 31
A. Majeed / AFP
Las niñas y la escuela La alarmante situación de las niñas en Pakistán En Pakistán, la inmensa mayoría de las mujeres no tiene los mismos derechos que los hombres, y muchas de ellas son víctimas de algún tipo de violencia: acoso sexual, opresión doméstica, matrimonios concertados (en ocasiones, forzados), crímenes de honor... A menudo, en la actualidad, se aplican las reglas del purdah (el «velo»), las cuales las obligan a cubrirse la cabeza y el cuerpo y les prohíben salir y relacionarse con hombres que no formen parte de su familia.
Isaac Babatunde / AFP
Jóvenes pakistaníes en una escuela de Mingora.
Menos del 26 % de las niñas sabe leer y escribir. En Pakistán hay 163 000 escuelas primarias y menos de 40 000 de estos centros aceptan niñas. Solo siete millones de niñas menores de diez años van a la escuela primaria (la proporción es inferior a una de cada dos), solo tres millones van a la escuela secundaria y medio millón escaso llega a la universidad. La situación es especialmente dramática en el entorno rural, sobre todo a causa de la pobreza, en particular en las regiones de las tribus del norte.
La educación en el mundo Según la UNESCO, 493 millones de mujeres son analfabetas, es decir, dos terceras partes de los adultos del mundo no saben leer ni escribir. Veintiocho millones de esas mujeres viven en zonas afectadas por conflictos, y más de la mitad son niñas. Quince años después del lanzamiento de la iniciativa de la UNESCO «Educación para todos (los niños)», solo una tercera parte de los 164 países que la firmaron cumplieron los objetivos fijados en el año 2000. Entre los estados 40
que están más alejados de esos objetivos se encuentran Pakistán, Yemen y diversos países del África subsahariana. Por el contrario, Sierra Leona, tras once años de conflicto, ha conseguido disminuir la explotación laboral infantil y reducir a la mitad el número de niños y niñas que no habían sido escolarizados jamás.
En Nigeria, en abril de 2014, el grupo de extremistas islamistas Boko Haram secuestró a 276 alumnas de una escuela secundaria de Chibok, en el norte del país. Malala Yousafzai acudió para apoyar a cinco de las jóvenes que consiguieron huir y exigir que se llevaran a cabo todos los esfuerzos posibles para que las demás fueran liberadas.
S. S. Mirza / AFP
En Multan, Pakistán, unos militantes islamistas queman la bandera de la ONU en señal de protesta contra la concesión del premio Nobel de la Paz a Malala Yousafzai, en octubre de 2014.
Malala y la religión Aamir Qureshi / AFP
En las calles de Islamabad, la capital de Pakistán, en octubre de 2012, se manifiestan las mujeres gritando «Talibanes, no tenéis vergüenza», después de que intentaran asesinar a la joven Malala, que entonces tenía quince años.
Como todos los pastunes y muchos pakistaníes, Malala sigue una confesión musulmana. Su religión es, por tanto, el islam. Ha leído el Corán, el libro sagrado del islam, por el que muestra amor y respeto. Ahora bien, está en contra de la sharia, o ley islámica, y denuncia a aquellos que, en nombre del islam, anulan las libertades de las mujeres, los niños y los hombres. Se opone a aquellos que siembran el terror afirmando: «¡Es la voluntad de Dios!», a aquellos que combaten en la yihad, o «guerra santa». «Si hubieran leído el Corán, sabrían que no se debe matar», piensa Malala. Se enfrenta a aquellos que amenazan a las niñas de muerte si van a la escuela, ya que el Corán afirma que es necesario «buscar el conocimiento, estudiar con anhelo y aprender los misterios de nuestro mundo». A los que prohíben que las mujeres canten, bailen, se vacunen, vean la televisión. A los que exigen que los pantalones de los hombres no lleguen más abajo del tobillo. A los que no dudan en matar para silenciar las voces rebeldes e intimidar a la población. Los talibanes que atacaron a Malala forman parte de estos extremistas, que a menudo se ven condicionados durante los períodos de adiestramiento en la yihad. 41
MALALA por el derecho de las niñas a la educación Malala Yousafzai es pakistaní y musulmana. Desde que tenía once años, denuncia a los integristas musulmanes que consideran que la escuela no es un lugar para las niñas. En un intento de hacerla callar, incluso le llegaron a disparar. Por suerte, Malala consiguió sobrevivir y hoy, galardonada con el premio Nobel de la Paz, continúa luchando incluso con más fuerza para que todos los menores de edad puedan ir a la escuela, ya sean niños o niñas, pobres o ricos.
ISBN 978-84-9801-939-1
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9 788498 019391
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Al final del libro encontrarás un cuaderno que recoge documentos sobre su vida.